JUAN PERÓN LA HORA DE LOS PUEBLOS Editorial Norte Madrid, agosto de 1968. PROLOGO Durante casi todo el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX en que el sistema capitalista impuso su ley y se ha ufanado en destacar sus conquistas técnicas y científicas, se ha guardado muy bien de confesar que, aparte del empeño de los técnicos y hombres de ciencia, todo el esfuerzo material ha gravitado sobre las nobles espaldas de los trabajadores y de los pueblos sometidos, a los que jamás les han llegado, en proporción a sus sacrificios, los beneficios de tales conquistas que, en muchos casos, más bien han servido para la destrucción y la muerte. El despertar de una nueva conciencia social en marcha hace pensar que si en la etapa industrial fue posible la explotación del hombre y de los pueblos sometidos al colonialismo imperialista, en la etapa posindustrial, que ya se anuncia, no será posible seguir con semejantes métodos y sistemas. En este 1968 ya soplan vientos de fronda para los contumaces reaccionarios de otros tiempos: comienza ya“la hora de los pueblos”, caracterizada por la liberación de las naciones del yugo opresor de los imperialismos como por la supresión de la injusticia social. Tal vez algunas personas que puedan leer este libro lleguen a pensar que se trata de un enemigo de Estados Unidos: nada más lejos de la verdad. Yo no ataco, critico, y esa critica no es al país ni al pueblo, ni siquiera a la nacionalidad, sino a los hombres, a quienes la casualidad ha puesto en situación de decidir, que en la política internacional han equivocado el camino de la grandeza, que en otros aspectos han acertado. Hace pocos días, Arnold J. Toynbee, en un articulo del A.B.C. de Madrid intitulado "Estados Unidos en Crisis", decía textualmente: "Los Estados Unidos han tenido durante muchos años una falsa sensación de seguridad, una falsa euforia, que ahora ha quedado destrozada y no creo que Toynbee sea un enemigo de EE. UU. Para nosotros, los latinoamericanos, nada sería más placentero que unos Estados Unidos evolucionados, fuertes y ricos, encabezando al Nuevo Continente por derecho propio, siempre que ello se realizara sin detrimento de los demás, sin métodos imperialistas de dominio y explotación, sin insidiosos procedimientos y sin la prepotencia del avasallamiento. En tales condiciones, la defensa solidaria, del Continente sería un hecho y hasta se justificaría en cierta medida la Doctrina de Monroe. Pero nadie podrá imaginar semejante conducta en países sojuzgados y menos aún para "atacar a Cuba", "ocupar la Republica Dominicana” o cooperar en el genocidio de Vietnam del Norte. Esta misma opinión es compartida por numerosos norteamericanos. No hace mucho, un general estadounidense, manifestaba que "Al Capone" murió en la cárcel por aplicar sus métodos en cuatro distritos de Chicago y, a renglón seguido se preguntaba ¿que merecerían los EE. UU. si los aplicara en el mundo? En el senado de la Unión se oyen todos los días juicios y críticas parecidos. Yo sé que no tengo derecho a meterme en los asuntos internos de ese país, pero tampoco ignoro que me asiste el más legítimo derecho de enjuiciarle cuando sus hombres se inmiscuyen en los de nuestros países o cuando sus maniobras provocan los graves perjuicios que señalo. El senador Fulbrigth ha manifestado en un debate sobre la guerra del Vietnam, que Estados Unidos esta siguiendo el mismo camino que los imperialismos griegos y romanos. A lo largo del texto de este libro el lector encontrara varias veces una afirmación semejante, pues los imperialismos tienen un destino al que, por determinismo histórico, no pueden escapar como lo viene confirmando la historia a lo largo de todos los tiempos. No valen ni la riqueza ni la fuerza para sostenerlos: ni Cartago sobrevivió a Escipion El Africano, ni Roma, el imperio más fuerte que ha producido la humanidad, pudo hacerlo ante su propia decadencia: es que a los imperialismos nadie los tumba de afuera, se pudren por dentro. Si Roma, en la época de la carreta, tardó más de un siglo en derrumbarse y desaparecer, los imperialismos modernos, en los tiempos del cohete, están ante un proceso más peligrosamente rápido. Roma acentúa su caída con el asesinato de Julio Cesar. Marco Aurelio la detiene merced a su sabiduría y su prudencia; durante los años de su gobierno consigue apuntalarlo, reuniendo en Roma a los hombres más importantes de las diversas provincias romanas que, al final de las ceremonias reciben con tal beneplácito sus paternales palabras que regresan a sus lares al grito de "Viva Roma". Su hijo que, si heredó el imperio no heredó su talento, disconforme con la presunta "debilidad" de su padre, opto por los métodos violentos y cuando los naturales de las distintas regiones pretendieron discutir sus arbitrarias decisiones, no titubeo en mandar una Legión para que le trajera la cabeza del culpable. También al actual imperialismo podríamos escribirle los "Idus de Marzo". Su decadencia puede haber comenzado con el asesinato de Kennedy. Hoy las "Legiones" se llaman "Marines" pero el espectáculo no ha variado. Cuando señalamos un peligro no es porque nos sintamos enemigos. He deseado más que nada ser veraz y sincero en cuanto trato de enjuiciar. No me ha interesado tanto la dialéctica ni la retórica como la verdad y, la verdad, como dicen los árabes, "habla sin artificios". La política suele tener sus características originales; una de ellas es la necesidad de llamar a las cosas por su nombre. Como José Hernández, en su inmortal "Martín Fierro", anhelo decir con propiedad: Más naides se crea ofendido, pues a ninguno incomodo: y si canto de este modo por encontrarlo oportuno, NO ES PARA MAL DE NINGUNO SINO PARA BIEN DE TODOS. Madrid, agosto de 1968 INTRODUCCIÓN A mucha gente le llama la atención ese estado permanente de perturbación del orden y a menudo de la paz en los países iberoamericanos. Este hecho aparentemente inexplicable para los que no conocen a nuestros países, aparece como hasta natural para los que sabemos cómo se desarrolla la vida real de esos pueblos explotados por el imperialismo, con la complicidad de las oligarquías nativas que medran con ello, amparadas en sus guardias pretorianas, que no titubean en convertir en fuerzas de ocupación cuando peligra "la colonia" o los intereses creados. Este estado de cosas tiene su origen en los mismos comienzos del siglo XIX y simultáneamente con nuestra independencia, cuando sobre los despojos del Imperio Español, se comienza a montar su reemplazante: El Imperio Inglés que, con una gran inteligencia, no utiliza la fuerza para dominar, sino los medios económicos convenientemente empleados, gravitando sobre los intereses de la incipiente clase dirigente de esta naciente comunidad. Es así como nacen nuestras "Repúblicas", con una aparente independencia política, pero en realidad de verdad sometidas por otros medios en los que, si no entra la fuerza de la armas, se emplea la habilidad que suele ser infinitamente superior. Cuando en España desaparece Fernando VII para dar lugar a las Cortes de Cádiz que enfrentan a la dominación napoleónica, en el Virreynato del Río de la Plata desaparece también el poder virreynal, reemplazado por la "Primera Junta". Es desde allí que parten ya dos líneas históricas que han de acompañarnos en toda nuestra existencia: la primera hispánica y nacional, la segunda antinacional y anglosajona. Esas dos líneas, perfectamente definidas a veces y en otras ocasiones desvirtuadas consciente o inconscientemente, se prolongan a través de la anarquía que precede a la organización nacional, influenciada siempre por las condiciones geopolíticas de su conformación virreynal desde 1776, que caracteriza luego un enfrentamiento dentro de la Confederación Argentina, entre Buenos Aires (la absorbente ciudad Puerto) con el interior, celoso defensor de las autonomías de las provincias confederadas. En las luchas por la organización nacional está el germen de lo que habría de ser con el tiempo la verdadera "guerra nacional": de un lado, el poder absorbente y centralizado de la oligarquía bonaerense, del otro el pueblo representado por las fuerzas "montoneras" de los caudillos provinciales del interior. Tales líneas, con pocas variantes, han subsistido a través de esas luchas políticas y del tiempo como Federales, unitarios, radicales, conservadores, justicialismo, Unión Democrática, "Gorilas", etc. De éstos, los que han pertenecido a la línea nacional, han tenido lógicamente el apoyo popular: en cambio, los que pertenecieron a la línea antinacional tuvieron el favor imperialista y su apoyo. La personificación de estas líneas en los mandatarios argentinos no hacen sino reflejarlas: los nacionales recibieron invariablemente el espaldarazo popular; los antinacionales, desde los primeros Directores Supremos surgidos por orden del imperio de las decisiones de la Logia Lautaro de Buenos Aires (Posadas y Alvear) recibieron, en cambio, la “bendición” de los agentes del Rito Celeste, en Alta Mar de manos de un príncipe consorte, como Rojas en 1956 o con la visita y partido de polo con el mencionado príncipe, el año 1966. La dispersión y pérdida de poder colonial del Imperio Inglés ante el avance del Imperio Yanqui, no se hace sentir mayormente; han cambiado los amos y, con ellos, las formas y el trato de "guante blanco" los primeros, insidioso y violento el segundo, pero las grandes líneas han subsistido tanto en lo profundo como en lo superficial en lo que respecta al elemento nativo. Hoy como ayer y como siempre la puja es entre los libertadores y los colonialistas, los nacionales o los antinacionales, los que resisten la penetración y los que la favorecen. Trasládese este trasfondo político a la situación del mundo actual, tan profundamente convulsionado por ideologías encontradas y tan permanentemente influenciado por la evolución y se comprenderán muchas de las cosas aparentemente incomprensibles de los graves problemas que agitan a Iberoamérica y especialmente a la Argentina de nuestros días en que se han enfrentado allí, además de las tendencias históricas tradicionales, las actuales ideologías, la evolución, el reaccionarismo contumaz, el sectarismo, etc., todo influenciado por la acción de los imperialismos en permanente disputa por influencia o predominio, como también sucede en los demás países del mundo de nuestros días. No ha sido nunca, ni es ahora, mi intención incursionar en terrenos ajenos, aunque los problemas no disten mucho de ser los mismos en los demás países hermanos del Continente, azotados por los mismos males: EL IMPERIALISMO Y LAS OLIGARQUÍAS. Trataré de exponer en cambio nuestras ideas justicialistas, que muchos han pretendido por todos los medios deformar insidiosamente, sin percatarse que la falsedad “tiene las piernas cortas" y que, el hombre, podrá decir un millón de mentiras, pero no puede en cambio hacer verdad a una sola de ellas. En nuestra Argentina actual, como sucede en muchas otras partes, los que intentan resolver la situación a que han llevado al país, carecen de la sensibilidad y de la imaginación necesarias, cuando no de los conocimientos y de la capacidad indispensables. Creen que se trata de un problema intrínsicamente argentino, como muchos de los que produjeron en el pasado y pretenden resolverlo con sus viejas recetas muy acordes con su mentalidad, cuando no con sus intereses. Piensan que se trata de un nuevo pleito político entre las tendencias y los partidos tradicionales y que todo ha de arreglarse con "poner orden", reestructurar las fuerzas políticas, anular la influencia social de las organizaciones sindicales y volver la economía nacional a los cauces indicados por el imperialismo capitalista, volviendo así a las concepciones decimonónicas como si el tiempo hubiera transcurrido en vano. En cambio, la evolución nos lleva, queramos o no, hacia estructuras y formas más acordes con las necesidades del mundo y del hombre de hoy. Para inspirar esos cambios estructurales y esas formas de ejecución existen, por lo menos por ahora, sólo dos tendencias: un socialismo nacional cristiano o un socialismo internacional dogmático. Todos los países se dirigen perceptible o imperceptiblemente a ellos, porque el demoliberalismo no puede ofrecer ya más que esquemas ampliamente superados por el tiempo y la evolución. Por eso existen hoy monarquías con gobiernos socialistas en Europa, estados socialistas nacionales como en el Medio Oriente y África, estados intermedios como Francia, Alemania, Italia, etc., el resto, al Este de la Cortina de Hierro son marxistas, atemperados como Yugoslavia o Albania, dogmáticos como los de la Europa Oriental o liberados como la China Popular, etc. Pero, aun dentro del curioso esquema anterior, los grupos de naciones pertenecen a otros tres sistemas: los satélites del imperialismo yanqui, los satélites del imperio soviético y los del "Tercer Mundo". Los primeros, apoyados por las oligarquías y el cipayismo nativo y, en muchos casos, por guardias pretorianas al servicio imperialista; los segundos manejados por las fuerzas marxistas reclutadas en los propios países; los terceros, que tratan de integrarse en un "Tercer Mundo" con países libres o que se van liberando y que se colocan tan distante de uno como de otro de los mencionados imperialismos. De cuanto venimos hablando se infiere que el problema argentino es un poco el problema del mundo, como lo es el de Brasil, Venezuela, Colombia, etc., y que consiste en la LIBERACIÓN EN LO INTERNACIONAL y en las REFORMAS ESTRUCTURALES EN LO INTERNO. Sin esas reformas indispensables no habrá paz interior estable y duradera como impone una convivencia creadora, y sin LIBERACIÓN no habrá ni justicia social, ni independencia económica, ni soberanía nacional, factores indispensables de la grandeza nacional, y no saldremos nunca de nuestra triste condición de "subdesarrollados", en tanto seamos tributarios de la explotación imperialista. CAPÍTULO | EL CONCEPTO JUSTICIALISTA 1. — Las Nuevas Estructuras. Cuando los usurpadores del poder popular en la Argentina hablan de democracia, sólo logran evidenciar su ignorancia o su mala fe, pero cuando su insidiosa suficiencia resulta más irritante es al pretender erigirse en jueces que han de determinar lo que es o no democrático. Si la verdadera democracia no fuera tan difícil de desentrañar en medio de las circunstancias actuales y la maraña de simulaciones y falsedades, llegaríamos pronto a la conclusión de que el mundo moderno es mucho más democrático de lo que nosotros imaginamos. Afirma el sociólogo don Jesús Suevos que "uno de los más perniciosos equívocos de nuestro tiempo radica en la identificación de los vocablos "democracia" y "liberalismo". Hay, sin duda, una democracia liberal, pero hubo democracias en el pasado y se postulan otras en el presente tan legítimas e importantes como ella. El comunismo soviético, los fascismos, el nacionalsindicalismo español, los nacionalcomunismos que se esbozan tras el telón de acero y los socialismos árabes son propuestas muy diferentes entres sí pero todas coincidentes en el deseo de conseguir una democracia a la medida de los hombres del siglo XX. Si por un momento nos liberamos de los yugos propagandisticos que uncen la serviz del llamado “mundo libre”, comprobaremos que casi tres cuartas partes de la población mundial buscan su constitución democrática fuera de los cotos cerrados del liberalismo. "Es que el reaccionarísmo liberal, producto del gobierno de la burguesía que dominó al mundo durante más de un siglo, imagina haber alcanzado fórmulas invariables que sirvan a la convivencia humana en todos los lugares y para todos los tiempos. Según ellos, lo que fue bueno para el siglo XIX debe serlo también para el actual y para los venideros. Para ellos no son fórmulas temporales sometidas a las circunstancias, sino principios invariables y permanentes. No desean comprender que el desarrollo demográfico e industrial de los últimos cien años ha cambiado radicalmente la situación y que la presencia del "hombre-masa" ha producido una serie de problemas que presionan de tal modo la forma de vida que ya no es posible el individualismo de otros tiempos, reemplazado ahora por una conciencia y una acción mancomunada. El hombre ya no puede ser considerado como un ente aislado sino como un elemento integrante del conjunto. Esto explica lo que parece sorprender a muchos: la decadencia de los partidos políticos y su reemplazo por otras organizaciones mayores y más naturales tendientes hacía las democracias también más naturales, en las que el hombre opina y vive lo que conoce y no lo que conocen y viven unos cuantos intermediarios”. Por otra parte, la democracia de nuestro tiempo no puede ser estática, desarrollada en grupos cerrados de dominadores por herencia o por fortuna, sino dinámica y en expansión para dar cabida y sentido a las crecientes multitudes que van igualando sus condiciones y posibilidades a las de los grupos privilegiados. Esas masas ascendentes reclaman una democracia directa y expeditiva que las viejas formas ya no pueden ofrecerles. Todo esto, tan evidente cuando se habla de buena fe, se vuelve incomprensible cuando intervienen la mala intención y el engaño. Para imaginarnos lo que pasa es preciso conjugar simultáneamente la incomprensión propia de la ignorancia, la soberbia del reaccionarismo contumaz y la falsedad de los grupos que sirven intereses inconfesables. Por eso, cuando los "gobiernos" o sus agentes hablan de imponer la democracia, nadie puede creerles, porque todos imaginan sistemáticamente la aviesa intención de engañar, porque la democracia que anhelan los pueblos está muy distante de ser la que pretenden imponer desde los centros demoliberales de las oligarquías manejadas desde el "State Departament" o desde el "Pentágono". Todos luchamos por una democracia, pero esa democracia no ha de ser impuesta ni por la Casa Blanca, ni por el Kremlin, sino por el pueblo y para que ello suceda debe dejárselo actuar libremente y no manejado por los agentes cipayos de uno u otro de los imperialismos dominantes. La historia del demoliberalismo burgués es simple y casi reciente. Cuando hace veinte años el Justicialismo anunciaba desde la Argentina la "Hora de los Pueblos" y su doctrina, el mundo demoliberal y el soviético, apoyados por el imperialismo capitalista, lanzaban ya su ofensiva contra nosotros con la acusación de "antiliberalismo", "demagogia", "nazifascismo", etc. Sin embargo, ha pasado el tiempo y la evolución paulatina e irremediable ha ido alejándonos cada día más de los supuestos liberales que ya en la segunda mitad del siglo XIX comenzaron su fracaso, que se acentuó decisivamente con el desarrollo económico del siglo XX y se hizo efectivo e irreversible en la situación emergente de la Segunda Guerra Mundial. En cierta medida es una evolución similar a la producida en la Edad Media, si bien con características distintas como diferentes eran las condiciones de vida y circunstancias. Entre los factores que gravitaron más decisivamente en ella se encuentran las Corporaciones que nacen inicialmente como necesidad orgánica de defensa del pueblo contra las extralimitaciones y abusos del feudalismo; luego se intensifican cuando el Estado Feudal entra en lucha con sus vecinos y se ve obligado a organizar su defensa y, en consecuencia, no tiene más remedio que ceder autoridad a algunos de sus habitantes. Así adquiere poder gremial y político. La aparición de los "condottieri" que alquilaban sus ejércitos mercenarios obligó a recurrir a la "leva en masa" con lo que las Corporaciones se fortalecieron extraordinariamente. Son estas Corporaciones las que impulsan a la Revolución Francesa y son ellas las que promueven la insurrección de la “gleba de la Tierra" que eran los trabajadores de esos tiempos eminentemente agrarios. Producida la Revolución Francesa, se habían cumplido las dos primeras etapas: la doctrinaria (obra especialmente de los enciclopedistas) y el golpe de estado producido en París. Restaban todavía dos etapas más de las que se realizan irremediablemente en toda revolución trascendente: la dogmática y la institucional. Producido el catorce de Brumario, Bonaparte encarna la etapa dogmática y luego, como Emperador de los Franceses, realiza también la institucionalización del sistema. Napoleón no era revolucionario a la usanza de los enciclopedistas o las Corporaciones. El era monárquico y más que nada bonapartista, en consecuencia, si bien los monárquicos son sus enemigos porque lo consideran revolucionario, el pueblo llano lo ve como a un monárquico que ha sabido aprovechar las circunstancias para hacerse de poder. Así su situación puede volverse naturalmente difícil, lo que lo impulsa a recurrir a la burguesía que en la revolución no ha tenido parte activa y ha quedado casi intacta. En tales condiciones, Napoleón recurre al arbitrio de ganarse a esa burguesía y lo realiza por el camino más corto: tocar su víscera más sensible, el bolsillo. Pone en venta las posesiones vacantes por exilio o muerte de sus dueños y las vende baratas. En esas condiciones las adquiere la burguesía pero no ignoran ellos que la consolidación de sus posesiones está condicionada a la continuidad del régimen surgido el catorce de brumario y del imperio que le sucederá. Así surge en Francia el Gobierno de la burguesía que organiza el "estado nuevo” bajo las formas burguesas que llegan hasta nuestros días. En esa organización, las corporaciones fueron despojadas de su poder político que pasó a ser resorte de los