E ? FLAMMARION AVERTE Y SU MISTERIO - HBLIOTECA HENTICA ga G OTe SValin — — "mm Ļ- — - em - — zæ —_—€ c _ ee BIBLIOTECA CIENTIFICA ch fe Le EXVTGRIAL Li ASIA X | Upwa Aniaro (Amir l nora. Mulas (nee lao Lex Leg Ye Cotos rv %, Aina a - e — — = Propositos LIESE oer fe Woe) Cotas greng ie e Le die lira CR we DAT db ra TUE RATA El coy Digitized by | the Internet Archive > i oa do in 2010 with funding from Ar Wë CI 5 "ES PPh al Y deters WA ou University of Toronto: > s iis her d pikea yoi "opgi tome aAa PP) IAA wA Ab e A himno da SO 1 aolo ap - Ne anima vs Seu tr LA Me ce AIDA oF PACTO «ic x > ¿Dónde se encuentran esas almas? ¿Continúan en contacto con los seres que han amado? ¿En qué se ocupan? ¿Se alejan de la Tierra? ¿Se hallan en un sitio determinado del espacio? ¿Se reencarnan? ;Aca- so la pluralidad de existencias del alma complementa la doctrina de la pluralidad de mundos habitados? He aquí un problema más que va aparejado al pri- mero y que es imposible acometer, sin antes solu- cionar el otro. ¿Es posible resolverlo por el método científico que ya ha permitido resolver el primero? Son otras tantas cuestiones que se suman a las ya estudiadas. Desde luego, los hechos que se exponen en el libro “La Muerte y su misterio”, demuestran que nuestros queridos muertos quedan, por algún tiempo, cerca de nosotros, y se manifiestan siempre que las circuns- tancias se lo permiten, si bien ni el espacio ni el tiem- po no significan para ellos lo que para nosotros, y vivan en la cuarta dimensión, en el hiper-espacio. Las manifestaciones materiales son oficiales y raras, pero las asociaciones psíquicas pueden realizarse con frecuencia. La reencarnación, que parece ser una ley general, no se verifica de inmediato. Es posible que los espiritus superiores se vean transportados por su mismo deseo hacia otros mundos, adecuados a su evolución. El sistema del mundo moral — ya lo he- mos dicho — se rige por leyes, al par que el sistema del mundo físico. ¿Cómo podríamos nosotros imaginarnos la ma- LA MUERTE Y SU MISTERIO 27 nera de ser de un difunto? He aquí un estudio largo y complejo, que ya fué objeto de investigaciones pa- ra Flammarion, desde la época en que escribió Ura- E (1599). Lo que él escribió en aquel entonces, lo sigue sos- teniendo, después de más de 20 años de ininterrum- pidas experimentaciones, y su manera de pensar ha sido confirmada y amplificada por el progreso de las ciencias psíquicas, los descubrimientos prodigio- sos de las ondas hertzianas, de la telefonía sin hilos, por las nuevas observaciones sobre telepatía y transmisión del pensamiento. Un espíritu puede influir sobre otro a distancia: esta acción mental se traduce, en el cerebro receptor, por una imagen que se le aparece como si fuera exte- rior. En realidad, no hay ropaje, ni mucho menos cuerpo, aunque sea el etéreo u astral; no hay más que una impresión cerebral que se transforma en ima- gen. La imagen que nosotros vemos reflejarse en un espejo, no es real, aunque como tal le parezca, a primera vista, a un niño o a un perro. La sugestión de un espiritu encarnado sobre otro espíritu también encarnado, siendo hoy admitida en las teorias cientificas, ¿sería lógico negar la misma facultad al alma libertada de los vínculos materiales del organismo, puesto que su supervivencia ya ha sido demostrada? ¿Es acaso una temeridad el supo- ner que un espíritu desencarnado pueda manifestarse a un ser viviente y aparecérsele sugiriéndole una for- ma, un aspecto, conocido o no por el percibiente? Ya pudimos leer (en 1900), en el libro “Lo des- conocido’, y a propósito de las apariciones: “No es necesario suponer que el alma del mori- “bundo se traslade hacia el sujeto impresionado. Puede ser que no haya en eso mas que una irra- 28 CAMILO FLAMMARIÓN “* diación, una modalidad de la energía, aún desco- “* nocida, una vibración del éter, una onda que va a herir un cerebro, dándole la impresión ilusoria ‘de una realidad exterior. Del resto, todos los ebje- ‘tos que nosotros vemos, es tan sólo por imagenes ‘“ que se vuelven sensibles y son percibidos por nues- “tro espiritu.” 44 Lo que Flammarión afirmaba en aquel entonces por intuición, hoy en día lo vemos convertido en una verdad tangible. Por una circunstancia histórica digna de aten- ción, nuestras actuales constataciones metapsiquicas coinciden con uno de los más asombrosos descubri- mientos de la ciencia física: la radio-telegrafía y radio-telefonia. Un espectáculo, un concierto, un discurso, son vistos y oidos a centenares de kilóme- tros de distancia, recogidos por un simple aparato receptor, sin que sean transmitidos por ningún hilo. En pleno océano, los pasajeros y equipaje de un bu- que pueden ver y oir una escena representada y can- tada en Paris. Nuestro autor habia ya anunciado este progreso en su obra “Lumen” (1866), habiéndolo también representado con una imagen muy expresiva en “El Fin del Mundo” (1893), en la página 273, donde puede leerse la siguiente profecía: “El telefonoscopio hace conocer en todas partes “los acontecimientos más importantes y de mayor “interés. Una obra de teatro, ejecutada en Chica- “go o en París, es oída y vista desde todas las ciu- “ dades del mundo.” El genio de los inventores ha realizado, en nues- tra época, ese progreso, y nos coloca, desde hoy en adelante, en condición de comprender lo que son las LA MUERTE Y SU MISTERIO 29 transmisiones: telepáticas, negadas hasta hace poco tiempo atrás. Podemos ahora intentar de llegar a descubrir en qué consisten las apariciones, cuya autenticidad ha sido suficientemente demostrada. ¿Cuál es su natu- raleza? ¿Los fantasmas son efectivamente reales? Y en primer lugar: ¿qué es la realidad? ¿Dónde se apo- ya el criterio de nuestra certidumbre? Se contesta: lo que es objetivo, fuera de nosotros, es real; lo que es subjetivo, en nuestras sensaciones, no es real. Esta apreciación es muy discutible. Una sensación interna puede corresporider a una realidad, especial- mente en lo que atañe a los fenómenos psíquicos. Un amigo muere lejos 7 vosotros; ze OS aparece, en sueno o de otro modo, y os anuncia su muerte, os comunica que acaba de ey o de ser aplastado por un tren, o de haber sido asesinado: lo veis cho- reando agua, mirais sus heridas aún abiertas; en una palabra, su imagen responde a una realidad. Aquí tenemos una sensación subjetiva, que trae aparejada una realidad innegable. ¿a? otra parte del dilema también es discutible. Se dite que es real lo que es objetivo, exterior a nosotros. Y bien; ¿dónde está la realidad del arco-iris que vos- otros veis y medis, analizais y fotografiáis? Aquello no es más que un fenómeno de óptica. Vuestro ve- cino ve un arco-iris distinto del que vostoros veis; vuestro ojo derecho no ve el mismo que ve vuestro ojo izquierdo... ¿Dónde está, pues, la realidad del arco-iris? ¿Dónde la del paisaje, creado por la atmós- fera en el fenómeno del miraje? ¿Y ese bastón que veis quebrado en el agua por efecto de la refrac- ción, ¿acaso no es una apariencia? 3 30 CAMILO FLAMMARION Son estas consideraciones que deben servir de guia a vuestro criterio. Si, pues: los fantasmas son reales. Pero, jen que consiste su realidad? El padre de la señora Ballet-Gallifet, fallecido dos años antes, bien que se le apareció a su hija, a su yerno y a su perro, en su casa de Lyon; Roberto Mackenzie muy bien que vino a decir a su patrón que él no se había suicidado; la joven muerta de có- lera en Saint-Louis, cuyo rostro había sido arañado por la madre, mientras la componía en el ataúd, — bien que se le apareció a su hermano, en pleno día; el clérigo cantor Russel, bien que se hizo ver, por su colega que ignoraba su muerte, ton un cuaderno de música en las manos; la señora Bellamy, bien que fué vista por su esposo, su hija y su gobernanta; ni es menos cierto que un padre se le anarecio a st hija para hacerle pagar una deuda que ella no cono- cia; y es innegable que la voz del padre fué oída por su hija, revelandole el escondite donde se hallaba una suma de dinero; y está fuera de dudas que el ca- pitan de bajel Drisko fué salvado por su amigo Bur- ton, en el mismo momento que estaba por naufra- gar, etc., etc. Nos limitamos a estas pocas citas, en- tre los innumerables casos expuestos en el tomowill de La muerte y su misterio. Es