Quien se fue a Sevilla perdió su silla DOT." e A $] El porqué de los Fo Ty Aver! aL SENTIDO, ORIGEN Y ANÉCDOTAS DE DICHOS, MODISMOS Y FRASES PROVERBIALES se[njuj seyonu 19u 3JƏA! 2B — nam «E E w Ae Dehito -N _- 3 B- | Ap == — >Lectulandia Hacérsele a uno la boca agua Lo mismo digo > Toca , «Culo de mal asiento», «Quien se va a Sevilla pierde su silla», «Tener guardadas las espaldas», «A palo seco», «Vete a la porra»? Cabe preguntarse no sólo qué significan, sino de dónde provienen y cuál es el uso correcto que debemos darle. Este libro nos permitirá repasar nuestro acervo cultural mientras disfrutamos de las anécdotas históricas a las que cada uno nos remite. www.lectulandia.com - Página 2 Lectulandia José María Iribarren El porqué de los dichos Sentido, origen y anécdotas de dichos, modismos y frases proverbiales ePub r1.0 Titivillus 07.04.17 www.lectulandia.com - Página 3 José María Iribarren, 1955 Editor digital: Titivillus ePub base r1.2 más libros en lectulandia.com www.lectulandia.com - Página 4 Nota del editor Gran parte de nuestro conocimiento de la literatura antigua depende del interés que el folclore y la sabiduría popular suscitaron en los eruditos decimonónicos. Ramón Menéndez Pidal fue nuestro más destacado representante de una corriente que recorrió pueblos y aldeas en busca de cantares, poemas, refranes, variantes... Gracias a su trabajo y el de sus discípulos localizamos las primeras muestras de lengua escrita, reconstruimos el nacimiento de la lírica, la épica o el romancero, y, en definitiva, conocimos mejor nuestra cultura tradicional. Con el empuje e interés típicos de esa escuela anterior, el abogado José María Iribarren (Tudela, 1906-1971) dedicó toda su vida a compaginar la labor profesional con la tarea de recopilar modismos, refranes y todo tipo de expresiones populares que llamaban su atención. La iniciativa del autor no se detenía en anotar la frase hecha: no bastaba con saber que A buena hora mangas verdes era una expresión muy extendida, porque ¿qué significaba? Y sobre todo, ¿de dónde provenía? Iribarren se situó en este punto en el nivel de cualquier hablante curioso e intentó colmar sus dudas: ¿por qué decimos que alguien es culo de mal asiento? Su respuesta es clara: «La expresión alude, no al trasero del hombre, sino al culo de las vasijas, que cuando no es plano, hace que aquellas bailen». Para construir estas aclaraciones nuestro autor manejó toda la bibliografía publicada (diccionarios, refraneros, artículos...), con la que, por cierto, mantuvo una postura crítica: «Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes [supone que Más vale casarse que abrasarse significa que] antes que sufrir es preferible tomar una resolución [...] Me extraña que el gran paremiólogo y folclorista gaditano, que era sacerdote, no explique el origen de esta expresión, que está en la Epístola de San Pablo a los Corintios (7, 9), donde el apóstol, después de recomendar a los cristianos que se casen para evitar la fornicación, añade, dirigiéndose a las personas solteras y viudas: “Mas si no tienen don de continencia, cásense. Pues más vale casarse que abrasarse” (en el infierno, por el pecado de lujuria)». Por esta vía, las expresiones se van aunando, fijando y explicando. Normalmente se definen e inmediatamente se amplían para dar cuenta de su origen, aun cuando este no esté claro: «suponen muchos que [Mantenerse en sus trece] tiene su origen en la terquedad con que el antipapa Pedro de Luna mantuvo su derecho al pontificado con el nombre de Benedicto XIII, durante el cisma de Occidente...». En otras ocasiones, normalmente cuando la expresión tiene valor anecdótico, la definición queda relegada a un segundo plano ante la descripción del caso que la ha originado: «Para ponderar la fealdad de alguien, suele decirse que es más feo que Picio, a quien, de feo que era, le dieron la unción con caña, por lo asustado que estaba el cura. [...] Picio fue un zapatero, natural de Alhendín, y que vivía en Granada en la primera mitad del siglo último. Fue condenado a la última pena; hallándose en capilla recibió la noticia del indulto, y le causó tal impresión, que se quedó a poco sin pelo, cejas, ni pestañas y con la cara tan www.lectulandia.com - Página 5 deforme y llena de tumores, que pasó a ser citado como modelo de fealdad más horrorosa». De la ingente suma de materiales recopilados por Iribarren nació en 1955 El porqué de los dichos. La obra se reeditó casi anualmente, en ocasiones de forma ampliada, lo que da fe de su buena acogida. Las reimpresiones, sin embargo, se detuvieron en 2000, año desde el cual la obra resulta prácticamente inasequible. La presente edición pretende colmar esa laguna y volver a acercar al lector esas frases y proverbios que seguimos utilizando y por los que seguimos sintiendo curiosidad. Respecto de su primera versión, sin embargo, la obra presenta aquí algunas particularidades. El porqué surgió de las prensas como un cúmulo de dichos seguidos agrupados en torno a seis secciones. Tres de estas, sin embargo, se alejaban del contenido primero del libro para exponer «expresiones afortunadas y frases históricas», disquisiciones en torno al «origen de algunas palabras», así como ciertas «curiosidades diversas». La edición que presentamos deja de lado esas tres secciones —en todo caso una mínima parte, suplementaria, del conjunto— para concentrarse en el meollo de la obra, esto es, aquel que se corresponde con el título iribarriano. Son sus dichos lo que aquí se ofrece y presenta de forma ordenada y actualizada. A este respecto, se ha organizado el conjunto siguiendo el orden alfabético, de tal modo que por primera vez aparece como un diccionario, de consulta fácil para cualquier lector. Asimismo, para acercar mejor el contenido a su destinatario actual, las notas que aparecían al pie se han incluido en su lugar correspondiente en el texto general y se ha procurado aclarar aquellas observaciones que hoy no resultan correctas. Esto hace referencia fundamentalmente a las entradas que según el autor no recogía el Diccionario de la Real Academia y que sí se encuentran en la edición puesta al día. Para evitar posibles confusiones de este tipo pero, a la vez, respetar escrupulosamente el texto original, se han actualizado estos casos ofreciendo la última definición entre paréntesis cuadrados. Al margen de todo ello cabe mencionar, la adecuación lógica del texto a la actual normativa ortográfica. Finalmente, la presente edición también pretende dar al lector una obra cercana y cuidada. De aquí surge la utilización de una tipografía agradable, una segunda tinta, un símbolo indicando dónde comienzan las ampliaciones de contenido en cada expresión, una imagen moderna para las letras iniciales y algunas ilustraciones a doble página. Todo ello contribuye a ofrecer al lector una versión moderna de El porqué de los dichos, volumen que, a nuestro modo de ver, no solo es un libro de consulta, sino de lectura amena. No resultaría cortés ni justo cerrar esta nota sin agradecer a Nuria Ochoa la ayuda prestada en la edición y a la familia Iribarren las facilidades concedidas para el tratamiento y recuperación de esta obra, muy especialmente a M.* Carmen Iribarren y a María Sanz, descendientes de ese autor orgulloso de decirse escritor, «y de haber recogido tantos casos y cosas que», según podemos comprobar hoy de nuevo «valía www.lectulandia.com - Página 6 la pena recoger». www.lectulandia.com - Página 7 A buen capellán, mejor sacristán [Se usa para tachar en alguien la falta de cumplimiento en su oficio]. El origen de este refrán se halla en un cuento de Juan de Timoneda publicado en su Sobremesa y alivio de caminantes (obra de la segunda mitad del siglo xv1). Æ El asunto del cuento es este: Comiendo en una aldea un capellán un palomino asado, le rogó un caminante que le dejase comer con él y que pagaría su parte. El capellán se negó a esta propuesta, y el caminante comía de su pan a secas. Cuando el capellán terminó con su palomino, le dijo el caminante: —Habéis de saber, reverendo, que vos al sabor y yo al olor, entrambos hemos comido del palomino, aunque no queráis. Respondió el capellán: —Si eso es así, vuestra parte quiero que paguéis del palomino. El otro que no y él que sí, pusieron por juez al sacristán, que estaba presente, el cual dijo al capellán que cuánto le había costado el palomino. Dijo que medio real. Mandó que sacase un cuartillo el caminante, y el mismo sacristán lo tomó, y sonándolo encima de la mesa, dijo: —Reverendo; teneos por pagado del sonido, así como él del olor ha comido. Dijo entonces el huésped a los dos: —A buen capellán, mejor sacristán. ¡A buena hora, mangas verdes! Se dice de todo lo que llega a destiempo, cuando ha pasado la oportunidad y resulta www.lectulandia.com - Página 8 inútil su auxilio. El origen de esta frase se debe a que en tiempo de los cuadrilleros de la Santa Hermandad, como casi nunca llegaban a tiempo para capturar a los malhechores, los delitos quedaban impunes. Æ Los cuadrilleros vestían un uniforme de mangas verdes y coleto. En una relación de la entrada de Felipe II en Toledo, el 26 de noviembre de 1559 (manuscrito que existe en la Biblioteca Nacional), se lee: «Salió primero la Santa Hermandad vieja desde cibdat... con treinta y dos vallesteros, todos vestidos de verde con sus monteras y sus vallestas y carcaxes y tiros». Vestidos de verde iban también los 32 ballesteros de la Santa Hermandad cuando entró en Toledo la reina Isabel de Valois, el 13 de febrero de 1560. (Datos de Rodríguez Marín en su Edición crítica del Quijote). La Santa Hermandad era, como se sabe, un tribunal con especial jurisdicción. Fue instituida en la Edad Media y regularizada en el reinado de los Reyes Católicos (1476). Sus miembros tenían como misión juzgar y castigar los delitos, particularmente los que se cometían fuera de las ciudades y los pueblos por los salteadores de caminos. Por eso tuvo tanto miedo Sancho Panza cuando su señor peleó con el gallardo vizcaíno, pues bien sabía «que la Santa Hermandad tiene que ver con los que pelean en el campo». Los soldados de la Santa Hermandad eran llamados cuadrilleros porque prestaban sus servicios (parecidos a los de nuestra Guardia Civil) en cuadrillas o grupos de cuatro hombres. Con el tiempo degeneró tanto esta milicia, que Cervantes puso en boca de don Quijote aquella célebre exclamación: «¿Cuadrilleros? ¡Ladrones en cuadrilla!». En cuanto al sentido de la frase que comentamos, obedece a la creencia de que los guardadores del orden suelen acudir tarde o a destiempo al lugar donde son necesarios. En nuestra zarzuela se hizo famoso el coro de los guardias valonas de El barberillo de Lavapiés: Los guardias valonas, fiel a su canción, siempre llegan tarde a la procesión. (En el segundo verso debió decirse «fieles» para ser fieles con la gramática). Igual sentido tiene la frase Nous arrivons toujours trop tard (siempre llegamos demasiado tarde), que procede del coro de los carabineros de Les Brigands (Los Bandidos), opereta de Offenbach con letra de Meilhac y Halévy. Dicha frase quedó proverbial en Francia para indicar el retraso con que en todas partes suelen acudir los mantenedores del orden cuando este se altera. Decía la canción: Nous sommes les carabiniers www.lectulandia.com - Página 9 la securité des foyers, mais, par un malhereux hasard, au secours des particuliers nous arrivons toujours trop tard. Los versos de El barberillo de Lavapiés constituyen una servil imitación de los de Meilhac y Halévy, según afirma Vicente Vega en su Diccionario de frases célebres (p. 596). A cada cerdo (o puerco) le llega su San Martín Es decir, a cada uno le llega el tiempo de pagar o satisfacer sus extravíos o faltas, para que se cumpla el otro proverbio: No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague. Æ Es frase alusiva a los cerdos, que después de haber estado viviendo todo el año www.lectulandia.com - Página 10 encenagados y en la holganza, cuidando sus dueños solo de cebarlos, llega la época de la matanza, y se acaba con ellos. Antiguamente decían: «A cada puerco le viene su San Martín», y así aparece en el Vocabulario de Correas. En el Quijote (cap. 62 de la 2.* parte) dice Cervantes, aludiendo al Quijote de Avellaneda: «Ya yo tengo noticias dese libro, dijo Don Quijote; y en verdad y en mi conciencia que pensé que ya estaba quemado y hecho polvos por impertinente; pero su San Martín se le llegará como a cada puerco...». Correas escribe que el refrán A cada puerco le viene su San Martín «castiga a los que piensan que no les ha de venir su día, y llegar al pagadero. Por San Martín se matan los puercos, y de esto se toma la semejanza, y conforma con el otro que dice: “No hay plazo que no llegue”». El San Martín a que alude el refrán es San Martín de Tours, cuya fiesta es el 11 de noviembre, época en que suele empezar la matanza del cerdo. ¡A carnicera por barba, y caiga el que caiga! Expresión con la que se moteja a los que solo tratan de satisfacer su gusto, pase lo que pase, y a los glotones que no tienen la voluntad suficiente para refrenar su apetito. Æ Tuvo su origen en una historieta de frailes, que en cada región la suponen ocurrida en determinado convento. El brigadier Romualdo Nogués («Un soldado viejo natural de Borja») la atribuye al convento de Veruela. Dice así en su libro Cuentos, dichos, anécdotas y modismos aragoneses (Madrid, 1881): «Cuéntase que la ración de carne que se daba diariamente a los monjes de Veruela era de tres libras (carniceras), y que al tratar el abad de disminuirla para evitar tantas apoplejías como estaban ocurriendo en la comunidad, se opuso esta a tan acertada disposición, prorrumpiendo unánime en la exclamación que ha pasado a proverbio». La libra carnicera es, según el Diccionario, «la de treinta y seis onzas que, para pesar carne y pescado, se usaba en varias provincias». O como expresan las primeras ediciones del Diccionario de la Academia, «la que consta de treinta y seis onzas, y en algunas partes de solas veinticuatro, según las onzas de la libra común, porque la carnicera pesa el doble de la ordinaria». También se dice ¡A perdiz por barba, y caiga el que caiga! www.lectulandia.com - Página 11 A cencerros tapados Irse a cencerros tapados significa irse secretamente y a escondidas. Y hacer una cosa a cencerros tapados, llevarla a cabo reservada, oculta o sigilosamente, procurando que nadie se entere. J Es metáfora tomada de los cencerros del ganado y bestias, que los tapan —con hierba generalmente— para que no hagan ruido. (Cejador, Tesoro. Silbantes, parte 1.*; Madrid, 1912, p. 167). Bastús, en La sabiduría de las naciones (2.* serie, p. 65), dice que esta locución «está tomada de los arrieros que, queriendo salir del mesón o del pueblo de noche o muy de mañana sin ser oídos, o teniendo que atravesar algún paso peligroso, y deseando no llamar la atención de la gente sospechosa, tapan los cencerros de sus caballerías, llenándolos de paja, hierba, o atando el badajo, para que no suenen, y salir de aquel compromiso sin ser percibidos. «Irse a cencerros tapados equivale a marcharse sin despedirse, sin avisar, hospite insalutato, como se decía en latín». Seijas Patiño, en su Comentario al «Cuento de cuentos» de Quevedo, escribe que a cencerros tapados significa «oculta y secretamente, porque nada más bullicioso ni atronador que los cencerros, y hay necesidad de taparlos en las recuas cuando conviene no ser sentidos o hay temor en el espanto de los animales». En la revista El Averiguador (Madrid, 1873, p. 63) se explica este modismo, «porque los pastores apagan con un tapón de hierba los cencerros de sus reses cuando las llevan a robar pasto». A diestro y siniestro Según el Diccionario, equivale a «sin tino, sin discreción ni miramiento». Æ Julio Cejador, en su Fraseología, o estilística castellana (tomo II, Madrid, 1923), al hablar del modismo: Llevarlo todo a diestro y siniestro, dice que «significa lo que uno atropella y destroza a todas manos con un garrote, espada o arma». Cejador aduce los siguientes textos antiguos: «Ciñen por la mañana la espada para cortar a diestro y siniestro por todo el día». «A diestro y siniestro has cortado, procediendo sin amor, sin temor». «Garrotazo de ciego, que sin saber lo que hace, da a diestro y siniestro». www.lectulandia.com - Página 12 A Dios rogando, y con el mazo dando [Refrán que hace referencia a quienes predican una cosa y hacen la contraria]. Æ El sevillano Juan de Mal Lara, en su Philosophia vulgar (1568), explica el significado y el origen de este refrán en la forma siguiente: «Obliga la razón (a que) cuando hubiéremos de hacer algo, pongamos luego delante la memoria del Señor, a quien debemos de pedir, y tras de esto la diligencia, no esperando milagros nuevos, ni quedándonos en una pereza inútil, con esperar la mano de Dios sin poner algo de nuestra parte, pensemos que se nos ha de venir hecho todo. »Dice la segunda parte del refrán: Con el mazo dando. Dicen que un carretero llevaba un carro cargado y que se le quebró en el camino por donde venía San Bernardo, a quien se llegó, por la fama de la santa vida que hacía, y rogóle que Dios por su intercesión le sanase el carro. El santo dicen que le dijo: “Yo lo rogaré a Dios, amigo, y tú entre tanto da con el mazo”. »Otros dicen —añade Mal Lara— que fue el dicho de un entallador (escultor), que había de hacer ciertos bultos (estatuas), y con (decir) “Dios quiera que se hagan”, no ponía la mano en ellos, hasta que le dijo su padre: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Donde bien será que en principio de toda obra os encomendéis a Dios, pero no encomendar la obra a Dios, (para) que él por milagro la haga». A donde fueres, haz como vieres Refrán muy usual que aconseja adaptarse cada cual al modo de ser y a las costumbres del país donde se halle. Æ Debe de provenir del refrán antiguo Cuando a Roma fueres, haz como vieres, el cual, a su vez, es una traducción en forma proverbial del verso vulgar latino Cum Romae fueris Romano vivito more. Esto último lo afirma Bastús en su Memorándum anual y perpetuo, tomo 2.°, p. 1.028. www.lectulandia.com - Página 13 A enemigo que huye, puente de plata Máxima militar que se atribuye al Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba. Æ Melchor de Santa Cruz, en su Floresta española de apotegmas, obra de 1574 (2.* parte, cap. 3.9), escribe: «El Gran Capitán decía que los capitanes o soldados, cuando no había guerra, eran como chimeneas en verano». Y añade, líneas después: «El mismo decía: al enemigo que huye, hacedle la puente de plata». Esta misma expresión aparece recogida por Cervantes en el Quijote (parte 2.*, cap. 58): «Al enemigo que huye, hacerle puente de plata». Y por Lope de Vega, en La estrella de Sevilla: ... que al enemigo se ha de hacer puente de plata. Otros autores citan la frase en esta forma: «Al enemigo, si vuelve la espalda, la puente de plata», donde se sobreentiende el verbo «hacerle». Adolfo de Castro, en su obra Estudios prácticos de buen decir y de arcanidades del habla española (Cádiz, 1880), afirma que la frase Al enemigo que huye, puente de plata es de un poeta árabe, según consigna Francisco Gurmendi en su libro Doctrina física y moral de príncipes (Madrid, 1615). El poeta árabe dijo: «Al enemigo se hacen puentes de plata», significando que se deben anteponer los medios de paz a los de guerra, y los de amistad a los de enemistad. Como se ve, la expresión fue cambiando de sentido hasta aludir en ella no al enemigo, sino al enemigo que huye o que rehúye el combate. A grandes males, grandes remedios [Alude a la necesidad de tomar decisiones extraordinarias cuando las situaciones son también extraordinarias]. J Este aforismo, hoy proverbial en nuestra lengua, procede del de Hipócrates: Ad extremos morbos, extrema remedia exquisite optima (aforismo 6.*, sección 1.*). www.lectulandia.com - Página 14 A huevo Según el Diccionario, a huevo es una locución adverbial con que se indica lo barato que se venden las cosas. A huevo se emplea también con los verbos estar, tener, etc., para designar lo que es fácil. Y así se dice: Esa carambola está a huevo. Tenía la pelota a huevo, etc. De designar lo que cuesta poco, el modismo pasó a designar lo que es muy fácil y hacedero. Æ Julio Casares, en su Introducción a la lexicografía moderna (Madrid, 1950), escribe (p. 239): «Estar a huevo (verbigracia, una carambola). Modismo para designar lo que es fácil, lo que cuesta poco. Hoy, que los huevos se venden por piezas y de dos pesetas en adelante, no podemos concebir que hubo un tiempo en que tenían un precio tan bajo que, así como lo muy costoso se compraba a precio de oro, lo que costaba poco o casi nada se decía que estaba a huevo». A la chita callando Hacer una cosa a la chita callando o a la chiticallando. Con mucho silencio. Con disimulo o en secreto. J La frase —dice Rodríguez Marín en Cantos populares españoles— debe de haberse originado del juego de las chitas. El mismo origen le atribuye Cejador en su Tesoro. Silbantes, primera parte, donde comenta: «Chita es la taba con que juegan los muchachos, y el palito, bolillo o hueso sobre el que se colocan monedas y se tira con tejos, desde cierta distancia, a tumbarlo, ganando el (tejo) que queda más cerca del dinero que cayó». A la tercera va la vencida El Diccionario dice que con esta expresión «se da a entender que a la tercera tentativa www.lectulandia.com - Página 15 se suele conseguir el fin deseado». Æ Antiguamente tenía otro significado. Cejador, comentando aquel pasaje de La Celestina donde Lucrecia dice: «¡Andar!, ya callan: a tres me parece que va la vencida», escribe: «A la tercera va la vencida, frase común, o, como trae Correas: La tercera buena e valedera (En tiros y caídas de lucha). Quiere decir que valga y sea vencimiento (el) de tercera caída». En el Diccionario de Esteban de Terreros, y en la palabra triario, aparece la siguiente explicación de este modismo: «En la milicia romana había los soldados llamados pilati o velites, armados a la ligera, y eran los del ínfimo pueblo y los bisoños, y estos iban en la fila primera; en la segunda iban los que llamaban piqueros, bastati, y excedían en valor y mérito a los primeros; y en la tercera fila iban los que llamaban triarios, y eran más valerosos, veteranos, y que sostenían a las dos filas precedentes, y de aquí vino el adagio de decir cuando se echaba el último esfuerzo: Ad triarios ventum est, que en castellano decimos: A las tres va la vencida o se echa el resto». Esta explicación no convence. La verdadera, a mi juicio, es la de Correas, quien, en otro lugar de su Vocabulario de refranes, escribe: «A la tercera va la vencida. Tomado de la lucha (cuerpo a cuerpo) que va a tres caídas, y de la sortija y justa, que va a tres carreras O lanzas el premio». A la vejez, viruelas Alberto Reyes, en su libro Quinientas frases célebres del lenguaje universal (Barcelona, 1944), dice que esta expresión es el «título de una obra de Bretón de los Herreros, y con ella se moteja a los que se enamoran tardíamente o a los viejos que hacen cosa que no responde a su edad. Se aplica también a lo tardío y fuera de sazón». El dicho es más antiguo de lo que supone este autor. J Lo cita el maestro Correas en su Vocabulario de refranes del primer tercio del siglo xvu (ed. de 1924, p. 25). En cambio, no aparece ni en el Refranero español, de Hernán Núñez (1555), ni en el Tesoro, de Covarrubias (1611). Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes (ed. de 1943), lo explica así: «Dícese algunas veces de todo aquello que, en general, llega tarde, y otras, concretándose a la edad madura, de los viejos alegres y enamorados, quienes, por razón de sus muchos abriles, parece que debían estar exentos de los ataques de Venus, como lo están, por lo regular, de las viruelas». www.lectulandia.com - Página 16 Como se ve, la expresión que comentamos se dice, generalmente, de los viejos que se enamoran tardíamente y de los llamados viejos verdes. A machamartillo Decimos que una cosa está hecha a machamartillo cuando es de mucha resistencia o aguante, por estar construida a conciencia. Creer a machamartillo es creer firmemente, con fe inquebrantable. Antes se decía a macho y martillo y a macha y martillo. Æ En la revista El Averiguador (tomo 3.*, Madrid, 1876, p. 111), leí una nota firmada por V. R., donde se explica así el origen de esta expresión: «Los herreros tienen un martillo grande que llaman el macho; este instrumento se emplea para forjar piezas grandes, y un oficial forzudo lo maneja sobre el hierro candente, mientras otro oficial más inteligente da vuelta a la pieza sujeta con las tenazas y con otro martillo más pequeño; y con la inteligencia del uno y la fuerza del otro, sale perfecta la pieza; y una vez terminada y perfecta se dice: Esto está hecho a macho y martillo. Y en todas las obras donde ha trabajado la inteligencia y la fuerza puede aplicarse: Está hecha a macho y martillo». Según Covarrubias, «decimos hecho a machamartillo la cosa que está hecha más con firmeza que con policía». Más adelante dice que «Los herreros llaman macho al banco sobre el que está fija la yunque pequeña, dicho así porque, para aderezar las limas se ponen en él como a caballo». Æ Correas, en su Vocabulario de refranes (parte 2.*), dice que a machamartillo significa «lo labrado firme y fuerte y bien hecho». A mi hijo, en Madrid Así dicen en la capital de España que puso un gallego la dirección de una carta destinada a un hijo suyo que residía en Madrid. Y añaden que la carta llegó a manos del destinatario, porque este se presentó en las oficinas de Correos y preguntó con la mayor naturalidad: «¿Tengo carta de mi padre?». Se la entregaron, comprendiendo que no podía ser otro que aquel el hijo a quien se refería el sobre. www.lectulandia.com - Página 17 En el mismo sentido de expresar el deseo de que llegue una carta o encargo a su destino en una población importante sin especificar claramente la dirección, decían en Castilla la Vieja y León: A mi hijo el bachiller, en Salamanca; y en Aragón: A mi hijo, en Huesca. Correas, en su Vocabulario de refranes, cita el sobrescrito A mi hijo Juan, en la Corte lo hallarán. Y consigna también el de A mi hijo, en Huesca, comentándolo así: «Es lugar que tienen Universidad, en Aragón, y allí lo usan como acá el de «A mi hijo el bachiller, en Salamanca»; también se dijo este sobrescrito vizcaíno: «A mi madre, mujer de mi padre, en mi lugar, Vizcaya», y fue verdad, enviada (la carta) desde Sevilla». ¡A mí, Prim!, 0 ¡A mí, plin! Expresión popular equivalente a las de «¡A mí, qué!», «¡A mí qué me importa!». Æ Acerca de su posible origen voy a extractar lo que cuenta Enrique Chicote en su libro Cuando Fernando VII gastaba paletó. Recuerdos y anécdotas del tiempo de la Nanita (Madrid, 1952). En la época en que Prim conspiraba contra el Gobierno, solían reunirse en el saloncillo del teatro del Príncipe unos cuantos prohombres —Bretón, Juan Nicasio Gallego, Patricio de la Escosura, Nocedal, Latorre, Romea, etc.— a hablar de arte y política y a «tirar de la oreja a Jorge». Una noche, cuando los concurrentes de la tertulia estaban engolfados en su partida, se presentó un caballero (con carrick inglés, tapabocas escocés, chistera gris y gafas verdes), que, golpeando la mesa con su bastón, dijo con voz enérgica: «¡En nombre de la Ley, daos presos!». Cuando los jugadores se pusieron en pie, alarmados, el caballero de la bufanda se descubrió el rostro. Todos corrieron a abrazarle. Era Prim, que venía huyendo de la policía. Había que salvarle como fuese. Juan Nicasio Gallego le ofreció su traje talar para que saliera disfrazado de sacerdote. Entonces, Nocedal le dio a Prim su gabán y su sombrero; se disfrazó de Prim con el carrick, la bufanda, las gafas y el sombrero, y abandonó el local. En la puerta de la calle del Lobo le detuvieron dos policías y lo llevaron a la inspección más próxima, donde se descubrió el error de los sabuesos, y donde Nocedal, que a la sazón era diputado, recibió toda clase de excusas por parte del inspector. «Al minuto de salir Nocedal apareció una bella dama que, excitada y nerviosa, solicitaba ver a don Juan Prim, detenido, según noticias, aquella madrugada. Guapa era la damita. www.lectulandia.com - Página 18 »Según un policía allí presente, era una conocida actriz, protegida de Narváez. »—Señora, lo sentimos mucho —dijo con retintín el jefe—, pero ese señor no está aquí detenido. »La hermosa, sin despedirse, salió como una tromba de la Inspección. A las pocas horas estaba ensayando una comedia del duque de Rivas en el escenario del teatro de la Cruz. En un rincón charlaba durante un descanso con una compañera, relatando su visita a la Inspección. La amiga, que sabía su blandura de corazón, le preguntó: »—Pero, en resumidas cuentas, ¿a ti quién te gusta? »—¿A mí? ¡A mí, Prim!». Y añade Chicote: «Tal vez este fue el origen de esa frase que ha llegado a nuestros días». Copio esto a título de curiosidad, porque es dudoso si la frase en cuestión es ¡A mí, Prim! o ¡A mí, plin! En la versión de Chicote, la expresión ¡A mí, Prim! tiene un sentido de interés y de afección, que es el contrario al sentido de indiferencia de ¡a mí qué se me da! o ¡a mí qué me importa!, característico de la frase que comentamos. Sin embargo, en tierras de Castilla y León, cuando alguien dice: ¡A mí, Prim!, suelen contestar: Pues a mí, Topete, detalle este que abona el origen histórico de la frase y su alusión al general que juntamente con el almirante Topete proclamó la revolución del 68. Después de escrito lo que antecede, en el libro de Mariano de Cavia titulado Limpia y fija (Madrid, 1922), y bajo el título ¡A mí, plin!, encontré la siguiente versión sobre el origen de la frase que comentamos (extractaré el relato): «En los días en que Prim estaba en el ápice de su popularidad, entraba por Recoletos, un domingo por la tarde, una real moza de servir, en la amartelada compañía de un ramplón, desmedrado y feísimo sorche. » Tres o cuatro sargentos, al cruzarse con la desigual pareja, se liaron a piropear a la bella moza: »—i¡ Vaya una jembra juncal! ¡Viva la gracia y viva el salero, y vivan sus papás de usté, y muera el mal gusto que usté tiene! Pero, gloria, ¿de dónde acá hacen los ángeles tan buenas migas con los demonios? »La sandunguera moza, lanzando dos miradas: una de sumo desdén a los sargentos guapos y otra de hondo cariño al feísimo sorche, dijo con altivo donaire: »—Pa mí..., ¡Prim! »Oyó la frase alguna gente, y de boca en boca se ha ido transformando (degenerando, mejor dicho) hasta caer en la rastrera locución con que ahora “ilustramos” y “decoramos” el lenguaje familiar, estropeándola en su primitivo y gracioso significado: el de manifestar nuestro amoroso interés por algo que incomprensiblemente zahieren los demás». El ¡Pa mí, Prim! de la barbiana «menegilda» quería decir: «Este que para vosotros es una birria de hombre, para mí es tan guapo, tan apuesto y tan valiente como el mismísimo general Prim». www.lectulandia.com - Página 19 Sea o no verdadera esta versión de Cavia, lo que resulta muy posible es que la frase de ¡A mí, Prim! se hubiese transformado, hasta quedar en el sentido de desdén con que se usa actualmente. El ¡A mí, Prim!, en el sentido de «A mí, qué!», «¡A mí qué se me da!», aparece en el libreto de la famosa zarzuela de López Silva y Fernández Shaw titulada La Revoltosa, estrenada en Madrid el año 1897. Uno de los personajes dice: ¡A mí, Prim! (frase que quedó desde entonces como «timo» de chulería), y otro le responde: «Y a mí, Frascuelo». Al año siguiente del estreno de La Revoltosa murió Frascuelo, y la noche en que llegó a Madrid la noticia de su muerte, el actor Carreras, creyendo irrespetuoso nombrar al célebre matador, al oír lo de: ¡A mí, Prim!, improvisó, ateniéndose al asonante: «¡Y a mí, su suegro!». A moro muerto, gran lanzada (o a toro muerto...) Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, incluye el de A toro muerto, gran lanzada, que se aplica «a aquellos valientes que se atreven a arrostrar todos los peligros cuando ya lo han hecho otros, pero no antes». Æ Sbarbi añade: «En lugar de toro, dícese también moro». El refrán de A toro muerto... lo vi empleado por Fernán Caballero en sus Cuentos populares andaluces, donde, en el capítulo titulado «Una paz hecha sin preliminares, sin conferencias y sin notas diplomáticas», pone en boca de un personaje el dicho de ¡A toro muerto, gran lanzada! Cabría plantear la duda de si el verdadero refrán alude al toro y no al moro, sobre todo teniendo en cuenta que antiguamente los toros eran muertos a lanza, que existía la suerte de las lanzadas (también llamada toreo a la suiza y palenque, que ejecutaban doce o más hombres puestos en filas y armados de lanzas), y que llamaban lanzada de a pie —según el Diccionario de autoridades— a «la que dan los toreros en las fiestas de toros; y se ejecuta abriendo un hoyo en el suelo, e hincando en él el cuento de una lanza muy gruesa, para que resista el golpe del toro, al cual espera (rodilla en tierra) al salir del toril, y al ir a embestir al hombre, le endereza (este) la lanzada y se clava en ella, atravesándose muchas veces desde la frente a la cola. Es suerte arriesgada». Sin embargo, el verdadero refrán, el primitivo y genuino, alude al moro. Así lo recogen Correas en su Vocabulario, Covarrubias en su Tesoro (quien lo explica diciendo que es «proverbio común en oprobio de los cobardes fanfarrones») y el www.lectulandia.com - Página 20 Diccionario de autoridades al consignar que A moro muerto gran lanzada es «refrán que se aplica por vilipendio y oprobio al que se jacta de su valor después de no haberse encontrado en peligro». Y en ninguna de estas tres obras se cita el de A toro muerto, que es variante introducida posteriormente, por homofonía de toro con moro. León Medina, en su erudito trabajo «Frases literarias afortunadas» (Revue Hispanique, tomo XX, París, 1909), afirma que el refrán A moro muerto, gran lanzada tiene tan rancio abolengo, «que ya se lee como antiquísimo retraher en el Juego trobado de Pinar, y en las coplas de Jerónimo de Artés (Cancionero de Castilla, tomo 2.°, pp. 89 y 173, ed. de los Bibliófilos)». Este Cancionero general de Hernando del Castillo fue impreso por primera vez en Valencia, en 1511. A palo seco Expresión figurada que se dice, según el Diccionario, de aquello que se ejecuta escuetamente, sin los complementos usuales. Es, también, expresión marinera. Según el Diccionario de autoridades, es «frase de los navegantes con que expresan el modo de navegar, recogidas del todo las velas, evitando que haga fuerza en ellas el viento cuando hay tormenta». A Penseque lo ahorcaron Indica el mal fin que espera a los confiados e imprevisores. También suele decirse A «Pensé que» lo gibaron; a «Por si acaso» no lo gibaron. Son varias las locuciones castellanas que expresan lo mismo, por ejemplo: En la confianza está el peligro. Más vale un por si acaso que un ¡quién pensara! Son necios los que, lamentando el mal éxito de un negocio, se disculpan de su torpeza con un pensé que... o un creí que... Y abundan mucho, como dice la copla: A Creíque y a Penseque los ahorcaron en Madrid; pero han debido dejar muchos hijos por ahí. www.lectulandia.com - Página 21 Æ Tirso de Molina escribió una comedia titulada El castigo del penseque, donde dice: ... Tú no sabes la descendencia y parientes del Penseque que en el mundo tantos mentecatos tiene. Por su parte, Quevedo escribió en El entrometido, la dueña y el soplón: «Está hirviendo ahí Penseque, aquel maldito que es discreto después, y advertido sin tiempo». Y Lope de Vega, en El Alcalde mayor, afirma: ... que Penseque fué legítimo [hijo] de Asneque. Un dicho popular confirma esto, al decir que Penseque, asneque y burreque, todos son hermanos. (Fermín Sacristán, Doctrinal de Juan del Pueblo, Madrid, 1907- 1912). A pie juntillas Según el Diccionario de autoridades de la Real Academia (Madrid, 1726-1739), es «frase adverbial que vale con los pies juntos; y así se dice: Saltó a pie juntillas». El Diccionario añade que en sentido figurado significa «firmemente». Æ Seijas Patiño, en su Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo, escribe acerca de esta locución: «A pie juntillas. Con los pies juntos, y por extensión se dice «creer una cosa a pie juntillas» por firmemente, con terquedad, a cierra ojos. Hay en nuestra lengua ejemplos varios de tales concordancias como la presente, formadas por el vulgo para significar juegos de muchachos, como el que denota la presente frase. Si de muchachos e indoctos nació la expresión, no es extraño que se dijera a pie juntillas, a ojos cegarritas y Otras». Cejador, en su Fraseología, o estilística castellana, explica que a pie juntillas «significa con toda firmeza y aseveración, y díjose propiamente a pie, y juntillas las piernas, postura propia del que se afirma y se arresta». Antiguamente se decía negar a pies juntos, y así aparece en la Comedia Eufrosina (3, 2): «Negar a pies juntos toda sospecha que os condena». El mismo Cejador, en otro lugar de su obra, afirma que el sentido recto de la www.lectulandia.com - Página 22 expresión que comentamos alude a saltar: saltar a pie juntillas (con los pies juntos). Coincide con Seijas Patiño en que se trata de una frase sin concordancia gramatical, como la de a ojos vistas. A posta. Por la posta A posta (o aposta) significa «adrede», y esta locuación adverbial es metáfora del tener prevenidas las postas o caballos para el correo. Por la posta equivale a «corriendo la posta». Æ Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana (1611), explica que postas son «los caballos que de público están en los caminos cosarios para correr en ellos y caminar con presteza... Los cosarios que las corren se llaman correos; los que guían con ellas, postillones». Y según el Diccionario, posta es el «conjunto de caballerías apostadas a distancia a dos o tres leguas, para que, mudando los tiros, se haga el viaje con más rapidez. Lo utilizaban principalmente los correos». Caminar por la posta significó antiguamente «estar enfermo de muerte» (caminar rápidamente hacia su fin). Quevedo escribe en una de sus Jácaras: Díjole el médico: hermano, vos camináis por la posta. Caminar por la posta significa, pues, propiamente, marchar por el camino más corto y rápido, que era el que usaba el correo. A quien Dios quiere perder... Suele citarse solo esta parte de la sentencia, como dando por sabido su final. La sentencia dice: A quien Dios quiere perder, le quita antes el seso. Y en latín: Quos vult perdere Jupiter, dementat prius. Procede de una de las tragedias de Eurípides que no ha llegado hasta nosotros. Algunos atribuyeron la frase a Horacio, pero hoy está completamente desechada esta atribución. Variante de esta sentencia es la del poeta Publio Ciro: Stultum facit Fortuna quem www.lectulandia.com - Página 23 vult perdere («La fortuna hace necios a los que quiere perder»). A quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga Bastús (Memorándum, tomo 1.°, p. 809) dice que «este refrán antiguo español expresa la conformidad que debemos tener con la voluntad del Señor, resignándonos a la manera como su providencia reparte los bienes entre los hombres. Se corresponde con el adagio latino Quod cuique obtigit, id quisque teneat. Æ Según el Diccionario de modismos de Ramón Caballero, «indica que no sentimos cierta predilección por nadie y a todos miramos de la misma manera». Y según Sbarbi —Gran diccionario de refranes—, «explica la disposición que tiene uno a conformarse con la Providencia en el buen o mal éxito de sus pretensiones o deseos». Juan de Mal Lara, en su Philosophia vulgar (1568), cita la frase A quien Dios se la dio, San Pedro se la bendiga, y la explica en la forma siguiente: «La voluntad de nuestro Dios en la tierra fue que lo que San Pedro, o sucesor suyo, atase en la Tierra, fuese atado en el Cielo, y así lo que soltase y perdonase. Y lo mismo se entiende que sería la voluntad de San Pedro, hecho el argumento al revés, del Cielo a la Tierra, pues a quien Dios hace merced espiritual, razón es que San Pedro la dé por buena». Y añade, tratando de buscar el origen del dicho: «Parece haber nacido de uno que llevó un beneficio patrimonial por suficiencia, y se le dijo al colar de aquella prebenda (al conferirle el beneficio eclesiástico): A quien Dios se la dio, y diríase a todas las mercedes que hace Dios, que se tengan así acá, y nadie las ose mudar». A río revuelto, ganancia de pescadores A río revuelto, es modismo que significa, según el Diccionario, «en la confusión y desorden». Y A río revuelto, ganancia de pescadores es proverbio que alude a los que medran aprovechando las revueltas y trastornos. Æ Antiguamente se decía A río vuelto, ganancia de pescadores, y así aparece en el Vocabulario de refranes, de Correas. www.lectulandia.com - Página 24 Fúndase esta locución —escribe Bastús— en que la experiencia demuestra que los pescadores cogen mucho más pescado en el agua turbia que en la clara, tal vez porque cuando el agua está turbia los peces no ven los peligros que corren y caen más fácilmente en ellos. De aquí nació el otro modismo: Pescar en agua turbia, como sinónimo de hacer su negocio y aprovecharse de un desorden que tal vez se ha promovido con dicho fin. Los griegos decían en el mismo sentido: Enturbiar el agua del lado para pescar anguilas, modismo que Aristófanes aplica al mal ciudadano que provoca desórdenes a fin de enriquecerse a expensas del público. A Roma por todo Frase con la que se significa la resolución firme de emprender una cosa, sin retroceder ante los peligros o ante el temor de las consecuencias. Æ Bastús, en La sabiduría de las naciones (serie 1.*, p. 147), trata de explicar esta expresión, diciendo: «Como la autoridad del Padre Santo es ilimitada para la absolución de las faltas y pecados, a sus venerables pies iban a postrarse un día los fieles, con más frecuencia que ahora, al tener que implorar su perdón, emprendiendo al efecto una peregrinación a Roma. De ahí el modismo de enviar A Roma por todo». Esta explicación no convence. Quien da la verdadera es Correas, cuando escribe en su Vocabulario (p. 22): «A Roma por todo. Dícelo el que hizo algún delito en que hubo descomunión, y se resuelve de hacer más (delitos) para irse a absolver de todo junto; y aplícase a otras cosas semejantes». En otro lugar de su obra vuelve a citar el dicho, como propio de «el que se resuelve a un hecho o culpa tras otra» (p. 508). En relación con el anterior, existe el dicho: A Roma se va por todo; pero por narices no, que, además de motejar de chata a una persona, indica que en la corte romana se alcanzan muchos privilegios que en vano se buscarían en otra parte. Una coplilla popular dice: Chato, no tienes narices porque Dios no te las dio; «a Roma se va por todo, pero por narices no». El dicho A Roma por todo es muy antiguo. Se encuentra ya en la colección de refranes del marqués de Santillana, y suministran pruebas del mismo la historia coetánea y especialmente las crónicas de Alonso de Palencia. www.lectulandia.com - Página 25 Aparece en el Quijote, usado por la mujer de Sancho Panza, en su carta del capítulo 53 de la 2.* parte. A Segura lo llevan preso [Dicho que alude a la prisión jienense de Segura de la Sierra]. Æ Sbarbi, en su Diccionario de refranes, incluye el dicho A Segura llevan preso, según el cual «es conveniente asegurarse del resultado de una cosa antes de hacerla», para que a uno no le ocurra lo que a Segura. Sbarbi cree que se trata de un personaje llamado Segura, a quien apresaron, no se sabe si justa o injustamente. Luis Montoto, en su obra Personajes, personas y personillas que corren por las tierras de ambas Castillas, supone también que el aludido en el dicho es un hombre. Dice Montoto: «A Segura llevan preso. ¿Díjose, en un principio, a Seguro en vez de a Segura? Sea lo que fuere, la verdad es que la frase advierte que en la vida toda previsión es poca; porque nadie puede estar seguro contra las fuerzas naturales o la malicia de los hombres». No obstante las anteriores opiniones, parece averiguado que la frase A Segura lo llevan preso no alude a ningún hombre, sino a los tiempos en que el impresionante castillo de Segura de la Sierra (Jaén) sirvió de dura prisión en la que eran encerrados los peores delincuentes. El castillo de Segura, que fue alcázar regio durante un efímero y fulgurante reino de Taifa, figuraba entre los doce o catorce principales castillos de España en el mapa trazado en 1375 para el rey de Francia Carlos V, y fue incendiado por las tropas francesas en la guerra de la Independencia. En el año 1964 se trató de restaurarlo. El escritor segureño don Genaro Navarro, autor de un libro sobre Segura de la Sierra, afirma que el dicho en cuestión alude al castillo de su pueblo. (ABC de 24 de mayo de 1964). A todo trapo Hacer una cosa a todo trapo significa, según el Diccionario, «con diligencia y actividad». Y también «con eficacia, energía, entusiasmo, etc.». Es modismo de origen marinero. Llaman los marineros navegar a todo trapo, a www.lectulandia.com - Página 26 toda vela, cuando sueltan todas las velas al viento, para comunicar mayor empuje a la embarcación. Algunas gentes emplean mal el modismo y dicen que una persona «se echó a llorar a todo trapo», creyendo que trapo puede aludir al pañuelo. Trapo, según el Diccionario de la Academia, es «el velamen de un navío». A todos llega su San Fernando El significado de este proverbio es similar al de A cada cerdo le llega su San Martín. Æ El 10 de agosto del año 997, Almanzor entró en Santiago de Compostela, y saqueó la basílica del Apóstol, obligando, para más escarnio, a los cautivos cristianos a llevar a hombros varias campanas de aquel venerado templo a Córdoba, donde fueron colocadas con la boca hacia arriba para servir de lámparas en la gran mezquita mahometana. Y allí estuvieron hasta que, reconquistada aquella ciudad el 29 de junio de 1236 por Fernando III el Santo, hizo este restituir, a hombros de cautivos moros, aquellas mismas campanas a la basílica de Santiago. Rasgo de justicia que dio origen al dicho: A todos llega su San Fernando. A Almanzor le llegó el suyo casi dos siglos antes de que San Fernando naciese. Porque en la batalla de Calatañazor (Soria), dada en los primeros días de agosto del año 1002, recibió tan graves heridas que a consecuencia de ellas murió en Medina- Selim (Medinaceli). A tontas y a locas Con desorden, sin concierto. Suele referirse al hablar. Esta expresión aparece en el Quijote, en los «Versos preliminares»: Que el que saca a luz pape- para entretener donce- escribe a tontas y a lo- Comentando esto, Rodríguez Marín (tomo 1.°, p. 34) escribe: «A tontas y a locas significa desbaratadamente, sin orden ni concierto; pero aquí Cervantes, jugando del vocablo, emplea esta frase no como adverbial, sino a lo que llanamente suena su letra, www.lectulandia.com - Página 27 llamando tontas y locas a las doncellitas que se entretenían con ciertas lecturas». Y añade el citado comentarista: «Lo mismo que Cervantes, hizo Gaspar Lucas Hidalgo en el capítulo 4.” del último de sus Diálogos de apacible entretenimiento, que salieron a luz un año después que la primera parte del Quijote, y en donde cuenta doña Petronila: “Encomendáronle un sermón a cierto predicador para un monasterio de monjas, y encomendáronselo muy tarde, que casi no tuvo lugar de estudiarle; y cuando subió al púlpito, les entró diciendo con algún enfado a las señoras monjas: “Otra vez avisen con tiempo a los predicadores, y no nos hagan venir aquí a predicar a tontas y a locas””. E igualmente en el sermón del doctor Sumo Campo, de Granada, insertó en El perro y la calentura (obras de Pedro Espinosa, 1909, p. 176): “... que soy mátalas callando si espántalas hablando; y así, señoras madres, decirlo tengo, aunque sea a tontas y a locas”». En el Quijote (parte 2.*, cap. 45) aparece una frase parecida: «Y no lo dijo a tonto ni a sordo, porque luego partió como un rayo y fue a lo que se le mandaba». Y en el capítulo 6.” de la 1.* parte: «No se dijo a tonta ni a sorda». Santa Teresa escribía a bobas, según leí en el libro de Martín Alonso Ciencia del lenguaje y arte del estilo (Aguilar, Madrid, 1947). Correas, en su Vocabulario de refranes, consigna las frases «A tontas y a locas y a tontas y a bobas: Hacer algo necia y simplemente, sin prevenir». En el libro de Asenjo y Torres del Álamo titulado Mil y una anécdotas (Madrid, 1940, p. 20) se atribuye el chiste de la frase que comentamos a Benavente, quien, habiendo sido invitado a pronunciar una conferencia en el Club Femenino, replicó: «Tengo poco tiempo para prepararme, y no quiero hablar a tontas y a locas». Vicente Vega, en su Diccionario de frases célebres (pp. 75-76), aclara que el casino de señoras que invitó a Benavente a pronunciar una conferencia fue el Lyceum Club, fundado en 1926, y cuyo domicilio social estaba en la calle de San Marcos, de Madrid. «Insistían las señoras con su pesadez característica, y como don Jacinto alegase el mucho trabajo que a la sazón le ocupaba y no tener nada preparado para una conferencia de aquella índole, cierta dama de las peticionarias arguyó: “¡Si no necesita preparar absolutamente nada! Va usted una tarde, nos dice unas cuantas cosas, las que a usted se le ocurran en el momento, y todas encantadas”. A lo que rápidamente contestó don Jacinto: “No, no; a mí no me gusta hablar a tontas y a locas...”». A troche y moche www.lectulandia.com - Página 28 O a trochemoche, locución adverbial que significa, según el Diccionario, «de modo absurdo o irreflexivo». En las primeras ediciones del Diccionario de la Academia, a trochemoche tiene el significado de «disparatada e inconsideradamente». Æ Covarrubias, en su Tesoro, escribe: «Trochemoche. Este término se usa para reñir a uno, cuando sin orden y sin concierto dice o hace alguna cosa desbaratada; y está tomada la metáfora del que yendo a cortar leña al monte, no atendiendo a las leyes de la corta, desmocha las encinas sin dejar guía y pendón, y lo demás que se manda, y aún no contento con esto, corta la encina por el pie, que aquello llama trochar, esto es, tronchar, y el mochar, desmochar, de donde vino el modo de hablar a trochemoche». Por su parte, Correas, en su Vocabulario de refranes, dice: «A trochi mochi; hacer a trochi mochi (por hacer la cosa mal y sin atención)». Quevedo, en la dedicatoria de Los sueños, escribe: «... me he determinado a escribille a trochemoche y a dedicarle a tontas y a locas, y suceda lo que sucediere». Y Cejador comenta el trochimochi en esta forma: «La frase, en su sentido propio, la oí a unos chalanes, caminando por una vereda entre dos cortijos de Córdoba. Preguntámosles que cómo habían llegado tan presto de donde decían que venían: “Hemos venido a “trochimochi””. Esto es, por trochas y atajos. El mochi se añadió al trochi poniendo mo por tro, como en tus ni mus, cháncharras máncharras, oxte ni moxte». (Quevedo, Los sueños, 3.* ed., edición y notas de Julio Cejador y Frauca, Clásicos Castellanos, Madrid, 1931). La explicación de Cejador no se acomoda en absoluto al significado del modismo que comentamos, porque el ganar tiempo yendo por el atajo no es nada absurdo, ni disparatado, ni inconsiderado, sino todo lo contrario. A Zaragoza o al charco Frase con la que suelen burlarse de la tozudez de los aragoneses. Æ El brigadier don Romualdo Nogués, con la firma de «Un soldado viejo, natural de Borja», publicó lo siguiente en El Averiguador Universal, n.° 75 (Madrid, 15 de febrero de 1882): «Para probar la tenacidad aragonesa, han inventado el siguiente cuento: »San Pedro, que viajaba con Jesucristo, preguntó a un aragonés: »—¿Adónde vas? »Respondióle: »—A Zaragoza. www.lectulandia.com - Página 29 »—Hombre, si Dios quiere. »—Que quiera o no, voy a Zaragoza —añadió el habitante de las orillas del Ebro. »Jesucristo convirtió al aragonés en rana, y lo echó a un charco. »Pasaron muchos siglos: Jesucristo volvió al aragonés a su primitiva forma, y al preguntarle otra vez el apóstol: “¿Adónde vas?”, contestó sin vacilar: »—A Zaragoza o al charco». Pascual Millán, en su libro Caireles de oro. Toros e historia (Madrid, 1899, p. 155), ofrece una versión más ampliada del origen del dicho. Dice así: «Cuéntase que, harto Dios de las perrerías de los hombres, mandó a San Pedro que se diera una vueltecita por la tierra y tratara de meter en cintura a los pícaros mortales. »Cumplió San Pedro el mandato recibido y cayó por muy cerquita de la capital aragonesa. Allá encontró a un baturro, a quien después de saludar atentamente, le pregunta: »—¿Adónde vais, mi amigo? »—A Zaragoza —respondió secamente el aragonés. »—Si Dios quiere —le arguyó San Pedro. »—¡Otra que rediez! —dijo insistiendo el baturro—; que quiá que no quiá, a Zaragoza. »Malhumorado el pescador, y con las plenas atribuciones que de Dios tenía, convirtió al aragonés en rana y lo arrojó violentamente a un charco vecino. Y allí lo tuvo algunos años, obligándole a sufrir las inclemencias del tiempo, las pedradas de los chicuelos y otras mil calamidades que fácilmente se imaginará el lector. » Cuando, terminada su misión, el apóstol se disponía a subir a los cielos, volvió al camino de Zaragoza, dio al baturro su primitivo ser y estado, aunque dejándole la conciencia de lo sufrido, y otra vez le dirigió la pregunta de marras: »—¿Adónde vais, mi amigo? »—Ya lo sabes, a Zaragoza —dijo firmemente, más firmemente que la vez primera, el interpelado. »—Si Dios quiere, hombre, si Dios quiere —insistió San Pedro dulcemente. »—Qué Dios ni qué... suplicaciones; ya te lo hi dicho: “A Zaragoza u al charco”. » Y viendo el apóstol que era inútil dominar aquel carácter, dejó al zaragozano seguir tranquilamente su camino». Acabará como el rosario de la aurora A farolazos. www.lectulandia.com - Página 30 La frase alude a la procesión de la Cofradía del Rosario, que recorre las calles cantándolo al asomar la aurora. Æ En Andalucía dicen: Acabará como el rosario de Espera, pueblo de la provincia de Cádiz, diócesis de Sevilla, en donde suponen que acaeció la escena de los farolazos. Es muy posible que el final de los farozalos ocurriese en otros pueblos, si tenemos en Cuenta que a la hora de salir el rosario solían andar las rondas de mozos pendencieros por las calles, y que hasta fecha reciente eran frecuentes las colisiones por motivos políticos o religiosos. Acosado por los ingleses. Tener uno muchos ingleses Expresiones que equivalen a «verse acosado por acreedores» y «tener uno muchas deudas». Ingleses, en sentido familiar, es sinónimo de acreedores. Æ Bastús, en La sabiduría de las naciones (1.* serie, p. 114), dice que estos modismos, usados en varias regiones de España, son de origen francés. «El nombre inglés tomado en este sentido (en el de acreedor), fue introducido en Francia, según la opinión de Borel, cuando ocupando los ingleses la mayor parte de aquella nación, se apoderaron de todo el dinero del país, prestando cantidades a los mismos franceses bajo condiciones las más onerosas y usurarias, portándose como unos verdaderos judíos con sus desgraciados deudores. »Otros etimologistas opinan que se introdujo en Francia el uso del modismo Perseguido por los ingleses con motivo de los impuestos extraordinarios establecidos para el rescate del rey Juan, prisionero en Londres. »Pasquier le hace derivar de las apremiantes reclamaciones de los ingleses, los cuales pretendían que este rescate, fijado en tres millones de escudos de oro por el tratado de Bretigny, no había sido enteramente satisfecho». ¡Adelante con los faroles! Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes (p. 399), cita el modismo ¡Adelante con los faroles, que atrás vienen los cargadores! y dice: «Manifiesta que se está www.lectulandia.com - Página 31 resuelto a animar a otro a continuar o perseverar a todo trance en lo ya comenzado, particularmente cuando es una empresa muy arriesgada o que no parece posible llevarla a cabo». Æ No he visto explicado el origen de este modismo, que parece aludir a alguna procesión que encontró obstáculo en su recorrido. «¿Nació con ocasión del Rosario de Espera o del de la Aurora?», se pregunta Montoto en Un paquete de cartas. (Véase Acabará como el rosario de la Aurora). Expresión de contrariedad que suele decirse cuando ocurre un estropicio o cualquier suceso desagradable. La frase completa es: ¡Adiós, Madrid, que te quedas sin gente! Algunos añaden (Y se iba un zapatero de viejo). Suele emplearse cuando se despide alguna persona sin importancia, sobre todo si esta presume de lo contrario. Los valencianos expresan la misma idea, diciendo: «Adéu, Madrid, que et aquedes sense gent, dixia un sabater». También suele decirse: ¡Adiós, Toledo, que te vas despoblando! (Y se iba un sastre). Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, consigna el dicho de Adiós, Benavente, que se parte el Conde (Y salía un cocinero). Correas lo comenta así: «Parecíale (al cocinero) que quedaba yermo el lugar, como cuando sale el conde con su gran casa, que hace mengua». Adivina quién te dio Dicho que se emplea para indicar que no es fácil averiguar quién es el autor de un hecho cualquiera. La frase que comentamos es el título de un antiquísimo juego que consistía en vendar los ojos a uno y colocarle en medio de un corro, y dándole con la mano un golpe en la espalda, le decía el que le había pegado u otro de los jugadores: Adivina quién te dio, y si lo acertaba, quedaba libre, entrando en su lugar el que le dio el golpe. Æ Según Correas, en su Vocabulario de refranes, «dícese en un juego que está www.lectulandia.com - Página 32 uno tapados los ojos y la mano extendida, los dedos arriba, la palma afuera, y le dan (los otros jugadores) palmadas en ella, y le pregunta uno que le tiene entre las rodillas y le tapa los ojos: Adivina quién te dio, hasta que conoce y acierta quién te dio». Una cruel parodia de este juego fue la que hicieron con Jesucristo los criados y ministros del sumo sacerdote Caifás en casa de este, como refiere el Evangelio de San Lucas (22, 63-64): «Mientras tanto, los que tenían atado a Jesús se mofaban de él, y le golpeaban. Y habiéndole vendado los ojos, le daban bofetones, y le preguntaban, diciendo: Adivina, ¿quién es el que te ha herido?». En la antigua Grecia, los niños conocían este juego, que nosotros llamamos de la gallina ciega, y que ellos denominaban mynda (del griego muo: cerrar los ojos), y collabismos, de colaphos: bofetada, percusión. Lo describen el gramático Hesychio y particularmente Pólux, en el capítulo 7, libro 9.” de su Onomasticon. —¿Adónde vas? / —A los toros. / —¿De dónde vienes? / —De los toros Expresión dialogada y muy popular, con la que damos a entender la ilusión de los aficionados a la fiesta nacional cuando marchan camino de la plaza y la desilusión con que, generalmente, regresan de ella. Æ Hace cuatro y cinco siglos se decía: —¿Adónde vais? /—A la guerra. / —¿De dónde venís? / —De la guerra. «Dando a entender —dice Correas— cuán briosos van los mozos a la guerra, sin experiencia, y cuán mansos y quebrantados vuelven de ella, sin haber logrado sus altos pensamientos. A lo primero responden orgullosos. A lo segundo, marchitos y en tono bajo». Cejador, en su obra Fraseología, o estilística castellana (tomo II, Madrid, 1923), apostilla este texto de Correas con el siguiente comentario: «Hoy dicen: A los toros. De los toros. Nuestros antepasados fueron guerreros; nosotros, toreros». Agua de cerrajas Algunos corrompen la expresión, diciendo agua de borrajas. Lo de agua de cerrajas alude a la poca sustancia que contiene la infusión de la hierba llamada cerrajas: «planta herbácea de las compuestas, que se usa en medicina», como dice el www.lectulandia.com - Página 33 Diccionario. El cambio de cerrajas en borrajas es un provincialismo, como el de borrojo en cerrojo, aunque por distintas razones. ¡Agua va! Alude a que, cuando antiguamente se solía arrojar por los balcones y ventanas a la Calle las aguas sucias y demás inmundicias, se daba antes el grito de ¡Agua va!, a fin de que, advertidos los transeúntes, se apartaran aprisa en busca de lugar seguro. Æ Antonio Flores, en su obra Ayer, hoy y mañana (Barcelona, 1892, tomo 1.°, p. 46) y en el cuadro titulado «Una madrugada en 1800», dice, refiriéndose a Madrid: «Los entonces flamantes serenos eran los únicos que velaban a las altas horas de la noche, vigilando los cuarteles de la población y cantando la hora, precedida siempre del Ave María Purísima. »Un solo grito era, hasta la medianoche, el compañero del sereno en aquella oscura soledad; y hasta que oía el último estaba el vigilante con el mayor desasosiego, sin atreverse a descansar en ningún punto, con especialidad debajo de los balcones. »Porque era el caso que abrirse con estrépito (un balcón o ventana), salir una voz diciendo ¡Agua va! y caer al suelo un golpe de agua, que la oscuridad de la noche no permitía ver si era turbia, pero que el ruido indicaba que no era muy delgada, todo pasaba en un solo momento. » Y esto es tan cierto, que si el infeliz que pasaba por debajo de una ventana no oía abrirla cuando le decían ¡Agua va!, ya había ido sobre él el agua; habiendo sucedido en una ocasión que un criado recién venido de la tierra equivocó la consigna, y por decir ¡Agua va! dijo ¡Alabado sea el Santísimo Sacramento!, a tiempo que pasaba un hombre por debajo y descubrió la cabeza para saludar a tan santa invocación». Ahí está el busilis Equivale a la expresión: «Ahí está la dificultad del asunto». Dar en el busilis: Comprender o acertar el punto de la dificultad. Saber el busilis: Estar en el secreto de un asunto; tener la clave o la resolución de la dificultad. www.lectulandia.com - Página 34 Æ Según leí en el Diccionario de autoridades de la Real Academia Española (Madrid, 1726), «el origen de esta voz es dificultoso, pero parece que puede deducirse de un ignorante, que dándole a construir estas palabras latinas: In diebus illis, construyó diciendo: In die: en el día, y no pudiendo pasar adelante, dijeron de él, o él dijo de sí, que no entendía el busilis». La emplea Cervantes en el Quijote (2.* parte, cap. 45): «Tenía admirada a toda la gente, que el busilis del cuento no sabía». Y se lee en Quevedo: «El pobre Padre no hacía sino chitón, como entendía el busilis». Correas, en su Vocabulario de refranes, del primer tercio del siglo xvn, escribe acerca de esto: «Bien vulgar es el busilis, aunque salió o se fingió salir de uno que examinaban para órdenes, el cual dudó en declarar In diebus illis, y dijo: “Indiae, las Indias; el busilis no entiendo”». Morel Fatio, en su artículo L*espagnol de Manzoni, inserto en la tercera serie de sus Études sur 1'Espagne (París, 1904), cree que el tal cuentecito es chiste, y cita el caso de Antón M+* Salvini (siglo xvn), quien, al recordar los versos de un soneto de Burchiello (Pirrama s*invaghi d'un fuseragnolo / a pie del moro bianco in diebus illis), advierte: «Di qui e nato il dire d'una cosa d*importanza o d'un punto forte: “Questo e il busillis?”». (Cita de Rodríguez Marín en su Edición crítica del Quijote). Sabido es que In diebus illis (en aquellos días) es la frase con que suelen comenzar los Evangelios. Son varias las frases proverbiales que tienen un origen parecido al del In diebus illis y que se basan en una traducción disparatada del latín, por ejemplo: O tempora o mores!: ¡Oh tiempo de los moros!; Timete Deum: Te meto el dedo; Hodie mihi, cras tibi: Odio la castración; Audaces fortuna juvat: Agraces forman las uvas, etc. Clemencín, en su nota 34 al capítulo 70 de la 2.* parte del Quijote, recuerda el dicho proverbial necesitas caret lege, que el vulgo ha convertido en esta otra: la necesidad tiene cara de hereje. Y en su nota 37 al cap. 72 de la misma parte, cita esta frase de Berganza en el Coloquio de los perros: «Responderé lo que respondió Mauleón, poeta tonto..., a uno que le preguntó qué quería decir Deum de Deo, y respondió que dé donde diere». Ahí me las den todas Expresión con que denota uno no importarle nada de los contratiempos que recaen en persona o cosa que no le interesa. Æ En la carta que la mujer de Sancho Panza dirige a este cuando era gobernador de la Ínsula, le dice: «Un rayo cayó en la picota, y allí me las den todas». www.lectulandia.com - Página 35 Explicando el origen de este dicho, cuentan que el criado de un Corregidor se presentó un día ante este, diciéndole: —Señor; cuando un alguacil lleva una orden de Vuesa Merced, ¿no representa vuestra misma persona y vuestra misma cara? — Muy cierto —respondió el Corregidor. —Pues sabed que en la cara de vuestro alguacil Perico Sarmiento, que es la misma cara de Vuesa Merced, han estampado una gran bofetada. —Pues allí me las den todas —repuso con calma el Corregidor. Bastús, en La sabiduría de las naciones, serie 1., p. 309, ofrece una versión muy parecida. Es la de un alguacil que, al pretender cobrar una multa, no solo no le pagaron, sino que le pegaron encima, diciéndole: «Toma; para el Juez que te envía». Se presentó desconsolado y furioso el corchete al Alcalde Mayor, y al decirle, después de contarle el lance: —Las dos bofetadas que me han dado en este carrillo se las han dado a Usía, porque mi cara representa la de Usía. —¿ Sí? Pues... ¡ahí me las den todas! —le replicó, con mucha sorna, el aludido. Idéntica explicación es la que da Fernán Caballero en su obra Cuentos y poesías populares andaluces (Sevilla, 1859, p. 72). Seijas Patiño, en su Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo, dice así: «Cuéntase de un alguacil que, yendo a ejecutar cierto mandamiento, fue abofeteado. Fuese y dijo al Corregidor: “Sepa vuesa merced que le han dado de bofetones”. “¿Cómo es eso?”, contestó el Juez. “Cuando voy por orden de vuesa merced a ejecutar una comisión —repuso el alguacil—, ¿no le represento? Pues en la que ahora he llevado, en esta cara de vuesa merced —dijo, señalando la suya— han caído más de dos docenas de bofetadas”. “¡Hombre! —contestó el Corregidor—; si es así, ahí me las den todas”». Pero la versión más completa que conozco de la expresión que comentamos es la de Juan Martínez Villergas: «Cuéntase que hubo un corregidor en una villa. Cuéntase que hubo en el pueblo una riña. Cuéntase que el alguacil, mandado por el corregidor, fue a poner paz a los combatientes. Cuéntase que estos, en lugar de respetar al alguacil, le arrearon cuatro bofetadas y le echaron de allí con cajas destempladas. Y cuéntase que el alguacil volvió al corregidor, mediando entre los dos el siguiente diálogo: »—Señor corregidor, cuando yo voy a una parte en nombre de usía, ¿no represento a usía? »—Sí, hombre, sí. »—Y cuando represento a usía, ¿no soy la misma persona que usía? »—Sí, hombre, sí. »—Y si mi persona es la persona de usía, ¿mi cara no es también la de usía? »—Sí, hombre, sí. »—Y cuando pegan una bofetada en esta cara, ¿no es pegarla en la cara de usía? www.lectulandia.com - Página 36 »—Sí, hombre, sí; pero ¿adónde vas a parar? »—Señor, es que los de la riña me han dado cuatro bofetadas en esta cara, que es la cara de usía, y, por consiguiente, usía ha sufrido también las bofetadas. »Entonces el corregidor, con toda la formalidad que ustedes pueden figurarse, dijo: »—¡Ahí me las den todas!». (Así aparece en la Antología de cuentos de la literatura universal, de Ramón Menéndez Pidal, Labor, Bilbao, 1953, p. 829). Una de las más oportunas y felices aplicaciones de la frase que comentamos es la que hizo el dramaturgo del siglo xvi Antonio Enríquez Gómez. Estando refugiado y alegre en Ámsterdam, le comunicaron que en Sevilla le habían quemado en efigie, y él exclamó: «¡Ahí me las den todas!». Ahí verá usted Modismo omitido en el Diccionario de la Academia. Con él damos a entender a la persona que nos objeta o replica por lo que hemos dicho, o nos habla de la sinrazón de alguna cosa, que lo hecho, dicho u ocurrido lo fue a pesar de todo, tal vez por causa que escapa a primera vista. Æ En la Carta XXIII del Filósofo Rancio, «Reflexiones sobre la reforma que se intenta hacer de los Regulares y restablecimiento a sus conventos» (Cádiz, 1813), se explica así la frase que comentamos: «Pusóse a referir las grandezas de su casamiento uno de los muchísimos embusteros que andan por este mundo. Dijo que la función se había celebrado en una sala que tendría doce varas de largo y ocho de ancho, en la cual se había puesto una mesa de treinta varas de largo. Interrumpiole uno de los que oían, preguntándole ¿cómo era posible que en una sala de doce varas cupiese una mesa de treinta? Ahí verá usted, respondió el de la historia, y siguió. Se pusieron cuarenta cubiertos y se sentaron más de ochenta personas. Volvieron a replicarle con la dificultad de que, siendo ochenta las personas, no les bastaba los cuarenta cubiertos. Ahí verá usted, respondió nuevamente. Y, sin tomar resuello, continuó refiriendo que en un plato se sacó una ternera asada en cazuela. Nueva dificultad para el auditorio; que una ternera cupiese en una cazuela y en un plato. Nueva respuesta de nuestro embustero con su Ahí verá usted, que continuó siendo la solución de cuantos argumentos le pusieron». (Cita de Montoto en Un paquete de cartas, p. 113). Y a propósito de ¡Ahí verá usted! Juan Valera, en sus Cuentos y chascarrillos andaluces (1896), refiere que un gitano muy viejo y muy agudo fue a confesarse. El padre le preguntó si sabía la doctrina cristiana. www.lectulandia.com - Página 37 —Pues no faltaba más sino que a mis años no la supiese. —A ver. Rece usted el padrenuestro. —No me avergience preguntándome cosas tan fáciles. Eso se les pregunta a los niños. Hágame usted preguntas difíciles y ya verá cómo le contesto. —Está bien —dijo el confesor—. Y ahora responda usted: ¿cómo es que siendo Dios omnipotente y creador de cielos y tierras consintió en hacerse hombre y venir a este mundo? El gitano contestó sin titubear: —Pues ahí verá usted. —Y si nuestro Señor Jesucristo no hubiera venido a salvarnos, y si no hubiera padecido pasión y muerte, ¿qué hubiera sido de nosotros? —Hágase usted cargo —replicó el gitano. «El padre —dice Valera— se quedó turulato al oír contestaciones tan llenas de sabiduría». Ahora lo veredes, dijo Agrajes Esta fórmula de amenaza era común en España en la década de 1620, cuando se escribió la Visita de los chistes, de Quevedo, como se ve por ella. La frase se usa todavía. Æ Agrajes fue el hijo del rey Languines y sobrino de la reina Elisena, madre de Amadís de Gaula, en cuya historia se hace repetida y larga mención de sus hazañas. En boca de este caballero puso el proverbio la expresión de Ahora lo veredes, de que usaban comúnmente el mismo Agrajes y los demás caballeros andantes, respondiendo a las provocaciones de sus contrarios y remitiéndose a las manos. Remedando a estos, don Quijote dijo la misma frase cuando arremetió al vizcaíno. Ahorcar los hábitos o la sotana Según el Diccionario, significa «dejar el traje eclesiástico o religioso para tomar alguna profesión profana» y «cambiar de carrera, profesión u oficio». Es una expresión gráfica que alude a los hábitos o a la sotana colgados en la percha, como si estuvieran ahorcados. Æ Salas Barbadillo, en su obra El caballero puntual (1619), escribe: «Y por él se www.lectulandia.com - Página 38 dijo con verdad ahorcar los hábitos, pues los colgó de un árbol que había a la salida del lugar». Antiguamente se decía: Colgar los hábitos y Colgar el hábito en la higuera. Al buen callar llaman Sancho Según Correas, es refrán muy usado «para alabar el callar y secreto, y encarecer los provechos que tiene y los daños de lo contrario, de ser parleros». Æ Fernández de Oviedo, en Las quincuagenas de la nobleza, dice que el Sancho del refrán fue un criado fiel y callado de Lope Díaz, cuarto conde de Vizcaya, y contemporáneo del primer conde de Castilla, Fernán González. Otros escritores, Sbarbi entre ellos, han supuesto que el dicho tuvo su origen en el silencio que guardó Sancho II al repartir Fernando el Magno sus estados en 1067, y cuando maldijo desde su lecho de muerte al que osara arrebatar la ciudad de Zamora a su hija Urraca. El Romance del Cid dice: Quien te la quitare, fija, la mi maldición le caiga. Amén, amén, dicen todos, si no es don Sancho, que calla. Pero la explicación no es tan sencilla. Clemencín, comentando este adagio que aparece en el Quijote (parte 2.*, cap. 43), dice que el chiste de él puede consistir en que Sancho sea lo mismo que Santo. «En efecto —añade Clemencín—, Santo era nombre propio (y el de don Santo, el poeta judío de Carrión). Siendo esto así, querrá decir el refrán que el buen callar es cosa santa». Al buen callar llaman santo, escribe Juan Vitrián en los escolios a las Memorias de Comines (cap. 36). Y en el Quijote de Avellaneda se dice (cap. 8.%): «Todo esto sentía Santos a par de muerte, pero callaba como un santo». A lo dicho por Clemencín añadiré otros testimonios. Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, cita indistintamente Al bien callar llaman Santo y Al buen callar llaman Sancho. Correas, en su Vocabulario de refranes, explicando el de Al buen callar llaman Sancho, afirma que equivale a «al buen callar llaman santo» (o bueno o sabio). Porque el nombre propio Sancho, derivado de Sanctus, significa, en el lenguaje vulgar, santo, bueno, sagaz, cauto, prudente, sano, etc. Añade Correas que en la antigua colección de refranes impresa en Zaragoza se dijo Al buen callar llaman santo, sajio, y que este sajio debe corregirse por saggio, www.lectulandia.com - Página 39 que en italiano significa sabio. Rodríguez Marín, en su discurso de recepción en la Academia Sevillana de Buenas Letras, en 1895, sostuvo que el refrán que comentamos es corrompido, y que los verdaderos son «Al buen callar llaman sage» y «Al buen callar llaman santo», pero alguien que lo vio escrito a la antigua, sancto, leyó equivocadamente Sancho, y Sancho (y no santo ni sage) se llamó desde entonces al buen callar. El Diccionario de autoridades (1726-1739) dice que sage es «lo mismo que sabio o muy avisado y astuto. En latín, sagax. Tráele Nebrija en su Vocabulario, pero dice que es anticuado». El mismo Diccionario inserta los siguientes refranes relativos al callar: Callar y obrar por la tierra y por el mar. Cállate y callemos, que sendas nos tenemos. Calle el que dio y hable el que tomó. La mujer y la pera, la que calla es buena. El propio Rodríguez Marín, al comentar el Quijote años después (en 1923), se inclinaba hacia la opinión del profesor de Lisboa Teófilo Braga, según el cual el refrán primitivo fue Al buen callar llaman senecho, y senecho equivale en nuestro antiguo romance al adjetivo arcaico senectus (viejo) en el sentido de sagaz, experto. Por eso se dijo también Al buen callar llaman viejo y Más viejo que el buen callar, como en Andalucía. «De forma —dice Rodríguez Marín— que en el dicho Al buen callar llaman sancho, sancho es contracción de senecho». De lo expuesto se deduce que en el refrán tan comentado la palabra Sancho no es nombre propio, sino un adjetivo que podrá equipararse a santo, a sage (sabio) o a senecho (viejo). Al buen tuntún Locución adverbial que equivale a las de «a la buena de Dios», «a cierra ojos», «a bulto», «sin examinar bien las cosas», «sin razón cierta de lo que se hace». Æ Vicente de la Fuente escribía lo siguiente en El Averiguador Universal (núm. 45, del 15 de noviembre de 1880): «Yo he oído a personas muy leídas y escribidas (como dice el vulgo) pronunciar esa frase, diciendo: ad bultum tuum. Recuerdo haberlo oído así a un padre grave, y en Dios y en mi ánima tengo para mí que se acordaba del salmo 44, y lo del vultum tuum deprecabantur... » Yo desde entonces he dicho “hablar o escribir ad bultum tuum”, pues creo que la frase tuvo por origen el decir en latín macarrónico a bulto, adverbio que ya trae el Diccionario, explicándolo por las palabras equivalentes: “Por mayor, sin examinar bien las cosas”». www.lectulandia.com - Página 40 En 1833 cantaba así la plebe: Al tun-tum, al tun-tum, paliza, paliza. Al tun-tum, al tun-tum, sablazo, sablazo. Al tun-tum, al tun-tum, mueran curas y frailes, Al tun-tum, al tun-tum, que defiendan a Carlos. Por lo que hace al modismo que comentamos, creo, con Vicente de la Fuente, que al buen tuntún, y su antecesor ad vultum tuum, son dos variantes de la expresión adverbial a bulto, que significa «en conjunto, sin distinguir, sin premeditar», y que, unida a muy diversos verbos, por ejemplo «mirar o considerar a bulto», «juzgar a bulto», «condenar a bulto», «hablar a bulto», «hacer las cosas a bulto», «alegrarse a bulto», «pegar a bulto», etc., aparece empleada por fray Diego de Vega, Cáceres Sotomayor, Moreto y Cervantes (en el Quijote y en La gitanilla). Al freír será el reír Censura al que da por seguro lo que es contingente, u obra sin previsión y sin tino, mirando al día de mañana. Æ Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, explica así el origen de esta expresión: «Cuéntase que en tiempos del rey Felipe IV había en la Corte un calderero que tenía la fama de ser un tuno redomado. Un pillo que esto supo se propuso engañarlo y reírse a su costa. Se fue a la tienda y pidió a este una sartén; diole el calderero una que estaba rota por abajo; este no lo notó, pero le dio en pago una moneda falsa, que el sartenero guardó sin mirar; pero viendo que el comprador se estaba riendo, le dijo: Al freír será el reír. A lo cual contestó el contrario: Al contar será el llorar. Y de aquí —concluye Sbarbi— tomó origen dicha frase». A esta versión añadiré tres más de mi cosecha: Melchor de Santa Cruz, en su Floresta española de apotegmas, obra de 1574 (cap. 5.”, cuento 10), dice así: «Vendió un carbonero una sera de carbón a una mujer, y tomó una sartén que estaba a mal recaudo, y echola en la sera vacía. Preguntándole la mujer si era de encina el carbón, y si era bueno, respondió: Al freír lo veréis». En los Cuentos, de don Esteban de Garibay y Zamalloa (1533-1599), vi otro muy parecido: «Un carbonero vendió una sera de carbón, y cuando la hubo vaciado, hurtó una sartén y metiola en la sera. La huéspeda que le compró el carbón preguntole si era el carbón de encina. Dijo el carbonero: »Señora, al freír lo verá». www.lectulandia.com - Página 41 Por último, Covarrubias, en su Tesoro (1611), explicando en la palabra guevo el dicho proverbial Al freír de los güevos lo veréis, escribe: «Entró un ladrón en la cocina de cierta casa, y no halló a mano cosa que llevar sino una sartén, y cuando salió por la puerta topó con la huéspeda, y preguntándole (esta) qué llevaba, respondió: Al freír de los huevos lo veréis; y huyó con su sartén». Las tres versiones coinciden en el episodio (robo de una sartén) y en la respuesta del ladrón. Correas incluye en su Vocabulario de refranes el dicho: Allá os espero, al freír de los ajos, que seguramente tiene relación con lo mismo. Cejador, comentando La Celestina, donde aparece la frase: Al freír lo verá, alude al cuento del carbonero que robó una sartén y que al ser preguntado sobre si era bueno el carbón respondió: «Al freír lo verán». Y añade que la frase Al freír de los huevos lo verá, que aparece en el Quijote (1, 37), tiene diferente significado, y alude, no a la sartén, sino a los huevos. Dice así Cejador, cuya opinión no comparto: «Al freír de los huevos es cuando se ve lo que son; en la ocasión se conocen las cosas. Los huevos pasados por agua o estrellados pueden pasar por buenos; no así los fritos, pues la yema tiene que parecer entera. Los demás son cuentos inventados a posteriori». Hay otra frase que todavía se dice: Al freír será el reír, y al pagar será el llorar. Al higuí El Diccionario define ¡Al higuí! como «diversión propia de Carnaval que consiste en ofrecer a los muchachos, para que lo cojan con la boca, un higo que se tiene en constante movimiento, pendiente del extremo de una caña». J Es entretenimiento de máscaras en Carnaval. «Del extremo de una caña pende una cuerdecilla, de la que cuelga, atado, un higo; el que tiene la caña da golpecitos en ella, haciendo saltar la codiciada fruta y desesperando a un enjambre de chiquillos que porfían por cogerla con la boca». (Rodríguez Marín). Las máscaras que así se divertían solían incitar a los chiquillos, diciendo: Al higuí, al higuí; con la mano no, con la boca sí. He oído aplicar la expresión comentada a los políticos astutos que mantienen a sus subordinados con esperanzas de empleos o sinecuras, y a los que, como los chiquillos ante el higo, esperan impacientes y ansiosos que les den un «enchufe», un www.lectulandia.com - Página 42 empleo o un medio de vivir con holgura. El juego de Al higuí es antiquísimo. Rodrigo Caro, en sus Días geniales o lúdricos (diálogo VI, IIT), cita y traduce estos versos del griego Aristófanes, hablando de un viejo marrullero: Todo el día en su casa está sentado la boca abierta, el cuello levantado, para tragarse al triste pasajero, como cuando el muchacho está aguardando el higo, que del hilo está colgando. ¡Al maestro, cuchillada! [Esta expresión coloquial se usa «para enmendar o corregir a quien debe entender algo o presume de saberlo»|]. Ml Ramón Caballero, en su Diccionario de modismos, consigna que esta expresión «suele decirse por quien, creyéndose más seguro y a salvo de una cosa, es el primero en caer en el lazo». Según Sbarbi (Gran diccionario de refranes), «úsase cuando se enmienda o corrige al que debe entender de una cosa o presume saberla». El significado que señala Caballero se ajusta más al verdadero sentido de la frase, que alude a la esgrima y a las cuchilladas que a veces da el discípulo ignorante al maestro más ducho. Es expresión antigua. Correas, en su Vocabulario de refranes, dice que «es metáfora de la esgrima, y se aplica al que (siendo) de menos fuerza y opinión en algo, es superior a su maestro; y dícese con interrogación cuando quiere hacer suerte con el mayor». Correas añade la frase: Al maestro, cuchillada, sobre buena reparada. (Reparada significa acción y efecto de reparar, en el sentido de repeler un golpe, de defenderse de una cuchillada). Al pagar me lo dirán www.lectulandia.com - Página 43 Esta frase, parecida a la de Al freír será el reír, y al pagar será el llorar, proviene de la copla que desde antiguo les cantaban, por burla, a los de Cascante en los pueblos del distrito de Tudela (Navarra): Cascante se hizo ciudad el año mil y quinientos. Ellos están tan contentos. ¡Al pagar me lo dirán! El segundo verso tiene muchas variantes: «en el año mil seiscientos», «el año mil setecientos», etc. En el Diccionario geográfico-popular, de Vergara Martín, encontré esta versión extraña: El año mil ochocientos Cascante se hizo ciudad; no sé cómo saldrán de esta; al pagar me lo dirán. Fue exactamente en el año 1633 cuando Cascante compró el título de ciudad al rey Felipe IV, pagando por él diez mil ducados. El cantar lo sacaron los de la vecina ciudad de Corella, para burlarse del orgullo de los cascantinos. En el año 1932, el diputado agrario Royo Villanova citó la copla que consigno primeramente para combatir el Estatuto de Cataluña, que, según él, les iba a resultar muy caro a los catalanes. La versión más antigua que conozco de la copla contra los de Cascante es la que aparece en el libro de Francisco Méndez, titulado Noticias sobre la vida, escritos y viajes del Rmo. P. Mtro. Fr. Enrique Flórez (Madrid, 1860, 2.* ed.). Méndez, amanuense y compañero del autor de la España Sagrada, acompañó a este en el viaje que realizó, en el año 1766, a Bayona de Francia, pasando por Osma, Soria, Tarazona y Navarra. Refiriéndose a Cascante, escribe: «Hízose ciudad el año de 1500, y de ello anda por Navarra la copla siguiente: Cascante se hizo ciudad / año de mil y quinientos: / los bobos están contentos; / al pagar me lo dirán». Méndez incurre en el error de suponer que Cascante se hizo ciudad en el año 1500 —como dice la copla, por mor de la rima y para concertar con «contentos»—, siendo así que Cascante —como digo— no fue ciudad hasta el año 1633; tres años más tarde que Olite, Corella y Viana Contra los de Cascante hay otra burla antigua, más ofensiva que la de la copla, que aparece en el Vocabulario de Correas, obra del primer tercio del siglo xvu. Dice así: «Adelante los de Cascante; siete con tres orejas, y las dos lleva el asno». Correas lo comenta: «Por la cuenta, no había más que una oreja; moteja de ladrones desorejados». www.lectulandia.com - Página 44 Al pan, pan, y al vino, vino Proverbio empleado por los amigos de decir las cosas claras, sin eufemismos, llamándolo todo por sus nombres, sin pararse en barras y para que se entienda bien. Æ O también Pan por pan, vino por vino, con que se da a entender que uno ha dicho a otro una cosa con claridad. Sbarbi la incluye en su Gran diccionario de refranes y Ramón Caballero en su Diccionario de modismos. La expresión al pan, pan, y al vino, vino debe de ser moderna. Covarrubias inserta en su Tesoro la de «pan por pan y vino por vino: hablar llanamente», locución que han repetido todas las ediciones del Diccionario de la Real Academia. Cejador, en su Fraseología, o estilística castellana (tomo III), consigna la expresión que comentamos, pero dice que la que se empleó por los clásicos es la de pan por pan... Y cita a P. Vallés: «Escribir con lisura, pan por pan y vino por vino». Y a Juan de Pineda: «Agora puedes decir lo que quieres, que no uso de circunferencia, antes hablo pan por pan y vino por vino, al uso de mi tierra». Al pelo Locución adverbial que significa, según el Diccionario, «a punto, con toda exactitud, a medida del deseo», y «a tiempo, con oportunidad, de modo conveniente». Æ F. de la Sierra y Zafra, en su obra El folclore andaluz (Sevilla, 1882-1883), escribe lo siguiente acerca de esta frase: «Me parece que estar al pelo tiene su origen en la escopeta. Llamáronse montadas al pelo cuando la tracción que pudiera hacerse con un cabello del gatillo era suficiente para dispararlas; y así, estar al pelo, frase que en su primer grado de evolución debió limitarse a expresar que la escopeta se hallaba en las mejores condiciones de servicio, fue ampliando sus aplicaciones a medida que se generalizaba su conocimiento, hasta adquirir la latitud con que hoy se usa». (Cita de Montoto en Un paquete de cartas, p. 234). A pesar de esta opinión, creo que nuestra expresión al pelo y su contraria a contrapelo, «fuera de tiempo, de modo inconveniente o intempestivo», tiene su origen, no en las escopetas, sino en el pelo de las pieles y de los paños. Según el Diccionario de la Academia de 1791, al pelo o a pelo es un modo www.lectulandia.com - Página 45 adverbial equivalente a «según o hacia el lado a que se inclina el pelo en la piel». Y Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, incluye los modismos «ir a pelo o a pospelo el paño, y dícese también de los negocios». A fines del siglo último se puso en moda la expresión estar al pelo con el significado de estar una persona bien, a gusto, feliz. En el año 1885 Ortega Munilla aludía a una egregia dama que, para manifestar en ocasión solemne que gozaba de excelente salud, decía que estaba al pelo. Por este mismo tiempo, Juan Valera, en una de sus Cartas americanas (de 1 de diciembre de 1896), decía, hablando de los nuevos vocablos y giros introducidos en el lenguaje ciudadano: «Y a veces, por más que disuene algo, se oyen en los salones, hasta en boca de damas distinguidas, palabras como estas: dar una lata, hacer una plancha, tomar el pelo, estar al pelo, dar la hora, dar el opio, ser de mistó, tener la mar de infundios, pitorrearse de alguien, tener poca lacha, etc.». (Cartas americanas, 1891-1897, tomo 3.* de sus Obras completas). Sabemos, pues, cuándo se puso de moda el moderno significado de la frase estar al pelo, tan común en el lenguaje popular. La Academia no admite este modismo. La expresión clásica y antigua no fue la de al pelo, sino la de a pelo, que significó «según la dirección del pelo en la piel». El padre Valderrama, en sus Ejercicios espirituales (obra de comienzos del siglo xvii), escribe, hablando de un animal: «Se cuela por el agujero de la cueva, porque como las escamas entran a pelo, fácilmente se deslizan». «Tiene un vello —dice de otro bicho— que por cualquier parte que le traigan la mano por encima, siempre va a pelo». Al primer tapón, zurrapas Fracasar a la primera tentativa; salir mal una cosa desde su principio. Según el Diccionario (que no recoge este modismo), zurrapa es «brizna, pelillo o sedimento que se halla en los líquidos». Æ Covarrubias, en su Tesoro y en la palabra currarse, explica que zurrapas son «las briznas o pelos que salen del asiento y suelo de la cuba o tinaja, cuando se acaba el vino, por ser como zurras o pelos de zorra». Y en otro lugar dice: «Las raspas que salen en el vino de los escobajos, las cuales poco a poco se van asentando en lo hondo de la cuba o de la tinaja; y porque tienen forma de pelos, los cuales en vocablo antiguo se llaman zurras, se dijeron zurrapas». Añade Covarrubias que el dicho «Al primer tapón, zurrapas» proviene de «cuando se encienta (se estrena) una cuba, y a la primera vez que la abren para sacar www.lectulandia.com - Página 46 vino sale turbio y con estos pelos; aplícase a los que luego al primer toque descubren su bellaquería». De aquí nació la frase con zurrapas, para expresar que una cosa se hizo con poca limpieza. Al que madruga, Dios le ayuda [El refrán hace referencia a la necesidad de aprovechar el tiempo y no perderlo en placeres livianos]. Æ En los refraneros antiguos no aparece este refrán. Correas, en su Vocabulario, incluye el de «A quien madruga y vela, todo se le revela». El refrán que comentamos suele alargarse en esta fórmula dialogada: —Al que madruga, Dios le ayuda. Uno que madrugó, un duro se encontró. —Más madrugó el que lo perdió. Pues bien: a propósito de esta réplica, encontré un antecedente de la misma en los Cuentos de Esteban de Garibay y Zamalloa (1533-1599). Dice así Garibay: «Un padre reñía a su hijo porque no se levantaba de mañana, y dábale ejemplo que uno se había levantado de mañana y había hallado una bolsa con muchos dineros. Respondió el hijo: »—Más había madrugado el que los perdió». Juan de Mal Lara, en su Philosophia vulgar (1568, Centuria 2.*, n.° 22), cita el refrán Más vale a quien Dios ayuda que al que mucho madruga, y añade: «Dícese de los que van a ferias y se dan prisa a llegar antes que otros». (Véase No por mucho madrugar amanece más temprano). Bartolomé José Gallardo, en carta a su amigo José de la Peña Aguayo (4 de septiembre de 1831), le dice: Madruga, Pascual; que uno que madrugó se encontró un costal. —Más madrugó el que lo perdió. (Del libro de A. Rodríguez Moñino Don Bartolomé José Gallardo. Estudio bibliográfico, Madrid, 1955, pp. 323-324). Algunas veces dormita el buen Homero www.lectulandia.com - Página 47 Frase para indicar que el mejor escritor puede caer en faltas y descuidos. Suele emplearse en latín: Quandoque bonus dormitat Homerus. J En el libro XV de la Odisea, Menelao se muestra tan casero que manda a su camarero Etheoneo que vaya a encender la lumbre y asar el almuerzo para Telémaco, con otras vulgaridades y puerilidades indignas de la pluma de Homero. Ello movió a Horacio a estampar la citada frase en su Epístola a los Pisones (fragmento del verso 359). Allá van leyes do quieren reyes Coinciden muchos autores en que este proverbio se originó en España cuando el rey Alfonso VI, accediendo a los deseos del papa Gregorio VII y a la persuasión de su primera esposa, la reina Inés, mandó sustituir el rito gótico o mozárabe por el romano. (Así lo afirma el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada en su historia De rebus Hispaniae, libro VI, cap. XXV). Æ Los españoles se opusieron a la novedad y acudieron al duelo o Juicio de Dios. Se verificó este el Domingo de Ramos de 1077, y aunque el caballero que defendía el rito mozárabe venció al que defendía el oficio romano, el rey no quiso darse por vencido y desde el año siguiente se introdujo en los reinos de Castilla y León el oficio romano. Conquistada en 1085 la ciudad de Toledo, quiso el rey, a instancias de su segunda esposa, Constanza, desterrar de ella el rito mozárabe. Los toledanos se opusieron a la innovación; recurrieron a la prueba del fuego, echando a las llamas ambos oficios; y aunque en la prueba venció nuevamente el mozárabe, el rey mandó suprimir este, lo que dio origen al proverbio: Allá van leyes do quieren reyes. Así se lee en el libro Los cien proverbios o la sabiduría de las naciones, obra de Francisco F. Villabrille (Madrid, 1846). Y también en las Nuevas anotaciones al Quijote, de Joaquín Bastús (Barcelona, 1834, pp. 60-61). Sin embargo, Antonio García Gutiérrez, en su Discurso de ingreso en la Academia Española (publicado hacia 1862), supone que este refrán existía en tiempo de Alfonso VI y aun mucho antes. De la misma opinión era Hartzenbusch, y así lo escribe en el prólogo a La sabiduría de las naciones de Bastús (Barcelona, 1862). Me figuro que tanto García Gutiérrez como Hartzenbusch se apoyan, al decir esto, en el testimonio de Correas, que en su Vocabulario de refranes explica así el dicho: «La historia grande del Cid dice que tuvo principio este refrán en el rey don Alfonso que ganó a Toledo, porque pretendía la reina que se usase el rezado romano www.lectulandia.com - Página 48 en España, como en Francia, y se dejase el mozárabe de San Isidoro; resistióse el Clero, y remitióse el caso a la batalla de dos caballeros, y venció el de la parte del mozárabe; con todo esto, porfió la reina, y volvióse a remitir a juicio de fuego: que echasen dos misales en una gran hoguera, y echados, saltó fuera el romano, como echado vencido fuera de la estaca. Quedó el mozárabe en medio, sano, haciéndole plaza el fuego; con todo insistieron los reyes y mandaron usar el romano a disgusto de todos, dijeron: “Allá van leyes do quieren reyes”». A lo cual añade Correas: «Bien puede ser y es creíble que sea el refrán más antiguo, y se acomodase entonces tan al propio». (Diré entre paréntesis que, a pesar del proverbio que comentamos, el rito mozárabe se observa actualmente en Toledo, en cuya catedral hay una hermosa capilla a él dedicada y cuya fundación se debe al cardenal Cisneros). Alzarse con el santo y la limosna Apropiárselo todo, lo suyo y lo ajeno. Æ Montoto, en Un paquete de cartas (p. 109), explica que este modismo «debió decirse en un principio de algún falso devoto que, después de haber colectado cuantiosa suma para festejar al santo, escapó con la limosna y con la imagen». En mi opinión, la frase alude a los santeros que iban de pueblo en pueblo y de casa en Casa llevando la imagen de un santo y pidiendo para su culto, y recuerda que el mal proceder de alguno de ellos que se alzó con la imagen que le habían confiado y con la limosna que había recogido. Según el Diccionario, alzarse con una cosa significa «apoderarse de ella indebidamente». Vicente Vega, en su Diccionario de anécdotas (Barcelona, 1956, anécdota n.° 1.201), atribuye a la frase que comentamos un origen moderno. Dice así: «Se cuenta que bajo el reinado de Fernando VII, y en la época en que el absolutismo, representado por dicho monarca, imponía severos castigos a los partidarios de la Constitución, fundóse en Cádiz una asociación que recababa limosnas para repartirlas luego entre las víctimas de aquella persecución. Así se hizo durante varias semanas, hasta que el tesorero de la asociación huyó con el remanente que se destinaba para erigir una capilla a San Fernando. Cuando cundió la noticia, dio en decir la gente de la ciudad que aquel sinvergienza se había alzado con el santo y la limosna, expresión que vino a quedar en proverbio». No obstante esta opinión, la frase es mucho más antigua y debió de convertirse en proverbial en la segunda mitad del siglo xvu. El Diccionario de autoridades (tomo I, www.lectulandia.com - Página 49 Madrid, 1726) dice que «Alzarse con el santo y la limosna es frase familiar que vale (que significa) hacerse dueño de la hacienda o favor de alguno». Y añade: «Tomóse de algunos que traen demandas de santos, que se llevan el santo y se comen la limosna». Opino que esta frase —alusiva a los santeros que pedían limosna para determinadas imágenes— se popularizó en la segunda mitad del siglo xvn, porque ni Covarrubias ni Correas la incluyen en sus repertorios, que, como es sabido, aparecieron en el primer tercio del citado siglo. Y es raro que Correas no la cite (lo que indica que no se decía entonces), porque cita en cambio las de Alzarse con ello, Alzarse a mayores, Alzarse como Pizarro con las Indias y Alzarse con el real y el trueco. Ancha es Castilla Según el Diccionario de la Real Academia (ed. de 1970), es «expresión familiar con que se alienta uno a sí mismo o anima a otros para obrar libre y desembarazadamente». Es expresión muy antigua, que usaron nuestros clásicos del Siglo de Oro. ¡Anda y que te mate el Tato! Antonio Sánchez, el Tato, nacido en Sevilla el año 1831, fue un torero torpón, aunque muy valiente, y un matador siempre certero y de gran estilo, cuyas estocadas a volapié se hicieron célebres. Tomó la alternativa en Madrid el año 1853, y su competencia con el Gordito apasionó durante varios años a la afición. El Tato fue uno de los toreros más rumbosos y postineros que han existido. Casó con una hija de Chúchares. El 7 de junio de 1869, toreando en Madrid con Lagartijo, recibió al entrar a matar una cornada tan tremenda en la pierna derecha, que hubo necesidad de amputársela. Con una pierna artificial volvió a los ruedos, pero sin éxito. Murió el 7 de febrero de 1895. Don Luis Montoto, que vio la reaparición del Tato en Sevilla, cita esta copla popular, en su libro Personajes, personas y personillas: www.lectulandia.com - Página 50 Anda que te mate el Tato, que te capee Cirineo y que te banderillee el Bato. La frase «Que te mate el Tato» o «Que te despache el Tato», aplicada a un hombre casado, entrañaba una grave ofensa. Æ Suele también decirse: Anda y que te mate el Tato y te morirás de gusto. A ese no lo mata ni el Tato. Andar a caza de gangas Se dice del que anda a caza de negocios fructíferos, de adquisiciones ventajosas, porque ganga es, según el Diccionario, «cosa muy ventajosa en relación con el poco precio o trabajo que cuesta». Æ Antiguamente, andar a caza de gangas significaba —como dice Covarrubias en su Tesoro— «perder el tiempo, pensando conseguir alguna cosa que cuando nos parece tenerla ya en las manos, se nos desbarata, como acontece al cazador que yendo a tirar a la ganga (cierto género de ave palustre) la espera hasta que la tiene a tiro, y antes que dispare el arcabuz se le levanta, alejándose tan poco trecho que obliga a seguirla, burlándose al segundo y al tercer tiro y a los demás, le trae perdido todo el día». Correas, explicando la frase en su Vocabulario de refranes, dice que «gangas son aves no buenas, y por el sonsonete del vocablo se entiende por mujercillas ruines y por cosas baladíes: andar a caza de cosas de poco momento». La ganga es —según el Diccionario— un «ave gallinácea, de forma y tamaño semejante a la perdiz». Tiene el cuerpo variado de negro, pardo y blanco, y un lunar rojo en la pechuga. Quevedo, en su famoso romance de Escarramán, dice: Ya está guardado en la trena tu querido Escarramán..., andaba a caza de gangas y grillos viene a cazar. (Grillos de los de hierro que hay en la cárcel o trena). En La vida y hechos de Estebanillo González (tomo 1.*, cap. 21) se repite este chiste de Quevedo: «Yo, temiendo que por haber intentado cazar gangas, no me enviase a cazar grillos, me salí del aposento». www.lectulandia.com - Página 51 Andar a caza de grillos Según el Diccionario de la Academia, ocuparse en cosas inútiles. XÆ Covarrubias, en su Tesoro, da el verdadero significado de la frase cuando escribe: «Andar a caza de grillos: perder el tiempo en procurar cosa que pareciendo fácil de alcanzar se va de entre las manos y nunca se cumple nuestro deseo. El Comendador Griego (Hernán Núñez) pone este refrán: Cuando la zorra anda a caza de grillos, no hay para ella ni para sus hijos. Hay una fábula de la zorra que un día fue a caza de grillos y cuando pensaba que lo tenía debajo de sí, sonaba en otra parte; y con esto anduvo perdida toda una noche, hasta que de cansada y rendida lo dejó, y dio ocasión al proverbio». Como se ve, el andar a caza de grillos no se refiere al hombre, sino a la zorra, y a una fábula antigua. Andar a la greña Según el Diccionario, «armar discusión o contienda». J Greña es «masa de cabellos revuelta y mal compuesta», o, como dice Covarrubias en su Tesoro, «la cabellera revuelta y mal compuesta, cuales suelen traerla los pastores y los desaliñados, que nunca se la peinan, y estos decimos estar desgreñados». Andar a la greña es frase idéntica a la antigua andar a pelo: a golpes. Ambas aluden a las riñas y peleas entre comadres, «porque al pelo se dirigen las mujercillas para hacer presa cuando contienden». (Seijas Patiño, Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo). Andar a la que salta Esta expresión aparece recogida por la Academia con el significado de «aprovecharse www.lectulandia.com - Página 52 uno para sus fines de cualquier oportunidad que se presenta». Según el Diccionario de 1791, es «frase que se dice del que anda buscando las ocasiones que le presenta la fortuna o casualidad, ya sea para sustentarse, divertirse O emplearse». Andar a la que salta, es, más que aprovechar las ocasiones, darse a sorprender las ocasiones, y, una vez sorprendidas, aprovecharse de ellas. Æ El modismo puede aludir o a la carta en el juego o a la liebre en la cacería, y más creo yo que alude a esta última. Andar a la sopa o a la sopa boba Mendigar la comida de casa en casa. Llevar vida holgazana de gorrón. Æ Antiguamente había una porción de estudiantes pobres que seguían la carrera de las letras, manteniéndose con la sopa (la sopa boba) que les daban en las porterías de los conventos, adonde acudían a tomarla con los mendigos. A aquellos estudiantes los llamaban sopistas, por la sopa que les daban. La sopa se repartía en muchos conventos, particularmente en los de capuchinos, a las doce en punto del mediodía. Covarrubias, en su Tesoro (1611), dice: «Ir a la sopa: acudir a la portería de los monasterios, adonde dan a los pobres, cuando no tienen más que repartir con ellos, caldo y algunos mendrugos de pan con que hacen sopas». Clemencín, refiriéndose a la sopa boba de la que vivían antiguamente muchos estudiantes y holgazanes, escribe: «Posible es que este mísero recurso, tan común en otros tiempos y apenas conocido en los nuestros, haya servido una u otra vez para fomentar el ingenio y los talentos; pero sin duda ha producido innumerables sujetos ineptos, y ha privado de infinitos brazos a la agricultura y a las artes, donde tampoco son inútiles ni el ingenio ni los talentos». Andar al retortero. Traer al retortero Según el Diccionario, retortero equivale a «vuelta alrededor». Andar al retortero significa «vagar sin sosiego de aquí para allí». Y traer a uno al retortero, «traerle engañado con falsas promesas». Æ Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, al explicar el verbo www.lectulandia.com - Página 53 retorcer, escribe: «Andar al retortero: andar a la redonda; díjose de tortera, una rodaja que las hilanderas ponen en el huso para cargarle, y díjose así, a torquendo, porque se va siempre torciendo a la redonda, de tortus, torta, tortum». Según Seijas Patiño, en su Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo, traer al retortero es «traer a uno a vueltas, de un lado a otro. Díjose así de retorcer, para lo cual se dan vueltas, y como en latín torcido es tortus, de aquí retortero. O bien proviene de retortera, que tiene el mismo origen, y es la rodaja que las hilanderas ponen al huso para cargarle». Bastús, explicando el modismo en su obra La sabiduría de las naciones (2.* serie, p. 71), dice lo siguiente: «En tiempo de los Reyes Católicos corrían de boca en boca de los descontentos de aquel gobierno unos versos en los que, criticando la conducta de cuatro de los que más influían en el ánimo de los monarcas, se decía: Cárdenas y el Cardenal, y Chacón y fray Mortero, traen la Corte al retortero. »Retortero es la vuelta en torno o alrededor, y es tomado de la tortera o rodaja que se pone al remate del huso y que da vueltas como este. Del latín a torquendo, porque ayuda a torcer la hebra». En el Refranero, de Hernán Núñez (1555), encontré este refrán: Tres tocados a un brasero, siempre andan al retortero. Alude a los tocados de las mujeres y a lo difícil que será que tres mujeres puedan avenirse y vivir en paz, estando en una misma casa (sentadas ante el mismo brasero). Es dicho parecido al de Tres tocas a un hogar, mal se pueden concertar. Andar (o bailar) de coronilla [Según el Diccionario, «hacer algo con sumo afán o diligencia»|]. Æ P. Piulach trata de explicar el origen de esta expresión en la revista Medicina e Historia (Barcelona, mayo de 1970). Dice así: «Según el Diccionario de la Real Academia y el de Martín Alonso (Enciclopedia del idioma), “andar o bailar de coronilla” es “hacer una cosa con sumo afán y diligencia”. Hasta ahora se creía que significaba, figuradamente, andar O bailar de cabeza abajo. Sin embargo, en este sentido literal la frase carece de lógica. »Ahora bien: sabiendo que en tiempos de Carlos I y en los de monarcas www.lectulandia.com - Página 54 anteriores había una moneda de oro pequeña, como las actuales de 10 céntimos (1966), o como las de 50 céntimos de la preguerra española (1936) llamada vulgarmente “coronilla”, es verosímil que el citado dicho haga referencia a esta moneda. En efecto, cuando dicha monedita se escapaba de la mano de su dueño y Caía al suelo, debido a su diminuto tamaño y a su alta densidad, daba botes, quiebros y rodadas muy vivos, que en un momento la hacían perderse de vista. Piénsese en lo que ocurre cuando cae al suelo el gemelo del cuello de la camisa: empieza a dar rebotes y, en un instante, se esfuma del campo visual. Cuando las “coronillas” desaparecieron del uso fiduciario, el vulgo, aunque siguió empleando el aforismo, perdió la idea de su origen». Esta explicación no convence. Si el bailar se refiriese a la moneda, se hubiera dicho bailar como una coronilla, al igual que se dice bailar como una peonza o como un trompo en lugar de decir bailar de peonza o bailar de trompo. Bailar de coronilla, expresión exagerativa que no aparece en las primeras ediciones del Diccionario de la Real Academia, es bailar cabeza abajo, apoyando en el suelo la parte más alta de la cabeza. Todos hemos visto, en el circo, acróbatas y enanos que andaban y bailaban (dando dos o tres giros) de coronilla. En Navarra se dice andar de cogote, es decir, andar de cabeza, devanándose los sesos, confuso, apurado, con gran esfuerzo o dificultad. Andar (o estar) hecho un azacán Según el Diccionario, significa andar o estar «muy afanado en ocupaciones o trabajos». J Bastús, explicando este modismo en su Memorándum anual y perpetuo (tomo II, p. 171), dice que andar, o estar, hecho un azacán es «lo mismo que andar muy afanado en negocios». «Derívase el nombre azacán de una voz árabe que significa aguador, y como estos suelen andar muy afanados, de aquí se aplicó su nombre para expresar una persona que está muy cargada de negocios y que estos lo tienen continuamente ocupado. » También se aplica el nombre de azacán a los grandes pellejos que sirven para conducir aceite». A lo dicho por Bastús añadiré que el Diccionario incluye, entre las acepciones de la voz azacán, la de aguador, y la de persona «que se ocupa en trabajos humildes y penosos». www.lectulandia.com - Página 55 Andar las siete partidas Frase que ha quedado para expresar las múltiples idas y venidas a que obliga determinado asunto. J Cervantes, en el capítulo 13 del Quijote, escribe: «... y así lo haré yo de no sosegar, y de andar las siete partidas del mundo, con más puntualidad que las anduvo el infante don Pedro de Portugal. ..». Rodríguez Marín, comentando este pasaje, dice que lo de las siete partidas alude al Libro del infante don Pedro de Portugal, que anduvo las quatro partidas del mundo, publicado en Zaragoza el año 1570, y se pregunta: «¿Por qué el vulgo dijo ser siete y no cuatro las tales partidas? Quizá por contaminación de esa frase con el nombre de nuestro célebre código de las Partidas o de las Siete Partidas». Rodríguez Marín (copiando en esto a Bonilla San Martín) supone que Cervantes se equivocó al decir las siete partidas en lugar de las cuatro. Y no es así. Justo García Soriano, en una de sus notas a las Cartas filológicas, de Francisco Cascales (Clásicos Castellanos, tomo 2.*, p. 11), recoge de este autor la expresión de «las siete partidas que anduvo el infante portugués», y comenta: «Partidas está aquí empleada en su antigua acepción de “partes del mundo”». Los geógrafos antiguos consideraban al mundo dividido en siete partes o partidas. Colón escribía: «E el mundo es poco, el enjuto de ello es seis partes, la séptima solamente cubierta de agua». Quevedo dice en su musa 6.*, romance 60: Y son tantas las partidas que en su billete se encierran, que teniendo siete el mundo, tiene su papel setenta. Vélez de Guevara empleó también esta expresión en El Diablo Cojuelo (tranco IV): «Mal haya quien no caminara contigo todo el mundo, mejor que con el infante don Pedro de Portugal, el que anduvo las siete partidas dél». Y, aludiendo a la opinión de Rodríguez Marín, añade García Soriano: «No hubo, pues, contaminación con el nombre del célebre código de Alfonso X; sino, por el contrario, el título de esta compilación fue sugerido por aquella división geográfica. En el Septenario que precede a Las siete partidas del sabio rey don Alonso (Madrid, 1611, fol. 4.” se dice: «Septenario es cuento muy noble, a que loaron mucho los sabios antiguos... Otrosí, los sabios departieron por este cuento las siete partes de toda la tierra, a que llaman climas». www.lectulandia.com - Página 56 El infante don Pedro que anduvo las siete partidas fue el segundo de los hijos varones de don Juan 1 de Portugal. Nació hacia 1392 e hizo una larga serie de viajes y expediciones marítimas por las costas de África; recorrió Egipto, Palestina, Persia y Turquía, y visitó casi todas las cortes de Europa. En portugués se escribió una Historia del infante don Pedro que anduvo las siete partidas del mundo. Bonilla San Martín cita una obra impresa en Zaragoza en 1570, con el título de Libro del infante don Pedro de Portugal, que anduvo las quatro partidas del mundo. Este cuatro de la edición zaragozana es el que dio lugar al comentario equivocado que Rodríguez Marín escribió en su edición crítica del Quijote, y que volvió a repetir en una de sus notas a El Diablo Cojuelo (p. 91), obra donde también se menciona al infante don Pedro de Portugal, «el que anduvo las siete partidas del mundo» (tranco IV). Andar más que la perra de Calahorra Proviene esta comparanza popular de que, según cuentan, hace bastantes años se trasladó de Calahorra a Logroño cierta familia, en ocasión de haber parido siete cachorrillos una perra de su localidad. Y dicen que la perra tuvo el heroísmo de ir trasladando a Logroño, uno por uno, asidos con su boca, los siete perrillos, de donde resultó que hizo siete viajes seguidos de ida y vuelta. De Calahorra a Logroño habrá unos cuarenta y cinco kilómetros en línea recta. Bonifacio Gil García, en su trabajo Dictados tópicos de la Rioja publicado en la revista Berceo (Logroño, 1953), cita el dicho que comentamos y el de Hacer más viajes que la perra de Calahorra, que de tanto andar reventó en el camino, que se aplican a las personas que son muy andariegas, y añade: «Se atribuye la expresión a un ordinario (a un recadero) que se llamaba Calahorra de apellido, o que le llamaban así por proceder de dicha ciudad riojana. »Le acompañaba siempre una perra. Estando con ella en Logroño, le llegó la hora de que vinieran al mundo siete cachorritos, a los que trasladó, uno por uno, al pueblo de donde procedía el ordinario, realizando, por tanto, siete viajes completos, suponiendo muriese en el último, si hemos de dar fe a la segunda de las frases apuntadas». Andarse a la flor del berro www.lectulandia.com - Página 57 Darse a la vida ociosa y regalona; correr en busca de devaneos y vicios de una a Otra parte. Según Correas en su Vocabulario de refranes, «es andarse a sus anchas el que no cuida de más que sus gustos». Para el Diccionario de autoridades equivale a «hacerse bribón y holgazán». Según Bastús (Sabiduría, serie 1.*, p. 280), esta expresión se dijo «con relación al ganado, que cuando está bien pacido y harto, va en busca de sabrosas yerbecillas, y particularmente del berro, del cual entonces solo corta la florecita...». «El berro —añade Bastús— es planta acuática, que se llama en botánica Nasturtium aquaticum, y le hay también hortense o que se cultiva en los huertos». La frase que comentamos aparece en la Vida y hechos de Estebanillo González (cap. 1.%), y la recoge como proverbio Pedro Espinosa (Obras, ed. Rodríguez Marín, p. 236). Seijas Patiño, en su Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo, dice que andar a la flor del berro es «darse a diversiones y placeres, esto es, descabezando las mejores yerbas, sin buscar los alimentos sanos y nutritivos que vigorizan el ánimo». Según Juan de Pineda, en sus Diálogos familiares de la agricultura cristiana (Salamanca, 1589), andarse a la flor del berro significa «andarse a novedades, mariposeando con inconstancia, por lo caediza de esta flor». Este mismo escritor dice en otro lugar de su obra (5, 44): «Queda luego el pecador transformado en flor, y flor de berro, que con un soplo se cae o seca». Para los escritores del siglo Xv1, la flor del berro era símbolo de lo inconstante, efímero y caedizo. Andarse con floreos Floreos —según el Diccionario— son «las conversaciones de mero pasatiempo, los dichos vanos y superfluos para hacer alarde de ingenio o halagar o lisonjear al oyente». Æ Lo de andarse con floreos tiene su origen en la esgrima. Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, dice que floreo es el «preludio que hacen con las espadas los esgrimidores antes de acometer a herir el uno al otro, o cuando dejan las espadas, que llaman asentar». Y añade a continuación: «De aquí llaman floreo a la abundancia de palabras en el orador, cuando no aprietan y tan solo atiende a tener benévolos y atentos a los oyentes». www.lectulandia.com - Página 58 Ande yo caliente, y ríase la gente Se supone que este refrán proviene de la célebre letrilla de Góngora que lleva este título: Traten otros del gobierno del mundo y sus monarquías mientras gobiernan mis días mantequillas y pan tierno; y las mañanas de invierno naranjadas y aguardiente, y ríase la gente... Pero se trata de un adagio antiguo que aparece en los Refranes glosados de 1541 y en el Refranero de Hernán Núñez (1555), donde se lee: Andeme yo caliente, y ríase la gente. Aparece, asimismo, en el Vocabulario de refranes de Correas (del primer tercio del siglo xvn) y en el Tesoro de la lengua castellana, de Covarrubias, obra de la misma época. ¡Ángela María! Expresión de sorpresa que equivale a las de ¡Ave María! ¡Virgen Santísima! ¡Alabado sea Dios!, etc. Æ Sbarbi, en El Averiguador Universal (tomo 4.*, n.° 27, p. 70), dice que debe escribirse ¡Ángel a María!, porque «así como el anunciar el arcángel San Gabriel a María Santísima que sería Madre, y Madre de todo un Dios, y sin intervención de varón, y solo por obra del Espíritu Santo, fue motivo de gran sorpresa y estupor para la casta doncella de Nazaret, así tal cosa que se nos ha relatado, o que vemos, es asunto de admiración suma por nuestra parte, guardadas, por supuesto, las debidas proporciones». www.lectulandia.com - Página 59 Apaga y vámonos Se emplea al ver que una cosa toca a su término, y también cuando se oye o ve algo disparatado o absurdo. XJ Para Sbarbi, el dicho proviene de una historieta andaluza, bastante irreverente, que, según dicen, ocurrió en el pueblo de Pitres (Granada). Dos sacerdotes se apostaron a quién de ellos decía la misa en menos tiempo. Y como el uno oyera que el otro, en lugar del Introibo ad altare Dei, empezaba diciendo el Ite, Misa est, le dijo al monaguillo: Apaga y vámonos. Montoto, en Un paquete de cartas, atribuye la anécdota a dos sacerdotes que optaban a una plaza de capellán castrense. Aquí estamos todos, dijo el duende Según Rodríguez Marín, en su edición crítica de El Diablo Cojuelo, es frase popular en Andalucía, y suele decirla el que llega a una reunión donde no se contaba con él. J Procede de la expresión antigua Acá estamos todos, la cual tuvo su origen, según el vulgo, en un cuentecillo que recoge así Rodríguez Marín: «Un duende hacía tantas diabluras en una casa, escondiendo mil cosillas, y rompiendo otras mil, que el inquilino, por huir de él, se resolvió mudarse a otro barrio. Pero cuando, al llevar la última carrada (carretada) de muebles, preguntó a su mujer: “¿Falta algo?”, se oyó la vocecilla del duende que, escondido en un palanganero, decía: “¡Acá estamos todos!”». Y a propósito de esta frase. En La pícara Justina (novela picaresca de principios del xvir) se habla del bobo de Plasencia (Cáceres), «que escondido por una dama debajo de la cama, luego que vio entrar al galán, salió de donde le había metido la dama, y dijo: “acá tamo toro”». Aquí fue Troya www.lectulandia.com - Página 60 «Frase de la cual se usa para dar a entender que solo han quedado las ruinas y señales de alguna gran población o edificio, o para indicar cualquier acontecimiento desgraciado o ruidoso». Así la definía el Diccionario de la Academia, que cita Clemencín en sus Notas al Quijote. Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, consigna la frase que comentamos y añade: «Dícese cuando hay escarapela, o en lugar donde la hubo». (Según leí en Covarrubias, escarapela llamaban en aquel tiempo a la riña, cuestión o pendencia, y la aplicaban generalmente a las riñas entre mujerzuelas donde se llega a las manos, pero sin usar armas). La emplea dos veces Cervantes en el Quijote. La primera, en el capítulo 29 de la 2.* parte: «Si no fuera por los molineros que se arrojaron al agua y los sacaron en paso a entrambos (a don Quijote y a Sancho), allí habría sido Troya para los dos». Y en el 66: «Al salir de Barcelona volvió don Quijote a mirar el sitio donde había caído, y dijo: “Aquí fue Troya; aquí, mi desdicha, y no mi cobardía, se llevó mis alcanzadas glorias”». Aparece también esta expresión en la comedia de Lope de Vega Angélica en el Catai: ¡Oh troncos de libelos míos escritos! Todos os rasgaré con estas manos; aquí fue Troya. ¿Qué miráis, villanos? La frase tiene su origen en la Eneida (libro 3.*, vers. 10 y 11), donde se lee: «Littora tunc patriae lacrymans portusque relinquo / et campos ubi Troia fuit», aludiendo a la ruina de Troya, célebre y antiquísima ciudad del Asia Menor, situada a la falda del monte Ida, a la que tuvieron sitiada los griegos con mil naves por espacio de más de diez años, y que al fin se rindió en el de 1282 antes de Jesucristo. ¡Arda Troya! es dicho que denota la resolución de llevar uno a cabo su gusto a propósito, sin reparar en lo que pueda sobrevenir. Suelen completarlo, diciendo burlescamente: Arda Troya, pues robaron a Elena; y acábase el mundo, pues faltó de él don Facundo. Aquí no ha pasado nada Sbarbi, en su Dicionario de refranes, cita este dicho con el que se significa «la solución favorable que se da a alguna cuestión ruidosa, contra lo que se debía www.lectulandia.com - Página 61 esperar por tal concepto, aludiendo a lo que se verifica frecuentemente entre matones, cuyas pendencias suelen terminar por quedar amigos. Así es que, cuando, por ejemplo, después de haberse cometido graves tropelías, comúnmente en las altas esferas sociales, y amenazándose con que los tribunales de Justicia cumplirán con su deber, resultan absueltos los culpables, cuando no premiados y condecorados por añadidura, se suele decir que Aquí no ha pasado nada». J A propósito de este dicho citaré una copla navarro-aragonesa que es toda una bravata: A mi corazón le dieron veinticinco puñaladas, y se levantó diciendo: Aquí no ha pasado nada. Arder el hacha Va a arder el hacha. ¡Que arda el hacha!, suele decirse exagerativamente, para indicar que se va a armar una marimorena, que va a haber una sarracina, que se va a organizar una revolución, aludiendo con ello al hacha destructora, o al hacha del verdugo. La expresión se refiere, no al arder del hacha en el sentido de «vela de cera, grande y gruesa», como creen algunos, sino al hacha o segur, «herramienta cortante, compuesta de una pala acerada, con filo por un lado y un ojo para enastarla por el lado opuesto». Y alude a que cuando los leñadores trabajan con gran energía en el corte de árboles o en la labra de la madera se calienta el hacha como si estuviese ardiendo. Armar la de Dios es Cristo Se aplica a las pendencias en donde todos gritan y ninguno se entiende. Y a las tremolinas y reyertas muy grandes y ruidosas. Según los más, proviene esta expresión de las controversias que se armaron en el Concilio de Nicea al discutirse la doble naturaleza, humana y divina, de Jesucristo. Æ Según Sbarbi (Gran diccionario de refranes), se refiere a la perturbación ocurrida en el Calvario cuando los judíos deicidas se convencieron de que el www.lectulandia.com - Página 62 crucificado era verdaderamente el Hijo de Dios por el temblor de tierra y los fenómenos que acompañaron a su muerte. Bastús dice que alude a las tempestuosas disputas teológicas que hubo en ciertas escuelas y en algunos concilios para hacer ver y demostrar a los disidentes o herejes la sinrazón con que sostenían sus erróneos principios acerca de la divinidad de Jesús, Hijo de Dios. (La sabiduría de las naciones, tomo 2.°, pp. 180-181). Ni Covarrubias ni Correas citan la frase que comentamos. Correas, en su Vocabulario (2.* parte), consigna la expresión «A lo de Dios es Cristo. Como a lo rufo y fanfarrón». A lo rufo significa, según el mismo autor, «a lo rufián; por el vestido o el semblante que uno lleva con desgarro». Armar un zafarrancho Es dicho que procede de la marina de guerra. El Diccionario de la Real Academia (ed. de 1970) incluye la palabra zafarrancho como «acción y efecto de desembarazar una parte de la embarcación, para dejarla dispuesta a determinada faena», y las expresiones zafarrancho de combate y zafarrancho de limpieza. La frase que comentamos, en el sentido de «armar zambra, riña, chamusquina, etc.», hace alusión al zafarrancho de combate, es decir, a los preparativos que a toda prisa se hacen en un buque de guerra para entrar en combate, cuando, apenas oído el llamado «toque de zafarrancho», la marinería corre a las armas, ocupa sus puestos de combate y se apresta rápidamente a hacer frente al enemigo. Armar un zipizape Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, escribe acerca de esto lo siguiente: «Armar un zipizape. Se dice de la riña ruidosa y con golpes. Tomada de las de los gatos, que concluyen espantándolos con tales o semejantes palabras. Con zipi parece que se indica la llamada de estos que son de casa, para que se aparten de la contienda; y zape, para ahuyentar a los extraños». Æ La explicación de Sbarbi me parece rebuscada e ingenua. Opino que zipizape es una de tantas fórmulas de repetición, carente de sentido y de explicación, como ocurre con las de zurriburri, tole-tole, rifirrafe, gori-gori, trochimochi, tipi-tapa, www.lectulandia.com - Página 63 tiquismiquis, zimpi-zampa, etcétera. Armarse la de San Quintín Armarse alguna pendencia o riña muy violentas. Æ Alude a la célebre batalla que tuvo lugar el día de San Lorenzo (10 de agosto del año 1557), en que el ejército español de Felipe II, al mando de Manuel Filiberto, duque de Saboya, entró en Francia, desde Flandes, y atacó la plaza de San Quintín, derrotando estrepitosamente a los ejércitos franceses de Coligny y Montmorency. El ejército francés tuvo en esta batalla diez mil bajas, y la nobleza más linajuda de Francia cayó herida o prisionera. En conmemoración de la victoria de San Quintín, ganada el día de San Lorenzo, mandó Felipe II erigir el templo de San Lorenzo de El Escorial, considerada una de las maravillas del mundo. Armarse la gorda Expresión proverbial que equivale a «armarse la revolución». Æ En el libro autobiográfico del escritor sevillano Luis Montoto, titulado En aquel tiempo. Vida y milagros del magnífico caballero Don Nadie (Madrid, 1929, pp. 124-125), se dice que en Andalucía, y especialmente en Sevilla, denominaban la Gorda a la revolución que se estaba fraguando contra Isabel II en los meses de julio a septiembre de 1868. «Por todas partes se sentía el vaho de la revolución: estaba en la atmósfera; se mascaba. »Esperábamos a la Gorda. En cafés y tabernas, en las plazas y en las calles, sin miedo a la policía, se preguntaba: ¿Cuándo se va a armar?... »Al atardecer del día 18 de septiembre... se oyó en la calle de la Sierpe el redoblar de tambores. La concurrencia de cafés y círculos de recreo salió presurosa a la calle. »—i¡ Ya se armó! —decían los unos. »—¡ Ya llegó la Gorda! —decían otros». Por aquellos días —consigna Montoto— se cantaba en Sevilla esta copla, típicamente revolucionaria: www.lectulandia.com - Página 64 Cuándo querrá Dios del cielo que la tortilla se vuelva; que los pobres coman pan y los ricos coman... yerba. Digo que es típicamente revolucionaria esta canción, porque revolución (del verbo revolver; dar vuelta de arriba abajo) significa etimológicamente «poner debajo lo que estaba arriba», concepto que encuentra su símil en «la vuelta de la tortilla». Por su parte, Julio Nombela, en su obra Impresiones y recuerdos (tomo Il, Madrid, 1910, pp. 8-9), cuenta que «algunos meses antes de la revolución que aparece en la historia contemporánea de España con el pomposo nombre de La Gloriosa, realizó un viaje en carromato a la sierra de Guadarrama, y que, hablando con el carretero, este le dijo: «Esto no puede durar mucho. No tardará la gorda en sacarnos de penas». Y añade Nombela: «La gorda era la revolución que por entonces se esperaba de un momento a otro». Pero el nombre de la Gorda, aplicado a la revolución, era anterior al año 1868. Según leí en el libro Crónicas retrospectivas (Recuerdos de la segunda mitad del siglo xIx, por un Portero del Observatorio, Juan Valero de Tornos), Madrid, 1901, «se hablaba de la gorda antes de la primera batalla dada a la monarquía por la Revolución el 22 de junio de 1866». Alude Valero de Tornos a la fracasada sublevación que dirigieron en Madrid los generales Pierrad y Contreras y el capitán de artillería Hidalgo. Que de la Gorda se hablaba ya en el año 1866 lo vi confirmado también en las memorias de Emilio Gutiérrez Gamero, tituladas Mis primeros ochenta años y lo que me dejé en el tintero. Armarse un Tiberio Suscitarse una gran pendencia, alboroto o desorden. «Tiberio: confusión y alboroto», dice el Diccionario. Æ Según Sbarbi (Gran diccionario de refranes, p. 940), «alude a los excesos que cometió durante su reinado el emperador Claudio Tiberio, los cuales fueron tantos y tales, que, sobre haber dado muerte a Julia, su mujer, a Germánico, Agripa, Druso, Nerón, Seyano e infinidad de parientes y amigos, puede asegurarse no había familia en Roma que dejara de contar entre sus miembros alguna víctima sacrificada al furor de aquel aborto del infierno, hasta que al cabo de veintitrés años de reinado tan abominable, vino a morir ahogado a manos de su sucesor Cayo Calígula en el año 36 de la Era Cristiana». www.lectulandia.com - Página 65 Bastús, en La sabiduría de las naciones (2.* serie, p. 176), escribe: «Habrá un Tiberio. Lo mismo que decir habrá una comilona con bulla y gresca, pero en general se entiende diversión de baja esfera, regocijo de mal género, que a veces da origen a pendencias. »¿Si vendrá su etimología de los desórdenes que con motivo de la celebración de la fiesta de primero de mayo se cometían en Roma y aun fuera de Italia, y que se vio precisado a reprimir con mano fuerte el emperador Tiberio; o de las demasías y excesos a que luego se entregó el mismo Tiberio en el último tercio de su vida?». Armarse un toletole El Diccionario de la Academia incluye la voz tole en los significados de «confusión y gritería popular» y «murmuración o rumor de desaprobación que va cundiendo entre las gentes». No incluye la expresión popular Armarse un toletole, que significa levantarse un gran alboroto o confusión, y también suscitarse cierto rumor o runrún. Æ Según Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes (p. 954), la frase armarse un toletole «hace alusión a las palabras tolle-tolle con que en medio de gran algazara y griterío pidieron los judíos a Pilatos que les quitara de la vista a Barrabás y decretara la muerte de Jesús». Frente a esta opinión de Sbarbi, que me parece rebuscada, opino que toletole es una fórmula de repetición, de las que tanto abundan en nuestra lengua, y que carecen de sentido y explicación, como las de tate tate, zipizape, rifirrafe, gorigori, tipi-tapa, trochi-mochi, etc. Armarse una marimorena Armarse gran riña o pendencia. Según parece, tuvo origen esta expresión en las quimeras que armó en el siglo xvI una tabernera de Madrid, conocida con el nombre de María Morena o Mari Morena. Æ José María de Zuaznávar, en sus Noticias para literatos acerca de los Archivos públicos de la hoy extinguida Sala de Señores Alcaldes de Casa y Corte, folleto de ocho páginas, impreso en San Sebastián el año 1834, escribe, aludiendo a las causas anteriores a 1700: «Había entre ellas algunas curiosas, como la formada el año 1579 www.lectulandia.com - Página 66 contra Alonso de Zayas y Mari Morena, su mujer, tabernera de corte, por tener en su casa cueros de vinos y no quererlos vender». Y añade Zuaznávar: «Es muy verosímil que el nombre y apellido de esta mujer encausada, su clase y la calidad de su culpa, hubiesen dado origen desde el año 1579 a la expresión, hoy muy usual de Marimorena por pendencia». He revisado el Tesoro, de Covarrubias, y el Vocabulario de Refranes, de Correas, y en ninguna de estas obras del siglo xvii aparece la voz Marimorena ni la expresión Armarse una marimorena. Clemencín, comentando la expresión del Quijote «dar morena», «expresión proverbial que envuelve amenaza de averiguación y litigio mayor», dice que Marimorena significa riña o pendencia y que «hay quien atribuye el origen de esta voz a las quimeras que antiguamente excitó una María Morena, tabernera de Madrid, y dieron ocasión a ruidosos procesos judiciales, que se guardaban, según se dice, en el archivo de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte. Morena puede ser abreviatura de marimorena» (nota 36 al cap. 26 de la 1.* parte del Quijote). (Véase En tiempos de Maricastaña). ¡Arrea, que vas por hilo! Incluye esta expresión moderna Ramón Caballero en su Diccionario de modismos como sinónima de ¡Arrea!: «exclamación muy frecuente cuando nos sorprende o asombra alguna cosa. También se emplea como para admirar la abundancia o gran importancia y trascendencia de algo que vemos, oímos o leemos». Æ Melitón González, en su artículo «Efemérides españolas. Tragar el paquete» (ABC, Madrid, 7 de octubre de 1918), trataba de explicar esta frase en la forma siguiente: «Un baturro, con su mulo, iba a Calatayud a hacer unas compras. »El burro (¿en qué quedamos?, ¿era mulo o burro?), aunque andariego, no quería andar. El baturro creyó que el animal se hacía el remolón, pensando en que de la ciudad volvería con ladrillos, sacos de yeso o cosa más pesada, como tenía por costumbre. Para animarle con la idea de traer género de poco peso, el baturro dijo al burro: «¡Arrea, que vas por hilo!». Arrimar el ascua a su sardina www.lectulandia.com - Página 67 Arrimar uno el ascua a su sardina significa, según el Diccionario, «aprovechar las ocasiones en beneficio propio». Æ Según Sbarbi, «denota la inclinación que todos tenemos a defender lo que nos pertenece o nos acomoda». Rodríguez Marín explica así el origen de este dicho: «Dicen algunos que antaño solían dar a los trabajadores de los cortijos sardinas, que ellos asaban en la candela (en la lumbre) de los caseríos; pero como cada uno cogía ascuas para arrimarlas a su sardina, la candela se apagaba, por lo cual tuvieron que prohibir el uso de ese pescado. Este origen se atribuye aquí al refrán, y aun al citarlo añaden algunos: por eso quitaron las sardinas de los cortijos del Viso (de Viso de Alcor, Sevilla)». Suele también decirse: Cada uno huelga llegar a la brasa a su sardina puesta a asar. Cada uno llega la brasa a su sardina (José Gella Iturriaga, Refranero del mar, tomo 1.°, pp. 32-33, Madrid, 1944). Arroz y gallo muerto [Tener arroz y gallo muerto es frase festiva que se utiliza para ponderar la esplendidez de una comida, aludiendo a los banquetes propios de las aldeas]. La popular expresión debe de ser moderna, nacida en el siglo XIX. Æ Sbarbi, en su Gran diccionario, dice que con ella «pondérase festivamente la esplendidez de una comida o banquete, aludiendo a los de las aldeas. Suele emplearse con los verbos haber y tener». Ramón Caballero la incluye en su Diccionario de modismos, y explica que es: «Comida imaginaria con que designamos la que vamos a hacer cuando no queremos decir su nombre. Comida extraordinaria. Beneficio». Acerca de su origen copiaré lo que escribe Antonio Flores en su obra Ayer, hoy y mañana (Barcelona, 1892, tomo I, p. 393). Flores, describiendo en el capítulo 51 las fiestas tradicionales de Madrid en el año 1800, dice que en Carnaval las gentes se divertían, dándose «garbanzos de pega, cerillas de pega, papel de fumar de pega y cartas de chasco», obsequiándose con caramelos amargos y frutas preparadas con acíbar, poniendo mazas y rabos a los transeúntes, manteando peleles, etc. Y añade: «En esos mismos días colgaba un gallo en la calle, y con los ojos vendados... le asestaba con un palo diferentes golpes hasta que conseguía matarle para comerle después con arroz, sin pensar en que a estas fiestas se aludiría más tarde cuando se dijera arroz y gallo muerto». De este párrafo, no muy claro, de Flores parece deducirse que la frase que www.lectulandia.com - Página 68 comentamos se dijo, ya entrado el siglo xIx, con alusión a esta costumbre carnavalesca y al gallo, muerto a palos, que se entregaba como premio a su matador. Así se las ponían a Fernando VII Expresión con la que ponderamos las excesivas facilidades que una persona puede encontrar para realizar una cosa. Æ Alude a carambolas y a que los cortesanos de la camarilla del citado rey, cuando jugaban con este al billar, le ponían las carambolas fáciles, por adularle y hacerle creer que era un experto jugador. Ataquen y ganemos. Los ojalateros. Dice el padre prior... Expresión popular que se aplica a los inhibidos, a los cobardes, a los emboscados y, en general, a los que no van a la guerra. Æ Es la frase que decían durante la primera guerra carlista (1833-1839) los que Carlos O*Donnell calificó acertadamente de ojalateros, porque decían, o venían a decir a todas horas: «¡Ojalá ataquen (nuestros soldados) y ganemos (nosotros)!». El oficial carlista Carlos O'Donnell fue —según he leído— el inventor de la palabra ojalateros, que él aplicaba a la extensa cohorte de pretendientes que invadían el real de don Carlos, y que se pasaban la vida diciendo: ¡Ojalá ataquen y ojalá ganen! El calificativo se extendió luego a todos los que, sin tomar las armas por el pretendiente, se contentaban con desear el triunfo de las tropas de este. Antonio Flores, en su obra Ayer, hoy y mañana (tomo 2.*), dedica un capítulo a los ojalateros, incluyendo bajo esta denominación a los carlistas que en Madrid y durante los años de la primera guerra civil se reunían más o menos clandestinamente para comunicarse sus esperanzas en el triunfo de los suyos, y para hacer correr entre ellos las noticias más alentadoras y fantásticas acerca de las victorias de Zumalacárregui, de la inminente intervención de Rusia en favor de don Carlos, y de la próxima entrada de este en la corte. La palabra ojalateros tuvo gran aceptación. Se hablaba del partido de los ojalateros, para motejar a los que en la guerra adoptaban una actitud pasiva y www.lectulandia.com - Página 69 presumían de entusiasmo por la causa. Y hasta llegó a aplicarse en la segunda guerra civil a los que formando parte del ejército carlista no estaban en primera línea o se encontraban disfrutando de permiso. En materia ajena a la guerra existe una frase con la que se zahiere a los que, no habiendo trabajado, quieren participar del fruto del trabajo ajeno. Es la siguiente: Dice el padre Prior que bajemos al huerto, que trabajéis y que después merendaremos. Atar los perros con longaniza Suele emplearse esta expresión en sentido negativo, indicando a una persona que no debe hacerse ilusiones: No creas que allí atan los perros con longaniza, frase parecida a la de No creas que aquello es Jauja. Æ Esto de atar los perros con longaniza, que parece fábula propia de Jauja o de un país fantástico, ocurrió en el pueblo de Candelario (Salamanca), famoso por sus embutidos, y tuvo lugar en el taller del acaudalado industrial don Constantino Rico, conocido por el nombre de «El tío Rico, el choricero», el mismo que inmortalizó Bayeu en un tapiz del palacio de El Pardo, cuyo cartón se encuentra en el Museo del Prado. Tenía el tío Rico en la planta baja de su casa un gran taller de embutidos, donde trabajaban muchas obreras. Un día se le ocurrió a una de estas atar con una larga ristra de longaniza a un perrillo de la casa y sujetarlo de este modo a la pata de un tajo, nombre que dan en aquel país a un asiento especial de corcho. Un chiquillo, hijo de otra obrera, que entró en aquel momento a dar un recado a su madre, vio al perro, y al salir les contó a sus amigos que en casa del tío Constantino ataban los perros con longaniza. La frase se generalizó y aumentó la fama de rico que ya tenía el dueño de la fábrica. Ascendiente de Constantino Rico, de Candelario, debió de ser Juan Rico, el choricero inmortalizado por el pincel de Goya. Este Juan Rico figura en un anuncio del Diario de Madrid de finales del siglo xvn, que dice así: «Ha llegado a la calle de los Tudescos, casa número 21, Juan Rico, el que trae una partida de chorizos, jamones y sábanas de lienzo casero, todo con equidad». Leí este último dato en el libro de Luis Martínez Kléiser titulado Del siglo de los chisperos (Madrid, 1925, pp. 61-62). Parecido al modismo que comentamos es el que dicen los italianos: Vi si legnano le viti con le salciccie. (Allí se atan las viñas —o los sarmientos de ellas— con www.lectulandia.com - Página 70 salchichas). Los antiguos romanos se valían de una frase parecida para expresar la abundancia de un país en el que se supone que se vive sin trabajar y en medio de todos los placeres y comodidades. En El festín de Trimalción, de Petronio, se lee la siguiente expresión: Dices hic porcos coctos ambulare. (Diríais que los cerdos andan asados por las calles). ¡Aún les dura el pan de la boda! Expresión que se aplica a los casados, significando que aún no han llegado los trabajos del matrimonio y de sustentar casa, porque les dura lo que les dieron. Æ Según Correas, en su Vocabulario de refranes, se dijo esta frase «por el placer y buen tiempo primero del casamiento; por lo que entonces hay que comer de lo que les dieron». En mi tierra hay una copla que dice así: El día que me casé hubo toros y novillos, y ahora, para mi desgracia, voy al monte por tomillos. En las primeras ediciones del Diccionario de la Academia se lee: «Pan de la boda. Los regalos, agasajos y buen tratamiento que se suelen hacer los primeros días, especialmente por el marido a la mujer, que después faltan por lo regular». Antiguamente, y aun hoy en algunas regiones de España, el pan de la boda era el proverbial pan pintado, del que proviene el dicho: Eso son tortas y pan pintado, que comento en otro lugar. Según el Diccionario de la Academia de 1791, pan pintado «es el que se hace para las bodas y otras funciones, adornándole por la parte superior con unas labores que se hacen con la carretilla o pintadera». Aún queda el rabo por desollar Esta expresión corriente y las de estar o faltar el rabo por desollar significan, según www.lectulandia.com - Página 71 el Diccionario, «que una cosa está inconclusa, o que falta aún lo más duro y difícil». Igual sentido tienen en las primeras ediciones del Diccionario de la Academia. El quedar aún el rabo por desollar es un símil que se refiere a la operación de quitar el pellejo o la piel a los animales y a la dificultad de desollar la cola. Æ Antiguamente se decía indistintamente la cola o el rabo, y con estas dos palabras aparece el dicho en el Diccionario de autoridades (1726-1739). Cejador, en su Fraseología (tomo 1.°, p. 315), incluye las citas siguientes: «Aún la cola le falta por desollar. Falta lo más difícil» (Caro Cejudo). «Aún la cola tenéis por desollar; al que se queja de trabajos padecidos, que aún le quedan mayores» (S. Ballesta). «Lo peor de desollar es la cola» (Lena, 4, 4). «Que aún le falta la cola por desollar» (Quijote, parte 2.*, cap. 35). Aunque la mona se vista de seda, mona se queda [Refrán que alude a lo innecesario de disfrazar lo evidente]. Æ Muchos suponen que este refrán proviene de la famosa fábula de Iriarte titulada La mona, que empieza: Aunque se vista de seda la mona, mona se queda. Pero olvidan que a continuación de estos dos versos dice Iriarte: El refrán lo dice así, yo también lo diré aquí. Efectivamente, se trata de un viejo refrán español que aparece recogido por Correas en su Vocabulario del primer tercio del siglo xvii. Tirso de Molina, en su comedia de carácter Marta la piadosa, lo cita así: «Aunque se vista de seda la mona, mona se queda». Y según leí en el artículo de León Medina «Frases literarias afortunadas» (Revue Hispanique, tomo 20, 1909, pp. 211-297), es refrán antiquísimo, que aparece en los Diálogos de Luciano. www.lectulandia.com - Página 72 Averíguelo Vargas Al explicar este dicho Correas escribe: «Dicen que un mayordomo de un obispo de Segovia, muy solícito y por eso malquisto de los culpados y los con quien tenía negocios, llamado Vargas, a quien el obispo remitía todas las cosas, diciendo: “Averígiielo, Vargas”. Otros dicen que fue Vargas el secretario de Felipe II, y por ser tan moderno, no lo apruebo; antes juzgo que estos son dichos vulgares a plácito, sin historia». Contra lo que supone Correas, parece averiguado quién era este Vargas, y a él alude en su Historia del emperador Carlos V el obispo de Pamplona fray Prudencio de Sandoval. A él se refiere asimismo Gracián en El Criticón (parte 3.*, cap. 10): «Este es el del proverbio, por quien decía el Rey Católico a cualquier escándalo que sucedía: “Vaya y averígielo Vargas”». La Academia coincide en afirmar que el personaje referido en la frase es don Francisco de Vargas, «alcalde de corte, a quien Isabel la Católica encargaba cosas difíciles de averiguar». De la misma opinión es Bastús. Æ Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, escribe: «Dio origen a esta frase el muy celoso y agudo don Francisco de Vargas, del Consejo de Castilla en tiempos de Carlos V, al cual Vargas se le encargaban las comisiones más difíciles. Cuando algo se presentaba oscuro a la majestad del rey Carlos, terminaba este diciendo la frase de referencia». Sbarbi sufrió un error, a mi juicio explicable. Sabría (por referencias) que el obispo Sandoval, en su Historia de Carlos V, hablaba de don Francisco de Vargas, y supuso que este fue un servidor de Carlos V. Si hubiera leído la obra de Sandoval, habría cambiado de opinión. Efectivamente, fray Prudencio de Sandoval, obispo de Pamplona, en su Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V (Pamplona, 1603, tomo 1.°, cap. 59, p. 48) cita a Vargas, pero no como consejero de Carlos V, sino de Fernando el Católico y de Isabel de Castilla. Dice así Sandoval, cuya obra he consultado: «Año 1516. Estando el rey don Fernando el Católico en Madrigalejo este año 1516 por el mes de enero, le dijeron cuán cerca estaba de acabar sus días». Se confesó y comulgó. «Y de la confesión resultó que mandó llamar al licenciado Zapata y al Dr. Carvajal, sus relatores y refrendarios y de su Consejo y Cámara, y al licenciado Francisco de Vargas, su www.lectulandia.com - Página 73 tesorero general y de su Cámara, todos del Consejo Real. ..». Y al margen de esto, pone una nota, impresa en letra menuda, que dice así: «Licenciado Francisco de Vargas, colegial de Santa Cruz de Valladolid, por quien se dijo “averígiijelo Vargas”: porque le remitían los Reyes [los Reyes Católicos] todos los negocios, para que los averiguase en muchos oficios de gran confianza que tuvo en estos Reinos». Covarrubias, que debía de conocer esta opinión de Sandoval, dice en su Tesoro de la lengua castellana: «Hay un refrán: “Averígiielo Vargas”, cuando un negocio está muy empelotado y entrincado. Díjose por el licenciado Francisco de Vargas, Colegial que fue de Santa Cruz de Valladolid, hombre de gran cabeza y buen despidiente; eligióle por su secretario el rey don Fernando el Católico, y porque le remitía todos los memoriales, para que informado le diese cuenta de ellos con estas palabras averíguelo Vargas, quedó en proverbio». No obstante el testimonio anterior, tan claro, Cejador, al comentar el verso del Arcipreste de Hita «Derribóle el cavallo en medio de la varga», escribe lo siguiente: «Varga, monte o cuesta, como lugar embargado de matos; por eso en Castilla es casilla cubierta de paja; entre muzárabes y en Aragón, choza con ramaje. De aquí Vargas, personificación de este concepto, de modo que Averígúelo Vargas alude al enzarzamiento del monte y dícese de lo muy enzarzado, enredado y oscuro. Al secretario de Felipe II le ajustaría bien el dicho, pero él es más antiguo». Cejador fantasea y confunde al Vargas, secretario de Fernando el Católico, con el supuesto secretario de Felipe II. Lo bueno es que repite esta absurda explicación al comentar La visita de los chistes, de Quevedo, donde dice: «Vargas podrá ser el alcalde de Corte por los años de 1480, a quien sometía la averiguación de los memoriales la Reina Católica, u otros varios que dice Correas; pero de suyo es personificación del monte muy enzarzado, y Averíguelo Vargas alude al dicho enzarzamiento. Monte y ramaje es lo que varga significa». (Quevedo, Los sueños, 3.* edición, edición y notas de Julio Cejador Frauca, Clásicos Castellanos, Madrid, 1931, p. 287). Mateo Alemán, en su Guzmán de Alfarache (2.* parte, libro I, cap. 7), emplea la frase Dígaselo Vargas: «¡Quién les dijese aquesta verdad y que, si otra cosa piensan, que son tontos! Dígaselo Vargas. Atrévase a ello un desesperado. Por menos que eso darán queja criminal de vos. No hay burlarse con poderosos ni mentar verdades». www.lectulandia.com - Página 74 Bailar el pelado Según el Diccionario, bailar uno el pelado significa «estar sin dinero». El mismo Diccionario dice que llaman pela en algunos pueblos de Galicia a la «niña ataviada que llevan en la procesión del Corpus». Y en las primeras ediciones del Diccionario de la Academia se lee que en Galicia llaman pela a «el muchacho que va ricamente adornado sobre los hombros de un hombre y va bailando. Lo común es sacarle en las procesiones del día del Corpus». Æ Montoto, en Un paquete de cartas, cita, a propósito del modismo que comentamos, el libro titulado Compendio de las principales reglas del baile, traducido del francés por Antonio Cairón (Madrid, 1820), donde se consigna lo siguiente: «Pela. Antiguamente en Galicia, en las procesiones del Corpus, salía un muchacho ricamente adornado, sobre los hombros de un hombre, el cual iba bailando delante de la procesión, y llamaban (a esto) bailar la pela; de donde ha dimanado sin duda aquel antiguo adagio: estoy bailando el pelado, aludiendo probablemente a que el que bailaba el pelado o la pela era ordinariamente un pobre mandadero que se buscaba a este fin». Bailarle a uno el agua delante Bailarle a uno el agua, o Bailarle uno el agua delante a otro, significa adularle o complacerle para conseguir lo que se desea. O, como dice la Academia en su Diccionario, «adelantarse a sus deseos por halago o adulación». Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, incluye los dichos bailar el agua delante: «hacer las cosas y servir a uno con gusto», y hacer bailar el agua delante: www.lectulandia.com - Página 75 «poner cuidado y servir con gusto a quien manda». Covarrubias, en su Tesoro de 1611 y en la voz bayle, dice así: «Bailar el agua delante es servir con gran diligencia y prontitud; está tomada esta manera de hablar de las criadas que en tiempo de verano, cuando sus amos vienen de fuera, refrescan las piezas y los patines con mucha presteza, y el agua va saltando por los ladrillos y azulejos, que parece baile». Clemencín, en sus Notas al Quijote, acoge la versión de Covarrubias, añadiendo que el dicho tuvo su origen en Andalucía. Cejador discrepa de la opinión de Covarrubias. «Covarrubias —escribe Cejador, comentando el Quijote— saca esta frase de las criadas que salen a la llegada del amo en verano y le van regando el piso. Lo cual me parece, además de infundado, pues jamás se ha visto tal costumbre, por demás pueril; mejor es confesar que no se sabe el porqué. Probablemente significa ofrecérsela, facilitársela; lo contrario de no dar a uno una sed de agua». Rodríguez Marín, en su Edición crítica del Quijote, pone asimismo en duda el origen que asigna Covarrubias a la frase en cuestión. Y en una de sus notas a la novela cervantina El casamiento engañoso, escribe lo siguiente: «Bailarle a uno el agua delante, en su acepción natural, es salirle al encuentro para dársela, echándola —bailándola a su presencia en el vaso— de la jarra O alcarraza en que estaba puesta a enfriar. En algunos pueblos de las provincias de Sevilla y Granada he oído decir bailarle a uno el agua de nieve, en el sentido figurado de halagarle o hacérsele grato. (Clásicos Castellanos, Novelas ejemplares de Cervantes, tomo 2.*, Madrid, 1943, p. 186). Por último, el ya citado Cejador, en su Fraseología (tomo 1.°), copia algunas citas clásicas sobre el dicho que comentamos: J. Tolosa (Discurso, 1, 3): «Viendo la diligencia del huésped (del posadero), que bailándole el agua delante...». Juan de Pineda (Diálogos de la agricultura cristiana): «Porque yo le di galas y buen vestir, y una pasada comida, me baila el agua delante». Antonio Pérez (Cartas): «Y no sean de los amigos que siempre han menester traerles el agua bailando y darles gusto en todo». «No obstante que les traen el agua bailando sus ministros». A estas citas añadiré la del Romance CXI de Quevedo, donde, aludiendo a una hermosa que se baña en el menguado Manzanares, escribe: Ella gastó todo el charco en escarpín de un tobillo, y, por subir más arriba, la corriente daba brincos. Bailar el agua delante, solo con ella lo he visto. El mismo Quevedo, burlándose de las frases hechas que se usaban en su tiempo, se pregunta en la «Dedicatoria» de su Cuento de cuentos: «¿Qué será no dar a uno www.lectulandia.com - Página 76 una sed de agua?... ¿Y hacer bailar el agua delante?». Cejador sostiene que este dicho proviene de la expresión bailar delante de una persona (mostrarle contento para agradarle, danzando delante de ella), que aparece en el Rufián viudo («Cántate por las plazas, por las calles —Báilante en los teatros y en las casas») o en el Guzmán de Alfarache: «Me bailaban delante todos, las bocas llenas de risa». Fray Pedro de Vega: «Porque te bailen delante los halagos mundanos» (2-35). «Y pudo añadirse el agua —dice Cejador—, aludiendo al que con todo agrado y agasajo se la ofrece al que llega de camino, para beber y lavarse los pies». Esta explicación me parece la más aceptable. Batir el cobre Según el Diccionario, batir el cobre una persona significa «intentar alguna cosa con mucha viveza y empeño». Y batirse el cobre tiene el doble significado de «trabajar mucho» y de «disputar con mucho acaloramiento». Æ Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, escribe: «Batir el cobre es hacer mucho ruido y trabajar con solicitud en algún negocio, porque los que labran cobre (los que baten el cobre) suelen estar sobre una pieza, martillando tres y cuatro juntos, guardando el compás de los golpes». Seijas Patiño, en su Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo, recoge esa opinión de Covarrubias y dice: «Bátese el cobre con fuerza y a golpes continuados y vivos, y así la expresión batir el cobre equivale a tratar un negocio con viveza y empeño, con calor y constancia». Correas, en su Vocabulario de refranes, cita el dicho Batir el cobre, y lo comenta: «Dícese del juego, de cosas que se usan con frecuencia: allí baten el cobre». Y en otro lugar de su obra consigna las expresiones: Allí es el batidero; allí se bate el cobre; allí es el cutidero, añadiendo que con ellas se alude «al lugar do concurren muchos y donde se juega a la continua». Beber los kiries Significa beber nueve veces por ternos. El Diccionario no incluye esta expresión. Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, cita las de «Beber los quirios de Elena www.lectulandia.com - Página 77 (por beber mucho)» y «Bebe los kirios de Elena (encarece que uno bebe mucho: nueve veces)». Cejador, en una de sus notas a La Celestina (tomo II, p. 30, Clásicos Castellanos, Madrid, 1941), escribe: «Del beber tres veces, o tres por tres (es decir, nueve veces), se dijo beber los kiries, aunque acaso de los tres kiries pasaron los amigos del vino al brindar por los santos, y al mucho beber dijeron brindar por todos los de la letanía, donde al fin se repiten los kiries». Cejador cita textos de Ovidio y Horacio, según los cuales, nueve veces era lo que más se bebía en la Antigüedad, y solía beberse por ternos (tres ternos). Bebían pues, o tres veces o nueve: «tres veces por las tres Gracias y nueve por las nueve Musas». Y añade: «Aulo Gelio y Macrobio y Varrón dicen que los convidados no han de ser menos de tres por las tres Gracias, ni más de nueve por las nueve Musas. Y del brindar por unas y otras debió de nacer el beber tres y nueve veces. Los cristianos lo cristianizaron, brindando por los tres y nueve kiries, y aun los beberreadores, por todos los santos de la letanía. »Bebe los kiries significa, pues, bebe nueve veces, por ternos, como los kiries van ordenados, y bebe a la devoción y advocación de ellos, al igual que bebían los gentiles en honor de las Gracias y las Musas». Beber los vientos (o beber los aires) por una persona o cosa Desvivirse, afanarse por alcanzar aquello que se desea con vehemencia. Solicitar a una persona con muchas ansias y vivas diligencias, no omitiendo ningún género de galanteos. Æ Vicente Espinel, en la Vida de Marcos de Obregón (Clásicos Castellanos, tomo I, p. 119), escribe: «¿Y qué mayor pobreza —dije yo— que andar bebiendo los vientos..., con aquella insaciable hambre y perpetua sed de buscar hacienda y honra?». Francisco Gregorio de Salas dedicó a cierto sujeto que frecuentaba una taberna, más que por beber, por estar enamorado de la tabernera, la siguiente quintilla: Con diferentes intentos que a beber viene imagino: por él en sus pensamientos por el vaso bebe el vino, pero por ella los vientos. www.lectulandia.com - Página 78 Cervantes, en el Persiles (libro 2.°, cap. 10), escribe que Zenotia «bebía, como dicen, los vientos, imaginando cómo vengarse del cruel flechero». Lo de beber los vientos es metáfora que, según leí en el Tesoro de la Lengua Castellana, de Cejador, alude a los perros de caza ventones o venteadores, que al olfatear el aire parece que se lo estuvieran bebiendo. Antiguamente se decía beber los vientos y los elementos, frase que Correas explica así: «Dícese de un enamorado: bebe los vientos por fulana, y del que anda en pretensión que mucho desea» (ed. Mir, p. 308). ¡Bien se está San Pedro en Roma! Según el Diccionario de modismos de Ramón Caballero, «dícelo el que no quiere, ni aun bajo pretexto de mejoría, abandonar el sitio o puesto que ocupa. Indica también quietud, calma, conformidad». También suele hoy decirse: ¡Bien se está San Pedro en Roma, aunque no coma! Æ La frase antigua es la de ¡Bien se está San Pedro en Roma, si no le quitan la corona!, que Correas comenta así: «Lo primero pertenece al que está bien; lo segundo dice violencia, y esta adición es menos usada, mas da a entender que el que está bien, suele ser inquietado de otro más poderoso o tirano». Sebastián de Horozco, en su Cancionero (obra de la segunda mitad del siglo xv1), trae estos versos: Bien se está San Pedro en Roma, y aunque pierda lo servido, donde el hombre es conocido no le falta pan que coma. Correas cita además los dichos: Bien se está San Pedro en Roma, y el cagajón en su boca, y Bien se está San Pedro en Roma, y San Alifonso en Zamora. Bien sería, pero no es necesario Esta frase, tan usual, procede del Catecismo del padre Astete, cuando pregunta: —¿Y es menester siempre que uno cae en pecado mortal confesarse luego para www.lectulandia.com - Página 79 que se le perdone? —Bien sería, pero no es necesario. Del mismo Catecismo provienen las frases proverbiales Decir sí o no, como Cristo nos enseña, Doctores tiene la Santa Madre Iglesia que os sabrán responder, y otras. ¡Buen pelo nos ha lucido! Expresión irónica para indicar que nos ha ido mal en algún asunto, que no hemos ganado nada. Æ Esta frase y las de echar buen pelo: «comenzar o mejorar de fortuna y a recobrar la salud», y relucirle a uno el pelo: «estar gordo y bien tratado», y en general todas las frases castellanas que aluden al bueno o mal pelo y al pelaje de las personas, están tomadas del pelo y pelaje de los animales, que estando lucios y gordos les luce el pelo, y mal cebados, lo presentan malo. Lucio, adjetivo que emplea Cervantes en el Quijote, significa, según las primeras ediciones del Diccionario de la Academia, «lo que reluce y brilla», y «dícese regularmente de los animales que están gordos y de buen pelo, como caballos, mulas, bueyes, etc.». Buenas son mangas después de Pascuas Refrán antiguo español que equivale a decir: «buenos son los regalos después de Pascua», porque mangas suele significar lo mismo que «regalos, adehalas, emolumentos». Æ Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, consigna que el refrán que comentamos «se dice cuando lo que deseamos se viene a cumplir algo después de lo que nosotros queríamos». Y añade que manga «es una forma de red de pescadores», y que la manga se dijo manguillo en el sentido de regalillo. Añade también Covarrubias que hacer un negocio de manga o ir de manga significa «hacerse con soborno». Y que en el refrán Buenas son mangas después de Pascua, las mangas pueden aludir a las redes de pesca, «porque los regalos hechos a jueces y personas de autoridad son como redes para captar su favor y benevolencia». www.lectulandia.com - Página 80 Bueno es el vino cuando el vino es bueno... La frase completa es la siguiente: Bueno es el vino cuando el vino es bueno; pero si el agua procede de una fuente clara y cristalina, ¡prefiero el vino al agua! XJ Esta expresión, tan popularizada en toda España y que tan a menudo suelen repetir los cofrades de Baco, nació, como tantas otras, en Madrid. El escritor Pedro Felipe Monláu, en su curioso libro Las mil y una barbaridades, agudezas, ocurrencias, chistes, epigramas... por D. Hilario Pipiritaña (4.* ed., Madrid, 1869), escribe lo siguiente (p. 2): Bueno es el vino cuando el vino es bueno; pero si el agua es de una fuente cristalina y clara... ¡Mejor es el vino que el agua! Y añade Monláu: «Estos versos (renglones) fueron improvisados por un aguador de Madrid». Buscarle tres pies al gato Se dice, propiamente, de los que tientan la paciencia de alguno, con riesgo de irritarle. Y se aplica, impropiamente, a los que con sofismas y embustes tratan de probar lo imposible. Æ Buscarle tres pies al gato es dicho corrompido. El verdadero es buscar cinco pies al gato. Así lo cita Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana (1611), y lo explica: «Buscar cinco pies al gato se dice de los que con sofisterías y embustes nos quieren hacer entender lo imposible; nació de que uno quiso probar que la cola del gato era pie». Correas, en su Vocabulario de refranes (obra del primer tercio del siglo xvn), anota el dicho Buscarle cinco pies al gato, y añade: «Buscáis cinco pies al gato, y no tiene más que cuatro; no, que cinco son con el rabo». Baltasar de Alcázar dice en uno de sus epigramas: www.lectulandia.com - Página 81 Mostróme Inés, por retrato de su belleza, los pies; yo le dije: —Eso es, Inés, buscar cinco pies al gato. A pesar de esto, Cervantes, en el Quijote (parte 1.*, cap. 22), usa el dicho que se emplea actualmente y escribe: «buscando tres pies al gato». Comentando esto Rodríguez Marín en su Edición crítica del Quijote, cita el testimonio de Correas; dice que esta frase proverbial significa «buscar ocasión de pesadumbre y enojo», y añade: «Más corriente ha sido decir cinco pies, y parece más propio: lo uno, porque hallar tres pies a quien tiene cuatro es cosa fácil y nada ocasionada a pendencias, mientras que hallarle cinco es imposible; y lo otro, porque solía añadirse: y no tiene sino cuatro, y aun esta otra coletilla: no, que son cinco con el rabo». Buscar tres pies al gato aparece en la Comedia Eufrosina. Y lo de buscar cinco pies se dijo antiguamente aludiendo no al gato, sino al carnero. En la Segunda Comedia de Celestina, de Feliciano de Silva, se lee: «Nunca busques cinco pies al carnero, pues está averiguado que no tiene más de cuatro». www.lectulandia.com - Página 82 Cada palo aguante su vela Cada uno se resigne con su suerte; conlleve los trabajos o molestias inherentes a su estado o profesión, o sea responsable de sus actos. Es expresión de origen marinero, alusiva al palo o madero redondo, fijo verticalmente en una embarcación, y destinado a sostener las velas. Algunos creen, equivocadamente, que se refiere al cirial o candelabro alto, en cuya parte superior va metida la vela de cera. Æ Del libro de José Gella Iturriaga Refranero del mar (tomo 2.”, Madrid, 1944), entresaco los siguientes modismos de origen marinero: Bandearse bien. Bandearse uno como puede. Brujulear. Cambiar de rumbo. Capear el temporal. Cargar hasta los topes. Conocer la aguja de marear. A palo seco. Ir viento en popa. Dar al traste. Sondear a una persona. Nadar entre dos aguas. Echar el áncora. Echar un cable. Ponerle a uno la proa. Abordar a una persona. Escapar o salvarse en una tabla. Estar de la otra banda. Irse a pique. Mantenerse a flote. Estar al pairo. Con el agua al cuello. En franquía. Estar hecho un cascajo viejo. Hacer una cosa contra viento y marea. Hacer el zafarrancho. Hay marejada. Está como una balsa de aceite. Iba hecho un brazo de mar. ¡Hombre al agua! Es un Viva la Virgen. Ir a remolque. Ir con la corriente. Irse de bolina. Ir al garete. Liar el petate. Ir a la deriva. Meter el remo. Plegar velas. Romper amarras. Salir a flote. Ser una rémora. Soltar el trapo. Irse con viento fresco. Soltar la escandalosa, etc. Caer del burro Reconocer el yerro o la falta. www.lectulandia.com - Página 83 Æ La frase es muy posible que provenga de algún cuento o historieta antiguos, alusivos a algún porfiado que se cayó del burro o a quien el burro derramó, como diría Quevedo. Hace siglos se decía Caer de la burra. Juan de la Sal, en una carta inédita existente en la Biblioteca Real, escribe: «Pero cayeron brevemente de su burra». (Cita de Cejador en Tesoro. Labiales B-P, 1.* parte, p. 423). Cervantes dice en el Quijote (parte 2.*, cap. 19): «Yo me contento de haber caído de mi burra y de que me haya mostrado la experiencia la verdad». Y Castillo Solórzano (Donaires del Parnaso, f. 72): Cae, amigo, de tu burra, pues eres tan mal jinete. Sin embargo, en La Celestina se dice caer de su asno: «Déjale, que él caerá de su asno». Y Cejador, comentando esto, cita a Galindo, para quien «Caer de su asno es convencerse, entender lo que no se calaba, ceder a razones, salir del error propiamente, tomado este como asno ignorante y tozudo». Caer del burro significa, pues, caer del error, en el que se ha perseverado tozudamente, y en la frase que comentamos el error y la terquedad en mantenerlo están simbolizados por el asno. Caer en el garlito Verse atrapado o cogido por aquello mismo que intentaba uno rehuir. Coger a uno en el garlito. Sorprenderle en una acción que quería hacer ocultamente. En el Diccionario se alude al garlito como «especie de nasa para pescar, a modo de buitrón». J En el Tesoro de la lengua castellana (1611) de Covarrubias se lee: «Garlito. Cierto género de nasa, hecha de mimbres o de hilo, para pescar peces, los cuales entran en ella como por lo ancho de un embudo y después no pueden salir... Caer en el garlito: coger a alguno con el cebo de la codicia o interés o pasión amorosa». El maestro Correas, en su Vocabulario de refranes del primer tercio del siglo xvi, escribe: «Caer en el garlito; cayó en el garlito. Metáfora de los peces que caen en los garlitos puestos en las corrientes de riachuelos; son los garlitos de mimbre, de suerte y forma piramidal, anchos de boca y acaban en punta, y como entran de cabeza los peces, no pueden revolverse ni salir por la apretura del garlito, y fuera del agua que www.lectulandia.com - Página 84 los va atorando». Algunos escritores han confundido el garlito (ingenio de pesca) con la trampa (artificio para cazar). Y así, cierto autor dramático de hacia 1870 tituló una de sus obras Un pájaro en el garlito. En idéntico disparate incurre el libretista de una célebre zarzuela de esa época, cuando escribe: «Me ha cogido de patas en el garlito». Otro de los que confundieron garlito con trampa o cepo fue don Constantino Román y Salamero, el cual, en su traducción al castellano de los Ensayos de Montaigne (París, 1898), incluyó en el índice alfabético de la obra la nota siguiente: «Monos. De un tamaño extraordinario, que Alejandro (Magno) encontró en las Indias; cómo cayeron en el garlito». El texto de Montaigne al que alude esta nota es muy curioso, porque, hablando del espíritu de imitación, dice que hay imitaciones mortales, como «la de los horribles monazos, en grandeza y en fuerzas, que el rey Alejandro encontró en cierta región de las Indias, con los cuales hubiera sido difícil de otro modo acabar; mas ellos mismos procuraron el medio, merced a esta inclinación de remedar cuanto veían hacer, por donde los cazadores determinaron calzarse con zapatos a su vista, con muchos nudos que los sujetaban, y cubrirse de pies a cabeza con lazos corredizos y hacer como que untaban sus ojos con liga. Así perdió imprudentemente a estos pobres animales su condición remedadora, y todos fueron enyescándose, enredándose y agarrotándose». (Montaigne, Ensayos, tomo 2.”, p. 249). Calentársele la boca. Irse de boca Según el Diccionario, calentársele a uno la boca significa «hablar con extensión acerca de algún punto» y «enardecerse, descomedirse». Æ El Diccionario de autoridades (1726-1739) expresaba con más propiedad esta última acepción al decir que calentársele a uno la boca es «frase metafórica que se dice de los que en el discurso de la conversación se enardecen y prorrumpen en palabras descompuestas». Es expresión tomada de los caballos que, por calentárseles la boca, se desbocan. Igual origen tiene la frase Irse de boca. Según el Diccionario de autoridades significa «no reparar en lo que se dice», y «está tomada del caballo que no obedece al freno». Ese mismo Diccionario asigna origen equino a los dichos Tener buena o mala boca, que «se dice de los caballos que son o no obedientes al freno». www.lectulandia.com - Página 85 Calumnia, que algo queda [La frase hace referencia al poder que puede tener una mentira repetida tantas veces que puede llegar a parecer cierta]. Æ Según el Diccionario ilustrado de frases célebres, de Vicente Vega (p. 101), esta frase procede de El barbero de Sevilla, de Beaumarchais: «Calomniez, calomniez, il en reste toujours quelque chose». Bien es verdad que Bacon, en su tratado De la dignidad y progreso de las ciencias (libro 8.” cap. 2.°), había dicho textualmente lo mismo, considerándolo como proverbial. Después, con música de Rossini, esta frase alcanzó la máxima popularidad en el aria «de la calumnia» de la ópera El barbero de Sevilla: La calunnia e un venticello, un auretta assai gentile, che insensibile, sotile, leggermente, dolcemente, incomincia a sussurrar. No han faltado autores que sostuviesen como origen de esta frase una exclamación de Beaumarchais quejándose de las imputaciones de que era víctima en uno de sus procesos. También ha sido atribuida a Voltaire, pues la utilizó en una de sus cartas a Condorcet. En el Doctrinal de Juan del Pueblo, de Fermín Sacristán (Madrid, 19071912, p. 78), leí que la frase Calumnia, que algo queda procede del adagio latino Calumniare fortiter aliquid adhaerebit. Calzar puntos Calzar una persona muchos o pocos puntos equivale a ser persona docta o ignorante en alguna materia. Es símil tomado de lo largo de los zapatos, según la estatura del individuo o la largura del pie. El Diccionario de autoridades (1726-1739) dice así: «Punto... En los zapatos son las medidas que están rayadas en el marco, para determinar el tamaño www.lectulandia.com - Página 86 que han de tener». Æ Timoneda escribe: «Échame acá ese pie; ¿cuántos puntos calzas? Porque yo unos zapatos tengo en casa que pasan de sesenta puntos». El padre Fonseca, en su Vida de Cristo, dice: «Le mostró que calzaba muy pocos puntos su ingenio». De T. Trujillo, en su Reprobación de trajes, es este pasaje: «Habráte acontescido quedarte el pie tan lastimado por calzarte de diez puntos el zapato, aunque el pie demanda doce». Y de Antonio Pérez, en sus Cartas, este otro: «Ni el cielo ni la tierra eran horma de su zapato; sino que calzaba tantos puntos que solo Dios, que se cabía a sí, le cabía a él». (Citas de Cejador en Tesoro. Labiales B-P, 1.* parte, y en Fraseología, o estilística castellana, tomo 3.*.) Melchor de Santa Cruz, en su Floresta española de apotegmas (1574), refiere una historieta cuyo chiste se basa en la torpeza de confundir los puntos (o medida) de un calzado con las puntadas de su suela. Es en la 4.* parte, capítulo 2.”, cuento 11, donde escribe: «Pasando por la puerta de un zapatero, le rogó que le hiciese unos zapatos para su hijo. Preguntó el zapatero: “¿Qué puntos ha menester?”. Respondió: “No los he contado. Yo volveré por aquí y os lo diré”. Fue a su casa, descosió un zapato, y contó las puntadas. Y vínole a avisar que los hiciese de sesenta y dos puntos larguillos». Cantar de plano Confesar uno todo lo que se le pregunta o sabe. Cantar, en germanía, es descubrir alguna cosa. Y de plano se dice jurídicamente de la resolución tomada en el acto de alegar las partes. Sentenciar de plano equivale a sentenciar sin trámites, inmediatamente y conforme a lo expuesto ante el juez. Y de aquí se formó la frase, según Seijas Patiño en su Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo. Cantar la palinodia Retractarse; volverse uno atrás de lo que había dicho, prometido, etc. Æ Bastús, en La sabiduría de las naciones (serie 1.*), consigna que el nombre palinodia es compuesto de dos palabras griegas que significan nuevo y canto, es decir, nuevo canto o discurso en el cual uno se retracta de lo que había dicho en otro anterior. www.lectulandia.com - Página 87 Se hace remontar su origen al tiempo del poeta Stecicore, de Himera, quien, habiendo compuesto una sátira contra Helena, hizo después un elogio de su hermosura, de su virtud y de su fidelidad a Menelao. Carta canta Ramón Caballero, en su Diccionario de modismos, y Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, incluyen esta expresión, que también incluye el Diccionario actual desde las primeras ediciones del mismo, por ejemplo, en la de 1791, en la forma siguiente: «Carta canta. Expresión familiar que sirve para denotar que hay documento con que probar lo que se dice». Æ Ricardo Palma, en sus Tradiciones peruanas y en la titulada «Carta canta», afirma que este dicho es de origen peruano. «Hasta mediados del siglo xvI —dice R. Palma— vemos empleada por los más castizos prosadores o prosistas castellanos esta frase: rezan cartas, en la aceptación de que tal o cual hecho es referido en epístolas. Pero de repente, las cartas no se conformaron con rezar, sino que rompieron a cantar; y hoy mismo, para poner remate a una disputa, solemos echar mano al bolsillo y sacar una misiva, diciendo: “Pues, señor, carta canta”. Y leemos en público las verdades o mentiras que ella contiene, y el campo queda por nosotros. La gente ultracriolla no hace rezar ni cantar a las cartas, y se limita a decir: papelito habla». A continuación, el insigne escritor peruano, copiando el testimonio del padre Acosta, historiador de la conquista, cuenta el siguiente sucedido, que extractaré todo lo posible: «Hacia 1558, el español don Antonio Solar formó en Barranca una valiosa hacienda, donde cultivó melones, nísperos, granadas, limones, albaricoques, membrillos, guindas, cerezas, almendras, nueces y otras frutas de Castilla, desconocidas en el país. »Cuando el melonar de Barranca dio su primera cosecha, el mayordomo de la finca escogió diez de los mejores melones, los acondicionó en un par de cajas, y puso estas en hombros de dos indios o mitayos, dándoles una carta para don Antonio, que residía en Lima. »Al cabo de unas leguas de camino, los mitayos se sentaron a descansar junto a una tapia. El olor de la fruta despertó su curiosidad y se entabló en sus ánimos ruda batalla entre el apetito y el temor. »—¿Sabes, hermano —dijo al fin uno de ellos—, que he dado con la manera de que podamos comer sin que se descubra el caso? Escondamos la carta detrás de la www.lectulandia.com - Página 88 tapia, que no viéndonos ella comer, no podrá denunciarnos. (La sencilla ignorancia de los indios atribuía a la escritura un prestigio diabólico y maravilloso. Creían que las letras eran espíritus que hacían de mensajeros y a la vez de atalayas o espías). » Aceptó la propuesta el otro indio. Puso la carta tras la tapia y una piedra sobre el papel, hecho lo cual, los dos se dedicaron a devorar el sabroso melón. »Cerca ya de Lima, el segundo mitayo se dio una palmada en la frente, diciendo: »—Hermano, vamos errados. Conviene que igualemos las cargas, porque si tú llevas cuatro y yo cinco, nacerá alguna sospecha en el amo. »—Bien discurrido —aprobó el otro. » Y escondiendo nuevamente la carta tras otra piedra, dieron cuenta del segundo melón. »GCuando llegaron a presencia de don Antonio le entregaron la carta donde su mayordomo le anunciaba el envío de diez melones, don Antonio, después de examinar el cargamento, increpó a los mitayos: »—¡Cómo se entiende, ladronzuelos! El mayordomo me manda diez melones, y aquí faltan dos. »—Ocho no más, taitai —contestaron temblando los indios. »—La carta dice que diez, y ustedes se han comido dos por el camino... ¡Ea! Que les den una docena de palos a estos pícaros. »Después de bien zurrados, los dos indios se sentaron mohínos en un rincón del patio, diciendo uno de ellos: »—¿Lo ves, hermano? ¡Carta canta! »Don Antonio —que les oyó— refirió el caso a sus amigos, y la frase se generalizó y pasó el mar». (Ricardo Palma, Tradiciones peruanas, 1.* selección, Colección Austral. Buenos Aires, 1949, pp. 61 a 65). No creo que sea esta la explicación de la frase que comentamos. En mi opinión, la frase Cartas cantan proviene de la de Hablen cartas y callen barbas, de la que usaron nuestros clásicos, por ejemplo, Tirso de Molina en su comedia Ventura te dé Dios, hijo, y Quevedo en su Cuento de cuentos. Covarrubias la explica en su Tesoro de la lengua castellana, cuando dice: «Hablen cartas y callen barbas, dando a entender que las escrituras auténticas tienen más autoridad y se les debe dar más fe que al dicho del testigo, que por muchas razones puede testificar falso». Cerrado (o duro) de mollera www.lectulandia.com - Página 89 He aquí una expresión que ha cambiado radicalmente de sentido. Está tomada la metáfora de la mollera de los niños, que la tienen blanda hasta que, creciendo, se les endurece, y entonces dicen las personas mayores: ya tiene cerrada la mollera. Antiguamente, tener cerrada la mollera equivalía a ser machucho y sesudo. Era un elogio a la sensatez y a la cordura. En cambio, se decía: aún no se le ha cerrado la mollera, aludiendo al que no había madurado en seso, juicio y prudencia. Decimos que es duro de mollera, o cerrado de mollera, del que es torpe para entender las cosas, y del que es terco y tozudo y no se aviene a razones. Cerrarse de banda Suele emplearse mucho esta locución en el sentido de emperrarse, obstinarse, no ceder. Æ La verdadera y genuina expresión es cerrarse a la banda, que, según Gella Iturriaga en su Refranero del mar (Madrid, 1944, tomo Il, p. 57), significa «aferrarse a algo obstinadamente, no ceder, negarse» y es término marinero, porque banda es el costado de la nave. Antiguamente se decía cerrarse de campiña y se aplicaba —según Correas— «al que niega a pies juntillas». En el Diccionario de autoridades, la expresión cerrarse de campiña equivalía a «obstinarse (una persona) en su dictamen». Chapado a la antigua Según el Diccionario, «se dice de la persona muy apegada a los hábitos y costumbres antiguas». El Diccionario de la Real Academia de 1791 consigna que chapado, «usado como adjetivo, vale lo mismo que hombre de chapa. Y hombre de chapa —según el mismo Diccionario— significa «hombre de juicio, sesudo». Æ Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, dice que hombre de chapa equivale a «hombre de veras», y añade que chapado es «el hombre de hecho y de valor, porque va guarnecido con su virtud y esfuerzo», es decir, porque lleva la chapa de estas dos cualidades. www.lectulandia.com - Página 90 «La chapa —escribe Cejador— sirve para asegurar la obra hecha, y por la solidez que se le da se tomó la metáfora, para indicar, sobre todo, el juicio asentado, firme». Bonilla San Martín, en una de sus notas a los Entremeses de Cervantes, cita esta opinión de Cejador y añade: «Los dos principales sentidos de la frase hombre de chapa (como hemos procurado demostrar en nuestro folleto Los bancos de Flandes, Madrid, 1910) indican sujeto de brío, rumbo, garbo o gentileza o persona principal. » Así, Bartolomé Torres Naharro, en el introito de la Comedia Calamita, escribe: Que debajo del sayal también hay hombres de chapa que osarán poner la capa a beber con cada cual. » Y en la Adición al diálogo del Nascimiento: GARRAPATA. Tan sabiamente has hablado que merescías ser Papa. HERRANDO. ¿Pensáis que tras el ganado no salen hombres de chapa?». (Adolfo Bonilla y San Martín, en Entremeses de Miguel de Cervantes Saavedra, Madrid, 1916). En el Quijote, Cervantes aplica el modismo de chapa a hombres y a mozas: «Vive el dador (dijo Sancho) que es moza de chapa» (Dulcinea), lo que quiere decir «moza de fundamento e importancia». «Mucho más miraba don Quijote al de lo verde, pareciéndole hombre de chapa». Y Sancho, alabando a Quiteria, dice: «Juro en mi ánima que ella es una chapada moza», esto es, una gentil, gallarda y valiente joven. Según Seijas Patiño, en su Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo, «persona de chapa» significa «de seso, de formalidad», y proviene esta expresión de la hoja de metal u otra materia, llamada chapa, que sirve de firmeza y adorno de una obra. Así se dice «hombre de chapa y chapado, bien aforrado y sujeto con su propio juicio». Chapado a la antigua significa, pues, hombre formal, juicioso y sesudo como los hombres de antaño. ¡Chufla, chufla; como no te apartes tú...! Dicho burlesco que exagera la tozudez de los aragoneses, y que tiene su origen en una historieta que popularizó el dibujante aragonés Teodoro Gascón. www.lectulandia.com - Página 91 Æ Es la historieta del baturro que marchaba a lomos de su burra por la caja de la vía del ferrocarril (dicen que el hecho ocurrió en la línea de Selgua a Barbastro) cuando apareció en dirección contraria el tren, silbando para que se apartase. Al oír los reiterados silbidos de la locomotora, el baturro, dispuesto a no cederle el paso, pronunció la célebre frase que se ha hecho popular. (En el lenguaje aragonés, chuflar es sinónimo de silbar). Ciertos son los toros Equivale a decir que cierto es lo que se había sospechado, presumido o dicho. Aparece esta expresión en el Quijote (1.* parte, cap. 35), y Clemencín, comentándola, escribe: «Ciertos son los toros: frase usual para asegurar la certidumbre de alguna noticia. Hubo de tomar origen de las ocasiones en que los apasionados a las corridas de toros (afición tan común en España), al ver hacer el toril u otros preparativos para el espectáculo, se dirían, congratulándose, unos a otros: Ciertos son los toros. De aquí nacería el refrán que trae el Comendador Griego (Hernán Núñez): puesto está el castillo, ciertos son los toros, y de aquí también se generalizaría la expresión, extendiéndose a todos los casos dudosos en que se ven o se cree ver indicios vehementes del éxito. Así la usa el buen Sancho...». J Según José M.* de Cossío (Los Toros, tomo 2.°, p. 239), indica la certeza de un suceso temido. Bastús, en La sabiduría de las naciones (serie 1.*, p. 300), reproduce la opinión de Clemencín, sin citarlo. Según Correas (Vocabulario de refranes), la frase que comentamos y que, según él, se decía en Salamanca, alude a «cuando los toros están en el coso o corral». Y según Covarrubias (Tesoro de la lengua castellana) se emplea «cuando la cosa de que dudamos da indicios de ser cierta, como cuando los toros están ya encerrados en el toril de la plaza». Pero no creo que sea esta la explicación, porque el dicho no alude a los toros, sino a la fiesta o corrida de toros. Así lo entendió Cejador cuando escribió en su Fraseología (tomo 3.%): «Ciertos son los toros. Se dice cuando se cerciora uno de lo que sospechaba. Tomóse (la frase) de las señales de haber corridas de toros, como se ve por el dicho completo: puesto está el castillo (puesto que está instalado el castillo), ciertos son los toros». Esta frase completa la trae Hernán Núñez en su Refranero español (1555). Falta saber a qué llamaban el castillo en el siglo xvi. En el Diccionario de autoridades de la Real Academia (Madrid, 1726-1739) se dice que «castillo es www.lectulandia.com - Página 92 también el artificio de madera que se forma y levanta en alto y se viste de cohetes con sus guías, que en prendiendo en ellas el fuego se va disparando hasta el fin con varias intervenciones muy vistosas». ¿Estaría ligada la fiesta de toros al castillo de fuegos artificiales? De los datos que poseo sobre las corridas de toros celebradas en Pamplona, parece deducirse que en los siglos xvii y xvm, al final de ellas, era costumbre quemar castillos de fuego. Así ocurrió el 25 de septiembre de 1738. Tras la corrida celebrada en honor de doña Mariana de Neoburgo, viuda de Carlos II, se quemó un castillo de fuego. Lo mismo ocurrió en 1751. El castillo de fuego, en Navarra y en otras regiones, era el remate obligado de las fiestas taurinas importantes. Clavar a uno. Clavar un cuadro Según el Diccionario, significa «engañar a uno, perjudicándole». Æ Es muy posible que el origen de esta expresión sea el que explica Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana, cuando escribe: «Echar clavo es engañar, y por otro modo dicen: enclavóle, es decir, engañóle. Pienso haber traído origen de una gran bellaquería que no se puede presumir sino de algún desalmado, impío y más que salteador de caminos. Dicen que cuando pasa de camino algún extranjero con una buena bestia, queriéndola herrar o requerir de clavos, maliciosamente se la enclava (haciendo que el clavo penetre hasta la carne) y de manera que por la primera jornada no se eche de ver. Sale otro echadizo con una bestia, no tal (no tan buena como la del extranjero), y se encuentra con él en el camino, llegan a la posada y empieza a sentirse la cabalgadura; y acontecerá que el herrador de aquel lugar se entienda con el otro, y hace entender al pobre caminante que en muchos días no podrá pasar adelante, y en lugar de curarla se la pone peor, y si va con prisa, le es fuerza hacer el cambalache con el otro que finge no haber de pasar de allí, o el mismo albéitar le trueca otra bestia, y así le engañan, echándole clavo o enclavándole». El Diccionario dice que, hablando de caballerías, clavarlas es «causarles una clavadura». Y define la clavadura «herida que se hace a las caballerías cuando algún clavo de la herradura penetra hasta la carne». En el argot de los anticuarios, clavar un cuadro, un mueble o un objeto de arte es una treta de mala ley que consiste en lo siguiente: cuando el anticuario no puede conseguir que un particular le venda un cuadro, un mueble o un objeto artístico cualquiera, se venga de ello asegurándole confidencialmente a su propietario que aquel objeto vale muchísimo y que no debe venderlo si no es por una suma muy crecida. De este modo consigue clavar la pieza de arte, esto es, inmovilizarla, ya que www.lectulandia.com - Página 93 su dueño no querrá desprenderse de ella hasta que le paguen (que nadie le querrá pagar) el precio, exagerado a todas luces, que señaló el engañador. Cobrar el barato «Predominar una persona por el miedo», dice el Diccionario. Æ Es frase muy antigua y que proviene del juego. Covarrubias, en su Tesoro, dice: «Dar barato: sacar los que juegan del montón común, o del suyo, para dar a los que sirven o asisten al juego». Los jugadores solían dar parte de sus ganancias a los sirvientes y mirones, los cuales, sea por sus servicios o por su asistencia, cobraban el barato. Algunos matachines exigían el barato por la fuerza o con amenazas, y de aquí vino el nombre de baratero como sinónimo de fanfarrón, perdonavidas y pillastre. Antonio de Liñán y Verdugo, en su libro Guía y avisos de forasteros que vienen a la Corte (obra de 1620), refiere cómo había gentes que ganaban su vida acercando orinales a los jugadores. Y Quevedo, en El Buscón (capítulo 13), escribe, hablando de la vida de los pícaros en Madrid: «Es de ver uno de nosotros, en una casa de juego, con el cuidado que sirve y despabila las velas, trae orinales, ayuda a meter naipes y solemniza las cosas del que gana, todo por un triste real de barato». El mismo Covarrubias, al explicar la frase el barato de Juan del Carpio, alude a un baratero que quiso ir por lana y salió trasquilado. Dice así: «El barato de Juan del Carpio: este dio naipes y despabiló (los candeleros) toda la noche, y al fin, queriendo sacar de un resto envidado barato para él, se desavinieron los que jugaban y, riñendo, se tiraron los candeleros, y con uno (de estos) descalabraron a Juan del Carpio, de donde nació el proverbio, y aplícase a los que, en lugar de darles barato, los envían enhoramala y con las manos en la cabeza». En la comedia de Luis Pérez de Montalbán titulada La monja alférez, dice Machín: Señor soldado, diga por su vida: ¿Por acá los que ganan son ingratos? ¿Suelen vender muy caro los baratos? Correas, en su Vocabulario de refranes, cita El barato de Juan del Carpio, «que aporreó a su mujer pidiéndole barato», y El barato de Cordovilla: «Uno que se llamaba Cordovilla alumbró toda una noche a unos que jugaban por que le diesen barato, y después tuvieron enfado y diéronle con el candelero». Miguel Herrero García, en una de sus notas al entremés de Cervantes El vizcaíno www.lectulandia.com - Página 94 fingido, dice que «dar barato era dar alguna propina los gananciosos en el juego de los naipes a los mirones o pobretes que acudían a las puertas de los garitos. También se decía pedir el barato. Lo que no aparece aún en el siglo xvu es cobrar el barato en el sentido moderno que tiene esta frase». Acerca de los baratos existe el curiosísimo y raro libro de Francisco de Navarrete y Ribera titulado La casa de juego (Madrid, 1644). Coger al vuelo Las frases al vuelo: pronta y ligeramente; coger al vuelo una cosa: lograrla de paso o casualmente, y cogerlas uno al vuelo: entender o notar con prontitud las cosas que no se manifiestan claramente, son metáforas que aluden a la caza, y al acto de tirar al vuelo a las aves. Coger una mona Ponerse borracho. Æ Bastús, en La sabiduría de las naciones (2.* serie, p. 82), escribe: «También se dice del borracho que ha tomado una mona, por los ridículos gestos y monadas con que suele acompañar sus desacertadas palabras. »Otros quieren que sea porque la mona apetece también el vino, y después que ha tomado una sopa empapada en ese licor, se queda achispada. Y como en ellas produce diferentes efectos, dando las unas en alegrarse y saltar como unas locas, y en otras las ocasiona una modorra y tristeza suma, de aquí vino llamar mona triste al hombre borracho que está melancólico y callado, y mona alegre al que canta y baila». Gaspar Lucas de Hidalgo, en sus Diálogos de apacible entretenimiento (1605), escribe lo siguiente (cap. III, n.° 3): «¿Por qué al que está borracho le dicen que está hecho una mona? Porque todos aquellos meneos y desgaires que hace, toda aquella chacota y ruido que mete, y también toda aquella alegría y placer que tiene consigo es muy propio de las monas». Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana (1611), dice al hablar de la mona: «Estas monas apetecen el vino y las sopas mojadas en él, y hace diferentes efectos la borrachez en ellas, porque unas dan en alegrarse mucho y dar muchos saltos y vueltas; otras se encapotan y se arriman a un rincón, encubriéndose la cara www.lectulandia.com - Página 95 con las manos. De aquí vino llamar mona triste al hombre borracho que está melancólico y callado, y mona alegre al que canta y baila y se huelga con todos». Correas, en su Vocabulario de refranes, opina que llaman mona a la borrachera y al borracho «sin duda por los visajes que hace (como la mona) y por reírse todos de él». En La pícara Justina se habla de la mona con alusión al baile: «... Y yo (estoy) seguro que antes de mucho te tome la mona y bailes». (Véase Coger una turca). Coger una turca Turca, según el Diccionario, significa borrachera. Y coger una turca, embriagarse. Æ En la novela de Cervantes Rinconete y Cortadillo, cuando estos dos pícaros son admitidos en la cofradía de Monipodio, este les dice que desde aquel momento les permitía gozar de las inmunidades de la misma, entre las cuales figuraban las de «piar el turco puro; hacer banquete cuando, como y adonde quisieren... entrar a la parte con lo que entrujasen los hermanos mayores», etc. Rodríguez Marín, comentando esta frase, anota lo siguiente: «Piar y turco, en el habla germanesca, beber y vino. Quizá de turco en esta acepción se llamaría turca a la borrachera, como presume Salillas». (Cervantes, Novelas ejemplares, Clásicos Castellanos, tomo 1.°, p. 174, Madrid, 1928). Bastús, en La sabiduría de las naciones (2.* serie, p. 82), supone que la frase coger una turca hace alusión a los turcos o mahometanos, «los cuales, como por la ley religiosa y de higiene pública del Profeta deben abstenerse de beber vino y demás licores espirituosos, cuando alguna vez la infringen, se entregan con tal placer y exceso a este uso, que les produce un efecto terrible, hasta coger lo que se llama una turca O borrachera en regla». Entre las muchas denominaciones que tiene en España la borrachera, citaré las siguientes: baba, bambochada, bomba, bufanda, calamocana, cambalada, cándida, castaña, cernícalo, chaqueta, chispa, chufa, cirrión, cogorza, curda, cúrdula, ditirambo, filoxera, garza, humera, juma, jumera, lobo, manga, manopla, mantón, melopea, merdón, merluza, mierda, mona, mosca, noruega, papalina, pasmo, pea, peba, pedo, perra, pescadilla, pintona, pítima, sacramenta, sarampión, sopladera, tablón, tajada, tona, toquilla, tormenta, tranca, trompa, trompo, trúpita, túnica, turca, túrdiga, violín, violina, zipiripando, zorra, zorrocloco, zumbo, zupia, etc. (Véase Coger una mona). En cuanto a los nombres de la borrachera en los países hispanoamericanos, www.lectulandia.com - Página 96 copiaré los que cita Raúl R. Madueño en su Léxico de la borrachera (Buenos Aires, 1953) y en el suplemento al mismo, titulado Más voces para un léxico (Buenos Aires, 1955). Son los siguientes, por orden alfabético: babata, bebendurria, bebentina, bebezón, beodera, berriadora, bimba, blonda, bola, bolencia, bolina, bomba, borrachada, borrachería, briaga, bufa, caca, cahuin, caña, carpanta, chinga, chongienga, chuca, chuma, chupa, chupeta, crápula, cruda, cuete (cohete), cura, curadera, farra, filoxera, follero, humera, jala, jalera, jindama, juma, jumera, jurel, lobo, macha, mamona, mamúa, mejenga, mica, montera, moña, mula, papalina, pea, pedo, pelan, peludo, penca, perra, petera, pintón, pintonera, pisca, pítima, quema, San Lunes, soca, tagarnia, tagarnina, tajada, tiemplo, tomatera, tranca, trinca, trompeta, trúa, tuesta, tuna, vacilada, verraquera, volantín, volantina, zoca, zorra, zumba. Y a propósito de pítima. En la España del siglo xvi se llamaba pítima a un medicamento que en forma de emplasto se aplicaba sobre el corazón y al que se atribuía la virtud de producir alegría en los melancólicos. En 1608, dos damas ilustres de Zaragoza fundaron una academia que titularon Pítima, en razón a que sus individuos se proponían desterrar de sí toda tristeza. (Dato del libro de Julio Monreal Cuadros viejos, Madrid, 1878, p. 354). www.lectulandia.com - Página 97 Comamos y bebamos, que mañana moriremos Referencia a la fragilidad de la existencia, pues tenemos un final seguro independientemente de lo que nos ocurra. Æ Esta frase: Maducemus et bibamus, cras enim moriemur, que parece propia de los epicúreos, es de San Pablo en la Epístola primera a los Corintios, que escribió en Éfeso hacia el año 56 de la era cristiana (cap. XV, vers. 32). San Pablo, después de decir que «si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe», y que «si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó», añade: «¿De qué me sirve (hablando como hombre) haber combatido en Éfeso contra bestias feroces si no resucitan los muertos? En este caso, no pensemos más que en comer y beber, puesto que mañana moriremos». Come poco y cena más poco [Dicho que alude a la necesidad de no saciarse con la comida, entendiendo que su exceso es perjudicial para el organismo]. J Este aforismo médico es de Cervantes y lo incluye en su inmortal obra entre los consejos que Don Quijote da a Sancho (parte II, capítulo 43): «Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago». Comer de gorra De gorra. Modo adverbial que significa —según el Diccionario— «a costa ajena, de mogollón». Gorrón. «El que tiene por hábito vivir o divertirse a costa ajena». Los modismos meterse de gorra o entrarse de gorra son antiguos. Los cita www.lectulandia.com - Página 98 Correas en su Vocabulario de refranes del primer tercio del siglo xvn, y según él se aplican «cuando uno se mete con buenas palabras y la gorra en la mano al convite de otros, o cosas semejantes, sin ser convidado». Antiguamente a los gorrones los llamaban capigorristas. Entre los estudiantes se llamaba así al que vivía a expensas de otros. Solían vestirse de capa y gorra. Æ A. R. Chaves, anotando el libro de Zabaleta El día de fiesta por la tarde (1660) y aquel pasaje donde este autor habla de los teatros del siglo xvii y de los muchos sujetos que se colaban en ellos sin pagar, escribe: «Había también quien entraba de balde por obra y gracia de los cobradores». A estos alude Rojas en la jornada primera de Casarse por vengarse, cuando por boca del gracioso Cuatrín dice: Dando este paso hacia aquí con gorradas más bien hechas que dan los que entran de balde a un cobrador de comedias. Covarrubias, en su Tesoro, cita la expresión hablarse de gorra con el mismo significado que hoy le da el Diccionario, «hacerse cortesía, quitándose la gorra, sin hablarse ni comunicarse». Y anota la palabra gorrón, que en su tiempo equivalía a pelmazo y entremetido. «Hacerse uno gorra —dice Covarrubias— es disimular y no darse por entendido de que los demás que están en la conversación desean echarle de ella, y para más encarecerlo le llaman gorrón». En el Guzmán de Alfarache se lee: «Ya querían comenzar a merendar cuando burlando quise meterme de gorra». En contra de las opiniones que acabo de citar, Seijas Patiño, en su Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo, dice que gorra es «voz de germanía que significa la estafa y el estafador, sin duda por los medios lisonjeros y aduladores con que, más que ningunos otros, facilitan el engaño». Esta opinión no me convence. Comer de mogollón Comer a expensas de otro y sin escotar. Se dice también del que acostumbra comer en casa ajena, según la Academia. Por extensión suele decirse Entrar de mogollón: sin que le llamen, y colarse de mogollón: sin pagar. XÆ Covarrubias, en su Tesoro, la explica así: «Mogollón es un término antiguo y muy usado y poco entendido: a alguno le parece significar el corderillo que ha www.lectulandia.com - Página 99 quedado sin madre y acude a mamar a las demás ovejas la leche de los propios suyos; y díjose del verbo latino mulgeo, que quiere decir ordeñar; y en rigor está corrompido el vocablo mulgallón». Según Montoto (Un paquete de cartas), en Andalucía dicen que es de mogollón la obra hecha precipitadamente, a la ligera. Comer más que Papús Entre las muchas comparaciones para ponderar la glotonería de una persona (Come como una lima, como un buitre, se ha puesto como el chico del esquilador, etc.), suele decirse: Come más que Papús. Æ Contra lo que pudiera suponerse, Papús fue un célebre ayunador, y precisamente por perseverar sin comer muchos días, suponía la gente que aquel hombre, una vez terminados sus terribles ayunos, se pondría a comer como una fiera. Papús se exhibió en Madrid y en muchas capitales españolas en el último año del siglo XIX. De él cuenta Enrique Chicote, en su libro Cuando Fernando VII gastaba paletó. Recuerdos y anécdotas del tiempo de la Nanita, lo siguiente: «No se puede dejar fuera de estos recuerdos al célebre Papús. Este señor, completamente vendado, se exhibía dentro de una urna de cristal. A la vista del público, se pasaba no sé cuántos días sin comer. Este experimento se verificaba en el Circo de Price, y las veinticuatro horas del día. El público, pagando la entrada, podía ver a nuestro buen Papús, a través de los cristales de una urna, tumbado y sin comer. Algunos juerguistas de buen humor se divertían, poniéndose a comer buenas lonchas de jamón rociadas con tragos de rico morapio, pero Papús seguía inconmovible. Un cesante de los de entonces dijo: “¡Pasarse unos días sin comer; vaya una cosa! Esto lo hago yo a diario desde que cayó Sagasta, ¡y sin urna!”». Recientemente me enteré de que este Papús era un gran maestre de la masonería francesa. En su Historia secreta de la Segunda República, Eduardo Comín Colomer escribe, hablando de los agitadores secretos que minaron la monarquía española: «En tiempo hoy remoto visitó nuestra patria un agitador de extraordinaria altura. Se exhibía en los circos, metido en una urna de cristal, como ayunador prodigioso. Figuraba en los carteles con el nombre de Papús, y creemos que oficialmente nadie cayó en la cuenta de que se trataba de M. Encause, gran maestre de las logias Martinistas francesas, consideradas como las descendientes directas de las esencias revolucionarias de aquellos “Iluminados” de Adam Weishaupt, cerebro secreto de la Revolución francesa de 1789». (Historia Secreta de la Segunda República, Eduardo Comín Colomer, n.° 12, Ateneo, n.° 34, Madrid, 9 de mayo de 1953). www.lectulandia.com - Página 100 Según leí en el libro de Antonio Velasco Zazo El Madrid de Alfonso XIII (p. 194), Papús hizo el experimento de ayunar durante ocho días en el año 1900. En este mismo libro se dice que en el año 1888, «en plena Navidad, un tal Succi, en el teatro Felipe, se arriesgaba al experimento de ayunar treinta días consecutivos». Refiriéndose a la exhibición de 1900, Martínez Olmedilla, en su libro Los teatros de Madrid (Madrid, 1947, p. 116), escribe lo siguiente: «En el Circo de Colón se exhibió en Madrid por vez primera (1 de septiembre de 1900) el famoso ayunador Jorge Papús, hombre paradójico que resolvió el problema de comer... no comiendo. Era francés, aunque se decía indio para dar más sensación de faquirismo. En el centro de la pista se colocó una urna de cristal. Ante los cinco mil espectadores que cabían en el Circo presentóse Papús con el cuerpo vendado, a usanza de las momias; saludó al respetable, se provocó la catalepsia con un trago de éter, y dos asistentes le depositaron en la urna, que fue cuidadosamente precintada, elevándose por medio de cables metálicos a la altura de metros. Ocho días permaneció allí el ayunador, durante los cuales Madrid entero desfiló por el circo, hasta que, transcurridas las ciento noventa y dos horas, y ante el local también abarrotado de público, Papús salió de la urna, se lavó la cara y dio la vuelta al ruedo con una pesa de cien kilos, en demostración de su vitalidad. Al momento subió a un simón que le tenía preparado su señora, y se fueron a cenar tranquilamente en Fornos». Cómicos de la legua Según el Diccionario, cómico de la legua es «el que anda representando comedias en poblaciones pequeñas». Æ Se dio antiguamente el nombre de cómico de la legua al actor que, no teniendo cabida en las compañías fijas que trabajaban en la corte, se veía obligado a formar en las ambulantes que trabajaban en pueblos pequeños. Estas compañías nómadas solo podían, por prescripción del Gobierno, funcionar a una legua de la corte o de otras poblaciones importantes donde actuaban las fijas, a fin de que no les hicieran competencia. A finales del siglo xvm, la distancia de una legua se extendió a diez. Antonio Flores, en su obra Ayer, hoy y mañana (Barcelona 1892, tomo primero, p. 55), refiriéndose al Madrid de 1800, copia unas Precauciones mandadas observar por S. M. para la representación de comedias, que regían en la corte a finales del siglo citado y que son muy curiosas. Dispone una de ellas que se ponga al extremo del tablado una tabla de una tercia de altura, «para embarazar por este medio que se registren los pies de las cómicas al www.lectulandia.com - Página 101 tiempo que representan». Otras exigen que en los vestuarios se establezca separación, para «que se vistan y se desnuden las cómicas con la decencia y honestidad correspondiente», y prohíben la entrada de hombres en los vestuarios, exceptuando a los dependientes del coliseo, «que avisarán previamente, para que se pongan las cómicas en disposición de ser vistas». La precaución 6.* impide a las cómicas salir a las tablas «vestidas de hombre, si no es de medio cuerpo arriba»... Finalmente se establecía: «Por cuanto se han observado graves inconvenientes de permitir las comedias que en algunas temporadas del año ejecutan las compañías que llaman de la legua en los lugares de Maudes, Carabanchel y otros inmediatos a la corte, se prohíben, por punto general, en las diez leguas de su circunferencia, sin que con algún pretexto puedan los corregidores y justicias permitir las representaciones ni admitir las referidas compañías en los pueblos de su jurisdicción». Por esta razón de tener que actuar alejadas a la distancia mínima de una legua, se las llamaba compañías de la legua, y cómicos de la legua, a los actores que formaban en ellas. Hoy se designa así al actor malo o adocenado. Como dijo el otro «Dicen esto probando lo que hacen, y a veces refiriendo un refrán al propósito». (Correas: Vocabulario de refranes). Del personaje anónimo aludido en la frase que comentamos dijo Quevedo en la Visita de los chistes: «Yo soy el Otro, y me conocerás, pues no hay cosa que no la diga el Otro. Y luego, en no sabiendo cómo dar razón de sí, dicen: Como dijo el Otro. Yo no digo nada ni despego la boca». Æ Felipe II alcanzó el raro privilegio de conocer a el Otro de la sempiterna muletilla: «Hablando a S. M. un caballero, dijo, entre otras cosas, esta palabra: Como dijo el otro. Estaba presente don Diego de Córdoba, y se miraron el rey y don Diego, notando con los ojos la palabra. Salióse el caballero y dijo el rey a don Diego: ¿Quién os parece que será el otro? Don Diego salió fuera de la sala, y tomando por la mano al primer hombre desacomodado que halló, lo llevó a la presencia del rey, y dijo: Señor, este es el otro. Salióse el hombre de palacio turbado, sin saber qué había sucedido». Refiere esto Porreño en su libro Dichos y hechos del señor rey don Phelipe segundo, el Prudente (Madrid, 1748, p. 326), y copia la cita Rodríguez Marín en Mil trescientas comparaciones populares andaluzas (p. 8). Quevedo, en el entremés de Las sombras, vuelve a aludir a «el otro» en estos www.lectulandia.com - Página 102 versos: Yo soy el otro, y me acuerdo que en mi vida tal he dicho. El otro lo dijo todo. Pues mientes, que solo digo que soy autor de ignorantes, texto de idiotas, y libro universal de barbados, refugio de olvidadizos, y que son muy grandes necios cuantos acotan conmigo. Como el alcalde de Dos Hermanas El dicho completo es: Como el alcalde de Dos Hermanas, que abolió el Concilio de Trento. Se aplica a los individuos que, abusando de su autoridad, son capaces de cometer los mayores atropellos, sin hacer caso de las leyes, sean humanas o divinas. Æ Luis Montoto, en su obra Personajes, personas y personillas, que corren por las tierras de ambas Castillas (tomo I, Sevilla, 1921, p. 48), explica esta comparanza en la forma siguiente: «Parece que en Dos Hermanas, pueblo inmediato a Sevilla, en los días primeros de la revolución llamada la Gloriosa (la de septiembre de 1868), un monterilla, encumbrado por arte de birlibirloque, protegía los amores de unos novios, con oposición del padre de la muchacha; y no pudiendo lograr que éste consintiera en la boda, por sí y ante sí los dio por unidos en matrimonio. »Fuéronse a vivir juntos..., diciendo ella a su padre que eran marido y mujer, porque el señor alcalde los había casado. No pudiendo creer el hombre tamaño desatino, fue a ver al monterilla, el cual le dijo que, cierto, los había casado. El padre, no tan ayuno de ciencia como su interlocutor, le replicó que no había más matrimonio que el que Dios instituyó y el Santo Concilio de Trento reguló... El alcalde, entonces, muy lleno de autoridad, exclamó: »—¡Pues si eso es así, sepa usted que desde este instante queda derogado el Concilio de Trento! » Así —termina Montoto— lo oí contar en mis verdes años, sin que yo responda de la verdad del caso». www.lectulandia.com - Página 103 Como el alma de Garibay Hay varias expresiones referentes al alma de este personaje: Estar como el alma de Garibay, que ni pena ni gloria (permanecer neutral o indeciso en algún asunto), Como el alma de Garibay, que no la quiso Dios ni el diablo. Tan perdido como el alma de Garibay, etcétera. La frase que comentamos alude al célebre cronista de Guipúzcoa Esteban de Garibay y Zamalloa, de quien decían las gentes que su alma no había ido ni al cielo ni al infierno, y que andaba vagando, convertida en fantasma. Debido a esta creencia, su casa de Mondragón permaneció cerrada mucho tiempo, al cabo del cual, una familia que pretendió ocuparla desistió de su intento, por correr voces entre el vulgo de que en ella habitaba el espíritu del difunto, y que, por las noches, se oían ruidos espantosos mezclados con lamentos desgarradores. Æ Garibay nació en Mondragón (Guipúzcoa) el año 1533, y murió en Madrid en 1599. Quevedo, en La Visita de los Chistes, escribe: «Yo soy —dijo la sombra— el alma de Garibay, que ando buscando quien me quiera, y todos huyen de mí; y tenéis la culpa vosotros los vivos, que habéis introducido decir que el alma de Garibay no la quiso ni Dios ni el diablo; y en esto decís una mentira y una herejía: la herejía es decir que no la quiso Dios; que Dios todas almas quiere y por todas murió... La mentira consiste en decir que no la quiso el diablo... ¿Hay alma que no la quiera el diablo?... Cuando yo viví en el mundo me quiso una mujer calva y chica, gorda y fea, melindrosa y sucia, con otra docena de faltas. Si esto no es querer el diablo, no sé qué es el diablo...». Cejador, comentando esto, se arma un lío y afirma que garibay es el desecho o ahechadura de la criba (del vascuence gari, “trigo”, y bay, “criba”), es decir, criba de trigo. Y añade: «Por eso, del ahechar se dijo estar como el alma de Garibay, que ni pena ni gloria, indeciso, del estar meneándose como el cedazo». La frase Estar como el alma de Garibay quedó como proverbial para aludir a una persona inquieta, vacilante, tan pronto en un lado como en el otro. Según Correas, en su Vocabulario de refranes, «cuando algo se da por perdido, se dice: tan perdido es como el alma de Garibay». Como el burro flautista www.lectulandia.com - Página 104 Expresión que se aplica a los que sin poseer las reglas de un arte aciertan en algo por casualidad. J Procede de la conocidísima fábula de Tomás de Iriarte titulada El burro flautista, que dice así: Esta fabulilla, — salga bien o mal, me ha ocurrido ahora — por casualidad. Cerca de unos prados — que hay en mi lugar, pasaba un borrico — por casualidad. Una flauta en ellos — halló, que un zagal se dejó olvidada — por casualidad. Acercóse a olerla — el dicho animal; y dio un resoplido — por casualidad. En la flauta el aire — se hubo de colar, y sonó la flauta — por casualidad. «¡Oh!, dijo el borrico, — ¡qué bien sé tocar! ¿Y dirán que es mala— la música asnal ?» Sin reglas del arte — borriquitos hay, que una vez aciertan — por casualidad. Como el corregidor de Almagro «Se dice que es así la persona que se preocupa demasiado de los asuntos de los demás sin que le interesen; porque se supone que el citado corregidor se murió de pena al saber que le sacaron corto un chaleco a su vecino». Alude al pueblo de Almagro, cabeza de partido de la provincia de Ciudad Real. (Diccionario geográfico-popular, Gabriel María Vergara Martín, p. 69). Lo mismo dicen del alcalde de Totana (Murcia). Como el galgo (o la galga) de Lucas «La galga de Lucas. Expresión familiar con que se da a entender que alguno falta en la ocasión forzosa», esto es, cuando es más necesario. Así dice la Real Academia en su Diccionario. La expresión completa es: Como la galga (o el galgo) de Lucas, que cuando salía la liebre se ponía a mear. JM Según Montoto (Un paquete de cartas) en Andalucía se dice: Los galgos del tío Lucas, que se ponían a orinar cuando veían las liebres. www.lectulandia.com - Página 105 Como el herrero de Fuentes que, a fuerza de machacar, se le olvidó el oficio Moteja de torpe en grado sumo a la persona que cuanto más se ejercita en una faena, acaba por desempeñarla peor. (Fuentes de la Alcarria es un pueblo de la provincia de Guadalajara). J El dicho varía de personaje según las regiones. Unas veces lo aplican al herrero de Mazariegos (Palencia), y otras al de Quintanapalla (Burgos) o al de Yanguas (Segovia). Algunos lo atribuyen, erróneamente, al herrero de Arganda (Madrid), con el que nada tiene que ver, porque, según el dicho proverbial, el herrero de Arganda, él se lo fuella y él se lo macha, y él se lo lleva a vender a la plaza. Sobre el herrero de Almudévar, véase La justicia de Almudévar. Parecido al dicho de El herrero de Fuentes es el de El tamborilero de Bodonal, que, tocando, tocando, se le olvidó tocar. Bodonal de la Sierra es un pueblo de la provincia de Badajoz. Como el maestro Paradas: «¿Pelo al perro? Pélelo usted» Comparación andaluza que nació en Sevilla. J Montoto, en su obra Personajes, personas y personillas (tomo 2.°), la explicaba de este modo: «El Maestro Paradas, carpintero sevillano, hombre de calificadas partes, hermano de la Cofradía de la Posma, estaba a la puerta de su tienda, ocupado en tareas de su oficio, cuando acertó a pasar por allí un gitano esquilador, el cual, reparando en un gozquecillo, que no muy lejos del maestro dormitaba, preguntó a este: »—¿Pelo al perro? »Paradas, o no lo oyó, o se hizo el desentendido, lo cual motivó que por segunda vez le preguntase el gitano: »—¿Pelo al perro? »Igual silencio, y vuelta a la pregunta por tercera, cuarta y quinta vez; pero a esta, el maestro, con naturalidad, le contestó: »—Pélelo usted. »Emprendió el gitano la faena; rapó al gozque, preguntando a la par y contestando el socarrón de Paradas: »—Maestro: ¿Le dejo el hociquito? »—Déjeselo usted. »—Maestro: ¿Le dejo unos pelitos en el rabo? »—Déjeselos usted. »—Maestro: ¿Le escamondo las patitas? »—Escamóndeselas usted. »Terminada la faena, esperó el gitano un buen espacio a que el maestro le pagase su trabajo, y www.lectulandia.com - Página 106 viendo que este ni aun ademán hacía de llevarse la mano al bolsillo, hubo de decidirse a pedirle los dineros. »— ¡Cristiano! —exclamó el maestro Paradas—, ¿que yo le pague a usted el pelado del perro? Vaya usted y que se lo pague su amo. »—¿Pero no es usted el amo del perrito? —preguntó el gitano un si es no es amostazado. »—No, señor; yo no soy el amo. »—Entonces, ¿por qué me dijo usted que pelara al animalito? »—¿ Y usted, por qué me preguntó si pelaba al perro? Que lo pelara o no lo pelara, ¿qué me iba en ello?». Como el perro de Olías Se dice del que por ansiar mucho se queda sin nada, por comparación con un perro que por querer asistir a dos bodas en dos pueblos distintos no llegó a tiempo a ninguna de ellas y se quedó sin comer. J Calderón de la Barca, en su comedia Mañana será otro día, escribe: El perro sabio de Olías, por hallarse en doble boda, fue a Cabañas con gran prisa, y en llegando habían comido; volvióse para su villa, y habían comido también, conque se quedó per istam. Es decir: in albis. Olías y Cabañas son dos pueblos de la provincia de Toledo, distantes legua y media uno de otro. De los novios de Olías se cuenta historia parecida a la de los novios de Hornachuelos, que explico en otro lugar. El perro sabio de Olías es hermano de aquel Perro de muchas bodas; no comió en ninguna por comer de todas, del que habla un viejo refrán. Como el pintor de Orbaneja Suele decirse, por burla, de los malos pintores. JÁ Debe decirse Como el pintor Orbaneja, porque este es el apellido del pintor andaluz al que alude Cervantes en el Quijote (parte 2.%, cap. 76) cuando dice: «... este pintor es como Orbaneja, un pintor que estaba en Úbeda, que cuando le preguntaban qué pintaba, respondía lo que saliere, y si por ventura pintaba un gallo, escribía debajo: este es gallo, porque no pensasen que era zorra». www.lectulandia.com - Página 107 Como el reloj de Pamplona Como el reloj de Pamplona, que apunta, pero no da. Se aplica esta frase al que empieza un relato y no atina a acabarlo; y al que promete mucho y nada cumple. J Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, y Vergara Martín, en su Diccionario geográfico popular, suponen que el adagio se refiere al reloj de sol que hay en la catedral de Pamplona —en el primer cuerpo de su torre izquierda—, «el cual, como todos los de su especie, señala la hora sin dar las campanadas que la anuncian». Sbarbi añade: «También se suele aplicar alguna que otra vez esta frase a todo reloj de campana que, por tenerla descompuesta, no la hace sonar». Según el escritor pamplonés Ignacio Baleztena, en su artículo titulado «Iruñerías. Víctor Hugo en Pamplona» (Diario de Navarra, 9 de octubre de 1949), el dicho alude, no al reloj de sol de la catedral, sino al que coronaba la fachada del Teatro Gayarre (construido en 1844 y derribado hacia 1925), reloj de agujas que apuntaba las horas en su esfera, pero que carecía de campanas. Hay varias coplas populares alusivas al reloj de Pamplona; por ejemplo: No me seas retrechera, que te habré de comparar con el reloj de Pamplona, que apunta, pero no da. Se parece el señorito a aquel reloj de Pamplona, que estaba apunta que apunta y nunca daba la hora. Me ofreció que me quería y ni me quiere ni ná; paece al reló de Pamplona, que apunta, pero no da. Vergara Martín cita la frase El reloj de Yepes, la reloja de Ocaña, el reloj de Pamplona, que aparece explicada en otro lugar. Cita también estos dos dichos: Como el reloj de Pamplona, que nunca daba a tiempo. Como el reloj de Pamplona, que apunta y no da. Y hablando de Lucena (Córdoba) consigna la comparación: Ser como el reloj de Lucena, que apunta y no da, que se dice del distraído y sin asiento, de la persona de poco juicio y del que no cumple lo prometido, y que alude a un reloj de sol. Como la burra de Balaam Se dice de las personas que, sin sobresalir por su inteligencia, emiten de pronto un juicio certero o dan un consejo atinado. Solía aplicarse refiriéndose a las muchachas del servicio doméstico. J La frase procede de la Biblia (libro de los Números, 22, 21-30), donde se refiere que un profeta llamado Balaam, enviado por Balak, rey de los moabitas, a maldecir a los israelitas que se acercaban al reino de Moab en son de guerra, marchaba hacia los atacantes montado en su burra cuando le salió al paso un ángel que blandía una espada. Al ver al ángel, la burra, adquiriendo súbitamente palabra www.lectulandia.com - Página 108 humana, le reprochó a su dueño la torpeza que iba a cometer encarándose con el pueblo amado del Señor. Balaam, en lugar de maldecir a los israelitas, los bendijo. Como la maza de Fraga Es una enorme maza, de forma cuadrangular y forrada de hierro, que se conserva como recuerdo histórico en la iglesia de San Pedro de aquella villa aragonesa, y que era destinada a recomponer el puente de madera sobre el río Cinca, al que sustituyó modernamente un puente colgante de hierro. A la maza se la hacía ascender por entre dos vigas verticales a mucha altura. Desde allí la soltaban y, deslizándose entre las vigas, iba a caer a plomo sobre la estaca que se deseaba clavar en el lecho del río. Era, pues, un martillo pilón de gran tamaño. JÁ De esta célebre maza habla con extensión José María Quadrado en el tomo correspondiente a Aragón de la colección España. Sus monumentos y arte. En Aragón dicen: «Como la maza de Fraga, que sacaba polvo debajo del agua», para indicar lo imposible que es hacer una cosa. También suelen decir: «Le cayó la maza de Fraga», «Es pesado como la maza de Fraga», etc. Fraga es famosa por sus higos. Como llamar a Cachano con dos tejas [Se aplica al hecho de pedir ayuda inútilmente]. J En la revista Alrededor del Mundo, n.° 25, de 24 de noviembre de 1899, se contestaba a la pregunta: «¿Quién fue Cachano, y por qué se le llama con dos tejas?» en la forma siguiente: «Cachano fue un antiguo alfarero de Alcorcón (Madrid), el cual, según él, era sordo, pero no tanto que no oyera el ruido que producen los cacharros al romperse. Por eso, cuando alguien, ignorante de esto, le llamaba y Cachano se hacía el sordo, le decían: “Llámale con dos tejas», porque el choque de ambas simulaba la rotura de un cacharro, y al ruido acudía presuroso el alfarero”». La frase perdió su origen originario y hoy se usa para ponderar la inutilidad de un esfuerzo, diciendo: Eso es tan inútil como llamar a Cachano con dos tejas. En El Averiguador Universal (2.* época, n.° 28) leí que «es frecuente en Aragón la frase llama a Cachano con dos tejas, para explicar que ha de ser ilusorio e ineficaz el auxilio que alguien espera». Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, p. 180, recoge la versión de Alrededor del Mundo. Como los de Calatorao, cogidicos (o agarradicos) de las manos Proviene esta comparación de la zarzuela Gigantes y cabezudos, de Echegaray y el maestro Caballero, www.lectulandia.com - Página 109 que se estrenó en Madrid el año 1898. El número que más se popularizó fue el septimino de «los de Calatorvo», donde varios vecinos de este pueblo, cogidos de las manos «pa no perderse», aparecen en una calle de Zaragoza, y cantan: Por ver a la Pilarica vengo de Calatorao. Vinimos en la perrera. ¡Jesús, lo que hemos gastao! Por ver a la Pilarica está muy bien empleao. —-Chiquio, no te pierdas; ¿vas bien agarrao? —Voy agarradico; no tengas cuidao. Como los de Fuenteovejuna, todos a una Fuenteovejuna es un pueblo de la provincia de Córdoba. La frase se aplica a unos crímenes colectivos. J La historia que dio origen a la misma, se remonta al siglo XV. La Orden de Calatrava, a la que pertenecía el pueblo, nombró señor de Fuenteovejuna al comendador mayor Fernán Gómez de Guzmán. Era un hombre de carácter tiránico. Apenas tomó posesión de la villa, hizo levantar la horca en el campo y la picota en la plaza. Impuso al vecindario fuertes tributos; despojaba de sus bienes a los vecinos, valiéndose de fútiles pretextos; forzaba a las mujeres que le agradaban, sin respetar su estado, y cometía vejaciones y violencias sin cuento, que el pueblo soportaba dominado por el terror. Hasta que un día, el 23 de abril de 1476, todos los vecinos asaltaron el Palacio de la Encomienda, donde se alojaba el tirano, mataron a los catorce criados de este que trataron de defenderlo, asesinaron al comendador y arrojaron su cadáver a la calle, donde la multitud lo arrastró por todo el pueblo y lo despedazó sañudamente. Enterados los Reyes Católicos, enviaron a Fuenteovejuna un juez pesquisidor, para que averiguase lo ocurrido y castigara a los culpables. El juez tomó declaración a todo el pueblo, pero todos se habían puesto de acuerdo. Y cuando preguntaba el juez: «¿Quién mató al comendador?», respondían lo mismo: «¡Fuenteovejuna, señor!». El juez insistía: «¿Y quién es Fuenteovejuna?». El vecindario en masa contestaba: «¡Todos a una!». Los tormentos fueron inútiles. Todos se atribuyeron la responsabilidad del crimen. El episodio de Fuenteovejuna fue inmortalizado por Lope de Vega en su drama titulado Fuenteovejuna, y aparece relatado en la Crónica de la Orden de Calatrava, de Rades, y en el trabajo que Rafael Ramírez de Arellano publicó en el Boletín de la Academia de la Historia, tomo 39. Vicente Vega, de quien extracto los datos anteriores, dice en su Diccionario de frases célebres (pp. 352-353), que el suceso de Fuenteovejuna «constituye una de las notas más características de nuestro carácter y de nuestra historia, si bien han ido un poco lejos los que aseguran que con el sobreseimiento de la causa quedó legalizado el tiranicidio. »Se alude a este episodio —añade Vega— cuando se trata de sucesos cuya responsabilidad es imposible precisar, por haber sido promovidos o resueltos colectivamente, y más concretamente aún, al tratarse de casos en que actúa como único juez el pueblo exaltado y anónimo». De significado análogo al de la frase que comentamos es el de las expresiones: ¿Quién mató a Meco? y ¿Quién lo ha muerto? Berninches, que consigno en otro lugar. www.lectulandia.com - Página 110 Como los músicos de Lumpiaque La frase es: Como los músicos de Lumpiaque, que se pasaron la noche templando. Se compara con ellos a quienes emplean todo el tiempo en preliminares, sin llegar a realizar sus propósitos. J Lumpiaque es una aldea de la provincia de Zaragoza, distante siete leguas de la capital, y hay quien supone que los músicos a que alude el dicho eran unos guitarreros que iban a salir de ronda y que se pasaron la noche templando sus guitarras. Sin embargo, el dicho original no habla de músicos, sino de gaiteros. Me atengo a la versión del brigadier Nogués, que como aragonés y como hombre entendido en dichos, historietas y refranes, estaría documentado en la materia. Don Romualdo Nogués, con la firma de «Un soldado viejo, natural de Borja», publicó en El Averiguador Universal, n.° 75, de 15 de febrero de 1882, una serie de dichos aragoneses, entre los cuales figuraba (p. 36) el siguiente: «Para las fiestas de un pueblo pequeño llamaron a los famosos gaiteros de Lumpiaque. Todos, pensando que lo mejor de la función sería el baile, aguardaron con impaciencia a que llegara la noche; se encendieron candiles y velones, se llenó la sala, se prepararon las parejas, y como nunca empezaba la música, porque los gaiteros no concluían de templear, aburrida, se dispersó la reunión. »Dado el poco sufrimiento de los aragoneses es probable que arrojaran a los músicos por la ventana. »A los muy pesados en acabar lo que hacen, les dicen en Aragón: Pareces a los gaiteros de Lumpiaque, que amanecieron templando». Es dicho parecido al de «Ser como el gaitero de Tajonar, que todo se le iba en puntear y más puntear», que solían repetir en Navarra. Como los músicos de Mallén El dicho completo es: Como los músicos de Mallén, que no sabían tocar andando. Se dice, como burla, en la ribera del Ebro. JM Yo lo he oído en Navarra, y explico su origen en mi libro Retablo de curiosidades, y en el capítulo titulado «La burla va por gremios», en la forma siguiente: «Una de las burlas más donosas que yo he oído es la aplicable a los cofrades de Santa Cecilia y, de modo especial, a los músicos de Mallén (pueblo que está enclavado en la raya de Aragón y Navarra, según se baja por el Ebro), de los cuales dicen: Los músicos de Mallén tocan poco y cobran bien. »Refiere la historia que en Mallén se organizó para una fiesta una pomposa banda musical. Durante varios meses, los mozos, a la vuelta del campo, se reunían a ensayar en una sala del Ayuntamiento. »Y llegó el día de la procesión, en cuya presidencia figuraban las autoridades principales. La música, a la puerta de la iglesia, se disponía a dar el golpe. www.lectulandia.com - Página 111 »Pasaron las imágenes, la del patrón, el clero, las autoridades; y cuando el director dio la señal de empiece, sonaron cuatro o cinco “piporrazos” flojos, desafinados y... nada más. »El director, morado de vergüenza, arengó con el gesto a sus huestes, descargó la batuta y... lo mismo. »Los de la procesión se detuvieron. Los ojos de la gente recaían, pasmados de extrañeza, sobre la banda. »El gobernador le preguntó al alcalde: »—¿Qué pasa con los músicos? »Y llegó, todo sofocado, el director. »—Lo que pasa es que, como quiera que han ensayáu sentáus, ahora no aciertan a tocar andando. »La dificultad era de las tremendas. Mas, como todo, menos la muerte, tiene remedio en este mundo, la solución no se hizo esperar. »Alquilaron un carro grande de los que usan para acarrear mies, colocaron en él una docena de banquetas, y, sentados en ellas, los murguistas fueron “piporreando” tras de la comitiva, entre la chufla de sus convecinos y entre el irónico campanilleo que movían las mulas al agitar sus collarones». Esta historieta la atribuyen también a los músicos de Buñuel (Navarra) y la suponen ocurrida en las fiestas, no sé si de Longares o de Tórtoles. Como los novios de Hornachuelos El dicho suele completarse así: Como los novios de Hornachuelos, que él lloraba por no llevársela, y ella por no ir con él. Se emplea cuando dos novios no se avienen a darse las manos en la ceremonia matrimonial, o cuando dos personas no se conciertan en algún trato por considerarlo ambas desventajoso. J Juan de Mal Lara, en su obra Philosophia vulgar (1568, centuria 4.*, n.° 94), explica así el origen de esta expresión: «En Hornachuelos (Extremadura) vinieron dos (padres) a casar hijo e hija, sin que (estos) se hubiesen visto; y desposados, en viéndose, concibieron grande odio el uno del otro, por ser tan feos y tan mal acondicionados, que no se halló cosa que del uno agradar al otro. Y casados, ya, cuando el novio la había de llevar, en lugar del placer que suele haber en esto, comenzaron a llorar de gana ambos. Preguntados por qué, respondió el novio que no quería ir con ella. Respondía ella porque no quería ir con él, y así estaban conformes, y diferentes de un parecer, y muy contrarios de una misma voluntad, y muy apartados sin haber algún medio». Bastús, en La sabiduría de las naciones (2.