partidos políticos, creación auténticamente burguesa, restando para las primeras una función puramente gremial, tal como la sostienen hoy los políticos demoliberales. Nacen así los sindicatos de trabajadores como herederos de las Corporaciones pero despojados de todo poder efectivo, desde que se les deja el derecho de discutir por unos centavos más de salario, en tanto la burguesía por medio de los partidos políticos orquestan las leyes que se encargan de establecer formas de ejecución que impiden todo progreso. Es en esta ficción, cada día más irritante, que se desenvuelve el gobierno de la burguesía en la explotación de las masas urbanas y rurales durante casi todo el siglo XIX. En el último tercio de ese siglo el gobierno de la burguesía comienza a ser objeto de la lucha antiburguesa y un movimiento generalizado invade al 10 mundo capitalista minando sus cimientos y amenazándolo gravemente con la evolución o la revolución, como siempre ha sucedido en este orden de cosas, pero lo que se puede afirmar es que el gobierno de la burguesía, surgido de la revolución bonapartista, está ya amenazado de muerte. Sin embargo, la tranquilidad pacífica del último tercio del siglo XIX no ofreció condiciones favorables para la ejecución de cuanto se planea en contra del mencionado sistema. Ha sido indispensable el advenimiento del siglo XX, con sus grandes convulsiones, para que esa revolución pudiera hacerse presente y fructificar. Si bien el "microbio de la rebelión" estaba latente en todos los pueblos explotados en la iniciación del siglo XX, los estados burgueses eran demasiado fuertes aún para ser derribados por esta "infección revolucionaria". Los primeros que lo intentan son los rusos mediante la primera revolución comunista en 1907 que considera suficientemente debilitado al estado zarista con la pérdida de la guerra ruso-japonesa de 1905, lo que en realidad no había ocurrido y el fracaso de esa revolución, con la violenta represión que le sucedió, aseguró a Rusia otros diez años de gobierno burgués. Sin embargo, el siglo XX se inicia con el signo de las grandes luchas y como tal impulsa el desarrollo frenético de la ciencia y la evolución, por eso la primera mitad de este siglo con sus dos grandes guerras mundiales y las revoluciones del comunismo, del fascismo y del nacionalsocialismo, han iniciado tanto la era atómica como han impulsado hacia "la hora de los pueblos". En el orden de la evolución interna, cada pueblo tiene sus características originales y por eso cada uno de ellos trata de destruir al demoliberalismo capitalista mediante distintas formas de ejecución. El comunismo ruso, el fascismo italiano, el nacionalsocialismo alemán, como la evolución británica y aun estadounidense, son formas distintas de la revolución pero su fin es uno solo: destruir el demoliberalismo para instaurar en su reemplazo nuevas formas más acordes con las necesidades de las comunidades modernas o más convenientes a los intereses que dominan. Así como la monarquía terminó con el feudalismo, la república está terminando con la monarquía y la democracia popular terminará con la “democracia” liberal burguesa y sus distintas simulaciones democráticas de que hacen uso las plutocracias actuales. Tanto los comunistas como los nacionalsocialistas realizan su revolución más o menos violenta y la primera medida es la supresión de los partidos políticos que, en realidad de verdad, constituyen el andamiaje demoliberal. El fascismo va más allá: restituye el poder de las corporaciones y marcha hacia el "estado sindicalista". Los ingleses, que no son ciegos, enfrentan a la evolución conformando su "democracia liberal" por evolución dirigida, porque ellos no son partidarios de la revolución violenta ni profunda. La 11 solución la han buscado mediante la formación de dos grandes partidos, uno de izquierda y otro de derecha, ambos manejados desde la central masónica; en otras palabras, un solo partido dividido en dos alas, pero manteniendo las formas básicas del demoliberalismo, pero sólo para la exportación. Los norteamericanos dignos hijos de la Gran Bretaña, han ido mucho más allá: han organizado dos partidos de derecha que les permite mantener su sistema plutocrático y sostener teóricamente una simulación democrática para engañar a los tontos que tanto abundan en la política o estimular a los sinvergúenzas, que también abundan. En resumen, tanto en uno como en otro caso, las revoluciones comunistas, fascistas y nacionalsocialista, como las evoluciones británica y norteamericana, toman el mismo camino: la supresión de los partidos políticos. La vieja Europa, con sus miles de años de cultura y tradición, ha seguido esa evolución y cuando habla de democracia quiere decir una cosa absolutamente distinta de lo que hace medio siglo significaba. Solamente nosotros, con un siglo de atraso, seguimos a la zaga de los simuladores de una virtud que no practican y tenemos multitud de parodias de formaciones políticas en las que todavía creemos; nos levantamos todos los días con el demoliberalismo en la boca y sostenemos la “democracia capitalista y burguesa” como de palpitante actualidad, cuando ha pasado a ser un artículo de museo en todos los países medianamente civilizados. Es la consecuencia del Gobierno en manos de unos cuantos intelectuales o tecnócratas ignorantes o que sirven otros intereses que no son los del país ni del Pueblo, a veces apoyados incomprensiblemente por una fuerza que ha olvidado sus deberes esenciales. Sin embargo, la evolución nos llevará imperceptiblemente hacia la revolución y no habrá fuerza capaz de detenerla. Por el camino del Justicialismo o por el camino del comunismo (a pesar de su absoluta diferencia) se ha de realizar el fatalismo evolutivo. Ha terminado en el mundo el reinado de la burguesía. Comienza el gobierno de los pueblos. Con ello el demoliberalismo y su consecuencia el capitalismo han cerrado su ciclo, el futuro es de los pueblos. Queda el problema de establecer cuál es la democracia posible para el hombre de hoy, que concilie la planificación colectiva que exigen los tiempos con la garantía de libertad individual que el hombre debe disfrutar inalienablemente. Los justicialistas hemos dicho nuestra palabra y hemos ofrecido la experiencia de diez años de gobierno que han sido reafirmados con otros diez años de desastres provocados por los cambios y reversiones que introdujeron los usurpadores del poder popular. Las plutocracias imperialistas, que ya ni se animan a defender el sistema burgués, hacen hincapié en la democracia liberal que fue su creadora, porque comprenden que perimido el sistema, deben por lo menos salvar a su inventor como garantía para que en el futuro pueda inventarle algo 12 semejante que les permita seguir colonizando a las naciones y explotando a sus pueblos con diferentes trucos, en los que no están ausentes ni las "alianzas para el progreso", ni las radicaciones de empresas privadas, ni las concesiones leoninas para la explotación petrolífera, ni la ayuda técnica o el despojo liso y llano mediante el engaño o la violencia si es preciso. Hace ya tiempo, se reunieron en Punta del Este los representantes de las veintiuna repúblicas americanas para tratar lo referente “a la penetración comunista en el Continente y arbitrar las medidas para evitarlo”. Los resultados no pudieron ser más magros, pues se limitaron a la “recomendación” de impulsar la justicia social, dar acceso al pueblo a la cultura, asegurar la tierra para el que la trabaje, humanizar el capital, elevar la renta y mejorar el nivel de vida popular, cosas que, entre otras muchas, había ya anunciado hace veinte años el Justicialismo y realizado durante su gobierno con la oposición casi generalizada de los mismos que ahora resultan algo así como los inventores del paraguas. Hace menos aún, se han difundido por el mundo las encíclicas "Mater et Magistra" y "Populorum Progressio" en las que el Vicario de Cristo, hace llegar a la cristiandad las palabras doctrinarias de la Iglesia. Esas sabias y prudentes encíclicas reafirman conceptos que también hace veinte años venimos sosteniendo los justicialistas argentinos, aunque con la oposición sistemática de algunos sectores del propio clero argentino que ahora han de haber comprendido su error si no desean colocarse frente a la palabra y la obra de tan extraordinarios Pontífices, empeñados en orientar a una humanidad que todavía no ha querido transitar por los verdaderos caminos del Evangelio de Cristo. 2. — El problema estructural en la Argentina Muchas personas se preguntan: ¿qué pasa en el mundo que el interior de los países se agita violentamente y el exterior se presenta cada día más amenazador? Es que el mundo de nuestros días se encuentra abocado a la solución de dos grandes problemas, de lo que depende en gran medida lo que será el mundo del futuro. 1°) Los cambios estructurales a que nos viene impulsando la evolución acelerada desde hace más de medio siglo, frente a la resistencia suicida de una reacción tan contumaz como irreflexiva. 2%) La decadencia imperialista que ha comenzado ya marcadamente, con síntomas tan elocuentes como los que presenciamos cada día. La Historia prueba que ni los cambios estructurales en los países ni la caída de los imperialismos se pueden realizar sin pelear. Ello explica en cierta medida el estado actual del mundo, caracterizado por una lucha en el interior de los países y el empeñamiento guerrero que viene amenazando 13 todas las fronteras ligadas de una manera directa o indirecta a los intereses de los imperialismos dominantes. ¿Por qué se lucha en todos los países? La respuesta es simple: la evolución del mundo nos está llevando a cambios en lo político, en lo social, en lo económico, en lo cultural, etc., que, en sus actuales formas, ya no resisten a esa evolución que, invariablemente, llevan a una mejor satisfacción de las necesidades del hombre. Precisamente, uno de los milagros del Justicialismo, que algunos no han podido o no han querido comprender, reside en haber realizado los cambios estructurales incruentamente a través de una reforma racional, Y el desastre, que estos doce años han puesto en tan terrible evidencia, ha sido producido precisamente por una reversión inconsulta del sistema justicialista hacia formas que, ya perimidas por la evolución, han conducido al más rotundo fracaso. Pero, lo que hay que comprender, aun por sobre estas circunstancias, es que la lucha incruenta de la reforma justicialista, ha sido seguida por una cruenta en la reversión que intentaron y que es de esperar que el futuro nos ha de ofrecer también una lucha, tal vez más cruenta aún, para reimplantar las nuevas estructuras. La decadencia de los imperialismos se evidencia en todos sus actos. Todo es a base de simulación e hipocresía, desde la "democracia" del "Mundo Libre" hasta la solidaridad del comunismo soviético. Nada se hace sino por procedimientos inconfesables, desde el asesinato de un Presidente hasta la ocupación violenta de una pequeña república que no quiere entregar su azúcar. LA ocupación militar de nuestros países a fuerza de golpes de estado que llevan a “gobiernos obedientes”, el intento de creación de fuerzas internacionales al servicio del imperialismo, la prepotencia como medio de dominación, etc., son otros tantos síntomas de descomposición. La historia de los pueblos, desde fenicios hasta nuestros días, ha sido la lucha contra los imperialismos, pero el destino de esos imperialismos ha sido siempre el mismo: sucumbir. Hoy el imperialismo capitalista en perfecto acuerdo con el imperialismo soviético, lucha por subsistir en un medio que ha comenzado a comprender la verdad y trata de alinearse en un “tercer mundo” decidido a no entrar en el juego a que quieren llevarlo los actuales imperialismos. Estas tres fuerzas en que se divide el mundo presente, pueden muy bien representar el agrupamiento guerrero del futuro. Todo parece confirmar que el futuro inmediato será de lucha. Lo dramático de esta situación está en que, frente a este mundo de simulación y falsedad, avanza otro con valores reales y decidido a tomar el mando en la historia. Es dentro de esta situación general donde debemos apreciar la nuestra, porque la vida de relación en el mundo moderno es de tal intensidad que nada puede producirse ya en compartimientos estancos. Nosotros fuimos libres y soberanos durante los diez años de Gobierno Justicialista, pero coligadas las fuerzas internacionales y los cipayos vernáculos, terminaron por despojar al Pueblo de su Gobierno legal y constitucional para implantar 14 en su reemplazo gobiernos títeres que sirvieron al imperialismo con la presión violenta de verdaderas fuerzas de ocupación. Ello ha demostrado que la liberación de un país, frente a la prepotencia imperialista y la traición cipaya, no puede ser insular. De lo que se infiere que la liberación no ha de ser un acto aislado sino una tarea general y coordinada. Es lo que se está produciendo en la actualidad. En ese concepto, los que luchamos por la liberación tenemos dos posibilidades: Una a cortó plazo, por una acción directa, y otra a largo plazo, por la acción coordinada en el orden internacional. Hace veinte años el Justicialismo había ya fijado estos objetivos y declarado ante el mundo su "Tercera Posición", pero el mundo de entonces era aún incapaz de comprenderlo. Han sido necesarios estos veinte años de atropellos, en los que el imperialismo ha desmontado a casi todos los gobiernos legalmente constituidos para reemplazarlos por sirvientes, para que los patriotas de todos nuestros países comenzaran a comprender y a actuar. Por eso, hoy se lucha por la liberación tanto al Este como al Oeste de la famosa cortina y todos los que se empeñan en la liberación se sienten compañeros de lucha, poco importa la ideología que los distingue, porque el tiempo y los sucesos van superando todas las ideologías: ¿acaso los Estados Unidas y la URSS hicieron cuestión ideológica en 1938 cuando se coligaron para aniquilar a Alemania y a Italia, o cuando se repartieron el dominio y la explotación del mundo al terminar la Segunda Guerra Mundial? Los que ahora se declaran campeones de la lucha anticomunista no pasan de ser unos simuladores indecentes y, a nosotros los peronistas, es difícil que la oligarquía, los gorilas o los políticos nos hagan entrar con el cuento de esa lucha, porque hace veinte años que los venimos viendo aliados con ellos, desde la "Unión Democrática" de 1945 hasta la "Revolución Gorila" de 1955. El problema que encara el peronismo es otro muy distinto que el de empeñarse en una pelea con los molinos de viento, cuando contempla su Patria ocupada, su Pueblo miserable y hambriento, sus riquezas entregadas a los más oscuros intereses, sus hermanos sin trabajo y su país sumido en una inercia suicida. Dentro de esta dramática situación del mundo, la de la Argentina presenta un panorama desastroso por el grado de atraso político en que se la pretende hacer vivir. El demoliberalismo burgués con sus caudillismos y sus partidos políticos, no podrá jamás superar al Peronismo. Para nosotros organizar es adoctrinar, porque la doctrina es el único caudillo que resiste a la acción destructora del tiempo, y nosotros trabajamos para el porvenir. Los partidos demoliberales pertenecen ya al siglo XIX y han sido superados por la evolución que con el tiempo, ha de hacerlos desaparecer en nuestros países, como ya han desaparecido en casi todo el mundo civilizado. La fuerza del Peronismo radica en gran parte en que constituye 13 un gran movimiento nacional y no un partido político. Lo moderno, que obedece a las nuevas formas impuestas por la evolución y las necesidades actuales, es una idea transformada en doctrina y flecha ideología, que luego el Pueblo impregna de una mística con que el hombre suele rodear a todo lo que ama. Ese es el único caudillo que puede vencer al tiempo a lo largo de las generaciones. Por eso el Peronismo ha podido resistir a la violencia gorila, como a la insidiosa "integración" que intentó el gobierno que le sucedió y está resistiendo con éxito a todos los esfuerzos de disociación de la actual campaña que intenta el "Gobierno". Nuestros enemigos, que vienen del sistema demoliberal, traen con ellos, de una época política que ha sido superada por el tiempo, los viejos esquemas de una escuela caduca y por eso se sienten superados por el peronismo que representa una etapa nueva: la de los grandes movimientos nacionales que estamos viendo surgir en todas partes donde existe progreso y evolución. Lo que en realidad existe en el panorama político argentino es un atraso evidente con referencia a las formas que vienen caracterizando al mundo moderno. Estamos casi un siglo detrás de la evolución y cuando el demoliberalismo va muriendo, nosotros lo estamos presentando como de palpitante actualidad. El Peronismo (exceptuando al Comunismo) es lo único evolucionado en las formas actuales de la política argentina y de allí su éxito. Las demás formas políticas del demoliberalismo decimonónico han sido superadas por la evolución y tienen fatalmente que morir como en todas partes. Sus hombres declaman todavía en el lenguaje del siglo XIX y pretenden atarnos a su atraso imponiéndonos las caducas formas en que ellos, por ignorancia, todavía creen. La influencia del Peronismo, que ha promovido la politización del país y con ello elevado la cultura política argentina, obligará a nuestros enemigos a concentrar todas sus fuerzas, reeditando la "Unión Democrática". Con ello habremos prestado al país un nuevo servicio, haciendo desaparecer la multitud de pequeños remedos de formaciones políticas que han sido la rémora que ha azotado por muchos años a la ciudadanía argentina. Así también, no habrá más que peronismo, porque unos seremos peronistas y otros antiperonistas, lo que en cierto sentido es parte de un éxito que alcanzamos. Volvemos, después de veinte años al punto de partida: Peronismo versus Unión Democrática, pero esta vez con la experiencia y la realidad de los diez años de felicidad que dimos al Pueblo Argentino, que; luego han sido confirmados con otros diez años de miseria, arbitrariedad, persecuciones y caos, que le han brindado nuestros sucesores. El problema argentino es eminentemente político porque sin el concurso del Pueblo, ningún Gobierno puede desenvolverse en la Argentina. El desastre económico y la anarquía social son sólo consecuencias. Los que pretenden solucionar este problema con empréstitos o arreglos económicos 16 y sociales, sin ir a las causas fundamentales del mismo, se pasarán la vida "gastando en aspirina" en una tarea inoperante e intrascendente, como resulta toda acción que intente solucionar las consecuencias, dejando subsistentes las causas que las ocasionan. De los cuatro gobiernos que sucedieron en estos diez años al Justicialismo, tres han sucumbido ya por causas políticas y uno está fracasando políticamente y se encuentra expuesto a seguir su misma suerte. Ninguno ha caído por causas económicas ni sociales, a pesar de que han vivido en pleno caos en tales aspectos. De lo que se infiere que lo que hay que arreglar es lo político, buscando soluciones justas y ecuánimes porque nada estable se puede fundar en la simulación ni en la injusticia. Lo económico tendrá solución a poco que alguien se ocupe con inteligencia y sin intereses espurios que lo presionen. Cuando en 1946 el Justicialismo llegó al Gobierno se encontró con un país descapitalizado, endeudado y con servicios financieros en divisas que le llevaban anualmente casi todo el producto del trabajo del Pueblo Argentino. Era un país "subdesarrollado", adjetivo que se aplica comúnmente a los países descapitalizados por la acción expoliadora del imperialismo y a los que se quiere, presentar poco menos que por incivilizados. Nuestros países, faltos de capital, no pueden impulsar su desarrollo porque en el negocio de los países pasa lo que en todos los demás negocios: el desarrollo se impulsa a base de inversión. Siendo ello así, nuestra solución estaba en capitalizar al país. Un país se capitaliza de una sola manera: trabajando, porque nadie se hace rico pidiendo prestado o siendo objeto de la explotación ajena. Todo consistía entonces en organizarse para trabajar, crear trabajo y poner al Pueblo Argentino a realizarlo, porque el capital no es sino trabajo acumulado. Esto no era difícil en un país donde todo estaba por hacerse. A poco de andar nos percatamos que las organizaciones internacionales imperialistas tenían organizados todos los medios para descapitalizarnos mediante los famosos servicios financieros que ocasionaban anualmente la deuda externa, los servicios públicos, la comercialización agraria, los transportes marítimos y aéreos, los seguros y reaseguros, etc., y aparte de ello, gravitaban ruinosamente las evasiones visibles e invisibles de capital. De esta manera, de poco valía trabajar si el producto de ese trabajo iba a parar a manos de nuestros explotadores. Era preciso recurrir a dos medidas indispensables para evitar esa descapitalización permanente: 1%) Nacionalizar los servicios en manos extranjeras que imponían servicios financieros en divisas. 