absolutamente evidente que no se trata de ilu? siones producidas por el cerebro de los mismos esq | pectadores. Los fantasmas de los difuntos existen,” se muestran, se manifiestan. Se les ha visto de frente, de perfil, en forma oblicua, reflejados en los espe- jos, en un todo de acuerdo con las leyes de la pers- pectiva. Ni es errado pensar que algunos de ellos po- seen cierta materialidad, como el doble de los vivos que ha sido posible estudiar, puesto que se le foto- » 4 al MN MUERTE Y SU MISTERIO 3i grafía. Trátase, pues de algo análogo a una presen- cla» real. La transición entre el mundo visible y el invisi- ble es difícil de comprender, aún desde el punto de vista esencialmente material del estado atómico. Lo que llamamos materia, no es más que un con- olomerado visible y ponderable de átomos invisibles e imponderables. Una misma substancia, con inter- valo de pocos minutos, puede ser visible e invisible. Observad la formación de una nube, en verano, y su rápido desvanecer en el azul del cielo, y os con- venceréis de esta metamorfosis. El fuego consume un objeto material y lo reduce en vapor, en molécu- las invisibles e imponderables. El aire, el agua, el carbono, el ázoe y los otros elementos, se vuelven tangibles en el cuerpo viviente que han formado, lo mismo que en los cuerpos inorgánicos. Para nuestros Ojos y nuestros sentidos, un pedazo de mármol, de hierro, un ser humano, un animal, un árbol, es so- lido, denso y resistente. Para la electricidad, la at- mosfera ofrece una resistencia, mientras que un metal es conductor. Para los espiritus superiores a nosotros, dotados de otras formas de percepción, este materia sólida puede parecer irreal, mientras que los pensamientos pueden presentar, a su facultad perceptiva habitual, la única realidad analizable. Esta no es una hipótesis puramente gratuita: en la naturaleza terrestre, accesible directamente a nues- tros sentidos, en el mundo animal — especialmente en los insectos, — que nosotros calificamos como seres inferiores, pueden notarse facultades de pene- tración muy superiores a las nuestras, muy diferen- tes, desconcertantes e incomprensibles, y que los en- tomólogos menos fantásticos pueden atestiguar co- mo hechos científicos, asombrosos e inexplicables. 32 CAMILO FLAMMARIÓN El mundo psíquico, invisible y real, nos parece ya como aigo irrefutablemente comprobado. Indu- dablemente, hoy día nosotros tenemos: “La sinrazón imperdonable de tener demasiada razón”, pero un futuro no lejano -acabará con re- solver definitivamente el problema. Por otra parte, las observaciones especiales estu- diadas en La muerte y su misterio, tomo III, nos hablan de fenómenos fisicos incontestables, movi- mientos de muebles, golpes, timbres agitados, obje- tos quebrados, etc. A menudo, esos ruidos vulgares, ese golpear de muebles, ese sonar de timbres, esas si- Mas, esos vasos, esos pasos, nos extrañan por su ba- nalidad. Pero, ¿es que debemos figurarnos la vida futura tal como la describieron Platón, Confucio, Cakya- Mouni y Jesús? La vida normal de ultratumba, ¿de- be únicamente representar para nosotros un mundo de espiritus nobles y elevados? ¿Es que los hombres difieren mucho, el día después, de lo que era la vís- pera? Y nosotros, harto sabemos lo que es la enorme mayoría de los hombres, desde el Africa ecuatorial hasta los polos. Hay una inclinación a pensar que los muertos son superiores a los vivos, y creerlos todos teósofos ins- truidos por Zoroastro, Manú y Krichna, en marcha progresiva hacia el Nirvana, y conscientes de su Karma. Es una idea errónea; ningún testimonio” prueba aquella superioridad. ¿Qué pueden ser,. des- pués de la muerte, las mayoría de los indígenas de nuestro planeta? ¿No vemos acaso que casi todos piensan tan solo a satisfacer las necesidades de su cuerpo, y jamás se preocupan del espíritu? Es la ma- quina humana gobernada por un alma engolfada en la materia. LA MUERTE Y SU MISTERIO 33 Un antiguo error cuyo origen se pierde en la no- che de los tiempos y que las religiones sucesivas se han ido trasmitiendo a través de millares de anos, ha hecho arraigar la creencia que las almas de los hombres, libres ya del cuerpo, por el mero fenóme- no de la muerte que se verifica en ellos, se vuelven instantáneamente espíritus elevados y puros. Es un error parecido a aquel otro, por el cual se cree que el cielo es una residencia paradisiaca, que ninguna sombra, ninguna turbación alteran jamás, cuando la astronomía moderna nos enseña que la inmensidad de los cielos es teatro de formidables cataclismos. Nuestros telescopios nos confirman continuamente esta verdad innegable. Una vez dejada la vida terrestre, el alma no se vuelve por ello angelical; la muerte no puedestrocar en omniscente a un hombre vulgar; el alma humana —ya lo hemos dicho antes, — no puede acusar di- ferencia sensible, el dia después de la muerte, de lo que ha sido la víspera; el ignorante no puede adqui- rir una ciencia que no ha aprendido con el estudio, ni el idiota volverse inteligente; como tampoco la guillotina podrá convertir un bandido en santo. De ahí podemos argúir que la mayoría de los difun- tos no son intelectualmente superiores a la mayoría de los vivos. En el conjunto de nuestro globo, mueren aproxi- madamente cien mil personas por día. La inmensa mayoría de estos seres difuntos representan nómadas inconscientes; la atmósfera se halla repleta de ellos. Parece ser que las almas poco evolucionadas, en estado — por decirlo así — embrionario, se quedan por algún tiempo en la atmósfera, y la mayor parte de las mismas son inconscientes. Constituyen un me- dio cósmico de conciencia difusa que, a veces, y en 34 CAMILO FLAMMARIÓN determinadas circunstancias, se amalgama con la subconciencia individual de los vivos, y que, en los médiums, se traduce en algunos fenómenos espiri- tistas ya observados. Si así fuese — como parece probable — la composición de la atmósfera asumi- ría para nosotros un carácter sensiblemente distinto del que presenta un simple análisis químico y podría de finirse como sigue: Oxígeno ag eg 20,9 Vapor de agua (varia- ble según los lugares y la temperatura). Hidrógeno . (aumenta con la altura), con- siderable a 300 km. Acido carbónico ..... 0,03 Pacon a... ee 0,00937 egene Se 0,0015 kicho MB 0,0005 Epton .1. MM... 0,0001 Aena ..... ME... eg 0,000005 3) Microbios innumera- bles, por billones, in- visibles, iones, elec- | trones, átomos, diná- micos. es A Elementos psíquicos, imposibles de medir. No es posible pretender, por ahora, que la última de estas anotaciones, quede incluida en los tratados científicos. Nosotros no respiramos tan solo materialmente, pero también en un ambiente mental que ejerce una LA MUERTE Y SU MISTERIO 35 cierta influencia sobre nuestra salud fisica y moral. Muchos incidentes de nuestra vida, que acostum- bramos atribuir al azar, no son fortuitos. Hay co- rrientes psiquicas, comparables a las corrientes mag- néticas, cuya existencia viene confirmada por nu- merosas observaciones de coincidencias exactisimas. El antiguo adagio “las ideas están en el are no an- daba muy lejos de la realidad. El mundo psíquico que intentamos descubrir es inmenso y sin límites. Sobre el estado del alma después de la muerte y la vida futura, se han hecho incalculables hipótesis. desde los Arios del tiempo de Roma, desde los Grie- gos del tiempo de Homero, Hesiodo, Pitágoras y Platón; desde los Egipciones de los hipogeos fara- ónicos; desde los Hebreos del tiempo de Moisés; des- de los Hindúes del tiempo de Buda; desde lot Drui- das de los'dolmanes de la Galia; desde Cristo y los Evangelios; desde Mahoma y el Corán hasta los discipulos de Swedenborg. a los espiritistas, a los teósofos y hombres de ciencia del siglo XIX y XX. Se han descrito los Campos Eliseos, el paraíso, el infierno, el purgatorio, el limbo, la morada de los muertos, los planos celestes, los arcanos del espacio, los mundos ultra terrestres, los viajes etéreos, la pa- lingénesis, la reencarnación, la pluralidad de las exis- tencias del alma; se han imaginado todo un universo inexplorado, en cuya comparación las sugestivas re- presentaciones esculturales de nuestras catedrales no son más que unas débiles imagenes antropomorficas. Los analistas enumeran alrededor de cincuenta religiones, o, por