* serie, p. 126), al explicar la frase: Como los desposados de Hornachuelos, escribe: «En este pueblo de Extremadura, los padres de un mozo y de una joven trataron de casarlos y otorgáronse el uno al otro antes que se viesen. Pero como ambos a dos eran feos y abominables, cuando los carearon para darse las manos, ni el uno ni el otro quisieron hacerlo. »Al fin, para dar contento a sus padres, se casaron, pero quedó el refrán: Los novios de Hornachuelos: él lloraba por no llevarla y ella por no ir con él». En Castilla suelen decir: Como los novios de Olías, aludiendo a dos novios de este pueblo de la provincia de Toledo, que en la noche de su boda rehusaron juntarse. Como los órganos de Móstoles Comparación antigua para denotar que algunas cosas están colocadas sin la igualdad, proporción o www.lectulandia.com - Página 112 buen orden que debieran tener. J Algunos folcloristas —por ejemplo, Vergara Martín— han supuesto que la expresión se dijo en singular, con alusión al órgano de la parroquia de aquel pueblo. De esta suposición participaba también el general Narváez, cuando dijo: «En cuanto yo vuelva la espalda, verán ustedes a España con más disonancias que el órgano de Móstoles». Esta frase resultó profética, porque a los cinco meses de morir el duque de Valencia estalló la revolución del 68 que destronó a Isabel II y trastornó durante muchos años la paz de la nación. Pero el dicho nada tiene que ver con esto, sino con unos aparatos o recipientes que se usaban antaño para enfriar el vino. El Diccionario de autoridades de la Real Academia (1726-1739) dice así: «Los órganos de Móstoles. Modo de hablar con que metafóricamente se explica que algunas cosas están colocadas desigualmente o sin la igualdad que deben tener». Líneas antes, el mismo Diccionario nos explica que órgano, aparte de un instrumento músico, es «una máquina compuesta de dos o tres cañones de estaño, que se comunican entre sí, y por un cabo remata en una boca angosta, y por el otro, que se levanta recto, hay uno como brocal de boca grande del mismo metal. Póneseles nieve encima de los cañones, y se llenan de vino, o agua, y echando por el brocal la porción que se pide del mismo licor, sale otra tanta muy fría por la boca angosta». El doctor Jerónimo Pardo, en su Tratado del vino aguado (Valladolid, 1661), hablando de los aparatos para enfriar el vino que se usaban en aquella época (cantimploras, garrafas, calderillas, cañones, etc.), escribe lo siguiente: «En algunas partes suele haber un instrumento de estaño o de latón, compuesto a modo de órgano con muchos canutillos, de adonde tomó el nombre de órgano. El cual está fabricado con tal arte, que por donde se echa a enfriar la bebida, que es por la parte alta, solo se termina en uno o dos cañones de bastante capacidad para poder echarla por allí, y del mismo modo por donde se saca, que es la parte baja, se termina en otros dos o uno de la misma capacidad; pero en el medio tiene muchos y más pequeños cañones con muchos laberintos, ambajes y circunvoluciones, solo con el fin de que en estas se detenga la bebida, para que así se enfríe mejor... Este instrumento se cerca y cubre muy bien de nieve por todas partes, de modo que solo se manifiesten los extremos por donde ha de entrar y salir la bebida». (Cita de Miguel Herrero García, en su libro La vida española del siglo XVII. Las bebidas..., Madrid, 1933, pp. 168-169). En Móstoles, pueblo de la provincia de Madrid, célebre por sus vinos, debió de haber en tiempos alguna taberna cuyos órganos para enfriar el vino llamaban la atención por su desigualdad y mala proporción. Y de ellos nació el dicho; no del órgano de su iglesia. Como los perros de Zorita El dicho es: Los canes (o los perros) de Zorita, cuando no tenían a quien morder, uno a otro se mordían. Según el Diccionario de la Academia, este refrán significa «que los maldicientes, cuando no tienen de quién decir mal, de sí mismos lo dicen; y que los perversos se dañan mutuamente cuando no pueden dañar a otros». J Correas cita el refrán: Los perros de Zorita, pocos y mal avenidos. Y añade: «En Zorita, fortaleza de Calatrava, tenían los comendadores unos perros veladores y de ayuda contra los moros fronterizos. »Hay quien supone que la frase alude al pueblo de Zorita de los Canes, en la provincia de Guadalajara. Otros creen que es alusión a un alcalde llamado Zorita, que tenía unos mastines muy bravos, que los ataba de día y los soltaba de noche por el lugar, y no teniendo a quién morder, se mordían unos a otros». Covarrubias, en su Tesoro, cita el refrán Los perros de Zurita, y dice que nació de que «un alcaide de Zurita tenía unos perros muy bravos, que estaban de día atados, y soltándolos a la noche, no hallando a quién morder, se mordían unos a otros». Cejador, en su Tesoro. Silbantes (1.* parte, Madrid, 1912), escribe: «Los perros de Zurita. Dícese de www.lectulandia.com - Página 113 los que riñen en vez de aunarse para algún fin. Propiamente, los perros de cazar, de zurita, paloma salvaje». No nos convence esta etimología. Como pedrada en ojo de boticario Se dice, por antífrasis, cuando se consigue una cosa muy conveniente, que ha venido como pedrada en ojo de boticario. J Según Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes (p. 770), a esta expresión se le atribuyen dos orígenes. El primero, basado en que algunas farmacias antiguas tenían como emblema en su portada una mano abierta, con un ojo en cada dedo, para simbolizar la exactitud y delicadeza con que han de prepararse los medicamentos. El segundo proviene de que antiguamente había en las boticas un pequeño estante de forma ovalada, llamado cordialera, y vulgarmente, ojo de boticario, en el que se custodiaban los medicamentos de más valor, por lo cual puede comprenderse el cuidado con que conservaría el boticario aquel su ojo dorado, y el disgusto y la pérdida que le ocasionaría una pedrada en él. Esta última versión es la más generalizada. En la colección Los españoles pintados por sí mismos (1843-1844) y en el artículo de Antonio Flores titulado «El boticario», este escritor, hablando del practicante del boticario (del mancebo de botica, como diríamos hoy), dice que diariamente «pasa el plumero a las redomas, sacude el botamen... y limpia con particular esmero los ojos del boticario». Y añade a continuación, entre paréntesis: «Llámanse así dos secciones de forma ovalada que, llenas de frascos pequeños y bautizadas técnicamente con el nombre de cordialeras, ocupan la parte principal de las boticas». Flores continúa: «Este paréntesis le hará conocer al lector lo impropio que es decir cuando se trata de una cosa justa y merecida: le viene como pedrada en ojo de boticario, pues en las tales cordialeras encierra el farmacéutico los espíritus, los extractos y, en suma, lo más selecto de su patrimonio: motivo más que suficiente para que ponga en ella los ojos». A esta cita añadiré la que aparece en el libro de Rodríguez Marín Mil trescientas comparaciones populares andaluzas (Sevilla, 1899, p. 20), donde se lee lo siguiente: «Al pequeño aparador en que los boticarios tienen los medicamentos más costosos llaman ojo, no sé si por esta circunstancia o por no estar, comúnmente respaldado, y verse por él el despacho desde la rebotica. Como esos botes son pequeños, fácil es comprender el destrozo que en ese ojo hace una pedrada». El Diccionario dice en la voz «ojo»: «Ojo de boticario. Sitio en las boticas donde se guardan los ingredientes o medicamentos de más valor». Finalmente, Bastús, en La sabiduría de las naciones (3.* serie, Barcelona, 1867, p. 38), escribió: «Por ojo de boticario no se entiende el ojo material del profesor de farmacia, sino el centro de la estantería de su botica, sitio a manera de escaparate, con sus anaqueles o divisiones, donde tiene reunidos y guardados los elixires, las tinturas, los extractos, las confecciones, las esencias, los espíritus y, en una palabra, los más preciosos de sus fármacos. »De aquí que una pedrada en este centro precioso del boticario le ha de ocasionar un perjuicio muy grande, casi como si se la tiraran a él, pues quiere aquello tanto como el ojo de su cara». Después de todas estas explicaciones, al parecer convincentes, surge en mí la duda de si la pedrada en ojo de boticario es frase moderna que se ha querido aplicar a la cordialera, cuando debió aplicarse al ojo (órgano de la vista) del propio boticario, y se aplicó antiguamente, no al boticario, sino al vicario y al fraile. La pedrada en ojo de boticario no aparece ni en Covarrubias ni en Correas, lo que indica que es dicho posterior al siglo XVII. Aparece en el siglo siguiente en las primeras ediciones del Diccionario de la Real Academia, donde se lee: «Como pedrada en ojo de boticario. Locución familiar que expresa que una cosa viene muy a propósito de lo que se está tratando». Y se da el caso de que Correas, que no incluye este dicho, consigna, en cambio, los de: Encaja (una www.lectulandia.com - Página 114 cosa) como pedrada en ojo de vicario. Vino derecho, o vino al justo, como pedrada en ojo de vicario. Y en diferente lugar anota la frase: Como pedrada en ojo de fraile. A vista de estas citas hay que pensar en que la frase irrespetuosa Como pedrada en ojo de vicario (equivalente a como anillo al dedo) se transformó posteriormente y se dijo boticario en lugar de vicario obligando a eruditos y folcloristas a buscarle explicación, no en el ojo del dueño de la botica, sino en el pequeño estante de forma ovalada donde este guarda sus más preciosos medicamentos. El Diccionario de autoridades de la Real Academia (Madrid, 1726-1737) incluye la comparanza Como pedrada en ojo de boticario, pero nada dice de que ojo de boticario fuese la alacena o depósito donde los boticarios guardaban las medicinas de más valor. Como Pedro por su casa Entrar, o colarse, como Pedro por su casa. Conducirse uno con tanta familiaridad y franqueza en una casa extraña como lo haría en la suya propia. J En Aragón dicen: Entrarse como Pedro por Huesca, recordando el sitio y toma de Huesca por Pedro I de Aragón, en el año 1094. Lo aplican a los entrometidos. Correas incluye en su Vocabulario de refranes el dicho Entrarse como Pedro por Huesca, como expresión usada en Aragón, pero sin explicar su origen. Sospecho que la expresión entrar como Pedro por su casa constituye una variante de la de entrarse como por su casa, que aparece empleada por Juan de Luna en la segunda parte del Lazarillo (1620): «La nave dio al través y el agua entraba por ella como por su casa»; por Cervantes en Rinconete y Cortadillo: «entróme por... como por mi casa»; y por fray Tomás Ramón (Dom. 23, Trin., 4): «Un entrarse por la gloria como por su casa». Es muy posible, como digo, que la expresión entrarse como por su casa (con la facilidad con que una persona entra en su propia casa) se modificase, andando el tiempo, añadiéndole el Pedro. Como perro por Carnestolendas Hay varias frases alusivas a los perros en dicha época. Holgarse con alguno, como un perro por Carnestolendas (tomar a una persona como objeto de burla o diversión). Mantear a alguno, como a perro por Carnestolendas. Aluden estos y otros dichos a la costumbre antigua de mantear a los perros por Carnaval y de hacerlos víctimas de las mayores judiadas. J En la Vida de Marcos de Obregón, refiriéndose al martes de Carnaval, se alude al «martirio perruno causado de las mazas, de quien sin saber por qué huyen hasta reventar». Correas, en su Vocabulario de refranes, cita el dicho: «Yo estoy como perro con vejiga, que nunca me falta un Gil que me persiga». Y comenta: «Por Antruejo (es decir, por Carnaval) atan vejigas hinchadas a la cola a los perros, con que van corriendo por las calles, y todos los gritan y dan con lo que hallan». Otro de los dichos que se consignan es el de «Escapó de la de Mazagatos». Y añade: «De dificultad y peligro, como los perros y gatos que escapan, por gran ventura, de las manos (quiso decir mazas), palos y pedradas del Antruejo». En otro lugar amplía esto, diciendo: «Fórmase el nombre Mazagatos de las mazas que ponen por el Antruejo a perros y gatos, y los gatos atados a perros por maza, de donde unos y otros escapan con dificultad». www.lectulandia.com - Página 115 Según el Diccionario de la Academia, maza es «palo grueso u otra cosa que por entretenimiento se suele poner en las Carnestolendas atado a la cola de los perros». Originalmente la maza era «el tronco u otra cosa pesada con que se prende y asegura a los monos o micos para que no se huyan». Así la define el Diccionario de autoridades, y en este sentido la emplean nuestros clásicos para designar lo inseparable: Yo soy maza desta mona; ya ves que tras sí me lleva, escribe Tirso de Molina en El amor médico. También aparece en Vélez de Guevara (Reinar después de morir): BRITO. Soy su maza. REY. ¿Qué decís? BRITO. Que voy siempre con su alteza adondequiera que va. El mismo Correas, al explicar la frase «El perro de Escoriaza», escribe: «Un hombre llamado Escoriaza tenía un perro tan sagaz, que el domingo de Antruejo se salía del lugar por no ser manteado aquellos días, y volvía el Miércoles de Ceniza, pasado el peligro». La costumbre de mantear perros por Carnaval ha subsistido hasta nuestros días. He visto una fotografía de perros manteados en San Millán de la Cogolla (Rioja). Como una guitarra en un entierro Comparación popular para expresar que una cosa es inoportuna, fuera de lugar, un despropósito. J Es modismo antiquísimo, como que, con parecida expresión, aparece en el Eclesiastés (22, 6), donde se lee: «Un discurso fuera de tiempo viene a ser como la música en un duelo o funeral» (Musica in luctu importuna narratio, etc.). Idéntico significado tiene la comparación oriental Como anillo en hocico de cerda, que está tomada de los Proverbios de Salomón (11, 22): «La belleza de un mujer fatua es como sortija de oro en el hocico de un cerdo». Los italianos dicen Comme Pilato nel Credo. Con aire solano, no hay toro bravo Sabido es que el viento es el enemigo mayor de los toreros (porque, como ellos dicen, les descubre), especialmente si es solano, o sea, nordeste, que se caracteriza por ser fuerte y frío. En una tarde en que reine este viento, los diestros no tratan más que de defenderse de sus efectos, a la vez que del toro, y como nada resulta lucido, el público se aburre, y al final el toro carga con la culpa, como casi siempre. JÁ Se atribuye este refrán al ganadero Eduardo Miura. (Referencia que debo a mi buen amigo el www.lectulandia.com - Página 116 publicista taurino Luis Fernández Salcedo). Con azúcar está peor Se dice cuando, por querer disculpar alguna falta, se incurre en contradicciones que la agravan más. También cuando trata de arreglarse lo que no tiene remedio. Se aplica, generalmente, para significar cómo algunos arreglos o componendas complican más lo que tratan de resolver. J En el libro de Augusto Martínez Olmedilla El maestro Barbieri y su tiempo (Madrid, 1941), esta frase se atribuye al músico navarro Emilio Arrieta. Este vivía con Adelardo López de Ayala en una casa de huéspedes de la calle del Desengaño, en la que solía notarse cierto aroma procedente del excusado. Doña Blasa, la patrona, para paliar el mal olor, solía quemar azúcar a la hora de comer. Pero el efecto era tan desastroso, que un día Arrieta le gritó: «¡Doña Blasa! ¡Con azúcar está peor!». En el libro de Asenjo y Torres del Álamo titulado Mil y una anécdotas (Madrid, 1940, p. 113) se repite, con ligeras variantes, esta versión. Según esa obra, el hecho ocurrió en las mocedades de Arrieta y cuando este vivía en una modesta pensión de los barrios bajos de Madrid. Arrieta, que no podía soportar el perfume del excusado, le decía a su patrona: «¡Eche usted agua, mucha agua, doña Jacinta!». Un día, al llegar a casa, el olor era mayor que nunca. Arrieta se quejó a su patrona, y esta le dijo, muy convencida: — ¡Pues hoy no se puede usted quejar, don Emilio, porque toda la mañana he estado quemando azúcar! —Pero si es que con azúcar está peor —contestó Arrieta. Del mismo Arrieta se cuenta que la noche anterior a la de su muerte estuvo bromeando con sus discípulos, que, apenadísimos, le hacían compañía. Uno de estos le preguntó: —¿Cómo se encuentra usted, maestro? —¡Muy mal, chico, muy mal! —dijo don Emilio—. ¡Tan mal, que si al amanecer me dicen que he fallecido, no me chocará nada! Con cajas destempladas Despedir o echar a uno con cajas destempladas significa, según el Diccionario, despedirle o echarle con malos modos. Æ El Diccionario de autoridades (1726-1739) dice acerca de esta expresión lo siguiente: «Echar con cajas destempladas. En la milicia es echar de alguna compañía o Regimiento al soldado que ha cometido algún delito ruin e infame, por el cual no se le quiere tener dentro de las tropas: para cuyo efecto se destemplan las cajas (los tambores), y, tocándolas, se le sale acompañado hasta echarle del lugar. »Metafóricamente, se entiende del que apean (deponen) con demostración pública de algún empleo; y también de la persona que se echa de casa arrebatadamente o porque es molesto en ella o porque no conviene su asistencia y comunicación». También al son de cajas destempladas eran llevados los reos al patíbulo. Rodríguez Marín, en una de sus notas a La ilustre fregona, de Cervantes, cita el libro Sucesos de Sevilla de 1592 a 1604, por Francisco de Ariño, donde se lee: «En miércoles 1.” de octubre de 1597 fue preso en Santiponce Gonzalo Sanabria... Y en jueves 9 de octubre lo sacaron a pie, con un rótulo en las espaldas, que decía Por el bando (por bandido), y con dos tambores destemplados y una escuadra de www.lectulandia.com - Página 117 soldados, y lo ahorcaron». Con su pan se lo coma Expresión proverbial, equivalente a las de ¡Allá él!, ¡Allá se las haya!, ¡Allá se las entienda!, etc. Según el Diccionario es «expresión figurada con que uno da a entender la indiferencia con que mira las cosas de otro». J León Medina, en su interesantísimo y erudito trabajo «Frases literarias afortunadas» (Revue Hispanique, tomo XX, París, 1909), da a entender que este popular dicho proviene de la fábula de Iriarte El elefante y otros animales: A todos y a ninguno mis advertencias toca: Quien las siente se culpa; el que no, que las oiga Y pues no vituperan señaladas personas, quien haga aplicaciones con su pan se lo coma. León Medina, después de transcribir estos versos auténticos, se lamenta del pisto que confeccionó con ellos cierto escritor, reduciéndolos a la siguiente cuarteta: A todos y a ninguno, mis advertencias tocan; quien se crea aludido, con su pan se lo coma. (El escritor a quien alude —sin nombrarlo— debe de ser Thebussem, en cuyo libro Primera ración de artículos —Madrid, 1892, p. 441— me encontré con los versos de referencia). Por lo que yo he averiguado, Iriarte no hizo más que popularizar una frase muy vieja en nuestra lengua. La cita más antigua que conozco es la que figura en la comedia La Lena o El celoso, que escribió a finales del siglo XVI Alfonso Velázquez de Velasco: «... y dicho que si ha hecho mal, con su pan se lo coma». El Con su pan se lo coma aparece citado como expresión proverbial por Covarrubias, en su Tesoro (1611), y por el maestro Correas, en su Vocabulario de refranes, del primer tercio del siglo XVII. Y figura en el Diccionario de autoridades de la Real Academia (1726-1739) como «expresión con que se da a entender la indiferencia con que se mira la conducta o resolución de alguna persona». Ocurre con la frase que comentamos como con el refrán: Aunque se vista de seda la mona, mona se queda. que muchos atribuyen a Iriarte porque lo incluyó al comienzo de su fábula La mona, pero que era antiquísimo. www.lectulandia.com - Página 118 Con treinta mil diablos «Bowle, apoyado en la autoridad de Menagio, dice que los gentiles reconocían hasta treinta mil dioses, y que como estos eran imagen del demonio o diablos, de aquí la imprecación común entre los cristianos de mandar a los infiernos o “con treinta mil diablos” a aquel contra el que está uno furioso o enfadado». (Bastús, Memorándum, tomo 1, p. 981). Conocer por la pinta. Tener una persona buena (o mala) pinta La voz pinta procede del juego de los naipes. En el Diccionario figura, entre las varias acepciones de la palabra pinta, la de «señal que tienen los naipes en sus extremos, por donde se conoce de qué palo son». J Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana (1611), escribe: «Pinta, acerca de los jugadores de naipes, es la raya del naipe, y así decimos conocer por la pinta». Cristóbal de Fonseca, en su Vida de Cristo, obra de 1596 (libro 2.°, cap. 20), dice: «En la casa del jugador, hasta la hija conoce una primera por la pinta». El Diccionario de autoridades de la Real Academia menciona el juego llamado pinta como un «juego de naipes, especie del que se llama del parar. Juégase volviendo a la cara toda la baraja junta, y la primera carta que se descubre es del contrario, y la segunda del que lleva el naipe, y esas dos se llaman pintas. ..». Conócete a ti mismo Diógenes Laercio, en su obra Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres, atribuye esta sentencia a Tales Milesio, uno de los siete sabios de Grecia, el primero en cultivar la Astrología, en explicar los eclipses de Sol y en defender la inmortalidad del alma. Fue también el primero que inventó las estaciones del año y asignó a este trescientos sesenta y cinco días. Sócrates adoptó esta frase, que había visto escrita con letras de oro en el frontispicio del templo de Apolo en Delfos, como principio y fin de la moral humana. Ha sido atribuida a varios de los siete sabios, entre ellos a Bias, Kilom y Solón. www.lectulandia.com - Página 119 Corrida de expectación, corrida de decepción Ya es sabido que la mayoría de las corridas salen malas. De aquí la amarga frase ¡De los toros!, que comento en otro lugar. Cuando se trata de una corrida cualquiera, no se da al suceso mayor importancia. Pero si se trata de una corrida que ha despertado muchos comentarios de antemano, o cuyo cartel es excepcional, o para la que se han pagado los billetes «con prima», la maldad del resultado se antoja entonces menos tolerable. La gente, cuanto más ilusión pone en las cosas, más peligro corre de sentirse defraudada. Y el espectador que espera mucho, o pagó demasiado, exige más de los toreros y de los toros. De aquí que las corridas de mucha expectación sean las más propensas a que el público salga de ellas decepcionado. Corriente y moliente Según el Diccionario, es expresión figurada y familiar que se aplica a las cosas regulares, ordinarias o habituales. J Correas, en su Vocabulario de refranes, señala que esta expresión equivale a «usual, como molino», y añade que se aplica a lo hacedero ordinario y aderezado». En otro lugar consigna la frase «Es negocio corriente y moliente. Dícese de lo fácil y hacedero, con semejanza del molino que bien anda y muele». Según el Diccionario de autoridades, corriente y moliente es «locución familiar que en el sentido recto se aplica al molino que está usual y dispuesto como necesita para moler el trigo; y metafóricamente se dice de cualquier cosa que está llana y sin embarazo». Cervantes emplea este modismo en La gitanilla, donde, hablando de los gitanos, dice: «... los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones, y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo...». Antiguamente se decía también moliente y corriente. El mismo Cervantes, en el entremés titulado Juez de los divorcios, escribe: «Quiero decir que pensé que me casaba con un hombre moliente y corriente, y a pocos días me hallé que me había casado con un leño». Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, explica que la frase moliente y corriente proviene «del molino que está cumplido en todo lo que ha menester, y por metáfora se dice de cualquier otra cosa». Miguel Herrero García, en un artículo publicado en la Revista de Filología Española (tomo 27, p. 93), confirma que la expresión moliente y corriente es metáfora tomada del molino. Manuel Ballesteros Gaibrois, en una nota publicada en El Correo Erudito (tomo II, p. 98), citaba un texto del jesuita Juan Luis de Zamora, el cual, en un libro publicado en 1728 sobre las minas del Potosí, decía, aludiendo a los molinos de mineral, que «en menos de tres años se pusieron corrientes y molientes ciento treinta y dos ingenios». Ballesteros comentaba a continuación: «Si sabemos que los molinos se movían con agua —corriente— y su natural misión era la de moler —molientes—, no cabe la menor duda de que el padre Zamora lo usa con pleno sentido... para designar algo concreto, por sus nombres». www.lectulandia.com - Página 120 En la misma revista le contestó Elías Serras Rafols, diciendo que la voz corriente nada tiene que ver con la corriente de agua (puesto que la expresión moliente y corriente se aplicaba en el siglo XVI a molinos de viento) y que el correr alude, no al agente motor (agua o viento), sino al molino, a las ruedas. En comprobación de esto, copiaba una escritura otorgada en Tenerife en el año 1505, por virtud de la cual un carpintero se obligó con el dueño de un molino de viento a construir dos ruedas grandes y un carrete «e más todas las otras cosas necesarias para el dicho molino, pertenecientes a su oficio de carpintería, fasta que esté moliente e corriente... y obligóse de fazer la dicha obra e dar el dicho molino fecho e acabado a contento del dicho Alonso de Astorga, moliente e corriente». Cosas veredes... Expresión que denota extrañeza, asombro, estupor, etc., ante algún hecho inusitado, extraordinario o ilógico. Es parecida a las de ¡Querrás creer...!, ¡Qué cosas se oyen!, ¡Qué nos quedará por ver!, ¡Qué no tendremos que oír! Se usa generalmente en escritos: «En nuestro tiempo los hombres requerían de amor a las mujeres. Ahora son las mujeres las que requieren de amor a los hombres. ¡Cosas veredes. ..!». J Si a quienes usan de esta expresión se les preguntase la razón de la misma, contestarían que procede de los tan conocidos versos: Cosas veredes, el Cid, que farán fablar las piedras... Pues bien; se trata de una de tantas citas equivocadas. La verdadera cita proviene del Romancero del Cid y del romance LXXII, que comienza así: Fablando estaba en el claustro de San Pedro de Cardeña... En ese romance, el rey le propone al Cid conquistar Cuenca, y el Cid le replica como sigue: antes que a guerra vayades sosegad las vuesas tierras. Muchos males han venido por los reyes que se ausentan... Entonces el monje Bermudo le dice al Cid que si está cansado de pelear se vuelva a Vivar y deje al rey la empresa: que homes tiene tan fidalgos que non volverán sin ella. El Cid, herido en su amor propio, se sulfura, discute con el fraile y termina llamándole cobarde. El rey, entonces, interviene diciéndole al Campeador: www.lectulandia.com - Página 121 Cosas tenedes, el Cid, que farán fablar las piedras, pues por cualquier niñería facéis campaña la iglesia. Como puede observarse, la expresión Cosas veredes... se emplea en un sentido completamente distinto del de la verdadera frase Cosas tenedes. .. Costar un triunfo Según Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, la frase Costar un triunfo una cosa significa «hacerla o conseguirla a fuerza de trabajo, dificultades, sacrificios, etc.». J Según Cejador (Fraseología, tomo 3.°), la expresión está tomada de los naipes y de los triunfos de la baraja. Correas, en su Vocabulario de refranes, incluye el dicho Atravesar triunfo, buena carta. (Atravesar en el sentido de «apostar que uno gana; hacer traviesas para ganar con juego de alguno»). Costarle la torta un pan Se dice cuando a uno le cuesta una cosa más de lo que vale. Y se dijo del que tuvo que dar un pan entero por una simple torta que valía mucho menos. J Correas, en su Vocabulario de refranes, incluye el dicho «Costóle la torta un pan: Cuando uno peligra de recibir daño, o le recibió daño grande» (sic). Quevedo, en su Cuento de cuentos, escribe: «Le advierto que si no calla le ha de costar la torta un pan» (le ha de costar caro, ha de recibir daño o castigo). Y Jacinto Polo de Medina, en su Fábula de Pan y Siringa (Salamanca, 1664), trae estos versos: Yo le juro que si a otros les cuesta grandes desgracias la torta un pan, que a Siringa le ha de costar una hogaza. Cría cuervos y te sacarán los ojos Refrán con que se indica la ingratitud de aquellas personas que, debiéndonos grandes beneficios, los www.lectulandia.com - Página 122 olvidan o los pagan con injustas acciones o molestas palabras. J Antiguamente se decía en singular: Cría el cuervo, y sacarte ha el ojo, y en esta forma aparece recogido por Correas, en su Vocabulario de refranes, y por Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana. El Diccionario de autoridades (1726-1739) lo incluye así: «Cría cuervos y te sacarán los ojos. También se suele decir en singular. Refrán que explica que los beneficios que se hacen a los ingratos, les sirven de armas para pagar con mal el bien. Pabula da corvis, dement tibi lumina corvi». Ocurre con este refrán lo que con la mayoría de los refranes y proverbios: que no tienen origen conocido. Lo de criar cuervos ha sido costumbre de todos los tiempos, porque es un pájaro que se presta a ser domesticado y que en ocasiones llega a hablar, como consigna Covarrubias. Que algún cuervo de estos haya dejado tuerto, o ciego, a su domesticador cae dentro de lo posible, y la repetición de estos casos pudo haber dado origen al refrán. Cabe también que se trate de una imagen, de un símbolo, sin relación con hechos reales. Vicente Vega, en su Diccionario de anécdotas (Barcelona, 1956), refiere lo siguiente (anécdota 1.729) acerca del refrán que comentamos: «Entre las muchas cosas que se cuentan, dícese que, en cierta ocasión, el célebre condestable de Castilla don Álvaro de Luna, encontrándose de caza, acompañado de varios nobles, hubo de fijar su atención en un pobre hombre falto de vista, pues en lugar de sus ojos presentaba dos horribles cicatrices que habían desfigurado por completo su rostro. »—¿Has estado en alguna guerra? —preguntó don Álvaro al viejo. »—Señor, mis heridas no las recibí en combate alguno; me las hizo un desagradecido... »—j Qué miserable!... —exclamó el de Luna—. ¿Y quién fue el mal nacido...? »—Tres años ha criaba yo un cuervo que había recogido pequeñito en el monte, y le traté con mucho cariño; poco a poco fue haciéndose grande, grande... Un día que le daba de comer saltó a mis ojos, y por muy pronto que me quise defender fue inútil: quedé ciego. »Don Álvaro socorrió largamente a aquel desdichado. Y con amarga ironía dijo a sus compañeros de caza: »—Ya habéis oído, caballeros: criad cuervos para que luego os saquen los ojos». Vicente Vega termina esta historia, preguntándose: «¿Será este, en efecto, el origen de la mencionada frase proverbial?». Consigno la anterior anécdota a título de curiosidad y sin creer que de ella naciera el dicho, que es posible que ya se dijese en tiempo de Álvaro de Luna. Aunque no aparece recogido en el Refranero español de Hernán Núñez, publicado en 1555. Cuando te dieren la vaquilla, corre con la soguilla El dicho alude a la necesidad de no desaprovechar las buenas ocasiones que puedan presentarse. J Es uno de los muchos refranes que ensarta Sancho en el capítulo 4.° de la 2.* parte del Quijote: «Pero si... me deparase el cielo alguna ínsula o cosa semejante, no soy tan necio que la desechase: que también se dice: “cuando te dieren la vaquilla, corre con la soguilla”; y “cuando viene el bien, mételo en tu casa”». Clemencín, comentando dicha expresión, consigna que es «refrán antiguo, comprendido ya en la colección del marqués de Santillana que se escribió a mitad o antes del siglo XV. Se derivó, al parecer, de la costumbre de correr por las calles de los pueblos con novillos y las vacas atados de una soga, cuya extremidad llevaban los mozos para detenerlos cuando conviniese. Aconseja el refrán que se aprovechen las ocasiones y se obre según ellas». Algo diferente dijo el Arcipreste de Talavera en su Corbacho (parte 2.*, cap. 5.°): cuando te dieren la cabrilla, corre con la soguilla. La variedad pudo fácilmente ser de imprenta. www.lectulandia.com - Página 123 Cuéntaselo al nuncio Cuéntaselo al nuncio tiene el mismo significado que las frases ¡Cuéntaselo a tu tío! y ¡Cuéntaselo a tu abuela!, que empleamos para desatender las quejas y reclamaciones que uno nos formula, o para hacerle ver que las cosas que nos cuenta nos importan un bledo o tienen muy difícil arreglo. JM Ramón Caballero, en su Diccionario de modismos (Buenos Aires, 1942, p. 417), dice que la expresión Cuéntaselo al nuncio de Su Santidad «suele decirse cuando no creemos ni por asomo una cosa que nos cuentan». Pero no es este el verdadero sentido de la frase. Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, acierta mejor con el significado de la frase que comentamos cuando dice que ¡Vete a contárselo al nuncio! equivale a «enviar a uno con cajas destempladas». Vino esta expresión, que quedó en proverbio, del mucho poder que el nuncio de Su Santidad llegó a tener en España, debido a lo cual, los que se sentían víctimas de injusticias o atropellos amenazaban con recurrir a él y contarle lo que les ocurría. Vicente de la Fuente encontró en la Universidad de Salamanca dispensas de cursos para graduarse expedidas por el nuncio. Sigue empleándose el dicho para rechazar reclamaciones o quejas que no nos importan o para las cuales no vemos remedio. Cuidado con el perro Se usa en el lenguaje ordinario en el sentido de advertencia y prevención. Y así se dice: «Conforme con que hagas tal o cual cosa, pero ¡cuidado con el perro!». Como diciendo: «No te confíes. No sea que te ocurra algo malo». J El aviso Cave canem figuraba en las puertas de las casas de la antigua Roma, para advertir la existencia de un perro guardián, en libertad, encadenado, o simplemente pintado, esculpido o modelado en la fachada. Servía de advertencia, principalmente para que los forasteros se abstuviesen de entrar en la casa sin previo anuncio. Culo de mal asiento Se dice de los inconstantes, de los que no se sujetan a un trabajo u oficio por mucho tiempo, de los que van de aquí para allí, sin asentarse en ninguna parte. La expresión alude, no al trasero del hombre, sino al culo de las vasijas, que cuando no es plano, hace que aquellas bailen. www.lectulandia.com - Página 124 www.lectulandia.com - Página 125 ¡Dale bola! [Interjección usada para denotar el enfado que provoca algo que se repite muchas veces]. Æ Frase que, según el Diccionario de modismos, de Ramón Caballero, «se emplea, familiarmente, para reprobar con enfado la obstinación o terquedad». Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, escribe: «¡Dale bola! Algunos añaden: (Y ella rodaba). Se aplica al que insiste en una cosa, al que es muy machacón al referir algo». Nunca he visto explicado su origen. Cuando empecé a componer este libro llegué a suponer que provendría de la milicia y que habría nacido en los cuarteles. Basaba esta suposición en los datos que señalo a continuación. Bola, según el Diccionario militar de Rubio Bellvé —citado por el Diccionario histórico de la Real Academia (Madrid, 1936, tomo II) — es «porción de un betún negro, compuesto de cera y otras sustancias, que empleaban los soldados para dar brillo a sus arreos de cuero». A los soldados les molestaba mucho el tener que lustrar a menudo sus correajes. El ¡dale bola! era una orden que machaconamente se les repetía y que no les hacía ninguna gracia. Se cuenta que durante uno de los combates de la primera guerra civil, los soldados de un batallón cristino, que estaban hartos de limpiar sus arreos, entraron a la bayoneta contra los carlistas al grito rebelde de «¡Muera la bola!». Su jefe les contestó, a voz en cuello: «¡Bola y siempre bola!». El marqués de Mendigorría (D. Fernando Fernández de Córdova), en el tomo III de sus Memorias íntimas (Madrid, 1899, p. 336), refiriéndose a las reformas que introdujo en el ejército cuando en 1851 fue director general de Infantería, dice: «Varié la chaquetilla de bayeta amarilla por la de paño azul, y por una circular muy comentada y discutida entonces, suprimí en la Infantería la odiada bola, causa de afecciones cerebrales y de oftalmías, porque debiendo sacar con ella, al sol, el brillo de las cartucheras, e invirtiéndose en esta operación largo rato, eran numerosas las www.lectulandia.com - Página 126 víctimas entre los soldados de constitución sanguínea. El brillo del correaje, en adelante, sacáronle con charol o betún, sin que por ello se quebrantaran los fundamentos de la disciplina, como lo supusieron algunos generales y jefes apegados a las antiguas prácticas y rutinas». El significado de bola en el lenguaje militar y estas anécdotas me inducían a sospechar que el ¡dale bola!, expresión que denota enfado ante una repetición molesta, podría referirse al betún artificial que utilizaban los soldados para lustrar sus correajes. Pero, ojeando posteriormente el Diccionario de autoridades, de la Real Academia (tomo I, Madrid, 1726), vi que la frase era más vieja de lo que yo había supuesto. Según esta obra, dale bola es «frase familiar que denota enfado en el que se ve importunado para que diga, haga u oiga alguna cosa a que tiene repugnancia: y así se dice en significación de su enfado, Dale bola». Esto probaba que el dicho en cuestión procedía, por lo menos, del siglo xvi, aunque ni Covarrubias ni Correas lo citan en sus célebres obras. Pero la expresión ¡dale bola!, utilizada cuando uno importuna o repite cosas, aparece empleada por Antonio de Zamora (1663-1728) en su comedia El hechizado por fuerza, donde se lee: ... Si dijera; pero el punto de hombre de bien... CLAUDIO. Dale bola; no hay punto de bien que valga. Y, si bien la explicación dada al mismo por el Diccionario de autoridades se acomodaba a mi hipótesis, surgía la duda de si en el siglo xvi se conocía la bola como betún para lustrar arreos militares. ¿Habría que pensar en otra bola, en la de jugar a los bolos o quizá en un lance del juego de naipes? Pronto se me ofreció otra pista. En la fraseología de Cejador (tomo I, p. 183) leí que la expresión ¡dale bola!, «enfado en el que se ve importunado para que diga o haga u oiga lo que repugna», provenía —según este autor— «del voltear una y otra vez la bola y la cosa». Aunque la explicación no me convencía (¿qué tenía que ver el hacer rodar la bola con el importunar a otro para que hiciese lo que no quería?), saqué, al menos, la conclusión de que la frase ¡dale bola!, al igual que las de a bola vista, cogerle de bola, escurrir la bola, llevar de bola, ruede la bola y soplar la bola para que llegue a la raya, provenía del juego de bolos y no de un juego de naipes. El porqué de la frase es lo que me quedaba por averiguar, en vista de lo cual resolví no comentarla y dejar que rodase la bola. Si me decido a publicar lo que precede es para demostrar que en esta materia se expone uno a un resbalón cuando cree pisar terreno firme. www.lectulandia.com - Página 127 Dar (o meter) a uno la castaña Engañarlo, dándole por buena cosa mala. Darle un mal pago. Alude, según algunos, a la castaña, que por fuera aparece hermosa cuando por dentro está podrida. Æ Esta idea sirve de base al proverbio italiano: «La donna e come la castagna, bella di fuori, e dentro ha la magagna». (García Lomas, El lenguaje popular de las montañas de Santander, p. 86). En la célebre comedia de finales del siglo xvi La Lena o El celoso), Policena le dice a Cornelio, burlándose de los amores de este con una coja: «Tal provecho te haga (la coja) como el aceite a las sardinas, que sí hará, por ser castaña, que de fuera engaña». Rodríguez Marín, al explicar el dicho andaluz Paga en castañas, como los serranos, dice: «Sobre las acepciones consignadas en el léxico de la Academia, castaña tiene en Andalucía, figuradamente, la de chasco, mal pago que no se esperaba. De aquí el modismo dar a uno la castaña o una castaña, y de aquí la comparación, porque los serranos suelen pagar en castañas, natural y, dicen que también, figuradamente. Las gentes de la campiña se fían poco de las de la sierra y creen que sus regalos tiran siempre a logros mucho más importantes». (Mil trescientas comparaciones populares andaluzas, Sevilla, 1899). Dar al traste Según el Diccionario, Dar al traste con una cosa equivale a «destruirla o derrocharla». Aunque no lo parece, se trata de un término marinero antiguo, que significa naufragar una embarcación. Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, escribe: «Dar al traste. Es perderse la nave por dar en roca o en (otro) navío; de aquí se toman muchas frases, verbigracia: dar con ello, o con todo, al traste». Cejador, en su Fraseología (tomo 3.°), al tratar de esta expresión, cita a D. Vega, que en su Paraíso Natividad escribe: «En su navegación han dado al traste los navíos de alto bordo más celebrados». www.lectulandia.com - Página 128 Aporta también Cejador las siguientes citas: Rufián viudo: «Dio la galera al traste en Berbería». Teatro Dif.: «Navíos que han dado al traste en las playas de la suerte». Y el padre Valderrama, en sus Ejercicios: «A hundir un navío o estrellarlo en una roca o dar con él al traste». Dar (o llevar) calabazas Reprobar a alguno en los exámenes. Desairar o rechazar la mujer al que la requiere de amores. J En el Alfabeto tercero, de Francisco del Rosal, se lee: «Dicen que trae calabazas al que le sale la esperanza vana. Dice con aquella antigüedad que cuenta Pierio (libro 58) que la calabaza fue jeroglífico de la esperanza frustrada y engaño acerca de los onocritas, por ser la calabaza barriguda, vacía y de poco peso». Así lo vi en El Averiguador Universal, año 4.°, n.° 93 (Madrid, 1882). Dar coces contra el aguijón «Obstinarse en hacer frente a una fuerza superior, como sucedería con la bestia que pretendiera dar patadas a la aijada, que lo que conseguiría sería pincharse más pronta y profundamente». (Sbarbi, Gran diccionario, p. 277). Æ Covarrubias, en su Tesoro, después de definir el aguijón como «el hierro de la vara con que pica el boyero a los bueyes», incluye el dicho Dar coces contra el aguijón, en el sentido de «porfiar y repugnar en balde», y añade que «se dice del que busca huir de los tormentos de esta vida y cae en el adagio: Adversus stimulum calcitra». Correas lo cita en el sentido de «porfiar contra mayor poder y razón». En otro lugar de su Vocabulario de refranes consigna la frase «Cocear contra el aguijón: Hacerse más daño por porfiar». Samaniego, en su fábula La serpiente y la lima, de Esopo, compendia así la moraleja: Quien pretende sin razón al más fuerte derribar, no consigue sino dar coces contra el aguijón. www.lectulandia.com - Página 129 El dicho es antiquísimo. Aparece en los Hechos de los Apóstoles y en el capítulo 9.” referente a la conversión de Saulo (San Pablo) y a los milagros de San Pedro (vers. 3, 4 y 5). Cuando Saulo, yendo camino de Damasco, se sintió cercado de resplandores y cayó al suelo, oyó una voz que le decía: —Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y él respondió: —-¿Quién eres tú, Señor? Y el Señor le dijo: —Yo soy Jesús, a quien tú persigues: dura cosa es para ti dar coces contra el aguijón. Dar el pego Frase figurada y familiar que significa, según el Diccionario, engañar. Dar el pego proviene del juego de los naipes, y es una fullería o trampa que consiste en pegar disimuladamente dos cartas. El Diccionario de la Real Academia de 1970 dice que pego es «fullería que consiste en pegar disimuladamente dos naipes para que salgan como uno solo cuando le convenga al tramposo». Æ Tiene su origen en una trampa en el juego de naipes de muy difícil ejecución y para la que hace falta que el banquero sea un tahúr de mucha habilidad manual. Consiste en untar determinadas cartas en determinado lugar con una materia pegajosa, para que, mediante una ligera presión del dedo del banquero sobre el lugar del unto o del pego, este actúe y arrastre la carta siguiente. En el folleto titulado El juego del monte y sus treinta trampas o secretos, que publicó en el año 1898 el tafallés Florentino Andueza, describe este las diversas formas de dar el pego a las barajas, y entre ellas cita la llamada «La Infernal», que muy pocos banqueros pueden ejecutar limpiamente. Consiste en dar unto a los naipes en determinados sitios; luego se hace presión con los dedos, el «pego» actúa, y se arrastra así la carta de abajo. El autor de este folleto lo dedica a sus tres hijos «víctimas inocentes del juego por mi culpa». José Muñoz Lopera, uno de los criminales del célebre Huerto del Francés, estando preso en la cárcel de Sevilla, escribió para El Liberal, de Madrid, un breve y magnífico tratado de las trampas y artimañas de que se valen los tahúres en los juegos de azar. Entre otras cosas, dice que con una baraja bien marcada y utilizando www.lectulandia.com - Página 130 mañosamente el cerote —pedacitos de cera blanca que se llevan entre las uñas— para pegar dos cartas y que salgan juntas cuando sea menester, no hay banquero que no consiga llevarse el dinero de sus contrarios. Para ello conviene mucho tener las yemas de los dedos bien suavizadas con lija o piedra pómez, a fin de adquirir finura y suavidad en el tacto. (Datos del artículo de Francisco Serrano Anguita titulado «El entrés y la rueda. Los crímenes del Huerto del Francés», publicado en La Novela del Sábado, n.° 10, Madrid, 23 de marzo de 1940). Dar en el clavo Averiguar el punto de la dificultad. Acertar en lo que se hace, especialmente cuando la resolución es dudosa. También se usa en sentido negativo. Æ Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana (1611), dice que «Dar en el clavo es acertar en la razón y acudir a lo sustancial y a lo que hace al caso; está tomado de los herradores que dan muchos golpes en la herradura y pocos en el clavo que van hincando; de donde nació otro proverbio: “Una en el clavo y ciento en la herradura”, cuando se gastan muchas palabras impertinentes que no hacen al propósito». A pesar de esta explicación, yo creo que la frase dar en el clavo no tiene su origen en los herradores, sino en el juego del hito. Antiguamente, en lugar de dar en el clavo, se decía dar en el hito, con el significado de «acertar», aludiendo al juego en que se tira con una moneda al palillo tieso, puesto en el suelo, y sobre el cual se apilan las monedas que apuestan los jugadores. Correas, en su Vocabulario de refranes, dice que «hito es la señal del juego del herrón, y de otros juegos a que se tira, y suele ser un huesezuelo blanco hincado en el suelo, y por eso (se llamó) hito y fijo». Y el mismo Covarrubias, en la palabra hito, escribe: «El juego del hito se dijo así porque fijan en la tierra un clavo y tiran a él con herrones (rodajas de hierro con un agujero en medio) o con piedras, y de allí nació el proverbio dar en el hito por acertar en el punto de la verdad». El Diccionario recoge la frase dar en el hito con el significado de «averiguar o acertar el punto de la dificultad». Dar en la vena www.lectulandia.com - Página 131 Según el Diccionario, dar uno en la vena significa «encontrar un medio para conseguir fácilmente su deseo». Æ Es locución antigua, de la que usaron nuestros clásicos: «Has encontrado la vena de esa enfermedad». El padre Rivadeneyra dice en su Vida de San Ignacio: «Dar en la vena de los trabajos». Y fray Luis de León: «a los que no dan en la vena del verdadero sentido». El dicho no alude a las venas del hombre, sino a la vena: «conducto natural por donde circula el agua en las entrañas de la tierra». Dar en la vena es dar con una vena de agua y conseguir fácilmente esta, para beber, regar, etc. Dar (o herir) en lo vivo En lo que más se siente, en donde más daño produce. Æ Cejador, en su obra Fraseología, o estilística castellana (tomo 3.*, Madrid, 1924), escribe lo siguiente: «Dar en lo vivo. Según Correas, “metáfora de las bestias matadas (de las bestias con llagas o mataduras quiere decir), que sienten allí más los palos (díjose); por picar y tocar y morder a uno con razones o palabras en lo que más se siente”». Cejador copió mal a Correas, el cual dice lo anterior explicando el modismo Dar en las mataduras. Correas cita en dos ocasiones la expresión Dar en lo vivo, pero sin añadir ningún comentario. Es posible que el dar en lo vivo aluda a las mataduras de las caballerías, pero Correas nada dice sobre esto. Dar esquinazo Frase que significa, según el Diccionario, «dejar a uno plantado, abandonarle». Æ Antiguamente se decía dar cantonada, expresión todavía en vigor en muchos pueblos de Aragón y recogida por la Academia. Cantonada, en el lenguaje clásico, era sinónimo de esquina o cantón, y dar cantonada equivalía a burlar a uno a la vuelta de la esquina, huyendo de él y dejándolo plantado. www.lectulandia.com - Página 132 Covarrubias, en su Tesoro, dice que «Darle cantonada a uno es hurtarle el cuerpo torciendo el camino, y dejando la vía recta». Malón de Chaide, en La conversión de la Magdalena, escribe: «Bien parecen el día de hoy hijas de tales madres que dan cantonada a sus maridos». Y más adelante: «Ella, liviana, ingrata, dale cantonada y vase con un rufián». Dar gato por liebre Engañar en la calidad de una cosa por medio de otra inferior que se le asemeja. «Engañar en la calidad de una cosa», dice el Diccionario. Antiguamente se decía Vender el gato por liebre. Æ Así lo consigna Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana (1611), cuando dice en la palabra «gato»: «Vender el gato por liebre: engañar en la mercadería; tomado de los venteros, de los cuales se sospecha que lo hacen a necesidad y echan un asno en adobo y lo venden por ternera. Debe ser gracia y para encarecer cuán tiranos y de poca conciencia son algunos». Quevedo escribe en El alguacil alguacilado: «Un mohatrero dijo que él se condenaba por haber vendido gato por liebre, y pusímoslo de pies con los venteros, que dan lo mismo». Acerca de esta locución citaré lo que dice Bastús en La sabiduría de las naciones (2.? serie, p. 49): «Parece que antiguamente había una fórmula, especie de conjuro, con la que los viajeros creían cerciorarse de si la pieza que el ventero les presentaba en la mesa era liebre o conejo, gato o cabrito. »Al efecto, todos los comensales se ponían en pie, y el más calificado de ellos, dirigiendo la palabra a la cosa frita, decía: “Si eres cabrito, / mantente frito; / si eres gato, / salta del plato”. »Entonces se separaban algún tanto de la mesa para que pudiera escaparse si saltara del plato; mas luego, no habiendo novedad, como nunca la había, comían lo que fuese, bueno o malo, persuadidos de que era conejo, liebre, cabrito o lo que quería el ventero». Dar la lata. Ser un latazo www.lectulandia.com - Página 133 Según el Diccionario, lata es «discurso, conversación u otra cosa cuya prolijidad causa disgusto o cansancio». Æ F. de la Sierra y Zafra, en su obra Folklore andaluz (1882-1883, p. 65), supone que esta frase nació en Málaga: «Oía con frecuencia la frase dar la lata, sin comprender la relación entre el valor y el signo, a pesar de ser una locución de origen reciente... Una conversación que tuve con un amigo malagueño sobre sistemas penitenciarios me sirvió de guía. Hablando accidentalmente de estadística criminal, me aseguró que en su bella ciudad había disminuido la cifra anual de homicidios desde que se prohibió dar la lata, o sea expender por dos cuartos una lata llena de mosto sazonado con las escurriduras de vinos, licores y aguardientes, cuyo bodrio, más que embriaguez, causaba una verdadera demencia. Y, efectivamente, propinar tal brebaje era dar la lata en la mayor plenitud del significado con que hoy se acepta». Esta versión, que recoge Sbarbi en su Gran diccionario de refranes (p. 536), no puede convencer a nadie, porque el dar la lata equivale a dar la pelmada, y esto nada tiene que ver con la lata de mosto y escurriduras que ponía loca a la pobre gente malagueña. Unamuno, en su artículo titulado «Antruejo», publicado en La Ilustración Española y Americana (Madrid, 15 de febrero de 1901), habla del hombre que se disfraza en Carnaval, y escribe: «Por eso en carnestolendas, al sentir con la savia primaveral, que borbotando le sube, la comezón del desentumecimiento, se rebela, coge su lata de petróleo y la arrastra, y nos da la primera tabarra, la jaqueca hache, nos da la lata. (Recojan los averiguadores esta explicación del modismo). ¡Y del mal, el menos! Vale más que nos dé la lata vacía, el continente, que no la chamusquina del que fue su contenido». Tal es la explicación que da Unamuno —no se sabe si en broma o en serio— al modismo que nos ocupa. Esto tenía yo escrito, cuando en el Boletín de la Real Academia Española (tomo 33, Madrid, 1953) apareció un magistral ensayo de Dámaso Alonso, titulado Esp. «lata», «latazo», donde el insigne académico trata de hallar el verdadero origen de las frases que comentamos. Según Dámaso Alonso, las expresiones dar una lata, dar la lata, etc., se debieron de difundir por los medios ciudadanos hacia el último tercio del siglo xIx. En su opinión, la explicación de Sierra y Zafra resulta incongruente, y Cita a continuación la del padre Aicardo, quien en su libro Palabras y acepciones castellanas omitidas en el Diccionario Académico (Madrid, 1906), dice: «Acaso venga (la frase dar la lata) de lo pesado que es el ruido tamborilero que se hace con una lata, ya golpeándola, ya arrastrándola por el suelo». Explicación que es parecida a la que años antes dio Pedro de Múgica en su obra Maraña del idioma (Oviedo, 1894), donde se lee lo siguiente: «Lata. Algunos hallan probable esta etimología u origen, mejor dicho. Procede de la cencerrada monumental que reciben los infelices a quienes copan en la calle, la noche de Navidad, unos www.lectulandia.com - Página 134 cuantos salvajes armados de latas vacías de petróleo que van arrastrando en su carrera». Otros, como Picón Febrés, lo ven de manera distinta. Este escritor venezolano define la voz lata como «conversación pesada, fatigosa», derivándola del latín latas, lata, latum. Consigna Dámaso Alonso la explicación absurda y peregrina que da Cejador a la voz lata, suponiéndola derivada del vascuence, y después de exponer y analizar críticamente otras explicaciones, nos da la suya, según la cual, dar la lata significa dar el palo, dar el garrotazo, porque en los medios rurales de España, Portugal y países hispanoamericanos, la palabra lata (de la raíz latta) significa, o significó, “madero, palo, varal, ripia, tabla”. «Latas y varapalos —dice Dámaso Alonso— han servido para apalear a la gente». Latte en francés significa, como lata en España, palo y ripia. Coup de latte, en Voltaire, es varapalo. Y en el siglo xv1 se usaba latter con el sentido de vapulear. En lenguaje gascón, provenzal, italiano y portugués, la voz latte y sus derivados lato, late, latta, lata, significan palo, ripia, objeto contundente. El español latazo da idea de «golpe con la lata». «Es curioso que lo mismo en portugués que en español, una serie de golpes dados con diversos objetos contundentes (maza, cacete, porra, macana) lleguen todos a significar «cosa aburrida y fastidiosa» (mazada, cacetada, porrada, macanazo), es decir, todos entran, rigurosamente, en el mismo campo semántico de latazo». Y añade: «Si tenemos en cuenta el portugués latada (golpe dado con la lata) y la correspondencia hispano-portuguesa de -ada, -azo hemos de convenir en que hay grandes posibilidades de que el español latazo (me ha dado un latazo; no tengo por qué aguantar latazos, etc.) fuera primeramente un palo, un varapalo, es decir, un “golpe dado con una lata”, lo mismo que cañazo con caña o macanazo con macana». Dámaso Alonso concluye así: «He aquí, pues, que lata y latazo encuadran perfectamente en un sistema morfológico y semántico de palabras conocidas. Pero mientras la lata (palo, instrumento contundente) se quedó inmensamente diseminada en los ambientes rurales hispánicos, y desterrada de la cultura ciudadana, el invento de la lata (hoja de lata) había de tener una importancia creciente en la vida. La palabra lata (lo que produce fastidio, aburrimiento) ya no podía ser relacionada con su origen “palo”; había de caer, en cambio, en la esfera semántica de “hoja de lata”. Lata, en su sentido metafórico de “molestia, aburrimiento”, vivió probablemente una larga vida rural, hasta que, por causas que no puedo precisar, un día penetró en la vida ciudadana, donde había de hacer fortuna». José Carlos de Luna, en un artículo periodístico titulado Lata, latazo y latoso, publicado en enero de 1955, tras de aludir al magistral trabajo de Dámaso Alonso, añade por su cuenta: «Lata, en su acepción de hablar mucho y con pesada insistencia, se difunde hacia www.lectulandia.com - Página 135 el último tercio del pasado siglo. Y dar la lata cuadra a lo que el pueblo llama cencerrada; aturdidora serenata que daban, y aún dan, en muchos lugares a los viudos que contraen segundas nupcias y a los mocitos viejos que con las primeras pregonan que están más para el arrastre que para el himeneo. »Si tales serenatas se dieron al principio con cencerros, zumbas, piquetes y campanillas o esquilones, pronto se le sumaron instrumentos más a la mano y mucho más adecuados al fin de meter ruido. Y se comprende el aprecio de la lata petrolera ya vacía, que dondequiera, como y con lo que se la golpee, resuena con estruendo ensordecedor. »La lata desplazó al cencerro en el menester de mofa y chunga —que no escarnio o insulto—, y dar la lata ascendió por la escalera lexicológica con mucha más soltura que cencerrada». Esta opinión de José Carlos de Luna no contradice la de Dámaso Alonso, y confirma que la expresión dar la lata (dar el palo o el garrotazo) se transformó en «dar la tabarra o la murga» siglos después, al aparecer los recipientes llamados latas. Dar la lata Dar pie Según el Diccionario, significa «ofrecer ocasión o motivo para una cosa». Y «ayudar a otro para que diga o haga más». Æ Proviene de la antigua expresión dar el pie que, según Correas en su www.lectulandia.com - Página 136 Vocabulario de refranes, equivale a «ayudar a uno para que suba en cabalgadura, poniendo las manos trabadas para que el otro ponga el pie; también es seña y aviso». El Diccionario incluye la expresión dar el pie a alguien: «servirle de apoyo para subir a un lugar alto». Dar quince y raya Es frase equivalente a la de dar uno quince y falta a otro. Significa «aventajarle mucho en cualquier habilidad o mérito», y, según la Academia, «se dice con alusión al juego de pelota». Efectivamente, y como expresa el Diccionario, la palabra quince «en el juego de pelota a largo es cada uno de los dos primeros lances y tantos que se ganan». Æ La frase Dar a uno quince y falta (vencerle con mucho) la define así el escritor S. Ballesta (citado por Cejador en su Fraseología, tomo III): «En la pelota a largo o raqueta, es darle (uno de los jugadores a su contrario) la ventaja de no contarle una falta que vale un lance, y además contarse él un lance por una vez sin ganarlo». Pablo de Gorosábel, describiendo el juego de pelota «a largo» en su obra Noticia de las cosas memorables de Guipúzcoa (tomo I, Tolosa, 1899), explica las expresiones quince y raya en la forma siguiente: «Principia el juego sacando uno de ellos la pelota hacia sus contrincantes a mano limpia... Rebátela uno de los contrarios, y de aquí resulta, o bien la ganancia del quince, o que se haga raya, según uno de los campos haya conseguido pasar o no del todo la pelota respecto del otro. Cada juego se compone de cuatro puntos, llamados quinces... Cuando se hace raya queda en suspenso el quince; por lo cual los jugadores tienen que cambiar de posición pasando los del saque al resto, y al revés. En esta clase de juego todos los jugadores usan en la mano derecha un guante de cuero o de cesta». En algunas regiones españolas se usa la frase dar tres y raya con el mismo significado que dar quince y raya o dar quince y falta, la cual es posible que provenga del juego de la pelota (dar tres quinces o tres puntos y raya), y es posible que aluda al juego infantil llamado el tres en raya, que consiste, según Covarrubias, en colocar tres piedrecitas formando raya en un cuadrado rayado en forma especial. Dar quince y raya procede —según Cejador— del juego de pelota y significa «estar dispuesto a concederle al contrario la ventaja de chazas corrientes». En el Guzmán de Alfarache se lee: «Y dándole de voleo alarguen más la chaza y ganen quince». Dar quince de largo equivale a «pecar por carta de más». Y está tomada la frase —según Cejador— del juego de la barra. El quince de largo alude a quince pasos de www.lectulandia.com - Página 137 distancia. Dar un cuarto al pregonero Locución que significa «divulgar, hacer público algo que debía callarse». Æ Julio Cejador, en una de sus notas a la edición del Lazarillo de Tormes, escribe acerca de este modismo: «Dar un cuarto al pregonero significa pregonar, echar en la plaza y hacer que se sepa públicamente lo que no se debiera sacar de puertas afuera: “Lo mismo es decírselo a fulana que dar un cuarto al pregonero”. »Proviene de que los vecinos de los pueblos acuden al pregonero para que, mediante una propina, pregone sus vinos, trigos, etc., que venden, o cuando se les ha perdido algo, etc.». Dar (o echar) una peluca Bastús, en La sabiduría de las naciones (serie 1.*, p. 282), dice que la expresión popular dar una peluca es lo mismo que dar una reprensión o reprimenda fuerte, cáustica; imponer un castigo severo un superior a un inferior. Æ «Esta locución es de origen monástico. Cuando antiguamente un novicio en las órdenes monacales se conducía mal y los superiores no podían admitirlo a la profesión, viéndose precisados a echarle del convento, le daban al despedirle una peluca material, a fin de que con ella, puesta en la cabeza, pudiera presentarse al mundo sin escándalo, reemplazando este adorno y ocultando la falta de cabello que le había sido cortado como esclavo que iba a ser de Dios. »De aquí tomaban acción los superiores y maestros de novicios para decir a los que quedaban: “Ya lo veis, hermanos; conducíos bien y no deis ocasión a que se os haya de dar una peluca o hayáis de recibir una peluca”, de donde vino la aplicación de esta frase en sentido figurado de fuerte reprimenda o corrección». Montoto, en Un paquete de cartas (p. 224), transcribe esta opinión de Bastús. www.lectulandia.com - Página 138 Darle a uno un jicarazo Equivale, en lenguaje figurado, a envenenarlo. La palabra jícara: taza para tomar el chocolate, es mexicana. Las jícaras eran una especie de calabazas, usadas antiguamente como tazas. Y la palabra jicarazo (incluida en el Diccionario de la Academia como «administración alevosa de veneno») sigue estando en uso en América del Sur como sinónima de envenenamiento, pues cuando se quiere envenenar a alguien se vierte el veneno en una jícara de chocolate. Æ Artemio del Valle-Arizpe, en su libro Del tiempo pasado. Leyendas, tradiciones y sucedidos del México virreinal (Madrid, 1932), dice, refiriéndose al territorio mexicano de Chiapas y a la tercera década del siglo xvui, lo siguiente: «A tanto llegó el vicio del chocolate, que no solo lo tomaban las señoras en sus casas y a todas horas, sino que hasta en las iglesias lo iban a saborear. En las novenas, en los rosarios, en los trisagios, ellas saboreaban su chocolate, acompañado deliciosamente de pasteles y panecillos y de agua fresca o nevada y de su gran plato de confitura, lo cual perturbaba a los sacerdotes oficiantes o a los predicadores, y a más de esto los interrumpía la ruidosa confusión de los fieles al levantarse moviendo las sillas y bancos para dar paso a los solemnes lacayos, a las almidonadas criadas o a los esclavos que conducían en alto las grandes bandejas de plata con el chocolate para sus amas». Añade Valle-Arizpe que el obispo Bernardino de Salazar y Frías, que trató de cortar este abuso, primero con advertencias y súplicas, y más tarde con amenaza de excomunión mayor, no pudo conseguir su intento. «Las damas se encolerizaron más y más, y amenazaron al obispo con no poner el pie en la catedral. Otro día amotinaron, dentro del mismo templo, a sus padres, hermanos y maridos... Y todo terminó con la muerte súbita del pobre obispo, al parecer envenenado con un tósigo que le sirvieron ¡en una jícara de chocolate precisamente!, por cierto que con la complicidad de una linda damita, muy amiga de uno de los pajes de Su Ilustrísima. »De esta manera —termina el escritor— nació en México la frase dar jicarazo. También se decía: “Cuidado con el chocolate de Chiapas”, para prevenir a alguien de algún peligro que le acechaba en su inocencia». Madame d'Aulnoy, en su Viaje a España en 1679, cuenta que una alta dama, teniendo quejas de su amante, le presentó un puñal y una taza de chocolate envenenado, dejándole escoger el género de muerte. El amante se bebió el chocolate www.lectulandia.com - Página 139 y dijo: «Hubiera estado mejor con un poco más de azúcar, pues el veneno lo pone amargo. Acordaos de hacerlo así con el primero a quien arregléis las cuentas». Y a propósito de esto. Juan Valera, en su dramón chistoso Estragos de amor y celos, incurrió, adrede, en el anacronismo de suponer un jicarazo de estricnina en la España del siglo xv, siendo así que la estricnina fue aislada en 1818 por Pelletier y Caventou, y que el chocolate nos lo trajeron de América los conquistadores: Pero no; dura venganza tomaré de ese salvaje. Daré a la mora un brebaje que le destroce la panza y la vida le arrebate. Mi criada, que es ladina, esta esencia de estricnina verterá en su chocolate. (Copia este trozo Justo Gárate en su libro Cultura Biológica y Arte de Traducir, Buenos Aires, 1943). Darle a uno su porqué El porqué —según el Diccionario— significa, en sentido familiar, «cantidad de dinero». Y darle a uno su porqué es lo mismo que pagarle a uno sus trabajos, satisfacerle sus honorarios. Æ Salustiano Olózaga, en el discurso inaugural que leyó en la Academia matritense de Jurisprudencia y Legislación, el 10 de diciembre de 1863, criticando el estilo curialesco de nuestros antiguos abogados, decía: «... bastará decir que todos los períodos de sus alegatos comenzaban precisamente con estas palabras: Y por que..., y luego seguía la razón o lo que en son de tal se dijera. Así, entonces, se tasaba, como ahora por pliegos, por porqués; de donde viene sin duda la frase de darle a uno su porqué, que equivale a pagarle lo que le corresponde». Seijas Patiño, en su Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo, dice «porqué se toma en el significado de paga, importe: le dieron su porqué; y en este sentido, un buen porqué es una buena porción; equivale al quid latino». Buen porqué significaba antiguamente «gran cantidad, gran porción». En tal sentido usa este modismo Cervantes en el Quijote (parte 1.*, cap. 13), cuando escribe: «Si algunos caballeros andantes subieron a ser emperadores por el valor de su brazo, a fe que les costó buen porqué de su sangre y de su sudor». www.lectulandia.com - Página 140 Darse un verde Darse un verde significa, según el Diccionario, «holgarse o divertirse por poco tiempo» y «hartarse de hacer alguna cosa». Originariamente significó, en sentido metafórico, holgar con mujer pública, y todavía se usa en esta acepción. Æ En el trabajo de Dionisio Chaulié Adición a las cosas de Madrid, y en el artículo titulado «Graciosos de surtido» (publicado en la Revista Contemporánea, tomo 59, p. 389), se dice que la primitiva locución fue la de tomar un verde entre dos azules, significando la intención o el acto de echar por los trigos de Dios en compañía de una moza del partido, de las que usaban medias azules en vez del jubón de picos pardos que en lo antiguo usaron por ley (y que dio origen a la frase «irse de picos pardos»). Efectivamente, la expresión antigua era darse un verde con dos azules. Correas, en su Vocabulario de refranes, la incluye y comenta: «Por placer». Y añade la de «darse verdes con azules (por holgura)». Castillo Solórzano, en su Fábula de Marte y Venus (Madrid, 1624, folio 8, vuelto), escribe: Venus y Marte pretenden que sus deseos se logren, escogiendo soledades donde nadie los estorbe, y a costa de Vulcanejo, maridillo tagarote darse un verde y dos azules, como dicen plebeyones. Rodríguez Marín, de quien tomo esta última cita, distingue entre las expresiones darse un verde, que significa holgarse o divertirse por poco tiempo, y darse un verde de alguna cosa (por ejemplo, de música o de lectura), que equivale a darse una hartazga de ello. (Rodríguez Marín, Nota a El celoso extremeño, p. 143 de la ed. de las Novelas ejemplares de Cervantes, tomo 2.”, Clásicos Castellanos, Espasa Calpe, Madrid, 1943). Covarrubias, en su Tesoro, dice que darse un verde significa «holgarse en banquetes y placeres». Añade que esta expresión proviene del griego chortos, que significa heno o hierba, y del verbo chortar, equivalente a saciar y hartar de heno, «y tómase por cualquier manera de hartura y pasto», aplicándose metafóricamente a los www.lectulandia.com - Página 141 hombres. Como puede verse, Covarrubias alude a la segunda de las acepciones de la frase que comentamos. Sobre la expresión darse un verde en su segundo significado de hartarse, Cejador, en su Fraseología, o estilística castellana (tomo 3.”), escribe: «Darse un verde. Empaparse (una persona) bestialmente en obra de su gusto, como el caballo se empapa del verde en primavera». Proviene de la frase que anota Correas, Retozar con el verde, que alude a los ganados y se traslada a las personas, motejando a estas bestias cuando se burlan y toman deporte neciamente con otros. Cejador copia estos versos de Polo de Medina: Pues en esta vida, en fin, te han dado más lindos verdes que el potro de Belianís. Y añade estas citas: «Démonos un verde y una buena hartazga». (Salazar, Credo). «Por unos prados amenos, donde se estaba dando verdes la juventud». (Gracián, Criticón, 1, 7.) Antiguamente decían también: darse buen verde y darse tan buen verde. Dársela a uno con queso Engañarle, mediante algún ardid o trampa. Æ Esta expresión proviene de la antigua armar con queso, que, según Covarrubias en su Tesoro, significa «cebar a uno con alguna niñería para cogerle como al ratón»; y, según Correas, en su Vocabulario de refranes, «atraer a uno, con cosa que apetece, a engaño y trampa, como a los ratones que son golosos por queso». Julio Casares, en su Introducción a la lexicografía moderna (Madrid, 1950), escribe acerca de este modismo lo siguiente: «Antiguamente se decía “armarla con queso”, aludiendo a la ratonera en la que se ponía este cebo, considerado como el más apetitoso. El significado metafórico del engaño ha sobrevivido sin la menor deformación, a pesar de que las palabras de la frase (dársela a uno) ya no le sirven de sostén». Y a propósito de este dicho, Mario Verdaguer, en su libro Medio siglo de vida íntima barcelonesa (Barcelona, 1957, p. 17), hablando de las fantasías y mentiras del escritor Pompeyo Gener, refiere lo que este contaba acerca de un antepasado suyo, que en el siglo xvi, siendo general gobernador de la ciudad de Utrecht y estando www.lectulandia.com - Página 142 estrechamente sitiado en la misma y sin municiones para su artillería, mandó fabricar grandes y redondos quesos de bola y los pintó de negro. Cuando tuvo amontonados miles de duros quesos junto a los cañones, ordenó dispararlos contra los asaltantes, quienes sufrieron tantas bajas que optaron por alzar el cerco y retirarse. Pompeyo Gener terminaba diciendo: «A las pocas horas, la ciudad de Utrecht, alborozada, celebraba la gran victoria. ¡Mi antepasado se la había dado con queso al enemigo!». De Aragón, ni hembra ni varón; de Navarra, ni mujer ni tronada Dicho popular que hace referencia a antiguas rivalidades entre los dos reinos. J El primero de estos dichos parece corrompido. Antiguamente se decía El viento y el varón, no es bueno de Aragón, y así aparece en el Refranero español, de Hernán Núñez, de 1555. Correas, en su Vocabulario de refranes del primer tercio del siglo xvu, incluye el adagio De Aragón, ni buen viento ni buen varón, y añade: «Lo primero es por el viento solano que viene a Castilla de la banda oriental do está Aragón en España; lo segundo se añadió por consonancia y matraca, como se suele añadir algo en otros refranes por hacer igualdad; así que lo de varón no es verdad, porque la bondad de los aragoneses es notoria: yo la experimenté algunos años en su compañía». En cuanto a las dos frases primeramente citadas, el brigadier Romualdo Nogués, en su libro Cuentos, dichos, anécdotas y modismos aragoneses que da a la estampa un soldado viejo natural de Borja (Madrid, 1881), les atribuye el siguiente origen: «Un aragonés de genio endemoniado se casó con una navarra que lo tenía peor. Les cogió en campo raso una horrorosa tormenta, y al exclamar, desesperado, el marido: »—De Navarra, ni mujer ni tronada... »Replicó, furiosa, su dulcísima mitad: »—De Aragón, ni hembra ni varón. » Aún se repite el dicho». De bigote www.lectulandia.com - Página 143 Expresión equivalente a «de órdago» o «de miedo», que se popularizó mucho en la guerra civil española, especialmente entre militares. Se decía: «Se armó un fregao de bigote», «Pasamos una noche de bigote», «¿“Cómo va el asunto?” “De bigote”» (peliagudo, peligroso). J El general Mola, en su libro sobre Dar Akoba, incluido en sus Obras completas (Valladolid, 1940), atribuye la creación o la difusión de este modismo al general Serrano Orive. Mola, refiriéndose a la guerra en Marruecos en el verano de 1924, escribe: «El día 6 marché a Ceuta. La primera persona con quien topé al dejar el tren fue al general Serrano Orive, al que acompañaba su inseparable cigarro puro. Saludo cordial, abrazo apretado y el comentario de rigor: aquello se estaba poniendo de bigote negro». Mola añade que el general Serrano Orive, hombre bueno, inteligente y valeroso, un tanto mal hablado, aunque con gracia, «hizo célebres, entre otras, la frase de bigote negro, que igual aplicaba a ensalzar la belleza de una mujer hermosa como a expresar que la jornada se presentaba o había sido pródiga en tiros». De bóbilis, bóbilis Locución adverbial que significa, según el Diccionario, «de balde, gratis», y «sin trabajo». En el Quijote (parte 1.*, cap. 30) Sancho le dice a don Quijote: «Cásese, cásese luego... y tome ese reino que se le viene a las manos de vobis, vobis». También en el Quijote (parte 2.?, cap. 71), Sancho le dice a su amo: «... y no quiero creer que me haya dado el cielo la virtud que tengo para que yo la comunique con otros de bóbilis, bóbilis» (es decir, gratuitamente). Æ Clemencín, comentando esta expresión, tiene casi por seguro que el original del Quijote diría de bóbilis, bóbilis. Cortejón supone que diría de vobis, vobis. Por su parte, Rodríguez Marín dice que alguna vez se ha escrito vóbilis, vobis, y cita a Tirso de Molina en La lealtad contra la envidia. Según Seijas Patiño, en su Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo, de bóbilis, bóbilis, en su significado de «de balde, gratis, a lo bobo», es frase «inventada y compuesta bárbaramente por el vulgo». CASTILLO. ¿Cien mil pesos? Compro un juro. www.lectulandia.com - Página 144 Un mayorazgo opulento que me ensancha el coram vobis, o, para el vóbilis vobis, vita bona, un regimiento. De bote en bote Se dice —según el Diccionario— del espacio o local completamente lleno de gente. J Aparece esta expresión en Quevedo (Los sueños): «Estos son los boticarios, que tiene el infierno lleno de bote en bote». Y en Baltasar Gracián (El Criticón): «No faltó quien dijo que estaba de bote en bote vacía». Y en Quiñones de Benavente: «La triste casa del mundo —de bote en bote está llena— de los locos que...». A primera vista, parece que este dicho alude a los botes o tarros de boticas y tiendas. Sin embargo, y según Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana, «bote significa extremidad, y así decimos: Está llena la sala de gente, o la plaza, de bote en bote, es decir, de extremo a extremo». Para Seijas Patiño, esta expresión viene, sin duda, del francés de bout à bout: de cabo a cabo, de extremo a extremo. Coincide con esta explicación Julio Casares, cuando en su Introducción a la lexicografía moderna (Madrid, 1950) dice que «de bote en bote es el modismo francés de bout a bout, que en nuestra lengua no tendría explicación, puesto que ninguna de las acepciones castellanas de bote podría servirnos para el caso». Casares debe de referirse a las acepciones castellanas actuales, pues ya he citado la que en el año 1611 da Covarrubias a la palabra bote en el sentido de extremidad. De buten Ser una cosa de buten significa, en lenguaje de germanía y en el vulgar de hace años, ser excelente, estupenda, magnífica. Algunos hacen provenir la voz buten del alemán gut, buten, que significa ‘bueno, hombre de bien, de buena calidad”. Otros la derivan del latín butyrum, que equivale a “manteca o nata de la leche”. J En La verbena de la Paloma (estrenada en el año 1894), cuando están en escena la tía Antonia y los dos guardias, y del próximo Café de Melilla sale la voz de www.lectulandia.com - Página 145 la cantaora flamenca, media este diálogo entre los dos agentes de la autoridad: GUARDIA 1.