2°) Crear una organización de control financiero que impidiera la evasión de capitales. La compra de los servicios públicos, la repatriación de la deuda externa, la creación del Instituto de la Promoción del Intercambio (1.A.P.I.), la nacionalización de los seguros y reaseguros, la creación de una flota 17 mercante y aérea, etc., etc., permitieron realizar lo primero. Lo segundo ocasionó la reforma bancaria y la promulgación de la Ley Nacional de Cambios. Recién entonces se pudo comenzar a cumplir el más viejo principio fenicio de la capitalización: “peso que entra, no debe salir”. Fue mediante la organización de la economía interior lo que nos permitió después pasar de economía de miseria que recibimos en 1946 a una economía de abundancia que dejamos en 1955. Los que sucedieron al Gobierno Justicialista encontraron estas estructuras que, buenas o malas, impedían la descapitalización del país y del Pueblo Argentino, mediante una organización financiera y una estructura económica, los que entraron al Gobierno en 1955, lo hicieron como un elefante en bazar: suprimieron estas estructuras y no se ocuparon en crear las que debían reemplazarlas y provocaron un tremendo desequilibrio, seguido de una crisis estructural cuyos efectos se han hecho sentir catastróficamente en estos últimos diez años. Pocos datos estadísticos nos mostrarán en números lo anterior: En 1946, cuando nos hicimos cargo del Gobierno, existía una deuda externa de 3.500 millones de la misma moneda, créditos 1.500 millones de la misma moneda, pero bloqueados, con un servicio anual en divisas que se acercaba a los 1.000 millones de dólares para el pago de los beneficios de las empresas extranjeras que explotaban nuestros servicios públicos y otras radicadas en el país, seguros, reaseguros, comercialización agraria, pago de la deuda externa, fletes marítimos, aéreos, etc. Los balances de pago al exterior eran desfavorables. En 1955, cuando caímos: no teníamos deuda externa, disponíamos de una reserva financiera en oro y divisas del orden de los 1.500 millones de dólares. La balanza de pagos nos era favorable (que era otro medio de capitalizarnos). Habíamos incorporado al patrimonio nacional los servicios públicos y los seguros y reaseguros, etc. Los servicios financieros de divisas para el pago de los beneficios a las empresas extranjeras radicadas en el país, no pasaban del diez por ciento de los que existían en 1946. En 1968, después de doce años de "Gobiernos Democráticos" el estado actual es el siguiente: el país ha contraído en esos doce años una deuda externa del orden de los 4.000 millones de dólares (sin contar los documentos descontados en empresas norteamericanas con el aval de los bancos oficiales y los servicios financieros que se adeudan a las compañías extranjeras radicadas en el país), se carece de toda reserva financiera real en divisas, los balances de pago vienen siendo invariablemente desfavorables y el Estado Argentino se encuentra prácticamente en cesación de pagos al exterior. En el orden de la economía interna no procedieron mejor. Encontraron una economía de abundancia, dentro de la cual la economía popular era excelente y la economía privada estaba en franco progreso. El Pueblo tenía 18 un alto poder adquisitivo que se traducía en un gran consumo defendido por el control de precios. Liberaron los precios y congelaron los salarios, provocando una inflación desenfrenada a través de la cual consiguieron arruinar a la economía popular, reduciéndose el consumo a límites inconcebibles. Cuando arruinaron a la economía popular, comenzaron a arruinarse también todos los que viven de esa economía (que somos todos). La economía estatal en estos diez años ha sido ruinosa: de un presupuesto nacional anual de 20.000 millones de pesos ha pasado a uno de 325.000 millones. Han acumulado déficit del orden de los 50.000 millones de pesos anualmente. Sólo en el año 1964 el déficit del presupuesto nacional fue de 120.000 millones de pesos (seis veces el total del presupuesto peronista). Así la deuda interna que en 1955 era de 11.000 millones de pesos, totalmente consolidada en títulos del Estado, ha pasado a convertirse en un pasivo inamortizable de tantos miles de millones que hasta resulta difícil de calcular, la mayor parte flotante. Como para obtener liquidez han debido emitir sin medida. El peso moneda nacional que valía el 17 de setiembre de 1955 a razón de 16,50 pesos por dólar en el mercado negro, ha pasado en la actualidad a 350 pesos por dólar. Podríamos hablar días enteros sobre este tema pero, “para muestra basta un botón”. Hoy muchos argentinos se preguntan: ¿qué hay que hacer? La respuesta es muy simple: corregir de alguna manera tamaños desatinos y volver nuevamente a empezar, imponiendo nuevas estructuras financieras y económicas, a fin de evitar que este proceso de descapitalización se siga pronunciando, levantar la economía popular y crear confianza mediante un procedimiento serio y efectivo que vuelva a organizar y defender a la economía argentina. Para detener la anarquía social que han provocado, se necesita también volver a la confianza perdida, porque si en el orden económico la confianza es indispensable, no lo es menos en el orden social. Gobernar en nuestros países es ante todo crear trabajo, porque todo está por hacerse. En este sentido, la paralización del Segundo Plan Quinquenal en 1955, no pudo ser más desastroso. Un millón y medio de desocupados y la falta de más de un millón de viviendas son sólo dos de sus más inmediatas consecuencias. Las fuerzas del trabajo organizadas son conscientes de cuanto hay que hacer, sólo que no lo harán hasta tanto la situación institucional y política del país no se regularice, porque entienden que mientras subsista este estado de cosas, no trabajan para ellos ni para el país sino para los explotadores foráneos y los especuladores vernáculos, y tienen razón. Para que ello se produzca será antes que nada necesario una pacificación, que no es tarea fácil de alcanzar en tanto medie la permanente provocación de algunos sectores interesados. Sin embargo, no creo que el problema argentino sea siquiera difícil de solucionar si se encaran las cosas con la grandeza que la cuestión impone. 19 Pero el tiempo comienza a trabajar en contra porque ningún problema termina donde comienza. Este no es problema de fuerza como algunos piensan, sino de razón y habilidad. ¿Hay en el país quienes puedan solucionar los problemas que en síntesis brevísima hemos mencionado? Si hay, ¿por qué no los arreglan? Y si no hay, ¿por qué no dejan a los que pueden hacerlo? Funcionan más de veinte comisiones de estudio y organismos técnicos compuestos por sociólogos, economistas, industriales, dirigentes obreros, etc. La idea es teóricamente buena pero falla por la base, desde que el problema argentino más fundamental no es ni sociológico, ni económico, ni industrial, ni social, sino político y a todos esos organismos les está faltando la cabeza. En esta clase de actividades la verdadera obra de arte no está en la concepción sino en la ejecución. Para ello se necesita más que nada experiencia (que es la parte más efectiva de la sabiduría). Sólo la experiencia permite penetrar profundamente los problemas para llegar a la "última síntesis", descartando la multitud de pequeños problemas que suelen ser al fracaso lo que las causas son a las consecuencias. Hay que estar en claro en las grandes cosas y dirigirse directa y decididamente a ellas para resolverlas. De otra manera, a menudo, el árbol no nos dejará ver el bosque. Hay que tener en cuenta que el estadista tiene que realizar un "gobierno administrativo" y un "gobierno humano" que deben marchar coordinadamente de acuerdo, porque el primero sin el segundo no se puede realizar. El gobierno administrativo es simple y se realiza fácilmente con buenos equipos y una dirección experimentada, pero el gobierno humano es más que nada de conducción. El arte de gobernar, como todas las artes, tiene una teoría y utiliza una técnica, pero ambas cosas sólo conforman la parte inerte del arte; la parte vital requiere un artista. Muchos, con una gran técnica y un conocimiento profundo de la teoría, han pintado y han esculpido, pero nadie sino Leonardo ha sido capaz de crear una "Cena" y ninguno, sino Miguel Ángel, ha logrado una "Piedad". La tecnocracia sirve en los sectores de su conocimiento, según sea la calidad de los tecnócratas que la forman, pero no hacen gobierno porque carecen del humanismo indispensable para gobernar lo fundamental: el hombre. Por eso, en este sentido, las comisiones de técnicos no llegan nunca a nada. Napoleón decía que conducir es un arte sencillo y todo de ejecución. Hay que persuadirse de una vez por todas que para gobernar se necesitan hombres de gobierno con la sensibilidad y la imaginación indispensables para conducir a los pueblos. 20 3. — Decadencia imperialista Venimos sosteniendo que la situación actual de nuestros países no es un problema intrínseco que sólo a ellos les interese: es la situación del mundo. Desgraciadamente este mundo se debate en un clima de simulación e hipocresía impuesto por el ejemplo y la presión de los imperialismos que no pueden disimular de otra manera el estado de decadencia en que están cayendo. Este “mundo occidental”, que para mayor escarnio de la verdad se le ha llamado “mundo libre”, es sólo un cúmulo de simulaciones de valores inexistentes donde, la libertad que debía caracterizarlo se ha convertido en un sofisma insoportable. Nuestros pobres países, azotados por las arbitrariedades de este “mundo libre”, sufre de las “democracias” creadas mediante un cuartelazo o asesinato de sus gobernantes, según la regla impuesta por la política imperialista desde el “Pentágono”, como si fuera posible la existencia de un pueblo o de un hombre libre en una nación esclava. Es que el mundo occidental esta enfermo de decadencia y lo amenaza una caducidad indetenible. Lo arrastra el imperialismo yanqui que está entrando en el período agudo de su caída en el que los síntomas se hacen más violentos e evidentes. Si el imperio Romano, en época de la carreta tardo sólo un siglo en decomponerse y desaparecer, los imperios actuales, en la época del los cohetes, sólo podrán tardar unos años. Sus valores ficticios los están ya carcomiendo y la destrucción imperialista se produce siempre por un proceso interno de descomposición porque, como el pescado, comienzan a podrirse por la cabeza. Y, mientras en occidente suceden cosas semejantes, un mundo oriental avanza con valores reales sin prisa pero sin pausa. Los hombrecillos que dicen conducir a occidente tiemblan pero no se corrigen. Los maquiavelismos, que hasta ahora han empleado con relativo éxito, comienzan a fallarles y amenazan con llevarlos al abismo. Ni la riqueza, que tampoco salvó a Cartago, ni la fuerza, que de poco sirvió a Roma, serán suficientes para salvarlos: el mundo nuevo ya no va a temer sino a los valores del espíritu que son los únicos permanentes. El mundo actual, aparentemente dividido en las dos tendencias ideológicas que encabezan ambos imperialismos, está tomando nuevas posiciones, porque hoy se lucha de la misma manera por la liberación tanto al Este como al Oeste de la Cortina de Hierro. Las ideologías han sido superadas y el dilema ha dejado de ser comunismo o capitalismo para pasar a ser liberación o neocolonialismo. Cuando los imperialismos capitalista y comunista se repartieron el mundo, nacía en el mundo el mismo germen de la liberación por la que hoy se lucha en todas partes. La lucha por la liberación es igual en Polonia, Hungría o Bulgaria que en la Argentina, Brasil o Francia, no interesa el signo bajo el cual se la realiza. 21 Como Mao encabeza el Asia, Nasser el África y De Gaulle a la vieja Europa y la lucha de Castro en Latinoamérica, millones de hombres de todas las latitudes luchan en la actualidad por su liberación y la de sus patrias. Este “Tercer Mundo” naciente, busca integrarse porque comprende ya que la liberación frente al imperialismo necesita convertirse en una acción de conjunto: éste, como ya hemos dicho, es el destino de los pueblos. Así lo enseña la Historia en el devenir incesante de los imperialismos que, a lo largo de todos los tiempos, azotaron a la humanidad. Hace ya veinte años el Justicialismo anunciaba una “tercera posición” que aparentemente caía en el vacío, pero han pasado los años que no han sino demostrar que estábamos en la verdad, aunque hayamos tenido que pagar el precio de los precursores. Todo aparece más claro cuando consideramos que el progreso técnico ha empequeñecido la tierra, sino en el espacio, por lo menos en el tiempo: lo que pasa en el Polo Norte se sabe diez minutos después en el Polo Sur y hoy se almuerza en un hemisferio y se cena en otro sin que a nadie le cause la menor extrañeza. Este empequeñecimiento del planeta ha traído como consecuencia la necesidad de contraerlo todo en relación al tiempo y al espacio. Así la política interna ha sufrido también sus consecuencias, pasando a ser una cosa casi provinciana para ser reemplazada por la política internacional que juega dentro o fuera de los países en la forma más desaprensiva. Este desarrollo intenso de la política internacional, dentro y fuera de los países, ha impuesto la necesidad de crear los instrumentos para manejarla y así han surgido las "Grandes Internacionales". El capitalismo y el comunismo soviético no son sino dos de ellas, aparentemente contrapuestas pero, en realidad de verdad, perfectamente unidas y coordinadas. Para comprobarlo, basta recordar 1938 cuando se aliaron para aniquilar a un "tercero en discordia" representado entonces por Alemania e Italia. No es menos elocuente lo que sucedió en la Conferencia de Yalta en la que ambos imperialismos se ponen de acuerdo y coordinan sus futuras actividades de dominio y explotación. Pero es que todo tiende a internacionalizarse alrededor de ello, lo que, en último análisis, es un triunfo del internacionalismo comunista. La masonería, el sionismo, las sociedades internacionales de todo tipo, no son sino consecuencia de esa internacionalización del mundo actual. Son las fuerzas ocultas de la revolución como son las fuerzas ocultas del dominio imperialista. En la primera quincena del mes de setiembre de 1964 parece iniciarse una nueva etapa de la historia que estamos viviendo: El Gran Mao contesta a la URSS que la China Popular no ha de asistir a la reunión convocada en Moscú porque no comparte la idea de que el socialismo sirva para apoyar al imperialismo soviético que ya ha despojado de su territorio a numerosos países, entre ellos a China que sostiene su soberanía sobre la Mongolia 22 Exterior. Tampoco considera que el socialismo, que ha sido creado para liberar a los pueblos y a los hombres, pueda servir para esclavizarlos. En otras palabras, que el socialismo que se consideraba antagónico con el nacionalismo por su posición internacionalista, ha pasado a ser una cosa casi similar y que, dentro de ese concepto, se puede ser nacionalista y socialista a la vez. Con lo anterior, el "Tercer Mundo" aumenta y tiende a integrarse en un futuro no lejano. Frente a él jugarán la suerte definitiva algún día los imperialismos que van quedando casi aislados frente al odio generalizado de los pueblos aunque aún puedan contar con la acción de algunos gobiernos cipayos que sirven vergonzantemente sus intereses y dentro de ellos, sus fuerzas armadas, que no son sino una continuación de las fuerzas imperiales que, a manera de guardias pretorianas, actúan como verdaderas fuerzas de ocupación frente a la voluntad de lucha de los pueblos que incluso las costean. La vieja Europa contempla absorta el panorama que ofrece el mundo que antes fue dirigido por ella. Sus miles de años de historia y de tradición contienen sus impulsos de creación porque presiente un desenlace que ella ha presenciado muchas veces. Obligada por el imperialismo Yanqui y por el soviético, liberó sus colonias en el África y en el Asia, pero no puede ver ahora con buenos ojos que ambos imperialismos inicien su neocolonialismo, como el de Vietnam o el Congo, en los mismos territorios de donde ellos debieron salir no hace mucho tiempo en nombre de la "libertad" y de la "democracia" putativa que otros invocan ahora para todo lo contrario. Toda parece coincidir en una presión para que se conforme una tercera fuerza tan distante de uno como de otro imperialismo. Todo parece ir coincidiendo en un odio generalizado contra los imperialismos y, "muchos perros hacen al final la muerte del ciervo". La situación de la República Argentina encaja perfectamente dentro del cuadro que sintéticamente acabamos de describir: en lo internacional, es un satélite del imperialismo yanqui, desde 1955, sumisamente subordinado y obediente, encabezado por un gobierno cipayo carente de toda representatividad popular o nacional, que ha entregado sus fuentes de riqueza y su soberanía. Sus fuerzas armadas constituyen, como se ha manifestado en el “Pentágono”, una continuación de las fuerzas armadas yanquis en la tarea de oprimir al Pueblo sirviendo de guardia pretoriana al dominio imperialista, con el inconveniente que ha de pagarla el propio Pueblo que escarnecen. Frente a todo ello el Pueblo mantiene una lucha perseverante en procura de su liberación y la de la Patria. El Justicialismo representa, también en este sentido, la única garantía y por eso ha debido enfrentar las persecuciones más monstruosas y despiadadas que van desde los fusilamientos sin juicio hasta el genocidio. 23 Los defensores de los "Derechos del hombre" en este "mundo libre" tan mentado han permanecido mudos ante semejante crímenes, porque han sido cometidos en su nombre y represéntación. Doce años de lucha incesante, en cambio, nos han depurado y engrandecido porque tenemos la razón, porque defendemos la causa de la Nación y de su Pueblo, contra un enemigo que sólo tiene la fuerza como medios y la infamia como divisa. Pero las tiranías son transitorias, en cambio los pueblos son permanentes. Nosotros ya hemos triunfado. Nuestros enemigos pueden insultarnos y calumniarnos, pero no tendrán más remedio que hacer lo que nosotros decimos. Todo el desarrollo de la historia política del mundo ha estado siempre influenciado por un fenómeno generacional, que ha gravitado decisivamente en todos sus acontecimientos. La juventud actual, frente a un mundo en decadencia, se ha refugiado en una explicable rebeldía. Así, mientras unos se colocan un "blusón noire" y salen a peregrinar por los caminos en la suerte de existencialismo empírico, otros se dedican a la “dolce vita" o se hacen "gamberros" que azotan las ciudades con sus desmanes, en tanto los idealistas, que en la juventud abundan, se enrolan en las guerrillas para luchar por la liberación o preparar insurrecciones con el mismo fin. Muchos no dan importancia al hecho, pero es menester recordar que los pueblos que olvidan a su juventud suelen renunciar a su porvenir. La juventud actual, consciente de su grave responsabilidad ha de tomar a su hora el camino y el partido que corresponde a una realidad existencial porque las simulaciones que se les ofrece no pueden tener atractivo para ellos. Yo tengo una profunda fe en los valores reales de la juventud argentina preparada por el Justicialismo dentro de una verdad que, hace veinte años lanzamos al mundo para enfrentarla con los hombres que creen que lo único sublime de las virtudes está en su enunciado. Esos muchachos son de los que piensan que, así como no nace el hombre que escape a su destino, no debiera nacer el que no tenga una causa noble por la cual luchar, justificando así su paso por la Tierra. La nueva generación justicialista, que ha de reemplazarnos y superarnos, está en marcha y capacitándose en nuestras escuelas de formación política. Ellos han de encuadrar y conducir un día las legiones de un Justicialismo triunfante que imponga definitivamente en nuestra Patria las banderas de justicia social, independencia económica y soberanía nacional que, una generación de políticos caducos, malos y mentirosos, se animaron a arriarlas en un fatídico 16 de setiembre. Esa etapa ha de marcar en la Argentina la consolidación de las nuevas estructuras, que coincidirán en el mundo con el ocaso de los imperialismos de nuestro tiempo. 