mejor decir, creencias religiosas distintas, cada una con sus dogmas particulares so- bre la vida futura; y lo malo es que no van de acuer- do ni entre sí, con aquel poco de ciencia positiva 36 CAMILO FLAMMARIÓN que podemos poseer. Con todo, es bueno no olvidar- se de esta notable opinión de un profundo pensador, como lo es Claudio Bernard: “Estoy convencido — “escribía — que vendrá un día en que el fisiólogo, “el poeta y el filósofo hablarán el mismo lenguaje, “llegando a entenderse perfectamente entre ellos”. Y lamentemos, con Eduardo Schuré, que la ciencia y la religión se hayan colocado en un terreno de irre- ductible enemistad, lo que no deja de ser un error. Dos verdades no pueden oponerse entre si. Sabemos solamente lo que hemos aprendido. Por ejemplo, es sabido que la tierra gira sobre ella misma en el témino de 24 horas, y en torno al sol en un año; he aquí una verdad adquirida, irrefutable, archi- comprobada. Lo que la ciencia positiva ha estable- cido en forma definitiva, es irremovible. Debemos pensar que las ideas religiosas evolucionarán progre- sivamente y los conflictos entre la ciencia y la reli- gión, magnificados por Spencer y otros nacionalis- tas, se han de disipar, como las brumas de una ma- nana de estío con los primeros rayos del sol. A veces se pregunta: ¿Dónde están las almas de los muertos? Las diferentes religiones tienen otras tantas diferentes opiniones sobre la vida futura. Los cristianos protestantes han adoptado el cielo y el infierno; los católicos, entre el primero y el se- gundo, han interpretado el purgatorio; los judíos no se pronuncian en forma concreta, pero creen en los ángeles; los musulmanes esperan un paraiso más bien sensual; los budistas ver el Nirvana como pun- to final en el horizonte celeste de nuestro destino; los Griegos creían en los Campos Eliseos y en el Tártaro; los Egipcios tenían “amet” y el “doble”. En el fondo de todas estas ideas se trasluce claramen- te el antropomorfismo, LA MUERTE Y SU MISTERIO 37 En las figuras esculturales de las tumbas galoro- manas, vemos a menudo la luna, representada por su cuarto creciente (visitese especialmente el Museo de Laugres); y la idea que las almas de los difuntos fuesen transportadas a la luna, ha predominado du- rante mucho tiempo. Los cristianos se opusieron rá- pidamente a esta creencia, v es así que en las homi- lías de los primeros siglos de nuestra era, leemos con frecuencia esta afirmación: “Nec in luna incolunt”: ellos no habitan la luna. La cuestión del lugar, no puede regir para el al- ma, como rige para el cuerpo; el espiritu no ocupa lugar. Sin embargo, debemos confesar que no llega- mos a concebir ninguna forma ni aspecto de cosas, afuera de nuestros sentidos. Educados los cristianos con las ideas e imágenes de la antigua teología astronómica del tiempo de los apóstoles, de los evangelistas, del apocalipsis, de los Padres de la Iglesia, que predicaban el paríaso de los justos, de los santos y de los ángeles, la bajada de Jesús a los infiernos, la ascensión la Asunción, la Trinidad, y el coro de los electos, ellos se pregun- tan, muy naturalmente, adónde han ido a parar sus queridos muertos, y tratan de imaginarse el lugar donde aquellos puedan residir. Es muy difícil —pa- ra no decir imposible, — librarnos de las ideas te- rrestres sobre el tiempo y el espacio. Mientras tanto, el alma humana, ya fuera de la vida, se ve libre de estas contingencias relativas al mundo material. La astronomia ha sido siempre asociada a las es- peculaciones filosóficas y religiosas sobre la vida fu- tura. Y no podía ser de otro modo: el sistema del mundo físico es un reflejo del sistema del mundo espiritual. La asociación de ambos órdenes de ideas 38 CAMILO FLAMMARIÓN es inevitable. ¿Qué significa la expresión: “Estar en el cielo”? Todo esta en el cielo: la Tierra que nos- otros habitamos es un astro del cielo, igual que Mar- te, Júpiter, Saturno, Sirio o Vega. Las esferas del Dante, los coros de los querubines, los “IT ronos y las Potencias, las asambleas de los electos, la domina- ción suprema de la Trinidad, no pueden concebirse más que como formas simbólicas. No es allí donde se circunscribe la vida eterna. Hoy dia sabemos que en el Universo no hay altos ni bajos. Si se presenta en uan figura la Ascención de Jesucristd, esa figura po- día tener un sentido en la época en que se creia que la “Tierra era plana y formaba la base del mundo, estando el infierno en las regiones inferiores (infe- ros) y el cielo en los altos. Hoy, esa figura carecería de sentido, puesto que doce horas después represen- taría una caída vertical de Cristo, cabeza abajo. ¿Qué es, pues el cielo? Es el espacio universal, es naturalmente para nosotros la Vía Láctea, de la que nuestro planeta es una minúscula aldea, de la que nuestro sol es una estrella, y que se compone de mil millones de soles, presentando su extensión a los cálculos modernos un diámetro que alcanza a 300.000 años-luz, cada uno de los cuales correspon- de a 9.467 biilones de kilómetros. Las esculturas de nuestras hermosas iglesias gó- ticas nos muestran en todas partes, imágenes del uni- verso cristiano, del juicio final, del cielo y del in-* fierno, que en nada absolutamente corresponden a la realidad. Durante siglos y siglos, la doctrina cristiana ha enseñado la resurrección de los cuerpos (Credo re- surrectionem carnis): es un artículo de fe. En su epistola a los Romanos, dice San Pablo (VIII, Hi: “El Espíritu de Aquél que ha resucitado a Jesús ) LA MUERTE Y SU MISTERIO 39 “Cristo de entre los muertos, dará también nueva “vida a vuestros cuerpos mortales”. Ha sido impuesta tal creencia, en forma precisa e indiscutible. Es el cuerpo — que ha vivido, sufri- do y gozado durante toda la vida, — que desperta- rá el día del juicio final, y resucitará. Cristo apare- cera en el Oriente, anunciado por los clarines de los angeles; los muertos se levantarán de sus sepulcros, que precisamente han sido orientados en modo que, al levantarse, los muertos miren hacia el este. Tal es la ordenanza que regía en los cementerios cristianos, ahora fuerza de costumbre, debido al entibiarse de la fe, enterrandose hoy dio los cadáveres como mejor cuadre, del mismo modo que se dejó también de orientar y las iglesias. Con todo el principio estable- cido por el “Credo” es absoluto: es tan indiscutible como inaceptable. Ahora bien, a menos de humillar totalmente su razón ante un dogma contradictorio, ningún hombre instruido, inteligente y leal, puede admitir la resurrección de los cuerpos, cualquiera que sea la pseudo-interpretación científica que quiera darsele; esas son ideas de otra época. En cuanto a la leyenda de las penas eternas del infierno, donde los cuerpos de los condenados de- bian sufrir para siempre, dificilmente llegamos a concebir que pueda haber un raciocinio humano en las enseñanzas de la Iglesia, cuando leemos en Bous- suet frases como estas: “Asi, siempre vivos y siem- “pre moribundos, inmortales para sufrimientos, de- “masiados fuertes para morir, y demasiado débiles “para poderlos soportar, ellos gemirán eternamente “sobre lechos de llamas, consumidos por atroces e “¡rremediables dolores”. He aqué de lo que lo han creido capaz, algunos creyentes, al “Buen Dios”, creando a las almas hu- 40 CAMILO FLAMMARIÓN manas! ¡Cual aberración y cual blasfemia! ¡Cuerpos humanos resucitados! La idea en sí es insostenible. La vida extra-terrestre se desarrolla en condiciones totalmente distintas de la vida terrestre: no hay comparación posible. ;A qué podrían servir organismos como los nuestros? Aquel es un estado sin relación ninguna con las exigencias vitales de nuestro planeta Con toda seguridad, ellos no son más tributarios del tubo digestivo que nosotros. ¿Tendrán otro cuerpo? ¿Serán seres fluídicos? En ese otro mundo, no se ve ni Adán con Eva, ni Marte con Venus. “Neque nubent, neque nubentur’’, dice el Eevangelio. Nosotros no podemos representarnos tión queda insoluble. ¿Podemos nosotros imaginar- nos simplemente la mentalidad de un alma, libre de las impresiones terrestres? Si la oruga pudiera pen- sar, tampoco podría concebir la vida de la mariposa, no importa que se trate de su misma individualidad. Y en cuanto a la memoria, en el supuesto caso que la mariposa la tuviese, ¿podría