* No me extraña nada que se la disputen. GUARDIA 2.* ¿Qué te paece, Pedro? Que canta de buten. De cajón Ser de cajón una cosa significa «ser regular y corriente». Y según las primeras ediciones del Diccionario de la Academia, «ser corriente y de estilo». Æ Miguel de Unamuno, en un artículo titulado «Juego de palabras», publicado en la revista Caras y Caretas, de Buenos Aires, el 23 de julio de 1921, escribe acerca de esto: «Más curioso es, si cabe, el caso del cajón. Este cajón es el de aquella frase de “eso es de cajón”, que en rigor quiere decir que es de oportunidad. “Una frase de cajón” quiere decir ya hoy una frase convencional y como litúrgica. Y este cajón parece que no tenga nada que ver con el aumentativo de caja, con la caja grande, y ello aunque acaso induzca a creerlo el pensar que una frase de cajón es la que encaja en un caso dado. »En portugués, en efecto, el cajón o caja grande es caixáo y en la frase esa se dice: de cajáo. Y parece ser que se trata de un vocablo hermano del italiano cagione, causa, motivo, y es el latín occasionem, y que, por lo tanto, “frase de cajón” es frase de ocasión». (Miguel de Unamuno, De esto y de aquello, Tomo Il, Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 1951, p. 274). Me parece que aquí Unamuno se arma uno de esos líos lingüísticos a los que tan aficionado era. A mi juicio, la frase de cajón es la frase hecha, la expresión manida. En una preceptiva literaria leí que hace alusión a las imprentas y a esas frases estereotipadas de las que tanto usan gacetilleros y periodistas. Dé donde diere www.lectulandia.com - Página 146 Expresión usada para denotar que se obra o habla a bulto, sin reflexión ni reparo. J Aparece en el Quijote (parte 2.*, cap. 76), cuando Cervantes cuenta de «un poeta, que andaba los años pasados en la Corte, llamado Mauleón, el cual respondía de repente a cuanto le preguntaban; y preguntándole uno ¿qué quería decir Deum de Deo?, respondió: “Dé donde diere”». Y aparece asimismo en el Coloquio de los perros: «responderé —dijo Braganza— lo que respondió Mauleón, poeta tonto y académico de la academia de los imitadores, a uno que le preguntó qué quería decir “Deum de Deo”, y respondió que “dé donde diere”»., En cuanto a la expresión comentada, copiaré lo que dice Mateo Alemán en su Guzmán de Alfarache: «Hablando voy a ciegas y dirasme muy bien que estoy muy cerca de hablar a tontas, pues arrojo la piedra sin saber dónde podré dar, y diría a esto lo que decía un loco que arrojaba cantos. Cuando alguno tiraba, daba voces diciendo: guarda aho, guarda aho, todos me la deben, dé donde diere». ¿De dónde salen las misas? La frase completa, que comprende pregunta y respuesta, es: ¿De dónde salen las misas? De la sacristía. Æ En El Averiguador Universal del año 1871 se explicaba esta locución andaluza en la forma siguiente. Misa se dice en el sentido de limosna o estipendio con que pagar misas, y el equivalente de la pregunta es: ¿De dónde salen las cantidades que gasta Fulano? El origen de la expresión completa radica en el chiste de un moribundo. Cuentan que un pobre diablo, que no tenía dónde caerse muerto, al otorgar su testamento, mandaba que se dijeran centenares de misas en sufragio de su alma. El notario, que conocía la indigencia del testador, le preguntó: —¿De dónde salen las misas? (Es decir: ¿Con qué dinero han de pagarse?) —-De la sacristía —contestó el otro, aludiendo a los celebrantes. De esta hecha El Diccionario no recoge este modismo. Cejador, en su Fraseología, o estilística castellana (tomo II, Madrid, 1923), dice que de esta hecha equivale a de esta www.lectulandia.com - Página 147 fecha y significa «desde ahora, de esta vez, desde esta fecha». Æ En mi Vocabulario Navarro incluyo la frase: «De esta hecha: Esta vez; en esta ocasión. Se le ha metido en la cabeza que de esta hecha se va a morir. De esta hecha, si no nos meten en la cárcel será un milagro. De esta hecha nos hacemos ricos». Proviene de la expresión De aquella hecha, de la que usaron nuestros clásicos, y que significa «de aquel entonces, desde entonces, de aquella vez o fecha». Antonio de Guevara, en una de sus Epístolas familiares (2-10), escribe: «Vínose de aquella hecha Abrahán a tierra de Canaán». Y Lope de Rueda: «Yo me espanto cómo no murió de aquella hecha, según llevaba las espaldas». Unamuno escribe echa y dice que es la echada de dados. Esto no me convence. De higos a brevas. De Pascuas a Ramos De higos a brevas equivale a «de tarde en tarde», y se usa frecuentemente con los verbos venir y verse. De idéntico significado es la frase De Pascuas a Ramos, donde se alude a las Pascuas de Resurrección, a la llamada Pascua Florida, que tiene lugar una semana después del Domingo de Ramos. Entre Pascuas y Ramos media, pues, un lapso de un año menos siete días. Æ Sabido es que la higuera da primero brevas y, acabadas estas, al poco tiempo, higos, mediando así muchos meses entre los higos y las brevas de la cosecha siguiente. También se dice, por la misma razón, De uvas a peras, refiriéndose a las peras de septiembre y octubre (llamadas estas de San Simón) y a la vendimia de octubre y noviembre, después del Domingo de Ramos. De hito en hito Mirar de hito en hito equivale a fijar la vista en algún objeto sin distraerla a otra parte. Hito o fito es el mojón o poste de piedra que señala los linderos y da a conocer la dirección de los caminos. Æ Según Cejador (Fraseología, p. 10, Introducción), esta frase salió de las de mirar de hito y mirar en hito, que aparece en la Silva de Antonio Álvarez: «Así las www.lectulandia.com - Página 148 mira a Cada una de hito», y en los Diálogos de montería: «Los ojos retesos, mirando de hito a do está la ave». Mirar de hito en hito, es decir, de mojón en mojón, es frase que denota la atención del que camina por lugar desconocido, valiéndose de estas señales para no extraviarse. (Seijas Patino, Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo). De la Ceca a la Meca He aquí una expresión proverbial que ha dado lugar a muchos y diversos comentarios. Antiguamente se decía andar de ceca en meca, y así aparece en el Quijote, puesta en boca de Sancho: «Y lo que sería mejor y más acertado... fuera el volvernos a nuestro lugar... dejándonos de andar de ceca en meca y de zoca en colodra, como dicen». (Parte primera, cap. 18). Æ Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana (1611), dice que Ceca era «cierta casa de devoción en Córdoba, a do los moros venían en romería; de allí se dijo andar de Ceca en Meca». Correas discrepa de esta opinión en su Vocabulario de refranes (libro coetáneo del de Covarrubias), donde escribe lo siguiente: «Andar de Ceca en Meca. Dícese de los que andan de una parte a otra y en partes diferentes, vanamente ocupados y sin provecho. Ceca y meca son palabras castellanas enfáticas, fingidas del vulgo para pronombres indefinidos de lugares diversos, que no se nombran, como son Zanquil y Manquil..., Zoco y Colodro..., fulano y citano..., traque, barraque y otras infinitas palabras de este género, hechas por énfasis del sonido. No creo a los que quieren decir que Ceca fue una mezquita en Córdoba, y que Meca es la de Arabia, adonde está el zancarrón, que de eso no se acordó el castellano viejo. Antes dijera yo que Ceca era la ciega y adivina, y Meca la mujer perdida, tomada por bruja y hechicera... y quisiera decir: “ándate de adivina en bruja y hechicera, y perderás el tiempo... Lo primero tengo por cierto”», concluye Correas. (Es decir, lo de que ceca y meca no significan nada y son «palabras enfáticas, fingidas, pronombres indefinidos de lugares»). Diego Clemencín, en su nota 3.* al capítulo 18 de la primera parte del Quijote, se arrima a la opinión de Covarrubias, y dice que «ceca es palabra arábiga que significa casa de moneda... Los cristianos de la Península dieron, no se sabe por qué, este mismo nombre a la mezquita grande de Córdoba, que era uno de los lugares de más devoción para los mahometanos, los cuales la frecuentaban con sus romerías y peregrinaciones. Y como hacían lo mismo con la Meca, de esto, de la casual consonancia entre Ceca y Meca, y de lo distantes que están entre sí Meca y Córdoba, www.lectulandia.com - Página 149 de todo ello, combinado confusamente, hubo de resultar en el uso común la expresión proverbial de andar de Ceca en Meca para denotar la vagancia de los que se andan de una parte a otra sin objeto preciso y determinado». La mayoría de los escritores han seguido esta opinión de Clemencín, que a nuestro juicio carece de fundamento. Cejador, en su Tesoro de la lengua castellana. Silbantes, 1.* parte (Madrid, 1912), desecha la opinión de Clemencín y Covarrubias. Dice así: «Hase creído ver en la frase andar de Ceca en Meca la Ceca o casa de la moneda en árabe y la ciudad de la Meca, lugar de sus peregrinaciones. Pero había que adobar primero esos candiles y atar esos rabillos que aún quedan por desollar. Yo no sé que los moros anduvieran de la casa de la moneda a la Meca de Arabia para que parase en proverbio, ni menos que lo anduvieran los cristianos para que el proverbio fuera cristiano y español... Dicen que Ceca también era la mezquita de Córdoba... Meca no tiene otro ser que el de ceca, puesta m por c, a causa de repetirse como en ce por be, ceta por bayeta, traque barraque, chánharas máncharas». El mismo Cejador, al comentar en su Diccionario del Quijote el ya citado pasaje cervantino, dice que si bien Ceca en árabe es la casa de la moneda y se llamó también así a la mezquita de Córdoba, por lo cual andar de Ceca en Meca se parece al andar las estaciones, a peregrinar a los dos famosos santuarios musulmanes, «hay la dificultad de que falta el artículo, pues se hubiera dicho de la Ceca a la Meca». Rodríguez Marín, en su Edición crítica del Quijote, recoge esta última opinión de Cejador, y añade que «hay no poco que hablar de tal frase y de la de andar de zoca en colodra». Efectivamente, la falta de artículo en la frase de ceca en meca, el detalle de que Cervantes escribiese ceca y meca con minúsculas, y la opinión autorizada del maestro Correas, según el cual nuestro refrán castellano nunca quiso aludir a la Meca de los musulmanes, inclinan el ánimo a la opinión de que se trata de dos palabras empleadas como pronombres indefinidos o como adverbios de lugar, y que el ceca y meca se dijo por sonsonete, como se dicen hoy muchas frases que pudiéramos llamar de repetición fonética. En confirmación de lo que dice Rodríguez Marín, añadiré que en un libro muy anterior al Quijote, en la Segunda Comedia de Celestina, de Feliciano de Silva (obra de hacia 1534), se lee a ceca y a meca, sin artículo y con minúsculas. Dice así: «No sabes tú, señor, que tengo yo corrido a ceca y a meca y a los olivares de Santander». Este Santander debe de ser corrupción de Santarén, porque hay un dicho portugués, recogido por mosén Pedro Vallés, que dice: «An corrido a cequa y a meca y a la cañabereta y a los olivares de santa arén». A propósito de este dicho citaré lo que dice el maestro Correas: «Tampoco agrada (tampoco me convence) lo que sienten algunos portugueses, que allá Ceca y Meca son dos ríos turbios, que de uno a otro hay muy áspero camino de sierra y montes que los dividen». Por otra parte, la m inicial de meca parece confirmar esta opinión. Yo he recogido www.lectulandia.com - Página 150 al azar diversas fórmulas rimadas o frases de repetición proverbiales, en las cuales entra la letra m como inicial de la segunda voz: tus y mus, oxtemoxte, ares y mares, el oro y el moro, ágilis-mójilis, trochi-mochi, troche y moche, tiquis-miquis, záldico- máldico, chácharas-máncharas, chirlos-mirlos, sirimiri, zanquil-manquil, tejemaneje, chus y mus, toca-moca, orondo y morondo, corriente y moliente, seco y merendeco, no dejar crudo ni menudo, sin chistar ni mistar, ni charla ni maula, picos y micos, codillo y moquillo, fulano y mengano, titos y mitos, sin hiel ni miel, tira- mira, paja por meaja, lucho y machucho, piante ni mamante, través y mantravés, ni chuz ni muz, etcétera. Para acabar quiero añadir que entre las versiones antiguas de la frase que venimos comentando figuran las de Andar de Ceca en Meca y la Val de Andorra y Correr de Ceca en Meca y los valles de Andorra. A propósito de esta última, escribe Bastús, en su Memorándum anual y perpetuo (tomo 1.*, p. 462), lo siguiente: «Entre varias curiosísimas apuntaciones tomadas del archivo de la República de Andorra que tenemos a la vista, se lee lo siguiente acerca del refrán común en Cataluña: Correr de Ceca a Meca y los valles de Andorra. Cerca de la villa de San Julián, del referido valle, se ven las ruinas de un antiguo castillo llamado la Ceca, y por encima de Ondino, otro pueblo de la misma república, se distinguen todavía los vestigios de otro castillo llamado la Meca; este inmediato a la frontera del norte del territorio de la república, y aquel próximo a la del sur: de modo que para pasar a correr de Ceca a Meca era preciso atravesar los valles de Andorra». J. Morawski, en su valioso artículo Les formules rimées de la langue espagnole (publicado en la Revista de Filología Española, año 1927, tomo 15, pp. 113-133), al estudiar la frase de la Ceca a la Meca, se inclina por la opinión de Vergara Martín, que, recogiendo la de Bastús, identifica Ceca y Meca con los dos puntos extremos del valle de Andorra, y añade: «En Cataluña, en efecto, se dice: Corra la Seca, la Meca y la Vall d'Andorra». Como el lector puede observar, hay opiniones para todos los gustos. Yo creo que la frase andar de ceca en meca es una de tantas fórmulas rimadas, donde la segunda voz (meca) carece de significado y no tiene otro valor que el de un consonante. En cuanto a la primera palabra (ceca) es posible que aluda a la casa de la moneda y a la mezquita cordobesa, pero no me atrevería a afirmarlo. Lo de la ciega, que dice Correas, me parece opinión muy aventurada. Y me resisto a creer que una expresión, tan vieja en nuestra lengua y tan extendida por toda España y Portugal, tuviera origen en dos topónimos del vallecito pirenaico de Andorra, cuando es muy posible que el llamar la Ceca y la Meca a los castillos extremos del valle de Andorra, hubiese nacido, precisamente, a causa de la frase proverbial. La opinión más reciente sobre la frase que comentamos es la del insigne cirujano barcelonés P. Piulach, publicada en la revista Medicina e Historia de mayo de 1970. El profesor Piulach, que conoce y cita este libro, afirma que la introducción del www.lectulandia.com - Página 151 nombre árabe ceca se debe a los venecianos, que lo aplicaron a su casa de la moneda. Y que la Meca se refiere a la de Arabia: «Cuando un mercader viejo se retiraba a disfrutar de los millones amasados en el curso de su azarosa vida, tras haber recorrido lo que en la actualidad es Siria, Líbano, Egipto, Turquía, Palestina, Mesopotamia y Arabia, ya sea formando parte de caravanas de mercaderes, o viajando en los entrepuentes de una galera, era motivo de admiración y envidia por parte de sus compatriotas. Cuando, después de oír misa los domingos por la mañana, paseaba por la plaza de San Marcos, los padres le señalaban como ejemplo a los hijos, diciendo: “Fíjate en él, lo ha corrido todo, desde la Ceca a la Meca” (dalla Zecca alla Meca). En este “todo” se inscribía el ámbito comercial de la República de Venecia». Piulach añade que esta frase pasó a otros países y llegó a España: «Ello fue debido a las Cruzadas y a la intervención de España en los asuntos italianos, en Nápoles y Sicilia, y en la coalición con Génova y Venecia contra los turcos, que culminó en la batalla de Lepanto». De los pescados, el mero; de las carnes, el carnero [El refrán trata de significar lo mejor de cada especie para saber elegir bien la alimentación]. Æ Es refrán muy antiguo, aunque Correas no lo recoge en su Vocabulario. Quien lo incluye y lo glosa muy por extenso es el doctor Juan Sorapán de Rieros en su libro Medicina española contenida en proverbios vulgares de nuestra lengua, obra de 1616. Del mero dice este autor que es un pescado vestido de escamas pequeñas, con un pellejo grueso, casi negro «y debajo mucho unto, como de tocino». «Tiene la carne albísima, tierna y muy agradable al gusto; da mucho sustento al cuerpo humano, vale caro, y en resolución es tan estimado que de los pescados, el mero». Sorapán dedica al carnero los elogios más encendidos, y cuenta de él una curiosa sarta de fantasías tomadas de los escritores antiguos. «Es —dice— el animal de más provecho y más necesario para el ánima y cuerpo humanos de cuantos Dios crió, y el de más privilegios, exenciones y libertades de cuantos hay sobre la tierra». El carnero nos viste, nos calza, fertiliza las tierras con su estiércol y conserva su especie. «No tiene el carnero en su cuerpo cosa alguna que no sea de gran servicio al hombre: sus duros y retuertos cuernos, quebrantados y sembrados debajo de la tierra, hacen que en aquella parte nazcan gran cantidad de espárragos en breve tiempo, como afirman Plinio y Discórides». De sus cuernos se hacen tinteros, cabos de www.lectulandia.com - Página 152 cuchillos y de navajas, etc. Basta horadarlos con una barrena junto a la oreja para que el carnero feroz pierda su furia. El carnero tiene tanto de bueno, como de malo el lobo: «Si una guitarra se encuerda con cuerdas de carnero, entre las cuales estuviere alguna de lobo, aunque más sean tocadas las cuerdas, no darán de sí sonido alguno, porque la enemistad dura después de la muerte». El estiércol de carnero, reciente, blando y aplicado en emplasto, remedia el dolor de gota. El pulmón del carnero cura las llagas de los pies, y sus testículos, pulverizados y disueltos en agua, son remedio de la gota coral, según afirma Plinio. El carnero —sigue diciendo Sorapán— simboliza la cruz de nuestra redención, los mártires de Cristo, los prelados de la Iglesia y el mismo Jesucristo. Pero el carnero al que alude el refrán como bocado de exquisitez insigne tiene que ser castrado: «A carnero castrado no le mires el rabo». A más de este, cita el autor estos dos refranes: «Carnero, de enero a enero», dando a entender que aunque se coma todo el año no empalaga ni causa fastidio. Y «ave por ave, el carnero si volase». Volviendo al refrán que encabeza este artículo, consignaré una variante del mismo: De la mar, el mero, y de la tierra, el carnero. De manos a boca Según el Diccionario, es «modo adverbial, figurado y familiar, que significa de modo imprevisto, con proximidad». Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, escribe: «De manos a boca (Díjose). Por hacerse presto una cosa y coger a uno de manos a boca, haciendo o diciendo algo». Cejador, en su Fraseología, o estilística castellana (tomo II, Madrid, 1923), dice que este modismo alude al acto «del llevar rápidamente a la boca el alimento». Y cita este texto del padre Cristóbal de Vega, escritor de mediados del siglo xvn: «En romance decimos de manos a boca, tomando la metáfora de cuando sentado y a la mesa vais a tomar el bocado del plato para llevarlo a la boca, y en ese mismo espacio del plato a los dientes se os desapareció (el bocado) delante (de) los ojos». En los clásicos, la expresión que comentamos significa «de improviso, por sorpresa, rápidamente». Carlos Coloma escribe en su libro Guerra de los Estados Bajos (1625): «... con quien se tomó la caballería católica de manos a boca por entre aquellos bosques». Y Pedro de Cáceres: «¿Cómo podría yo coger a Dios de sobresalto y de manos a www.lectulandia.com - Página 153 boca, porque no me cerrase la puerta?... Di con él de manos a boca». De marca y de marca mayor Según el Diccionario, de marca es «expresión figurada con que se explica que una cosa es excelente en su línea». Y de marca mayor o de más de marca, «expresión figurada con que se declara que una cosa es excesiva en su línea». Suele aplicarse a personas, y así decimos: «era un truhán de marca»; «era un pícaro de marca mayor». Æ Rodríguez Marín, en una de sus notas a El Diablo Cojuelo, dice que las expresiones de más de la marca o de marca mayor se dijeron así «por traslación de lo que se decía de las espadas, de los cuellos y de otras cosas que, como estas, no debían exceder de la longitud o anchura que se les fijaba en pragmáticas u ordenanzas». Comprobé este origen en el Tesoro de la lengua castellana de Covarrubias, el cual, en la palabra marca, escribe: «En otra significación vale longura y medida cierta, como espadas de la marca, paños de marca, y en el papel decimos de marca mayor y marca menor». Clemencín, en una de sus notas al Quijote, explica que marca «es la medida establecida para alguna cosa, como para la alzada de las caballerías, la talla de las personas, el tamaño del papel, lo largo de las espadas y otras armas, y así ladrón de más de la marca (expresión que usa Cervantes) es ladrón que excede a los ladrones ordinarios, gran ladrón». De menos nos hizo Dios Ramón Caballero, en su Diccionario de modismos, cita las frases De menos hizo Dios a Perico, De menos nos hizo Dios, que nos hizo de la nada, y De menos nos hizo Dios: «expresión que explica la esperanza de conseguir lo que se intenta, aunque parezca desproporcionado». Æ Se trata de una expresión que con el tiempo ha cambiado de sentido. Según Correas, en su Vocabulario de refranes, de comienzos del siglo xvi, se decía «cuando dan esperanzas de vida a uno que se está acabando», y se decía también «menospreciando, teniendo en poco algún daño o cosa grande». www.lectulandia.com - Página 154 De noche todos los gatos son pardos El Diccionario de autoridades dice que esta expresión es «modo de hablar familiar con que se explica que con la oscuridad de la noche, o falta de luz, es fácil disimular las tachas de lo que se vende o se comercia». El mismo diccionario cita a continuación dos frases referentes a la noche. La de La noche es capa de pecadores «con que se explica que los que obran mal se valen de la oscuridad y las tinieblas para ocultar sus malos hechos y no ser conocidos». Y la de Lo que de noche se hace, a la mañana parece, «con que se reprende al que obra mal, fiado en la oscuridad de la noche, avisándole que la luz del día descubrirá sus defectos. También se usa para exhortar o prevenir el trabajo cuando hay mucho que hacer al otro día». De oro y azul Según el Diccionario, poner a uno de oro y azul, equivale a ponerle como chupa de dómine, como un trapo, es decir, «reprenderle agriamente o decirle palabras ofensivas». Originariamente, de oro y azul significó «muy bien, de perlas, muy bien compuesto y atildado», y aludía a la pintura con ambos colores. J A propósito de esta expresión copiaré lo que, con la firma S. C., escribió Francisco Javier Sánchez Cantón en la revista El Correo Erudito (tomo 1, p. 169): «De oro y azul. La frase pudiera creerse moderna y hasta con cierto deje taurino; mas ya ni tiene canas que peinar. Tengo registrados dos textos del siglo xvı donde ocurre y la vaga memoria de otros. Léese en la traducción castellana del Coloquio de las damas, de Aretino, que publicó Menéndez y Pelayo en el tomo IV de los Orígenes de la novela (p. 254), y en la escena quinta de la Comedia llamada Cornelia, de Timoneda. Sin duda, la frase se originó con el precio y hermosura de los dos colores más caros entonces: el oro y el azul llamado “de ultramar” o “de Acre”, que venía de Oriente y por el puerto últimamente citado se traía a Occidente; tan costoso era que, al decir de Pacheco (Arte de la pintura, 1649, lib. III, cap. V), “ni se usa en España ni tienen los pintores de ella caudal para usarlo”. »Lo que debe de ser reciente —termina Sánchez Cantón— es el sentido irónico de la frase, hoy el más usadero». www.lectulandia.com - Página 155 En cuanto al sentido irónico de la misma, no es tan reciente como supone Sánchez Cantón. El Diccionario de autoridades de la Real Academia (17261739), después de consignar que de oro y azul es «modo de hablar para ponderar que alguna persona viene muy aseada y compuesta», añade lo siguiente: «Poner de oro y azul: frase irónica que significa decir a alguno palabras sensibles, y también haberle llenado de lodo o de otra inmundicia». Juan Antonio Tamayo, en su nota «De oro y azul», inserta en El Correo Erudito (tomo IV, p. 123), copia unas seguidillas que publicó en el año 1760 don José Joaquín de Benegasi en su Descripción festiva de la entrada en Madrid del rey Carlos III. El coplero, describiendo la comitiva, escribe: Van los caballerizos, van mayordomos; y de oro y azul puestos, como van otros; pero con orden diciendo están sus clases los uniformes. La expresión está empleada aquí como «a todo lujo» y alude a las libreas que vestían caballerizos y mayordomos en el suntuoso desfile. A pesar de estas citas, existen razones para suponer, con Sánchez Cantón, que primitivamente la frase «de oro y azul» aludía a la pintura. En los contratos que suscribían los pintores de retablos en los siglos XIV y XV aparece con mucha frecuencia la cláusula de que entre las «historias» pintadas habría de haber forzosamente una «de azul y de oro bueno», de donde se deduce que el oro y el azul seducían por su riqueza de colorido a los que encargaban los retablos citados. Cejador, en su Fraseología (tomo I, p. 129), cita la frase plantar de azul y oro (los cuernos) y aduce este pasaje de La Lena (3, 7): «Con aquellas simplonas que los plantan de azul ultramarino y oro». Actualmente, en lugar de la expresión «poner a uno de oro y azul» se usa la de «ponerlo verde». De pe a pa. Así que asá Locución adverbial que significa, según el Diccionario, «íntegramente, desde el principio al fin». J Aparece en La Celestina, donde dice Centurio: «Yo te juro por el santo martirologio de pe a pa, el brazo me tiembla de lo que por ella entiendo hacer...». www.lectulandia.com - Página 156 Correas, en su Vocabulario de refranes, incluye esta expresión con el significado de «decir las cosas claras». Y Cejador, comentando el citado pasaje de La Celestina, dice que de pe a pa «es deletrear la sílaba pa: p más a, igual a pa, la cual consiste en abrir bien la boca para afirmar y decir sí, que es lo que pa, pa significa en vascuence». No convence nada esta explicación, ya que el significado afirmativo que asigna Cejador a la expresión que comentamos nada tiene que ver con el sentido que se le da ordinariamente: de arriba abajo, desde el principio hasta el fin. Lo del deletrear y lo del vascuence parecen cosas de fantasía. Tan fantástica como esta explicación de Cejador es la de Adolfo de Castro en su libro Estudios prácticos de buen decir y de arcanidades del habla española (Cádiz, 1880, p. 318), donde escribe lo siguiente: «Decir una cosa de pe a pa tiene su significación exacta, y tampoco es una frase de fantasía. Pe en hebreo es “boca”, y pa, contracción de otra voz, hebrea también: pathat o pethat, que entre otros significados tiene el de “abrir o abertura”». De Castro tenía la manía de las etimologías hebreas y árabes. ¿Qué tiene que ver el «abrir la boca» —explicación que podría irle bien, por ejemplo, al bostezo— con el hecho de decir una cosa de cabo a rabo, desde el principio hasta el fin? El mismo autor escribe: «Cuando decimos: lo mismo así que asá cualquiera creería que eso se ha formado al sonsonete, sin más motivo que la veleidad del vulgo. Lo mismo da así que asá equivale a así: sencillamente, o a asá: compuesto o exornado, porque viene de hasa, verbo hebreo que equivale a hacer, adornar, preparar, adaptar». Y el autor se queda tan conforme con esta explicación, creyendo que con ella y con la anterior ha puesto una pica en Flandes. ¿De perillas? El modismo es propiamente de perilla, y significa, según el Diccionario, «a propósito, muy conveniente u oportuno». Suele decirse, por ejemplo: «Estaba sin un céntimo y tu giro me vino de perilla». Venir de perilla una cosa equivale, pues, a presentarse con la mayor oportunidad, en el momento en que nos es más útil o necesaria. Perilla es la punta saliente del borrén delantero de la montura o, como dice el Diccionario, «la parte superior del arco que forman por delante los fustes de la silla de montar». Alude esta locución adverbial a la oportunidad con que el jinete novel encuentra www.lectulandia.com - Página 157 la perilla de la silla al alcance de la mano cuando, por un movimiento brusco del caballo o por otra causa, se ve a punto de ser despedido. De punta en blanco Según el Diccionario de la Academia, de punta en blanco significa, en sentido recto, «con todas las piezas de la armadura antigua», y en sentido figurado, «vestido de uniforme, de etiqueta o con el mayor esmero». Æ Proviene de la expresión antigua armado de punta en blanco, que, según Correas en su Vocabulario de refranes, quiere decir «armado de pies a cabeza, con todas las piezas de un arnés, y las demás armas defensivas y ofensivas desnudas, a punto y guisa de acometer y pelear». «Se dijo —añade Correas— porque cuando un caballero va a entrar en batalla y acometer al enemigo, o en justas y torneos, va todo armado con la lanza en ristre, desnuda la cuchilla y descubierta en blanco la punta; y si son hombres de a pie, también acometen con las espadas desnudas y las picas y chuzos, que es llevar la punta en blanco... Dícese esgrimir con espadas blancas por las de corte, y así las lanzas, cuando las llevan en la mano desnudas, van de punta en blanco, a diferencia de cuando están con sus fundas o cubiertas o vainas en la armería, por defensa del polvo y orín». Y para remachar más que la expresión de punta en blanco significa con la punta desnuda, añade: «Si un hombre va caminando con un gorguz o azagaya en la mano, cuando pasa por (un) lugar, le pone en la punta un zoquete de corcho u otra cosa, y así no tiene pena si la lleva descubierta, que es la punta en blanco propiamente». Según Julio Casares, en el artículo titulado «De punta en blanco» publicado en el periódico ABC de 21 de abril de 1952, esta locución proviene de la de «armado en blanco», cuyo uso se remonta a mediados del siglo xv y se continúa hasta los comienzos del xvi, y en la que se alude a la blancura resplandeciente del arnés. Locución esta que no recoge nuestro Diccionario, pero que fue recogida en el suyo por Cuervo, con el significado de «armado de todas armas, de pies a cabeza». «No parece, pues, arriesgado suponer —dice Casares— que la expresión “armado en blanco”, referida principalmente al arnés, se haya cruzado con la de “arma en blanco”», es decir, desenvainada o desnuda, para dar así nacimiento a la locución «armado de punta en blanco» con el significado que Correas especifica, haciendo hincapié en que comprende no solo las armas defensivas, sino también las ofensivas «a punto y guisa de acometer y pelear». (Es preciso aclarar que a diferencia de las espadas blancas, que eran las aceradas y acicaladas, propias para defenderse y www.lectulandia.com - Página 158 ofender, las llamadas negras o de esgrima eran, como dice Covarrubias, solo de hierro, sin lustre, sin corte y con botón en la punta). El mismo Casares, en un segundo artículo publicado en el ABC del 22 de abril de 1952, señaló un segundo y muy diferente significado de la expresión de punta en blanco. Refiriéndose a armas de fuego, tirar o disparar de punta en blanco significa tirar enfilando la punta del arma hacia el blanco, como si este se hallara en la recta ideal que pasa por el eje del arma. Es decir, disparar en tiro rasante o directo, no en tiro curvo o por elevación. Gradualmente, de este sentido recto —tecnicismo de artillería— fue surgiendo el significado traslaticio o metafórico. Y así se dijo «ofender o agraviar de punta en blanco», es decir, directamente, sin rodeos. Y «desobedecer o quebrantar la ley de punta en blanco», esto es, abiertamente, a cara descubierta, sin tratar de escudarse o excusarse. Por último, cuando se habla de doctrinas, conductas, sentimientos, etc., se pueden oponer unos a otros de punta en blanco, es decir, diametralmente. Casares documenta estos significados con citas de fray Antonio de Cabrera, Covarrubias, fray Antonio de Guevara, fray Cristóbal de Fonseca y fray José de la Madre de Dios. De tiros largos El Diccionario incluye el modismo de tiros largos: «con vestido de gala». Y dice que equivale también a la locución adverbial a tirantes largos: «tirando del carruaje cuatro caballerías, con dos cocheros». Según el Diccionario de la Real Academia de 1791, «tiro: En el coche, lo mismo que tirante; y así se dice también: ir a tiros largos». Æ La expresión de tiros largos, equivalente a «con lujo, pompa o grandeza», proviene de que antiguamente en España cada particular podía hacer tirar de su coche el número de caballos o mulas que creyera conveniente; pero solo el rey y la grandeza podían uncir a sus carrozas el tiro delantero a mayor distancia de los demás; distancia que lo separaba muchas veces de los tiros traseros, mediante cuatro o cinco varas de correas o tirantes, lo que se llamaba tiros largos. De todo hay en la viña del Señor www.lectulandia.com - Página 159 La frase original es De todo tiene la viña: uvas, pámpanos y agraz, «expresión con la que —según la Academia— damos a entender al que alaba mucho a una persona o Cosa, que tiene tachas o defectos que él no conoce o no sabe, aun en aquello mismo que aplaude». Æ Montoto, en su libro Un paquete de cartas (p. 168), escribe: «En cuanto al origen de este modismo, me atengo a lo que dice un escritor tan discreto como erudito: “Estando en Sevilla el Rey Felipe IV el año 1624, tuvo que predicarle en la capilla del Alcázar el famoso padre Fray Hortensio de Paravicino el sermón de la viña, y tomando el aire de la tierra, lo empezó con esta famosa redondilla: De todo tiene la viña, Sacra y Real Magestad, de todo tiene la viña: uvas, pámpanos y agraz”». Como se ve, Montoto, más que una explicación del origen del dicho, nos ofrece una aplicación del mismo. De tomo y lomo [Locución que actualmente se usa para expresar que algo es de consideración o importancia y con la que antiguamente se hacía referencia a algo de mucho bulto o peso]. Æ Seijas Patiño, en su Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo, explica así esta locución: «De tomo y lomo. De importancia, de gran cuerpo; quiere decir tanto como “de extensión y volumen”; porque tomo es volumen, cuerpo; y lomo, el canto de los libros, grande por su anchura y superficie». De tus hijos solo esperes lo que con tu padre hicieres www.lectulandia.com - Página 160 [Proverbio que alude a que la educación y la formación se heredan, pues los padres las recibieron de los suyos y los hijos emularán las de los padres]. Æ Este proverbio procede de un pareado de Martínez de la Rosa que, bajo el título de Mácsimas (sic), vi incluido en el librito escolar titulado El trovador de la Niñez (Barcelona, 1866). De vida airada Según el Diccionario, vida airada significa «vida desordenada y viciosa, de desenfreno». El Diccionario de la Academia de 1791 consigna que hombre o mujer de vida airada es locución familiar «que se dice del que vive libre y licenciosamente, y también del que se precia de guapo o valiente». Vida airada parece ser sinónimo de vida iracunda, encolerizada, porque airarse es «tomar ira o enojo, encolerizarse». Æ Cejador, en su Fraseología (tomo 3.*, p. 661, Madrid, 1924), opina que la vida airada, «la de matones, rufianes y rameras, procede del antiguo verbo airar: retirar el señor su gracia al vasallo, desterrándolo y confiscando sus bienes (Mio Cid, 629), esto es, que vive fuera de la sociedad ordenada». Dejar a uno en la estacada También Quedar en la estacada. El Diccionario dice: «Dejar a uno en la estacada. Abandonarlo en un peligro. Quedar o quedarse uno en la estacada. Morir en el campo de batalla, en el desafío, etc.». Figuradamente significa ser vencido en una disputa u otro empeño. Æ Estacada —como explica Clemencín comentando el Quijote— era «el palenque o liza, formado ordinariamente con estacas (de donde viene el nombre), en que se celebraban los desafíos solemnes, los torneos, justas, juegos de cañas y otros públicos de esta especie». «De aquí se llamó figuradamente quedar o quedarse uno en la estacada a ser vencido en una disputa, o perderse en una empresa, y poner o dejar a uno en la estacada, a matarlo o abandonarlo en un grave riesgo o asunto peligroso», concluye Rodríguez Marín en su Edición crítica del Quijote. El maestro Correas, explicando en su Vocabulario de refranes el origen del www.lectulandia.com - Página 161 proverbio Allá van leyes do quieren reyes, dice que cuando fueron sometidos a la prueba del fuego los misales romano y mozárabe, saltó fuera de la hoguera el romano, «como echado vencido fuera de la estacada». Del mal, el menos [Es decir, que entre dos males hay que procurar elegir siempre el mal menor]. Æ Este proverbio y el de «Del mal, el menor» proceden de la expresión Mínima de malis, que dice Fedro en una de sus fábulas. En el Kempis (libro 3.” cap. 12, vers. 6) se lee otra expresión parecida: De duobus malis, semper minus est eligendum («Entre dos males, elegir el menor»). Dentro de cien años, todos calvos [Esta expresión de consuelo, hoy tan corriente, que recoge Bastús en La sabiduría de las naciones, sin comentarla, y que no he visto consignada en ninguno de los repertorios de frases y modismos, debe de ser relativamente moderna y alude a que todos nos aguarda el mismo destino]. Æ Fernández Flórez, en su libro Visiones de neurastenia, consigna que la dijo uno de los autores del famoso crimen de la Guindalera, cometido en Madrid. En el patíbulo pidió permiso para hablar. Se adelantó hasta el borde del tablado, y, echando una mirada al bullicioso gentío que iba a sobrevivirle, extendió sus brazos y dijo: — ¡Respetable público! ¡Dentro de cien años, todos calvos! Queriendo comprobar la veracidad de esta cita de Fernández Flórez, consulté a mi buen amigo, el publicista madrileño Vicente Vega, quien me contestó lo siguiente: «Es raro que José Millán Astray, en la segunda serie de sus Memorias (Madrid, V. H. Sanz Calleja, editores e impresores, s. a.), y en el capítulo que dedica a la ejecución de los autores del crimen de la Guindalera (pp. 27-36), no recoja dichas palabras, y téngase en cuenta que Millán Astray, por su condición de director de la Cárcel Modelo, de Madrid, fue forzado testigo presencial de la macabra escena, que tuvo lugar el 11 de abril de 1888, y la refiere con bastante detalle. Podría haberlas pronunciado el principal de los reos, Pedro Cantalejo, de quien escribe Millán Astray: “Tenía rudimentaria cultura; algún folleto mal leído y peor entendido le daba pedantesco barniz de erudito. Desvergonzado y procaz, confundía el valor con la www.lectulandia.com - Página 162 grosería, y con la excitación propia de su triste situación, hablaba siempre, y la protesta y el insulto no abandonaban sus labios”. »A pesar de esto, Millán Astray advierte que en los últimos momentos estaba abatidísimo y tuvieron que ayudarle los Hermanos de la Paz y Caridad para que subiese al patíbulo, y si Millán Astray recoge, como lo hace, las últimas palabras de otro de los ajusticiados (Vicente Camarasa), es extraño no consigne las que Fernández Flórez pone en boca de Cantalejo. A este último, por cierto, le había defendido el futuro conde de Romanones, a la sazón joven abogado. »La prensa diaria madrileña de la época, que cuidaba tanto esas informaciones, reprodujo bastantes barbaridades de las que se le ocurrieron al Cantalejo durante las horas que pasó en capilla, y detalles de sus últimos momentos, sin mencionar para nada lo de “dentro de cien años, todos calvos”». Descubrirse el pastel Según el Diccionario, «descubrirse una cosa que se procuraba ocultar». XJ Para averiguar el origen y significado primitivo de esta expresión hay que tener en cuenta que la palabra pastel: «masa de harina y manteca en que ordinariamente se envuelve crema o dulce», tenía antiguamente el significado de «empanadilla hojaldrada que tiene dentro carne picada o pistada», como dice Covarrubias en su Tesoro de 1611. Los pasteles de antaño tenían dentro carne picada, y los pasteleros llevaban fama de adulterar el contenido de sus pasteles. Recordemos las burlas de Quevedo contra los tales. Descubrir el pastel podría aludir a descubrir su masa de carne picada. Pero la palabra pastel tenía antiguamente otra acepción que no consigna Covarrubias, y que aparece en el Diccionario de autoridades de la Real Academia (1726-1739). Según esta obra clásica, la quinta acepción de pastel es la de «fullería en el juego que consiste en barajar y disponer los naipes, de modo que se tome el que los reparte lo principal del juego o se le dé a otro su parcial». Y la octava acepción es, por metáfora de la anterior, «el convenio de algunos, secreto o encubierto, para algún intento, regularmente no bueno». De donde se deduce que descubrir el pastel equivale a descubrir la trampa, el juego sucio, el convenio secreto y maligno. Y este es, a mi juicio, el primitivo significado y el origen de la frase en cuestión. www.lectulandia.com - Página 163 Despedirse a la francesa Significa, según la Academia, «separarse de otras personas sin decírselo o sin saludarlas». Æ Hay quien supone que el origen de esta expresión es el siguiente: en el siglo XVII se puso en moda en Francia el no despedirse de nadie cuando se abandonaba una reunión. Era ello muestra de finura y acto exigido por la etiqueta. Interrumpir la reunión para despedirse era considerado como una falta de educación; lo único que se permitía era mirar el reloj como para indicar a los presentes que uno se veía obligado, contra su voluntad, a abandonar tan grata compañía. De Francia la costumbre pasó a Europa. Cuando cambió la moda y el despedirse a la francesa implicaba descortesía, los franceses rechazaban la invención de tal moda e inventaron la frase: se retirer a l’anglaise. Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, opina que el despedirse a la francesa «pudo tener su origen en el modismo francés sans adieu (sin adiós), que significa despedirse con propósito de volver y que constituye la expresión cortés del agrado que produce la compañía que temporalmente se abandona. El sans adieu fue tomado en España en su sentido literal, y de ahí que se dio a esta frase un sentido distinto del que tiene en Francia». Anteriormente, el mismo Sbarbi, explicando la expresión «Despedirse a la francesa» en El Averiguador Universal, n.° 92 (Madrid, 31 de octubre de 1882, p. 310), había expuesto esta opinión, a mi juicio equivocada: «Frase proverbial con que se denota que alguno se ha ausentado sin dar cuenta de su marcha o sin saludar. Presumo que esta locución punzante debe su origen a la retirada vergonzosa que tuvieron que hacer los franceses (el año 1812) no habiendo podido entrar en Cádiz cuando la guerra de la Independencia, pues no recuerdo haberla visto usada antes de esta época por ningún escritor. La Academia Española no le ha dado cabida en su Diccionario hasta el año 1869 en que publicó su undécima y, hasta hoy, última edición». A la despedida sin adiós la llaman los ingleses «a la francesa». En cambio los franceses la denominan «a la española» y «a la inglesa» (filer à l'anglaise). Ocurre con esto como con la enfermedad que nosotros llamamos mal gálico, y los franceses, mal español. www.lectulandia.com - Página 164 Di que eres de Cuenca y entrarás de balde Así se acostumbraba decir en otros tiempos, aludiendo al privilegio que otorgó Alfonso VII a los de Cuenca, concediéndoles, entre otras cosas, estar libres en todos los dominios de Castilla del pago de portazgos, pontazgos y barcajes. Æ La frase quedó como proverbial para indicar la posibilidad de lograr el acceso a algún sitio vedado o reservado, mediante alguna estratagema. O simplemente para soslayar el pago de la entrada en algún espectáculo público. (Vicente Vega, Diccionario de frases célebres, p. 58). Digo yo y no digo misa... Expresión vulgar de la que usan algunos antes de exponer una opinión. Æ Leyendo el Deleite de la discreción, del duque de Frías (Madrid, 1764), encontré esta historieta que quizá tenga relación con el dicho apuntado: «Ordenóse de sacerdote el discretísimo don Antonio Solís; y a poco tiempo del nuevo estado, estando una tarde con el Duque de Medinaceli y el Conde de Oropesa, altercando los dos, dijo el de Medina: “Y sobre esto, ¿qué dice el señor don Antonio?”. A (lo) que respondió: “Yo, señor, digo misa”». «Discreto disimulo del propio sentir, entre dictámenes de superior graduación», titula esta historieta el autor. Dime lo que aborreces, y te diré de lo que careces [Este refrán hace referencia a quienes hablan mal de aquello que ignoran o son incapaces de asumir]. XJ Cita este refrán Francisco Rodríguez Marín, al final del prólogo que en 1914 www.lectulandia.com - Página 165 hizo para la edición de las Novelas ejemplares de Cervantes. «Hombres hay —dice Rodríguez Marín— que, estimándose por cultos, abominan de los eruditos y tienen a gala burlarse de la erudición. Los que leen deben mirar con desconfianza a estos tales. Ya lo advirtió el refrán: “Dime lo que aborreces, y te diré de lo que careces”. Años ha —más de los que yo quisiera— publicóse en un diario de Sevilla, por los días de Carnaval, una furibunda diatriba contra el baile. Leímosla cuantos jóvenes frecuentábamos el Ateneo, o cosa parecida, que había en la ciudad de la Giralda por aquel entonces. Llegó un travieso estudiante legista, leyó el artículo para sí, y sacando un lápiz, escribió al margen: “Se advierte que este gran detractor del baile es cojo”. ¡Y era verdad: era cojo el autor del artículo! » También cojean —estos, del pie de la cultura sólida— los que fingen menospreciar o aborrecer la erudición. ¡Como que entre ellos conocí alguno que, al tratar de Camoens, escribía Las Lusiadas! ¿Las habría leído en toda su vida?». En este mismo prólogo, refiriéndose Rodríguez Marín a estos enemigos de la erudición que simulan querer para el Quijote, y para las obras antiguas en general, un comentario puro, sin crítica histórica ni luminoso esclarecimiento de sus reconditeces, les aplica el cuento del soldado a quien, por haber servido en Cuba, solo gustaba el chocolate puro: «sin las porquerías —decía él — de cacao, azúcar y canela que en España suelen echarle». La segunda parte del refrán que comentamos aparece en el de Dime de lo que presumes, y te diré de lo que careces. Dimes y diretes. Dares y tomares La expresión dimes y diretes se usa en las frases Andar en dimes y diretes: pasar el tiempo en porfías y disputas; andar en réplicas y contestaciones; y Excusar los dimes y diretes: evitar las contestaciones, porfías, etc. Dares y tomares equivale a disputas, debates, contestaciones, altercados, disensiones, cuestiones entre dos o más personas. Æ Cervantes usa la fórmula dimes y diretes en el capítulo 26 de la 2.* parte del Quijote, y la de dares y tomares, en los capítulos 5 y 74. Comentando Clemencín estos modismos, dice: «Dimes y diretes, lo mismo que altercados y disputas. Esta locución toma su origen de las ocasiones en que, altercando dos personas, reconviene la primera empezando así: Dime esto o lo otro; y responde la segunda: Diréte..., etcétera. La misma significación tiene la de dares y tomares». Cejador, en su Fraseología, tomo 2.” (Madrid, 1923), coincide con Clemencín. www.lectulandia.com - Página 166 Dimes y diretes son porfías, y la expresión proviene de «dime tú, diréte yo, del responderse uno al otro los que pelean verbalmente». Cervantes, en el Coloquio de los perros, escribe: «¿Qué linaje hay en el mundo, por bueno que sea, que no tenga algún dime y direte?». Dios te la depare buena Con esta frase proverbial se da a entender la duda o recelo que se tiene de que no salga bien lo que se intenta. Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, la explica así: «Dicen que un médico ignorante que no sabía recetar, tomó de casa de un boticario muchas recetas en una alforja, y fuese por los lugares (en) que no era conocido a curar, y cualquier enfermedad que se ofrecía, sin distinción, sacaba una receta de la alforja y dábala al enfermo, y decía: “Dios te la depare buena”». El médico a que alude Correas tiene que ser el médico manchego de que habla Mateo Alemán en su libro Aventuras y vida de Guzmán de Alfarache (parte 1.?, libro 1.9, cap. 4.%). Dice así Mateo Alemán: «Quísose parecer a lo que aconteció en la Mancha con un médico falso: no sabía letra, ni había nunca estudiado; traía consigo gran cantidad de recetas, a una parte de jarabes, y a otra de purgas; y cuando visitaba algún enfermo (conforme el beneficio que le había de hacer) metía la mano y sacaba una, diciendo primero entre sí: “Dios te la depare buena”; y así le daba con la que primero encontraba». (La primera parte del Guzmán de Alfarache es de 1599, y el Vocabulario de Correas, del primer tercio del siglo siguiente). Doctores tiene la Santa Madre Iglesia... Doctores tiene la Santa Madre Iglesia que os sabrán responder. Frase que se usa para eludir la respuesta a una cuestión dificultosa. Æ Proviene esta expresión del Catecismo del padre Astete, cuando dice: —Además del Credo y los Artículos, ¿creéis otras cosas? —Sí, padre; todo lo que cree y enseña la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica, Romana. —-¿Qué cosas son estas? www.lectulandia.com - Página 167 —Eso no me lo preguntéis a mí, que soy ignorante: doctores tiene la Santa Madre Iglesia que os sabrán responder. Donde Cristo dio las tres voces Frase que expresa lugar muy distante y, por lo regular, solitario. Debe de referirse al desierto donde se retiró Jesús y donde fue tentado por el diablo tres veces. Æ Así aparece en la nota que firmada por F. de H. se publicó en la revista El Averiguador (Madrid, 15 de julio de 1872, p. 195). Sabido es que Cristo ahuyentó las tentaciones del Maligno con tres frases, a saber: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios», «No tentarás al Señor, tu Dios» y «Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor, tu Dios, adorarás, y a Él solo servirás». Sbarbi, en El Averiguador Universal, n.° 78 (Madrid, 31 de marzo de 1882, p. 92), escribía: «Siempre he creído que es una alusión a las tres exclamaciones en que prorrumpió el Señor en el huerto de Getsemaní al repugnar el cáliz que le era enviado de lo alto». La explicación de Sbarbi no convence, porque el olivar de Getsemaní no es el «lugar muy distante y solitario» a que se refiere el dicho. Dorar la píldora Dulcificar; disimular un daño o perjuicio. Mitigar o disimular de algún modo una mala noticia. Æ Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana (1611), escribe lo siguiente: «Píldoras. Unas pelotillas medicinales y purgativas, que se toman por la boca, y los boticarios suelen dorarlas para disimular el amargo del acíbar que llevan dentro, y así quedó por proverbio: Píldora dorada, por los lugares honoríficos que tanto parecen de codicia y después amargan más que mil hieles». www.lectulandia.com - Página 168 Dormir con los ojos abiertos, como las liebres [Se usa para indicar que alguien vive con precaución y cuidado, para evitar ser sorprendido o engañado]. Æ Es comparanza muy antigua, y aparece en el Quijote, donde se dice, en el capítulo 16 de la primera parte, que don Quijote, estando acostado en el camastro de la Venta, dolorido de sus costillas, «tenía los ojos abiertos como liebre». Comentando este pasaje, Clemencín escribe (nota 19): «Si esta expresión alude, como parece, a la opinión de que las liebres duermen con los ojos abiertos, no viene muy al caso, pues don Quijote no dormía y nada tiene de particular estar con los ojos abiertos cuando no se duerme. »Que las liebres duermen con los ojos abiertos lo notaron ya lo antiguos, y de ello habló Plinio: patentibus (oculis) dormiunt lepores dijo en el libro 2.°, cap. 37. La causa es que los párpados de las liebres son pequeños, y no les alcanzan a cubrir del todo los ojos. Los cazadores observan frecuentemente que estos animalejos, estando quietos en sus camas con los ojos abiertos, no dan muestras de ver, ni huyen del peligro que tienen delante, lo que arguye que están durmiendo». En las primeras ediciones del Diccionario de la Real Academia se dice que la liebre «tiene... los ojos grandes y sin pestañas: duerme con ellos abiertos, y es algo corta de vista: corre con mucha ligereza, y es muy medrosa y cobarde». El Diccionario de autoridades (Madrid, 1726-1737) dice que la liebre «tiene muy corta vista, porque carece de pestañas, por lo cual tiene siempre abiertos los ojos». Dormir la zorra. Dormir la mona Según el Diccionario, las expresiones dormir la zorra, dormir la mona, desollar el lobo y dormir el lobo significan «dormir mientras dura la borrachera». Lobo y zorra, como merluza y mona, son sinónimos de borrachera. El dormir la zorra alude a los beodos trasnochadores que duermen durante el día, por comparación con la zorra, que trabaja de noche, robando gallinas y aves al amparo de las sombras, y tiene que dormir durante el día. www.lectulandia.com - Página 169 Æ Se trata de una expresión antigua, de la que usaron nuestros clásicos. Jacinto Polo de Medina, en El buen humor de las Musas (1637), escribe: Por beber tanto despierto sospechan que no está muerto, sino que duerme la zorra. Y Lope de Vega, en su Nacimiento de Jesús (2-450): Estáis durmiendo la zorra que os cautiva a cada paso. La expresión dormir la mona es muy antigua. Aparece en La pícara Justina: «Comenzó a dormir la mona, alta y profundamente». (Véase Coger una mona y Coger una turca). Dormir más que los Siete Durmientes Los llamados Siete Durmientes fueron siete cristianos, los cuales, como dice Tilemón, huyendo de la persecución de Decio a mediados del siglo 11 de la Iglesia, se escondieron en una caverna cerca de Éfeso, en la cual fueron emparedados por sus perseguidores, y murieron o durmieron en el Señor, de donde se les dio el nombre de durmientes. Æ Según la Leyenda Áurea, de Jacobo de Vorágine, ciento noventa y seis años después de su martirio se los encontró dormidos en el interior de la cueva. Y, según una tradición antigua, despertaron y vivieron un día. Se ha dicho que los siete mártires eran naturales de Éfeso, y hay quien los cree hermanos. También se ha dicho que se llamaban Maximiano, Maho, Martiniano, Dionisio, Juan, Serapión y Constantino. La fecha de su muerte la fijan unos en el año 251 y otros en el 253. Antiguamente se llamaba sietedurmiente al muy dormilón, y aparece esta voz en el prólogo a La vista de los chistes, de Quevedo. Cejador, comentando este libro, dice que siete indica muchedumbre, y así sietepicos es la muy parlera; sietencarado, el muy disimulado; sietedoblar, doblar muchas veces; sietecueros, tumor en el dedo; sietecolores, cierto pajarito americano; sietecabezas, el que la tiene grande, etcétera. En El Diablo Cojuelo se alude a la conseja de que los Siete Durmientes despertaron al cabo de casi doscientos años y vivieron algún tiempo: «el poeta... se www.lectulandia.com - Página 170 quedó tan aturdido, que apostó a roncar con los Siete Durmientes, a peligro de no valer la moneda cuando despertase». Esto mismo de la moneda dice Pérez de Montalbán en la jornada 1.* de Santo Domingo en Soriano: Si a la venganza saliesen cuantos hay en Soriano y lloviera Dios valientes, con solo un dedo meñique sin mover esotros nueve los arrojara tan altos, que cuando a bajar volviesen hallasen otra moneda, como los Siete Durmientes. (Cita de Rodríguez Marín en su edición crítica de El Diablo Cojuelo, Clásicos Castellanos, Madrid, 1918, p. 110). Dormirse en las pajas Significa «descuidarse». No dormirse en las pajas: «temer cuidado; estar con vigilancia». En La Lena, comedia de finales del siglo xvi, se lee: «Que son peligrosas estas custodias, si anda Juno celosa, pues no se puede el hombre dormir en las pajas». Æ Cejador, en su Fraseología (tomo 3.*, Madrid, 1924), opina que se dijo «del dormirse en la era, desaprovechando el viento para aventar». Dos de la vela y de la vela dos «Con esto —dice Rodríguez Marín en Cantos populares españoles— se moteja toda cuenta peregrina». J Y añade: «Un asistente justificaba así la inversión total de una peseta en la compra de un huevo que solo costaba dos cuartos. Decía: dos del huevo y del huevo dos, cuatro; cuatro por cuatro, dieciséis; y dieciséis, treinta y dos, y dos del huevo, treinta y cuatro». www.lectulandia.com - Página 171 Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, comenta así el dicho: «Aplícase cuando se nos da una cuenta embrollada, con referencia a aquel criado a quien su amo envió por una bujía (que en aquellos tiempos costaba dos cuartos), dándole una peseta, y no le devolvió nada, justificando su cuenta de esta manera: dos de la vela y de la vela dos, son cuatro; cuatro por ocho, treinta y dos, y dos de la vela, treinta y cuatro». Sabido es que una peseta tenía treinta y cuatro cuartos. Durar más que la obra de la Seo Dicho catalán para indicar que algo es interminable y que hace referencia a la catedral de Barcelona, cuyas obras duraron siglos. Más modernamente, la frase se cambió por la de «Durar más que las obras de la Sagrada Familia», aludiendo al grandioso templo de Gaudí, cuya terminación nadie se atreve a señalar. Son dichos parecidos al que se aplica a la basílica del Pilar de Zaragoza, cuyas obras empezaron en 1689, de la misma manera que se cita «la obra de El Escorial» o «la obra de Toledo», señalando algo que, por grande o complicado, parece condenado a no acabarse nunca. Durar más que la obra del Pilar Dicho aragonés para indicar que una obra o asunto se hace interminable. Alude al templo de Nuestra Señora del Pilar, de Zaragoza, empezado en 1689 y cuyas torres exteriores no fueron concluidas hasta 1961. Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, cita estos dos: «La obra de El Escorial y La obra de Toledo (por grande, que no se acaba)». La obra de El Escorial se inició en el año 1563 y duró hasta 1582. Según otros, hasta 1584. En Cataluña dicen la obra de la Seu, con relación a la Seu, sede episcopal o catedral de Barcelona, que cuenta algunos siglos desde cuando se principió. («Todavía falta mucho para concluirla», escribía Bastús en el año 1863, en su libro La sabiduría de las naciones, serie 2.*, p. 146). En Francia existía una locución parecida en relación con la fábrica de Notre Dame, la catedral de París. www.lectulandia.com - Página 172 ¡Echale guindas! Expresión de asombro ante la facilidad con que otro hace una cosa o resuelve una dificultad. XÆ La frase más corriente suele ser: ¡Échale guindas al pavo!, y se popularizó en toda España, en los años de la República (1931-1936), gracias a una canción de la película Morena Clara, que protagonizaban Imperio Argentina y Miguel Ligero. Proviene del dicho proverbial: Échale guindas a la Tarasca, que se complementa así: Échale guindas a la Tarasca, y verás cómo las masca. Ambas expresiones tienen su origen en las antiguas procesiones del Corpus de Madrid y otras capitales, donde sacaban un monstruo de cartón pintado, en figura de dragón, de cuello largo y movedizo, cuyos portadores, escondidos en el interior, le hacían abrir una boca desmesuradamente grande, con la cual la Tarasca arrebataba a los que estaban descuidados los sombreros y caperuzas, y se los tragaba con gran alegría de los que, estando en el secreto, se ponían a salvo de los tales mordiscos, cuyas víctimas solían ser los paletos que de los pueblos comarcanos acudían a la Corte a presenciar la fiesta. Los muchachos le echaban por la boca a la Tarasca cerezas y guindas, regalo que agradecían mucho los que iban dentro. La Tarasca llevaba sobre el lomo una figura de mujer (que según el vulgo representaba a Ana Bolena), la cual, lujosamente vestida por los mejores sastres y modistas madrileños, implantaba la moda de primavera, pues los elegantes acudían a presenciar la procesión para copiar las novedades exhibidas por el maniquí. Covarrubias escribe en su Tesoro, refiriéndose a la Tarasca: «Los labradores, cuando van a las ciudades el día del Señor, están abobados de ver la Tarasca, y si se descuidan suelen los que la llevan alargar el pescuezo (el de la Tarasca) y quitarles las caperuzas de la cabeza, y de allí quedó un proverbio de los que no se hartan de alguna cosa; que no es más echarla en ellos que echar caperuzas a la Tarasca». www.lectulandia.com - Página 173 ¡Echale hilo! Es una frase cortada. La entera es ¡Échale hilo a la cometa!, y parece haber sido dicho por algún chico cuando, por la fuerza del viento, la cometa, muy en alto, rompe el hilo y se escapa. No figura en el Diccionario de la Real Academia. Echando chispas Según Correas, la expresión echando chispas, que se aplica «a los que se enojan y dicen mucho, enojados», alude al hierro ardiente cuando es golpeado a martillazos sobre el yunque. Se emplea la frase echando chispas para ponderar la rapidez, la velocidad, con una posible alusión a la máquina del ferrocarril. Echar el áncora La frase originaria es Echar el áncora sagrada, y equivale a apelar a los últimos recursos cuando uno está próximo a perder la esperanza. Alude a que los navegantes antiguos solían llevar en sus embarcaciones un áncora de respeto, un áncora consagrada a los dioses, que se echaba al mar en lances de gran apuro. La llamaban el áncora sagrada. XJ Aludiendo a ella, dice Covarrubias en su Tesoro: «Áncora. Instrumento de hierro, muy conocido, con dos arpones; sirve para afirmar las naves y retenerlas. Hay unas mayores que otras, y a la muy grande llamaron los antiguos sacra ancora, por ser el postrer remedio en la tempestad». Más tarde, los cristianos tuvieron también su áncora bendita, que era arrojada al mar en los apurados trances marítimos, invocando la protección divina, y se la llamaba áncora de misericordia o de salud. www.lectulandia.com - Página 174 El áncora es un símbolo de la tranquilidad y de la firmeza. A la Esperanza se la representa con un áncora, para dar a entender que esta virtud nos sostiene o ampara en nuestras desgracias. Echar (o meter) el montante Meter el montante significa, según el Diccionario, «separar con él las batallas» y «mediar uno en una disputa para cortarla». Æ Según Bastús (Memorándum, tomo I, p. 886), proviene esta frase «de la costumbre usada por los maestros de esgrima, los cuales suelen traer una espada larga de hoja y gavilanes, llamada montante, con la que separan a sus discípulos cuando en sus lecciones y ensayos se acaloran demasiado en algún lance». Vi confirmada esta explicación en el Tesoro de la lengua castellana, de Covarrubias, según el cual montante es «espada de dos manos, arma de ventaja». Y en el llamado Diccionario de autoridades, donde se lee: «Montante. Espada ancha, y con gavilanes muy largos, que manejan los maestros de armas con ambas manos, para separar las batallas en el juego de la esgrima. Tomóse su forma y nombre de las espadas antiguas, que se jugaban con dos manos... Meter el montante. Frase que, además del sentido recto, usado en la esgrima, vale ponerse de por medio en alguna disputa o riña, para cortarla o suspenderla». Echar la barredera Red barredera es la que se arrastra y barre el suelo al pescar. Y la de mallas más estrechas y cerradas que de ordinario. Metafóricamente significa lo que todo lo arrebata, lo que se lleva cuanto encuentra. J Diego Gracián de Alderete, en su libro Morales de Plutarco (f. 274), dice: «Y así, con redes barrederas pescan los mújiles, pilides y los mornuros». Juan de Pineda, en su Agricultura cristiana, escribe: «Con esta red tan barredera, muchos peces y de los mayores pescáis». Y Cervantes, en La gitanilla: «Dejen crecer a la rapaza, que ella hará de las suyas; a fe que se va anudando en ella gentil red barredera para pescar corazones». www.lectulandia.com - Página 175 Echar la soga tras el caldero Equivale a la expresión «echarlo todo a perder». El dicho es muy antiguo, y aparece en las colecciones de Blasco de Garay (1541) y de Hernán Núñez (1555). Æ «Es —dice Covarrubias en su Tesoro—, perdida una cosa, echar a perder el resto. Está tomado del que, yendo a sacar agua del pozo, se le cayó dentro el caldero, y de rabia y despecho, echó también la soga con que le pudiera sacar, atando a ella un garabato o garfio». El maestro Correas, en su Vocabulario de refranes, nos da una explicación idéntica: «Echar la soga tras el caldero. Es, tras lo perdido, soltar el instrumento y remedio con que se ha de obrar, y echar lo menos tras lo más». Lo de la soga y el caldero alude, pues, a los avíos para sacar agua de un pozo, y significa: «perdido lo principal, se pierde lo secundario». En La Celestina, dice Sempronio: «E si muere, matarme han e irán allá la soga e el calderón». Cervantes, en el Quijote (parte 2.*, cap. 9), le hace decir al hidalgo manchego: «Habla con respeto, Sancho, de las cosas de mi señora, y tengamos la fiesta en paz, y no arrojemos la soga tras el caldero». Correas, en su Vocabulario de refranes, cita las expresiones Allá irá la soga tras el calderón y Do va la soga, vaya el caldero. Quevedo, en su Visita de los chistes, incluye entre las profecías de Pero Grullo, la siguiente: Y si quisiere primero las pérdidas remediar, lo hará solo con echar la soga tras el caldero. A la soga, al caldero y al pozo donde caen una y otro alude Baltasar del Alcázar en esta redondilla, referente a los amantes Hero y Leandro: Soga fue Leandro, y Hero caldero; pozo fue el mar, y vino el demonio a echar la soga tras el caldero. www.lectulandia.com - Página 176 Echar leña al fuego Modismo muy usual con el doble sentido de atizar el fuego, esto es, «avivar una discordia», [pero también como «dar incentivo a un afecto, inclinación o vicio»|]. Æ El Diccionario de modismos, de Ramón Caballero, incluye la frase Echar leña al fuego en la acepción de «incitar»; «agravar la situación de alguien o de algo con detalles intencionadamente aplicados a la persona o cosa tratadas». Asimismo la incluye Sbarbi en su Gran diccionario de refranes con el significado de «fomentar una discordia con nuevas querellas, o dar pábulo a una pasión cualquiera para que llegue a hacerse más vehemente de lo que antes era». Julio Casares, en su Introducción a la lexicografía moderna (Madrid, 1950), trata de este modismo y dice que «los refraneros antiguos y los escritores de la época clásica solo conocieron echar aceite al fuego o echar aceite en el fuego. Luego vino lo de poner leña al fuego y añadir leña al fuego». Echar margaritas a los puercos Es frase muy antigua, de la que usó Jesús en el Sermón de la Montaña cuando dijo: «No deis las cosas santas a los perros ni echéis vuestras margaritas a los puercos». Æ Así lo dice San Mateo en el capítulo 7, versículo 6 de su Evangelio. Y así lo copian Bastús, en La sabiduría de las naciones (serie 1.?, p. 131), y Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, p. 597. Sin embargo, la palabra «margaritas» es sustituida modernamente por la de perlas, que se acomoda mejor al texto evangélico y a la lógica de la frase. En la Biblia de Torres Amat se lee: «No deis a los perros las cosas santas ni echéis vuestras perlas a los cerdos: no sea que las huellen con sus pies y se vuelvan contra vosotros y os despedacen». El cardenal Gomá, en los Evangelios concordados (Barcelona, 1939, p. 141), ofrece esta versión: «No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos...». Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana (1611), explica que perla es «la margarita o unión preciosa, que, a fin de adornar con ellas los cuellos y las orejas de las mujeres, entran los hombres en lo profundo del mar a pescarlas, y no sin gran www.lectulandia.com - Página 177 peligro». Y consigna en otro lugar que margarita es «piedra preciosa...; se atan unas con otras y se hacen dellas sartales para echar al cuello. Verás a Plinio, libro 37, donde trata largamente de las perlas». Echar pestes Echar reniegos; lanzar imprecaciones. Æ Echar pestes proviene de la frase echar pésetes, como explica Rodríguez Marín cuando, al comentar el pasaje del Quijote (parte 1.*, cap. 15) «Y despidiendo (Sancho) treinta ayes, y sesenta sospiros, y ciento y veinte pésetes y reniegos de quien allí le había traído, se levantó», escribe: «De los carreteros dice Cervantes en El licenciado Vidriera que, si acaso les queda por sacar alguna rueda de algún atolladero, más se ayudan de dos pésetes que de tres mulas». Luis Barahona de Soto, en una de sus composiciones, dijo: Echar pésetes, votos y un bufido ni engrandecen las fuerzas corporales ni un ánimo levantan abatido. Los pésetes eran reniegos, por ejemplo: ¡Pesia a tal! ¿Qué tengo de dormir, pesia a mí? (pese a mí). Pésete significa «que te pese». Echar sapos y culebras En las primeras ediciones del Diccionario de la Academia equivale a «decir palabras injuriosas o indecentes». El Diccionario actual le asigna las acepciones de «decir disparates» y «proferir con ira denuestos». J La verdadera frase, la completa, es la de Echar sapos y culebras por la boca. Según Montoto (Un paquete de cartas), la genuina significación de este modismo es la de «jurar, blasfemar y maldecir». «Y estos sapos y culebras —añade— son representaciones corpóreas de los mismos demonios del infierno. Estos tales salían, tomando la forma de aquellos animalitos, por la boca de los endemoniados, que juraban, blasfemaban y maldecían de todo lo más santo cuando se les exorcizaba». www.lectulandia.com - Página 178 Efectivamente; en dibujos antiguos donde se representa a condenados, endemoniados y exorcizados, aparecen estos, arrojando «sapos y culebras» por la boca. Echar su cuarto a espadas Tomar parte en alguna discusión; terciar en un debate o conversación. Æ Muchos creen que este modismo está relacionado con los naipes y con el palo de espadas de la baraja. Sin embargo, su origen es muy distinto y aparece explicado por Bastús en La sabiduría de las naciones (serie 1.*, p. 221) en la forma siguiente: «Acostumbrados los españoles al uso constante de la espada, natural era también que hubiese gentes que se ocuparan de enseñar el manejo de ella, y así es que a principios de este siglo (alude al x1x) aún andaban por los pueblos algunos llamados maestros de armas, los cuales daban lecciones públicas de esgrima por las calles y plazas. Estos tales preparaban el espectáculo, poniendo cerca de ellos una bandeja o plato, en el cual, todo aquel que quería tomar lección o adiestrarse en el manejo de la espada y jugar al asalto con el maestro, principiaba echando su cuarto o pequeña moneda al plato, y de aquí, sin duda, nació el modismo: echar su cuarto a espadas». Echar una zancadilla En sentido figurado, zancadilla es «engaño, trampa o asechanza». Pero en su sentido recto, la zancadilla era una de las antiguas tretas de que se valían los peones o infantes cuando era común la lucha cuerpo a cuerpo. Consistía en cruzar uno su pierna por detrás de la de otro y apretar al mismo tiempo con ella para derribarle. Entonces se conocían, además de esta, otras tretas, como la mediana, la sacaliña, los tornos, el desvío, la lancha, los vaivenes, el traspié y otros ardides, cuyos nombres, lo mismo que su gimnasia o ejecución, han pasado al olvido. Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, dice que la frase armar zancadilla es «hacer treta y engaño», y es «metáfora de los que luchan». www.lectulandia.com - Página 179 Echarle a uno el muerto Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes (p. 653), consigna las expresiones: echarle a uno el muerto o echar el muerto a casa, o a puerta ajena, o al vecino, en el sentido de «achacar o imputar a otro la culpa de lo que no ha hecho», pero sin explicar su origen. Según el Diccionario, echar a uno el muerto es «atribuirle la culpa de una cosa». Æ El origen de este refrán data de la Edad Media. Según las leyes medievales, cuando dentro del término de un pueblo aparecía el cadáver de una persona muerta violentamente, si no llegaba a averiguarse quién había sido el matador, el pueblo estaba obligado a pagar la multa o calonia, llamada homicidium, omicidio u omecillo. Debido a esto, los pueblos en cuyo término se cometía una muerte violenta procuraban trasladar el cadáver de la víctima al término de otro pueblo, a fin de librarse de la multa. Echar el muerto a otro pueblo equivalía, pues, a cargarle con la responsabilidad del crimen y con la pecha de la multa, caso de no encontrarse al asesino u homicida. Echarle a uno el sambenito Cargarle con la culpa de algo que no ha cometido. Æ Según Covarrubias, el sambenito era «la insignia de la Santa Inquisición, que echan sobre el pecho y la espalda del penitente reconciliado. Está el nombre abreviado de saco benedicto». Coincide con esta opinión Bastús, en su obra La sabiduría de las naciones, p. 25, donde dice: «El sambenito era una especie de escapulario de lana amarilla con la cruz de San Andrés, llamas de fuego y otros jeroglíficos». Añade que «era una imitación del saco de penitencia que se ponían para llorar sus culpas los penitentes de la primitiva Iglesia. Como este escapulario o saco se bendecía antes de ponerlo al penitente, de aquí tomó el nombre de saco bendito, de donde se llamó después san- benito». En los autos de fe de la Inquisición, los reconciliados salían con una vela de cera en las manos y con el san benito: «sant benito de color amarillo con dos cruces de señor Sanct Andrés coloradas, el cual tenga sobre todas sus vestiduras vestido». Así www.lectulandia.com - Página 180 aparece en un proceso de la Inquisición toledana del año 1541 que cita Rodríguez Marín en su Edición crítica del Quijote. Pero, según leí en la Relación del Auto de Fe de Logroño del año 1610, el sambenito lo llevaban, no solo los reconciliados, sino los relajados (los entregados a la justicia secular para el castigo de sus culpas). Echarle a uno los perros Proviene esta expresión, que equivale a hostigar o acosar a una persona, de la costumbre antigua de echar perros a los toros de lidia, para hostigar a estos o para fatigarlos y sujetarlos. Era castigo que se imponía a los toros que se negaban a embestir, y solía preceder al desjarretamiento y sacrificio de la res. Æ Lope de Vega habla en La Dorotea de los perros de presa que echaban a los toros. Y madame D”Aulnoy, en su Viaje a España en 1679, los describe así: «Son pequeños y de patas cortas, pero muy resistentes, y tan duros de boca, que cuando se agarran dejaríanse hacer añicos antes de soltarse sin arrancar el bocado en que hicieron presa. Algunos mueren atravesados por las astas del toro, que después de enristrarlos, los arroja a gran altura; pero al fin le sujetan, dando tiempo a que le corten las patas con la media luna». Cuando Alejandro Dumas vino a España en el año 1846, presenció la corrida regia en la que torearon Cúchares y Lucas Blanco. Y cuenta que en esta corrida salió un toro cobarde y resonó en toda la plaza el grito de «¡Perros, perros!». Seis hombres aparecieron en la arena, sujetando a seis dogos terribles. «Algunos de estos fueron corneados y lanzados al aire por el toro. Pero no pudo con los otros, que le cogieron por las orejas y el hocico y acabaron por rendirlo. Entonces salió un chulo; le dio tres estocadas, cayó el toro y fue rematado por el puntillero». Muerto el toro, los perros seguían aferrados a su presa. «Fue necesario —dice Dumas— que los dueños de los perros se llegasen a separarlos del toro al que todavía estaban adheridos». Y añade este dato curioso: «¿Sabe usted, señora, cómo se hace esta operación?; ¿cómo se obliga a los bulldog a abrir las mandíbulas? Nada más sencillo; se les muerde la cola». A propósito de esto, refiere el autor de El conde de Montecristo que un día, en París, hizo lo propio con un perrito bulldog que había acometido al perro lobo de una vieja marquesa y no había medio de que lo soltase. «Me acercaron los perros. Como no conocía al bulldog y no tenía, por tanto, familiaridad con él, le envolví la cola con www.lectulandia.com - Página 181 mi pañuelo, y por encima de él le di un mordisco seco. El efecto fue instantáneo», termina Dumas. (Alejandro Dumas, De París a Cádiz, tomo 1.