24 4. —Los deberes de la juventud Nosotros, los viejos, mal o bien, hemos cumplido con el deber de nuestra hora, les queda a los jóvenes el deber de enfrentar el suyo. Tenemos fe en nuestros muchachos, porque la juventud tiene que ser justicialista, ya que las demás tendencias sólo le ofrecen la caducidad y la decadencia, de las que las juventudes son la antítesis y porque ellos, con una doctrina en marcha y una mística popular en pie, tienen en sus manos los factores indispensables para superarnos. Nuestra generación sólo ha podido cumplir la etapa doctrinaria de la Revolución Justicialista. A la que nos siga le queda por cumplir las demás con la toma del poder y la etapa dogmática. Finalmente, quizá a la que a ellos suceda, le tocara realizar la institucional. Sólo así, firmemente empeñadas las tres generaciones, la patria tendrá su futuro asegurado. La tremenda lección que los argentinos han recibido en estos doce años de regresión y miserias, han de impulsar a la juventud de nuestros días a poner fin cuanto antes a la terrible amenaza que pesa sobre el porvenir de los argentinos. Si ellos no fueran capaces de corregir los abundantes males, obra de una generación de políticos caducos, de militares mercenarios al servició del imperialismo y de una oligarquía de cipayos y vendepatrias, sus hijos y sus nietos se lo demandarán en las páginas de una historia que ha de escribirse para ejemplo de las futuras generaciones. Hace veinte años dejamos enterrado en la Plaza de Mayo de la Capital Federal, un mensaje dirigido a la juventud futura del Pueblo Argentino, que solamente la infamia desaprensiva de los gorilas pudo haber violado, destruyéndolo sin darlo conocer a sus destinatarios que un día tendrán derecho a reclamarlo, porque ni siquiera los nefastos fines que animaron a sus destructores, podrán explicar el atropello y menos aún justificarlo con la depredación de estos diez años de escarnio a que han sometido al Pueblo de la Patria. Como nada noble puede esperarse de los hombres que han intentado la destrucción de la nacionalidad arriando las banderas de la justicia, la independencia y la soberanía, que el Pueblo había enarbolado, para entregarla atada de pies y manos a voracidad del imperialismo, hacemos llegar este mensaje que manos limpias destruyeron en 1955. En él, como en estas palabras, no existe otro designio que el de llegar con la verdad al sector juvenil frente a la amenaza artera que pesa sobre su destino. La experiencia llega tarde y suele costar cara y de ello tiene un elocuente testimonio el Pueblo argentino. Nosotros hemos cumplido con nuestra misión y en la historia de la Argentina de estos veinte años, que corresponden a nuestra generación, ha quedado escrita una realidad. Cada uno puede comparar. Las consecuencias están a la vista. El estado actual de la República, su descomposición manifiesta, su peligroso estado de 25 decadencia, la triste realidad de su economía, la declinación de su soberanía y el sometimiento a los poderes foráneos son factores tan reales como angustiosos. He aquí el texto completo del mensaje DEL GENERAL PERÓN A LOS ARGENTINOS DEL AÑO 2.000 Jóvenes argentinos: La juventud argentina del año 2000 querrá volver sus ojos hacía el pasado y exigir a la Historia una rendición de cuentas encaminada a enjuiciar el uso que los gobernantes de todos los tiempos han hecho del sagrado depósito que en sus manos fueron poniendo las generaciones precedentes y también si sus actos y sus doctrinas fueron suficientes para llevar el bienestar a sus pueblos y para conseguir la paz entre las naciones. Por desgracia para nosotros, ese balance no nos ha sido nada favorable. Anticipémosnos a él para que conste al menos nuestra buena fe y confesemos lealmente que ni los rectores de los pueblos ni las masas regidas, han sabido lograr el camino de la felicidad individual y colectiva. En el transcurso de los siglos, hemos progresado de manera gigantesca en el orden material y científico y si cada día se avanza en la limitación del dolor, es solamente en su aspecto físico, porque en el moral el camino recorrido ha sido pequeño. El egoísmo ha regido muchas veces los actos de gobierno y no es el amor al prójimo, ni siquiera la comprensión o la tolerancia, lo que mueve las determinaciones humanas. Esa acusación resulta aplicable tanto a los pueblos como a los individuos. Cierto de que en uno y en otros se dan ejemplos de altruismo, pero como hechos aislados de poca o ninguna influencia en la marcha de la humanidad. Es cierto que en ocasiones parece que se ha dado un gran impulso en favor de los nobles ideales y de las causas justas, pero la realidad nos llama a sí y nos hace ver que todo era una ilusión. Apenas terminada una guerra, ponemos nuestra esperanza en que ha de ser la última, porque las diferencias entre las naciones se han de resolver por las vías del derecho aplicado por los organismos internacionales. Pocos años bastan para demostrarnos con un conflicto bélico de mayores proporciones el tremendo error en que habíamos caído. Hasta el aspecto caballeresco de las batallas se ha perdido y hoy vemos con el corazón empedernido cómo al cabo de veinte siglos de civilización cristiana caen en la lucha niños, mujeres y ancianos. Apenas un conflicto social ha sido resuelto, vemos asomar otro de más grandes proporciones, no siempre solucionado por las vías de la inteligencia y de la armonía, sino por la coacción estatal o de las propias partes contendientes más fuertes, no el de mejor derecho. 26 Frente a esta lamentable realidad: ¿de qué han servido las doctrinas políticas, las teorías económicas y las lucubraciones sociales? Ni las democracias ni las tiranías, ni los empirismos antiguos ni los conceptos modernos han sido suficientes para aquietar las pasiones o para coordinar los anhelos. La libertad misma queda limitada a una hermosa palabra de muy escaso contenido, pues cada cual la entiende y la aplica en su propio beneficio. El capitalismo se vale de ella no para elevar la condición de los trabajadores procurando su bienestar sino para deprimirles y explotarles. Los poseedores de la riqueza no quieren compartirla con los desposeídos sino aceptarla y monopolizarla. E inversamente los falsos apóstoles del proletariado quieren la libertad más para usarla como un arma en la lucha de clases que para obtener lo que sus reivindicaciones tengan de justas. No ha empezado a alborar el liberalismo económico cuando para impedir sus abusos tiene el Estado que iniciar una intervención cada día más intensa a fin de evitar el daño entre las partes y el daño a la colectividad. Pero tampoco su intervencionismo constituye remedio eficaz porque o es partidista o trata de anular las libertades individuales y con ellas a la propia persona humana. El mundo ha fracasado. Mas este fracaso, ¿será tan absoluto que no deje un mínimo resquicio a la esperanza? Posiblemente podamos mantener el optimismo con la ilusión de que el avance de la humanidad hacia su bienestar es tan lento que no lo percibimos, pero de cada evolución queda una partícula aprovechable para el mejor desarrollo de la humanidad. El avance es invisible y está oculto por sus propios vicios a que antes he aludido, pero no por eso deja de existir. Se haría más perceptible si cada uno de nosotros se despojase de algo propio en beneficio de sus semejantes, si tratase de dirimir las disputas con la razón y no con la violencia. Dentro de mis posibilidades así he procurado hacerlo y en este sentido he orientado mí labor de gobernante. Válgame por lo menos la intención y sea ella la que juzguen y valoren mis críticos del porvenir. La humanidad debe comprender que hay que formar una juventud inspirada en otros sentimientos, que sea capaz de realizar lo que nosotros no hemos sido capaces. Esa es la verdad, es la amarga verdad que la humanidad ha vivido y es también la verdad más grande que en estos tiempos debemos sustentar sin egoísmos, porque éstos no han conducido más que a desastres. En nuestra querida Argentina el panorama descripto se ha sentido sin ser cruento, pero en el orden general los hechos prueban que ha sido el acierto la resolución que ha precedido nuestra realidad. La independencia política que heredamos de nuestros mayores hasta nuestros días, no había sido efectivizada por la independencia económica que permitiera decir con verdad que constituíamos una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. 21 Por eso nosotros hemos luchado sin descanso para imponer la justicia social que suprimiera la miseria en medio de la abundancia; por eso hemos declarado y realizado la independencia económica que nos permitiera reconquistar lo perdido y crear una Argentina para los argentinos, y por eso nosotros vivimos velando porque la soberanía de la Patria sea inviolable e inviolada mientras haya un argentino que pueda oponer su pecho al avance de toda prepotencia extranjera, destinada a menguar el derecho que cada argentino tiene de decidir por si dentro de las fronteras de su tierra. Contra un mundo que ha fracasado, dejamos una doctrina justa y un programa de acción para ser cumplido por nuestra juventud: esa será su responsabilidad ante la Historia. Quiera Dios que ese juicio les sea favorable y que al leer este mensaje de un humilde argentino, que amó mucho a su Patria y trato de servirla honradamente, podáis, hermanos del 2000, lanzar vuestra mirada sobre la Gran Argentina que soñamos, por la cual vivimos, luchamos y sufrimos. JUAN DOMINGO PERÓN Presidente de la Nación Argentina Este mensaje, que podría ser escrito hoy mismo sin que desentonara porque cuanto ha acontecido desde 1950 en que fue enterrado en la Plaza de Mayo, hasta ahora en que lo damos a conocer, los hechos han venido a confirmar la intolerancia, a agitar las pasiones y a reafirmar el fracaso de mundo mentiroso y decadente. Desgraciadamente, la Argentina del presente puede ser un ejemplo palpitante de cuanto habíamos tratado de evitar. A los jóvenes de nuestros días les queda, con la responsabilidad de corregirlo, la promesa gloria de lograrlo. 5. — Soluciones La juventud argentina de nuestro tiempo, después de la dolorosa experiencia de estos doce años que, como una pesadilla han azotado al país, debe recapacitar sobre el cometido que el destino de la Patria les está fijando como un imperativo de su deber ineludible. Asisten a un mundo en decadencia que vive de la ficción y la simulación más descaradas, mientras otro mundo parece levantarse sobre la caducidad evidente un mundo que perece. Cuando se habla del mundo libre se miente a sabiendas porque, tanto en Occidente como en Oriente la libertad es un mito en los pueblos sometidos al imperialismo yanqui como al imperialismo soviético. No puede haber un hombre libre en una nación esclava. La liberación que nace con una 'tercera nación", tan distante de uno como de otro de los imperialismos lucha por la verdadera libertad de los pueblos y de los hombres y constituye el 28 imperativo de la juventud del mundo que aspira a disfrutar de un futuro libre de acechanzas de la explotación y la esclavitud, que son los únicos frutos que han podido ofrecer hasta ahora los imperialismos de izquierda o de derecha. Nuestro movimiento hace veinte años levantó esta bandera que ha sido combatida despiadadamente por los poderes ocultos y visibles de los imperialismos. Pero el tiempo no pasa en vano y hoy, despejadas ya definitivamente las brumas del convencionalismo, se presenta un panorama claro que permite a la juventud del mundo tomar el partido que le asegura un futuro mejor de libertad y dignidad que las generaciones pasadas no han podido disfrutar, presas de la violencia y la arbitrariedad a que han sido sometidas por las fuerzas de las grandes internacionales. Nosotros, que encendimos la lucha contra esas fuerzas, hemos sufrido de la persecución implacable que la Historia parece reservar a los defensores de la libertad en todos los tiempos. Nada hemos tratado de hacer para nosotros porque hemos luchado y sufrido por alcanzar un porvenir para nuestros muchachos, pero hemos llegado al momento en que la juventud debe tomar esas banderas de futuro para llevarlas al triunfo definitivo. Poco deben esperar de nosotros porque la lucha es ahora su lucha. Ella representa el deber presente de una juventud que no debe claudicar si no quiere vivir de rodillas durante todo el futuro que puedan entrever. Lo que se está jugando en estos momentos no es la suerte de Argentina o de su Pueblo sino la suerte del mundo y la de todos los pueblos. La lucha que se libra al Este y al Oeste es la famosa cortina nos muestra un panorama distinto al que se ha pretendido hacernos creer. Liberarse es la palabra de orden en la lucha actual. Nosotros debemos liberarnos de las fuerzas de ocupación que hacen posible la explotación y dominación imperialista. Unirnos al mundo naciente que en cada uno de los países aspira a esa liberación, porque la Historia prueba que los grandes movimientos libertarios sólo pueden realizarse por la unión y la solidaridad de todos los pueblos que aspiran a ella. El devenir histórico de los pueblos ha sido la lucha siempre por liberarse de los imperialismos que sucesivamente han venido dominando a lo largo de todos los tiempos. El caso nuestro no es sino un caso más en la historia. A la juventud argentina de nuestros días hemos legado los justicialistas las banderas de una epopeya que, iniciada hace veinte años, se aproxima a un final venturoso porque estamos en la verdad y sostenemos la razón que los pueblos tienen de disponer de su destino. Nada ni nadie podrá contra esa razón, por eso nuestros enemigos pueden calumniarnos, pero no les quedará otro camino que hacer lo que nosotros decimos. Ya hemos triunfado. A la juventud le queda la tarea de llevar a los hechos este triunfo mediante la lucha que sea menester empeñar. Ningún sacrificio es demasiado cuando se trata del destino común en el que nuestra 29 responsabilidad está empeñada. Los jóvenes que no sienten esa responsabilidad o que se desentienden egoístas del deber de la hora que les toca vivir, no merecen ni merecerán nunca pertenecer a la generación de los liberadores, que deben tomar el mando en la historia de nuestros días. En 1950, enterramos en la Plaza de Mayo de Buenos Aires el anterior mensaje para la juventud del año dos mil y que contiene estos mismos conceptos. La prisa con que avanza nuestro tiempo ha superado esa fecha y la juventud argentina está enfrentando ya a su propio destino. Está entre ellos el que ha de ser tocado por la Providencia para encabezar la lucha definiva, porque el tiempo es implacable con la vida humana y porque la lucha heroica ha sido siempre quehacer de la juventud. Cada uno de nuestros muchachos lleva el "bastón de mariscal" en la mochila y el futuro les pertenece. La victoria no ha de ser fácil aunque les toca combatir contra un mundo vencido de hombres caducos. Quiera Dios que cada uno de nuestros muchachos sepa estar a la altura de la misión que él destino les ha confiado. De cuanto venimos considerando, fluye como indudable que se está abocado a enfrentar la reforma con sólo dos alternativas: una a corto plazo, incruentamente, si se consigue que las partes, superando la situación creada, se avengan a buscar soluciones racionales; y otra, a largo plazo, si ese acuerdo no se realiza y es necesario esperar a que los hechos se impongan por sí. Para la solución a corto plazo el Justicialismo ha evidenciado suficientemente su desinterés. Piensa que ante la triste situación que vive el país el problema no debe ser el Justicialismo sino la República Argentina. Por eso, no ponemos condiciones previas. En 1964, cuando preveía cuanto está sucediendo, intenté regresar al país con el designio de prestar un nuevo servicio sacrificando para ello cuanto fuera necesario sacrificar y, si las autoridades argentinas ayudadas por otras fuerzas que no trabajaban precisamente para nuestro país, me lo impidieron, yo no tengo la culpa. De mi conciencia respondo yo, ellos responderán de la suya. Sin embargo, me parece que en este momento lo que debe interesarnos es la salvación de la Patria que marcha peligrosamente hacia el abismo. Pocos argentinos tienen la sensación real del peligro que los amenaza si no se detiene a tiempo esta marcha hacia el desastre. Para ello es menester que todos nos pongamos de acuerdo para neutralizar, con medidas efectivas, las consecuencias de estos doce años sin Gobierno y los efectos de los desatinos cometidos. Para ponernos de acuerdo es previo pacificar a la población argentina en latente estado de lucha enconada, producida desde 1965 y provocada por la intemperancia, el revanchismo y el apasionamiento. Si no media esta pacificación previa, sería inútil intentar nada y, para que esta pacificación pueda llegar paulatinamente, será indispensable que quienes tengan el 30 predicamento suficiente en los bandos en pugna, comiencen por desarmar el espíritu de agresión que vive en ellos, para interpretar con justeza y equidad las circunstancias que, aparte de la pasión, gravitan en la situación que promueve los enfrentamientos y las luchas en el mundo en que nos toca vivir. En consecuencia, el justicialismo está con la solución nacional, que sólo se puede lograr si se llega a los acuerdos necesarios para pacificar el país, terminando con un estado de emergencia que hace imposible la vida en convivencia constructiva. No se trata de poner un gobierno u otro que es lo secundario, sino de resolver el grave problema creado por cuatro gobiernos de irresponsables, que no es lo mismo. Las soluciones parten pues de un mismo punto: la pacificación, sin la cual no se podrá realizar ninguna de ellas. La pacificación tiene un origen que es a la vez su punto de partida: el desarme de la agresión, seguido de un diálogo realizado con la grandeza indispensable para que sea constructivo y calificado con un desprendimiento suficiente como para que las soluciones puedan buscar el bien común. Nada se podrá intentar por otro camino en forma que la Patria tenga algo que agradecernos. Si la pasión y falta de grandeza de los hombres que la Providencia ha puesto en situación de decidir impidieran las soluciones anteriores, no quedaría otro remedio que preparar lucha y realizarla. En ese caso habría que esperar días de decisión y remedios heroicos en los que el Pueblo debería jugar el papel protagónico. Para ello solo se necesitará tiempo y preparación porque la ayuda interior y exterior no han sido nunca problema. El Pueblo Argentino se acerca cada días más al estado anímico necesario para las grandes empresas. Normalmente los pueblos están formados por un diez ciento de idealistas y por un noventa por ciento de materialistas. El idealista reacciona por instinto. El materialista sólo; hace por desesperación. Para levantar a un pueblo han de cumplirse los requisitos indispensables. Los que hasta ahora se levantaron en acciones aisladas han pagado el precio de su valiente actitud negativa con el fusilamiento, la tortura y la cárcel. Los materialistas, aún estando de acuerdo con ellos, no iban en condiciones anímicas para seguirlos y defeccionaron. Es que en los hombres pasa un fenómeno similar al que se manifiesta en el perro y el gato. El perro es un idealista, con poco instinto de conservación y de reacciones instintivas. Si da un puntapié se echará encima del agresor y hay que matarlo para sacárselo. El gato, por el contrario, es un materialista con gran instinto de conservación, si se intenta golpearlo él huirá, si se lo encierra en una habitación y se lo castiga, intentará primero meterse debajo de los muebles o subirse por las paredes pero, cuando se persuada que nada de eso es posible, se pondrá en guardia y entonces resulta peligroso pegarle. Es la reacción desesperada del materialista que vive en él. En los pueblos siempre hay una gran cantidad 31 de gatos y pocos perros, pero cuando la desesperación cunde en los pueblos, hay que esperar reacciones que van mucho más allá de cuanto nosotros mismos podemos imaginar. El pueblo argentino ha comenzado ya a dar muestras de su desesperación. Pero, si nada de esto fuera posible, como la liberación anda ya suelta por el mundo, habría que esperar a que la acción general en el campo internacional hiciera posible la acción de conjunto y coordinada a que antes hemos aludido. Para preparar esa acción que puede ser en nuestro provecho como en beneficio de todos los pueblos que anhelan liberarse, es preciso que todos los líderes populares nos unamos y nos hagamos la firme resolución de luchar en conjunto con la más absoluta unidad de concepción en procura de la necesaria unidad de acción. Para ello, basta que cada uno prepare en su país las mejores condiciones mediante el adoctrinamiento adecuado de las masas y coordine su acción con los demás. Llegará un día que todos estaremos en marcha sobre los propios objetivos, dentro de otro general, que será un reaseguro para todos. 