acaso acordarse de su anterior estado? A pesar de las dificil Maia contradicciones y an- titesis, notemos que la religión cristiana se halla de acuerdo con el Budismo y sus cuatrocientos millones de creyentes, implorando en las plegarias, el eterno descanso para sus muertos. Requiem aeternam dona. eis, Domine! Este descanso se parece demasiado ar Nirvana, al aniquilamiento. Pero, es que esta inmovilidad no existe en ningu- na parte; el universo es un dinamismo gobernado por el espiritu, y la materia no es más que una apa- riencia, puesto que los átomos obedecen a la energía; todo avanza, todo está en movimiento en el infini- to; Dios — el Incognoscible — rige todas las cosas, LA MUERTE Y SU MISTERIO 41 desde las más infinitamente grandes, hasta las más infinitamente pequeñas. La vida futura hace parte de ese conjunto: por otra parte esta denominación de vida futura” es relativa y antropomorfica, des- de el momento que lo que para nosotros es futuro, es actualmente presente para nuestros antepasados, y la epoca en que ahora vivimos será “pasado” en un porvenir muy cercano. Hablando propiamente, no existe más que un eterno presente. Aquellos que vi- vieron cien años atras, se encuentran actualmente en la “vida futura” que se ha vuelto “presente” para ellos, y dentro de cien años, esta vida actualmente futura para nosotros será presente. Un gran número de observaciones nos llevaría al convencimiento de la permanencia o simultaneidad de todos los fenómenos que se produjesen en un ser universal, completamente ajeno a nuestras ideas so- bre el tiempo. El porvenir estaría a su vista, igual que el pasado: es como si hubiera un perpetuo pre- sente. En la eternidad inmóvil, el tiempo no existe: lo hemos ideado nosotros para nuestras relaciones con los movimientos de la Tierra. Si nosotros no tuviéramos la sucesión de los años, de las estaciones, de los días y de las noches, en vez de nuestros calendarios, nuestros días, horas, minu- tos y segundos, reinaría la inmóvil Eternidad. En el espacio absoluto, no existe el tiempo. Cada planeta crea y se mide su tiempo para sí mismo; en Neptuno el año es igual a 165 de los nuestros, en Weano a 84, en Saturno a 30, en Júpiter a 12. El día en Marte dura 24 horas y 39 minutos, el nuestro podría durar tanto o mas, y siempre serían días para nosotros. Considerado en sí mismo, el tiempo no existe; y no teniendo el tiempo una existencia real, el por- 42 CAMILO FLAMMARIÓN venir y el pasado son presentes; todos los aconteci- mientos son determinados por las causas que los pro- ducen; la voluntad humana forma parte de las fuer- zas activas de la naturaleza. Esta no es una teoría: es un hecho de observación confirmado por una gran cantidad de acontecimien- tos futuros previstos con anterioridad. Tanto el análisis metapsiquico como la observa- ción establecen. por tanto, que el tiempo no existe en sí mismo, que es posible prever los acontecimien- tos futuros. y que todo es presente. | Y no existiendo el tiempo, lo que queda de nos- otros después de la muerte. el alma, el espiritu, la entidad psiquica — cualquiera que sea el nombre que se le dé y como quiera que sea su naturaleza — deta ya de pertenecer a lo que nosotros — durante la vida — llamamos tiempo. Para el. ser pensante que sobrevive, no hay mas ni años, ni dias, ni ho- ras. Lo relativo ka sido sustituido por lo absoluto. Lo que hay en el fondo de las apariencias, la cosa en sí” de que habla Kant, la esencia propia, nada tiene de común con nuestras ideas del pasado y del porvenir, y un acontencimiento cualquiera puede ser percibido lo mismo antes de que tenga lugar, que después. Para un ser colocado fuera del tiempo, nuestras ideas terrestres del pasado y futuro no tie? nen más el mismo significado: “ayer y mañana” son iguales que “hoy”. l Mientras tanto, hay continuidad. Lo que nos- otros llamamos supervivencia del alma, no debe en- tenderse solamente como la conservación de un áto- mo psíquico indestructible, sin conciencia alguna de sí mismo, pero sí com la persistencia de la misma identidad pensante, dotada de memoria. El alma es una sustancia invisible, impalpable, LA MUERTE Y SU MISTERIO + 43 imponderable, fuera del alcance de nuestras obser- vaciones físicas. Ni nuestras medidas del espacio ni las del tiempo pueden aplicarsele. Ella puede manifestarse a centenares y millares de kilómetros de distancia, como lo prueban los in- numerables casos publicados en los 3 volúmenes de “La Muerte y su Misterio”. Así, pues, y resumiendo, el espacio y el tiempo no existen en la forma que los presentan nuestros sistemas de medición. Es lo infinito, la eternidad. La distancia que media entre la Tierra y Sirio, no es — con respecto al infinito — mayor que la que separa vuestra mano derecha de la izquierda. La electricidad nos tienen ya acostumbrados a las trans- misiones rápidas entre las distancias: las radiaciones | luminosas emplean menos de 2 segundos para cubrir la distancia que media entre la Tierra y la Luna. Pero hay transmisiones que pueden calificarse como instantaneas. Por otra parte, el espacio no es como a nosotros | se nos figura. Nuestras mediciones prácticas se hacen sobre tres dimensiones, sobre el cubo formado por la longitud, la anchura y la altura; pero hay una cuar- ta dimension que es el “hiper-espacio””. La fuerza de la gravitación que no se ejerce en las superficies y si penetra en los cuerpos, la acción electro-magnética del éter, y la química molecular, revelan la 4* dimen- sión. Las apariciones a que hemos aludido, se pro- ducen por esa cuarta dimensión. Merecen señalarse, por ejemplo, la de Alfonso de Lignori, transportado desde su convento en el reino de Nápoles, al lecho del papa Clemente XIV, en Roma: la de San Anto- nio de Padua que predica en Montpellier, y al mis- mo tiempo se le ve en su convento; la de Santa Ca- talina de Ricci, que estando en Prato, conversa con 44 CAMILO FLAMMARIÓN San Felipe Neri en Roma; el doble de la señorita Sagée; Sir Carne Raschse en la Cámara de Diputa- dos; la señora Milman; la señorita Rhoda Clary, etc. Un hombre y una mujer, de buena salud, pueden encontrase al mismo tiempo, en un lugar distinto en que se hallan con su cuerpo normal. Podriamos agre- gar a estos fenómenos, aquellos de ‘‘aportes’’ com- probados: no es este, en verdad, el momento propi- cio para discutirlos; sin embargo, todo concurre a probar la existencia de esta cuarta dimensión. Un hombre, un objeto encerrado en las cuatro paredes de un cuarto, y por el techo y el piso, pueden salir del mismo. Parece ser que la vida ultraterrestre del alma se desenvuelve en esta dimensión, ya accesible al cálculo algébrico. ¿Tienen los espíritus una forma? ¿Qué es el “cuerpo” de San Pablo, el “cuerpo astral’ de los teósofos, el “cuerpo etéreo” de los ocultistas? El estudio de esos “dobles” nos puede resultar muy provechoso. Es indudable que en el ser humano hay tres elementos distintos: el alma pensante, el doble fluídico y el cuerpo físico; el doble está al servicio del alma y ha sido posible analizarlo bajo diversos aspectos. Ya desde mediados del siglo pasado, Rei- chembach lo estudió bajo el nombre de “Od”; pero no hay que confundirlo con el éter. Todos los psi- quistas poseen en sus bibliotecas las obras de aquel autor, como también las de sus continuadores, Car- los Du Prel y el coronel A. De Rochas. El cuerpo Odico coresponde al “aura” de los ocultistas, atmós- fera humana visible para los sensitivos y también para ciertas vistas normales, preparadas especialmen- te. Es probable que ese fluido juegue un papel im- portante en los fenómenos de levitación, en las apa- riciones, y en más de una manifestación póstuma. f LA MUERTE Y SU MISTERIO ` __ 45 Persiste aún después de la disgregación molecular. Carlos Du Prel, sabio bávaro (Lae 1899), de origen francés, y a quien las ciencias psiquicas deben mas de un importante descubrimiento, después de 30 anos de estudio llegó a la conclusión de que el alma humana no es un espíritu puro, y sí un espí- ritu unido a un cuerpo trascendental, que él compa- ra al “Od” de Reichembach. Este cuerpo etéreo, ddi- co, Obraria en todas las manifestaciones magnéticas y espiritistas. Es el cuerpo “astral” de. los ocultistas y de los teósofos, dotado de facultades propias, so- breviviente