°, cap. 8.”, Madrid, Espasa Calpe, 1929). Después de escrito y publicado lo que antecede quiero añadir que es posible que la frase echarle a uno los perros sea de origen americano y de los tiempos de la conquista. Porque sabido es que nuestros conquistadores llevaban traíllas de perros salvajes —generalmente alanos— que azuzaban en las batallas contra los indios y que solían encarnizarse en ellos y matarlos en ocasiones. Consta que estos perros fueron utilizados por Vasco Núñez de Balboa y por Pedro de Ursúa. Gonzalo Fernández de Oviedo, en su Historia general y natural de las Indias (tomo 119, Madrid, 1959, p. 211), habla del perro Leoncico, compañero inseparable de Vasco Núñez de Balboa, y dice: «Era aqueste perro de un instinto maravilloso y así conocía al indio bravo y al manso». Cuando se escapaba algún indio y le mandaban a buscarlo, «si el indio estaba quedo, asíale por la muñeca o la mano, e traíale tan ceñidamente, sin le morder ni apretar, como le pudiera traer un hombre; pero si se ponía en defensa, hacíale pedazos. Y era tan temido de los indios que si diez cristianos iban con el perro iban más seguros y hacían más que veinte sin él». Fray Bartolomé de las Casas protestó contra el empleo de estos perros, que en ocasiones fueron utilizados como ejecutores de pena capital contra negros, y logró que el Consejo de Indias dictase una prohibición. Sobre el uso de perros contra los indios puede verse Kirkpatrick, en su obra Los conquistadores españoles, y fray Pedro Simón, en su Tercera noticia historial de la conquista de Tierra Firme en las Indias Occidentales, Madrid, 1961, tomo IV, p. 359. El año de la Nanita Expresión familiar con que se da a entender una época incierta, generalmente muy remota. Suele decirse también el año de la Nana. Æ Según leí, no recuerdo dónde, quizá en el Florilegio de refranes, de Sbarbi, en Andalucía el año de la Nanita es el año 1753, porque hubo una cosecha tan abundante, que el pan valía a naíta (a nadita). No me convence la explicación, porque es difícil que naíta se convierta en nanita, y porque es rebuscado el origen. En el ABC del 18 de septiembre de 1952 y en la sección Miscelánea pintoresca, leí que en el archivo parroquial de San Juan Bautista y Santo Domingo de Silos de la www.lectulandia.com - Página 182 villa de Chillón (pueblo de la provincia de Ciudad Real, situado a cuatro kilómetros de Almadén), aparece inserta en el libro 8.” de bautismos, al folio 253 vuelto, una nota que dice así: «Este año de 1634 es llamado de la Nanita, porque una mozuela de quince a dieciséis años paseó, según parece, toda la España cantando la Nanita en coplas que decían: La Nanita se murió y la llevan a enterrar con espuelas y botines y manto capitular. »Este año fue muy estéril. Valió un pan dos reales y la fanega de trigo ochenta reales. El año siguiente fue muy abundante y fue bajado el precio del trigo hasta 12 reales la fanega. Siguieron los años buenos hasta el 50, que fue igualmente estéril, y mucho más aún el del 53, en que no hubo parvas y se murieron los ganados y las abejas. El año 55, sin embargo, lo colmó todo porque fue abundantísimo, y el 56, llamado de los zorros, fue pujante». Hasta aquí la nota de la agencia Cifra, que parece confirmada por el artículo que Luis Cavanillas Ávila, cronista oficial de Almadén, publicó en el ABC del 18 de agosto de 1955, con el doble título de «La Vaquilla, un festejo taurino-religioso que data del siglo xvb». Chillón, el archivo ejemplar, donde se descubre que «el año de la nanita» fue el 1634. Se concibe que el recuerdo de un año fatal se ligue al de una canción puesta en boga durante él. Pero esa canción de la Nanita que se murió ¿no aludirá a un personaje proverbial anterior? De todas formas, ya sabemos que para los manchegos el año de la Nanita es el de 1634, año célebre por su esterilidad y por el precio escandaloso que alcanzó el pan. En Andalucía tenemos otro caso de canción popular que ha dado nombre a un año de hambre y carestía. Rodríguez Marín, en su libro Ensaladilla (Madrid, 1923), y en el cap. 1.* titulado «Las Peteneras», dice que «muy entrado el último tercio del siglo XIX, hacia el año 1876, comenzaron a cantarse otras coplas, también llamadas peteneras, y así mismo de carácter flamenco. Popularizáronse pronto, y estuvieron en todo su fuerte en 1881; tanto, que por este año, que fue de gran carestía, se dijo: el año e las peteneras nos tenemos que acordar; que anduvo la Pura y Limpia en el canasto del pan. aludiendo con esto de la Pura y Limpia, no a la Santísima Virgen en el misterio de su Concepción Inmaculada, sino a que el canasto, que es la despensa de los pobres, www.lectulandia.com - Página 183 estuvo limpio, es decir, vacío». El año de la polca «Eso es del año de la polca», suele decirse en el lenguaje familiar para indicar que una cosa es vieja, pasada de moda, cursi. J No se sabe cuál es el año de la polca, pero puede saberse a qué época del siglo pasado corresponde. El baile de la polca, como el de la mazurca, se introdujo en España a mediados del siglo xIx, y ambos alternaban con el vals en las fiestas de sociedad. La polca (danza de giro, por parejas, en compás de dos por cuatro) procede de Bohemia, y su nombre checo polka (mitad) significa medio paso o sobre paso. Dicen que fue una niña campesina bohemia la primera que bailó una polca, entre los años 1830 y 1835. La nueva danza fue llevada a Praga hacia 1835, a Viena en 1839 y a París en 1840, por un maestro de danza de Praga. A raíz de su introducción en la capital francesa, Perroto y Robert escribieron: «La polca pertenece a un país que tiene el derecho de reclamarla por suya siempre y en todas partes, a un país lleno de poesía... la vieja Alemania» (para el francés del siglo xIx, Bohemia formaba parte de Alemania). (Datos del libro Historia universal de la danza, por Curt Sachs, Buenos Aires, 1943). Frente a esta opinión de Curt Sachs, la Real Academia Española dice que la polca es «danza originaria de Polonia, usada también en otros pueblos». (La misma palabra polka o polska ¿no significa polaca?). El marqués de Mendigorría, en sus Memorias íntimas (Madrid, 1889, tomo 3.*, p. 138), escribe lo siguiente, aludiendo a los bailes de sociedad que se celebraban en Madrid por los años 1845, 1846 y 1847: «Creo fuera en estos años cuando se introdujo en Madrid la polca, que la juventud acogió con entusiasmo, y cuando en Palacio se intentó restablecer el minuet, bailándolo un día la reina y la infanta con la mayor ceremonia». El barbo de Utebo www.lectulandia.com - Página 184 Sobre esta burla contra los de Utebo, reproduciré la versión que da el brigadier don Romualdo Nogués en El Averiguador Universal, año 4.” (Madrid, 15 de febrero de 1882, p. 35), con la firma de «Un soldado viejo natural de Borja»: «Pescando con caña en el Ebro uno de Utebo, creyó que algún barbo colosal había picado en el anzuelo, cuando, a pesar de ser hombre de bríos, no podía sacarlo. Llamó en su ayuda a los vecinos del pueblo; acudieron todos con cuerdas y ganchos, y tantos esfuerzos hicieron, que arrancaron del fondo del río un enorme madero. El que quiera que le calienten las costillas los de Utebo, puede preguntarles: “¿Y el barbo?”». Existe el dicho popular: «Los de Utebo, que fueron a pescar y pescaron un madero», que a los aludidos les sabe a demonios. Y la copla: Los tontos de Monzalbarba y los agudos de Utebo fueron al Ebro de pesca y pescaron un madero. El decir de uno que es de Utebo equivale en Aragón a llamarle torpe o atontado. Irónicamente les denominan los agudos y los del barbo. El humorista bilbaíno «Desperdicios» (Aureliano López Becerra) escribió en La Gaceta del Norte que en Utebo se formó un orfeón y que, habiendo ido un forastero a entrevistarse con el director de la masa coral, este le dijo que entre las piezas de su repertorio estaba La Traslarga. —¿La Traslarga? —preguntó el forastero, extrañado. —Sí, señor. Y el director tarareó el coro de los repatriados de Gigantes y cabezudos: «Por fin te veo Ebro famoso», y aquello que comienza: «Tras larga ausencia...». El bobo (o el tonto) de Coria Personaje legendario, símbolo de la tontería y mentecatez. Se aplica también a los astutos que, so capa de ignorancia, cometen los mayores desafueros. Æ Covarrubias, en su Tesoro, escribe: «Coria. Ciudad de Extremadura, no muy lejos de Plasencia... Suelen decir el bobo de Coria, y no hallo origen deste modo de hablar; solo me persuado que debía ser discreto encubierto, porque se acomoda a los que debajo de simplicidad y llaneza tratan de su provecho». Correas, en su Vocabulario, cita el refrán «El bobo de Coria, que burló a su madre y a sus hermanas, y preguntaba si era pecado» (burlar es eufemismo que www.lectulandia.com - Página 185 empleó Correas). A este refrán alude Covarrubias. El mismo Correas dice en otro lugar de su obra: «El bobo de Coria. Llaman así a uno por ser tal, o por bellaco». Martínez Villergas, en su periódico El Tío Camorra (paliza 22, año 1848), refiere que en Coria existe un puente en las inmediaciones de un río, es decir, un puente sin río por debajo, y que aplican el nombre de tonto de Coria al arquitecto que lo construyó. Efectivamente, en Coria existe un puente romano, reconstruido en la Edad Media, al que llaman «el puente viejo». Bajo sus arcos corrían antaño las aguas del río Alagón. Pero en el siglo xvu, cuando el terremoto de Lisboa, las aguas cambiaron de curso, y hoy puede verse cómo bajo el puente y su alrededor crecen los árboles frutales, mientras el río, alejado de él, sigue su curso. Esta circunstancia hace que se atribuya al bobo de Coria la construcción de este puente, donde no hace ninguna falta. El bobo de Coria que pintó Velázquez no es el aludido en el viejo refrán. Covarrubias recoge el dicho en 1611, cuando Velázquez, que había nacido en 1599, tenía diez u once años de edad. El bobo de Coria del cuadro velazqueño, que es un enano bizco que servía como bufón en la corte de Felipe IV, fue natural y vecino de Coria, y el duque de Alba lo llevó a la corte, prendado de su discreción y gracejo. Y tanto agradó a Felipe IV que el duque tuvo que cedérselo, y entró a formar parte de la servidumbre de la Real Casa. Dice esto último Fernández Guerra en El Averiguador Universal (2.* época, año 2.°). Los de Coria de Extremadura sostienen que el llamado bobo de Coria, lejos de ser un tonto, era un hombre listo y astuto, procaz y desenfadado. Y que el verdadero bobo de Coria nació en Coria del Río (Sevilla). Luis de Castresana, en su artículo El bobo de Coria (ABC, 24 de septiembre de 1955), nos informa de que Velázquez pintó —entre 1636 y 1657— el retrato de un bufón de la corte, «Juan de Calabazas», a quien representó sentado en el suelo, con una calabaza a cada lado. Más tarde, en un inventario, fechado en 1794, se llamó a este retrato «El bobo de Coria». La frase hizo fortuna y echóse a andar y desandar caminos... Se afirma que el tal era bufón del duque de Alba, lo que parece verosímil, puesto que el duque tenía casa-palacio en Coria, y no hay nada asombroso en que (el bobo) fuese oriundo de dicho pueblo extremeño, pues su fisonomía, tal cual la vemos en el retrato de Velázquez, es típicamente coriana. A propósito de estos tontos bellacos, como el de Coria, que haciéndose los bobos cometen desafueros, buscando siempre su provecho, citaré dos casos de tontos baturros. De uno de ellos nos habla Romualdo Nogués en su obra Cuentos, dichos, anécdotas y modismos aragoneses... que da a la estampa un soldado viejo natural de www.lectulandia.com - Página 186 Borja. Dice así este escritor: «Un tonto de Albeta (lugar a doce leguas de Zaragoza) arrancó en una noche todos los calabazares que había en el pueblo, menos el suyo. —-¿Por qué has hecho eso, melón? —le preguntaron. —:¡Miá que rediós!; pa que mi madre venda más caras sus calabazas». Del otro escribe García Arista en su libro Fruta de Aragón. Envío segundo: Excoscada. Según dicho escritor, «en una vieja ciudad aragonesa había un medio mendigo al que llamaban Santiaguico medio tonto. Un día fue citado al juzgado, y el juez le dijo: —Hay una denuncia contra ti por hurto de una gallina... —;¡Ganicas de enredar, señor juez!... —«¿Por?... ¿Por?... —Porque la gallina se pasó, volando, del corral del vecino al mío. Como la tapia es mucho bajita... —Pero te quedaste con la gallina... —:¡Como soy medio tonto!... —Y, si una gallina de tu corral se hubiera pasado al del vecino, ¿hubieras consentido que él se quedara con ella? —;¡Señor juez!... ¡Entonces sería tonto del todo!...». El campo de Agramante Convertirse una reunión o un lugar en el campo de Agramante significa convertirse en lugar de acaloradas disputas o de fuerte lucha. Æ Según Bastús (La sabiduría de las naciones, serie 1.*, p. 256), alude al campamento del rey de Agramante, jefe de todos los reyes y príncipes mahometanos que concurrieron al sitio de París. Y a las disensiones que se suscitaron en dicho campo, que fueron muchas y muy reñidas, y a las que puso fin la prudencia del rey Sobrino, otro de los que militaban bajo las órdenes de Agramante. Así se lee en el Canto 27 del poema de Ludovico Ariosto Orlando furioso. El célebre historiador Modesto Lafuente, en su Teatro social del siglo XIX (Madrid, 1846, tomo Il, p. 249, nota), dice acerca del origen de esta expresión: «La poética creación del Campo de Agramante, es un episodio que sirve como base al poema Orlando el Furioso, de Ariosto, y se refiere al sitio de París por los sarracenos, en que figuran como jefes Agramante, Sacripante, Rodomonte, el rey Sobrino y otros cuyos tipos se han hecho proverbiales también. »Cuando estos están cerca de apoderarse de la capital, que defendían www.lectulandia.com - Página 187 intrépidamente Carlomagno y sus bravos guerreros, el arcángel San Miguel recibe orden de ir a buscar el Silencio y la Discordia e introducirlos en el Campo de Agramante. En efecto, el arcángel encuentra la Discordia en un convento de frailes, donde se hacía la elección de abad, con cuyo motivo los frailes se estaban arrojando los breviarios a la cabeza; agarra a la Discordia por los cabellos, la saca de allí, la lleva al Campo de Agramante, se empiezan a pelear los jefes sarracenos unos con otros, y gracias a la discordia de los enemigos, Carlomagno y la ciudad se salvan». Cervantes parodió esta discordia en el Quijote (parte 1.*?, cap. 45), cuando en la venta se disputaba sobre si la albarda de un asno era o no rico jaez de caballo. Trata del mismo tema un romance de Lucas Rodríguez, que empieza así: En el real de Agramante que sobre París tenía, fuego ardiente de discordia a más andar se encendía... El capitán Araña Suele decirse: Como el capitán Araña; embarca, embarca, y él se queda en tierra. O también: Se parece al patrón Araña, embarca, embarca, y él se queda en tierra. El capitán Araña, que embarcó a la gente y se quedó en tierra. Æ El origen de estas comparaciones es el siguiente. Cuando a principios del último tercio del siglo xvi se enviaba a las Américas gente de nuestro país, con el fin de combatir a los insurrectos de aquel continente, existía en una de las ciudades de nuestro litoral un capitán de barco, llamado Arana o Aranha (nombre que el vulgo transformó en Araña), del cual se cuenta que, después de reclutar a mucha gente con el citado objeto, él se quedó en tierra y nunca más volvió a emprender viaje allende los mares. A vista del apellido Arana cabría suponer que este célebre capitán era vasco. Pero me inclino a suponer que fuese portugués y que se apellidase Aranha (con h), cuya pronunciación es Araña. José Gella Iturriaga, en su Refranero del mar (tomo 1.*, pp. 81 y 125), incluye los siguientes dichos: Ellos eran tres: Araña, Concha y Cortés. Los tres: Araña, Pinche (o Concha) y Cortés, añadiendo que «se refieren a tres marinos gaditanos que debieron de ser famosos por su afán de trabajar poco, o de morearse, término este usual en Marina, para expresar la habilidad de eludir las faenas a bordo». El Araña de estos dichos de Cádiz debe de tener relación con el patrón que www.lectulandia.com - Página 188 embarcaba gente y se quedaba en tierra. Digo esto porque en el periódico político- satírico Bil Blas (1864-1873), el poeta Manuel del Palacio publicó una parodia de Canción del pirata, de Espronceda (parodia dirigida contra Narváez cuando este era regente de España), que empieza así: Con cien cañones por banda viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela, un steamer irlandés. Bajel pirata que llaman por su bravura el regente, y que ha embarcado más gente que Araña, Concha y Cortés. El corral de la Pacheca Esto parece el corral de la Pacheca, suele decirse para indicar un lugar donde reina el barullo y la confusión. Æ El dicho alude a uno de los primitivos teatros de Madrid. Don Casiano Pellicer, en su Tratado histórico sobre el origen y progresos de la comedia y del histrionismo en España (Madrid, 1804), al referirse a los corrales que fueron cuna de nuestra gloriosa escena, dice que en el año 1568 se representaron ya comedias en un corral de la calle del Príncipe, perteneciente a un tal Burguillos, y que por aquel mismo tiempo se aderezó para los mismos fines otro corral de la misma calle, perteneciente a Isabel Pacheco, llamada La Pacheca, y un tercero situado en la calle del Sol. El corral de la Pacheca y los demás de aquel tiempo eran unos corrales o patios amplios que se abrían en el interior de las casas de vecindad y en los que había solamente un tablado para representar, gradas para los hombres, corredor para las mujeres, y unos bancos portátiles. Estos corrales significaban, a pesar de todo, un gran avance sobre el tinglado de la antigua farsa, que, como dice Cervantes en el prólogo de sus Comedias, se encerraba todo en un costal y consistía «en cuatro pellicos blancos, guarnecidos de guadamecí dorado, y en cuatro barbas y cabelleras, y cuatro cayados, poco más o menos. Componían el teatro —añade— cuatro bancos en cuadro y cuatro o seis tablas encima, con que se levantaba del suelo cuatro palmos». Según leí en las memorias del escritor sevillano Luis Montoto tituladas En aquel tiempo..., el célebre Teatro del Príncipe se edificó sobre el antiguo corral de la Pacheca. www.lectulandia.com - Página 189 El cuento de la buena pipa Se dice de todo relato o explicación pesados, o que llevan aparejado engaño. Æ Según leí en la obra de Rodríguez Marín Cuentos populares españoles, esta expresión tiene su origen en el cuentecillo con el que se burla la extremada curiosidad de los niños. Se entabla así el diálogo entre la madre y el niño: —-¿Quieres que te cuente el cuento de la buena pipa? —SÍ. —Yo no digo que digas sí, sino que si quieres que te cuente el cuento de la buena pipa. —No. — Yo no te digo que digas no, sino si quieres..., etc. Es una lata parecida a la del cuento de los pavos, donde se habla de un pavero que conducía su manada por un puente, y comienza a repetir la madre: Y pasar pavos, y pasar pavos... y así interminablemente, so pretexto de que los pavos eran muchos. El cuento de la buena pipa equivale, como puede verse, al cuento de nunca acabar. De esta especie es el de la pastora Torralba que cuenta Sancho en el Quijote. De nunca acabar es también el cuento de «Un rey tenía tres hijas; las metió en tres botijas; y las tapó con pez. ¿Quieres que te lo cuente otra vez?». O el cuentecillo cubano de «Este era un gallo-pelado, que tiene los pies de trapo, y la cabeza al revés. ¿Quieres que te lo cuente otra vez? No. Yo no digo que digas no, sino que si quieres que te cuente el cuento del gallo-pelado...». El cuento del portugués Eso es como el cuento del portugués: «Si me sacas del pozo, te perdono la vida». Suele citarse el dicho cuento como ejemplo de baladronada, de amenaza vana o tardía. Æ Dicen que un portugués matón y jactancioso riñó con un español, el cual, después de darle una paliza soberana, le arrojó a lo profundo de un pozo. El matón le gritaba: «¡Si me sacas del pozo, te perdono la vida!». www.lectulandia.com - Página 190 Del cuento del portugués habla Bartolomé José Gallardo en su obra Cartas al editor del «Eco del Comercio», donde dice (carta IT): «Este contraste ridículo de la humillación lastimosa y el orgullo petulante nos hace acordar de un cuento que pica en historia. Caminando un fidalgo portugués... se metió hasta las trencas en un tremedal, donde la noche, el frío y el lodo hubieran dado fin de él a no acudir compasivo un pastor a sacarle del pantano. Pero, temiendo empantanarse también, detúvose al llegar, examinando por qué parte entraría más seguro a la tembladera. El portugués, entre tanto, todo orgullo y miseria, imaginándose que el pastor se detenía por cosa de miedo o tal que le tuviese: “¡Oya lá, coitadiño!” (le dijo): “Veña pra cá, e naon teña medo; que naon o farei mal”». (Don Bartolomé José Gallardo (1776-1852), Estudio bibliográfico, por A. Rodríguez Moñino, Madrid, 1955, p. 174). El de marras Según el Diccionario, la locución de marras «indica tiempo pasado u ocasión remota y consabida». Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, dice que marras «significa tiempo pasado, y varias frases, como: donde marras, lo de marras, cuando marras, y así otros». Covarrubias, en su Tesoro (1611), escribe que «es vocablo de aldea, que significa el tiempo de atrás, y particularmente del año que precedió». Gonzalo de Berceo la usó en la copla 206 de la Vida de San Millán, y el padre Sarmiento, que muestra en la interpretación de esta palabra sus profundos conocimientos en la lengua arábiga, afirma que deriva del adverbio árabe marrat, que significa «en tiempos pasados». Marras viene a ser como el ohm (en otro tiempo) de los latinos. Seijas Patiño, en su Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo, dice que La de marras significa «el tiempo que ya pasó o en que sucedió alguna cosa». Es nombre arábigo que viene de marrah: «lo que pasó», según escribe Marina en su Catálogo de voces arábigas. El diablo está en Cantillana Expresión que se usa cuando sale mal alguna cosa o se nota desbarajuste y desorden www.lectulandia.com - Página 191 en algo. Æ Clemencín, en su nota 14 al capítulo 49 de la 2.* parte del Quijote, dice nació «de la calificación de diablo que se hubo de dar a alguna persona que residió o estuvo en Cantillana (Sevilla), y se dice de los pueblos donde hay disturbios y enredos». Gonzalo Fernández de Oviedo, en sus Quincuagenas de la Nobleza (parte 2.*, est.* 9.°, fol. 22), cree que esta expresión se dijo por un capitán de la parcialidad del almirante de Castilla Jofre Tenorio, que durante las turbulencias de la minoría de Alfonso XI recorría las cercanías de Sevilla, haciendo muchos males y desafueros; y porque ejercía especialmente sus depredaciones en Cantillana, donde había una barca sobre el Guadalquivir, los arrieros y caminantes se alejaban de aquel camino, y acostumbraban a decir: Vámonos por otra parte, que está el diablo en Cantillana. También pudo aplicarse este dicho «al maestro don Juan Pacheco, quien acompañaba al rey don Enrique IV en su viaje a Sevilla en 1469, y siendo sumamente aborrecido en la ciudad, no se atrevió a entrar en ella y se quedó en Cantillana, adonde el rey iba cuando quería hablar con él alguna cosa». (Clemencín, nota citada). En la Lista de los conquistadores de Nueva España, escrita en 1632 por Bartolomé de Góngora, tratando de Narváez, se lee: «Hernando Cantillana, por quien se dijo el refrán del diablo está en Cantillana». Una comedia de Luis Vélez de Guevara se titula El diablo está en Cantillana. Correas, en su Vocabulario de refranes, cita el dicho de El diablo está en Cantillana, urdiendo la tela y tramando la lana, añadiendo el siguiente comentario: «El rey don Pedro (el Cruel) dice que pretendió allí el amor de una doncella principal desposada (prometida en matrimonio), y el esposo venía a verla de noche, hecho fantasma por miedo del rey; vino a espantarse la gente, y hacer este refrán». El mismo Correas consigna la expresión: El diablo anda en Cantillana y el obispo en Brenes, y la comenta así: «Dicen algunos viejos de Sevilla que hubo un obispo de anillo que tenía hacienda en Brenes; y estando él allí, unos sobrinos suyos hicieron en Cantillana algunos desafueros y ruidos de noche, formando estantiguas, y espantando la gente para fines de sus amores». Entre tantas opiniones, elija el lector la que más le guste. El disimulo de Antequera Es dicho proverbial, muy usado en Andalucía, y cuya expresión completa es: El disimulo de Antequera, la cabeza tapada y el culo fuera. Æ Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, lo cita así, y dice que «alude a los que se preocupan más de lo corriente que de lo que realmente importa ocultar». Pero www.lectulandia.com - Página 192 no explica su origen. Vi explicado este en el libro de Walter Starkie Don Gitano (Barcelona, 1944, p. 184), donde, tras la cita de la expresión, se lee lo siguiente: «Según un amigo mío andaluz, la frase proviene de una feria que hubo en Antequera. Un cierto caballero de aquella ciudad fue cogido en circunstancias comprometedoras respecto a la posición de sus pantalones. Levantó su capa, enrollándola alrededor de la cabeza, de manera que no pudieran reconocerle, y dijo ingeniosamente: “Así ninguno del pueblo me reconocerá, con la cara tapada y el cu... al aire”». Y comenta Starkie: «Hay muchos caminos para alcanzar la inmortalidad, y yo creo que el que siguió el caballero de Antequera es tan bueno como cualquier otro». Según he comprobado posteriormente, la versión de Starkie proviene de la que Juan Valera facilitó al poeta sevillano Narciso Campillo, en una carta, que copia Montoto en su obra Personajes, personas y personillas (tomo 1.°, pp. 210-211), y que dice así: «No responderé yo de la verdad histórica de lo que voy a referirle; pero recuerdo vagamente haber oído explicar de esta suerte el origen de la frase: en un día de feria, en que calles y plazas estaban llenas de gentes, un caballero principal antequerano tuvo el más apremiante y terrible apretón que puede imaginarse. No daba tiempo para refugiarse en sitio oculto, ni para nada. Era menester descargar a escape. El caballero tomó entonces una resolución tan súbita como acertada; volvió la cara hacia la pared, se echó la capa por la cabeza, echó las posaderas al aire y largó la descarga en un periquete, sin que nadie llegase a conocerlo por lo que tuvo descubierto un instante. Desahogado ya, se alzó y ajustó los calzones, se bajó la capa y siguió, tranquila y gravemente, su camino. Así nació la frase: “El disimulo de Antequera: / la cabeza tapada y el c... fuera”». A más de lo expuesto —añade el autor de Pepita Jiménez—, he oído una copla que dice: Por la calle abajito va mi comadre, la cabeza tapada, y elc... al aire. El fin justifica los medios [Axioma moral que se atribuye, sin razón, a los jesuitas, y que hace referencia a que cualquier medio es válido si el fin también lo es]. León Medina, en su trabajo «Frases literarias afortunadas» (Revue Hispanique, www.lectulandia.com - Página 193 tomo XX, París, 1909), escribe acerca de él lo siguiente: «Pocos espíritus fuertes de la centuria que finalizó y de la anterior, habrá que al oír la máxima El fin justifica los medios no hayan tenido por evidente que sirve de piedra angular a la moral de la Compañía de Jesús, y aun sostendrán que con estas mismas palabras se encuentra impresa en sus Constituciones. »Pascal, calumniador de genio, que nos ha legado una mentira inmortal, según frase de su compatriota Chateaubriand, fue sin duda quien acreditó esta calumniosa invención al atribuir, en la séptima de sus Cartas provinciales, a los jesuitas la siguiente doctrina: “Ciertamente que procuramos apartar a los hombres de todo lo prohibido; pero cuando nos es imposible impedir la ejecución de algún acto, purificamos al menos la intención, y templamos de este modo lo vicioso del medio con la pureza del fin”». León Medina añade: «Difícil es averiguar quién escribió en la forma citada esta frase tristemente célebre, pero la doctrina que contiene se halla en este pasaje de El príncipe, de Maquiavelo, cap. XVIII: “En las acciones de los hombres y particularmente en las de los príncipes, que no tienen quien los juzgue, debe mirarse al fin. Preocúpese, pues, el príncipe de mantener y salvar la existencia del Estado, y los medios de que se valiere serán siempre considerados honrosos y por todos aplaudidos”». Pero mucho antes que Maquiavelo, ya debían los príncipes conocer tales máximas, pues análoga doctrina puso Eurípides en boca de Eteocles en su tragedia Las fenicias (v. 524-525), para justificar su usurpación. Esta impía y criminal máxima, según la calificó Cicerón, se cita generalmente en latín, siguiendo la traducción que nos dejó el gran orador romano (De off. III, 21) con apariencias de verso: Nam, si violandum est jus, regnandi gratia Violandum est: aliis rebus pietatem colas. Principio que transformó la República romana de este modo, según se lee en el Tratado de las leyes del mismo Cicerón (III, 3.9): Salus populi, suprema lex esto. El gallo de Morón www.lectulandia.com - Página 194 Como el gallo de Morón: sin plumas y cacareando. Se aplica a los que conservan algún orgullo, aunque en la pendencia o negocio en que se metieron queden vencidos. Æ Santiago Montoto publicó, en la revista Blanco y Negro del 10 de octubre de 1926, lo siguiente acerca de este célebre gallo: No se sabe si el Gallo de Morón nació de un episodio histórico de la administración de la villa o fue quizá invención de la musa popular. Don Fernando Morillas, escritor del siglo XVIII, da tres versiones del origen del dicho: una se basa en cierta riña de gallos; otra se aplica en un corregidor que se prevalía de su cargo para no pagar los tributos; y la tercera se refiere a un recaudador. Parece ser que a mediados del siglo xvm, el Concejo de Morón se negaba a pagar los tributos. La Chancillería de Granada viose obligada a enviar a uno de sus dependientes, hombre de gran energía. Convocó este en Morón a los regidores. Quiso hablar un regidor en defensa de la villa. El de la Chancillería le cortó el habla diciendo: En este corral no canta más gallo que yo. Pero los de la villa aguardaron a que llegara la noche. Y en el camino de Ranillas desnudaron al granadino, lo azotaron, y dicen que de este hecho nació la copla: No te vayas a quedar como el gallo de Morón, cacareando y sin plumas a la mejor ocasión. Hay otra copla popular que dice: Anda que te vas queando como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando. Los de Morón levantaron un monumento al célebre gallo al pie del castillo. Solo la expropiación del terreno donde se alza la estatua y el allanamiento del mismo les costó veinte mil duros. Así dice Vergara y Martín en su Diccionario geográfico- popular (Madrid, 1923). Francisco Rodríguez Ballori, en un artículo publicado (marzo de 1954) en el periódico ABC, y titulado «Escenas pintorescas. El gallo de Morón», escribe a propósito de este: «La leyenda del Gallo de Morón tiene, al parecer, más de cuatrocientos años de existencia. Avanzado el siglo xvi, las cuestiones del orden público no marchaban a derechas en el famoso pueblo sevillano, pues las luchas y rivalidades entre los señores principales alteraban constantemente la pacífica existencia de aquellos vecinos. Las disputas de los bandos políticos ante el nombramiento de nuevas autoridades locales adquirían caracteres de motín, con repercusión en las villas www.lectulandia.com - Página 195 limítrofes y en la capital de la provincia, donde se consideraba a Morón como uno de los pueblos más rebeldes y difíciles de gobernar. “La Chancillería, Sevilla y Granada y aun la misma Corte de Madrid —recuerda una antigua crónica— estaban asombradas de los asuntos de Morón... Había receptores de continuo y jueces que despojaban a unos de sus haciendas y a otros los llevaban presos; hubo varios entredichos y excomuniones y hasta Cesación a Divino”. »Se apelaba a todos los medios en la elección de cargos con tal de triunfar sobre el bando contrario; en vano la Chancillería de Granada designaba jueces imparciales, pues el orgullo de Morón no admitía este ajeno arbitraje, aunque viniese respaldado por tan alto Tribunal de apelación. Las divergencias y rencores se introducían incluso en el seno de las familias, produciendo hondas disensiones en el hogar... Este “apacible” ambiente ofrecía Morón de la Frontera cuando ocurrió el famoso episodio que la extraña silueta de un gallo implume inmortaliza hoy en una de las plazas del pueblo. »Sin apartarnos de la leyenda ni desdeñar la versión erudita de Bohórquez Villalón, conocida a través de uno de sus últimos copistas, el presbítero don Joaquín Angulo y Carmona, trataremos de rememorar el célebre suceso. »... En la época en que se hallaban las cuestiones del mando del pueblo en su mayor grado de efervescencia entre los señores —dice una narración que figura al final de la crónica de Bohórquez— solía la Chancillería de Granada mandar algunos receptores para que estudiasen estos negocios. Y habiendo venido en cierta ocasión uno de estos hombres, de pocas luces y carácter poco tratable, produciéndose groseramente con los señores, les solía decir, entre otras cosas, “que donde él estuviese no había de haber más gallo que él”, y por lo cual le puso la gente el Gallo de Morón. Y habiéndose incomodado todos de semejante pedantería, los señores determinaron reunirse, y tomando la venganza por su mano, le sacaron una noche sigilosamente con engaño al camino de “Canillas” y le desnudaron de todas sus ropas, dejándole solo la camisa; y dándole una buena felpa con varas de acebuche, le intimaron su marcha inmediatamente, en la inteligencia de que si volvía a presentarse lo pasaría mucho peor, pues no lo contaría más. »Esta es, al parecer la versión más verosímil de cuantas existen sobre el famoso episodio de Morón, narrada con ingenua sencillez por un amigo cronista de la ciudad, cuya sintaxis y expresivo realismo hemos querido respetar íntegramente». A esto añadiré que las expresiones Quedar sin pluma (sin nada) y Dejar a uno sin pluma (sacarle todo su caudal), alusivas al gallo, son muy antiguas en nuestra lengua. En La Celestina se lee: «Si tal fuese agora su hijo, a mi cargo (correría) que tu amo quedase sin pluma y nosotros sin queja». El hábito no hace al fraile www.lectulandia.com - Página 196 El escritor francés Carlos Rozán, en su libro Locuciones, proverbios, dichos y frases indispensables en la buena conversación, sostiene que este proverbio, que nos recomienda que no juzguemos a los hombres por su apariencia, no es, en definitiva, sino una imitación del proverbio de los antiguos El traje de lino no hace el sacerdote de Isis, y procede de la cuestión, que se ventiló en otro tiempo, acerca de si el noviciado y el hábito bastaban para hacer a uno capaz de un beneficio regular. Æ Según Godefroy —citado por Rozán—, «hay beneficios seculares y regulares. Llamo regulares a los que están destinados a los frailes y religiosos profesos, porque es una máxima general a todos los beneficios que regularia regularibus, secularia secularibus sunt conferenda; y, por tanto, los regulares no pueden conferirse sino a los religiosos del mismo orden. De la regla predicha se ha tomado ocasión de dudar si para obtener los dichos beneficios basta el noviciado y el hábito, o si hay que ser profeso. Pero al fin se ha decidido que el hábito no hace al fraile, y, por tanto, que es preciso haber profesado para poseer los dichos beneficios» (los regulares). El hábito no hace al monje Refrán con el mismo sentido que El hábito no hace al fraile. J Creen algunos que este refrán se formó en una época en que los monjes tenían a gala llevar con la cogulla el yelmo y las espuelas doradas, tomando más bien el aspecto de caballeros que el de eclesiásticos, de lo cual se condolían San Norberto y San Bernardo. Otros opinan que fue introducido el refrán por los jurisconsultos canónicos, que decidieron que la profesión religiosa era necesaria para poseer un beneficio regular, y que no era bastante para ello el noviciado y la toma de hábito. En las Decretales, de Gregorio IX, año 1227, se lee esto mismo: Cum monachum non faciat habitus, sed professio regularis. (Bastús: La sabiduría de las naciones, 1.* serie, p. 216). El hambre es mala consejera www.lectulandia.com - Página 197 El que tiene hambre, impulsado por ella, puede robar. Y puede, en ocasiones, matar. Æ Séneca, en una de sus Epístolas (en la XXI), dijo que «el vientre no oye preceptos, pide, grita». Pero la frase que comentamos —Mala suadet faines— es de Virgilio y aparece en la Eneida, IV, 276. El herrero de Arganda Según el Diccionario de la Academia (14.* edición), «se aplica al que hace las cosas que le conviene y necesita, sin valerse de auxilio ni favor ajeno». Æ El herrero de Arganda, que él se lo fuella, y él se lo macha, y él se lo lleva a vender a la plaza. «Dícese del que trabaja a sus solas, y sin tomar ayuda, y se vale de su industria». Así explica el refrán Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana. Y según Terreros, en su Diccionario castellano, es «refrán que denota a un hombre, o como insociable, o como enemigo de cansar a otros». Correas cita el dicho en esta forma: El herrero de Arganda, él se lo suella, y él se lo macha, y él se lo saca a vender a la plaza. Y comenta: «Suella es soplar con el fuelle; y también se dice suena, de sonar, por lo mismo». Y a continuación consigna este otro: El herrero de Arganda, que a puras martilladas olvidó el oficio. El decir del herrero de Arganda «que se le olvidó el oficio», solo lo he visto en Correas. Porque esto del olvido se atribuye generalmente a otros herreros: al de Fuentes, al de Mazariegos, al de Quintanapalla, al de Yanguas, etcétera. El refrán del herrero de Arganda que se lo hacía él todo tomaría origen de la conducta observada por algún herrero de dicho pueblo de la provincia de Madrid. El hombre es un lobo para el hombre Traducción de la expresión latina Homo homini lupus. También suele decirse: El hombre es un lobo para los demás hombres. Æ Aunque quien popularizó este adagio fue el filósofo inglés Tomás Hobbes (1588-1679), en su tratado De homine, se trata de una expresión muy antigua. Dos siglos antes de Cristo, Plauto, en su comedia Asinaria, la recoge en la forma siguiente: Lupus est homo homini, non homo, pero en los tiempos de Plauto era ya una frase popular. www.lectulandia.com - Página 198 El hombre propone, pero Dios dispone Homo proponit, sed Deus disponit. Así se lee en la Imitación de Cristo, de Kempis (libro 1.*, cap. 19, vers. 9.%), aunque tal vez sea una nueva versión de la sentencia de Publio Siro: Homo semper aliud, fortuna aliud, cogitat («Siempre el hombre piensa una cosa, y la fortuna otra»). XJ Parecida a la frase que comentamos es la de L'homme s”agite, Dieu le mène («El hombre se mueve, Dios le guía»), que con frecuencia ha sido atribuida a Bossuet, pero que pertenece a Fenelón. En las Sagradas Escrituras (Proverbios, cap. 16, vers. 9.°) se lee: «El hombre elige su camino y Dios conduce sus pasos». (Vicente Vega: Diccionario de frases célebres, p. 168). El Huerto del Francés Eso es el Huerto del Francés, suele decirse de los lugares donde roban a la gente o donde se cometen crímenes para robar. Æ Alude a los asesinatos que en el pueblo de Peñaflor (Córdoba) cometieron Juan Aldije (a) el Francés, natural de Agen (Gascuña), y José Muñoz Lopera, natural de Peñaflor, crímenes que fueron descubiertos en el año 1904 y que dieron lugar a un ruidoso proceso que conmovió a toda España. El Huerto del Francés era una casa vivienda, con cuadras, conejeras, dos corralillos y un huerto de dos fanegas de tierra, situada en las afueras de Peñaflor, a la parte opuesta de la estación del ferrocarril. Entre los años 1898 y 1904, el Francés y su compañero dieron muerte en dicha finca a seis individuos, cuyos cadáveres enterraron en el huerto. Muñoz Lopera, tahúr profesional, ducho en todas las trampas y artimañas de los fulleros, fue eligiendo a sus víctimas en las timbas de diversas ferias y capitales. Intimaba con ellos y les proponía el negocio de desplumar, a medias y utilizando trampas, a un francés riquísimo que tenía una finca en Peñaflor. (El francés a quien iban a desplumar era su socio Aldije). Los así engañados llegaban de noche a Peñaflor, en cuya estación les esperaban Muñoz Lopera y el Francés. Una vez en la finca de este y al atravesar un pasillo www.lectulandia.com - Página 199 oscuro y muy estrecho, el Francés daba muerte a su huésped, golpeándole en la cabeza con una barra de hierro, hecho lo cual le despojaban del dinero y alhajas, quemaban sus ropas y enterraban su cadáver en el huerto. Las cantidades que de esta forma consiguieron robar no llegaron a seis mil duros. A una de las víctimas solo pudieron robarle cincuenta duros, pero al ser exhumado su cadáver se encontró que llevaba escondida en una de sus botas una importante cantidad de billetes. El Francés y su compañero fueron agarrotados en la cárcel sevillana del Pópulo el día 31 de octubre de 1906. Extracto esta noticia del artículo de Francisco Serrano Anguita, titulado «El entrés y la rueda. Los crímenes del Huerto del Francés», publicado en La Novela del Sábado, n.° 10, Madrid, 23 de marzo de 1940. El huevo de Colón Se aplica a todo aquello que parece imposible o dificultoso hasta que alguien demuestra que no lo es. Æ Cuando Colón soñaba con descubrir un nuevo mundo, o mejor dicho, un camino nuevo para las Indias, todos los sabios le tacharon de loco y visionario. Pero después del descubrimiento no faltó quien dijese que aquello no tenía nada de particular, que era lógico. Así ocurrió, según cuentan, en una reunión de cortesanos, los cuales le dijeron a Colón que su hazaña no tenía tanta dificultad. Colón, para burlarse de ellos, les invitó a que pusiesen derecho un huevo cocido. Todos dijeron que aquello era imposible, y él, entonces, dando al huevo un pequeño golpe contra la mesa, lo colocó de pie por efecto de la abolladura del cascarón. Le dijeron entonces que aquello era muy fácil. Pero ¡a nadie se le había ocurrido hacerlo! Esta anécdota de Colón, que muchos creen apócrifa, se contaba de Brunelleschi, el célebre arquitecto florentino, anterior en muchos años al inmortal genovés. Y se atribuye, asimismo, al famoso Juanelo Turriano, el constructor del complicado artificio para subir a lo más alto de Toledo las aguas del Tajo. Calderón y otros poetas del siglo xvn formulan esta atribución. Calderón, en La Dama Duende, dice, por boca de Doña Ángeles: ¿El cuento, mi amiga, sabes de aquel huevo de Juanelo que los ingenios más grandes trabajaron en hacer que en un bufete de jaspe se tuviera en pie, y Juanelo www.lectulandia.com - Página 200 con solo llegar y darle un golpecito lo tuvo? Las grandes dificultades hasta saberse lo son; que sabido, todo es fácil. El infierno está lleno de buenas intenciones [Con referencia a la inutilidad de las buenas intenciones si no son seguidas de buenas acciones]. Æ San Francisco de Sales (Cartas, cap. 74), atribuye la frase «El infierno está lleno de buenas voluntades o deseos» a San Bernardo de Claraval, nacido en Fontaine, en la Borgoña (Francia), en el año 1091, y que representa una gran figura en la historia de la Edad Media. Boxwell, en su obra sobre Samuel Johnson (cap. 9.”), cita esta frase como dicha por su biografiado en los últimos años de su existencia. Por otra parte, Walter Scott, en su novela The Bride of Lammermoor (tomo 1.*, cap. 7.%), se la adjudica a un teólogo inglés que no menciona, pero que podría ser Jorge Herbert, pues este, en su Jacula prudentum (1651, p. 11), se expresa en términos muy parecidos a la frase destacada: Hell is full od good meanings and wishings. Todo hace sospechar que se trata de una expresión muy antigua y de origen impreciso. (Vicente Vega: Diccionario de frases célebres, p. 347). También se dice: El infierno está empedrado de buenas intenciones y El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones, refrán este último que tiene más sentido y más lógica que el anterior. ¿El maestro Ciruela o el maestro de Siruela? Como el maestro Ciruela, que no sabía leer y puso escuela, dice una comparación proverbial, censurando al que habla magistralmente de cosa que no entiende. www.lectulandia.com - Página 201 También se dice: El maestro Ciruela, que no sabía para sí y puso escuela. J Parece que se trata de un dicho corrompido. Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, lo cita así: «Como el maestro de Siruela, que no sabe leer y pone escuela. El vulgo dice el Maestro Ciruela, fundado quizá en el sonsonete, pues a mi juicio no hay semejanza alguna entre la enseñanza y los ciruelos. Lo que no tendría nada de particular es que hubiera existido en aquel pueblo de la provincia de Badajoz algún dómine de aquellos antiguos (o moderno, relativamente) que por su ciencia hubiese originado el refrán que nos ocupa». Montoto, en su obra Personajes, personas y personillas, nombra al maestro Ciruela, pero sin añadir nada acerca de él. Antonio Rodríguez Moñino, en su libro Dictados tópicos de Extremadura (Badajoz, 1931, p. 100), cita el dicho: El maestro de Siruela, que no sabía leer y puso escuela, y añade: «Dícese de los maestros que carecen de conocimientos para enseñar. Otros cambian: El maestro Ciruela, que no sabía leer y ponía escuela. Hay variantes: El maestro de Algodor, que no sabía leer y daba lección; el maestro del Campillo, que no sabía leer y tomaba niños, etc.». El mentir de las estrellas Frase que se dice cuando se oye a otro ponderar excesivamente o mentir. A veces se completa, citando la redondilla: El mentir de las estrellas es muy seguro mentir, porque ninguno ha de ir a preguntárselo a ellas. Æ Los versos que acompañan al dicho, suelen citarse sin nombre de autor, hasta el punto de haber sido considerados por más de un literato como copla popular. Cadalso, en la sexta lección de sus Eruditos a la violeta, los atribuyó a Quevedo, y lo mismo hizo Cánovas del Castillo en La campana de Huesca (cap. 1). Quien demostró que estos versos ni eran populares ni de Quevedo fue Adolfo de Castro en el tomo 2.* de su obra Poetas líricos de los siglos Xv1 y xvn, de la Biblioteca de Rivadeneyra, donde afirma que la citada redondilla (alterada en sus tres primeros versos por Cadalso) procede de la comedia de Agustín de Salazar y Torres El encanto es la hermosura y el hechizo sin hechizo, más conocida con el nombre de La segunda Celestina, obra de la segunda mitad del siglo xvu: www.lectulandia.com - Página 202 La protagonista de esta comedia dice en un monólogo del acto primero: Mas yo inventé una quimera, que es la que más me ha valido, y es que yo mismo he fingido que soy tan grande hechicera, que sé al punto dónde estriba la fortuna, y que comprendo la astrología, mintiendo aun de las tejas arriba. Es esto de las estrellas el más seguro mentir, pues ninguno puede ir a preguntárselo a ellas. Lo del mentir de las estrellas constituye una burla de los horóscopos de la Astrología judiciaria y del supuesto influjo de los astros en el destino y suerte de los hombres. El movimiento se demuestra andando Para demostrar la verdad de una cosa, lo mejor es hacerla prácticamente, no concretándose a decirla. Æ Esta expresión proviene de la obra de Diógenes Laercio Vidas de los filósofos ilustres. Cuenta dicho autor, al referir la vida de Diógenes Cínico, natural de Sínope (párrafo 13), que como pretendiera cierto filósofo probarle con silogismos que el movimiento no existía, Diógenes se levantó y se puso a pasear, de donde ha venido la frase: «El movimiento se demuestra andando». El muerto, al hoyo, y el vivo, al bollo Refrán que denota el pronto consuelo que por lo regular tienen los hombres en la pérdida de sus parientes y amigos. Es parecido al de El muerto, a la huesa, y el vivo, a la mesa. Æ Antiguamente se decía: El muerto a la fosada y el vivo a la hogaza. Aparece así en el Refranero, de Hernán Núñez, el Comendador griego, obra de 1555. www.lectulandia.com - Página 203 Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana y en la palabra hogaza, escribe: «El muerto a la cava y el vivo a la hogaza; por más sentimiento que los vivos tengan de los muertos, en dejándolos en la sepultura, se vienen a comer a casa». Cervantes, en el capítulo 19 de la 1.* parte del Quijote, alteró el refrán, diciendo por boca de Sancho: —Váyase el muerto a la sepultura y el vivo a la hogaza. (Recuérdese a este propósito lo que ya advertí en otro lugar: que Cervantes hace que Sancho Panza trabuque los refranes). El número de tontos es infinito [Dicho procedente de la sentencia del Eclesiastés (1, 15): Stultorum infinitus est numerus]. Æ Nuestro proverbio Tonto que calla pasa por sabio se lee en las Parábolas de Salomón (cap. 17, vers. 28): Stultus si tacuerit, sapiens reputabitur; et si compresserit labia sua inteligens. «El ignorante, si calla, será reputado de sabio, y pasará por entendido si cierra sus labios». El ya citado libro Eclesiastés (cap. 22, vers. 17) dice: «¿Qué otra cosa se nombrará que sea más pesado que el plomo, a no ser el tonto?». Luis Rufo, en su obra Las quinientas apotegmas, escrita en 1640-1646, escribe así en la número 152: «Aunque, como dicen, es infinito el número de los necios, casi todos se reducen a tres géneros: los unos son verdaderamente leños, porque discurren poco y hablan menos; no son molestos, entremetidos ni perjudiciales. El segundo linaje es el de los majaderos, gente que hace ruido, desenvuelta y bulliciosa. Los otros son badajos: gobiernan, reprenden y pronostican; necios de metal resonante que escriben y dan consejo, todo sin más razón que la confianza que les nace del no saber hoy más que ayer, infiriendo neciamente de aquí que han llegado al cabo de lo que hay que saber». (El Averiguador Universal, n.° 66, Madrid, 30 de septiembre de 1881, p. 283). Baltasar Gracián, en su Oráculo manual, afirma que «Son tontos todos los que lo parecen, y la mitad de los que no lo parecen». Y explica: «Alzóse con el mundo la necedad, y si hay algo de sabiduría, es estulticia (comparada) con la del cielo; pero el mayor necio es el que no se lo piensa y a todos los otros define. Para ser sabio no basta parecerlo, y menos parecérselo: aquél sabe que piensa que no sabe; y aquél no ve, que no ve que los otros ven; con estar todo el mundo lleno de necios, ninguno hay que lo piense, ni aun lo recele». www.lectulandia.com - Página 204 El obispo de Calahorra que hace los asnos de corona Alude a que en el obispado de Calahorra ordenaban antiguamente a muchos ignorantes. Æ El dicho primitivo era: En Calahorra, al asno hacen de corona. Así figura en el Refranero español de Hernán Núñez, publicado en 1555, y en el Vocabulario de refranes de Correas (obra del primer tercio del siglo xvn). Correas explica que se dijo esta frase «por los ignorantes que ordenan». En este mismo libro se incluye el dicho: Obispo de Calahorra, que hace los asnos de corona, que es el que prevaleció y el que todavía se repite. Comentando esta última frase, el padre Feijoo, en su Teatro crítico universal, dice que «significa que los naturales de la diócesis de Calahorra son muy rudos». Combatió esta opinión Fermín Caballero, en su libro Nomenclatura geográfica de España (Madrid, 1834), haciendo ver que en la diócesis de Calahorra y La Calzada se ordena como en todas partes, según la mayor o menor rigidez del Tribunal Eclesiástico, y alegando los clérigos de mérito e ilustrados que ha habido en la indicada diócesis, pero sin negar que hubiera habido épocas de condescendencia, en las cuales se hubiesen conferido órdenes sagradas a individuos de escasa cultura. Fermín Caballero añade: «Yo presumo hallar la verdadera causa y fundamento de este proverbio en la particularidad de no ser patronados los beneficios de aquella diócesis, pues ni los provee el prelado, ni el Papa, ni Su Majestad, sino los mismos cabildos, como trae Llorente en sus Discursos histórico-canónicos, impresos en 1789; y en verdad que donde todos los beneficios son patrimoniales, debe haber muchos clérigos de misa y olla». Vergara Martín, en su Diccionario geográfico-popular (Madrid, 1923), después de citar las dos frases que comentamos, añade: «Tal vez se inventaron estos refranes para indicar que en algún tiempo hubo allí un obispo muy condescendiente, o para dar a entender que había en Calahorra muchos clérigos de misa y olla». Finalmente, Sbarbi, en su Gran diccionario, explica la frase Obispo de Calahorra, que hace los asnos de corona, diciendo que «siendo muchos de los beneficios de aquella diócesis patrimoniales, se conferían a los pilongos o naturales del país, que por este motivo solían estudiar muy poco». A esto debo añadir que pilongos no significa «naturales del país», sino «bautizados en la misma pila». Tal es la significación que tiene la palabra pilongo en La Rioja, Navarra y Aragón, donde suele también hablarse de hermanos pilongos, www.lectulandia.com - Página 205 aludiendo a los bautizados en la misma parroquia. El ojo del amo engorda el caballo Bastús, en su obra La sabiduría de las naciones (serie 1.*, n.° 111, Barcelona, 1862), dice que este proverbio «expresa cuán útil es que cada uno vea, cuide y vigile por sí mismo las cosas propias, si quiere que marchen bien y no sufran ningún detrimento». Æ Según Bastús, Plutarco cita este proverbio en el capítulo 27 de su tratado Cómo deben alimentarse los niños, y supone que fue la contestación que dio un palafrenero a quien le preguntaron qué era lo que engordaba más a un caballo. Comentando esto, León Medina en su trabajo «Frases literarias afortunadas» (Revue Hispanique, tomo XX, París, 1909), escribe lo siguiente: «Si el pasaje de Plutarco a que alude Bastús es auténtico, resulta que ya en tiempo del autor de las Vidas paralelas se había olvidado el origen de esta sentencia proverbial, pues Plutarco la atribuye a un palafrenero, cuando, según Aristóteles, se debe a personaje de más campanillas. En su Económica (1, 6, 3) refiere lo siguiente: «Oportunos fueron, tanto el dicho de Persa como el de Afro. Interrogado aquel acerca de lo que engordaba más al caballo, contestó: “el ojo del amo”. Pero Afro, a quien también preguntaron cuál era el mejor abono para las tierras, respondió: “las huellas del dueño”. De ambas contestaciones tomaron los romanos lo que mejor les pareció, y aderezaron el apotegma que Plinio, en su Historia natural (xvm, 8), trae así: “Los antiguos dijeron que nada fertilizaba las tierras como el ojo del amo”». El papel todo lo aguanta Suele también decirse: El papel todo lo admite. El papel no tiene vergüenza o no tiene empacho. Para demostrar que no debe darse mucha fe a una cosa por el solo hecho de estar escrita o impresa, porque al papel se le hace decir lo que se quiere, y porque no ha de sonrojarse ni sufrir las consecuencias de lo que en él se haya estampado. Æ En un manifiesto redactado en francés y publicado por el emperador Carlos V en contestación a una declaración de guerra de Francisco I de Francia y de Enrique VIII de Inglaterra, aliados entonces contra él, se encuentra la siguiente curiosa frase www.lectulandia.com - Página 206 que hace alusión al proverbio que comentamos y que demuestra su antigüedad: Le papier montre bien qu'il est dux vu que l’on écrit tout ce que Pon a voulu. El conde de Segur refiere en sus Memorias una anécdota que tiene relación con la materia. El célebre enciclopedista francés Diderot, a quien Catalina de Rusia había llamado cerca de sí para que la ilustrara en las reformas que deseaba realizar en su imperio, le aconsejaba grandes innovaciones que la emperatriz no siempre había hecho. Un día, el filósofo manifestó a su majestad imperial su sorpresa con cierto resentimiento, y la emperatriz le contestó: «Tenga presente, Mr. Diderot, la diferente posición en que nos encontramos respecto al plan de reforma que hemos emprendido. Vos, sabio e ilustrado filósofo, expresáis con toda extensión y sin dificultad alguna grandes pensamientos, porque trabajáis sobre el papel, materia unida y compacta que todo lo admite, sin resistirse ni presentar obstáculos ni a vuestra imaginación ni a vuestra pluma; mientras que yo, pobre emperatriz, tengo que trabajar sobre la piel humana, que, como vos sabéis, es muy irritable y quisquillosa». El parto de los montes «Cualquier cosa insignificante y ridícula que sucede cuando se esperaba una grande o importante», recoge el Diccionario. Æ Procede esta expresión del refrán latino de Horacio: Parturient montes, nascetur ridiculus mus (Parieron los montes y nació un insignificante ratón), del cual tuvo su origen la fábula de Fedro El parto de los montes, reproducida por Esopo, y cuya versión más conocida es la de Samaniego: Con varios ademanes horrorosos, los montes de parir dieron señales. Consintieron los hombres temerosos ver nacer los abortos más fatales. Después que con bramidos espantosos infundieron pavor a los mortales, estos montes que al mundo estremecieron un ratoncillo fue lo que parieron. El patio de Monipodio www.lectulandia.com - Página 207 Alusión al «pequeño patio ladrillado, que de puro limpio y aljimifrado parecía que vertía carmín de lo más fino», principal escenario de la novela de Cervantes Rinconete y Cortadillo. Æ «El patio de Monipodio —dice Vicente Vega— ha quedado como punto de comparación, y no precisamente para exaltar la limpieza y brillantez de los patios u otros recintos cualesquiera, sino para indicar algún lugar de escándalo, en particular si entre los concurrentes abundan los aficionados a las ganancias rápidas, sin pararse en modos y maneras». El perro del hortelano Parecerse al perro del hortelano, que ni come ni deja comer. Dícese de aquellos que, no aprovechándose de las cosas, impiden al propio tiempo que otros se aprovechen de ellas. La Academia recoge el dicho en esta forma: El perro del hortelano, que ni come las berzas ni las deja comer. Æ Rodríguez Marín, en su obra Cantos populares españoles, consigna esta versión, que es la más popularizada: El perro del hortelano, ni come ni deja comer al amo. Veamos ahora lo que dicen los clásicos: Covarrubias, en su Tesoro, cita el proverbio «El perro del hortelano, que ni come las berzas, ni las deja comer a otro». Y Correas incluye en su Vocabulario de refranes estas cuatro expresiones: El perro del hortelano, ni hambriento ni harto, no deja de ladrar; El perro del hortelano, ni quiere las manzanas para sí ni para el amo (o las berzas); El perro del hortelano, que ni come las berzas ni las deja comer al extraño; El perro del hortelano, que no come las berzas ni quiere que otro coma de ellas. Lope de Vega, en su comedia El perro del hortelano, dice así por boca de uno de sus personajes: TEODORO... Pierdo el seso de ver que me está adorando y que me aborrece luego. ..; no quiere que sea suyo ni de Marcela; y si dejo de mirarla, luego busca para hallarme algún enredo. No dudes: naturalmente, www.lectulandia.com - Página 208 es del hortelano el perro; no come ni comer deja, ni está fuera ni está dentro. La expresión que comentamos no es exclusiva de España. Según el escritor francés Carlos Rozán, se ha usado mucho en el país vecino. Aparece en una comedia de Moliere. «Pero, señora —dice Morón a la princesa de Elida—, si él os amase, vos no le querríais, y, sin embargo, no queréis que sea de otra. Eso es hacer exactamente lo que el perro del hortelano». En Francia, este perro del hortelano es, propiamente, el que no come coles y no quiere que los demás las coman. Pero también suele decirse: Es como el perro del hortelano: no quiere hacer ni dejar que hagan. Las coles, por lo demás, no son de rigor. El proverbio se entiende de todas las cosas que el perro no come nunca. Así, Luciano ha comparado a un ignorante guarda de una biblioteca con un perro que en la cuadra impide al caballo comer cebada, y Merimée escribió en la Double Méprise: «Chateaufort puso la mano sobre el respaldo de la silla, la colocó sobre un solo pie y la mantuvo en equilibrio. Era evidente que pretendía guardarla como el perro del hortelano guardaba el arca de avena». El pozo Airón Se usa en frases como Caer en el pozo Airón o Lo tragó el pozo Airón, dando a entender que una cosa ha ido a parar a un lugar profundo o que es guardada reservadamente y en lugar muy oculto. Æ Es dicho muy antiguo «y alude —según Sbarbi— a los pozos profundos que abrieron los árabes durante su estancia en Andalucía (algunos de los cuales se ven aún en Granada, Málaga y otros puntos), sin duda con el objeto de recoger en ellos las aguas llovedizas, y a los que, por su mucha profundidad, pusieron el nombre de haurón, que equivale en su lengua a hondo o profundo, de donde corrompió aquella palabra en la de airón». (Gran diccionario de refranes, p. 818). El pozo Airón llaman en Málaga a uno de 45 metros de profundidad que existe en la Alcazaba. De él sacaban el agua para el baño de la Reina, donde las esposas de los monarcas hamudíes se bañaban a diario. Gabriel María Vergara, en su Diccionario geográfico-popular (p. 52), cita el pozo Airón (también llamado Mar de Chá), que se encuentra cerca de La Almarcha (Cuenca). Tiene unos cincuenta metros de perímetro y una profundidad incalculable. Dice el citado autor que hay otro pozo Airón en la provincia de Segovia. www.lectulandia.com - Página 209 Clemencín, en su nota 8.* al cap. 14 de la 2.* parte del Quijote, menciona el pozo Airón que hay en Granada, en la falda del Albaicín, «y que se ha creído fue abierto por los moros con el objeto de dar salida y respiración a los gases subterráneos y precaver la violencia de los terremotos». Y menciona, asimismo, el de Cuenca, donde —según la relación que por orden de Felipe II dieron los vecinos del castillo de Garci Muñoz—, «hay un lago que se llama el pozo Airón, que es la cosa más señalada de esta tierra, el cual no cría cosa alguna de pescado, sino es sabandijas ponzoñosas, y que el sabor y el color es como el de la mar. Y es tan profundo que hasta ahora no se sabe el fondo dél. Es en forma redonda, e muy ancho, e que el agua es de tal sabor que ni los hombres ni bestias, ni aves, ni ningún animal bebe de ella, por ser el agua como la de mar; y aunque de él se dicen muchas cosas fabulosas, esta es la verdad. E por cosa notable el Emperador Don Carlos V, pasando a Valencia, lo fue a ver por cosa muy nombrada, y el rey Don Felipe nuestro Señor. Así mismo cae media legua de esta villa en su jurisdicción a la parte Norte». Vi citada la frase «caer al pozo Airón» en las cartas de la reina María Luisa a su amigo Godoy. Hay una comparanza según la cual «Madrid es como el pozo Airón, que nada bueno cría, y para lo malo no se le halla fondo». El pregón de Codos Es una burla antigua contra los de este pueblo aragonés. Codos está en la provincia de Zaragoza. En tiempos lejanos, los de este pueblo quisieron correr un toro en una fiesta, pero no habiendo recaudado lo bastante para comprarlo, acordaron disfrazar de toro a un vecino que se prestó a ello; y para evitar que, tomándolo por toro, le hiciesen daño, el alcalde avisó, por medio de pregón, «que nadie tirase garrochas al toro, porque era hombre». Æ Correas, en su Vocabulario de refranes del primer tercio del siglo xvi, explica así la anécdota (ed. de 1924, p. 178): «El pregón de Codos. Es lugar de Aragón; y otros le dan vaya diciendo que para alegrar un antruejo (para festejar el Carnaval) concertaron de correr un toro, y porque no había caudal para uno verdadero (acordaron) que fuese fingido, con una manta y cornamenta, y (que) lo fuese un hombre, como se suele hacer la tora en burlas y disfraces de judíos; y para que el hombre fuese seguro, los jurados mandaron dar un pregón (ordenando) que nadie tirase garrochas al toro, porque era hombre. Dícese también: “El toro de Codos”». www.lectulandia.com - Página 210 El que ama el peligro, perecerá en él [El dicho advierte del riesgo que encierra aventurarse en actividades peligrosas]. J Es máxima tan vieja que aparece en la Biblia y en el libro Eclesiastés (cap. 3.°, vers. 27): Qui amat periculum in illo peribit. En tiempo de Cervantes decían: «Quien busca el peligro, perece en él», y así aparece en el Quijote (parte 1.*, cap. 20), donde Sancho afirma haberle oído esta sentencia al cura de su lugar. El que asó la manteca «Personaje proverbial que sirve de término de comparación cuando se censura al que obra o discurre neciamente: Eso no se le ocurre ni al que asó la manteca». Así dice el Diccionario de la Real Academia, 14.* edición. Los diccionarios actuales consignan: «El que asó la manteca. Personaje proverbial, que simboliza a la persona que obra o discurre neciamente». Æ Comentando este dicho, Luis Montoto en su obra Personajes, personas y personilllas... (p. 270), escribe: «No recuerdo dónde leí que el célebre cocinero Montiño, en su libro de recetas culinarias, publicó una para asar la manteca». El que la sigue, la mata Proverbio para denotar que la perseverancia es la mejor garantía de buen éxito en cualquier empresa. Alude a la caza de la liebre, y suele expresarse más completamente diciendo: El que sigue la liebre, ese la mata. MM Existen dos expresiones antiguas que posiblemente tienen relación con el proverbio que comentamos: seguir hasta la mata y aquejar hasta la mata. En el libro del maestro Alexio Venegas titulado Agonía del tránsito de la muerte, con los avisos y consuelos que cerca della son provechosos, obra de 1543, muy rara y www.lectulandia.com - Página 211 curiosa, leí lo siguiente, alusivo a los pecadores: «Mas no miran que esto haze el diablo adrede, que no los quiere seguir (como dizen) hasta la mata: porque piense de sí el paciente que ya tiene el camino seguro». En el Vocabulario de refranes de Correas, aparece la expresión aquejar hasta la mata como metáfora de la caza, alusiva a las piezas perseguidas hasta la mata por el cazador. El que no trabaje, que no coma Esta sentencia, atribuida a San Pablo, procede del apóstol y aparece (aun cuando con distinto texto y significado) en su Epístola segunda a los Tesalonicenses (cap. 3.°, vers. 10), donde se lee: «Quien no quiere trabajar, tampoco coma» (Si quis non vult operari, nec manducet). Es decir: Quien pudiendo trabajar, no quiere trabajar, que no coma. Æ Los soviets establecieron en su Constitución de 1918 (art. 2.* de la div. 2.*, capítulo 5.°) lo siguiente: «La República socialista federal del soviet de Rusia decreta el trabajo obligatorio para todos los ciudadanos de la República y proclama el principio “Quien no trabaja, no come”», El que nos trajo las gallinas Expresión que suele aplicarse al que quiere pasar por autor original cuando no hace más que repetir, con corta diferencia, lo que otros muchos han dicho. Suele aplicarse, generalmente, para señalar al verdadero autor, inventor o promotor de alguna cosa. Æ Procede esta expresión de la fábula de Iriarte titulada «Los huevos». Se cuenta en esa fábula que un viajero llevó gallinas a una isla de Oriente, «más allá de las islas Filipinas». Los huevos se pusieron de moda, y si al principio todos los comían pasados por agua, aparecieron luego cocineros que los componían fritos, estrellados, escalfados, rellenos, etc. Se inventó la tortilla, el revuelto con tomate y numerosos guisos, cada uno de cuyos inventos era acogido como una maravilla que hacía célebre a su autor. Al cabo, todos eran inventores, www.lectulandia.com - Página 212 y los últimos huevos, los mejores. Mas un prudente anciano les dijo un día: «Presumís en vano de estas composiciones peregrinas. ¡Gracias al que nos trajo las gallinas!». Iriarte endereza la moraleja de su fábula contra los escritores de su tiempo: Tantos autores nuevos, ¿no se pudieran ir a guisar huevos más allá de las islas Filipinas? El que tiene capa, escapa Proverbio que significa que aquel que cuenta con medios adecuados o tiene quien le ampare, es el que logra salir de cualquier conflicto que se le presente. Æ La explicación de este dicho, no recogido por la Academia, la encontré en el libro de Fernán Caballero Cuentos y poesías populares andaluces (Sevilla, 1859, p. 74), donde se lee lo siguiente: «El que tiene capa, escapa proviene de cuando se hundió el puente nuevo en El Puerto de Santa María por la gran cantidad de gente que se aglomeró en él. El capitán general O*Rely había prohibido, para evitar desórdenes y robos, que se dejase pasar a los que llevasen capa, por lo cual ninguno con capa cayó al río». Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes (p. 201), incluye el dicho, pero sin dar explicación de su origen. El quid de la dificultad El punto en que estriba o consiste esta. Æ Bastús explica así su origen: «Los lectores de un manuscrito o impreso en los tiempos inmediatos al descubrimiento de la imprenta solían poner con frecuencia al margen del discurso o de la obra, en aquellos parajes notables de ella, el monosílabo hic, abreviación de la frase hic sistendum, hic advertendum; aquí es menester pararse o detenerse; aquí debe fijarse la atención; y este uso, aun habiendo pasado a ser www.lectulandia.com - Página 213 familiar, produjo, naturalmente, la manera de hablar proverbial de aquí está el hic o el quid de la dificultad, el argumento más fuerte, la principal dificultad del negocio». (La Sabiduría de las Naciones, 1.* serie, p. 40). Sbarbi no explica el origen del quid. Pero he visto otra explicación de la frase Aquí está el quid (aquí está la dificultad, el tropiezo). Según ella, el quid alude a la forma neutra del nominativo singular del relativo latino qui, por la gran dificultad con que tropezaban los estudiantes al declinarlo. Dificultad a la que alude el pareado que repetían los profesores chapados a la antigua: Quis vel qui todos los burros se atascan aquí. (El Averiguador Universal, «Alrededor del Mundo», 1906). El rey que rabió Quevedo, en su Visita de los chistes, alude a este personaje proverbial, y dice, entre otras cosas: «Yo soy el rey que rabió. Y si no me conocéis, por lo menos no podéis dejar de acordaros de mí, porque en habiendo un paredón viejo, un muro caído, una gorra calva, un ferreruelo lampiño, un trabajazo rancio, un vestido caduco, una mujer manida de años y rellena de siglos, luego decís que se acuerda del rey que rabió...; y no soy yo el primero rey que rabió... Ni sé yo cómo pueden dejar de rabiar todos los reyes, porque andan siempre mordidos por las orejas, de envidiosos y aduladores que rabian». J Cosme Gómez de Tejada, en su libro León prodigioso (Madrid, 1636), refiere el caso del rey que rabió en la forma siguiente: Un rey, viendo que la perdición del mundo venía por la Locura y la Ira, pronunció sentencia de muerte contra ellas, y mandó que en una pública hoguera fuesen quemadas, y sus cenizas dadas al viento. La Locura murió riendo, y la Ira, bramando y fuera de sí. Las cenizas se esparcieron por el aire y, arrastradas por una tempestad deshecha de todos los vientos, se extendieron a todo el mundo, inficionándolo todo y volviendo locos y coléricos a cuantos las tragaban al respirar. Uno de estos fue el propio rey, el cual, viendo al mundo perdido irremisiblemente por su causa, enloqueció con ira tan cruel, que rabiaba de cólera, y por esto se le llamó «El rey que rabió». La divulgación moderna de este modismo se debe a la zarzuela El rey que rabió, que, con música de Chapí y letra de Ramos Carrión y Vital Aza, fue estrenada en www.lectulandia.com - Página 214 Madrid el 20 de abril de 1891. Correas, en su Vocabulario de refranes, incluye el dicho de «El rey que rabió; y llevaba la manta arrastrando». También suele decirse: «El rey que rabió por gachas», queriendo indicar tiempo muy antiguo. Fernández Guerra, en una de sus notas a la Visita de los chistes, de Quevedo, consigna que «El rey que rabió por gachas o por sopas, como familiarmente se dice todavía, fue, tal vez, el héroe de un cuento de viejas o de alguna leyenda cuya noticia se ha perdido». El sacristán de La Marsellesa Personaje de zarzuela que se ha hecho proverbial, y a quien se cita como modelo de liberalote cerril y sanguinario, recordando, sobre todo, su frase de «¡Muera el que no piense igual que pienso yo!». Æ La Marsellesa, zarzuela del maestro Caballero, con letra de Ramos Carrión, se estrenó en Madrid el 1 de febrero de 1876. Uno de sus personajes, un sacristán, cantaba estas coplas que se hicieron popularísimas y que copié de la Historia del género chico, por Marciano Zurita (Madrid, 1920): Yo quiero ver cien nobles colgados de un farol, racimo que en un día vendimie la nación. ¡Yo soy descamisado, yo quiero la igualdad; si yo no tengo nada, que nadie tenga más! Muerte y exterminio haya por doquier, ¡sangre y guillotina, ese es mi placer! El pensamiento libre proclamo en alta voz; ¡y muera el que no piense igual que pienso yo! Lo curioso del caso es que el personaje que dice estas barbaridades es un bonísimo e infeliz sacristán de monjas, que, lanzado a la calle en medio de la Revolución francesa, oculta su miedo bajo el nombre de «ciudadano Nerón», www.lectulandia.com - Página 215 fingiéndose un terrible revolucionario para escapar de los peligros que, según él, le acechan. La comparación: Como el sacristán de «La Marsellesa»: que muera el que no piense igual que pienso yo, ha servido desde entonces para combatir a los políticos que, alardeando de liberales, niegan la libertad ajena y se oponen a la libre expresión de las ideas contrarias a las suyas. ¿El sastre del Campillo, o el del cantillo? Sea del Campillo o del cantillo, como originalmente se dijo y como parece ser, la frase en cuestión se usa para denotar a los que, además de hacer un favor, ponen, para hacerlo, su trabajo o su dinero. Æ Cervantes, en la edición príncipe del Quijote y en las primeras de su obra, escribió (parte 1.*, cap. 47): «y vendré a ser el sastre del cantillo». «Y es que el tal cantillo —comenta Rodríguez Marín— no es un pueblo llamado así, sino una esquina o cantón, como terminantemente dijo Sancho en el capítulo 30: “¿Piensa que le ha de ofrecer la fortuna tras cada cantillo semejante ventura como la que ahora se le ofrece?”. » Y que ese cantillo del sastre sea esquina y no villa ni aldea, patentízalo más y más la perfecta concordancia del refrán El sastre del cantillo, que cosía de balde y ponía el hilo con el otro refrán referente a el alfayate de la encrucijada que ponía el hilo de su casa, pues encrucijada y cuatro cantillos son, dentro de poblado, una misma cosa». (Esto, según leí, ya lo hizo notar Torre Salvador en su libro El folklore andaluz, pp. 131-132). Y prosigue Rodríguez Marín: «Pero ¿qué mejor prueba de lo que afirmo que ser este alfayate el mismo que figuraba en una forma vieja del primero de los refranes? Así, en efecto, en los Proverbios del marqués de Santillana: El alfayate del cantillo, facía la costura y ponía el hilo». A lo dicho por Rodríguez Marín podría añadirse lo que se lee en la Comedia Eufrosina: «No quiero ser el sastre de la encrucijada, que no le pagan la hechura y pone el hilo de su casa». Sobre los refranes del sastre del cantillo y el del Campillo publicó FoulchéDelbose un erudito trabajo en la Revue Hispanique (tomo VIII, pp. 332337). Quedamos, pues, en que aquel bendito e infeliz sastre que cosía de balde no era del pueblo de Cantillo ni del de Campillo, sino el sastre de la esquina (del cantillo) o de la encrucijada. www.lectulandia.com - Página 216 Sin embargo, en La pícara Justina se dice del Campillo: «el sastre del Campillo y la costurera de Miera, que el uno ponía manos e hilo, y la otra trabajo y seda» (libro III, cap. 2.