32 CAPÍTULO Il LA PENETRACIÓN IMPERIALISTA Y LA TRAGEDIA DEL DOLAR 1. — La Penetración Imperialista Con el juego de dominio de Estados Unidos, nadie duda ya en estos tiempos que el imperialismo norteamericano, después de contribuir a la destrucción del Imperio Británico, ha tomado el mando del anglosajonismo. Desde la terminación de la Primera Guerra Mundial, ha venido recurriendo a un expansionismo permanente, manifestado más claramente después de la Segunda Guerra, por una ocupación militar como por una penetración económica. Sería largo historiar el desenvolvimiento de estas actividades en el mundo, pero para nuestro objeto, es suficiente con mencionar la situación actual, producto de tales acontecimientos. En lo concerniente a la ocupación militar, al entrar el año 1968, Estados Unidos tiene esparcidos por el mundo más de un millón de soldados: 350.000 en Europa; 500.000 en Vietnam del Sur; 40.000 en América Central y Sur; 50.000 en Corea del Sur; 40.000 en el Japón. Fuera de esto, Washington ha firmado acuerdos bilaterales con 42 países y mantiene "Consejeros militares" en 32; ha establecido grandes bases, con sus guarniciones correspondientes en 20 naciones diferentes y sostiene una cifra muy elevada —se calcula en 3.000- de minibases esparcidas por todo el mundo de acuerdo con sus compromisos en la O.T.A.N y en la S.E.A.T.O. La VI y VII flotas, con sus dotaciones humanas, constituyen sus puntales en el Mediterráneo y el Pacífico respectivamente. Muchas otras fuerzas, encubiertas con los nombres de "boinas verdes", "cascos azules”, etc., se encuentran instaladas en Suez, Congo, Chipre, Bolivia, etcétera. Colateralmente a la ocupación militar, dirigida por el Pentágono, bajo cuya conducción y mando están muchas fuerzas armadas latinoamericanas, verdaderas guardias pretorianas y fuerzas de ocupación, los capitales realizan su expansión económica y financiera, copando las fuentes de riqueza de los diversos países, con la ayuda de "gobernantes" proclives, previamente colocados allí por el propio imperialismo, algunas veces como "dictaduras militares democráticas” aunque tengan necesidad de asumir la suma del poder público. Y de poco han valido hasta ahora los reclamos de los patriotas y los mercaderes por la afinidad de sus naciones y sus intereses: la penetración sigue imperturbablemente su marcha. Los pretextos para la entrega han sido muchos y muy variados: algunas veces se la cubre con el desarrollo, otras con la ayuda para el progreso, también con la privatización de las empresas estatales, a veces con el aporte de capitales o las inversiones extranjeras, etc. Pero, aunque los pretextos 33 pueden ser muchos, nadie se engaña sobre la verdadera causa y si la abyección no está en el imperialismo que, al fin y al cabo cumple sus objetivos, recae infamantemente, en los que, teniendo la responsabilidad de los destinos nacionales, son capaces de traicionarlos. No digamos tampoco que esto es nuevo: se viene practicando hace ya más de veinte años, en todas partes con los mismos trucos, ante la pasividad culpable y consciente de los responsables y la ruina progresiva de las naciones que llegan a caer en las redes de la conquista y en las trapisondas delictivas de los que la hacen posible. No es que, como algunos creen y otros sostienen, sea tan difícil escapar a la trampa tendida por la explotación imperialista, hacia la cual nos impulsa la necesidad o la pobreza. Cuando estas cosas suceden es que media invariablemente el deseo de lucro de los personeros de la entrega, comúnmente encubiertos y disimulados tras un título de "economistas". Ellos son los que reciben los beneficios porcentuales, en tanto los países son comprados con promesas tan abultadas como el pretendido valor del dólar que las paga comparado con el de las caquécticas monedas vernáculas. Cuando esto se produce, nada escapa ya a la trituradora de la explotación, porque los intereses creados comienzan también a hacer lo suyo a través de los intereses personales, las presiones foráneas, las conveniencias políticas o las necesidades sociales, de las que pocos se ocupan con sinceridad. El gobernante que anhele oponerse a la infamia no necesita ser muy ducho, ni siquiera entendido, es suficiente con que sea honesto y con sentido común. Cuando el hombre de gobierno "entra en la combinación" no es que sea un ingenuo, sino más bien un sinvergúenza porque si las consecuencias son para el país, en cambio el mal nombre recae sobre la conciencia y el honor del que tiene que afrontar la responsabilidad. Frente a estas formas de timo, en 1946, el Gobierno Justicialista entró con "pie de plomo", porque en el Consejo Nacional de Posguerra se habían estudiado profundamente y preparado las contramedidas apropiadas para neutralizarlas. (Comenzamos por prescindir de los empréstitos, nacionalizamos todos los servicios públicos que estaban en manos de compañías extranjeras, los seguros y reaseguros, los depósitos bancarios, etc. La ley de Radicación de Capitales y Empresas foráneas con limitación de los servicios financieros y muchas otras medidas oportunas. Muchos de los sospechosos "economistas", amantes de la "plata dulce", pusieron el grito en el cielo porque reglamentamos el remanido cuento de los "aportes de capitales, para esperarlo todo del Pueblo y del trabajo de los argentinos. ¿Cómo explicarán ellos ahora que, precisamente, cuando se tomaron esas medidas, por primera vez en los ciento cincuenta años de nuestra existencia como Nación, la República pudiera poner a punto su economía? Porque en 1955, cuando cayó nuestro gobierno, por primera vez en nuestra historia, 34 no teníamos deuda externa, poseíamos una reserva financiera de mil quinientos millones de dólares en oro y divisas, cerrábamos invariablemente nuestra balanza de pagos al exterior con superávit, teníamos una moneda fuerte (a razón de 16 pesos por dólar en el mercado negro), gozábamos de abundante crédito en el exterior y disfrutábamos de un alto nivel de vida, una economía de abundancia, plena ocupación, una industria en franco desarrollo y una producción en aumento para satisfacer la demanda permanentemente impulsada por el mayor consumo. Tampoco creo que pudieran responder, cómo ha sido posible que en los diez años subsiguientes se pudiera pasar del mejor estado económico- financiero conocido en el país, al peor que haya conocido la historia económica de la República. Nosotros sí podemos responder: hicieron todo lo contrario que nosotros por simple oposición desaprensiva o por otras razones más pecaminosas y las consecuencias no se hicieron esperar: descapitalizaron al país y luego lo endeudaron. Sólo la dictadura de Aramburu, en dos años, se "tragó" la reserva financiera y contrajo una deuda externa de dos mil millones de dólares, que el gobierno siguiente la elevó al doble. Desquiciaron todos los servicios, paralizaron el trabajo y desmontaron la industria que estaba en marcha provocando la desocupación, arruinaron la economía popular, desanimaron al comercio, envilecieron la moneda y luego comenzó la entrega de las fuentes de riqueza al imperialismo. Ahora, que ya no va quedando nada por entregar, parece que se han dispuesto a poner bandera de remate al país. Seguir comentando este aspecto de la errónea o crapulosa política económica, sería redundar en los que son ya lugares comunes de la entrega, tan conocida en los anales de casi cien años de colonialismo expoliatorio. No somos, como algunos nos califican, países subdesarrollados, somos países esquilmados desde fuera y destrozados desde los centros vernáculos de oligarquía, que sólo se interesan de ganar, sin importarles mucho ni poco hacerlo a expensas de una Patria que, aunque esté en todas las bocas, no está sino en contados corazones. Fuera de la mala intención que repugna al espíritu, es preciso también conocer los trucos de que se valen las fuerzas del colonialismo imperialista para medrar intencionadamente con la desgracia ajena, como asimismo estudiar minuciosamente los capciosos y a menudo insidiosos sistemas que la explotación pone en ejecución con esos fines. Cuando en 1946 me hice cargo del gobierno, la primera visita que recibí fue la del Presidente del Fondo Monetario Internacional que venía a invitarnos a que nos adhiriésemos al mismo. Prudentemente le respondí que necesitaba pensarlo y, de inmediato, destaqué dos jóvenes técnicos de confianza del equipo del Gobierno, para investigar a este "monstruo tan peligroso”, nacido según tengo memoria en los sospechosos acuerdos de Bretton Woods. El resultado de ese informe fue claro y preciso: en síntesis 35 se trataba de un nuevo engendro putativo del imperialismo. Yo, que tengo la ventaja de no ser economista, puedo explicarlo de manera que se entienda. La política de las "áreas monetarias", después del abandono del patrón oro, ha sido fructífera en acontecimientos donde siempre el negocio ha estado de por medio. Mediante diversas maneras de deformar la realidad, se ha conformado ya una larga historia a través del "área esterlina" como del "área dólar" y, aunque el pretexto fuera dar respaldo indirecto a las monedas de los países pobres de reservas de oro, en realidad de verdad, todo ha sido una nueva forma de especular con la buena fe de los demás. Hasta después de la Primera Guerra Mundial existió el "área esterlina" que cobijó a numerosas monedas merced al oro de Inglaterra, que la guerra fue llevando paulatinamente hacia Fort Nox, hasta el extremo que Gran Bretaña se vio en un grave problema para sostener su área monetaria. Lo intentó hacer fundando el Banco Central de Inglaterra y declarando a renglón seguido que, si antes el área esterlina estaba garantizada por el oro de Inglaterra, ahora lo estaba por el Imperio Ingles. Pero resulta que Estados Unidos en el ínterin había acumulado casi el 80 % del oro del mundo y dicta su famosa Ley Fiduciaria que establecía que quien presente un Dólar en el Banco de la Reserva Federal, recibiría su equivalente en oro. Esta promesa que, aunque jamás se cumplió, tuvo la atracción natural suficiente como para forzar el nacimiento del “área dólar”. Es así como, desde ese momento, el dólar pasa a ser la moneda de cambio en el mundo occidental, en tanto la esterlina deja de serlo. Desde entonces, así como antes todas las semanas, desde la Torre de Londres los ingleses anunciaban el valor oficial del oro, frente al Pueblo y de viva voz, Wall Street se encargó de reemplazarlos en silencio y desde sus oficinas de la Quinta Avenida, fijando el valor de la Onza Troy por el dólar Americano sobrevalorado, con un precio político que, no obedeciendo a la ley de la oferta y la demanda en el mercado áureo internacional, les permitiera cobrar un "royalty" en todas las operaciones en que interviniera esta moneda de cambio. Poco después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, la pérdida de gran parte de la reserva oro de los Estados Unidos amenazaba gravemente a la existencia del "área dólar", gravedad que sigue aumentando con los gastos de posguerra, con que USA se coloca en situación parecida a la de Inglaterra después de la guerra anterior, si alguna nación conseguía la formación de esa reserva. En consecuencia, era preciso crear el instrumento necesario para consolidar el "área dólar". El Fondo Monetario Internacional fue la solución. En él participarían la mayoría de los países occidentales, comprometidos mediante una larga contribución al Fondo, desde donde se manejarían todas sus monedas, se fijaría no sólo la política monetaria, sino también los factores que directa o indirectamente 36 estuvieran ligados a la economía de los asociados. La realidad después se encargó de ir mucho más allá, como podemos ver ahora, cuando llega la hora de los lamentos. He ahí algunas de las razones (aparte de muchas otras) por las cuales el Gobierno Justicialista de la República Argentina no se adhirió al Fondo Monetario Internacional. Para nosotros, el valor de nuestra moneda lo fijábamos en el país, como también nosotros establecíamos los cambios de acuerdo con nuestras necesidades y conveniencias. Para el intercambio internacional recurrimos al trueque y así nuestra moneda real fueron nuestras mercaderías. Ante el falseo permanente de la realidad monetaria internacional y las maniobras de todo tipo a que se prestaba el insidioso sistema creado, no había más recurso hacerlo así o dejarse robar impunemente. Ha pasado el tiempo y en casi todos los países adheridos al famoso Fondo Internacional se sufren consecuencias y se comienzan a escuchar lamentaciones. Este fondo, creado según decían para estabilizar y consolidar las monedas del “Mundo Libre”, no ha hecho sino envilecerlas en la mayor medida. Mientras tanto, los Estados Unidos se encargaban, a través de sus riquezas y capitales, de apropiarse de las fuentes de riqueza en todos los países donde los tontos o los cipayos le daban lugar, merced a su dólar ficticiamente valorizado con referencia a las envilecidas monedas de los demás. 2. — El desafío Americano Durante largo tiempo todo esto ha venido sucediendo con la mayor desaprensión de algunos, frente a la ignorancia de otros y ante los intereses de los demás, porque nadie puede suponer que, cuando existen vendepatrias, han de hacerlo por amor al arte o para favorecer a su país vilmente vendido o entregado. En este asunto, nadie puede alegar ignorancia, porque hace más de treinta años se viene realizando un esclarecimiento total sobre semejantes maniobras, ya conocidas por todos y sufridas por la mayor parte de los pueblos de la tierra. Como es lógico, tenía que llegar el día en que la reacción se produjera y esta saludable reacción tomó fuerza decisiva en Francia, donde el general De Gaulle terminó con el juego de "tirarse la suerte entre gitanos". En Francia también se oyeron luego voces de esclarecimiento como la del director de "L'Express" Jean Jacques Servan-Schreiber, en su ya famoso libro "El Desafío Americano". En él se ponen las cosas a punto, no sólo para Francia sino también para toda Europa y que servirán para todos los países del globo azotados por los mismos males de la penetración imperialista. "El Desafío Americano” anuncia el objetivo imperialista de los Estados Unidos: crear la tercera potencia industrial del mundo — después de USA y 37 la URSS- que será dentro de quince años “la industria americana en Europa”. La importancia de esta penetración no está sólo en su volumen que, en activo fijo, es de 14.000.000.000 de dólares en este momento, sino en el tipo de industrias que ha implantado en el Continente. Pero lo más sorprendente está en la financiación de estas aparentes inversiones yanquis. En efecto: el 55 % están financiadas con créditos obtenidos en los propios países europeos; el 35% por subvenciones acordadas por las autoridades de estos mismos países (se ve que aquí también se cuecen habas) y sólo el resto (10 %) procede de los Estados Unidos. “En cierto modo —dice Servan-Schreiber— les pagamos para que nos compren". El anacronismo mayor sucede aquí, como en nuestros países latinoamericanos, en el hecho de que la desunión provocada por el propio imperialismo, resulta el peor enemigo. Como aquí todavía existe él mito de la inversión de capitales y radicación de industrias yanquis — indudablemente más adelantadas en el aspecto tecnológico— es inútil que un país aisladamente intente hacerles frente, porque como para USA es indiferente el lugar, si un gobierno les crea dificultades, negocia con otro y aun se permite jugar al uno contra el otro para alcanzar mejores condiciones. La General Motors quiso instalarse en Estrasburgo y como el general De Gaulle le puso problemas, se fueron a Alemania. La Ford había pensado en Thionville y como el gobierno no estaba de acuerdo, se fue a Bélgica. La Philips Petroleoum, que prefería Burdeos, se estableció en el Benelux; lo que es realmente incomprensible es que aún dentro de la Comunidad Económica Europea sucede lo mismo, pero los socialistas ingleses no han salido mejor que los neocapitalistas del Mercado Común, porque en pleno gobierno de Wilson, la Chrysler ha terminado por controlar Rootes, como en España se está quedando con la “Barreiros” la mejor fábrica de automóviles de este país. Para comprender mejor las inversiones americanas fuera de su país, nada mejor que poner las cifras a la vista en 1965, las inversiones yanquis en Alemania ascendían a 2.000.000.000 de dólares. En ese momento el conjunto del capital de las sociedades cotizadas en bolsa en ese país era del orden de los 3.500.000.000 de dólares. Pero el factor de mayor interés es el hecho que las inversiones norteamericanas se hacen en la industria de vanguardia, ahogando así toda posibilidad que en ese campo pueda tener la industria nacional y creando un obstáculo mayor entre la técnica punta yanqui y la europea. Hubo un momento en que el Mercado Común, influenciado por la política de De Gaulle, intento cortar el avance al capital imperialista, pero la comprobación de los desplazamientos hacia Inglaterra, España y Escandinavia lo hizo desistir. El fenómeno de la implantación americana en Europa no radica sólo en su capacidad financiera, sino de modo muy decisivo en una inteligencia y decisión superiores en el empleo de sus competencias. Así, mientras que las 38 industrias alemana, francesa e italiana están tanteando indecisas en el espacio abierto por el Tratado de Roma, como dudando de exponerse a cara descubierta, las empresas yanquis, después de informarse exhaustivamente sobre las particularidades de la situación, maniobran y se lanzan con la mayor velocidad. Otras de las extraordinarias enseñanzas que se desprenden del estudio realizado por Servan-Schreiber como del informe de la Organización Hudson, es la importancia total de la educación en el desarrollo de la sociedad moderna. Según ellos, este es el factor que ha elevado a los Estados Unidos por encima de sus concurrentes. Las cifras que se citan al efecto son bien elocuentes: sobre la base de la población comprendida entre los veinte y los veinticuatro años, seguían en 1966 estudios universitarios o técnicos superiores el 43% de los norteamericanos; el 24% de los rusos; el 23% de los canadienses; el 11% de los suecos; el 10% de los Belgas; el 8% de los alemanes, y según las estadísticas de 1966, en los países componentes del Mercado Común Europeo existían 101.000 diplomados superiores; los Estados Unidos, con una población similar, contaban con 450.000. El formidable empeño por la enseñanza en general y la democratización de la enseñanza en particular, unido al esfuerzo en el sector de la importación de materia gris, ha puesto a los Estados Unidos en primera fila de la investigación; mientras en Francia el 56% de la población activa son obreros y sus hijos sólo llegan en un 12.6 a los estudios superiores, en Bélgica en 11.5%, en Holanda el 10% y en Alemania el 1.5%, los hijos de los obreros en los Estados Unidos lo hacen en una cifra cinco veces superior. En lo que se refiere a cerebros disponibles como a los millones de dólares invertidos, mientras USA subvenciona la investigación con un 4.6% de la renta bruta nacional, Europa se conforma con la mitad (2.5%). Estas diferencias en la investigación en un tiempo en que el trabajo de laboratorio salta casi simultáneamente al mercado, es fundamental. Basta sólo con imaginar que la fotografía tardó ciento doce años en comercializarse; el teléfono cincuenta y seis; la radio treinta y cinco; el radar quince; la televisión doce; la bomba atómica estuvo en condiciones de empleo en seis años; el transitor se comercializo a los cinco y los circuitos integrados que están revolucionando al mundo han tardado sólo tres años en aparecer en el mercado. Es natural que este libro ha dado una voz de alarma en toda Europa y ha levantado una serie de comentarios, polémicas y discusiones, dentro de las cuales es interesante conocer lo que opinan los jefes de los sectores ideológicos franceses. Mitterrand por la izquierda y Giscard D'Estaing por la derecha. El diálogo fue apasionante y sus conclusiones marcan claramente la tendencia de estos dos hombres y sus grandes movimientos nacionales: para Giscard D'Estaing “hay que dar a las empresas europeas 39 una dimensión a escala americana para lo que será necesaria la autoridad de una Europa confederada”. Mitterrand aprovecha la oportunidad para lanzarse sobre su “caballito de batalla”: la democratización de la enseñanza. “Sólo una política tecnológica y una educación democrática permanente y a escala europea, comprendiendo a Inglaterra, puede permitirnos la respuesta al desafío americano”, dice Mitterrand. He aquí cómo se discuten en Europa los grandes problemas continentales y que puede ser una enseñanza para los latinoamericanos que, si bien no cuentan con el progreso ni la cultura europea, tienen en cambio para el futuro los mismos problemas y las mismas amenazas. Si se reflexiona un poco y se rememora en algo a nuestro Gobierno Justicialista a la luz de cuanto venimos mostrando, se podrá comprobar fácilmente la razón que teníamos en muchas de las cosas que hicimos. El Tratado de Complementación Económica Latinoamericana firmado en Chile, con la finalidad de una complementación de integración geopolítica de nuestro Continente, no difería en sus objetivos con lo que hoy se persigue en la Europa Continental. La enseñanza técnica de las Escuelas de Aprendizaje y Orientación Profesional, con los cursos de aplicación y la Universidad Obrera, creados ya en 1945, como el acceso libre y la enseñanza gratuita para todos los argentinos en las Universidades Nacionales, es la democratización de la enseñanza que recién hoy hace pensar a los europeos como en una necesidad impostergable porque tampoco aquí se ha realizado lo que nosotros hace más de veinticinco años pusimos en marcha en la República Argentina, aunque luego la depredación gorila haya hecho sentir también allí su furia de destrucción. Pero, si en esto hemos resultado precursores, mucho más lo hemos sido en resistir la penetración imperialista, a tal punto que barrimos con ella en los nueve años que estuvimos en el Gobierno, merced a lo cual nos fue posible, por primera vez en la historia argentina, después de ciento cincuenta años de coloniaje, poner al día nuestra economía, y lanzar al país a la industrialización, después de haber alcanzado la justicia Social, la independencia económica y la soberanía nacional. Al contemplar hoy lo que ha ocurrido desde 1955 y lo que está ocurriendo en la actualidad, me dan ganas de llorar. 