al organismo físico, en relación directa con el éter universal, que puede atravesar la materia, y formar a veces los fantasmas substanciales obser- vados por Crookes y otros. Este cuerpo astral existi- ría durante la vida y después de la muerte. Du Prel recuerda, con este propósito, la idea de Kant, que “el alma humana se halla, desde esta vida, vinculada a dos mundos a la vez”, y que cuando, por fin, debi- do a la muerte quedan rotos los lazos que la unían al cuerpo físico, su vida en el más allá no es más que la continuación natural de ese vinculo que ella ha ya tenido con ese mismo misterioso mundo. (‘‘Sue- nos de una vidente”, 20-25). Si el alma humana sobrevive al organismo físico es lógico pensar que ella es preexistente al mismo; hay una sola eternidad atrás y adelante de nosotros. La principal objeción que se formula en contra de este principio, es que nosotros nada recordamos. Es- ta objeción de modo alguno es absoluta, pues cada - uno de nosotros nace con facultades personales que no recibimos por herencia, y, por otra parte, algunos hombres han tenido reminiscencias más o menos con- = cretas de un pasado desconocido. M Podemos comprender la eternidad de la vida, ba- 46 CAMILO FLAMMARIÓN sados únicamente sobre el principio de la reencarna- ción, ya proclamado por Pitágoras, Origenes, Jean Reynaud, y tantos otros filósofos. No disponemos de espacio suficiente para discutir y examinar este punto de capitalisima importancia, pero es necesario que lo admitamos en principio. Siendo total nuestra ignorancia científica sobre las condiciones de la vida ultra-terrestre, no podemos más que formarnos vagas conieturas. Ya sabemos, por lo pronto, que el alma sobrevive; y el admitir esta supervivencia nos lleva a admitir también la preexistencia. La vida terrestre es tan sólo una fase en la vida del espíritu. Por otra parte, del conjunto de todas las consideraciones de carácter metafísico, se desprende que ésta es la sola doctrina admisible, y la más vieja entre las creencias religiosas definidas: preexistencia y supervivencia. Los argumentos de la preexistencia tienen un va- lor irrefutable (1). El principal es la desigualdad de los seres humanos, desde su nacimiento: desigual- dad mental, que no puede atribuirse a la herencia, aptitudes especiales para determinadas ciencias y at- tes, predisposiciones innatas, y convicciones, desde la infancia, que tan sólo pudieron adquirirse en otras existencias. Otro argumento es el hecho de las remi- niscencias, más o menos vagas, más o menos precisos, de algo “ya visto” o “ya oído”: sensaciones que de: otro modo resultarían inexplicables, y que en algu- nos son de carácter vivisimo. Cada uno de nosotros llega a la tierra con apti- a et A (1) Ver especialmente Andrés Pezzani, laureado del Instituto, "La. plu- ralidad de las existencias del alma, según la doctrina de la pluralidad de los mundos” (1865), en el capítulo Jean Reynaud, Henri Martín y Flam- marión. 4 LA MUERTE Y SU MISTERIO 47 tudes o inclinaciones especiales, cuyo origen no es posible hallarlo en la herencia. Todos los recuerdos pasados forman, acumulados en el fondo mismo de nuestro ser, UN dominio la- tente, en una subconsciencia independiente de nues- tro cerebro. El recuerdo de los hechos anteriores no ha quedado grabado en el cerebro. En nuestros gustos, preferencias, impresiones, 1n- tuiciones, ensueños, reminiscencias y simpatias, es nuestro “yo” anterior al nacimiento «terrestre, que se manifiesta más o menos vagamente. Desde el punto de vista de la memoria, hay dos seres en nosotros, dos memorias generalmente amal- gamadas, pero, a veces, netamente distintas. A esta teoria de la preexistencia se objeta prin- cipalmente la ausencia total de recuerdos precisos de las vidas anteriores. iA qué nos sirve el haber vi- vido ya, si no nos acordamos? ¿Acaso la persona- lidad no consiste esencialmente en la memoria? A todo esto se puede contestar que, durante la vi- da terrestre, el organismo material aporta condicio- nes nuevas y un cerebro dotado de nuevas faculta- des para una memoria transitoria; por otro lado, nos acordamos apenas de la milésima parte de lo que nos sucede desde el nacimiento, Y que el alma tan sólo en los intervalos de su plena libertad, entre una en- carnación y otra, posee SU memoria integral. MBR nuestra conciencia subliminal nosotros guardamos conocimientos mentales que se remontan a nuestras existencias anteriores y pensamientos cerebrales que provienen de nuestra vida actual; los primeros son más estables, más verdaderos, más arraigados que los segundos. En algunos individuos se han observado casos de reminiscencias muy netas. Las existencias anteriores han ido preparando nuestra vida actual, 48 CAMILO FLAMMARIÓN del mismo modo que ésta prepara nuestras existen- cias futuras. Al reencarnarse, el espiritu trae consigo todas las aptitudes resultantes de las experiencias y conocimientos adquiridos anteriormente. Merecen citarse, entre otros casos de niños-prodigio: Pico de la Mirandola, Pascal, Mozart, Saint-Saens. Los pa- dres, al engendrar a sus hijos, les dan la vida física, pero no la aptitud intelectual y moral. Se ha objetado con frecuencia que si la reencar- nación es una ley natural, las comunicaciones con los muertos son, por lo tanto, imposibles. Se puede contestar que, efectivamente, tales comunicaciones son raras; sin embargo, nada prueba que las reencar- naciones deban efectuarse forzosamente de inmedia- to. Ya que nada seguro sabemos con respecto a ese otro mundo, todo nos queda por aprender; por con- siguiente, nuestras actuales investigaciones valdrán a transformar por completo las diversas enseñanzas re- ligiosas sobre la vida futura. Los difuntos que se co- munican no hablan ni de paraiso, ni de infierno, ni de los jardines islámicos, ni de los campos eliseos griegos, ni del nirvana hindú. Sin temor de equivo- carnos, podemos afirmar con Alfredo Bénezech que estamos asistiendo a un movimiento intelectual des- tinado a revolucionar la mentalidad humana y que es el más importante bd” del advenimiento del Cristianismo. Desde el punto de vista filosófico y religioso, sea- mos los pitagóricos del siglo XX, con nuestros ac- tuales conocimientos astronómicos. Definida o no, la creencia en una vida futura se vuelve preponderante en todos los pueblos, a pesar de las incertidumbres de unos y las negaciones de otros. Cualquiera que sea su forma. la inmortalidad alienta las esperanzas humanas actuales, lo mismo NU LA MUERTE Y SU MISTERIO 49 que al tiempo de los galos y los druidas. Nada han logrado cambiar las revoluciones: Robespierre mis- mo presidió la fiesta del “Ser Supremo” y no hace mucho podía leerse todavía, en el frontispicio de la iglesia, vecina al observatorio de Juvisy, esta ins- cripción en letras cubitales: “El pueblo francés reco- noce la existencia de Dios y la inmortalidad del al- ma. Bajo todas las latitudes, la idea del alma se im- pone. En el Japón, también en nuestros días (como se ha visto últimamente en los funerales del escritor Lafcadio Hearn, en Tokío), se acostumbra todavía a abrir unas pequeñas jaulas que ponen en libertad a numerosas avecillas: simbolo conmovedor del alma que se libera de su terrestre prisión. De existencia en existencia, la vida psíquica nos permite evolucionar en una forma ascendente. Cada uno de nosotros, antes de ser hombre, ha sido mi- neral, vegetal, animal: y no está dicho que el hombre sea el último peldano de la escala infinita del pro- greso. Estamos aún muy abajo. Nuestra vida después de la muerte será la que nos- otros mismos nos hayamos preparado: somos hijos de nuestras obras, y el Karma de los filósofos es una realidad. Quien vive por la materia y para la mate- ria no podrá gozar de los placeres del espíritu: los sibaritas de la carne se desengañarán, y los sensuales verán por mucho tiempo retardado su progreso. La evolución anímica no es igual para todos: las reencarnaciones están estrechamente vinculadas a los valores intelectuales y morales. No hay ningún mo- tivo que nos obligue a restringir a nuestro planeta solamente las reencarnaciones del alma humana, ni es anticientifico atribuir a la mónada psíquica la fa- cultad de viajar por la inmensidad de los espacios 50 CAMILO PLAMMARION celestes, trasladarse de un