°). Y Quevedo, en la Visita de los chistes alude también al sastre del Campillo (pueblo de la provincia de Valladolid). Clemencín no se atreve a decidir en la cuestión del nombre en su nota 7 al cap. 48 de la 1.* parte del Quijote. De igual sentido que el dicho que comentamos son los de El sastre de Peralbillo (Ciudad Real), que hacía la costura de balde y ponía el hilo, y El sastre de Piedras Albas (Cáceres), que ponía el hilo y la aguja de su casa. Antonio Rodríguez Moñino, en su libro Dictados tópicos de Extremadura (Badajoz, 1931), cita las frases: Ser como la costurera de Mieras (Cáceres), que bordaba de balde y ponía la seda, y El sastre de Ciguñuela, que cosía de balde y ponía la seda. El secreto de Anchuelo Anchuelo es un pueblo de la provincia de Madrid. La frase se aplica «a lo que se nos dice con reserva y misterio, encargando el secreto, tratándose de cosa que es pública y notoria, recordando que en Anchuelo, pueblo situado en un valle con dos cerros en sus extremos, se dijeron, de uno a otro, un pastor y una zagala, ciertas cosas de las que se encargaron el secreto después de oírlas todo el lugar. Equivale a un secreto a voces». (Diccionario geográfico-popular, de Gabriel María Vergara, p. 72). El toro, a los cinco, y el torero, a los veinticinco Contra lo que hoy parece, este era un aforismo con el que los aficionados de la segunda mitad del siglo último reclamaban juventud en los dos elementos de la fiesta taurina, pues no les satisfacía la pelea de los toros de ocho y nueve años, ni la lidia que de ellos hacían los maestros cuarentones y cincuentones de aquella época. Tanto han cambiado las cosas que hoy, en que los toros más viejos que se lidian www.lectulandia.com - Página 217 son de cuatro años y en que la mayoría de los toreros toman la alternativa antes de los veinte, el viejo refrán ha cambiado totalmente de sentido y todo el mundo cree que con él se reclama madurez en los toros y en los toreros. Y es que todo es convencional y relativo. Ocurre como con los toros. Toros que en tiempos eran considerados chicos, hoy se reputan grandes. Y bichos que en su día eran tachados de cornicortos, al cabo de los años parecían cornalones, siendo así que el tamaño de sus astas seguía siendo el mismo, entonces y después. El toro y el melón, como salen son Indica este refrán que, por muy buen tipo que tenga un toro, por buena nota que posea, por excelente que sea su casta, hasta que se ve cómo se porta en la lidia no se puede predecir nada en cuanto a su resultado. Igual sucede con el melón, del cual, hasta que se cata, no se puede garantizar que saldrá bueno, a pesar de su aspecto, procedencia, sonido, tacto, etc. Æ A propósito de esto, un refrán popular dice así: Tres cosas hay, que nadie sabe cómo han de ser: el melón, el toro y la mujer. (El melón en la mesa, el toro en la plaza y la mujer en el matrimonio). El último mono es el que se ahoga Alude este dicho a la creencia de que los monos, cuando tienen que atravesar un río, se cuelga uno de ellos de la rama más próxima a la orilla, y los demás forman Cadena hasta que el último llega al suelo y consigue poner a toda la fila en oscilación creciente. Cuando han tomado suficiente impulso, el de arriba se suelta, y suele ser el que no logra alcanzar la orilla y muere ahogado. Empinar el codo Según el Diccionario, empinar uno el codo o alzar el codo es frase figurada y www.lectulandia.com - Página 218 familiar que significa «beber mucho vino u otros licores». Æ Hablando de esta locución, Julio Casares, en su Introducción a la lexicografía moderna (Madrid, 1950), dice: «Empinar el codo. Expresión gráfica que significa propiamente “inclinar la bota o la jarra de vino para dejar caer el líquido en la boca”. »Primitivamente se dijo alzar de codo y beber de codo. Luego se dijo alzar el codo. Después, levantar el codo, y en el siglo X1x, tanto alzar como levantar fueron desalojados por otro verbo, y hoy la forma corriente es empinar el codo». A lo dicho por Casares añadiré que en mi tierra navarra, para ponderar la «borrachera» de un individuo, suelen decir: «Ese es un seca-alhóndigas, que está todo el día con el codo a escuadra». En buenas manos está el pandero Antiguamente se decía: En manos está el pandero que le sabrá bien tocar, indicando que se puede fiar cualquier negocio a alguna persona, por la seguridad que se tiene de su pericia. Æ Covarrubias, después de consignar en su Tesoro que el pandero «es un instrumento muy usado de las mozas los días festivos, porque le tañen una cantando y las demás bailan al son», cita el dicho: En manos está el pandero que lo sabe bien tocar. Es expresión muy antigua, que aparece ya en la colección de refranes del marqués de Santillana: En manos está el pandero de quien lo sabrá tañer. En los campos de Logroño siempre anda suelto el demoño Este refrán en verso lo cita el maestro Correas en su Vocabulario de refranes (obra del primer tercio del siglo xvii) y lo explica «por ser la Rioja tierra muy fatigada de granizo y piedra, y echar la culpa a los brujos que allí se castigan». Æ Correas alude a la Inquisición establecida en Logroño, cuya jurisdicción alcanzaba a Navarra, y es posible que se refiera al célebre proceso de 1610 contra los brujos y brujas de Zugarramurdi (Navarra), que tanto dio que hablar y que escribir en dicha época y en las siguientes. www.lectulandia.com - Página 219 La creencia de que el granizo constituye un castigo contra los pecados de hechicería era muy común antiguamente, y en el folclore abundan los relatos de granizadas caídas sobre un pueblo inmediatamente después de morir en él una bruja. A propósito del granizo como castigo del pecado, no ya de hechicería, sino de blasfemia, me contó el bibliófilo tafallés José María Azcona que, habiendo tratado de vender una tierra que tenía en el pueblo de Lerín al que la llevaba en arriendo, este, tratando de que le rebajase el precio, le dijo: «La tierra es mucho buena; la verdad. Lo que tiene que como pasan cerca de ellas todos los arrieros de Ezcaray jurando como condenáus, no hay ramalico de piedra que no la coja». En martes, ni te cases ni te embarques Correas, en su Vocabulario de refranes, cita esta otra expresión: «En martes, ni tu tela urdas, ni tu hijas cases». La explica diciendo que el vulgo tiene mala opinión de ese día, lo cual nace «de ser tenido Marte en la gentilidad por Dios de las batallas, y ese planeta domina en este día, y por eso le tienen por aciago los ignorantes, tomándolo de la gentilidad, que no hacía casamientos en martes, por ser (Marte) dios de disensiones y batallas». El martes fue considerado entre los egipcios como día de muy mal agiiero, porque decían que era el del nacimiento de Tifón, uno de los gigantes que se atrevieron a escalar el cielo. Entre los turcos también es el martes enumerado entre los días aciagos (como el jueves lo era entre los griegos), por cuya razón no suelen ponerse en camino ni emprender en él cosa importante. Æ Según los historiadores Mariana y Zurita, la consideración del martes como día nefasto tuvo su origen en la derrota que infligieron los moros a las tropas aragonesas y valencianas de Jaime el Conquistador en los campos de Luxen en 1276. «El estrago fue tal y la matanza —dice el padre Mariana en el libro 14, capítulo 2.°, de su Historia de España— , que desde entonces comenzó el vulgo a llamar aquel día, que era martes, de mal agüero y aciago». Por su parte, Zurita, en el libro 3.°, cap. 100, de sus Anales de la corona de Aragón, dice: «Y por esta causa, según Marsilio escribe, se decía aún en su tiempo por los de Játiva: el martes aciago». Clemencín, en su nota 17 al cap. 10 de la 2.* parte del Quijote, afirma que el tener por aciago al martes obedece «a haber sido martes el día en que el rey don Alfonso el Batallador, primero de Aragón, fue vencido por los moros y muerto en la batalla de Fraga, el año 1134. Pero si la desgracia sucedió, como cree Zurita, el 7 de septiembre, www.lectulandia.com - Página 220 este día fue viernes, y solo podría favorecer a la opinión, tan vulgar y supersticiosa como la otra, de que la calidad de infausto comprende a los tres días de la semana en cuyos nombres entra la letra r». El padre Feijoo, tras de copiar las opiniones de Mariana y Zurita, encuentra fuera de razón que el recuerdo de una refriega de poca monta, comparada, verbigracia, con la batalla de Guadalete, haya originado una superstición tan extendida (Teatro Universal, «Días aciagos», carta 13). Rodríguez Marín, en su obra Los refranes del almanaque (Sevilla, 1896), afirma que la superstición del martes tiene clarísima filiación gentílica. Así es. Desde muy antiguo el martes fue considerado día aciago, por ser el día dedicado a Marte, dios de la guerra y de las disensiones. Y la coincidencia de que determinadas batallas se hubiesen perdido en día martes nada tiene que ver con la antiquísima, constante y aún vigente creencia de que el martes es día aciago. En mentando al rey de Roma, luego asoma Es refrán corrompido, donde se dice rey en lugar de ruin. Úsase familiarmente para indicar que ha llegado aquel de quien se hablaba. Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, lo cita así: «En mentando (o en nombrando) al ruin de Roma, luego asoma». Y añade otros parecidos: «En mentando al ruin, suele venir. Al ruin, cuando le mientan, luego viene. Al ruin de Roma, en mentándole, luego asoma. Al ruin que Dios mantiene, en mentándole, luego viene». En ninguna parte he encontrado por qué razón se dice el ruin de Roma. Sospecho que se dijo de Roma por consonancia con asoma. Según Covarrubias, llamaban ruin al «hombre de mal trato» y a la «cosa que no es buena». Las primeras ediciones del Diccionario de la Real Academia Española, después de consignar que ruin es el hombre vil, bajo y despreciable, el de malas costumbres, y el mezquino, miserable y avariento, añaden que el refrán festivo En nombrando al ruin de Roma, luego asoma «se usa para decir que ha llegado aquel de quien se estaba hablando». En palmitas www.lectulandia.com - Página 221 Locución adverbial que significa «regaladamente». Llevar a uno en palmitas equivale a regalarle y agasajarle, «como quien lleva algo en las palmas de las manos, con gran tiento». Æ Cejador, que explica así el modismo en su Fraseología (tomo IIT), añade dos citas: una de Antonio Pérez: «Tan favorecido de los ángeles, que le llevaron en palmitas al seno de Abrahán». Y otra de Cáceres (salmo 90): «Traerte han en palmitas: In manibus portabunt te». En pelota y en paños menores Según el Diccionario, en pelota es una locución adverbial que significa «en cueros». Y dejar a uno en pelota equivale a «despojarle de sus bienes, robarle cuanto tiene, y desnudarle de la ropa exterior». Antiguamente se decía también en pelete. Æ En La pícara Justina (tomo 2.°, p. 271, ed. Pueyo) se lee: «Le echaron del pueblo, así en pelete como estaba». En pelota, y en pelete, significa estar en cueros, sin ropa, enteramente desnudo, pero se extendió luego al quedarse «en paños menores». Con esta última expresión se alude, según el Diccionario, a «la camisa, calzoncillos y demás ropa interior». Rodrigo Caro, en sus Días geniales o lúdricos, escribe: «Ejercitábanse en este juego de pelota jugadores desnudos, en carnes, con solos paños menores que cubrían las partes secretas». En Santo Domingo de la Calzada, cantó la gallina después de asada La historia que dio origen a este dicho procede de la época de las peregrinaciones a Santiago de Compostela y es la siguiente. Tres peregrinos alemanes (padre, madre e hijo) que iban camino de Santiago, pararon en el mesón de Santo Domingo de la Calzada. La hija del posadero se enamoró perdidamente del mozo rubio y, habiéndola este desairado en sus pretensiones, el amor de la desdeñada se trocó en ira y en venganza; tomó una taza de www.lectulandia.com - Página 222 Plata de casa de su padre y secretamente la metió en las alforjas del mozo, y cuando los peregrinos abandonaron la ciudad, envió a la Justicia tras ellos diciendo que la habían robado. Hallaron la taza, prendieron al mancebo, y como este no pudo defenderse, lo ahorcaron. Sus padres siguieron la romería. Cumplida esta y al pasar de regreso por el pueblo, fueron a ver a su hijo puesto en la horca y lo hallaron junto a ella sano y vivo, diciendo que el apóstol Santiago le había salvado. Los padres del mozo fueron a pedir al corregidor que lo dejara libre, asegurándole que estaba vivo. El corregidor, al oír la noticia, dijo: — Tan cierto es eso como que vuelan esas aves que se están asando en la lumbre. Dicho esto, las aves (un gallo y una gallina) volaron del asador por la puerta afuera, y fue publicado el milagro. El mozo fue sacado de la horca con mucha honra, y convencida la moza del delito, fue puesta en su lugar. Durante varios siglos y hasta fecha relativamente reciente, en la iglesia de Santo Domingo de la Calzada se mostraba a los visitantes un gallinero procedente de la casta del gallo y la gallina que volaron milagrosamente del asador. En la Jornada de Tarazona hecha por Felipe II en 1592 (Madrid, 1879) aparece referido el milagro. La misma historia, pero sin milagro de las aves y sin referencia al pueblo de Santo Domingo de la Calzada, se encuentra en el Libro de los exemplos por A. B. C., de Clemente Sánchez de Vercial. Al milagro que comentamos alude esta copla popular: El buen Santo Domingo de la Calzada dio vida a una gallina después de asada. Como se ve, el milagro que, según las más antiguas versiones, hizo Santiago Apóstol fue atribuido posteriormente a Santo Domingo de la Calzada. En siendo de Zaragoza, que me llamen como quieran Desconozco el origen de este dicho. Es posible que sea anterior a la tan conocida jota zaragozana: Porque nací en el Rabal me llaman la Rabalera; www.lectulandia.com - Página 223 en siendo de Zaragoza, que me llamen como quieran. Æ Acerca de él solo diré que en las Memorias, de Pío Baroja (tomo 3.*, página 259), encontré otra expresión similar. Cuenta Baroja que, conversando un día con Azorín y Pi y Margall, este mostró gran simpatía por el País Vasco y citó una frase de la novela ejemplar de Cervantes La señora Cornelia, en donde un personaje dice: «En siendo vasco, que me llamen lo que quieran». Tuve curiosidad de comprobar este dato. Leí La señora Cornelia con toda detención, y aun cuando en ella aparecen tres personajes vascos —don Juan de Gamboa, don Antonio de Isunza y un paje— no encontré por ninguna parte la expresión de referencia. Es posible que Pi y Margall equivocase el nombre de la novela ejemplar, y que la cita que recordaba se encuentre en otra de ellas, puesto que son muchos los personajes vascos que aparecen en las obras de Cervantes. En la Revista Internacional de Estudios Vascos leí un trabajo de Miguel Herrero García acerca de esto último. En tiempos de Maricastaña Correas, en su Vocabulario de refranes, cita la frase En tiempo de Maricastaña, la cual se toma «por tiempo muy antiguo, cuando hablaban los animales». Y en otro lugar de su obra dice que se emplea esta expresión «para decir en tiempo muy ignorante y antiguo, cuando cualquier disparate era posible, y que hablaban los animales y peces, árboles y cosas sin sentido». Æ Cervantes la emplea asimismo en El casamiento engañoso, cuando escribe: «En tiempos de Maricastaña, cuando hablaban las calabazas...». José Godoy Alcántara, en su Ensayo histórico etimológico filológico sobre los apellidos castellanos (pp. 68-69), dice, en nota, a propósito de este personaje proverbial: «Esta Mari-Castaña, cuyo apellido es femenino de Castaño, estuvo en el siglo XIv, con su marido y dos hermanos de este, al frente del partido popular de Lugo que resistía el pago de los tributos que el obispo, como señor, imponía; resistencia en la que no escasearon excesos y violencias, hasta matar al mayordomo del mismo obispo. »La nombradía de hembra tan varonil debió extenderse por la comarca, y no es improbable que sea la misma que ha asumido la representación de vagos tiempos remotos. www.lectulandia.com - Página 224 »Por lo menos, no registra la Historia otra Mari-Castaña más célebre, ni tanto». Hay quien supone que el nombre de Maricastaña es un nombre genérico, como Marizápalos, Marisabidilla, Marifranca, Marigarcía, Marimacho, Marichico, Marisarmiento, Mari sin casa, etc. Así opina Cejador en su obra Fraseología, o estilística castellana (tomo 3., Madrid, 1924), donde dice que Maricastaña significó antiguamente mujer casta, es decir, recogida y defendida en su virtud, como la castaña, protegida y encerrada en su erizo. Cejador cita la Fénix renacida (ed. de 1746), donde, hablando de la costumbre de tener encerradas a las damas, se dice: Esses pontinhos us trato ozou Maria Castanha, hoje a gente que é viuva quanti mais ssobre, mas lanha. En otro lugar de su obra, Cejador habla de Mari-Sarmiento, que significó «mujer delgada», flaca como un sarmiento. Y copia este dicho de Correas en su Vocabulario de refranes: «El viento de Mari-Sarmiento que fue a cagar y llevóla el viento». Yo creo, sin embargo, que se trata de un dicho mal copiado, y que el verdadero diría: «El cuento de Mari-Sarmiento..., etc.». En un santiamén La expresión en un santiamén, en un instante, constituye la fusión de las dos últimas palabras latinas que se dicen al santiguarse: In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen. Tiene, pues, el mismo origen religioso que las fórmulas «en un decir amén», «en un decir Jesús», «en menos que se reza un credo», «en menos que se santigua un cura loco», etcétera. En un tris Modo adverbial que significa, según el Diccionario, «en peligro inminente». www.lectulandia.com - Página 225 Tris es el leve sonido que hace una cosa delicada al quebrarse, el golpe ligero que produce este sonido, y figuradamente, distancia pequeña, tiempo breve, y ocasión leve y pasajera. Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, escribe: «En un tris. Denota suma brevedad, como la de un golpe; tómase del sonido de una cosa que se quiebre, como de vidrio o barro, y significa también el punto de peligro en que estuvo algo para caerse o quebrarse: estuvo en un tris, no faltó un tris, no faltó sino un tris». La expresión que comentamos parece aludir a la fractura de un objeto de vidrio. El padre Valderrama, en sus Ejercicios espirituales (Fer. 2.? doming. 2 mar.), escribe: «Tanta ira puede verterse sobre él en un tris, con un pequeño golpe, cual suele ser bastante para quebrar un vidrio». Y añade en otro lugar de su obra: «Es el hombre como el vidrio, que con un soplo lo forman y hacen el vaso... y en un tris, con otro soplo, se quiebra y se deshace». Calderón de la Barca, en Afectos de odio y amor (acto 3.”), dice: Traigo mi vida en un tras y mi caudal en un tris. Engordar para morir Expresión que no incluye el Diccionario, pero que es muy usual y que se aplica cuando en el juego dejan ganar a uno para quitarle después todo. Æ Antiguamente se decía Engordar para matar, y Correas la incluye en su Vocabulario de refranes. La frase alude a los cerdos (a los cebones, dice Correas), a los cuales se engorda antes de sacrificarlos. Enseñar (o asomar) la oreja una persona El Diccionario dice: «Descubrir su interior o el vicio de que adolece». Es dicho antiguo. Æ Mateo Alemán explica así su sentido en El pícaro Guzmán de Alfarache (parte 2.2, tít. 1.9, cap. VIII): www.lectulandia.com - Página 226 «Asomar la oreja. Nos dice Albiano, filósofo, en una de sus Fábulas, que aun los asnos quieren engañar, y nos cuenta de uno que se vistió el pellejo de un león para espantar a los más (a los demás) animales; y buscándolo su amo, cuando lo vio de aquella manera, que no pudo cubrirse las orejas, conociéndole, diole muchos palos, y quitándole la piel fingida, se quedó tan asno como antes». Entrar con pie derecho Según el Diccionario, las locuciones entrar con pie derecho, entrar con buen pie o con el pie derecho significan «empezar con acierto o en condiciones favorables un negocio». Æ Pellicer, comentando la frase Vamos con pie derecho (con ventura), que aparece en el Quijote, dice que debió de tener su origen en la superstición, dominante un día, que exigía que no se empezase camino ni se emprendiese jornada sin echar primero delante el pie derecho. No como superstición, sino por razones misteriosas, la rúbrica de los misales encarga que el sacerdote, al decir misa, después del Introito, cuando se dispone a subir las gradas del altar, mueva primero el pie derecho. Entrar por el ojo derecho [Expresión que se usa para indicar que se acepta a alguien con simpatía]. Æ Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana (1611), dice que «los ojos son las ventanas adonde el alma suele asomarse, dándonos indicios y pasiones de amor y odio. Son los mensajeros del corazón y los parleros de lo oculto de nuestros pechos... Para encarecer lo mucho que se quiere a una persona, la igualamos con nuestros ojos y le damos ese nombre. Artemidoro (en su obra) De interpretatione somniorum, cap. 28, dice que el ojo derecho significa el hijo, el hermano o el padre, y el izquierdo, la hija, hermana o madre». Entre las muchas frases relacionadas con el ojo y los ojos, el Diccionario recoge la que ya se usaba en tiempo de Covarrubias, la de ser uno el ojo derecho de otro: «ser de su mayor confianza y cariño». [También incluye entrar... por el ojo derecho, con el sentido de «ser aceptada con simpatía»]. Son pocos, sin embargo, los repertorios clásicos y modernos que conozco www.lectulandia.com - Página 227 en los que aparezca esta expresión, tan popularizada y tan usual, a excepción del Diccionario de modismos de Ramón Caballero (Buenos Aires, 1942), donde se dice que entrar por el ojo y entrar por el ojo derecho significa «mostrar preferencia y cariño a una persona. Gustar mucho una cosa». A propósito de ella citaré unos versos que compuso el satírico Martínez Villergas contra Bretón de los Herreros, a quien odiaba ferozmente. Bretón, como es sabido, era tuerto, llevaba fama de hombre avinagrado. Martínez Villergas había escrito una comedia, y el Comité del teatro Español, en el que figuraba Bretón de los Herreros, rechazó la obra. Villergas, despechado, hizo contra él numerosas diatribas, entre ellas el conocido epigrama: Una comedia empecé que concluyó en el fogón cuando supe que Brutón presidía el Comité. Porque tiene —esto es un hecho— la órbita izquierda cerrada; y por el ojo derecho dicen que no le entra nada. Entrar por uvas Significa, según el Diccionario, «arriesgarse a participar en un asunto», y se aplica en el sentido de «arriesgarse» en general, como cuando se dice de un matador que al ejecutar la llamada suerte suprema «entró por uvas, como los buenos y dejándose ver», para indicar que se tiró a matar con gran valentía y limpieza. Æ La frase originaria es la de No entrar por uvas, que omite el Diccionario, y que significa —según Montoto— «no acceder a lo que se propone, o no entrar en un negocio por temor de tener graves perjuicios». El origen de esta expresión es el siguiente: «En Andalucía las viñas están mejor celadas que los sembrados y las tierras en que se cría hortaliza, gracias a los vigías que acechan desde los altos, bien-te-veos, como llaman las gentes de campo a las chozas o sombrajos que, colocados en alto, son verdaderas atalayas». (Montoto, Un paquete de cartas, p. 138). www.lectulandia.com - Página 228 Entrarse (o andar) como por viña vendimiada Es expresión antigua, y significa saquear o destruir, sin miedo ni reparo alguno. Æ Correas (Vocabulario, parte 21) dice: «Como por viña vendimiada. Andar sin parar». Pedro Vallés —citado por Cejador en su Fraseología, tomo 2.°— escribe: «Y entrar con libertad y soltura, como a rebuscar en viñas, que no está vedado». En El Diablo Cojuelo (tranco IV) se lee: «Se metió por esos aires como por viña vendimiada». La expresión que comentamos alude a que, una vez vendimiadas las viñas, pueden los particulares entrar en ellas a racimar (a recoger los racimillos que quedaron en las cepas) y pueden los pastores meter en ellas sus ganados para que coman la hoja de la vid. Entre col y col, lechuga El Diccionario de la Academia no incluye la frase que comentamos. Según el Diccionario de modismos, de Ramón Caballero, «se dice, familiar y metafóricamente, de las cosas, palabras, ideas, etc., que se entrometen con otras, y no guardan relación alguna entre sí». Æ Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, dice que esta expresión «advierte que para que no cansen o fastidien algunas cosas, es conveniente variarlas». Es frase muy antigua, que aparece en La Celestina. Correas, en su Vocabulario de refranes, la explica así: «Entre col y col, lechuga; así plantan los hortelanos. Dícese cuando entre el trabajo se toma algún alivio o se mezclan cosas diversas». Pero donde mejor vi explicada esta locución fue en el Tesoro, de Covarrubias, que en la palabra col escribe: «Proverbio: Entre col y col, lechuga; acostumbran los hortelanos a hacer las eras de su hortaliza tan ordenadas y compuestas, que dan contento a la vista; y, por variar, entre una col ponen una lechuga, de do se tomó el refrán, para advertirnos que todas www.lectulandia.com - Página 229 las cosas piden alguna variación y diversidad, para no cansar el entendimiento ni los sentidos». Erre que erre Porfiadamente, tercamente. Æ Montoto, en Un paquete de cartas, dice, explicando este modismo: «La R es, sin disputa, entre todas las letras de nuestro alfabeto, la de más difícil pronunciación; la que desespera a los extraños al suelo español, los cuales, para vencer aquella dificultad, pasan las horas muertas erre que erre, porfiada y tercamente empeñados en pronunciar la más rebelde de las consonantes». Esta explicación de Montoto, alusiva a los extranjeros, no me convence. Antiguamente se decía erre a erre. «Se está erre a erre todo el día», escribe Quevedo en Cuento de cuentos. Y Seijas Patiño, comentando el modismo, trae estas dos explicaciones: «Erre a erre. Con tesón, tercamente. Está tomado de la enseñanza de las primeras letras, por lo difícil que se hace a muchos pronunciar la r, y alcanzarlo a fuerza de repetirla. Es muy parecido al sonido de la frase el que forma la sierra o lima al cortar y pulir alguna cosa que necesita gran trabajo por su dureza y resistencia; y tal vez como figurativa del sonido dijérase la locución». Es un día señalado Quiere decir un día famoso, «señalado con piedra blanca o con piedra negra», aunque generalmente alude a un día feliz, «señalado con piedra blanca». J En el Quijote (parte 2.*, cap. 10), el hidalgo manchego le dice a Sancho: «¿Qué hay, Sancho amigo? ¿Podré señalar este día con piedra blanca o con negra?». Comentando lo cual, escribe Clemencín: «Los romanos, en ciertas Ocasiones, señalaban los días felices con piedrecillas blancas, y con negras los funestos y aciagos». Y en la misma parte 2.* (cap. 63) le dice el general de las galeras a don Quijote: «Este día señalaré yo con piedra blanca, por ser uno de los mejores que pienso llevar en mi vida...». Un soneto de Lupercio de Argensola empieza así: www.lectulandia.com - Página 230 Este prolijo y tenebroso día, el cual con piedra negra notar quiero... Bastús, en su Memorándum anual y perpetuo (tomo 1.°, p. 30), dice, hablando de los nombres que daban a los días los romanos, que «los días atri, nefastos O postreros eran los funestos y melancólicos, los cuales se señalaban con carbón, al paso que los días felices se marcaban con creta o de blanco». Cejador, en su Fraseología, o estilística castellana (tomo 3.”, Madrid, 1924), cita este pasaje de La Tebaida: «Cuanto que este día bien puedes contallo con piedra blanca. Los gentiles, el día que habían recibido buen día, ponían en un saco que tenían una piedra blanca, y el día de fortuna contraria, en otro saco echaban una piedra negra, y por ahí tenían su cuenta». ¡Esa es más negra! «Esa es más negra o Esa sí que es negra. Manera de encarecer el apuro o dificultad de una Cosa, y más si se compara con otra anteriormente realizada, de condiciones también azarosas, aunque no en tanto grado». Æ Así explica Sbarbi en su Gran diccionario de refranes el significado de ese dicho. Pero no añade nada acerca de su origen. Quien intenta explicar este es Fernán Caballero en su libro Cuentos y poesías populares andaluces (Sevilla, 1859), donde refiere lo siguiente: «Se estaba confesando un gitano, y dijo al confesor: — Padre, me confieso que he robado una soga. —Válgame Dios, y que no podíais resistir a esta tentación, que es un pecado mortal, y gracias que no fue cosa mayor. —Es que detrás se vino la jáquima (la cabezada). —¿Esa más? —Y detrás la albarda. —¿La albarda también? —Y debajo se vino la mula. —;¡Esa es más negra! —exclamó el confesor. —No, señor —respondió el gitano—; más negra era la otra que se vino detrás de la primera». Y añade en nota: «Aquí encuentra su origen el dicho vulgar de esa es más negra». La explicación de Fernán Caballero no convence. El cuento que refiere habría contribuido a divulgar la frase, pero se ve que el Esa es más negra era un dicho proverbial, del que usó el confesor cuando el gitano fue añadiendo pecados, más www.lectulandia.com - Página 231 graves cada vez, al primitivo de haber robado una soga. Escribir más que el Tostado Alude esta comparación popular a Alonso Tostado, llamado también Alonso de Madrigal, por haber nacido en este pueblo de la provincia de Ávila, y el Abulense, por haber sido obispo de Ávila. Floreció en tiempo de Juan II de Castilla; fue catedrático de la Universidad de Salamanca y asistió al Concilio de Basilea. Obtuvo el obispado de Ávila y murió, prematuramente, a los cincuenta y cinco años (según otros, a los cuarenta), en el año 1454. Sobre su sepulcro se puso la siguiente inscripción: «Hic stupor est mundi, qui scibile discutit omne». Sus obras en latín constan de veinticuatro tomos en folio, y dejó otras muchas en castellano. Su epitafio actual, en verso, dice así: Aquí yace sepultado quien virgen vivió y murió, en ciencias más esmerado, el nuestro obispo Tostado, que nuestra nación honró. Es muy cierto que escribió en cada día tres pliegos de los días que vivió; su doctrina así alumbró que hace ver a los ciegos. Æ Rodríguez Marín, en el n.° 56 de sus Quinientas comparaciones andaluzas, dice: «El Tostado vivió cuarenta años; de modo que, si en el epitafio no hay exageración, escribió unos 53.880 pliegos». (Según Cejador, 70.225 pliegos). El Tostado fue el prodigio de su siglo. En la Universidad de Salamanca «llegó a hacerse dueño como por sorpresa de todas las ciencias que allí se enseñaban». Tenía tal memoria que nunca olvidaba lo que una vez leía, y se dice de él que recitaba al pie de la letra pasajes enteros de la Biblia y toda la Summa Teologica de Santo Tomás. Las más notables de sus obras son: Comentarios sobre los libros históricos de la Biblia, Historia Sagrada y Mitología pagana. Ese no morirá de cornada de burro www.lectulandia.com - Página 232 Aludiendo al prudente exagerado, al que evita todos los riesgos. Æ Lo de la cornada de burro, que en el dicho se aplica como cosa imposible de suceder, tiene su viso de realidad, según pude comprobar leyendo a Ponz y a Ciro Bayo. Don Antonio Ponz, en su Viaje a España (1783-1798) y en el tomo 1.*, p. 5 de la edición de Aguilar (Madrid, 1947), escribe, refiriéndose a Toledo: «Hay (en esta ciudad) recuas de borricos que continuamente acarrean esta agua (la del Tajo) con cántaros en unas angarillas de madera, en las cuales sobresalen hacia delante ciertos palos que suplen muy bien por una cornada con el que va descuidado por la estrechez de las callejas; y de ahí viene lo de cornada de borrico». Ciro Bayo, en su libro El Lazarillo español (libro 3.”, cap. 1.*, col. Austral, Buenos Aires, 1945), dice que en tierras de la Mancha, en El Toboso, por ejemplo, los burros que acarrean el agua a las casas «llevan los cántaros en un aparejo que por delante termina en dos afiladas puntas, como testuz de toro, o, si se quiere, como horca en ristre; por donde acontece que en las calles más estrechas dan un encontronazo asesino al andante que viene distraído. Llaman a este lance cornada de burro, la más infamante de todas, como puede suponerse». Juan de Mal Lara, en su Philosophia vulgar (1568, centuria 1.?, n.° 44), cita el adagio de Cornada de ansarón, guarde Dios mi corazón, y lo comenta en esta forma: «Declara el comendador (alude a Hernán Núñez) que cornada de ansarón quiere decir escritura dañosa, porque de las escrituras salen los pleitos y quedan los hombres en grandes trabajos por ellos. Es tomada la metáfora del herir del toro, que así lo hace la pluma hecha de pluma de ánsar». Fermín Sacristán, en su obra Doctrinal de Juan del Pueblo (Madrid, 19071912), incluye los refranes Cornada de ansarón, uñarada de león, y de Cornada de ansarón, libre Dios mi corazón, y añade que «este último se aplica, según la Academia, a los escribanos, para denotar cuán perjudicial es cualquier yerro o falta de legalidad en un oficio». Y a propósito de gansos y ansarones. Antiguamente se hablaba de la coz de ganso como hoy se habla de la cornada de burro. Correas, en su Vocabulario de refranes, cita los dichos: Como el hijo del Payo, que murió de la coz de un ganso. Como la hija de Olalla, que murió de la coz de una gansa. Eso es la caraba Según el Diccionario, caraba es sinónimo de «conversación» y de «broma, diversión, www.lectulandia.com - Página 233 holgorio». Æ He oído contar que en cierta feria o verbena, y entre las barracas de atracciones, había una, ante cuya puerta voceaba un chungón: ¡Pasen, señores, pasen, a ver la Caraba! El público creía que iba a ver algún animal raro, algún monstruo de la naturaleza, y al descorrerse la cortina del escenario aparecía una mula vieja, flaca y llena de mataduras. —¿Y esta es la Caraba? —protestaban, decepcionados. —Sí, señor; no hay engaño; es la que araba y ya no ara. Entre los años 1925 y 1935 estaba en moda el dicho de ¡Es la caraba!, equivalente a los de ¡Es el colmo!, ¡lo nunca visto!, ¡el despiporren!, ¡la reoca!, ¡el disloque!, ¡el acabose!, etc. Muñoz Seca y Pérez Fernández titularon con el nombre de La Caraba una de sus comedias, estrenada en 1927. El dicho se oye todavía. Parecida al chascarrillo de la caraba es la historieta que refiere el escritor sevillano Juan de Arguijo (1564-1628) y que reproduce Federico Carlos Sainz de Robles en su obra Viejos cuentos de la vieja España (Madrid, 1941, p. 845): «Un viandante hallose sin dinero en un lugarejo de Castilla, y tomó por remedio hacer pregonar por el lugar que quien quisiese una mula prodigiosa, que tenía la cabeza donde otras mulas tienen la cola, fuese a tal mesón, que a cuatro maravedís la enseñaría. Juntose medio lugar, y cuando los tuvo juntos y cobrado el dinero, fuelos llevando en procesión por la puerta de la caballeriza, donde tenía la mula con la cola atada a un pesebre y la cabeza donde otras ponían la cola». Después de escrito lo que antecede, encontré el verdadero origen de la caraba en el segundo tomo de las memorias de Gutiérrez Gamero, en el titulado Mis primeros ochenta años. Lo que me dejé en el tintero, pp. 237-238. Dice este autor que hallándose en el año 1868 en la Feria de Sevilla, le invitaron a ver La Karaba en el Real de la Feria, adelantándole que se trataba de un animal fabuloso que exhibía un gitano en uno de los barracones. El tal barracón era un chamizo, ante el cual un gitano pregonaba lo estupendo que «siba a vé» mediante un real. Dos colchas tapaban la puerta, sobre la que campeaba este letrero: La Karaba y un caballo que tiene la cabeza donde los demás tienen el rabo Cuantos salían del local iban diciendo: ——Verdaderamente, es un animal formidable... —-¿Cómo formidable? Maravilloso. Esto no se ve más que en Sevilla. «En el fondo de la maloliente estancia —dice Gutiérrez Gamero— veíase un pesebre. Al lado izquierdo, una mula viejísima, y al derecho, un jamelgo, todo huesos www.lectulandia.com - Página 234 y pellejo, que tenía los cuartos traseros tocando al pesebre y la cabeza mirando al público. ¡Como anunciaba el rótulo de la puerta! Junto a la mula estaba la hija del gitano portero, sin duda algo pingajosa, pero graciosilla, que iba rezando cada cinco minutos: “Ezta que veis ustés é la célebre mula Zaleroza, mu conocía en to er mundo. Tie cuarenta y sinco años y está en su conosimiento, porque come como de ayer mañana. La probe ha arao muncho, muncho, y como ya no pue ará, la llamamo La K”araba. Del caballo no digo na. Ahí lo tenéis ustés”. »Salí del tugurio echando venablos, y no la emprendí a cachetes con el gitano farsante, porque Dios me tuvo de su divina mano». Nuestro autor, después de consignar que los sevillanos dieron la mar de bromas a los forasteros a costa de la mula del gitano, termina así: «Y hoy (1927) que mi amigo Muñoz Seca ha puesto en circulación La Caraba, saco a plaza este exactísimo suceso, que yo presencié el año 1868, para que se conozca el posible origen de este vocablo que, andando el tiempo, entró en el Diccionario, como cosa de conversación y holgorio». En el año 1896 escribió acerca de la Karaba Juan Valera, en sus Cuentos y chascarrillos andaluces. Dice así el ilustre escritor de Cabra: «Había en la feria de Mairena un cobertizo formado con esteras viejas de esparto; la puerta, tapada con no muy limpia cortina, y sobre la puerta un rótulo que decía con letras muy gordas: LA KARABA SE VE POR CUATRO CUARTOS »Atraídos por la curiosidad, y pensando que iban a ver un animal rarísimo, traído del centro de África o de regiones o climas más remotos, hombres, mujeres y niños acudían a la tienda, pagaban la entrada a un gitano y entraban a ver la Karaba. »—¿Qué diantre de Karaba es esta? —dijo enojado un campesino—. Esta es una mula muy estropeada y muy vieja. »—Pues por eso es la Karaba —dijo el gitano—: porque araba y ya no ara». (Valera, Obras completas, tomo 1.°, p. 1141). Eso es música celestial Frase familiar con que se caracterizan las palabras elegantes y vacías, o las promesas sin sustancia ni utilidad. Æ Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, supone que esta frase «tiene su www.lectulandia.com - Página 235 origen en la ridícula escuela de los preceptistas antiguos, empeñados en deducir los intervalos de la gama o escala musical de la distancia que existe entre los cuerpos celestes que componen el sistema planetario». A lo dicho por Sbarbi añadiré que este de la música celestial fue un tema que dio mucho que hablar en otros tiempos. El filósofo Boecio, que vivió en los años 470 al 525 de nuestra era, en su obra De música, asentó una distinción absoluta entre la música celestial —él la llamaba música mundana—, que se refiere a la armonía de los astros, de los elementos y las estaciones, la música humana, tal como la muestra la armonía reinante entre el cuerpo y el espíritu, cuyo enlace podría compararse con la unión apropiada de sonidos graves y agudos, y la música instrumental, es decir, la ejecutada mediante instrumentos. (Boecio olvidó la música vocal). Los teóricos y sabios de los tiempos antiguos que incluían la música de los cielos o celestial en las categorías de este divino arte, se basaban para ello, no solo en las consecuencias que se desprendían de la consideración de las distancias existentes entre los planetas y astros de las velocidades con que caminan por el cielo. Veían en tales distancias y velocidades medidas y números que se ajustaban a las proporciones interválicas de la escala musical, y a las consonancias y disonancias tonales. Por ello suponían una «música de las esferas», una música celestial, que resultaba inaudible para los humanos, pero que sin duda existía, pues allí estaban las proporciones y los números delatando la armonía sonora. Algunos teóricos, como fray Pablo Nasarre, en el mismo tomo 1.* de su Escuela música (Zaragoza, 1724), afirmaban, incluso, que la música instrumental tomó su fundamento de la música astral o celestial. Según este fraile, las siete notas de la escala se corresponden con los siete planetas, y las doce consonancias con los doce signos del Zodíaco. Se ha llamado también música celestial a la que algunos escritores sagrados, en sus alegorías místicas, concertaban entre Dios y sus criaturas, adaptándola al artificio contrapuntístico. Hubo también autores que llegaron a escribir capítulos enteros destinados a averiguar si en el cielo se cantará o no la música. Basaban su suposición en que los Evangelios y el Apocalipsis consignan cantos entonados por los espíritus angélicos. Estas y otras lucubraciones fueron las que dieron origen a la expresión peyorativa Eso es música celestial. Eso son palabras mayores Palabras mayores son, según el Diccionario, las injuriosas u ofensivas. Y la www.lectulandia.com - Página 236 expresión «Eso ya son palabras mayores» constituye, según Sbarbi, el «modo de dar a entender al que refiere alguna cosa que lo que acaba de decir entraña más gravedad o importancia de lo que parece, o que aquello que había narrado antes». Æ Rodríguez Marín, en sus notas a la novela cervantina Rinconete y Cortadillo, escribe acerca de esto: «Palabras mayores —dice Covarrubias— son las injuriosas, como ladrón, cornudo, etc.». De ellas y de su penalidad trata la Nueva recopilación, título 10, libro 8.*. Vulgarmente se llegó a llamar palabras mayores, por extensión, a todas las injuriosas, y no solo a las cinco verdaderamente grandes, que eran las de gafo (leproso), sodomético (sodomita), cornudo, traidor y hereje, a las cuales se añadía la de cuatro letras, dicha a mujer casada. Esos son otros López Expresión similar a la de «Eso es harina de otro costal», con la que se da a entender la diferencia que hay de una cosa a otra, o que una especie es absolutamente ajena al asunto de que se trata. Cuentan que un individuo de dicho apellido, orgulloso de él, citaba en una reunión a los López que se habían hecho célebres por sus hazañas o saber. Alguien le sacó a relucir unos López que habían muerto en la horca o en la cárcel, a lo que el otro replicó: «Esos son otros López, no los míos». Æ Luis Montoto, en su obra Personajes, personas y personillas (tomo Il, p. 105), explica así la frase: «Vivió en España, no hace muchos siglos, un pobretón que tenía por nombre y apellidos lo menos que se puede tener, es decir, Juan López y Pérez. Al Pérez no le daba mucha importancia, mas el López era para mi hombre el apellido más nobiliario en la sociedad española. Si se nombraba algún obispo, general, ministro, marino, etc., que llevaba el apellido López, nuestro pobrete exclamaba con indescriptible orgullo: “Esos López son de mi familia”. No había un López ilustre que no perteneciera a su familia. Un vecino del barrio, quemado ya de la hinchazón del Juan López, leyó una vez, delante de este y otros muchos, la siguiente noticia: “Acaba de ser ahorcado en Z... el famoso ladrón José López y López, que fue verdugo, ladrón, asesino, jugador, etc.”. Y respondió al punto nuestro Juan: “Esos son otros López, no los míos”. A propósito de este dicho recordaré que Juan de Mal Lara, en su Philosophia vulgar (1568, centuria 8.*, n.° 64), incluye el adagio No hay generación donde no haya rameras o ladrón, y añade: «Este refrán es para humillar todos los humos que se levantan de los linajes, que no hay ninguno donde no se halle mujer u hombre que haya caído en alguna culpa». www.lectulandia.com - Página 237 Esperar como el Santo Advenimiento Esperar a alguno o alguna cosa como el Santo Advenimiento significa aguardar su llegada o su realización con deseo vehementísimo. J Alude esta expresión al estado en que se encontraban las almas de los justos en el seno de Abraham desde el principio del mundo, esperando que Jesucristo bajara a aquel lugar, después de muerto, para llevarlas a gozar de la eterna bienaventuranza. (Sbarbi, Gran diccionario de refranes, p. 34). Esperar una cosa como el agua de mayo Alude a la ansiedad con que se espera y a la alegría con que se acoge en el campo el agua de mayo, encareciendo lo beneficiosas que son las lluvias de dicho mes para el crecimiento y granazón de los cereales. Son muchos los refranes referentes al agua de mayo: «Llueva para mí abril y mayo, y para ti, todo el año». «Ser bienvenido, como agua por mayo». «¡Agua, Dios, y venga mayo!». «Agua de por mayo, pan para todo el año». «Agua de mayo hace crecer el pelo» (adagio este último que, según dice Sbarbi, se refiere a los campos y no a las cabezas). Estar a dos velas Estar sin dinero; carecer de toda clase de recursos. Æ Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes (p. 984), dice: «Parece proceder esta frase de que, como en las iglesias, después de terminadas las funciones religiosas, se apagan todas las luces menos dos que quedan delante del sagrario, y como estas alumbran poco para el espacio tan grande de aquellas (de las iglesias), puede decirse que quedan tristes y medrosas, y, por lo tanto, se compara con el ánimo del individuo que no tiene dinero». www.lectulandia.com - Página 238 No me convence esta explicación. Es muy posible que aluda al juego y al hecho de que antiguamente, en las timbas y partidas de naipes, el banquero solía actuar entre dos velas. En este supuesto dejar al banquero a dos velas o quedarse a dos velas equivaldría a dejarle al banquero (o quedarse uno) sin un cuarto. Estar a la cuarta pregunta Estar escaso de dinero o no tener ninguno. Æ Se han dado muchas explicaciones sobre el origen de esta frase. Sbarbi, en su Florilegio de refranes (1873), cree que hay que buscarlo en el Catecismo del padre Astete, cuando, explicando el Padre Nuestro, dice: —-¿Qué pedís en la cuarta petición? —Que nos dé Dios el mantenimiento conveniente para el cuerpo, el espiritual de la gracia, y Sacramentos para el alma. Es una explicación que no convence, porque ni se trata de una cuarta pregunta, ni la respuesta tiene que ver con la falta de dinero. El mismo autor, en su Gran diccionario de refranes (obra que tenía preparada al ocurrir su muerte, en el año 1910), apunta, como propia, esta otra explicación: «Dícese que en la famosa Universidad Complutense tenían los estudiantes la costumbre de hacer a sus nuevos camaradas las cuatro preguntas siguientes, por vía de novatada: ¿Salutem habemus? ¿Ingenium habemus? ¿Amores habemus? ¿Pecunian habemus? » Y como a todas solían contestar afirmativamente los novatos, excepto a la última, de ahí vino el tomar como equivalente de no tener dinero el estar a la cuarta pregunta». Esta explicación convence más. Pero veamos una tercera, donde quizá esté la clave del problema. Fernán Caballero, en sus Cuentos y poesías populares andaluzas (Sevilla, 1859, p. 74), escribe lo siguiente: «Es muy usual el ponderar la pobreza de un individuo diciendo que está a la cuarta pregunta. Derívase esta aserción de que en los interrogatorios para justificaciones de testigos sobre varios objetos, y entre ellos el de acreditar pobreza, se acostumbra comprender este extremo en la cuarta pregunta, en los términos siguientes: “Cuarta. Si sabe el testigo y le consta que la parte que lo www.lectulandia.com - Página 239 representa es pobre, sin poseer bienes raíces ni rentas, por manera que cifra su subsistencia absolutamente en el producto de su personal trabajo”». Coinciden con la opinión de Fernán Caballero otros escritores. Don Francisco Cutanda le comunicó a Sbarbi que en los interrogatorios para informaciones de insolvencia, la cuarta pregunta era la de «Cómo N. carece de bienes y rentas y es pobre de solemnidad». Por mi parte diré que en la revista Alrededor del Mundo de 22 de septiembre de 1899 leí la siguiente explicación, firmada por C. Ropes-Santander: «Tiempos atrás había en los juzgados un formulario de preguntas, al que se ajustaba el escribano cuando tomaba declaración a cualquier pelambre. Las preguntas eran las siguientes: 1.*? Nombre y edad. 2.* Patria y profesión. 3.* Religión y estado. 4.* Rentas». Casi siempre, los declarantes, al responder a la última, declaraban ser pobres de solemnidad. Sucedía que, en posteriores declaraciones, hacía el juez preguntas relacionadas con el bolsillo del declarante, y este contestaba remitiéndose a lo dicho al responder a la cuarta pregunta. Preguntado, por ejemplo, si tal día había gastado diez duros en una francachela, respondía que eso no era posible, por estar a la cuarta pregunta. Las preguntas a que aluden estos escritores son las que en el lenguaje judicial se llaman «generales de la ley», las primeras que se hacen a los testigos. Estar a las duras y a las maduras [Se expresa con esta locución que quien goza de los privilegios de una situación debe cargar también con sus desventajas]. Æ Hay varias frases donde entran las duras y las maduras. Ramón Caballero, en su Diccionario de modismos, incluye la de que El que está a las duras está a las maduras: «expresión familiar con que se zahiere a quien no quiere más que los beneficios de una cosa y rechaza lo molesto», y la de estar a las duras, pero no a las maduras: «cargo que se hace a la persona o personas que quieren que sobre nosotros caiga todo género de responsabilidad en cualquier sentido, y que carguemos con todo el peso y molestias de cualquier negocio, reservándose (ellas) para sí los beneficios y comodidades». Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, incluye, además de estas, la frase Tomar las duras con las maduras, que se usa «para significar que debe llevar las incomodidades de un empleo, cargo o negocio el que tiene las utilidades o provechos». www.lectulandia.com - Página 240 Según Cejador, en su Fraseología (tomo 2.*), las duras y las maduras alude «a peras, al repartir». Estar a partir un piñón. A partir de un confite Estar uno a partir un piñón con otro significa, según el Diccionario (ed. de 1970), haber unidad de miras y estrecha unión entre ambos. Alude a los novios y a los que bien se quieren que no tienen inconveniente en dividir en dos un piñón, incluso con los dientes, y en comérselo a medias. Es frase parecida a la de estar a partir un confite. Æ En carta de Bartolomé José Gallardo a su amigo Manuel Torriglia le dice, al darle la enhorabuena: «dóisela a V. i me la tomo al partir, como dos que se quieren bien i muerden en un confite». (Cartas inéditas de don Bartolomé José Gallardo a don Manuel Torriglia (1824-1833), publicadas por Antonio Rodríguez Moñino en el Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo CXXXVII, p. 80, julio-septiembre de 1955). Estar bajo la égida Significa estar bajo la protección, amparo o defensa, y así «estar bajo la égida de la ley» equivale a estar o vivir bajo su salvaguardia. Æ El nombre égida se deriva del griego aix, que significa cabra o piel de cabra. Se llamaba égida al escudo de Júpiter, porque estaba cubierto con la piel de la cabra Amaltea. La primera acepción que el Diccionario da a la palabra égida es la de «piel de la cabra Amaltea, convertida en escudo, con que se representa a Júpiter y a Minerva». Según la Mitología, Júpiter dio su escudo a Palas (Minerva), y esta diosa grabó en él la cabeza de Medusa, rodeada de serpientes, la cual convertía en piedra a todo aquel que se atrevía a mirarla. Los poetas antiguos dan el nombre de égida a todos los escudos de los dioses. Parece ser que el nombre de égida deriva de la costumbre que en un principio tenían los griegos de cubrir los escudos, para mayor defensa, con la piel de una cabra, www.lectulandia.com - Página 241 haciendo también de la misma piel una especie de corazas. Estar bajo la férula de otro Según el Diccionario, «estar bajo su dependencia». La férula, también llamada cañaheja, es una gramínea que forma un tallo grueso y alto. De haber empleado este tallo para castigar a los niños y esclavos y del verbo ferire (herir), vino a llamarse férula a todo palo o bastón utilizado para castigar. Los maestros y pedagogos de la Antigüedad se servían de la férula para golpear a los escolares, haciéndoles coscorrones en la cabeza y dándoles palmetazos en las manos, sin hacerles mucho daño, por ser con materia muy liviana. Æ Juvenal dijo: «Et nos ergo manum ferulae subduximur», indicando que cuando el maestro quería pegarles con la férula en la cabeza, oponían las manos y recibían el golpe en ellas. Estar bajo la férula de otro equivalía a estar sujeto a él y a sufrir sus castigos. Estar como San Alejo, debajo de la escalera Se dice de la persona que está acurrucada, escondida o metida en algún sitio estrecho. Æ En la Colección de romances castellanos, de Agustín Durán, se inserta, al número 1.305, uno donde se refiere la vida de San Alejo, y donde, al hablar de la llegada del santo a su casa de Roma, fingiéndose peregrino, se dice: Mandáronle, en fin, que coma, y él, desechando manjares, con agua y pan se acomoda. Desechó una rica cama y escogió aquella dichosa escalera, y en un hueco pasaba las tenebrosas noches y días de frío, con hambre y sed prodigiosa, padeciendo mil oprobios de los mozos y las mozas, pues todas las barreduras de la escalera le arrojan, www.lectulandia.com - Página 242 y dándole bofetadas con él juegan la pelota. Allí, diecisiete años fue su vida misteriosa. Según leí en el santoral, San Alejo era hijo del senador de Roma Eufemiano. El mismo día de su boda sintió un llamamiento divino, abandonó a su esposa y huyó a Oriente, donde vivía de la mendicidad. Al cabo del tiempo regresó a Roma y, sin darse a conocer, fue acogido en el palacio de su propio padre. «De la mesa misma del amo le bajaban la comida, y su habitación estaba en un ángulo del patio interior, debajo de la escalera principal. Allí ayunaba, allí leía y allí hacía penitencia... La servidumbre se reía de él y le llenaba de insultos. Los esclavos le llamaban vago, vividor, comediante; las criadas dejaban caer sobre él las aguas sucias y le acribillaban (?) con cáscaras de naranja y conchas de almejas. Y él callaba y reía; reía siempre... Así pasaron diecisiete años...», escribe el padre Pérez de Urbel en su obra Año cristiano (tomo 3.°, p. 112). Estar en Babia. Ser un babieca Estar, o vivir, en Babia. Hallarse muy distraído y embolado y con el pensamiento muy distante de lo que se está tratando e importa. Æ Sbarbi, en su Florilegio de refranes, escribe: «Entiéndese comúnmente por Babia el país de los tontos; por eso se dice que está en Babia el que se halla completamente distraído o alelado». Montoto, en su obra Personajes, personas y personillas (tomo 1.*, p. 111), cita el dicho los de la tierra de Babia, que siegan el trigo con escaleras. También en la comedia La Lena, que escribió Velázquez de Velasco a finales del siglo xvi, leí lo siguiente: «... este es sin duda de aquellos que cuentan de la tierra de Babia, donde los trigos se siegan con escaleras». Montoto transcribe el siguiente comentario de Milá y Fontanals: «Se ve que los habitantes de Babia pasaban por hombres de pocos alcances y que se les atribuían costumbres ridículas, como de los otros pueblos se cuenta que quisieron secar velas al humo o pescar la luna reflejada en un charco, etc. La circunstancia de ser Babia país en todo o en parte montuoso conviene con tan extraña siega y con la errada opinión de los habitantes de tierras llanas, que miran como a lerdos a los montañeses». Según otra versión, la frase estar en Babia deriva de la palabra baba. Así opina www.lectulandia.com - Página 243 Sbarbi en su Gran diccionario de refranes (posterior a su Florilegio), donde dice: «No creemos que tenga que ver nada esta frase con el territorio de las montañas de León que lleva el nombre de Babia, juzgando solo que se trata de una alusión onomatopéyica, con la voz baba, pues estar con la baba caída viene a significar, en principio, lo mismo que la frase que nos ocupa». Y así opina también Cejador, cuando, en una de sus notas al Libro de buen amor, del Arcipreste de Hita, sostiene que la voz bavoquia (altanería boba) empleada por el Arcipreste, la de bavequia (usada en el Poema de Alejandro y en los Milagros, de Berceo), y las de babieca, babieco y Babia, provienen todas ellas de la palabra baba y aluden a los bobos, a quienes se les cae. La versión más moderna que conozco acerca de la frase que comentamos es la de Víctor de la Serna, que en su artículo «Un corresponsal en Babia», publicada en ABC el 29 de julio de 1953, al relatar su viaje a través del valle de Babia, que tiene una altura media de unos 1.300 metros y que está compuesto actualmente por veintidós aldeas, dice así: «¿Que por qué se dice estar en Babia cuando se está como ausente o ajeno a lo que sucede en torno? Verás, lector. Parece que los reyes de León gustaban, como gente fina que eran, de pasar largas temporadas de verano en Babia, cuando todavía los duques de Luna no habían fijado allí su puesto de mando para expoliar al país. Babia era una región placentera, bien abastada, bien comunicada, guardada por gente pacífica e hidalga, leal al Rey y, entonces, como buenos cazaderos de osos, corzos y jabalíes. Ordoños, Ramiros, Alfonsos y Fernandos se encerraban en Babia muchas veces, huyendo de las intrigas de la Corte y de las ambiciones de nobles y prelados empeñados en instaurar la modalidad feudal. A veces, los fieles súbditos leoneses echaban de menos a su monarca, ausente, mientras los intrigantes repetían: “El rey está en Babia”. Y con esto daban a entender que Su Alteza no quería saber nada de nada. Desde entonces, “estar en Babia” se dice de un estado psicológico que está entre el “dolce far niente” y el “no quiero saber nada”». En cuanto a la voz babieca, el Diccionario de la Real Academia, en su primera edición, decía que deriva de bobo, siguiendo en esto la opinión de Covarrubias, que en su Tesoro de la lengua castellana (1611) escribe: «Al hombre desvaído, grande, flojo y necio, suelen llamar babieca por el sonido, con la alusión a bobo». www.lectulandia.com - Página 244 Estar en Belén Frase que, según el Diccionario de la Real Academia, significa «estar embobado, estar en Babia». Æ Manuel Rabanal (leonés y nieto de babiana), en su libro El lenguaje y su duende (2.* ed.), teniendo en cuenta que lo mismo Belén que Babia y que Batuecas son topónimos que empiezan por una B, consonante que se repite en bobo y embobado, añade: «¿No serán nuestros tres proverbiales lugares evasivos, más que verdaderas localizaciones tópicas, otras tantas referencias utópicas, simplemente provocadas por la fuerza de la “be”, que es la letra de balbucir?». Rabanal, después de consignar que la expresión Estar uno en Babia (alusión a baba: caérsele a uno la baba) es «estar con la boca abierta, totalmente embobado o abstraído», termina diciendo que «estar en Belén es el eufemismo homofónico de “estar embelesado” o cosa por el estilo». Estar (o ponerse) en berlina www.lectulandia.com - Página 245 Estar o ponerse en ridículo o en situación que le haga a uno objeto de burla o menosprecio. Alude a los carruajes abiertos llamados berlinas, cuyos ocupantes iban expuestos a las miradas de todos. Æ Antonio Flores, describiendo en su libro Ayer, hoy y mañana (Barcelona, 1892, tomo 1.°, p. 99) los juegos de prendas, tan comunes en las reuniones de 1800, dice que uno de los castigos a que eran sometidos los que tenían que pagar prenda era el de ponerse en berlina. El castigado cogía un sitial y, sentándose en medio de la sala, decía: «¡Ea, señores! Digan ustedes, ¿por qué estoy en berlina?». Y unos le decían que por feo, otros que por tonto, etc. Como se ve, en el Madrid de comienzos del siglo xIx, donde rodaban los coches llamados berlinas, ponerse en berlina equivalía a exponerse a las burlas de todos. Bastús, en La sabiduría de las naciones, serie 1.*, p. 68, afirma que este modismo alude a los primeros que «iban en berlina», coches abiertos que principiaron a usarse en Berlín, de donde tomaron su nombre. (Dicen que el inventor de la berlina fue Felipe Chiese, primer arquitecto de Federico Guillermo de Prusia). Otros atribuyen la invención de estos coches a los italianos, y suponen que tomaron el nombre de berlina de una especie de catafalco, picota o argolla en que exponían a los reos a la vergüenza pública. Estar en las Batuecas Estar distraído; tener el pensamiento en cosa diferente de la que se trata. Es sinónimo de ignorancia y simplicidad, tal vez recordando el estado de atraso de los que viven en el territorio llamado de las Batuecas. Las Batuecas es un valle, distante catorce leguas de Salamanca y ocho de Ciudad Rodrigo, comprendido en el obispado de Coria. Sus habitantes llevaban fama de salvajes. Los llamaban los beocios de España. Hace siglo y medio, decir de uno que era un batueco o que se había criado en las Batuecas era ponerle al nivel de un cafre o de un hotentote. Desde antiguo corrían por España mil fábulas sobre este valle, cercado de montañas, aislado y misterioso. Le ocurría lo mismo que a la comarca extremeña de Las Hurdes. Se decía, sin razón, que los batuecos eran salvajes gentiles y entregados al culto del diablo. No faltando quien afirmara que vivían desnudos. XÆ Una vieja tradición aseguraba que la región de las Batuecas había permanecido olvidada durante siglos, hasta que una doncella y un paje de la casa de Alba la www.lectulandia.com - Página 246 descubrieron de nuevo. Este fabuloso descubrimiento tuvo lugar, según unos, en el reinado de los Reyes Católicos y, según otros, en el de Felipe II. Sobre ello escribió Lope de Vega su comedia Las Batuecas del Duque de Alba, en cuya introducción trató Menéndez y Pelayo (tomo XIV de sus Obras completas, p. 364 y siguientes) de este asunto con su acostumbrada erudición. A las Batuecas aludió Montesquieu cuando, creyendo todas estas patrañas, escribía: «Ellos (los españoles) han hecho inmensos descubrimientos en el Nuevo Mundo, y no conocen aún su propio continente. Hay en sus ríos puntos que aún no han sido descubiertos, y en sus montañas, naciones que les son desconocidas». El padre Feijoo, en su trabajo «Fábula de las Batuecas y países imaginarios» (Teatro Crítico Universal, tomo IV, discurso X), contribuyó decisivamente a deshacer las fábulas sobre las Batuecas, y entre ellas la que afirmaba que esta región había sido descubierta en tiempo de Felipe II. Estar entre dos aguas Significa estar perplejo y confuso o, como dice el Diccionario, «con duda y vacilación». Æ Según Seijas Patiño, «díjose tal vez del riesgo e indecisión que tienen las naves en las desembocaduras de los ríos, donde las corrientes las llevan y traen con mucho peligro, y a veces sin poderse valer». Estar entre dos fuegos [Estar alguien entre dos fuegos significa estar entre dos situaciones difíciles y comprometedoras para él]. Æ Bastús, en La sabiduría de las naciones (2.* serie, p. 76), escribe: «Estar entre dos fuegos. Lo mismo que decir estar colocado entre dos peligros extremos. »A primera vista, parece que esta locución sea moderna y que se refiere a los peligros que corre el soldado colocado entre dos fuegos de fusilería o cañón enemigos y Opuestos. »Pero de las juiciosas observaciones que hace M. Ampere en su Historia literaria de Francia, resulta que este modismo es de una época mucho más antigua que la www.lectulandia.com - Página 247 invención y uso de la pólvora, y que, por consiguiente, no puede proceder del accidente militar que hemos indicado. »Debe su origen esta locución a la desesperada situación en que se encontraba el hombre que los druidas ofrecían en sacrificio a su dios Beleno, y que marchaba a la muerte entre dos fuegos u hogueras». Esta explicación me parece demasiado erudita y rebuscada. Estar entre Pinto y Valdemoro Se aplica el dicho al que está medio borracho o entre dos luces. Y al que vacila entre dos cosas u opiniones, o adopta una actitud ecléctica que no es ni lo uno ni lo Otro. Pinto y Valdemoro son dos pueblos de las cercanías de Madrid, cuyos términos están separados por un arroyo. Y cuentan que hubo en Pinto un borrachín, medio tonto, que solía ir por las tardes con algunos amigos a las afueras del pueblo, y en cuanto llegaba al regato o arroyo que divide ambos términos, se divertía en saltarlo, diciendo a cada salto: «Ahora estoy en Pinto. Ahora estoy en Valdemoro». En una de estas, cayó al fondo del riachuelo y exclamó: «Ahora estoy entre Pinto y Valdemoro». Esta historieta, más que una explicación de la frase que comentamos, me parece una aplicación de ella. Æ Rodríguez Marín cita el refrán «Vino tinto, si no lo hay de Valdemoro, démelo Pinto». Y Martínez Kleiser, en su Refranero general ideológico español (Madrid, 1953, p. 736), lo comenta, diciendo: «El recuerdo de tales vinos creó la frase entre Pinto y Valdemoro, aplicada a quienes se alegran con ellos». Beinhauer, en su libro El español coloquial, incluye una explicación técnica o filológica a la expresión que comentamos. Después de advertir que en muchos modismos españoles se emplean nombres de lugares o de personas para aludir a hechos bajos, humillantes o rudos: «tener una cosa en Peñaranda», por tenerla empeñada; «dar las cosas de Valdeorras o de Valdelatas», por darlas de balde; «estar completamente Roque», por estar roncando, profundamente dormido; dice que estar entre Pinto y Valdemoro quizá empezó significando estar «achispado», a medio camino entre la normalidad y la borrachera plena, por la homofonía entre «Pinto» (lugar) y pinta (medida de algo más de un litro de vino). Manuel Rabanal, en su libro El lenguaje y su duende, recoge esta explicación de Beinhauer y añade el dicho leonés «tener el San Gregorio», donde suena la palabra sangre con alusión a la menorragia femenina. www.lectulandia.com - Página 248 Estar hasta los topes Tener una persona o una cosa exceso o hartura de algo. Æ Son muchos los que creen que esta expresión es de origen ferroviario y que la voz tope hace referencia al del vagón del ferrocarril. Azorín mismo, en un artículo publicado en ABC en enero de 1943, hablando de los elementos contenidos en los refranes y de esas voces que se popularizan en cada época, que vienen a ser el comodín general y que pasan al refranero, citaba, como ejemplo de ellas, la de tope: «Y se usaba el terminejo —procedente sin duda del dominio en la vida pública de los ferroviarios—, tanto en los artículos periodísticos como en las discusiones parlamentarias». A raíz de este artículo de Azorín, el comandante de la Armada y folclorista José Gella Iturriaga publicó en el diario madrileño Pueblo de 21 de enero del citado año un trabajo, en el que demostraba que la palabra tope y las expresiones hasta el tope y hasta los topes eran de origen marinero. Efectivamente, el Diccionario de la Academia de 1817 y todos los siguientes hasta el de 1899 dicen así: «Tope. Lo más alto de los masteleros donde se ponen las grímpolas. Hasta el tope (loc. adv.). Enteramente o llenamente. Ad summun usque». Como se ve, la voz tope (punta de un palo o arboladura) y la expresión exagerativa hasta el tope (hasta lo más alto de un barco) figuraban registradas por la Academia mucho antes que Stephenson inventase la locomotora. Y el modismo hasta los topes era, en esa época, utilizado por los marineros y aplicado hiperbólicamente al exceso de carga de un navío. (No digo el ferrocarril, porque el ferrocarril, propiamente como tal, es decir, la vía o camino de hierro, a base de carriles, existía, con anterioridad al invento de la locomotora de vapor, en las minas de Gales, donde las vagonetas eran empujadas por hombres o arrastradas por caballos). A partir de su 13.* edición, de 1899, el Diccionario de la Academia dice: «Tope. (Mar). Extremo superior de cualquier palo de arboladura. (Mar). Punta del último mastelero..., etc.». Y al explicar la expresión adverbial Estar hasta los topes, consigna como primera acepción la de «hallarse un buque con exceso de carga». Observemos también que la expresión que comentamos resulta impropia aplicada al ferrocarril. Los modismos hasta los estribos o hasta el techo serían mucho más adecuados, sobre todo, refiriéndose al cargamento humano de un vagón. La expresión hasta el tope la encontré usada por Cervantes en el Viaje al Parnaso (cap. 3.°): www.lectulandia.com - Página 249 Hasta el tope la vela iba tendida, hecha de muy delgados pensamientos, de varios lizos por amor tejida. Estar hecho un Adán En la 12.* edición del Diccionario de la Real Academia se lee: «Adán (por alusión a la desnudez del primer hombre). M. fig. y fam.: Hombre dejado, desaliñado, sucio o haraposo». Æ Sin embargo, García Blanco discrepa de esta opinión, y en su Nota marginal al Diccionario hebreo-latino de Genesio, escribe: «Con referencia al nombre propio Adán, que fue nombre de uno que vino con Zorobabel a Jerusalén del cautiverio de Babilonia, se dice: Venir hecho un Adán, como es de suponer vendrían del cautiverio los cautivos: rotos, sucios, y aun desnudos. A esto —añade— se refiere nuestro adagio, y no a Adam, el hombre del Paraíso; que, por eso, cuando se dice de muchos, se dice: Vinieron hechos unos Adanes, y no unos Adames». Esto último —digo yo— me parece una sutileza, sin base real, pues jamás el pueblo dijo Adam y Adames, sino Adán y Adanes, como dice Belén, Jerusalén y Matusalén en lugar de Belem, Jerusalem y Matusalem. Sbarbi incluye la frase en su Gran diccionario, y supone que se dijo con alusión a la desnudez de nuestro primer padre. Covarrubias no incluye el dicho que comentamos, y cita solamente el proverbio: «Todos somos hijos de Adán y Eva, sino que nos diferencia la seda». Estar hecho un Judas Mal vestido, andrajoso, desharrapado. Æ Según Sbarbi (El Averiguador Universal, n.° 78, Madrid, 31 de marzo de 1882, p. 92), alude «a las figuras grotescas que se suelen poner en las calles el Sábado Santo, representativas del discípulo traidor, para servir de blanco a los escopetazos de los transeúntes y acabar por ser quemadas». Igual origen asigna a la comparanza Augusto Conte, en sus Recuerdos de un diplomático (tomo 1.”, pp. 96 y 97), donde dice: «Hay una expresión que se refiere a www.lectulandia.com - Página 250 una costumbre que existe en muchos pueblos de Andalucía, y consiste en hacer un Judas de trapo, relleno de paja, y quemarlo y arrastrarlo el Sábado Santo. En Puerto Real le cuelgan de un balcón y los mozos del pueblo se divierten en tirarle con perdigones. Y porque las ropas que le cubren son viejas y rotas, se dice de las personas mal vestidas que están hechas un Judas». Estar pensando en las musarañas Se dice del que está embelesado y con la boca abierta; del que está distraído o absorto. J Las musarañas a las que alude el dicho son unos mamíferos muy pequeños, que se parecen al ratón (mus en latín significa ratón), pero cuya cola es más corta y cuyo hocico se prolonga, formando una especie de trompa, ligeramente corva. De las cinco especies de musarañas que se conocen en España, la mayor es del tamaño de un ratón, y la más chica (la musaraña etrusca) tiene solamente tres centímetros de longitud, con una cola de dos centímetros. «Este diminuto animalito —escribía en 1903 el agregado al Museo de Ciencias Naturales Ángel Cabrera— podría navegar sobre una hoja de rosa y dormir dentro de una caja de cerillas». Es el mamífero más pequeño de Europa. Penetra en los nidos de las alondras y perdices y, aprovechando la ausencia de los padres, ahoga a los polluelos y se los lleva para devorarlos a sus anchas. La musaraña más común es la que conocen los campesinos con el nombre de musgaño (así figura en el Diccionario), que se alimenta de lombrices e insectos. Cervantes, en el capítulo 33 de la 2.* parte del Quijote, pone en boca de Sancho estas palabras: «Soy perro viejo... y sé despabilarme a sus tiempos, y no consiento que me anden musarañas ante los ojos». Clemencín, comentando este pasaje, escribe: «Dase en general el nombre de musarañas a los bichos, insectos y sabandijas, y suele aplicarse a ciertas nubecillas que a las personas de vista débil se les figura andar por el aire». Covarrubias, en su Tesoro, dice: «Vulgarmente solemos llamar musarañas unas nubecillas que imaginamos en el aire». Antiguamente se decía Mirar las musarañas y Mirar a los vencejos. Quevedo, en su Cuento de cuentos, habla de contemplar las musarañas, y Seijas Patiño explica así esta expresión: «Mirar a otra parte que adonde se debe, por estar distraído. La musaraña es un animal que habita oculto debajo de la tierra, en los prados, y por extensión, cualquier sabandija o animal pequeño; sin duda por su poca utilidad y provecho se originó la frase, dando a entender que una persona se distrae www.lectulandia.com - Página 251 por y en cosas de poco valor». Según Correas, en su Vocabulario de refranes, Mirar las musarañas es «pararse a mirar lo que no importa». La frase Estar pensando en las musarañas debe de ser relativamente moderna (ni Covarrubias ni Correas la citan), y es posible que se dijese, burlescamente, por estar pensando en las musas. Estar vendido. Verse vendido Según el Diccionario, estar uno como vendido significa «estar inquieto y temiendo algún peligro», y estar vendido uno equivale a «estar en conocido peligro». La frase estoy vendido suele aplicarse en el sentido de «estoy desamparado; me han dejado solo ante el peligro o la dificultad aquellos que debieran ayudarme». Es posible que las expresiones que comentamos aludan a la venta de esclavos y a la triste situación en que se encuentra el hombre que acaba de ser vendido a gentes extrañas. Æ Cejador, en su Fraseología (tomo 3.