3. — La tragedia del Dólar Hasta aquí he tratado de exponer el problema y sintetizar la situación reinante en el mundo de nuestros días en su lucha contra lo imperialismos dominantes porque, al mismo tiempo que Europa, aliada de USA contra el peligro de la infiltración ideológica marxista, no olvida de defenderse del expansionismo y la penetración económica del imperialismo yanqui. Veamos ahora a continuación la forma en que reacciona Europa contra este 40 último peligro y las consecuencias que esa reacción ha tenido dentro del mismo imperialismo. Desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial, todos los países europeos dejaron hacer a los Estados Unidos que, con el pretexto de la reconstrucción, cumplían sus objetivos expansionistas. Pero realizada esa reconstrucción, el Viejo Continente no olvido tomar las medidas necesarias para neutralizar los avances americanos: La Comunidad Económica Europea, su Mercado Común, el Pacto del Carbón y el Euratón, fueron las más importantes y definidas. Con ello se echaron las bases para una Europa unida por lo menos en lo esencial, que pusiera en marcha el objetivo de unos posibles Estados Unidos de Europa. Con ello se habría creado una unidad que, en el futuro, podría enfrentar cualquier intento de dominación. Los demás países de Europa Continental, que se unieron a Inglaterra en la fenecida Asociación Europea de Libre Comercio no eran, por lo menos por ahora, esenciales para esa unidad y todo dependería en el porvenir del éxito que la Comunidad Económica Europea tuviera en el andar del tiempo. La Francia de De Gaulle de acuerdo con Alemania se lanzó abiertamente a la lucha y los demás países de la Comunidad los siguieron. Las primeras acciones fueron solamente económicas hasta que De Gaulle, que ha tomado en serio la solución de este problema, desalojó a los norteamericanos de la OTAN del territorio francés: primer acto de verdadera hostilidad europea a la penetración imperialista. Desde entonces la lucha entre Estados Unidos y la Comunidad Europea no ha cesado. Es así que, encarado el problema en unos países más que en otros, toda Europa Continental viene reaccionando con ruido o sin él contra la penetración expansionista. Las consecuencias inmediatas de esta lucha, no por pacífica menos efectiva, se las puede observar en este momento que hacen exclamar en Italia que "Johnson ha declarado guerra a Europa". La razón de tal afirmación reside en las medidas tomadas por el Presidente de los Estados Unidos que representan verdaderas represalias contra la actitud europea que venimos comentando. Tales medidas en plena ejecución son de los siguientes órdenes: 1. — Cierre del período expansionista del dólar en el mundo. Prohibición de nuevas inversiones en el extranjero. Cierre del turismo americano al exterior. Cortes en la "ayuda americana". Cierre total a la fuga de capitales. Nivelación de las balanzas de pago por recargo arancelario a las importaciones de los Estados Unidos y premio similar a las exportaciones americanas. 2.- Retiro de las fuerzas de ocupación. 3- Economía en los gastos de guerra. 41 En resumen: defender al dólar, que ha amenazado con desintegrarse. "No es un cambio básico de la política económica", asegura Washington, lo que hay que tomar como otras tantas declaraciones oficiales destinadas a "salvar la cara" y "cubrir apariencias". Ha habido un cambio. Se ha puesto fin, temporal o definitivamente, a un período expansionista del dólar en el mundo. Fue tanto lo que quiso abarcar, que fue mucho más allá de sus propias fuerzas, ahora se repliega para reponerse, antes que sea demasiado tarde. El empleo de capitales en el exterior había llevado la balanza de pagos americana a un déficit crónico que este año de 1967 alcanza a los 4.000.000.000 de dólares, algo que a la larga, el país no podía permitirse. Pero tal déficit no le viene a los Estados Unidos de su comercio. La balanza de pagos comercial del país es positiva porque exporta mucho más de lo que importa, lo que provoca el desequilibrio son las inversiones de las firmas norteamericanas en el extranjero y los gastos militares. Johnson trata ahora de frenar las inversiones, de cortar parte de los gastos de guerra y fomentar las exportaciones. La cosa tiene también sus peligros porque los europeos no están decididos a soportar mayores cargas en un comercio deficitario con los Estados Unidos y, si lo que pretende Johnson es hacer que sus aliados le ayuden indirectamente a financiar la guerra del Vietnam es muy probable que se lleven un desengaño. Sin embargo, el objetivo ulterior: la defensa del dólar; es correcto y todo el mundo está de acuerdo en que hay que impedir que esta moneda se desintegre. La incógnita que plantean las medidas mencionadas no es su necesidad, en esto hay acuerdo, sino es su eficacia: está por verse si el remedio no resulta peor que la enfermedad, desencadenando el pánico y acentuando la carrera hacia el oro. "Es muy dudoso que las diferencias anunciadas por Washington sean eficaces". Ha dicho ya el famoso economista francés Jacques Rueff. Es que las compañías americanas se habían desmandado comprando compañías extranjeras apoyadas en un cambio demasiado favorable del dólar. El último golpe, por ejemplo, que ahora quién sabe si se realizará, lo planeaba la Gillette con la adquisición de la Braun alemana por 800.000.000 de marcos, cantidad considerable en aquel país, pero que al cambio oficial se queda en una cantidad de 200.000.000 millones de dólares, nada de extraordinario, para Wall Street, pero a larga, tales facilidades se habían vuelto contra la propia economía americana con la fuerza de un boomerang. Los europeos perdían la propiedad de una industria pero piden, por lo menos, oro en cambio, lo que estaba dejando a los Estados Unidos sin reservas. De cualquier manera, este párate al expansionismo no puede ser sino favorable a los países del mundo ocupados militarmente o penetrados económicamente a pesar de que las restricciones de USA tienen el carácter de una acción de castigo contra unos aliados reacios a comprometerse en el 42 Vietnam, todo depende ahora de la manera que esos aliados sean capaces de reaccionar. Para nosotros, los latinoamericanos es una amenaza mayor porque desentendido el imperialismo de otras partes, puede dedicarse más a nuestros países. Sin embargo, lo que se ha producido en otras partes, puede ser para nosotros de una gran enseñanza, pero es preciso que nuestros pueblos sean capaces de comprender el problema y asimilar esa enseñanza. Es claro que, tratándose de gastos militares, los americanos del norte no tienen problemas en nuestros países, desde que las fuerzas de ocupación se constituyen por nuestras propias fuerzas armadas, que no gravitan sobre las partidas de su presupuesto sino sobre las nobles espaldas del pobre pueblo argentino, como tampoco deben temer déficit en su balanza de pagos en el intercambio, porque el "Gobierno" se cuida bien de acumular déficit, para resultar simpático a la metrópolis. Cuánto más nos valiera un estatuto como el de Puerto Rico, para neutralizar desequilibrios en la balanza de pagos o una fuerza de ocupación como la que vigila a Alemania, porque así, por lo menos, algo lo pagaría USA. 4. — La lucha contra el Neocolionalismo Dentro de este cuadro que he pretendido presentar del mundo de nuestros días, Latinoamérica y dentro de ella la Argentina, juegan su papel: el imperialismo sabe que nuestros territorios representan las fuentes de las mayores reservas de alimentos y materias primas, que, en un mundo superpoblado y superindustrializado, serán las causas de muchas de las luchas futuras. Es natural entonces que su codiciosa mirada esté dirigida también hacia nosotros, lo que explica en cierta medida las causas por las cuales el imperialismo como sus agentes vernáculos siguen sosteniendo la necesidad de que nos reduzcamos a continuar siendo un país de pastores y de agricultores, aun cuando el mundo comienza ya a entrar en la etapa posindustrial como asimismo anhelan que, si algo ha de hacerse en lo industrial, sean ellos los que lo hagan y no nosotros. No obedece a otra cosa la verdadera destrucción que sobre nuestra naciente industria se viene realizando desde 1955 en forma preconcebida y obedeciendo a quién sabe qué diabólico mandato, del que no puede haber estado ausente el imperialismo, cómplice del gorilismo que viene azotando a la República Argentina desde hace ya más de doce largos años. Esta verdadera depredación, que todos los argentinos vienen presenciando, se complementa con la penetración yanqui que en nuestro país realiza, en pequeño, lo mismo que ha venido haciendo en Europa. No hace mucho (el 25 de setiembre 1967) la Confederación de la Industria de la República Argentina, daba a conocer un comunicado de prensa en el que comenzaba diciendo: "La Confederación de la Industria de la República Argentina 43 sigue con suma preocupación el hecho, reiterado en los últimos tiempos, del traspaso de la propiedad de empresas argentinas a capitales extranjeros". Hay en esto un gran fondo de ingenuidad por parte de la mencionada confederación: ¿Para qué creen que se ha llevado arbitrariamente el peso moneda nacional a una proporción de 350 pesos por dólar? ¿Acaso el Fondo Monetario Internacional no ha sido el que aconsejó e impuso la medida? Por otra parte, los industriales argentinos tienen dentro sus propios “caballos de Troya”. Es menester tener buena memoria porque si no, se llega a perder hasta el derecho a lamentarse. Es preciso que nosotros comencemos a llamar las cosas por su nombre: no es un secreto que el imperialismo esta empeñado allí como en todas partes, en copar las fuentes de riqueza y los que sirven esos intereses, consciente o inconscientemente, son unos traidores a su Patria, ya actúen como fuerzas de ocupación desde las fuerzas armadas, como agentes o "quinta columna" desde el Gobierno que han usurpado, por supuesto, con el concurso del propio imperialismo. Seguir con eufemismos disimúlatorios es una forma de engañarnos a nosotros mismos. En el mundo actual, no sólo en nuestro país sino en los cinco continentes, los bandos están claramente definidos: los que anhelan liberar a sus países y los que sirven la causa imperialista del neocolonialismo. Como hemos visto anteriormente, Europa en plena integración continental, sin que tampoco allí falten los "bueyes cornetas", realiza o trata de realizar su propia liberación. El Asia empeñada en lo mismo, libra su batalla tanto con Washington como con Moscú. África, por diversos procedimientos está en lo suyo. Latinoamérica comienza recién a despertar de la macabra pesadilla del entreguismo que viene azotándola desde, hace más de un siglo. Sin embargo, en los cinco Continentes, la lucha es tanto interna como internacional: los pueblos que intuyen ya su liberación se enfrentan con las fuerzas de ocupación y sus gobiernos entregados; los países comienzan a hacerlo contra los imperialismos dominantes. Esta es la verdadera guerra de nuestros tiempos. Todo este proceso, que no obedece menos a la evolución social que a los anacronismos imperialistas, impone la necesidad impostergable de las reformas que, a la vez que impulsan a la satisfacción de las nuevas necesidades del mundo y del hombre de hoy, sean capaces de conformar un estado de defensa permanente contra la acción del neocolonialismo, que será la mejor manera de liberar a las naciones y salvar a los pueblos. Ese parece ser el camino elegido por lo que se ha dado en llamar el "Tercer Mundo" que no es sino la materialización "Tercera Posición" ya anunciada por los justicialistas hace veinte años. En ello están empeñadas más de las tres cuartas partes de la población mundial pero, desgraciadamente, aún sin buscar su propia integración, a causa de diferencias ideológicas, prejuicios históricos e intereses parciales. Sin embargo, no podemos quejarnos de cuanto se ha hecho y se sigue haciendo. 44 Es lamentable, sin embargo, que los dirigentes de este "Tercer Mundo", a quienes el propio imperialismo les crea todos los días nuevos problemas locales o circunstanciales con la aviesa intención de disociarlos o desviarlos, no hayan podido todavía accionar directamente sobre los objetivos comunes, para lo cual sería preciso previamente la unidad material y espiritual que los sobrepusiera a todo prejuicio negativo a fin de alcanzar una integración histórica, para lanzarse luego decididamente a la conquista de los objetivos, dejando de ser yunque, para pasar a ser martillo. No es menos necesario desplegar una gran actividad para que, millones de predicadores, persuadan a los pueblos, sacándonos de la aparente indiferencia en que parecen estar viviendo como producto de sucesivas frustraciones. Es preciso que cada uno de los hombres del Pueblo sea un luchador en la medida de sus fuerzas y posibilidades contra la amenaza de un nuevo colonialismo imperialista, porque en los tiempos normales suelen ser las "élites" las que deciden pero, en los anormales como el que vivirnos, sólo deciden los pueblos. Fuera de estas consideraciones de tipo operativo, es preciso que comencemos a pensar seriamente en el porvenir. Cuando se nos anticipa que toda la intención del imperialismo es reducirnos a un futuro país de pastores y agricultores, que nos ocupemos de aparcar al mundo comida y materia prima, tiene una lógica explicación: primero, porque ellos serán nuestros sectores de manufacturas y porque, mientras nos paguen nuestra materia prima el diez por ciento de su valor, nos hacen pagar por su manufactura el noventa por ciento más de lo que vale, sin contar que así seremos nosotros los que mantengamos su renta por cabeza a un nivel elevado en tanto nosotros nos quedamos sin trabajo para nuestros obreros. Por, eso, cuando observo que hay argentinos que prefieren que sigamos siendo los proveedores del pan y de la carne para el mundo, no puedo menos que formarme un pésimo concepto de ellos. La necesidad de industrializar a nuestro país no depende de lo que cada uno sea partidario, sino de las necesidad inevitables de la situación actual. La industrialización, no está impuesta por razones de nuestro porvenir sino hasta del propio desarrollo demográfico. La República Argentina tiene una población que pasa ya los veintitrés millones de habitantes de los cuales seis millones saturan las necesidades de su mano de obra del campo, máxime cuando la máquina tiende cada día más a desalojar al hombre de las tareas agrícolas. Siendo así por lo menos más de quince millones que viven en los centros urbanos. Si no desarrollamos la industria para que ellos tengan trabajo, de qué van a vivir. Tampoco el campo puede prosperar si tiene a sus espaldas el peso de esos quince millones parásitos. Pero, por si eso fuera poco, porque todavía hay tontos que tampoco se dan cuenta que esto obedece a una evolución que ha llevado paulatinamente a los pueblos de pastores a agricultores y, de agricultores a industriales, 45 debemos pensar en el futuro cercano de un mundo que marcha hacia la etapa posindustrial y que todo este proceso tiene mucho que ver el bienestar indispensable de los pueblos, que ya no aguantan ni la injusticia ni la miseria. El siguiente cuadro define el tipo de comunidad por su renta per cápita: Clasificación de las Sociedades Económicas Preindustrial (pastoril y agraria) De 50 a 200 dólares per cápita En proceso de industrialización De 200 a 600 dólares per cápita Industrial De 600 a 1.500 dólares per cápita Industrial avanzada (sociedad de De 1.500 a 4.000 dólares per cápita consumo) Posindustrial De 4.000 a 20.000 dólares per cápita Cuadro de Hermán Kahn En la actualidad, la renta per cápita es, en los Estados Unidos de 3.500 dólares; en Europa Occidental de unos 1.800 dólares y en la URSS de 1.000 dólares, con lo que se podrán comprender cifras citadas en el cuadro de Hermán Kahn. Estos sectores de la humanidad forman actualmente parte de un mismo mundo: el de la sociedad avanzada. El "Hudson Institute" predice para dentro de treinta años, salvo mutaciones imprevistas, que Estados Unidos, Japón, Canadá y Escandinavia, formarán parte de las sociedades posindustriales; serán luego sociedades industriales avanzadas Europa Occidental, la URSS, Israel, Alemania Oriental, Polonia, Checoslovaquia, Australia y Nueva Zelandia; el resto se distribuye en las categorías inferiores. Y, según esta misma fuente, predice que las condiciones fundamentales de la sociedad posindustrial, serán las siguientes: 1) Una renta industrial cincuenta veces superior a la de la sociedad industrial; 2) La actividad económica habrá pasado del sector primario (agricultura) y secundario (producción industrial) al terciario y cuaternario de los servicios; 3) Las empresas privadas habrán dejado de ser la fuente principal de la reacción técnica y científica; 4) Las leyes del mercado jugarán un papel muy inferior a las del sector público y los fondos sociales; 5) El conjunto de la actividad industrial estará planificado por la cibernética; 6) El principal papel del progreso residirá en el sistema de educación y en la innovación tecnológica puesta a su servicio: 46 7) El factor tiempo y espacio no tendrá ninguna importancia en los problemas de comunicaciones; 8) Las diferencias en la sociedad posindustrial entre los ingresos altos y los bajos, serán muy inferiores a las de la sociedad que conocemos hoy. En otras palabras, lo que venimos sosteniendo de siempre como necesidad de evolución, para realizar lo que hoy ya podemos ir encaminando con la intención de acompañar al tiempo, sin esperar a que éste tenga después que empujarnos. Por otra parte, sólo podremos vencer al imperialismo, en la medida que seamos capaces de luchar para colocarnos tecnológicamente a su altura. Sabemos cómo puede hacerse, todo depende de que seamos capaces de realizarlo. He querido dar todo estos antecedentes informativos para que cada uno de los argentinos, como de los latinoamericanos, juzguen por sí y sobre todo, para que hagan su examen de conciencia, porque el fenómeno histórico que tenemos frente a nosotros, no es sólo un hecho material que interese aisladamente a la economía, sino también un asunto moral que hace al patriotismo y a la dignidad de todos nosotros y de nuestras patrias. En todos los tiempos han existido cipayos y vendepatrias, colonizadores y sometidos, metrópolis y colonias pero, los tiempos que vivimos son definitorios de nuestros destinos, porque si quedamos rezagados en la evolución o retrasados en el desarrollo que es consubstancial con el tiempo, no podremos pretender otro futuro que el que merecen los retardados. Hace ya veinticinco años el Justicialismo dejó allí impresas muchas verdades, que el tiempo se ha encargado de evidenciar de la manera más elocuente con lo que nos está pasando; y, si la contrarrevolución de 1955, consiguió detener nuestra marcha, no ha logrado en cambio destruir ninguna de esas verdades. El Pueblo Argentino, a pesar de la arbitrariedad opuesta a la razón y de la violencia represiva, no ha defeccionado en el apoyo de sus convicciones, logradas en la propia experiencia que ha vivido y sufrido. Todos los que de alguna manera se sientan dirigentes, todos los que tengan una responsabilidad moral frente a la historia que ha de juzgarnos, los que amen a su Patria y se sientan capaces de luchar por ella, tienen un puesto de lucha en la decisión del destino que nos es común. Que cada uno quiera poner su corazón y aún su vida al servicio de esta causa es lo único que puede al salvarnos, porque nadie ha de realizarse en una Argentina que no se realice. 47 CAPÍTULO III PLAN DE PENETRACIÓN IMPERIALISTA EN IBEROAMÉRICA Frente a la experiencia vivida, sería ingenuo pensar que los Estados Unidos vayan a poner en peligro su economía y su moneda para ayudar al "Mundo Libre" y dispersar un millón y medio de hombres de sus tropas para "asegurar la democracia y la libertad". Si eso es así, debemos pensar que lo disimulan bien. En efecto, bastaría un ligero análisis de sus acciones para persuadirnos que su plan de expansión, penetración y ocupación, tiene un objetivo puramente imperialista, con muy distintas finalidades que las que se pretenden hacer aparecer con una publicidad y una propaganda a base de sofismas. Hemos tratado, de una manera general, su expansión y penetración económica en el mundo porque, en cierto modo, es su acción generalizada y una de las maneras utilizadas como punto de partida para las demás acciones de un neocolonialismo y; si bien es cierto, que su acción de conjunto se ha dejado sentir en todo Occidente, no lo es menos que en Hispanoamérica es donde se tiene una mayor experiencia al respecto, porque se la ha sentido más cerca y realizada en una forma más directa y prepotente. Por eso, no hemos querido dejar de anotar algunas circunstancias y cuestiones que hacen a su conducta y procedimiento producto de la experiencia recibida. USA sigue en nuestro Continente un plan perfectamente establecido desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial, con el objetivo de someter, de una u otra manera, a todos los países iberoamericanos, en forma de poder contar con ellos de modo incondicional, por la captación si es posible y si no por su copamiento liso y llano. El pretexto ha sido normalmente el comunismo. Y, así como en Europa, exagerando el peligro, pudo atar a casi todos los países al Pacto del Atlántico Norte en la OTAN; en el Atlántico Sud, buscó hacer lo mismo con nosotros. Agitando también el fantasma de la penetración comunista en el interior de los países, ha intentado siempre utilizar el mismo pretexto para poder intervenir en los asuntos internos de los países latinoamericanos. Sólo así ha podido llegarse al estado actual de entrega y sumisión que, prácticamente, resulta todo un Continente que vive como una colonia yanqui, sumisa y obediente, con muy pocos gastos que puedan recordar que un día se trató de naciones libres, independientes y soberanas. No hay exageración en nuestro juicio, porque existen elocuentes muestras de avasallamiento, que ponen en evidencia flagrante cuanto antes venimos afirmando. No hace mucho tiempo, la República Dominicana fue testigo de un desembarco y de una ocupación militar por los "marines" yanquis, sin que, mediara ni el más elemental sentido de protesta de los demás 48 países de la Organización de Estados Americanos (OEA) ante la invasión y ocupación de un país asociado, unilateralmente realizadas por otro país americano, formalmente comprometido a no intervenir en los asuntos internos de otro país allí asociado. Pero no sólo se realizó un abuso semejante, sino que a la arbitrariedad inadmisible del imperialismo se sumó luego obsecuencia e indignidad de otros países. Ese es el estado lamentable en que se encuentra el Continente, como consecuencia de la existencia de "Gobiernos" carentes de los más elementales valores esenciales, para enfrentar la arbitrariedad y la violencia que se está empleando para dominar. También trataremos de explicar aquí las causas por cuales pueden existir conductas tan deplorables y actitudes tan desdorosas por parte de los hombres de estado, que parecen haber renunciado a los más elementales atributos que la dignidad de sus cargos impone, para ceder en cambio a los bajos intereses y defecciones más indignas. Se ha llegado a tales extremos, mediante un proceso paulatino que obedece a un plan ya en ejecución desde hace muchos años en procura de: 1- Copamiento de los gobiernos; 2- Copamiento de las Fuerzas Armadas; 3- Copamiento de la economía y los sectores económicos; 4- Copamiento de las Organizaciones Sindicales; 5- Copamiento de los sectores de opinión pública en la masa popular. Este proceso ya en ejecución, ha provocado una serie interminable de hechos y circunstancias que sirven mejor para evidenciar la situación actual, con el desenvolvimiento de sus episodios, de una elocuencia superior en cuanto podríamos enjuiciar y que deseamos exponer a nuestros lectores, para que cada uno de ellos pueda juzgar por sí. Tan grande ha sido la impunidad que, en numerosas ocasiones, se ha prescindido de todo encubrimiento o disimulación, para obrar con la mayor desaprensión e impudicia. 