planeta a otro, de la Tie- rra a Marte, a Venus o cualquier otro mundo. La ciencia acaba de demostrar el transporte casi instantáneo de los iones y los electrones a través de les 150 millones de kilómetros que median entre el Sol y la Tierra. Durante las tempestades magnéticas de la fotosfera solar, los iones del sol llegan hasta nostoros y producen la agitación de la aguja iman- tada y las perturbaciones del magnetismo solar. Y ya que la telepatía existe entre los muertos y los vivos, no está vedado a los astrónomos de esperar que no esté muy lejano el dia en que puedan estable- cerse comunicaciones psíquicas entre algún planeta de nuestro sistema y la Tierra. Para la telepatía no hay distancias. Pero no es posible extendernos aquí sobre todos estos tópicos: los lectores habrán leído un bosquejo de todo en “Lumen””, publicado hace va medio siglo. | Cualesquiera que sean los complementos que pu- dieran agregarse a las observaciones anotadas, ya po- seemos la certeza cientifica de la supervivencia del alma después de la vida terrestre. El alma es indepen- diente del organismo material y continúa viviendo después de la muerte. Estamos, por cierto, bastante lejos de saberlo to- do: hay dificultades, obscuridades y cosas incom- prensibles que quedarán por mucho tiempo insolu- bles para nuestras facultades humanas. Estamos ro- deados por lo desconocido sin límites; jamás alcan- zaremos plenamente la realidad, y si en algo nos acercamos a ella, podemos llamarnos satisfechos; en vez del sueño de la noche, estamos contemplando la aurora. Siendo esta la primera vez que se escribe una obra de este género, y como ningun mortal ha logrado , 51 ahora levantar el velo de Isis, el autor de “La uerte y su Misterio” no abriga la pretensión de cuáles han sido los resultados de este esfuerzo. El ha puesto en práctica el consejo de Cristo: “Buscad y encontraréis”. Cualesquiera que puedan ser los des- cubrimientos futuros, las enseñanzas adquiridas pue- den ya resumirse en estos términos: “El cuerpo es transitorio; el espíritu vive en el infinito y en la eternidad.” Er EWhICE EL ESPIRITISMO Y LA OPINION DE LOS SABIOS Después de las conclusiones tan autorizadas de Camilo Flam- marión, creemos útil hacer conocer a nuestros lectores las de- claraciones no menos importantes de otros eminentes sabios: Opinión del célebre Arago, considerado como el sabio más grande del siglo XIX, quien, habiendo asistido al nacimiento del Espiritismo, ante el carácter maravilloso de los fenómenos, exclamaba: “Aquel que fuera de las matemáticas puras pronuncia la pa- labra “imposible”, peca de imprudencia.” Opinión de Sir William Crookes, el célebre fisico inglés que descubrió el taltum, hizo conocer el estado radiante, inventó el radiómetro, experimentó con los rayos catódicos y facilitó el estudio de los rayos X (tubos de Crookes): “Estando seguro de la realidad de los fenómenos espiritistas, seria una debilidad moral de mi parte si les negara mi testt- monto.” Después de 6 años de experiencia sobre el Espiritismo, du- rante los cuales ideó un sinnúmero de aparatos destinados, sea al control científico, sea a la constatación de los fenómenos, Williams Crookes escribía, a propósito de los hechos espiri- tistas: “Yo no digo que esto es posible: digo que es una realidad.” Opinión de Sir Oliver Lodge, otro gran físico inglés, cuyos trabajos, en el ramo de la electricidad — y especialmente la teoría de los iones — se enseñan en todo el mundo: 54 CAMILO FLAMMARIÓN “Hablando por mi cuenta y con todo el sentimiento de mi responsabilidad, debo constatar que como resultado de mis in- vestigaciones psíquicas, he venido paulatinamente y en forma gradual, adquiriendo la convicción — y actualmente soy un convencido, después de más de 20 años de estudio — que no solamente la supervivencia individual es un hecho, sino que también alguna comunicación puede, ocasionalmente, llegarnos a través del espacio, con dificultad, y en ciertas y determinadas circunstancias. No es esta una cuestión que permita fácilmente una conclusión definitiva; solamente aquellos que le dedican tiempo y estudios serios pueden adquirir pruebas concluyentes.” Siguiendo sus investigaciones, el mismo sabio, que es a la vez rector de la Universidad de Birmingham y miembro de la Real Academia, escribía: “Me declaro espiritista, porque he tenido que aceptar los fe- nómenos como una realidad. En uno de sus más hermosos libros, “La Supervivencia Hu: mana”, se lee: . “Los testimonios en favor de la supervivencia del hombre, o sea de la persistencia de la inteligencia humana y la persona- lidad individual después de la muerte del cuerpo se han ido acumulando siempre mds; tienden ahora a volverse irrefuta- bles.” Por último, después de 30 años de estudios y experimenta- ciones, Sir Oliver Lodge formuló la siguiente frase capital, en un discurso pronunciado en Walworth, el 22 de noviembre de 1914: “Mi conclusión es que la supervivencia está científicamente comprobada, por medio de la investigación cientifica.” El libro “Raimundo o La Vida y la Muerte”, en el que el gran sabio inglés confirma todas sus convicciones espiritistas, a propósito de los fenómenos que se produjeron a raíz de la muerte de su hijo, ha causado efectos sensacionales en todo ely mundo. En su prefacio dice asi el eminente fisico: “La perspectiva de poder ser util, me hace despreocupar dey las burlas a las cuales seguramente me expongo. Tengo la es- peranza de llevar el consuelo a muchas almas afligidas, dan- doles la seguridad que es posible comunicarse con los que están en la otra orilla del golfo.” Opinión del profesor Lombroso, de la Universidad de Tu- rin, el ilustre criminalista icaliano que durante mucho tiempo combatió las teorías espiritistas, resolviéndose por fin a estu- diarlas: LA MUERTE Y SU MISTERIO 55 “Me veo obligado a formular mt convicción sobre la enorme importancia de los fenómenos esptritistas, siendo un deber de la ciencia prestar, sin mayor pérdida de tiempo, su atención a estas manifestaciones.” El mismo sabio hizo también esta inequívoca declaración: “Se juzga al espiritismo como una superchería, con lo que se cree inoficioso estudiarlo. Yo me averguenzo de haber com- batido la posibilidad de los fenómenos espiritistas.”? Opinión del naturalista Russel Wallace, émulo de Darwin y presidente de la Soc:icdad Inglesa de Antropología: “Yo era un materialista tan completo y convencido, que me era del todo imposible admitir la idea de una existencia espiri- tual. Pero los hechos son cosas muy convincentes, y los hechos me han convencido. Los fenómenos espiritistas están tan com- probados como los hechos de todas las demás ciencias.” Opinión de! profesor Barrett, de la Universidad de Dublin: “Sin duda, por nuestra parte, nosotros creemos que una in- teligencia activa está en juego detrás del automatismo (escritu- ra mecánica, trances e incorporaciones), y fuera de éste, inteli- gencia que debe ser el difunto que afirma ser, más probable- mente que cualquier otra cosa que podamos nosotros conjetu- rar. Resulta difícil hallar otra solución al problema de esos men- sajes y “correspondencias cruzadas”, sí no se quiere suponer una tentativa de cooperación inteligente entre ciertos espíritus desencarnados y los nuestros.” Opinión de M. C. Varley, ingeniero jefe de las compañías de telegrafía internacional y transatlántica, inventor del con- densador eléctrico. que ha permitido resolver el problema de la telegrafía submarina: “Las burlas de que son objeto los espiritistas provienen tan sólo de aquellos que no han tenido ni el coraje ni la conve- mencia de estudiar, antes de combatir lo que no saben.” Y en una carta dirigida a Crookes, Varley agrega: “No conozco un solo caso de un hombre de buen sentido, que habiendo estudiado seriamente los fenómenos espiritistas no se haya rendido ante la evidencia.” Opinión de M. Duclaux, director del Instituto Pasteur, en una conferencia dada en el Instituto General Psicológico: “Yo no sé st vosotros pensáis como yo, pero ese mundo lle- no de influencias a que nosotros estamos sujetos sín conocerlas, 56 CAMILO FLAMMARIÓN penetrado de ese “algo divino” que nosotros presentimos sin poderlo especificar, y bien: ese mundo del psiquismo es un mundo más interesante de aquel en que hasta ahora