1. — El copamiento de los gobiernos a) Cuando se entregan: En los casos de gobiernos dóciles, normalmente representantes de las oligarquías vernáculas, el imperialismo no tiene dificultades para su copamiento. Normalmente, es su servicio diplomático quien se encarga de hacerlo con la cooperación de todos los organismo internacionales orquestados desde hace mucho en la función imperialista, con agentes pagos y obedientes, extraídos de los propios horizontes oligárquicos o de personeros políticos y técnicos a su servicio. En estas condiciones, no cuesta mucho al imperialismo tomar posesión con intermediarios, 49 estrechamente vigilados y controlados por su servicio de informaciones y las numerosas instituciones controladas por la CIA (bibliotecas, empresas, bancos, agregados de embajadas, etc.), que actúan en el país no sólo con esa misión sino prácticamente con la de dirigir todo el sistema. Alcanzado el objetivo de apoderarse del poder y manejar se procede a la planificación correspondiente, no con los objetivos del país sino hacia los designios y finalidades fijadas por el imperialismo. A cambio de eso, USA asegura la estabilidad de su gobierno títere, mediante todo su apoyo político y toda su presión económica. Entre tanto la penetración continúa hasta copar los diferentes factores de poder, ayudada a veces por el propio gobierno y empleando todos los poderosos en manos del imperialismo, desde la acción publicitaria la intimidación o la violencia. Cuando un país ha sido sometido por este medio, no tiene salvación posible, por lo menos a corto plazo. Los pueblos son en realidad "los que reciben las bofetadas" acumulan presión y comienzan a producirse explosiones esporádicas, materializadas por las guerrillas o luchas irregulares. El caso de Sandino en Nicaragua, es un ejemplo que no tiene desperdicio. Como suele ocurrir en estos casos, este patriota se levanta en armas ante el intento de invasión de las fuerzas imperialistas. Después de larga lucha armada, triunfa su enemigo y libera a su Patria de tal amenaza. Todo el mérito de esta hazaña se debe principalmente a él y sus enemigos lo saben. Terminada la guerra se hace una comida en Managua a la cual concurre invitado especialmente Sandino. Termina la fiesta, festejando la paz alcanzada, Sandino abandona el local sin siquiera sospechar que haya podido ser traicionado, pero no tarda en ser detenido en la calle. Sus opresores lo entregan acto seguido, y de inmediato lo asesinan. Este hecho, conocido por toda América, no es ni el primero ni el único: Pancho Villa, no tuvo mejor suerte y murió asesinado en circunstancias un tanto misteriosas. Hace poco el doctor Ernesto Guevara no tuvo suerte diferente, porque a pesar de todo el teatro que se hizo, nadie duda que la mano asesina, porque él sobrevivió herido al combate, no es difícil de individualizar entre los gringos que merodeaban alrededor de su cadáver mientras se hacía la macabra y miserable exhibición. Es claro que, a cada uno de los héroes que se empeñaron en la defensa de su Patria, se les ha colgado el rótulo de moda: "comunista". Pero, es indudable que si el imperialismo es el culpable de semejante fechorías, realizadas con finalidad tan repugnante, no tiene sino la culpa de ello que se explica por sus incalificables designios, en cambio los nacionales de cada uno de los países que se prestan desde el Gobierno para que tales crímenes se cometan, cargan no sólo con la responsabilidad, sino también con el estigma más infamante para un ciudadano. 50 b) Cuando no se entregan: Cuando el Gobierno se resiste a la entrega que le impone el imperialismo, la operación se realiza en dos tiempos: el primero para "tumbar" ese gobierno: el segundo para colocar uno nuevo, digitado e impuesto por el propio imperialismo en coalición con las fuerzas "cipayas" que invariablemente operan adentro. A menudo las Fuerzas Armadas que, desgraciadamente en nuestros países suelen convertirse en guardias pretorianas del imperialismo, acciona en estos casos mediante el soborno de los jefes, a favor de las ventajas materiales que suelen exigir a sus nuevos amos. Esa es una verdad irrefutable porque la experiencia es abrumadora en el sentido de afirmarlo. Es precisamente por eso que a continuación citaremos feunos casos más conocidos de esta clase de subversiones militares que, invariablemente terminan en dictaduras militares o civiles, al servicio irrestricto de los “hermanitos del Norte”. La costumbre de "comprar los amigos" es la norma que a los imperialistas yanquis, que todavía no han asimilado aquello de que "Roma no paga traidores" con que, veinte siglos antes, otro imperialismo se lamentaba de la triste experiencia que arroja esta inmoralidad y que evidencia que los que proceden mal terminan por sucumbir víctimas de su propio mal procedimiento. Dicen que, cuando Napoleón Primero, en 1897, ingresa a París, después de vencer a los austriacos y conquistar Italia y el Piamonte, es recibido con grandes fiestas Versailles. El concurre a las mismas invariablemente acompañado por uno de los generales ayudantes, el que mantiene una apostura tan rigidamente militar que intriga a una francesita que un día se atreve a preguntarle: mi general, ¿cómo hace Ud. el amor? El general sin perder su apostura y con gran seriedad le contesta: —Señorita, yo no hago el amor, lo compro hecho—. Siempre he pensado que a los yanquis les pasa lo mismo que al general de Napoleón: ellos no hacen amistades las pretenden comprar hechas. Es claro que como el amor del general, comprado hecho, las amistades que los yanquis compran, tienen el signo fatal del deshonor. De las conspiraciones para voltear gobiernos, preparadas y dirigidas por el imperialismo, tenemos ejemplos para todos los gustos: porque pocos han sido los países de la América Ibérica que no hayan pasado, una o varias veces, por ese trance. EN BRASIL: El Presidente Getulio Vargas, depuesto dos veces por esta clase de conspiraciones armadas en el State Departament, porque nunca fue "santo de su devoción", como consecuencia de no haberse entregado y haber luchado siempre por la liberación de su Patria de las garras imperialistas. A Vargas le han seguido en la misma suerte y por las mis razones, los Presidentes Janio Quadros y Joao Goulart, hasta que, finalmente, el imperialismo encontró a su hombre: el "mariscal" Castello Branco que realmente parecía hecho medida para traicionar y que quedará 51 en la historia del Continente como el modelo más perfecto de "cipayismo". EN VENEZUELA: El Presidente Pérez Jiménez, fue victima de lo mismo: una conspiración militar, inspirada y ayudada por el imperialismo. Las causas: por no entregarse y haber cometido la "irreverencia" de aumentar los beneficios que correspondían a Venezuela en la explotación petrolífera de sus yacimientos. Es natural que sus sucesores fueron a la hechura del "mariscal" Castello Branco y desde entonces las relaciones con el imperialismo son excelentes, aunque Venezuela haya sido sacrificada moral y materialmente. EN COLOMBIA: El general Gustavo Rojas Pinillas siguió la misma suerte ante la consabida conspiración, inspirada en el mismo origen y con idéntica finalidad. En todos estos casos con la llegada de la férula imperialista ha llegado también la miseria popular y el desbarajuste integral de los países que son, en último análisis, los que pagan los platos rotos pero, es lo que menos interesa al imperialismo. EN ARGENTINA: Como en los casos antes citados, el Gobierno Justicialista fue víctima de la misma conspiración internacional, orquestada por el imperialismo coaligado con la oligarquía argentina, utilizando el soborno en los sectores de las fuerzas armadas proclives a la seducción por el dinero o utilizando la difamación, la diatriba y la calumnia para los que obedecen y se influencian más con una insidiosa propaganda. Cualesquiera sean las circunstancias, las consecuencias son las mismas: ante un Gobierno que no se entrega al neocolonialismo, se le prepara el consabido "solpe de estado", utilizando todos los medios y recursos necesarios. El caso argentino es solo "un botón más para muestra". Siguen a los anteriores, los casos de Perú, el Ecuador, Bolivia, Guatemala, República Dominicana, etc., que por razones de brevedad preferimos no comentar. En cada uno de ellos, en última síntesis, no se ha hecho sino confirmar la existencia del mencionado Plan: O entregar el país o tener que enfrentar el golpe de estado, para ser reemplazados por otro gobierno de tendencia colonialista. Sin embargo, no todo termina siempre en eso: los asesinatos suelen estar a la orden del día. El fin del Presidente Villarroel en Bolivia, del General Trujillo, el del Coronel Castillo Armas, el de los patriotas dominicanos, el fusilamiento del General Valle en la Argentina, junto con numerosos jefes, oficiales y suboficiales, como el de muchos más, cargan sobre la conciencia de los ejecutores, pero no cargan menos sobre la de instigadores. El caso de los hermanos Diem en Vietnam del Sur, se ha repetido con frecuencia en la América hispánica. Esto parece ser ya una técnica del imperialismo. Yo tengo suficiente experiencia al respecto porque he sido objeto de varios atentados, tanto en Panamá como en Venezuela, donde desde la Embajada Argentina por orden del Embajador (General Toranzo Montero), a la 52 usanza de los gangsters americanos, se colocó una bomba en mi automóvil, lo que ocasionó la declaración de "persona no grata" al Embajador y termino en la ruptura de relaciones, ante la tonta insistencia del gobierno gorila de Buenos Aires. 2. — El Copamiento de las Fuerzas Armada Normalmente esta operación se realiza con el pretexto de la Defensa Continental. Se procede primero al conveniente "ablandamiento", luego a la captación de los comandos, para terminar luego con un "lavado de cerebros", realizado mediante variados procedimientos. El caso de la Argentina es un ejemplo elocuente: antes de 1955, el imperialismo empeñado en provocar el golpe de estado que depusiera al Gobierno Justicialista, no ahorró contribución alguna que, en muchos casos, se convirtió en abundante dinero destinado al soborno de los "Jefes revolucionarios" que, en cierta medida, transformaron la conspiración en una verdadera "industria de la revolución". En este proceso ya se comenzó a dominar a los "comprometidos" que, habiendo aceptado dinero, no quedaron ya en condiciones de desobedecer, como generalmente ocurre en estos casos. La Marina estaba descontada porque, obedeciendo a los ingleses, jamás perteneció a la Argentina, mantuvo como en la actualidad una posición opuesta al Ejército, por depender de otra inspiración y comando. Esta fue la iniciación. Producida la "Revolución Libertadora" y ocupado el Gobierno, casi de inmediato, comenzaron las reuniones de presidentes, primero en Panamá, Costa Rica, etc., "para tratar asuntos de la Defensa Continental". Terminando este "trabajo" comenzaron ya las reuniones de los Comandantes en Jefe, los cursos de jefes y oficiales en los Estados Unidos, las visitas, las prebendas, los regalos, etc., que se aprovecharon para un verdadero "lavado de cerebro”. Así se fue operando un cambio fundamental, más que nada, por la designación de los comandos proclives a la entrega que fueron desarrollando en el Ejército una concepción muy distinta sobre la misión de las fuerzas armadas. La intensificación de este trabajo terminó con una misión militar yanqui, (asesores militares), que se instaló en el segundo piso del Ministerio de la Guerra, desde donde ha de haber "asesorado" también a los gobiernos militares o a los que se convirtieron en "gobiernos paralelos" que han venido actuando en la Casa Rosada desde 1955. También en el Vietnam del Sur, todo comenzó con los "asesores militares" que sin duda debieron tener participación en la rebelión de las fuerzas militares que depusieron y asesinaron a los hermanos Diem, para tomar luego el poder. Es así que los Estados Unidos, de incidente en incidente, han sido llevados a una guerra que les costará lágrimas de sangre. 53 La técnica empleada en la captación de las fuerzas armadas ha sido siempre la misma. Por ese medio U.S.A. ha conseguido, gratis, fuerzas de ocupación en los mismos países que ha deseado dominar. El caso argentino no difiere de lo ocurrido en el Vietnam del Sur, sino en los detalles de ejecución: revelaron a las fuerzas armadas, depusieron al Gobierno y asesinaron a sus gobernantes. Es que el imperialismo no perdona. A mí no me asesinaron, no porque les faltaran deseos o instrucciones, sino porque no pudieron. Actualmente, en nuestro país, la dictadura militar parece cumplir bien la misión que le han asignado. Si se le ocurriera proceder bien, tendría que enfrentar el mismo destino de los que lo intentaron antes. Es la consecuencia de contraer compromisos fuera de la conciencia. 3. — El Copamiento de los Sectores Económicos Ya al exponer los métodos de la “Penetración Imperialista” en el mundo hemos dado la suficiente explicación de sus procedimientos. Pero no estará de más referirnos particularmente a lo que sucede en América Latina a ese respecto. En nuestro continente se ha procedido de manera diferente de lo ocurrido en Europa. Mientras en este continente la penetración ha sido puramente económica en la mayor parte dé los países, en la América Hipana se ha tendido a un copamiento integral que, actualmente, está en ejecución. Ello no quiere decir que cuando en Europa han encontrado campo propicio, no se hayan empeñado en coparlo todo, como ha sucedido en varios países, en los cuales el Embajador U.S.A. es más bien una suerte de Virrey, como a menudo lo llama el Pueblo. Los trucos utilizados para la penetración económica de América Latina, sobre los que ya hemos hablado extensamente en los capítulos anteriores, intentan cubrir una realidad irrefutable: el hambre, la miseria y el dolor de los pueblos explotados, tanto por el capitalismo y las oligarquías vernáculas como por el Imperialismo. El subdesarrollo, producto de uno como de otros de los explotadores, sólo podría suprimirse mediante la liberación. Pero esa liberación, a esta altura los acontecimientos, sólo puede alcanzarse, por lo que venimos viendo, mediante una lucha cruenta, lo que se infiere no sólo de la contumacia de las fuerzas del mal, sino también del avance de la conquista y colonización en que está empeñado el imperialismo. El caso de Cuba debe ser suficientemente elocuente para el futuro de los que aspiren a alcanzar la Revolución salvadora. En el continente latinoamericano existe una protesta unánime contra los sistemas yanquis de explotación, disimulados por las "ayudas", la "inversión de capitales" y la "radicación de empresas": ¿por qué, entonces, los Estados Unidos, si como dicen todos los días, proceden de buena fe, no se enojan un día y dejan a todos nuestros países librados a su propia suerte? 54 Así ellos también podrían ocuparse mejor de los problemas que están comprometiendo su porvenir. La penetración económica imperialista, forma parte de un plan que no admite divisibilidades: lo económico forma parte integral de la penetración general indispensable para la conveniente presión en el tiempo y en espacio. Lo comprueba el hecho de que allí donde no ha podido emplear el argumento económico, ha debido recurrir a la fuerza, insidiosamente utilizada, pero incapaz de cubrir las apariencias que le condenan. Por eso, el arma de la presión económica, en los países proclives a la entrega, es la preferentemente empleada, máxime cuando desde los gobiernos se procede en complicidad con la penetración imperialista. Sería largo extendernos en la explicación de los métodos de acción y formas de ejecución empleados en las distintas ocasiones y circunstancias que, por otra parte, hemos expuesto largamente en los capítulos correspondientes. Sin embargo, no estará de más aclarar que, en lo que respecta a Hispanoamérica, la coerción económica no es lo más peligroso, si se tienen en cuenta los demás copamientos que venimos mencionando y que colocan a nuestros países en la indefensión más absoluta. El copamiento económico que en nuestra América avanza pavorosamente, con la toma de las fuentes de riqueza de todo orden, contribuye de una manera determinante al dominio que se desea llegar a ejercer. La integración económica sería sin duda una de las mejores defensas, pero persuadido de ello, el imperialismo impedirá por todos los medios su realización, ya sea impidiendo la constitución de la comunidad económica continental, como también realizándola a su servicio, como se ha intentado ya hace poco en Punta del Este. Todo lo anterior parece confirmar la necesidad de lanzarse cuanto antes a una lucha por la liberación, sin la cual no será posible ni poner a punto nuestras economías, ni realizar la integración continental para defendernos adecuadamente. 4. — Copamiento de las Organizaciones Sindicales No ha pasado inadvertida para el imperialismo la existencia en nuestro país de una organización sindical, tan importante por su cohesión y organización, que ha pasado a ser un “factor de poder” en la comunidad argentina. Por eso no desean dejar a este sector, tan importante, sin intentar por lo menos coparlo como han venido haciendo con todas las demás fuerzas. Este intento no es nuevo: desde 1947 han venido intentando la penetración por medio de sus propias organizaciones internas (C.LO. y A.F.L.) o los engendros internacionales como la O.R.I.T. o el C.LO.L.S. creados para enfrentar a la Federación Mundial de Trabajadores de Praga, de tendencia comunista. Hasta ahora habían tropezado con la impenetrabilidad de 55 nuestras organizaciones, conducidas por dirigentes honestos y capacitados. Buscando vencer ese obstáculo, en los últimos tiempos han puesto en marcha distintos organismos como el Banco Interamericano de Fomento, Banco Interamericano de Desarrollo, Agregado Obrero Norteamericano a la Embajada yanqui de Buenos Aires, distintos organismos de O.E.A., creados precisamente con designios desconocidos pero sospechosos y otros expedientes diversos. Por estos diversos medios y con métodos similares a los ya mencionados para el copamiento de las fuerzas armadas, se trata en la actualidad de conmover la organización sindical aprovechando a los dirigentes venales que mediante el consabido soborno puedan prestarse a la entrega de los trabajadores argentinos. Es indudable que, en el procedimiento que se sigue, existe un gran fondo de ingenuidad, producto de la ignorancia y del desconocimiento del medio en que pretenden actuar. Pueden algunos dirigentes sindicales ceder a la tentación, pero con ello, frente a una masa adoctrinada y politizada convenientemente, es probable que lo único que consigan sea la destrucción de esos dirigentes, con lo que le harán aún un bien a las organizaciones. Si hay algo en el país que el imperialismo no podrá copar jamás es su Pueblo, y dentro de él, a su Clase Trabajadora que tiene un claro concepto de la defensa de sus conveniencias. Dentro de las aspiraciones imperialistas de copamiento de los sectores sindicales, con el apoyo directo del Gobierno han creado unos cursos de "Capacitación para Dirigentes" propiciados por la O.E.A. que tienen la misión de realizar un lavado de cerebros" similar al que han realizado con los jefes y oficiales de las Fuerzas Armadas. De la misma manera, frente al éxito obtenido con los cursos de militares en Estados Unidos y visitas de oficiales, han recurrido al mismo procedimiento con los dirigentes sindicales, lo que demuestra que está en marcha una "Operación Dirigentes Sindicales" en la que entran muchas acciones coordinadas con designios inconfesables. Pero lo que resulta inexplicable para los que conocemos el Movimiento Obrero Argentino, es que haya dirigentes que, con la concreción yanqui de la creación de su Escuela de Formación de Dirigentes, hayan hecho desaparecer las antiguas Escuelas Sindicales que cada uno de los gremios tenía, como asimismo la Confederación General del Trabajo. Pero esto no debe preocuparnos mayormente porque la masa observa y vigila. Al final, cada uno tendrá su merecido. De la misma manera se ha formado en Buenos Aires un ambiente peligroso sobre las organizaciones importadas que, con distintos rótulos y diversos promotores, están atrayendo a dirigentes sindicales hacía otros fines que los específicos de su misión sindical. En ello se procura "agrandar" el predicamento de esos dirigentes en forma de poderlos utilizar más convenientemente aún en otras funciones más acordes con la necesidad de penetración imperialista. La constitución hace poco tiempo de la 56 "Asamblea del Comité de Acción para la Integración Latinoamericana" es un intento más de cuanto venimos diciendo. Si bien, el título no dice mucho, en cambio los asistentes a la mencionada asamblea evidencian con toda claridad de qué se trata. Frente a la insidia que se emplea, utilizando encubrimientos y simulaciones de los matices más variados, se ha llegado a la necesidad de desconfiar, de descontar siempre. Así son los métodos del imperialismo. Los dirigentes sanos, honestos y capaces, no pueden caer en semejantes trampas. Los venales que obran con "sobreentendimientos" no son nunca peligrosos, si la corrupción no se generaliza. Sin embargo, cuando como en el caso argentino, obra la circunstancia de la entrega del Gobierno y de las Fuerzas Armadas al imperialismo, es preciso que, sin pérdida de tiempo, todos los dirigentes sindicales se pongan a la defensa de sus organizaciones, impidiendo por todos los medios la provocación de los "dirigentes importantes" que todos los días sacan los pies del plato con diversos pretextos, persuadidos que en tales excrecencias está siempre oculta una venalidad inaceptable. No creo que, ni la presión gubernamental, ni las tentaciones imperialistas puedan conmover la solidez del Movimiento Sindical Argentino. Todo lo más que puede ocurrir es que algunos dirigentes se destruyan si delinquen contra la lealtad que deben a sus compañeros, que han de juzgarlos y sancionarlos ahora o cuando puedan hacerlo. De lo que podemos estar seguros a esta altura de los acontecimientos, es que un movimiento organizado no puede apoyar a un Gobierno que en todos sus actos demuestra que trata de destruirlo, y menos aún si como en el caso presente, se tiene la persuasión de que esta entregando el país al imperialismo. 