hemos con- finado nuestro pensamiento. Tratemos de abrirlo a nuestra in- vestigación: en él podemos hacer innumerables descubrimientos útiles para la humanidad.” k k ok Son cada vez más numerosos los hombres de ciencia que — después de haberlo prolijamente estudiado, con el mismo inte- rés, paciencia y libertad de pensamiento que han tenido para las demás ciencias — se han pronunciadoa en favor del espi- ritismo. Es imposible citarlos a todos. Muchos de ellos han consignado el resultado de sus estudios en libros muy poco conocidos: así, por ejemplo, el matemático A. de Morgan, presidente de la Sociedad Matemática de Lon- dres. secretario de la Sociedad Real Astronómica, que después de 10 años de experimentaciones, ha reunido sus trabajos en el libro “De la Materia al Espíritu”; M. Barkas, miembro de la Sociedad de Geología de Newcastle, que ha escrito “Apuntes de Investigación sobre el Moderno Espiritismo”; M. Oxon, profesor de la Universidad de Oxford, que ha publicado sus convicciones en “Identificación Espiritista”; el Dr. R. Hare, profesor de química en la Universidad de Pensilvania, autor de la obra “Estudios Experimentales sobre los Fenómenos Es- piritistas’’: Federico Myers, autor del magnifico libro “La Personalidad Humana y su Supervivencia’: el profesor de geología. Deuton, los doctores Georges Sexton, Chambers, James Gully. Los fenómenos espiritistas han sido estudiados también en Francia, en Rusia, en Italia y en otros países, por un sinnú- mero de experimentadores científicos que pudieron comprobar su realidad. Camilo Flammarión, el doctor Gibier, Gabriel De- lanne. León Denis, etc., han publicado obras muy autorizadas, y la literatura espiritista se enriquece diariamente con trabajos de nota. | Por lo gue concierne a la realidad material del fenomeno es- piritista, hay aue senalar la fundacion, en Paris. del Instituto Metapsiguico Internacional, reconocido de utilidad pública, y que bajo la dirección del sabio doctor Geley (1), estudia con (1) Este ilustre sabio falleció inesperadamente en un accidente de avia- ción, en julio del año pasado, mientras regresaba de Varsovia a París. Ha sido nombrado en su lugar, a principios del año en curso, el profesor Osty, muy ventajosamente conocido en el mundo de las ciencias psíquicas. — (N. del T.). Italia, el astrónomo Porro, el profesor Santoliquido y to Bozzano; en Rusia, los profesores Aksakoff y Ocho- EL ESPRITTISMO Y LOS ESCRITORES, FILOSGFO Sa El gran poeta Víctor Hugo era francamente espiritista; es- cribia: “Evitar el fenómeno espiritista, no prestarle la atención que merece, es hacer el vacío a la verdad.” El padre Lacordaire, el célebre predicador, escribía a la seño- ra Swetchine, en la época de Allan Kardec: “¿Ha visto usted moverse y hablar las mesas? Yo me había negado a verlas, como algo muy tonto; pero después las he consultado, y me han dicho cosas bastante notables, sobre el pasado y el presente.” Citemos también estas dos opiniones de escritores franceses: “Yo creo en los espíritus golpeadores de América, de los que dan fe 16.000 firmas.—Augusto Vacquerie. “Como todo el mundo, yo también me he reído del Espi- ritismo; pero lo que yo creía que era como la sonrisa de Vol- taire, era tan sólo la risa de un imbécil, que es mucho más común que aquella otra.” Eugenio Bonnemere. Y para terminar, ahi va la opinión de dos grandes filóso- fos franceses contemporáneos: Boutroux, miembro de la Academia Francesa, muerto hace poco, escribía: | “Un estudio amplio y completo del psiquismo no ofrece solamente un interés de curiosidad, aunque sea científica, sino que interesa muy directamente la vida y el destino de los indi- viduos y la humanidad.” Por último, Bergson, profesor en el Colegio de Francia, cu- yas doctrinas sobre la Evolución han tenido gran resonancia en todo el mundo, decía en una conferencia sobre “El Alma y el Cuerpo”, el 28 de abril de 1912: “St, como hemos tratado de demostrarlo, la vida mental so- brepasa la vida del cerebro, si este cerebro se limita a traducir “we LA MUERTE Y SU MISTERIO 59 ouimientos solamente una pequeña parte de lo que sucede | conciencia, entonces la supervivencia se nos aparece tan nil, que la obligación de la prueba incumbe a aquel que y no a aquel que afirma; puesto que la única razón de eer en la desaparición de la conciencia después de la muerte, ba en que se ve la disgregación del cuerpo, y esta razón e todo su valor desde el momento que es también un he- comprobado la independencia de la cast totalidad de la ciencia, con respecto al cuerpo.’ A ESPIRTTISMO Y LA PRESTIDIGITACION f Se ha creido nombrar a los prestidigitadores como árbitros de la realidad de los fenómenos psíquicos. No está demas re- producir aquí la opinión del más célebre entre ellos, Roberto Houdin, en una carta dirigida al marqués E. de Mirville: “He vuelto de esa sestón espiritista profundamente impre- sionado, y estoy convencido que es de todo punto imposible que el azar o la destreza puedan jamás producir efectos tan a Mi arte de prestidigitador es incapaz de reprodu- Be tlos.”’ UNA MANIFESTACION DE PRUEBA DE IDENTIDAD Yo me he reído, como todo el mundo, del espiritismo; pero lo que yo tomaba por risa volteriana no era sino la risa del idiota. Eug. Bonnemiere. El espiritismo tiene generalmente una mala reputación. y se la merece. Sus adeptos carecen de método en su mayoría: no son ponderados y se dejan engañar por ilusiones. Al examen imparcial y crítico, sin el cual no se puede estar seguro de nada, prefieren una creencia y una religión consoladoras. Son éstas malas condiciones de estudio, desprovistas de sanciones sufi- cientes. Desde los tiempos de Allan-Kardec, en el discurso que pro- nuncié sobre su tumba (2 abril 1869), creí ya útil y hasta necesario proclamar sobre esa misma tumba que el espiritismo no es una religión, sino una ciencia, y añadí “que asistimos a la aurora de una ciencia desconocida”. Desde hace más de me- dio siglo que yo pronuncié estas palabras, la marcha continua de nuestros estudios las afirma y confirma de más en más. Unicamente por el método cientifico es por el que avanza- mos en la conquista de la verdad. La creencia religiosa no debe sustituir al examen imparcial. Desconfiemos cónstantemente de las ilusiones. Sin hablar del fraude consciente, deshonesto e indigno de toda excusa, existe la autosugestión, que conduce también a fraudes involuntarios. Los creyentes se dejan fácilmente enga- nar. Yo he presenciado movimientos de mesas producidos con toda seguridad por las manos de pseudo-mediums, sin que a veces lo sospechasen ellos mismns, a pesar de la evidencia fla- grante. Se aceptan con demasiada frecuencia los dictados de su- puestos espiritus sin el menor esfuerzo de revisión. Además, LA MUERTE Y SU MISTERIO 61 se acaba por dar el nombre de ““controle”” al espíritu mismo; es decir, ¡a la causa desconocida que debe conocerse! Es el col- mo de la gramática. Y todo eso se hace, generalmente, de buena fe. Existe también la mala fe, los explotadores de la credulidad ingenua, que dan espectáculos prometiendo apariciones y ma- nifestaciones póstumas a los necios que les escuchan y que se lamentan luego de ¡haber sido engañados! La especie humana, que se cree inteligente, es verdaderamente singular. Se necesita mucha fuerza de voluntad para trabajar con perseverancia en medio de estos impostores; es preciso estar sostenido por la con- vicción de que hay algunas verdades que pueden descubrirse. Los estudios metapsiquicos, los experimentos espiritistas so- bre todo, ofrecen más de un peligro, siendo el principal el si- guiente. Consignamos con certeza la realidad de fenómenos inexpli- cables; más aún, hasta inverosímiles y razonablemente inadmi- sibles, deslizándonos de este modo por un plano inclinado pe- ligroso; porque, ¿dónde se detiene la realidad? ¿Existe un lí- mite? ¿Dónde está? Las mayores estupideces son admitidas por hombres y mujeres de buena fe; sobre todo, declarémoslo, por las mujeres, en la que la credulidad iguala a veces a la de los beatos más simples, que ven, en los menores accidentes de la vida o de la temperatura, al diablo o a la Providencia. ¡Y con qué desenvoltura ciertos “mediums” juegan con esos cerebros débiles! Importa descubrir ese plano y no aproximarse a él. El elemento psiquico ambiente es dificil de hallar. Se obtie- nen a veces contestaciones tan diferentes a las ideas de las per- sonas decentes, que la entidad del espiritu evocado parece afir- mada por los detalles particulares que revela... Después, al preguntarle su nombre, es incapaz de darlo. Con frecuencia só- lo dicta una inicial. ¿Por qué? Esto es desconcertante. Pero los que lo rechazan todo en estos experimentos no tie- nen razón. En estos asuntos no se puede decir “o todo o nada”. Hay hechos dignos de la más seria atención. Y esos hechos nos prueban, por su parte, como igualmente las diversas observa- ciones publicadas en los tres volúmenes de esta obra, que la teo- ria materialista es un error. Me parece que para juzgar exacta y rigurosamente sobre la autenticidad de los testimonios de identidad en las comunica- ciones de los espiritus, se debe estar seguro, ante todo, que nin- gún elemento de esas comunicaciones puede provenir de la men- talidad latente en los experimentadores y en los presentes. Si la cosa no es posible, la investigación póstuma es ilusoria. 62 CAMILO FLAMMARIÓN Si las personas presentes están fuera de causa, la investigación es admisible. Y aun así, no debemos perder de vista nuestros conocimientos actuales sobre la telepatía y tener presente que los muertos pueden actuar a distancia. Se ve, pues, la atención que exige el estudio experimental del espiritismo. Ya en este volumen hemos visto algunas aplicaciones, por ejemplo, desde nuestra investigación preliminar en la revelación de la familia del señor Bossan, y en otros casos en que la iden- tidad del espíritu comunicante nos ha parecido afirmada. Es ya tema viejo el de las investigaciones de identidad de los espíritus comunicantes y se discute desde hace tiempo, condu- ciendo a afirmaciones. Hace más de un cuarto de siglo que el doctor Chazarain ha publicado en el Progreso Espiritista, de Lyon, el relato siguiente: “Honorato Chavée, antropólogo y lingúista eminente, autor de un libro admirable, apreciado por todos los sabios del mun- do, La Lexicología Indo-europea, en cuyas lecciones se formó la ciencia de Hovelacque en lingüística, fué uno de los prime- ros conferenciantes que, al mismo tiempo que Flammarion, Jacolliot, Sarcey, María Deraisme, etc., se hicieron oir en la sala de conferencias del boulevard de Capuchinas, cuando Yves Henry, de quien fué médico y amigo, era director de esa sala. Esto era en 1866. Asistiendo a esas conferencias fué cómo le conocí y nos hi- cimos amigos, teniendo relaciones continuas que duraron hasta su muerte. El senor Chavée creia en la sucesión de vidas, pero no admi- tió que los difuntos pudiesen comunicarse con nosotros. Para explicar las comunicaciones obtenidas y el papel desempeñado por los mediums, habia imaginado una teoria muy original, equivalente a la que descansa sobre la sugestión mental y la exteriorización del pensamiento de los asistentes. Pero un día la viuda de Chavée obtuvo, por mediación de la señora Rodiere (que sirvió en 1862 de medium a Flamma- rión), una comunicación que me pareció expresar las ideas que su esposo debía tener desde su retorno a la vida del espacio. Algunos días después fuí a visitar a una de mis clientas, la señora D...., que se hallaba enferma, y al ser introducido en su habitación se hallaban en ella, sentadas alrededor de una mesa adosada a su cama, dos de sus amigas, la señorita G.... y la señora V...., su dama de compañia, las dos mediums, y hacían en aquel momento experimentos espiritistas. Entonces se me ocurrió la idea de aprovechar la ocasión para evocar a Cha- da Së, — ` Ta LA MUERTE Y SU MISTERIO | 63 vée. No fué sino pura curiosidad por mi parte, no pensando en otra cosa. La mesa respondió afirmativamente, y la señora D...., incorporada en su lecho, recogió las letras dadas por los movimientos del mueble. Después de la última letra, la mesa paró, y preguntamos si la comunicación habia terminado, y siendo la contestación afir- mativa, la señora D.... escribió el nombre del espíritu con la siguiente ortografía: Chevet, ortografía que ella creía ser la verdadera. Apenas había terminado, cuando la mesa, sobre la cual esta- ban aún apoyadas las manos, se puso nuevamente en movi- miento y dictó estas palabras: “No es así como se escribe mi nombre.” | Como mientras la senora D.... habia tenido el lapiz en la mano, yo estaba colocado a unos dos metros de distancia de ella, al nivel de sus pies, aungue hubiera guerido me hubiera sido imposible ver lo gue ella habia escrito. En el mismo caso se encontraban las otras dos personas que habian puesto las manos sobre la mesa; además, esas personas desconocían la ver- dadera ortografía. De modo que ninguno de nosotros podía saber que el nombre no estaba escrito con su verdadera orto- grafía cuando la mesa se puso de nuevo en movimiento para señalar el error. Por lo tanto, el medium no pudo ser advertido del error deslizado por una radiación del pensamiento de las personas presentes y actuar sobre la mesa. Puedo consignar que el gran lingüista Honorato Chavée no podía soportar, durante su vida, que se escribiese mal su ape- llido o que le cambiaran su nombre de pila. Su viuda, a quien yo mostré la comunicación inmediatamente, señalándole la ob- servación del error, exclamó en seguida: —jAh, esa reclamación lo pinta tal como era! Y me refirió: —Figúrese usted que uno de sus compatriotas y amigos (Chavée era belga, de Namur) habló de sus trabajos en una conferencia, en términos laudatorios, en Bruselas. Los periódi- cos de esta ciudad, al hacer la reseña de la conferencia, antepu- sieron a su apellido el nombre de Enrique. Al verlo, se irritó de tal modo, que apenas leyó el periódico belga expidió un largo telegrama lamentando esa sustitución involuntaria, no teniendo paciencia para desvanecer el error por medio de una En esta declaración de la viuda hay una prueba más de iden- tidad de este espíritu. Asi es que, gracias a la conservación, hasta más allá de la tumba, de ese rasgo original de su carácter, 64 CAMILO FLAMMARIÓN pudo señalar el error cometido, habiendo tenido de ese modo, en parte por casualidad, una prueba de las más evidentes y de un valor indiscutible respecto a la identidad. Pero yo me in- clino a creer que, aún obedeciendo a ese prurito de su carácter que tuvo siempre en vida, según el cual no podía soportar que se le confudiese, ni por un momento, con un homónimo, cual- quiera que fuese, aprovechó él con gusto y diligencia la ocasión que se le presentó para ofrecernos una extraña prueba de iden- tidad de un espiritu. d Doctor Chazarin. OBRAS PUBLICADAS EN EXISTENCIA PRIMERA SEPA Lo ml muje y d Gino mr Fryddh ugiel Pa —La mdd lena se JL LS — Hona de la tts rëtmalt par gi Tir Tobi. Fow mms, coe Trier wel e SEGUNTIN SARIF = Exige 14 vvh Laal ta. al iner Y MW mii pa H, Dn omi Sehwaes - - Higrete Mita! Jal admiro y le kl Dun el |” T ñ d Ins to Ewen 7 Le? wä Je Jos teres por e (rr "al Mete y Las virginidad mwuncida, poc Tuse Clave -Puss seua) pos el Dr August) In", e lisos de az inmenso par el Dr Rasch —Higiená sexual del hombre por el We E Dormer “—Guía sexufl Ger d Dr T L kuria az= Mising sewin! di aheso uspo, por ef Dr Sutrkentes: 1 los ensais sabré la vida teen por el Or G M *n Meare del mivimene Pee nb De CG Mat Ha a Julhet mins per A Le lua MI de Aguri —PalWogif, séxusi or Al LIN Aligustó Ord | Det EO ian chendisting mr O Dy € R de luna =| sin pur “os Dee Narbel Posraler Poch y Patio — besa dl vexunl Az los sitolescentes pur hiën A Seths ~~ El epeut, sex par el Dr. Angueto Pregl y Chm pare el amor pur Jmi Ingenipree cp ez WA se la guter en gc Sma y laa Volin nada por el Iir E © Tarens Drangs À 16 we Enfermedades sexuais por ch Dr Lari Sirin IT A WA Eopmetz de WM vida. mer el Dr Vortnaif IW «—l a Migle en la Wadi rexnmäl pele. cl Dr Wax vm Grithay WF ——Leb@rtad Aw amar por ef Dr. Low Jimbnes de Alca MA ard Je tener Wigs Wer el Dr I Socr LB ir Custom te la Stile gar ol Dr Pow PE Ar wom larna A Radel: i (les. palme Y 7 + C abadi ALO mmiri he | ra we Estas obras We venden en todus los hedscos Poi y EDITORIAL c L OUT 1 R 1) SAN [CSE 101 y (ashla de Unhered ii Dies Aire - LIOTECA CIENTIFICA i Al =. E Tml e o >. D Woe ei" in faire Srl ie y MEDIA ZÄëHIRZ8 CARDS ap FROM T THIS POCKET UN ven OF TORONTO BD 0000511