5. — Copamiento de los Sectores Populares Este ha sido siempre un intento vano del imperialismo que, por antonomasia, resulta el anti-pueblo. Sin embargo no ceja en su empeño de lograrlo a través de los partidos políticos demo-liberales que, durante largo tiempo, o estuvieron engañados o se dejaron engañar. La llegada de la "hora de los pueblos" con el despertar de la evolución que conmueve al mundo ha quitado al imperialismo la posibilidad de aspirar siquiera al más insignificante resquicio por donde colarse. Descartadas las fuerzas políticas de la oligarquía que representan una minoría insignificante y los grupos que acompañan a la dictadura militar que no son mayores, podemos afirmar que el resto de la ciudadanía, que representa el 90% de la población argentina, no sólo es enemiga del imperialismo sino que también conoce sus intenciones y procedimientos que provocan su adversión instintiva. Los sectores industriales, como comerciales y de la producción, están también enfrentados, con la dictadura 57 militar en su mayoría, pero no lo están menos con el imperialismo, impulsados por una experiencia “en cuero propio” que no les deja duda al respecto. 6. — La Amenaza de la Fuerza El imperialismo, engolosinado con lo que ha conseguido en el dominio de los gobiernos y de las fuerzas armadas, que le ha permitido usar a éstas como fuerzas de ocupación en sus propios países, ha querido ir más allá mediante la creación de una "Fuerza Interamericana de Paz" que, en realidad de verdad, pudiera servir para ser utilizada para obligar por la violencia, en nombre de la O.E.A., (vale decir del imperialismo) a los países del Continente que anhelaran liberarse. Tendrían así, además de las fuerzas de ocupación gratis, un contingente de tropas para acciones punitivas, barato y a la mano. Dice el Doctor Don José María Velasco Ibarra ("Propósitos” del 16 de Febrero 1966): “La carta de la O.E.A. no prevé intervenciones de ninguna especie en la vida interna de los países americanos ni crea instituciones supranacionales. Esta Carta se propone tan sólo impedir la agresión bélica por parte de una nación americana o extracontinental contra otra nación americana; crea la cooperación activa contra la guerra internacional y en bien del desarrollo de los pueblos del Continente dentro del respeto absoluto a la autonomía de cada uno de ellos". Es precisamente por esto que el imperialismo viene, intentando la modificación de la Carta de la Organización de los Estados Americanos, y lo conseguirá si como hasta ahora cuenta con el apoyo de gobiernos cipayos, como el de la mentada "Revolución Argentina". Sigue el Doctor Velasco Ibarra: "La creación de una Fuerza Interamericana de Paz no sería sino una constante amenaza, contra los legítimos movimientos internos de los países latinoamericanos con el pretexto de impedir el comunismo en América Latina. El Presidente Kennedy en un discurso desgraciado del 20 de abril de 1961 ante la Sociedad Americana de Editores de Diarios sentó la teoría del nuevo imperialismo interventor con el pretexto de impedir el establecimiento del comunismo en los países latinoamericanos. La creación de la Fuerza Interamericana de Paz sería una reforma radical en el espíritu que inspiró la Carta de la O.E.A." "La última intervención en la República Dominicana, prosigue Velasco Ibarra, fue un escándalo vergonzoso e inmoral. Se habla del Mundo Libre y cristiano, y con pretextos innobles, el Fuerte, desafiando todas las instituciones positivas invade a la nación pequeña y termina por imponer la inestabilidad de sus caprichos." Todo esto es de sobra sabido y sufrido. Pero el imperialismo sigue adelante, sin que nadie se anime a pararle los pies, mientras él, con la 58 mayor desvergilenza insiste una y otra vez como si nadie sospechara de su artera y desdorosa intención. Es que, en tanto subsista la entrega, por la sumisión de los gobiernos que sufren nuestros países, nada constructivo en orden a la liberación podrá realizarse. Entre tanto, los pueblos siguen teniendo la palabra. 59 CAPÍTULO IV LA INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA El 11 de noviembre de 1953 siendo en ese entonces Presidente de la República, pronuncié un discurso en la Escuela Nacional de Guerra, que adoptó un carácter secreto. La discusión que rodeó dicho discurso estaba justificada por la importancia política y diplomática del mismo. Su texto completo fue editado por el Ministerio de Defensa Nacional en un folleto de 17 páginas en cuya tapa figura impresa la palabra "Reservado". Cada ejemplar editado fue numerado y registrado el nombre del destinatario. Un ejemplar del fascículo, probablemente merced a los buenos oficios de los servicios de información de Estados Unidos, logró ser conocido por algunos políticos opositores emigrados en Montevideo y difundido en esta capital bajo la forma mimeografiada, como "prueba" del "imperialismo argentino". Pero hasta hoy su texto era desconocido por el público. Lo damos a conocer por primera vez, a quince años de haberse pronunciado, por cuanto consideramos que mi situación actual, el fallecimiento del Gral. Ibáñez y del ex Presidente Vargas, permiten darlo a publicidad en calidad de documento histórico y como testimonio de un momento de la historia diplomática latinoamericana. "Señores: He aceptado con gran placer esta ocasión para disertar sobre las ideas fundamentales que han inspirado una nueva política internacional en la República Argentina. Es indudable que, por el cúmulo de tareas que yo tengo, podré presentar a ustedes una exposición académica sobre este tema, pero sí podré mantener una conversación en la que lo más fundamental y lo más decisivo de nuestras concepciones será expuesto con sencillez y con claridad. Las organizaciones humanas, a lo largo de todos los tiempos, han ido, indudablemente, creando sucesivos agrupamientos y reagrupamientos. Desde la familia troglodita hasta nuestros tiempos eso ha marcado un sinnúmero de agrupaciones a través de las familias, las tribus, las ciudades, las naciones y los grupos de naciones, y hay quien se aventura ya a decir que para el año 2000 las agrupaciones menores serán los continentes. Es indudable que la evolución histórica de la humanidad va afirmando este concepto cada día con mayores visos de realidad. Eso es todo cuanto podemos decir en lo que se refiere a la natural y fatal evolución de la humanidad. Si ese problema lo transportamos a nuestra América surge inmediatamente una apreciación impuesta por nuestras propias circunstancias y nuestra propia situación. Es indudable que el mundo, superpoblado y superindustrializado, presenta para el futuro un panorama que la humanidad todavía no ha conocido por lo 60 menos en una escala tan extraordinaria. Todos los problemas que hoy se ventilan en el mundo son, en su mayoría, producto de esta superpoblación y superindustrialización, sean problemas de carácter material o sean problemas de carácter espiritual. Es tal la influencia de la superproducción y es de tal magnitud la influencia de la técnica y de esa superproducción, que la humanidad, en todos sus problemas económicos, políticos y sociológicos, se encuentra profundamente influida por esas circunstancias. S1 ése es el futuro de la humanidad, es indudable que estos problemas irán progresando y produciendo nuevos y más difíciles problemas emergentes de las circunstancias enunciadas. Resulta también indiscutible que la lucha fundamental en un mundo superpoblado es por una cosa siempre primordial para la humanidad: la comida. Ese es el peor y el más difícil problema a resolver. El segundo problema que plantea la industrialización es la materia prima: valdría decir que en esté mundo que lucha por la comida y por la materia prima, el problema fundamental del futuro es un problema de base y fundamento económicos, y la lucha del futuro será cada vez más económica, en razón de una mayor superpoblación y de una mayor superindustrialización. En consecuencia, analizando nuestros problemas, podríamos decir que el futuro del mundo, el futuro de los pueblos y el futuro de las naciones estará extraordinariamente influido por la magnitud de las reservas que posean: reservas de alimentos y reservas de materias primas. Eso es una cosa tan evidente, tan natural y simple, que no necesitaríamos hacer uso ni de la estadística y menos aún de la dialéctica para convencer a nadie. Y ahora, viendo el problema práctica y objetivamente, pensamos cuáles son las zonas del mundo donde todavía existen las mayores reservas de estos dos elementos fundamentales de la vida humana: el alimento y la materia prima. Es indudable que nuestro continente, en especial Sudamérica, es la zona del mundo donde todavía, en razón de su falta de población y de su falta de explotación extractiva, está la mayor reserva de materia prima y alimentos del mundo. Esto nos indicaría que el porvenir es nuestro y que en la futura lucha nosotros marchamos con una extraordinaria ventaja a las demás zonas del mundo, que han agotado sus posibilidades de producción alimenticia y de provisión de materias primas o que son ineptas para la producción de estos dos elementos fundamentales de la vida. Si esto, señores, crea realmente el problema de la lucha, es indudable que en esa lucha llevamos nosotros una ventaja inicial, y que en el aseguramiento de un futuro promisorio tenemos halagileñas esperanzas de disfrutarlo en mayor medida que otros países del mundo. 61 Pero precisamente en estas circunstancias radica nuestro mayor peligro, porque es indudable que la humanidad ha demostrado -a lo largo de la historia de todos los tiempos— que cuando se ha carecido de alimentos o de elementos indispensables para la vida, como serían las materias primas y otros, se ha dispuesto de ellos quitándolos por las buenas o por las malas, vale decir, con habilidosas combinaciones o mediante la fuerza, quiere decir, en buen romance, que nosotros estamos amenazados a que un día los países superpoblados y superindustrializados, que no disponen de alimentos ni de materia prima, pero que tienen un extraordinario poder, jueguen ese poder para despojarnos de los elementos de que nosotros disponemos en demasía con relación a nuestra población y a nuestras necesidades. Ahí está el problema planteado en sus bases fundamentales, pero también las más objetivas y realistas. Si subsistiesen los pequeños y débiles países, en un futuro no lejano podríamos ser territorio de conquista como han sido miles y miles de territorios desde los fenicios hasta nuestros días. No sería una historia nueva la que se escribiría en estas latitudes; sería la historia que ha campeado en todos los tiempos, sobre todos los lugares de la tierra, de manera que ni siquiera llamaría mucho la atención. Es esa circunstancia la que ha inducido a nuestro gobierno a encarar de frente la posibilidad de una unión real y efectiva de nuestros países, para encarar una vida en común y para planear, también, una defensa en común. Si esas circunstancias no son suficientes, o ese hecho no es un factor que gravite decisivamente para nuestra unión, no creo que exista ninguna otra circunstancia importante para que la realicemos. Si cuanto he dicho no fuese real, o no fuese cierto, la unión de esta zona del mundo no tendría razón de ser, como no fuera una cuestión más o menos abstracta o idealista. Señores: es indudable que desde el primer momento nosotros pensamos en esto; analizamos las circunstancias y observamos que, desde 1810 hasta nuestros días, nunca han faltado distintos intentos para agrupar esta zona del Continente en una unión de distintos tipos. Los primeros surgieron en Chile, ya en los días iniciales de las revoluciones emancipadoras de la Argentina, de Chile, del Perú. Todos ellos fracasaron por distintas circunstancias. Es indudable que, de realizarse aquello en ese tiempo, hubiese sido una cosa extraordinaria. Desgraciadamente, no todos entendieron el problema, y cuando Chile propuso eso aquí en Buenos Aires, en los primeros días de la Revolución de Mayo Mariano Moreno fue el que se opuso a toda unión con Chile. Es decir, que estaba en el gobierno mismo, y en la gente prominente del gobierno, la idea de hacer fracasar esa unión, fracasó por culpa de la Junta de Buenos Aires. Hubo varios después que fracasaron también por diversas circunstancias. Pasó después el problema a ser propugnado desde Perú, y la acción de San 62 Martín también fracasó. Después fue Bolívar quien se hizo cargo de la lucha por una unidad continental, y sabemos también cómo fracasó. Se realizaron después el primero, el segundo y el tercer Congreso de México con la misma finalidad. Y debemos confesar que todo eso fracasó, mucho por culpa nuestra. Nosotros fuimos los que siempre más o menos nos mantuvimos un poco alejados, con un criterio un tanto aislacionista y egoísta. Llegamos a nuestros tiempos. Yo no querría pasar a la historia sin haber demostrado, por lo menos fehacientemente, que ponemos toda nuestra voluntad real, efectiva, leal y sincera para que esta unión pueda realizarse en el Continente. Pienso yo que el año 2000 nos va a sorprender o unidos o dominados; pienso también que es de gente inteligente no esperar que el año 2000 llegue a nosotros, sino hacer un poquito esfuerzo para llegar un poco antes del año 2000, y llegar un poco en mejores condiciones que aquella que nos podrá deparar el destino mientras nosotros seamos yunque que aguanta los golpes y no seamos alguna vez martillo; que también demos algún golpe por nuestra cuenta. Es por esa razón que ya en 1946, al hacer las primeras apreciaciones de carácter estratégico y político internacional, comenzamos a pensar en ese grave problema de nuestro tiempo. Quizá en la política internacional que nos interesa, es el más grave y el más trascendente; más trascendente quizá que lo que pueda ocurrir en la guerra mundial, que lo que pueda ocurrir en Europa, o lo que pueda ocurrir en el Asia o en el Extremo Oriente; porque éste es un problema nuestro, y los otros son problemas del mundo en el cual vivimos, pero que suficientemente alejados de nosotros. Creo también que en la solución de este grave y trascendente problema cuentan los pueblos más que los hombres y los gobiernos. Es por eso que, cuando hicimos las primeras apreciaciones, analizamos si esto podría realizarse a través de las cancillerías actuantes como en el siglo XVIII, en una buena comida, con lucidos discursos, pero que terminan al terminar la comida inoperantes e intrascendentes, como han sido todas las acciones de las cancillerías de esta parte del mundo desde hace casi un siglo hasta nuestros días; o si habría que actuar más efectivamente, influyendo no a los gobiernos, que aquí se cambian como se cambian las camisas, sino influyendo a los pueblos que son los permanentes, porque los hombres pasan y los gobiernos se suceden, pero los pueblos quedan. Hemos observado, por otra parte, que el éxito, quizá el único éxito extraordinario del comunismo, consiste en que ellos no trabajan con los gobiernos, sino con los pueblos, porque ellos están encaminados a una obra permanente y no a una obra circunstancial. Y si en el orden internacional quiere realizarse algo trascendente, hay que darle carácter permanente, porque mientras sea circunstancial, en el orden 63 de la política internacional no tendrá ninguna importancia. Por esa razón, y aprovechando las naturales inclinaciones de nuestra doctrina propia, comenzamos a trabajar sobre los pueblos, sin excitación, sin apresuramientos y, sobre todo, tratando de cuidar minuciosamente de desvirtuar toda posibilidad de que nos acusen de intervención en los asuntos internos de otros Estados. En 1946, cuando yo me hice cargo del gobierno, la política internacional argentina no tenía ninguna definición. No encontramos allí ningún plan de acción, como no existía tampoco en los ministerios militares ni siquiera una remota hipótesis sobre la cual los militares pudieran basar sus planes de operaciones. Tampoco en el Ministerio de Relaciones Exteriores, en todo su archivo, había un solo plan activo sobre la política internacional que seguía la República Argentina, ni siquiera sobre la orientación, por lo menos, que regía sus decisiones o designios. Vale decir que nosotros habíamos vivido, en política internacional, respondiendo a las medidas que tomaban los otros con referencia a nosotros, pero sin tener jamás una idea propia que nos pudiese conducir, por lo menos a lo largo de los tiempos, con una dirección uniforme y congruente. Nos dedicamos a tapar los agujeros que nos hacían las distintas medidas que tomasen los demás países. Nosotros no teníamos iniciativa. No es tan criticable el procedimiento, porque también suele ser una forma de proceder, quizá explicable, pues los pequeños países no pueden tener en el orden de la política internacional objetivos muy activos ni muy grandes; pero tienen que tener algún objetivo. Yo no digo que nos vamos a poner nosotros a establecer objetivos extracontinentales para imponer nuestra voluntad a los rusos, a los ingleses o a los norteamericanos; no, porque eso sería torpe. Vale decir que en esto, como se ha dicho y sostenido tantas veces, hay que tener la política de la fuerza, que se posee o la fuerza que se necesita para sustentar una política. Nosotros no podemos tener lo segundo y, en consecuencia, tenemos que reducirnos a aceptar lo primero, pero dentro de esa situación podemos tener nuestras ideas y luchar por ellas para que las cancillerías, que juegan al estilo del siglo XVIII, no nos estén dominando con sus sueños fantásticos de hegemonías, de mando y de dirección. Para ser país monitor —como sucede con todos los monitores— ha de ser necesario ponerse adelante para que los demás lo sigan. El problema es llegar cuanto antes a ganar la posición o la colocación y los demás van a seguir aunque no quieran. De manera que la hegemonía no se conquista. Por eso nuestra lucha no es, en el orden de la política internacional, por la hegemonía de nadie, como lo he dicho muchas veces, sino simplemente y llanamente la obtención de lo que conviene al país en primer término; en 64 segundo término, lo que conviene a la gran región que encuadra el país y, en tercer término, el resto del mundo, que ya está más lejano y a menor alcance de nuestras previsiones y de nuestras concepciones. Por eso, bien claramente entendido, como lo he hecho en toda circunstancia, para nosotros: primero la República Argentina, luego el Continente y después el mundo. En esa posición nos ha encontrado y nos encontrarán siempre, porque entendemos que la defensa propia está en nuestras manos; que la defensa diremos relativa, está en la zona continental que defendemos y en que vivimos, y que la absoluta es un sueño que todavía no ha alcanzado ningún hombre ni nación alguna de la tierra. Vivimos solamente en una seguridad relativa pensando, señores, en la idea fundamental de llegar a una unión en esta parte del Continente. Habíamos pensado que la lucha del futuro será económica; la historia nos demuestra que ningún país se ha impuesto en ese campo, ni en ninguna lucha, si no tiene en sí una completa, diremos, unidad económica. Los grandes imperios, las grandes naciones, han llegado desde los comienzos de la historia hasta nuestros días, a las grandes conquistas, a base de una unidad económica. Y yo analizo que si nosotros soñamos, con la grandeza —