*), dice que estar vendido y verse vendido significa estar «corrido o desazonado por la compañía de los que pueden hacerle daño; estar desamparado y como extraño entre otras gentes». Es expresión de la que usaron los autores clásicos. Cáceres, en su Salmo 25, escribe: «Estoy como vendido... El tercero anda vendido». Y Gracián, en El Criticón: «Estaba allí Andremio, no vendido, sino hallado en aquella mansión de la bondad y la verdad». Este no es mi Juan, que me lo han cambiado Esta frase popular, con la que expresamos la sorpresa que nos produce el súbito cambio de carácter en una persona, o su total transformación de hábitos y costumbres, debe tener su origen en algún cuento popular, y quizá en alguna historieta picante. Æ Montoto, en su libro Personajes, personas y personillas (tomo Il, p. 67), transcribe esta coplilla popular andaluza: www.lectulandia.com - Página 252 Este no es mi Juan; que me lo han cambiado: aquel tenía pelo y este está pelado. ¡Esto es Jauja! Según el Diccionario, se llama Jauja al «lugar o situación afortunada, donde todo es abundancia, prosperidad y riqueza». El escritor sevillano Lope de Rueda, nacido en los primeros años del siglo XvI, escribió en 1547 el paso titulado La tierra de Jauja. Æ Mendrugo —hombre crédulo y simple— le lleva a su mujer, presa en la cárcel, una cazuela de comida. Encuentra en el camino a dos ladrones, que le entretienen hablándole de la tierra de Jauja. Mendrugo quiere saber de aquellas maravillas. Los ladrones le dicen que en Jauja, isla del oro, la belleza y la alegría, los árboles dan buñuelos; los ríos, leche; las fuentes, manteca, y las montañas, queso. Que las calles están pavimentadas con yemas de huevo. Y que todas estas cosas se daban en gran abundancia y de balde... Mientras el infeliz Mendrugo oye embobado estos prodigios, los dos bribones le quitan la cazuela y se van. En uno de los entremeses del toledano Quiñones de Benavente, autor del siglo XVII, se repite este asunto. Basada en el relato de Lope de Rueda, existe una composición anónima titulada La isla de Jauja: isla deliciosa, y tanto, que allí ninguna persona puede aplicarse al trabajo, y al que trabaja le dan doscientos azotes agrios. El autor sigue describiendo las excelencias de Jauja, cuyos habitantes viven más de trescientos años, sin hacerse jamás viejos, y cuando mueren, mueren de risa. Las murallas son de bronce dorado; las doce puertas, de diamantes; las calles, de ébanos y marfiles. Hay en la ciudad treinta mil hornos, y todos tienen, sin costar un cuarto, con abundancia molletes, pan de aceite azucarado, www.lectulandia.com - Página 253 bizcochos de mil maneras, chullas de tocino magro, empanadas excelentes de pichones y gazapos, de pollos y de conejos, de faisanes y de pavos. Los mares y los ríos de la isla son de vinos variados; los arroyos, de limonada; los pozos, de aguardiente... Hay una montaña de queso, un campo de mantecadas, valles de mermeladas y mazapanes, acequias de aceite, un río de leche. Toda clase de frutos, de frutas y de ganados. Ciento cincuenta cuevas llenas de seda, brocados y vestidos para las damas. La composición termina así: Ánimo, pues, caballeros; ánimo, pobres hidalgos que el que quisiere partirse a ver este nuevo pasmo, diez navíos salen juntos de La Coruña este año. Tal es la isla fantástica, creada inicialmente por la imaginación de Lope de Rueda. Existen actualmente dos pueblos con el nombre de Jauja. Uno en España y en la provincia de Córdoba, partido judicial de Lucena, donde el 24 de junio de 1805 nació el célebre bandolero José María, el Tempranillo, que se llamaba José Pelagio Hinojosa Covacho. Y otro en Perú, que se encuentra a más de tres mil metros de altura y que fue fundado por Francisco de Pizarro en 1533. www.lectulandia.com - Página 254 Fíate de la Virgen, y no corras [Según el Diccionario, esta expresión se aplica a quien, por estar demasiado confiado, no pone nada de su parte para conseguir algo]. Æ Bastús, en La sabiduría de las naciones, serie 1.?, p. 82, escribe acerca de este dicho: «Parece que tomó origen de un imprudente torero que, entregado a la confianza celestial, se comprometía a los mayores peligros sin tomar precaución alguna para evitarlos, y que un día vino el toro y, cogiéndole entre los cuernos, le tiró contra los de la luna..., y que entonces el público, recordando sus imprudencias, le gritó: Fíate de la Virgen y no corras». Otros suponen que la frase nació en 1835 y está relacionada con la guerra civil. Así, Martínez Olmedilla, en su libro La cuarta esposa de Fernando VII (Barcelona, 1935, p. 150), escribe: «Por otra parte, el pretendiente, que no olvidaba detalle, nombró a la Virgen de los Dolores Generalísima de sus huestes, y estaba seguro de vencer. Lo malo es que sufrieron repetidos descalabros en el camino, y entonces nació, e hizo fortuna, la frase impía que aún se repite, aunque sin recordar su origen: “Fíate de la Virgen y no corras”». Efectivamente, el 1 de julio de 1835 el pretendiente Carlos V proclamó a la Virgen de los Dolores Generalísima de los Ejércitos carlistas, y su imagen se bordó en la bandera. (La bandera llamada de la Generalísima se conserva hoy en el Museo de Recuerdos Históricos, de Pamplona). Y como coincidió que pocos días después, el 16 de julio, los carlistas tuvieron que huir en la batalla de Mendigorría ante las tropas del general Luis Fernández de Córdova, los liberales de la corte difundieron el dicho irreverente de «Fíate de la Virgen, y no corras». Así lo he leído, aunque tengo para mí que el dicho no nació entonces, sino que entonces se difundió. La proclamación de la Virgen de los Dolores como Generalísima de las tropas del pretendiente se atribuyó en Madrid a manejos de sor Patrocinio, «la monja de las llagas», y Olózaga, que entonces era jefe político de Madrid y que estaba locamente www.lectulandia.com - Página 255 enamorado de ella, hizo que la procesaran por embaucadora y favorecedora de la causa carlista. Generalísima del Ejército aragonés había sido proclamada la Virgen del Pilar durante los sitios de Zaragoza. El título de generalísimo se lo adjudicó por vez primera Godoy, a raíz de la guerra con Portugal, llamada «de las naranjas». Firmar como en un barbecho Según el Diccionario, firmar uno como en un barbecho significa «firmar sin examinar lo que firma». Y según Sbarbi (Gran diccionario de refranes), «firmar sin examinar lo que se firma, y por extensión, asentir a alguna cosa cuya índole y antecedentes se ignoran por parte del sujeto que presta a ello su conformidad». Æ Acerca de esta frase vi una explicación, anónima y muy poco satisfactoria, en la revista madrileña Ambiente, n.° 81, de julio de 1954. Dice así: «¿Qué es firmar en barbecho? Claro que nuestros lectores saben que “firmar en barbecho” es poner la firma y rúbrica en un papel que está en blanco, porque han visto que otros lo firmaban y sin enterarse del objeto de su firma. Pero lo que acaso ignoran muchos es el origen de esta frase, que solo en nuestro idioma existe, y que tantos sudores cuesta a los traductores que quieren verterla a otro lenguaje distinto del de Cervantes. »Los labriegos efectúan una operación a la que llaman “barbechar”, que no es otra cosa que abrir el terreno, no para sembrarlo, sino únicamente para removerlo y dejarlo así todo el año hasta la sementera del siguiente. Por eso, a la operación de barbechar no le prestan la atención que a las demás aradas. Se limitan a seguir la dirección de la «besana», que es el primer surco que se traza. »El trazado de los surcos es similar a los rasgos de la escritura (querrá decir a las líneas o renglones), tanto, que el hecho de escribir de derecha a izquierda, y viceversa, sin interrumpir el renglón a su final, se llamaba por los griegos “bustrofedón” (vuelta de bueyes arando). »La fantasía popular ha encontrado el parecido de firmar en blanco a arar en barbecho. Su traslado no es más que una metáfora, acaso empleada por primera vez por algún desconocido poeta». Repito que esta explicación no me convence nada. Lo primero, porque la frase proverbial no es firmar en barbecho, sino firmar como en un barbecho. Lo segundo, porque firmar como en un barbecho no es «firmar en blanco», sino firmar sin examinar lo que uno firma. Lo tercero, porque si firmar en barbecho equivale, según www.lectulandia.com - Página 256 el articulista, a firmar en blanco, la alusión a las líneas de los surcos podría aplicarse al que escribe el texto del documento, pero nunca al que se reduce a firmar. Lo cuarto, porque resulta muy rebuscada la relación entre el supuesto descuido y la falta de atención con que se practica el barbechado con el descuido o exceso de confianza de quien firma en blanco. Y finalmente, porque si barbechar es «dejar la tierra arada y sin sembrar, para que se meteorice y descanse», es también (y así figura como primera acepción en el Diccionario) «arar y labrar la tierra disponiéndola para la siembra». En el supuesto de que firmar en barbecho fuese lo mismo que firmar en blanco, cabía haber dado la explicación de que así como el que barbecha deja la tierra preparada para la siembra, así el que firma en blanco un documento lo deja en condiciones de que otro ponga (o siembre) en él lo que quiera. Pero no es esta tampoco la explicación del modismo que comentamos. A mi juicio, la frase firmar como en barbecho, que es relativamente moderna, pues no figura ni en Covarrubias ni en Correas, es una derivación de las comparaciones proverbiales Como en un barbecho o en un barbecho, que aparecen en las primeras ediciones del Diccionario de la Real Academia como «modos de habla familiar con que significa la facilidad o falta de reparo con que alguno se arroja a ejecutar alguna cosa». En cuanto a la expresión como en un barbecho, contrapuesta a la de por un sembrado (¡Ya está la burra por el sembrado! ¡Vuelta la burra al trigo!, etc.), alude, posiblemente, a la facilidad y falta de cuidado con que las gentes entran (a pie, en caballerías o con ganados) en los barbechos, donde, por no haber nada sembrado, nadie puede exigirles perjuicios. www.lectulandia.com - Página 257 ¡Guarda, que es podenco! Modo de hacer que otro se prevenga, o de precaverse uno mismo, contra algún mal real o imaginario, sobre todo si induce a hacerlo así algún desengaño anteriormente recibido. J El hecho que dio origen a esta frase proverbial lo explica Cervantes en el Quijote (parte 2.*, prólogo), diciendo: «Había en Córdoba otro loco, que tenía por costumbre de traer encima de la cabeza un pedazo de losa de mármol, o un canto no muy liviano, y en topando con algún perro descuidado, se le ponía junto, y a plomo dejaba caer sobre él el peso: amohinábase el perro, y, dando ladridos y aullidos, no paraba en tres calles. Sucedió, pues, que entre los perros que descargó la carga fue uno un perro de un bonetero, a quien quería mucho su dueño. Bajó el canto, diole en la cabeza, alzó el grito el molido perro, violo y sintiólo su amo, asió una vara de medir, y salió al loco, y no le dejó hueso sano; y a cada palo que le daba, decía: »—Perro ladrón, ¿a mi podenco? ¿No viste, cruel, que era podenco mi perro? » Y repitiéndole el nombre de podenco muchas veces, envió al loco hecho una alheña. Escarmentó el loco, y retiróse, y en más de un mes no salió a la plaza; al cabo del cual tiempo volvió con su invención y con más carga. Llegábase donde estaba el perro, y mirándole muy bien de hito en hito, y sin querer ni atreverse a descargar la piedra, decía: »—Este es podenco: ¡guarda! »En efecto, todos cuantos perros topaba, aunque fuesen alanos o gozques, decía que eran podencos; y así no soltó más el canto». Copian esto Rodríguez Marín en sus Notas al Quijote, y Sbarbi en su Gran diccionario de refranes. Sbarbi añade la versión dada a este modismo por el escritor dramático Francisco de Leiva, en su comedia No hay contra un padre razón. Leiva puso el relato en verso y modificó el texto cervantino, haciendo que el loco, en vez de cordobés, fuese www.lectulandia.com - Página 258 sevillano. En Sevilla un loco había de tema tan desigual, que una piedra de un quintal al hombro siempre traía... Guardar como oro en paño Se dice de lo que se conserva con todo cuidado y escrupulosidad. J «En la última mitad del siglo xvı y en la primera mitad del xvu se solía decir: Más guardado que oro en pan (Espinosa, El perro y la calentura, p. 29, ed. de 1736). Y se comprende la propiedad de la comparación: el oro en pan (panes de oro) ha de guardarse muy cuidadosamente, porque a cualquier vientecillo se vuela y se deshace». Así escribe Rodríguez Marín en Mil trescientas comparaciones populares. Cejador, en su Fraseología, o estilística castellana, opina que la frase verdadera, la que se decía antiguamente, es la de como oro en pan o en panes, es decir, «como las hojas de oro o panes de oro, que se guardan bien, no se las lleve o arregue el viento». Por el contrario, Seijas Patiño, comentando a Quevedo, que emplea la expresión como oro en paño, afirma que esta frase «explica el aprecio que se hace de una cosa por el cuidado que con ella se tiene, como ocurre con los objetos de oro, que se conservan entre paños para que no se ensucien o arañen». Admitiendo que primitivamente se dijese como oro en pan, resulta muy extraño —digo yo— que Correas, en su Vocabulario, no incluya esta comparación y recoja solamente la de como oro en paño, con el significado de «muy guardado». Al igual que Correas, el Diccionario de autoridades (1726-1739) consigna únicamente la expresión adverbial como oro en paño, «que explica el aprecio que se hace de alguna cosa, por el cuidado que se tiene con ella». Y en ninguna de las ediciones del Diccionario académico hechas hasta el día aparece la locución como oro en pan. www.lectulandia.com - Página 259 Haber de todo, como en botica No faltar nada de lo necesario, o de lo que se presume que debe existir en alguna parte. Æ Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, p. 151, escribe acerca de esta expresión: «Antiguamente se llamaba en castellano botica todo almacén o tienda en general, como sucede entre los franceses con su voz boutique: y en este sentido y no en el de farmacia opino que está aquí tomada dicha palabra. A mayor abundamiento, llamábase también botica antiguamente en Sevilla cada una de las casucas de mujeres de vida airada, situadas en el barrio especial denominado de las Mancebías, que habitaron hasta principio del siglo xvH...; y existiendo en aquel desventurado recinto mujeres más o menos sanas, jóvenes, asequibles, etc..., es muy posible que dicho nombre y circunstancias dieran lugar al refrán que nos ocupa». A mi juicio, Sbarbi no tiene razón en ninguna de las explicaciones que apunta. La frase haber de todo, como en botica se refiere desde antiguo a las boticas de los boticarios que hoy llamamos farmacias, donde hay de todo lo que el enfermo necesita para curarse. Y si es cierto que los franceses llaman boutique a la «tienda de un mercader o menestral» y «al caudal o géneros que hay en ella», no es menos cierto que desde el siglo xvI, por lo menos, se llamaba en España botica a lo que hoy llamamos farmacia, aunque también se designase con dicho nombre y con el de botiga (que aún subsiste en muchas regiones) a las tiendas en general. Covarrubias, en su Tesoro (1611), dice: «Botica. La tienda del boticario y también la del mercader». Y Quevedo, en Las zahúrdas de Plutón, obra de 1608, al hablar de los boticarios, escribe: «Y su nombre no había de ser boticario, sino armeros; ni sus tiendas no se habían de llamar boticas, sino armerías de los doctores, donde el médico toma la daga de los lamedores, el montante de los jarabes y el mosquete de la purga maldita, demasiada, recetada a la mala sazón y sin tiempo». Que el dicho que comentamos se aplicó antiguamente a las boticas de los www.lectulandia.com - Página 260 boticarios lo demuestra la décima que el escritor sevillano Carlos Alberto de Cepeda dedicó, en la segunda mitad del siglo xvii, A una comedia que no valió nada y la hizo un boticario. Dice así la citada composición: De bote en bote el corral estuvo ayer a las dos. ¡Bote y en corral!, por Dios que es fuerza que huela mal. Verso bueno, tal y cual; traza, ni grande ni chica; gala, ni pobre ni rica; silbos, dos horas y media; conque «tuvo la comedia de todo, como en botica». Lo curioso del caso es que Sbarbi cita esta décima después de apuntar las dos explicaciones, a mi juicio, desacertadas. Haber gato encerrado «Haber causa o razón oculta», según el Diccionario. Æ La expresión parece aludir al gato, «mamífero carnicero, doméstico, que se tiene en las casas para que persiga a los ratones». Ahora bien: gato significa también bolsa de dinero hecha con piel de gato. Covarrubias escribe en su Tesoro de la lengua castellana: «Gatos, los bolsones de dinero, porque se hacen de los pellejos desollados enteros sin abrir». Y el Diccionario dice que gato es «bolso o talego en que se guarda el dinero» y «dinero que se guarda en él». El Diccionario de autoridades incluye, como segunda acepción de la palabra gato, la siguiente: «Se llama también [gato] la piel de este animal, aderezada y compuesta en forma de talego o zurrón, para echar y guardar en ella el dinero; y se extiende a significar cualquier bolsa o talego de dinero». Cejador, comentando a Quevedo, escribe en nota: «Gatos, bolsas de piel de gato, como todavía en Segovia. Haber gato encerrado es haber buena bolsa escondida». El mismo Cejador, en su obra Fraseología, o estilística castellana (tomo 2., Madrid, 1923), dice que gatazo era sinónimo de «gran bolsón», y que gatear y darle gatazo a una persona significaba «robarle». Añade que la expresión Hay gato encerrado equivale a las de «tiene misterio», «tiene secreto», y «díjose del gato en el sentido de bolsa, por lo cerrada e impenetrable». (No por lo cerrada e impenetrable —añado yo—, sino por estar la bolsa oculta en un escondite). www.lectulandia.com - Página 261 Haber hule [Según el Diccionario, locución verbal usada en tauromaquia con el significado de «haber heridas o muerte de algún torero o picador»|]. XÆ José María de Cossío, en su obra Los Toros (tomo 2.”, p. 252), anota, como de origen taurino, las frases proverbiales: «Haber hule: haber peligro grave y desgracia, y Al hule: a la enfermería. Metafóricamente, al fracaso». También en el tomo 1.°, p. 76 de esta misma obra escribe lo siguiente: «HULE. Enfermería. Expresiva alusión al hule que en las de las plazas cubría la cama de operaciones. Ejemplos: “Pa mí que Salmerón va al hule” (Serafín y Joaquín Álvarez Quintero. Los galeotes); “... cuando se llevaron al torero al hule, medio atontado por el fuerte golpazo de la caída...” (Alejandro Pérez Lugín, Currito de la Cruz)». La expresión debe de provenir de algún cronista taurino que llamó el hule a la mesa de operaciones de la enfermería de la plaza de toros (por el hule que cubría el mullido de la misma). Desde entonces se dice que fue una corrida de mucho hule (de muchas cogidas), y la expresión ¡Que va a haber hule!, se popularizó para indicar «que va a haber sangre y heridas», aunque no se trate de una corrida, sino, por ejemplo, de un tumulto, manifestación, algarada, etc. El escritor norteamericano Ernest Hemingway, en un glosario final de su obra Death in the Afternoon (Nueva York, 1932), dice «Hule: oilcloth; slang for operating table». (Hule: en jerga, mesa de operaciones). Hablar «ad ephesios». Adefesio Hablar «ad ephesios»: empeñarse inútilmente en una cosa. Adefesio: despropósito, disparate, extravagancia. Vestidura ridícula y extravagante. Persona de exterior ridículo. Æ Bastús, en La sabiduría de las naciones (2.* serie, p. 66), explica el probable origen del modismo Hablar «ad ephesios» en los términos siguientes: «Hubo en Éfeso un ciudadano llamado Hermodoro, a quien, por haber excitado con su brillante posición social la envidia de muchos de sus conciudadanos, resolvieron condenar al ostracismo: y en efecto, fue inicuamente obligado a abandonar su patria por algunos años. Hermodoro y sus amigos intentaron varias veces hacer oír su voz y demostrar al www.lectulandia.com - Página 262 pueblo de Éfeso su inculpabilidad e inocencia, mas nunca pudieron conseguir que dieran oído a sus disculpas, ni se atendieran sus justificaciones, de donde nació el proverbio hablar ad efesios, cuando no se hace caso de nuestras palabras u observaciones». (Bastús, en esto, copia a Covarrubias). La Academia omite el modismo, y define la voz «adefesios» diciendo que es «despropósito, disparate, extravagancia: de ad Ephesios, con alusión a la cita contemporánea de esta epístola de San Pablo». Otra etimología de la voz «adefesio» registra Roque Barcia en su Primer diccionario etimológico de la lengua española, de la que resulta que aquel vocablo significa «cansado, flojo y, figuradamente, cosa de ninguna entidad, ridícula». Correas, al explicar la frase Es hablar adefesios, afirma que «esta última voz es corrompida de ad Ephesios (a los de Éfeso), a quienes escribió San Pablo; y porque fueron pocos los convertidos a la fe, a causa de la ceguedad que tenían con el insigne templo de Diana y otras hechicerías gentílicas, dicen acá adefesios cuando se habla con quien no entiende, y del mismo que habla sin fruto y a despropósito». Coincide con la opinión de Correas Seijas Patiño, quien, en su Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo, dice así: «Adefesios. Palabra compuesta de ad Ephesios, a los de Éfeso, a quienes predicó San Pablo y dirigió muchas epístolas. Hablar ad Ephesios significaba hablar a los que no nos entienden ni entendemos, a otros con quienes no tenemos nada que ver. «Esto dio pie para que más latamente se dijese adefesio a toda cosa rara O extravagante. No hay, pues, que acudir a otros orígenes más eruditos tal vez, pero no más apropiados». Con esto último alude Seijas a Covarrubias. Para acabar, consignaré la tan curiosa como discutible explicación que da Unamuno a la palabra adefesio en el artículo titulado: Ad Ephesio (Digresión lingúística), publicado en la revista Nuevo Mundo (Madrid, 19 de junio de 1912). Unamuno, después de dar por verdadera la explicación de la voz adefesio (de ad Ephesios, en alusión a la epístola de San Pablo a los efesios) que da el Diccionario de la Real Academia en su 13.* edición de 1899, y de consignar los significados que la Academia da a esta palabra, cita el Viaje a Turquía, de Cristóbal de Villalón (siglo XVI), donde, hablando Pedro de unos sacerdotes que tomaron armas, dice, y le contestan Juan y Mata así: «A vos, como a theologo, os pregunto: si una fuerza como la de Bonifacio, o Tripol, o Rhodas, o Buda, o Velgrado la defendieran clérigos y fraires con sus picas y arcabuces, ¿fuéranse al infierno? »JUAN: Para mí tengo que no, si con solo el zelo de servir a Dios lo hazen. »MATA: Para mí tengo yo otra cosa. »PEDRO: ¿Qué? » MATA: Que es eso hablar adefesios, que ni se ha de hazer nada deso, ni habéis de ser Oydos...». www.lectulandia.com - Página 263 Y algo más adelante, en la misma página (la 60), dice Pedro: «Podría el rei rescatar todos los soldados que allá hai, y es uno de consejos adefeseos, como vos decíais denantes, que las bestias como yo dan, sabiendo que el rei, ni lo ha de hazer, ni aun ir a su noticia...». A la vista de estos textos, Unamuno cree haber dado con la explicación: «Hablar adefesios o ad Ephesios —dice— no es, en su principio y sentido originario, decir despropósitos, disparates y extravagancias como el adefésico Diccionario da a entender, sino que es decir cosas que ni ha de hacer nadie caso de ellas ni han de ser oídas y que solo un pobre iluso —no ya bestia— las dice, sabiendo que ni han de llegar a noticia del rey o de los reyes a quienes se dirigen. » Y ¿por qué se dijo esto de hablar adefesios y no hablar ad-gálatas, o adcorintios, o ad-romanos, o ad-tesalonicenses, o ad-filipenses? La cosa está clarísima para quien recuerde O aprenda que los consejos que se leen a los recién casados... han sido tomados del capítulo V de la epístola de San Pablo a los efesios... Consejos adefesios que, en general, les entran por un oído y por otro les salen, y de los que maldito el caso que se hace... » Hablar o decir adefesios es, pues, dar consejos como los que por boca del cura da San Pablo a los que se casan, que “ni se ha de hazer nada deso, ni habeys de ser oídos...”. ¿O es que dos que van a casarse, estando verdaderamente enamorados, oyen siquiera los consejos tales? »Lo trágico viene luego, y es que de esos consejos a que nadie hace caso... llegase el sentido popular, creador del lenguaje, a suponer que son despropósitos, disparates, extravagancias, o, si se quiere, paradojas. Medite el lector por un momento en la relación que pueda haber entre los consejos que San Pablo daba a los cónyuges efesios y la Iglesia repite a cuantos se casan, y una persona vestida de una manera ridícula o extravagante; repase con la mente el proceso imaginativo por que el pueblo ha pasado de una a otra cosa, y vea si no se le abren terribles perspectivas sobre el fondo del alma colectiva en que descansa eso que llamamos sentido común, y que es todo lo contrario del sentido propio y hasta del buen sentido». Hablar por boca de ganso Significa, según el Diccionario, «repetir lo que otro ha sugerido». Æ Según Cejador, es «repetir lo que otros dicen, como los gansos, que en cantando uno, cantan todos; y tal es el vulgo, que repite sin reparar en lo que oye y dice». (Tesoro, Labiales B-P, 1.* parte, p. 179). Sbarbi, en El Averiguador Universal, 64 (Madrid, 31 de agosto de 1881, p. 244), www.lectulandia.com - Página 264 escribe: «Significando esta locución proverbial ‘decir lo que otro ha sugerido”, como expresa muy bien la Academia: pudiendo dimanar esa sugestión de un papel escrito; escribiéndose en ese con una pluma; y siendo antiguamente de ganso las que con preferencia se destinaban a dicho efecto, siempre juzgué que la pluma era la boca de ganso a que aludía el refrán consabido». Esta explicación de Sbarbi no convence. Correas, en su Vocabulario de refranes, consigna que hablar por boca de ganso se dice «cuando se acierta acaso en algo...; y hablar por ganso es tener al lado quien diga y advierta». Covarrubias, en la voz «ganso», dice que así eran llamados, por alusión, «los pedagogos (los ayos) que crían algunos niños, porque cuando los sacan de casa para las escuelas, u otra parte, los llevan delante de sí, como hace el ganso a sus pollos cuando son chicos y los lleva a pacer al campo». Y en la voz «ayo» (el que tiene a su cuenta la crianza del príncipe o hijo de señor o persona noble) vuelve a decir que «por esta asistencia que (los ayos) deben hacer con ellos (con los niños sometidos a su cuidado) y no perderlos de vista, los llamaron gansos, por la semejanza que tiene con el ganso cuando saca sus patitos al agua o al pasto, que los lleva delante y con el pico los va recogiendo y guiando a donde quiere llevarlos». El Diccionario incluye entre las acepciones de la palabra ganso la de «ayo o pedagogo» como usada «entre los antiguos». En vista de esto, se me ocurre pensar si hablar por boca de ganso equivaldría en su origen a hablar por boca de ayo, y aludiría a los chiquillos que repitiesen las ideas y juicios que habían oído a los encargados de su crianza. Al menos, esta explicación es la que mejor se acomoda al sentido de la frase: «repetir lo que otro ha sugerido», y a la acepción clásica de la palabra ganso, en el sentido de ayo preceptor. Habló el buey y dijo mu Frase que se aplica a los necios acostumbrados a callar, y que cuando llegan a romper su silencio es solo para decir algún disparate. Æ Correas cita este dicho en su Vocabulario de refranes, y añade que se aplica «al ignorante que se mete a hablar y dice sin propósito alguna razón necia». En las Poesías de Juan Bautista Arriaza figura esta donosa fabulilla, que se hizo contra quien, sin nociones de gusto, criticaba lo que no entendía: Junto a un negro buey cantaban un ruiseñor y un canario www.lectulandia.com - Página 265 y en lo gracioso y lo vario iguales los dos quedaban. «Decide la cuestión tú», dijo al buey el ruiseñor; y, metiéndose a censor, habló el buey y dijo: «Mu». Es dicho parecido al de «Habló el asno y dijo ó ó», que incluye Hernán Núñez en su Refranero de 1555. Hacer (uno) a pluma y a pelo Esta frase, que significa no desperdiciar nada, aceptando cualquier cosa, aunque no sea tan buena como él quisiera, alude al perro, que así caza perdices (animal de pluma) como conejos (animal de pelo). Hacer a pluma y a pelo significa, pues, servir para todo, lo mismo para una que para otra cacería. Y se aplica a la persona que sirve para ocuparse en trabajos diversos. Es frase parecida a la de Sirve lo mismo para un fregado que para un barrido, con la cual se alude a los diferentes servicios de las criadas o domésticas. Hacer buenas (o malas) migas Avenirse, o no, en buena amistad. Concordar, o discordar, entre sí en carácter, inclinaciones, etc. Se dice de las personas y de los animales. Es metáfora alusiva a las migas que guisan los pastores. A propósito de esto, recuerdo una postal que vi en mi infancia, y en la cual un pastor baturro le grita a otro que aparece a lo lejos: —-¿De qué pan migo las sopas: del tuyo o del mío? El que está más lejos le responde: —Mígalas del tuyo, que con el aire no se oye. Hacer de tripas corazón www.lectulandia.com - Página 266 [Significa, según el Diccionario, «esforzarse para disimular el miedo, dominarse, sobreponerse en las adversidades»|]. Æ Seijas Patiño, en su Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo, dice que hacer de tripas corazón significa «esforzarse en disimular el miedo o el sentimiento» y es «frase figurativa e ingeniosa: al que le falta corazón para estar tranquilo, hágalo de las tripas, que ascienden a la cavidad del pecho cuando se retienen los suspiros». Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, explica que hacer de tripas corazón es «mostrar uno mucho ánimo, siendo interiormente cobarde». Según Correas, significa «animarse valerosamente». En opinión de Cejador, Fraseología (tomo 3.*), es «esforzarse por disimular el disgusto, el miedo, la dificultad, cuando no conviene manifestarlo. Díjose de contener el movimiento del vientre (la diarrea) que causa el miedo, con el coraje y el valor del corazón». Baltasar del Alcázar, en un epigrama dedicado «a uno, muy gordo de vientre y muy presumido de valiente», escribe: No es mucho que en la ocasión, Julio, muy valiente seas, si haces cuando peleas de las tripas corazón. Hacer el agosto Hacer buen negocio. Antiguamente se decía hacer su agosto y su vendimia. Hacer el agosto alude a la recolección, y significa entrojar o almacenar la cosecha de cereales y semillas, y, por extensión, hacer su negocio o lucrarse, aprovechando ocasión oportuna para ello. Solía agregarse lo de la vendimia, quizá por reminiscencia del refrán: «Agosto y vendimia no es cada día, y sí cada año, unos con provecho y otros con daño». (Rodríguez Marín, notas a la edición de Rinconete y Cortadillo y a las Novelas ejemplares, de Cervantes, tomo I, Madrid, 1928). Æ Aparece en La gitanilla, de Cervantes: «Y así granizaron sobre ella (sobre Preciosa) cuartos, que la vieja no se daba manos a cogerlos. Hecho, pues, su agosto y su vendimia, repicó Preciosa sus sonajas...». www.lectulandia.com - Página 267 Hacer el primo [Se usa con el significado de dejarse engañar con facilidad]. Æ El erudito publicista Joaquín de Entrambasaguas dedicó un largo estudio al origen de esta expresión en la obra Estudios dedicados a Don Ramón Menéndez Pidal (tomo II, pp. 55-94, Madrid, 1952). La palabra primo, en el sentido de «persona incauta que se deja engañar o explotar fácilmente», aparece en el teatro de Bretón de los Herreros y fue recogida por el Diccionario de la Real Academia en 1852 con el significado de «hombre simplón y poco cauto». En opinión de Entrambasaguas, el origen de la expresión hacer el primo se encuentra en las cartas que durante los sucesos del 2 de mayo de 1808 dirigió el general francés Joaquín Murat al infante don Antonio y a la llamada Junta de Gobierno de España. Murat, al dirigirse a uno y otra, empleaba la fórmula protocolaria de «Señor primo, señores miembros de la Junta», y a continuación amenazaba: «Anunciad que todo pueblo en que un francés haya sido asesinado será quemado inmediatamente... Que los que se encuentren mañana con armas, cualesquiera que sean, y sobre todo con puñales, serán considerados como enemigos de los españoles y de los franceses y que inmediatamente serán pasados por las armas...». Tras estas amenazas, la carta terminaba: «Mi primo; señores de la Junta; pido a Dios que os tenga en santa y digna gracia». Según el protocolo de la Real Casa, el rey daba el tratamiento de primo a los grandes de España en cartas privadas y documentos oficiales. Murat quiso seguir el protocolo de la corte española y llamó primo al incauto y atontado infante. La palabra primo tenía acento de sangrienta burla en estas cartas de Murat, tan inauditas como la actitud sumisa y la credulidad necia del simplón infante don Antonio y de los miembros de la llamada Junta de Gobierno... «Pero si ellos parecían propicios a continuar este inverosímil estado de cosas, los madrileños, los españoles, el pueblo, que no entendían de estos tejemanejes nauseabundos, no estaban dispuestos, como el Infante y sus consejeros, a hacer el primo... La voz de cualquier español de entonces diría con desgarro madrileño: »—¡Pos yo no hago el primo pa que m'engañen; acabar con los franceses es lo q'hay q'hacer! »El Dos de Mayo fue el pueblo quien descubrió la existencia de los que hacían el primo frente a los manejos de Joaquín Murat y reaccionó contra quienes se dejaron www.lectulandia.com - Página 268 engañar traicionando al pueblo con la frase expresiva de hacer el primo... como un gesto salado y picante de gracia, de gracia netamente madrileña; a modo de corte de mangas lingüístico, como los que haría Malasaña a los franchutes en la defensa del Parque de Monteleón». Según Entrambasaguas, hacer el primo semánticamente marca el punto central, la acción fundamental del significado de primo. Más adelante, de la palabra primo nacerían so primo, primazo, primo alumbrao, primavera, caer de primo, nacer primo, coger de primo, tomar de primo, pasar por primo. Y la voz primada que, según el Diccionario de la Real Academia de 1947, significa «engaño que padece el que es poco cauto, pagando lo que los otros gastan o cosa semejante». Hacer escupir el dinero Obligar a alguien a aflojar o soltar la moneda. Æ Según Bastús (Sabiduría, 1.* serie, p. 185), viene esta frase de la asquerosa y perjudicial costumbre, observada por algunos vendedores ambulantes, de ponerse en la boca las pequeñas monedas de plata. Esta costumbre es antiquísima. Era común entre los atenienses (en Las avispas, de Aristófanes, se hace dos veces mención de ella). En los Caracteres, de Teofrasto, libro clásico de la Antigüedad griega, y en el capítulo dedicado a describir a «El cínico», dice el citado autor: «... se le ve frecuentemente con los taberneros y con los vendedores de pescado y de salazones, para intervenir sus intereses; y cuantas monedas recoge de este tráfico se las guarda en la boca». En las comedias griegas se alude a esta costumbre como propia de los campesinos. «En Oriente está muy generalizada entre los judíos y otros mercaderes al menudeo, los cuales suelen tener la boca medio llena de pequeñas monedas, sin que esto les impida el hablar. » Y restos de esta misma costumbre —dice Bastús— conservan algunos de nuestros buhoneros y gitanos, entre los cuales, escupir la moneda equivale a sacar el dinero». Hacer la del cabrero de Gallipienzo www.lectulandia.com - Página 269 Es un dicho popular de Navarra. En Gallipienzo (pueblo del partido judicial de Aoiz) había un cabrero al cuidado del rebaño concejil. Llegaron las fiestas, y el hombre, furioso de tener que trabajar mientras todos sus convecinos holgaban, echó las Cabras a las viñas, que se hallaban en plena ligazón, y los voraces animales destrozaron buena parte de la cosecha. XJ Parecida a esta hazaña es la que recoge el dicho aragonés: Ser como el dulero de Calanda, que por hacerse famoso despeñó la dula. Y ambas fechorías recuerdan a la clásica del griego Erostrato, que, por hacerse célebre, incendió el templo de Diana, en Éfeso, una de las maravillas de la Antigüedad. Y a propósito de Erostrato. Todos, modernamente, le suponen pastor, sin fundamento para ello. Clemencín, en su nota 13 al capítulo 8.° de la 2.* parte del Quijote, comentando aquel pasaje: «También viene con esto lo que cuentan de aquel pastor que puso fuego y abrasó el templo famoso de Diana», escribe: «No sé de dónde pudo sacar Cervantes que Erostrato fue pastor, porque no lo dicen ni Estrabón, ni Valerio Máximo, ni Solino, que son los que nos han conservado la historia de su fechoría». Hacer la jarrita [Hacer ademán de pagar algún gasto común, llevándose la mano al bolsillo]. J Julio Casares, hablando de cómo nacen y evolucionan los modismos en su magistral obra Introducción a la lexicografía moderna (Madrid, 1950, pp. 236237), escribe: «En fecha bastante reciente, quiero decir, entre los muchachos de las últimas quintas, ha empezado a circular un modismo que designa la acción de pagar uno el gasto común de varios amigos: hacer la jarrita. Está sacado de la actitud que adopta una persona al doblar el brazo en forma de asa para llevar la mano al bolsillo del Chaleco». Y añade: «Si el modismo tiene fortuna y larga vida, los investigadores futuros nos agradecerán que hayamos consignado aquí el étimo, a juzgar por la gratitud que sentimos nosotros hacia Correas o Covarrubias cuando nos explican el porqué de alguna expresión, que de otro modo no acertaríamos a comprender». www.lectulandia.com - Página 270 Hacer la peseta Hacer uno la peseta significa burlarse de él, levantando el dedo de en medio y cerrando los demás. J ¿Por qué se llama hacer la peseta a este gesto grosero? Contestando a esta pregunta, escribe Rodríguez Marín: «Véase una peseta columnaria, de las que valen cinco reales; repárese la disposición en que están figurados en el reverso y la columna de Gades, y se notará que medianamente semeja la mano en actitud sobredicha». Ahora bien; esa mala costumbre era común y popular en Roma. Marcial dice en su Epigrama VIII: «¡Ríete mucho, oh Sextilo, de aquel que te llama Cynedo, y levanta el dedo de en medio!». También Juvenal nos recuerda esta vulgar costumbre. Por esto, Marcial llama desvergonzado (obsceno) al dedo de en medio, y Persio le llama infame. A la burla de extender el dedo de en medio alude Isaías en el capítulo LVIII, vers. IX de su Profecía, cuando dice: «Invocarás entonces al Señor, y te oirá benigno: clamarás, y él te dirá: Aquí estoy. Si arrojares lejos de ti la cadena y cesares de extender maliciosamente el dedo, y de charlar neciamente...». Hacer la peseta es trazar con los dedos un signo fálico, y equivale al antiguo modismo hacer la higa, aunque, propiamente, la higa se hacía cerrando el puño y mostrando la punta del dedo pulgar entre el dedo índice y el de en medio, moviendo al mismo tiempo la muñeca hacia la persona a quien se quería afrentar. Hacer morder el ajo Modismo que no recoge el Diccionario y que significa hacer rabiar a una persona O animal. Æ Es dicho popular y lo usa Rodríguez Marín en el prólogo a su edición crítica de El Diablo Cojuelo, donde escribe, criticando a los que al editar obras antiguas copian servilmente la ortografía de la época: «Para regalar a los lectores con vocablos como abaricia, hajo, coetes, hizquierda, voca, vobos, obtica, valbucientes, abitos, hancas y hacechar, como lo hizo el señor Bonilla reproduciendo la edición príncipe de El Diablo Cojuelo, siempre ha tiempo, o, mejor dicho, no debe haberlo nunca. www.lectulandia.com - Página 271 » Ya no es poco hacer morder el ajo a uno; pero hacerle morder el hajo es crueldad doblada, porque pica más aún la hache que el ajo mismo». La explicación del modismo que comentamos la encontré en el maestro Correas que, en su Vocabulario de refranes, dice así: «Morder el ajo. Recibir pesadumbre; varíase: Haréle morder en el ajo, hícele morder en el ajo. Tómase de los que amansan comadrejas, que las ponen un ajo en que muerden como si fuera el dedo, y ellas, sintiendo el picar del ajo, dejan de morder y se amansan». Hacer números por las paredes Los modismos hacer números y hacer números por las paredes, para dar a entender que una persona ha perdido el juicio, no figuran en el Diccionario. Æ Lo del escribir en las paredes era considerado antiguamente síntoma de locura. Así aparece en la Biblia y en el Libro primero de los Reyes (cap. XXI, vers. 13), donde se refiere que cuando David, huyendo de Saúl, marchó a Gath, temió que el rey de este país le reconociera, y para evitarlo se fingió loco, y «escribía en las portadas de las casas y dejaba correr su saliva por su barba». Así dice la versión de Cipriano de Valera. En la de Torres Amat se lee que David «comenzó a demudar su semblante delante de ellos, y dejábase caer entre los brazos de la gente dando de cabezadas contra las puertas, y haciendo correr la saliva por su barba». Hacer pinitos [Se aplica a los primeros pasos que se dan en algún arte o ciencia]. Æ Ramón Caballero la incluye en su Diccionario de modismos (Buenos Aires, 1942, p. 667) con el significado de «empezar los niños a andar», y metafóricamente con el de «adelantar en alguna cosa». Proviene de la voz pino, que significa, según el Diccionario, «primer paso que dan los niños» y que se usa generalmente en plural. Correas, en su Vocabulario de refranes, dice que «hacer pino o pinitos es cosa de niños y convalecientes». Cervantes, en El casamiento engañoso, escribe: «Iba haciendo pinitos y dando www.lectulandia.com - Página 272 traspiés como convaleciente». Las expresiones ponerse en pino, tenerse en pino y hacer pino significaban antiguamente «ponerse en pie», «levantarse». Así aparece en la Tragedia Policiana: «Que en la mañana todo el mundo haga pino» (se levante). Y en el escritor Zamora (Mon. 3 Expect.): «Y dando él tantos pasos, los negocios no hacen pino». Con el mismo sentido se ve en el Arcipreste de Hita y en el «Enxiemplo del asno é del blanchete», de su Libro de buen amor (coplas 1.401 y 1.402): Un perrillo blanchete con su señora jugava, con su lengua é boca las manos le besava, ladrando é con la cola mucho la falagava; demostrava en todo grand*amor que la amava. Ant'ella é sus compañas en pino se tenía; tomavan con él todos solás é alegría... Cejador, en su Fraseología, o estilística castellana (tomo II, Madrid, 19241925), dice que hacer pinitos es «caerse y levantarse el niño al andar. Y por extensión se aplica al convaleciente». (El caerse —digo yo— no puede ser hacer pinitos; el levantarse, sí). Hacer pino (en singular) equivale a «ponerse en pie». Y así, Fonseca escribe en su Vida de Cristo (1, 4): «Como la madre que deja hacer pino al niño hasta que se va a Caer». Y D. Vega en su Paraíso Trinitario: «Como el niño pequeñito... si quisiere soltarse a andar antes de tiempo, cuando mucho, haría un pino y daría un paso, y no mas». Hacer plancha Hacer plancha, o tirarse una plancha, equivale a hacer una cosa ridícula, a cometer un desacierto o error del que resulta una situación desairada o ridícula. Proviene del ejercicio gimnástico llamado plancha, que consiste, según el Diccionario, en «mantener el cuerpo en el aire, en posición horizontal, sin más apoyo que el de las manos asidas a un barrote». Primitivamente se aplicó esta expresión al estudiante que en un examen no puede contestar palabra, y comenzó a usarse en las universidades. Æ En El Averiguador Universal (n.° 69, de 15 de noviembre de 1881, p. 324), Narciso Díaz de Escovar escribía acerca de esta locución: «Hacer plancha. No es solo en la Universidad de Santiago donde esta frase es corriente, pues también al verificar mis estudios en la Universidad de Granada la oí con frecuencia. Sábese que la plancha es un difícil ejercicio gimnástico, insostenible por mucho tiempo, y www.lectulandia.com - Página 273 violento, por tanto, en demasía. Con razón se aplica esta frase al alumno que en un examen o conferencia no puede contestar palabra, pues se halla en situación insostenible y violenta. También se dice: “Fulano ha hecho una plancha”, cuando en una conversación familiar suelta una tontería o una inoportunidad». Hacer una partida serrana Según el Diccionario, partida es sinónimo de «conducta, acción o modo de proceder», y partida serrana significa «comportamiento vil o desleal». Æ En el Diccionario geográfico popular, de Vergara (p. 218), leí que esta última expresión alude al proceder de los habitantes de la serranía de Ronda, los cuales son tenidos «por falsos y poco formales, y para indicar que una acción es mala y ruin, la llaman partida serrana, y dicen de ellos que pagan en castañas, lo que equivale a decir que engañan a uno». El mismo autor cita este par de coplas: la primera ofensiva, y la segunda defensiva: Eres de Ronda, rondeña; de Ronda son tus partías: si no la pega a la entrá, la pegas a la salía. Fue mi nacimiento en Ronda, y fue mi madre serrana; por esta razón no cabe en mi pecho una arsión mala. Sin embargo, creo que la expresión que comentamos se aplicó a los serranos en general, y que los madrileños la dirían con referencia a los de la sierra de Guadarrama, y los de otras regiones a los serranos de las mismas. Quevedo, en su Cuento de cuentos, incluye la expresión proverbial «No quiero cuentos con serranos». Y Seijas Patiño la comenta así: «Cuentos equivalía en lo antiguo a cuentas, y en este sentido debe estar aquí tomado el dicho: en el de no querer disputas ni historias con ellos, por lo testarudos, cavilosos y zafios que son los de la sierra». Rodríguez Marín, al comentar en su libro Mil trescientas comparaciones populares andaluzas la de «paga en castañas, como los serranos», dice que proviene de que los serranos (los serranos en general) suelen pagar en castañas, y de que «las gentes de la campiña se fían poco de las de la sierra y creen que sus regalos tiran siempre a logros más importantes». www.lectulandia.com - Página 274 Cejador, en su Fraseología (tomo 1.*, p. 384) cita el dicho no quiero cuentas con serranos, que pagan con madera, alusivo a «los que traen carretadas de madera, que son solapados». No querer cuentas con serranos equivale a no querer cuentas y disputas con gente zafia y rústica; y suele añadirse: porque pagan en botellas, o en chacina o en jamones. Hacerle a uno la pascua [Locución coloquial que significa fastidiar, molestar o perjudicar a alguien]. Æ Manuel Rabanal, en su libro El lenguaje y su duende (Madrid, 1969), escribe lo siguiente acerca de esta expresión: «Don Francisco Cantelar Rodríguez, capellán del Regimiento de Infantería Lepanto núm. 2, de guarnición en Córdoba la sultana, propone una interpretación personal para el giro coloquial “hacerle a uno la pascua”, equivalente a “fastidiar”, a “causar un perjuicio” a alguien. Yo pienso —viene a decir el señor Cantelar— que la expresión tiene su origen en el rito judaico del corderillo pascual, al que se cuidaba con mimo hasta “hacerle pascua” —matarlo y comerlo— el día de esa fiesta». Rabanal añade: «No carece de gracia la suposición. Pero también podría tratarse de una simple ironía —hacerle a uno la pascua cuando lo que de verdad se le hace es traerlo por la calle de la amargura—, o incluso de un pertinaz empleo de la palabra “pascua” en su primitivo sentido etimológico. Porque, en puridad, “pascua” significaba en hebreo “paso” o “tránsito” y aludía al paso del ángel exterminador por las casas de los egipcios dando muerte a sus primogénitos. De modo que, apurando un poco las cosas, bien podríamos poner en relación con este evidente daño originario de la primera pascua el sentido nocivo del hispánico “hacerle a uno la pascua”». Hacerse el sueco Hacerse el desentendido. No hacer caso alguno a los cargos o reflexiones que se le hagan. Æ Según Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes (p. 921), alude esta expresión al disimulo y a la envidia, que son cualidades características de la clase popular de Suecia, según informes de los viajeros más autorizados y fidedignos. www.lectulandia.com - Página 275 No nos convence la explicación, porque, aunque fuese cierto que los suecos sean disimulados y envidiosos, el sentido de la frase no alude ni a la envidia ni al disimulo, sino a «hacerse el sordo», a alzarse de hombros, a no darse por enterado o por aludido. Más parece referirse al proceder de los marinos suecos que, por desconocer nuestra lengua, hiciesen oídos de mercader a lo que se les dijese o se les reprochase en los puertos donde desembarcaran. En relación con el modismo que comentamos se encuentra este cantar que consigna Vergara Martín en su Diccionario geográfico-popular (p. 289): Dos súbditos pierde España cuando se presta dinero: el que lo da, se hace inglés, y el que debe, se hace el sueco. Después de publicado lo que antecede, voy a dar la verdadera explicación del dicho. Esta expresión, que, según el Diccionario, equivale a «afectar distracción para no darse por entendido; fingir que no entiende», o, dicho de otro modo, «hacerse el tonto», no proviene de los suecos de Suecia, sino de la palabra latina soccus: especie de pantufla empleada por las mujeres y los comediantes. Soccus era el calzado que en teatro romano antiguo llevaban los cómicos, a diferencia del coturno con el que elevaban su estatura los trágicos. De soccus viene zueco (zapato de madera de una pieza), zocato (zurdo) y zoquete (tarugo de madera corto y grueso), palabra esta que se aplica al hombre torpe y obtuso. Hacerse el sueco es, por tanto, equivalente a hacerse el torpe, el tonto, el que no entiende lo que se le dice. Alguien ha sostenido que de soccus provienen socarrón y socarra. Pero estas dos palabras proceden —según Corominas— de socarrar (quemar o tostar), porque el hombre socarrón es el que se burla disimuladamente, y de modo especial «el que emplea palabras en apariencia inofensivas y en realidad cáusticas o quemantes». Hacérsele a uno la boca agua Gozarse con un deseo o recuerdo, como al ver o apetecer una fruta u otro manjar, que se llena de saliva la boca por exprimirse, mediante acción refleja, las glándulas salivares. Metafóricamente significa «deleitarse con la esperanza de conseguir alguna cosa agradable, o con su recuerdo». www.lectulandia.com - Página 276 Æ Cejador, en su Fraseología (tomo 1.°), trae, a propósito de esta frase, estas citas: «Se está saboreando y le crece el agua en la boca» (fray Pedro de Vega, Psalmo 4, v. 15, d. 2); «Quiere que cada día se os haga la boca agua viendo la fruta» (fray Lorenzo de Zamora). Es expresión idéntica a la de hacérsele saliva la boca, que emplea Juan de Zabaleta en El día de fiesta (1654), donde, describiendo a «El glotón que come al uso», dice: «Por quitarse el fastidio de esperar, se mete entre los que hablan. Hállalos tratando de novedades y él va rempujando la conversación poco a poco hasta que da con ella en comidas y guisados. Dice de memoria tres o cuatro platos de su invención, de tan buen parecer, que les deja a todos haciéndoseles la boca saliva». Hasta las cachas Según el Diccionario de autoridades, cacha es el cabo del cuchillo. Y la expresión hasta las cachas significa «en extremo, sobre manera». Según el Diccionario se da el nombre de cacha a cada una de las dos piezas que forman el mango de las navajas y de algunos cuchillos. Y la locución adverbial hasta las cachas equivale a «con todo el esfuerzo y diligencia posibles». [También a «sobremanera, a más no poder», sobre todo «referido a quien se mete en alguna empresa o quehacer»]. Æ Comenzaría a usarse este modismo en su sentido material de «hundirle a uno la navaja hasta las cachas» o matar una res «metiéndole el cuchillo hasta las cachas», de igual modo que hoy se dice de un matador de toros que «hundió el estoque hasta la empuñadura» o «hasta la bola». Y de ahí pasaría a significar «en extremo» (Era católico hasta las cachas) o «con todo el esfuerzo posible» (Trabajó o peleó hasta las cachas). Hasta que San Juan baje el dedo «Dicha locución familiar se suele usar para ponderar un plazo ilimitado, y así se suele decir: Déjelo que hable hasta que San Juan baje el dedo; esto es, hasta que no quiera más. Parece traer su origen de la actitud en que suelen representar los escultores al Discípulo amado, con el dedo índice de la mano derecha, como en ademán de señalar a la Virgen María el lugar donde debe encontrar a Jesús, yendo www.lectulandia.com - Página 277 camino del Calvario». (Sbarbi, Gran diccionario de refranes, p. 883). Æ Rodríguez Marín, en su obra Cantos populares españoles (2.* ed., tomo Il, p. 343), cita estas dos coplas: Mucho quiero a San Francisco porque tiene cinco llagas, pero más quiero a aquel santo que con el dedo señala. Tienes mucha fantesía y te tienes e queá señalando con er deo como se quedó San Juan. Y comenta: «Aluden a San Juan Evangelista, a quien los escultores y pintores suelen representar en actitud de mostrar a la Virgen Madre el derrotero de su Hijo». ¿No aludirá el dicho a San Juan Bautista, a quien los escultores suelen representar alzando el dedo de su mano derecha hacia la banderola donde figura inscrita la frase «Ecce agnus Dei»? Hasta verte, Jesús mío También Hasta verte, Cristo mío. El Diccionario de la Real Academia, en su 14.* edición, dice: «Hasta verte, Jesús mío. Expresión familiar. Hasta apurar el contenido de un vaso, porque antiguamente algunos de estos llevaban en el fondo la cifra I. H. S.». Æ Eugenio Noel, en su libro Nervios de la raza (Barcelona, 1947) y en el capítulo «Capea jocosa en Segurilla», alude a «los pequeños diablos que los alfareros de Talavera pintaban en los tazones usados por los frailes jerónimos, para que el lego de las bodegas se los llenara hasta ahogarlos en el espeso mosto de las vides de Criptana». Y añade en nota: «En estos tazones, ingenuas muestras del arte popular, hay todavía otro dato más picante y gracioso. Cuando el lego refitolero echaba el vino en estas páteras talaveranas y no las acababa de llenar, el padre decía: “Ahogue al diablo, hermano”. Y como el diablo pintado tenía las manos en el borde del vaso, el vino rebosaba. Después, los alfareros, en el fondo, habían colocado un anagrama que se lee “Jesús Cristus”, y los padres, al consumir el vinillo, lo hacían diciendo: “Hasta verte, Jesús mío”, o sea, hasta cegar (Noel quiso decir hasta descubrir) el anagrama en el fondo del insondable tazón. Estas dos frases pasaron al tesoro de nuestros adagios y son hoy del dominio público». www.lectulandia.com - Página 278 Julio Casares, en su Introducción a la lexicografía moderna (Madrid, 1950), afirma que la frase que comentamos se aplicó, no solo a los frailes, sino a los bebedores en general. Dice así: «Antiguamente solía haber en todas las casas vasos O jarros en cuyo fondo se leía la cifra I. H. S. (Jesús), y cuando un bebedor se disponía a apurar el líquido contenido en tales vasijas, generalmente vino, hasta que quedase visible la citada inscripción, decía en tono familiar: Hasta verte, Jesús mío». Hay más días que longanizas [Viejo refrán, que aparece recogido por el marqués de Santillana en el siglo xv, y que alude a lo prolongado de la vida]. Æ Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana (1611), escribe acerca de él: «Dícese de los que comen lo que tienen con mucha prisa, sin mirar que hay mañana». Como se ve, el sentido originario de este refrán es muy distinto del que le damos hoy. Según Covarrubias, aconseja el ahorro, el mirar al mañana, el ser previsor y no agotar los recursos o medios con que contamos para vivir. Pero hoy, cuando decimos que hay más días que longanizas, queremos indicar que hay mucho tiempo para hacer una cosa, que no hay razón para obrar inmediatamente. En una comedia moderna, creo recordar que de Tono, se hace un chiste a propósito de esta frase. Al final de uno de los actos, uno de los personajes sufre un síncope. «¡Hay que llamar al doctor Díaz, inmediatamente!», propone alguien. Entonces, una de las mujeres toma la lista de teléfonos (la de Madrid) y trata, a toda prisa, de buscar el teléfono del doctor. «Díaz, Díaz, Díaz, Díaz...». Y sigue revisando los abonados de este apellido tan común, hasta que al fin, desesperada, exclama: — ¡Hay más Díaz que longanizas! Hay moros en la costa Esta expresión de alarma proviene, según Clemencín, de la frecuencia con que los moros por largo tiempo hicieron excursiones por nuestras costas del Mediterráneo, sorprendiendo y arrebatando gentes, ganado y cuanto les venía a la mano. ¡Hay moros en la costa! era el grito con que las gentes del litoral se prevenían de www.lectulandia.com - Página 279 aquel peligro, armándose para resistirlos, si lo permitía el número de los enemigos, o retirándose tierra adentro si eran huestes superiores. Como estas incursiones de los piratas berberiscos eran muy frecuentes, se construyeron de trecho en trecho a lo largo de nuestras costas ciertas atalayas o torres ciegas, a las cuales se subía por una escalera de cuerda que luego se recogía o retiraba. Desde lo alto de estas torres se daban desaforados gritos de ¡Moros hay en la costa!, con cuya vocería, el repique de la campana o esquilón que en ellas solía haber, y con ahumadas durante el día y fogatas por la noche, se extendía rápidamente la alarma por la costa y tierra adentro. J «Estos medios de precaución han durado hasta nuestro tiempo, en que los ha hecho inútiles la paz ajustada con las regencias de Berbería», añade Clemencín (nota 77 al cap. 41 de la 1.* parte del Quijote). Hay ropa tendida Expresión convencional que se dice al que está hablando, para advertirle de la proximidad de otra persona ante la cual conviene callar. Se aplica cuando hay niños o inocentes que pueden escandalizarse, o cuando hay personas que no conviene que oigan lo que se habla. Æ Según Sbarbi, es frase que procede del argot de prisiones y que emplean los reclusos cuando quieren llamar la atención de sus compañeros para que disimulen o se reporten en el hablar, por hallarse próximos los carceleros, jefes, autoridades, etc. Suelen embutir la frase ingeniosamente en la conversación, a fin de que los aludidos no se den cuenta de su significado. ¿Hemos comido en el mismo plato? Frase que equivale a la de: ¿Hay familiaridad o amistad entre nosotros para que usted me trate tan sin respeto? Æ Según Sbarbi, proviene de que antiguamente, cuando un gran señor invitaba para un festín a algunas personas, la etiqueta exigía que cada dama tuviese un Caballero a su lado, y que para cada pareja hubiese un solo plato, un solo vaso y un solo cuchillo, aunque entre ambos no existiese una relación anterior. El talento del anfitrión consistía en colocar a sus invitados de suerte que la www.lectulandia.com - Página 280 familiaridad que entre ellos se establecía les fuese grata. Suele decirse también: ¡Como si los dos hubiésemos comido juntos en el mismo plato! (Gran diccionario de refranes, p. 804). Hermano, morir habemos Es frase que [recuerda la infalibilidad de la muerte y que] procede de los monjes trapenses, así llamados porque su orden religiosa procede de la abadía francesa de la Trapa (la Trappe), fundada en el año 1140. J «Los trapenses —escribe Vicente Vega en su Diccionario de frases célebres— tienen siempre presente la idea de la muerte; a diario rezan al borde de la fosa que cada uno se prepara desde el primer día de cenobio; guardan un silencio absoluto, y cuando se cruzan dos en el transcurso de las faenas agrícolas e industriales a que se dedican, como única salutación cambian esas palabras». En España suele decirse: «Hermano, morir habemos», a lo que el interpelado responde: «Ya lo sabemos». Subsiste hoy este diálogo en algunas cofradías piadosas, por ejemplo, en la de Nuestra Señora de los Dolores, del pueblo de Villacañas (Toledo). Los cofrades de Villacañas se disciplinan en la iglesia, la noche del Viernes Santo, y al final de la función, dos hermanos, que llevan en sus manos sendas Calaveras, se sitúan en la puerta de la iglesia y van diciendo a cada uno de sus compañeros, como saludo: «Hermano, morir habemos». A lo que el hermano responde: «Ya lo sabemos». Herrar (o quitar) el banco Es decir, o ejercer el oficio o facultad, o renunciar a los beneficios o excepciones que aquellos conceden. Según el Diccionario, es frase figurada y familiar «con que se invita a uno a decidir si ha de proseguir un empeño o desistir de él». Æ Bastús, en La sabiduría de las naciones (3.* serie, p. 123), escribe acerca de esta expresión: «Dícese que tuvo origen este refrán en un herrador que, como a tal, se le permitió colocar en la calle el potro, banco y demás armatostes del oficio, y que luego no le ejercía, perjudicando al público sin proporcionarle ninguna utilidad, por lo que los vecinos se empeñaron en que “herrara o quitara el banco”. www.lectulandia.com - Página 281 »Conocemos una linda poesía del señor Bretón de los Herreros que tiene por título o tema “Herrar o quitar el banco”. » Cuéntase —añade Bastús— que viendo herrar su caballo el mariscal de Sajonia, dijo al herrador que tenía malas herraduras, y para probar su aserto cogió una y la dobló con sus nervudos dedos, como si fuera de estaño. »El herrador se encogió de hombros y calló, pero cuando el mariscal le pagó, le dijo: “No es mejor vuestra moneda, señor, que mis herraduras, según veo, porque mirad”. Y agarrando los escudos los fue torciendo de la misma manera que el mariscal había torcido su herradura». Hinchar el perro Expresión que equivale a exagerar una noticia o un suceso. En el argot periodístico, «hinchar el perro» es escribir lo más posible a base de una noticia escueta. Æ La frase que comentamos y que significa “dar a lo que se dice o hace proporciones exageradas”, no aparece en los repertorios de modismos de Caballero, Sbarbi, etc., no obstante ser de uso corriente. Tampoco he visto nada acerca de su origen, aunque quizá se encuentre en relación con él el cuento que refiere Cervantes en el prólogo a la segunda parte del Quijote, donde, después de decir que una de las mayores tentaciones del demonio es «ponerle a un hombre en el entendimiento que puede componer e imprimir un libro con que gane tanta fama como dineros, y tantos dineros cuanta fama», refiere, para confirmación de esto, lo siguiente: «Había en Sevilla un loco que dio en el más gracioso disparate y tema que dio loco en el mundo. Y fue, que hizo un cañuto de caña, puntiagudo en el fin, y en cogiendo algún perro en la calle o en cualquiera otra parte, con el un pie le cogía el suyo, y el otro le alzaba con la mano, y como mejor podía le acomodaba el cañuto en la parte que, soplándole, le ponía redondo como una pelota, y en teniéndole desta suerte le daba dos palmaditas en la barriga y le soltaba, diciendo a los circunstantes (que siempre eran muchos): “¿Pensarán vuesas mercedes ahora que es poco trabajo hacer hinchar un perro?”. “¿Pensará vuestra merced ahora que es poco trabajo hacer un libro?...”». Rodríguez Marín, en su Edición crítica del Quijote del año 1927 (tomo 4.°, p. 32), dice que este cuento del loco sevillano que hinchaba los perros soplando por un cañuto parece tomado de la realidad durante el largo tiempo que Cervantes tuvo a Sevilla como centro de sus operaciones. www.lectulandia.com - Página 282 Hinchársele a uno las narices Expresión que en sentido figurado y familiar significa «enojarse mucho». Æ Francisco Cascales (1570-1642), en sus Cartas filológicas (Clásicos Castellanos, Madrid, 1940, tomo II, p. 65), escribe: «Lo primero que miramos en el que habla es el semblante; con este amamos, con este aborrecemos y con este entenderemos muchas cosas antes de hablar. La ceja, el soberbio y el que admira la levanta, el que está triste la baja. Las narices hincha el airado; la honestidad pide los ojos serenos; la vergüenza, bajos; la ira, encarnizados; el dolor, llenos de agua...». Del gesto fisonómico de hinchar las narices (mejor dicho, de ensanchar las aletas de la nariz) el que está iracundo o muy enojado, nació la frase de hinchársele a uno las narices. Los artistas antiguos expresaban principalmente la indignación y la cólera de los personajes que trataban de representar exagerando la abertura de las aletas de la nariz. Covarrubias, en su Tesoro, advierte que «la nariz suele ser indicio de la ira; y así nasus es de raíz hebrea, porque nas equivale a ira». Añadiendo en otro lugar que «la nariz es el lugar propio del rostro humano donde se demuestra la saña, la ira». Fray Luis de León, en su traducción del Libro de Job (cap. XXXII, vers. 2.°), comentando la frase «Entonces Eliú... montó en cólera, y lleno de indignación www.lectulandia.com - Página 283 irritose contra Job», escribe: «Ansí (montar en cólera) dicen en aquella lengua cuando uno se enoja, como en la nuestra decimos que se hinchan las narices cuando queremos hablar de la ira». En La Celestina dice Pármeno: «No me hinches las narices con esas memorias». Es decir: «No me enojes, no me pongas furioso». Quevedo, en su Cuento de cuentos, usa más de una vez la expresión tener o tomar hincha con una persona, en el sentido de odiarla, aborrecerla. Y comentando esto Seijas Patiño, dice: «Hincha. Odio, encono o enemistad; voz descriptiva del inflamamiento de narices y rostro en el que está irritado». (Véase Subirse el humo a las narices). Hombre de buena pasta Significa, según el Diccionario, hombre «de carácter apacible». Æ Antiguamente significó hombre llano y hombre de carácter blando. Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, dice que pasta «es una masa de diversas cosas que se han majado juntas y revuelto entre sí». Y añade que hombre de buena pasta equivale a hombre llano. En otro lugar de su libro define al hombre llano como «el que no tiene altiveces ni cautelas». En las primeras ediciones del Diccionario de la Real Academia, por ejemplo, en la de 1791, se señala como una de las acepciones de la palabra pasta la de buena índole: «Se toma por demasiada blandura en el genio, sosiego o pausa en el obrar o hablar». De ello se infiere que la expresión buena pasta alude a la blandura de la masa, aplicada metafóricamente al carácter y genio de las personas. Hombre de muchas agallas Se dice del muy valiente. Æ En esta expresión, la voz agallas, empleada metafóricamente y eufemísticamente, con alusión a la virilidad, no significa agallas de pez, por donde estos y los batracios respiran, sino agallas de roble u otros árboles, es decir, excrecencia que se forma en su corteza, o, como dice Covarrubias en su Tesoro, «cierto vicio que echan los árboles, como los robles, redondo, a manera de bodoques www.lectulandia.com - Página 284 o bolas pequeñas». www.lectulandia.com - Página 285 Ídem de lienzo Expresión familiar que significa «lo mismo» y que se emplea muy a menudo. Ejemplo: El padre es un ladrón, y el hijo, ídem de lienzo. Æ Nogués, en su libro de memorias titulado Aventuras y desventuras de un soldado viejo natural de Borja (Madrid, 1881, p. 247), dice que tal frase proviene de que en la relación de prendas del soldado que regía en los tiempos de la primera guerra civil (1833-1839) se repetía: Pantalones de paño; ídem de lienzo. Botines de paño; ídem de lienzo... Efectivamente, en uno de los apéndices de la Historia de la guerra civil, de Pirala, vi esto, bajo el epígrafe de «Estado de las prendas de vestuario y equipo». Allí leí también: Cordones de morriones; ídem de sable. En Navarra se cree que ese modismo proviene de Estella, porque en la procesión de Viernes Santo, a la que acuden los diferentes gremios de la ciudad, convocaban a estos, antes de salir de la iglesia, con arreglo a un orden tradicional y a una lista que decía: Curtidores, tejedores de paño; ídem de lienzo... www.lectulandia.com - Página 286 Ir de capa caída Según el Diccionario, ir o andar uno de capa caída significa «padecer gran decadencia material o moral». Suele aplicarse también a las cosas, con el significado de «ir cayendo en desuso», como sucede con las modas, y con el de «ir cediendo de su intensidad», como ocurre con una epidemia, etcétera. Æ Según Correas, en su Vocabulario de Refranes, «dícese del que va decaído, perdidoso y vencido, y del que va a menos en su hacienda y trato, y anda fallido y en quiebra; andar de caída». Cejador, en su Fraseología (tomo I, p. 255), consigna que el modismo de capa caída, equivalente a de caída, a menos, de mal en peor, proviene «del llevar caída y sin cuidado la capa el que no está satisfecho y tiene buen pasar». Seijas Patiño, en su Comentario al «Cuento de cuentos» de Quevedo, escribe lo siguiente acerca de esta frase: «Ir de capa caída. Padecer una gran decadencia en los bienes, fortuna o salud, como va el borracho que no se puede tener, y a la manera de los árboles y los campos, que dejan al agostarse la capa de verdura que los engalanaba: ese es su origen». Creo, sin embargo, que la mejor explicación sobre el origen de este modismo es la que da Julio Casares en su Introducción a la lexicografía moderna (Madrid, 1950). Según el ilustre académico, la expresión de capa caída «tiene relación con el (modismo) francés chape chute, que procede del siglo xn, y que si en un principio significó “cosa provechosa, hallazgo, ganga”, en el siglo xvu “chercher chape cheute” equivalía a “buscar su mala ventura”». Esta acepción, añade Casares, la usó madame de Sévigné, con escándalo del lexicógrafo Littré, que la censuró acremente. Ir de trapillo ¡Locución adverbial que significa, según el Diccionario, «ir con vestido casero o de confianza». Æ Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, p. 963, y Montoto, en Un paquete de cartas, p. 69, copiando lo que escribió Fernández de los Ríos en su Guía de www.lectulandia.com - Página 287 Madrid (Madrid, 1876, p. 128, nota 14), dicen que esta expresión proviene de la romería madrileña, llamada del Trapillo, que se celebró hasta el siglo xvn, y en la cual las gentes acudían en determinada mañana del mes de mayo a la ermita de Santiago el Verde y al Sotillo, donde se hallaba enclavada esta, sitio entre la Puerta de Toledo y el portillo de Embajadores. Pero Fernández de los Ríos confunde la romería de Santiago el Verde con la del Trapillo, que tenía lugar el día de San Marcos —25 de abril— en la ermita de este santo. Juan de Zabaleta, en su obra El día de fiesta por la tarde, publicada en el año 1660, dedica el capítulo VI a la romería de Santiago el Verde, y el VII a la que él denominaba El Trapillo. Dice así el escritor madrileño: «Celebra la Iglesia al evangelista San Marcos en 25 de abril, y este día el vulgo más movible, que son los artesanos, acostumbraba visitar a este santo en una ermita que estaba una legua de la corte. Era tan largo el número que salía, que le pareció a la nobleza viciosa que sería holgura verle salir, y a verle salir con devoción alegre se iba en sus coches con curiosidad ociosa a la calle de Fuencarral. Apagose la devoción en la plebe y quedó la costumbre en plebe y nobleza de ir ese día a este sitio. Los nobles dicen que a ver el trapo; los plebeyos, a orearle, y por eso la fiesta tiene por nombre el Trapillo». J. Deleito Piñuela, en su libro También se divierte el pueblo. Recuerdos de hace tres siglos (Madrid, 1944), cita esta romería del Trapillo, y dice que la ermita de San Marcos debió de estar en el paraje llamado hoy Los Castillejos. Según la comedia de Calderón Guárdate del agua mansa, las fiestas típicas de Madrid eran: desde el Ángel a San Blas, desde el Trapillo a Santiago. Quevedo menciona estas fiestas en su Calendario de la galantería. Según leí en el Diccionario geográfico-popular, de Vergara (p. 313), una de las coplas que cantaban los enamorados madrileños en el siglo xvni y en la romería del Trapillo, el día de San Marcos (25 de abril), era la siguiente: No me los ame nadie a los mis amores, ¡eh! No me los ame nadie, que yo me los amaré. Para acabar, y por si puede tener relación con la expresión que comentamos, consignaré que, según Cejador (Fraseología, tomo II), un mal trapillo significó antiguamente «un desarrapado», un hombre mal vestido, como expresa esta cita de Ferrer en San Andrés: «Sucede que llega un mal trapillo, y sobre cosa que no monta un maravedí mueve pendencia en el mesón». www.lectulandia.com - Página 288 Ir por lana y volver trasquilado Covarrubias, en su Tesoro, escribe: «lr por lana y volver trasquilado; cuando uno piensa que ha de venir ganancioso de alguna jornada y trato, y vuelve con pérdida». Correas, en su Vocabulario de refranes, dice que se aplica este proverbio «cuando [uno] fue a ofender y volvió ofendido; y acomódase a cosas semejantes, cuando salen al revés de lo intentado». Æ Este dicho, muy antiguo, se menciona en el Poema de Fernán González, y también en La Celestina, donde, por hacer chiste, se cambió el «trasquilado» por «sin pluma»: «En pensallo tiempo, no vayas por lana e vengas sin pluma». Sobre la historia o historieta que dio lugar a esta expresión, hay quienes opinan que lo de «volver trasquilado» hace alusión a la antigua pena de trasquilar a cruces, es decir, sin orden, cruzándose las tijeretadas al modo con que se trasquila a las ovejas, pena que se aplicaba a los blasfemos y judíos. A esta pena le llama el Fuero Juzgo «esquilar laidamientre», y el Concilio IV de Toledo, turpiter decalvare. No obstante esta opinión, existe una, mucho más antigua, según la cual el proverbio que comentamos alude al carnero que se mete en rebaño ajeno y vuelve al suyo trasquilado. En la Crónica general, obra del siglo xni, impresa en 1541, se lee lo siguiente (c. 709): «Fue y (allí) engannado, ca le contesció, segund dize el proverbio, como al carnero que va a buscar la lana agena et viene dalló tresquilada la suya». Correas confirma esta alusión al incluir en su Vocabulario de refranes uno que dice así: «El carnero encantado, que fue por lana y volvió trasquilado». Irse a chitos El Diccionario dice que irse a chitos significa, figurada y familiarmente, «andarse vagando», y que chito es un «juego que consiste en tirar con tejos al chito (pieza de madera o de otra cosa sobre la que se pone el dinero) para derribarlo, y gana el jugador cuyo tejo queda más cerca del dinero». Æ Antiguamente llamaban chitos a los tejos, y chito o chita al objeto que trataban de derribar. Así lo comenta Correas cuando en su Vocabulario de refranes explica el www.lectulandia.com - Página 289 dicho de Andar a chitos. Dice así: «Andar a chitos. Buscar cosas vanas: chito o chita es un huesecillo o pedrezuela a que tiran los muchachos en el juego que ellos llaman de la chita: tiran a él con unas piedras llanas como ruedas, que llaman chito; cuando se concierta el juego, todos van a buscar chitos en algún arroyo o muladar o edificio caído, y los hacen de piedra, teja o ladrillo». Según las primeras ediciones del Diccionario de la Academia, irse a chitos significa «andarse vagabundo, divertido en juegos y pasatiempos». Irse de picos pardos El Diccionario de la Academia, en su 3.* edición (1791), decía que Andarse, o irse, a picos pardos es «frase con que se da a entender que alguno, pudiendo aplicarse a cosas útiles y provechosas, se entrega a las inútiles e insustanciales, por no trabajar y por andarse a la briba». En su origen, la frase irse a picos pardos o de picos pardos significó irse con una mujer de la vida o «moza de partido», y se dijo porque la ley obligaba a las tales a usar jubón de picos pardos, para distinguirlas de las mujeres decentes. (Véase Darse un verde). Irse por los cerros de Úbeda Equivale a perderse, extraviarse. Se aplica, por extensión, al que se aparta del asunto que está tratando. Según el Diccionario, Por los cerros de Úbeda es una locución figurada y familiar «con que se da a entender que uno habla fuera de propósito o disparatadamente». Se aplica, también figuradamente, para referirse a un lugar o paraje remoto o extraviado. Æ Existen varias versiones acerca del origen de este modismo. Algunas de ellas, más que explicaciones de su origen, son aplicaciones de la frase proverbial. Por ejemplo, hay una que dice que en un pueblo de la serranía de Úbeda había un alcalde, enamorado de una garrida moza que vivía en el cerro de Úbeda y que le sorbía el seso. Una vez, en sesión, le pidieron parecer, y como el pobre alcalde empezase a divagar, un munícipe le advirtió: «No se vaya usía por los cerros de Úbeda». Según unos, el alcalde de marras era de Úbeda y la moza vivía en unos cerros www.lectulandia.com - Página 290 próximos a esta población. Y como en un discurso que pronunció el alcalde perdió el hilo de la cuestión una moza le dijo: «Señor alcalde, no se le entiende; usía se va por los cerros». Acaso se remonte el origen de esta frase a la época de la Reconquista, aludiendo a que en los cerros de Úbeda se libraron los más importantes hechos de armas que mediaron entre la batalla de Las Navas (1212) y la conquista de Úbeda (1234). La explicación más lógica, a mi juicio, se encuentra en el Tesoro de la lengua castellana, de Covarrubias (1611), quien dice en la voz Úbeda: «Úbeda. Ciudad de la Andalucía, no lejos de Baeza. Antiguamente se dijo Idubeda...; verás a Abraham Ortelio verso Idubeda, que, según Estrabón y Ptolomeo, son unos montes de nuestra España. Estos van discurriendo por muchas partes, y toman diversos nombres según los lugares por donde pasan. De aquí nació un proverbio, cuando uno se va despepitando por términos extraordinarios y levantados: Esto es irse por los cerros de Úbeda». El mismo autor, en la voz cerro, escribe: «Ir por los cerros de Úbeda se dice del que no lleva camino en lo que dice, y procede por términos remotos y desproporcionados». Según Correas, en su Vocabulario de refranes (ed. de 1924, p. 251), Irse por los cerros de Úbeda se dice «cuando uno en lo que dice va muy remoto de lo ordinario, y cuando se excusa con razones extraordinarias, o el que se pierde en la lición de oposición o sermón, o va lejos del tema». El Diccionario de la Academia registra la locución por los cerros de Úbeda, y añade que se usa con el adverbio de comparación como y con los verbos echar, ir o irse. Cervantes, en el Quijote (parte 2.*, cap. 33), no dice irse o echar por los cerros de Úbeda, sino no ser una cosa más verdad que por los cerros de Úbeda. Y Rodríguez Marín, comentando esto, plantea esta duda, sin resolverla, «por falta de espacio». Quizá no tuvo en cuenta Rodríguez Marín que quien dice lo de «le he dado a entender (a don Quijote) que está encantada (Dulcinea) no siendo (esto del encantamiento) más verdad que por los cerros de Úbeda», es Sancho Panza, que tan dado era a trabucar refranes y dichos proverbiales, como el mismo insigne comentarista advierte en más de una ocasión. Írsele a uno el santo al cielo Olvidársele lo que iba a decir o lo que tenía que hacer. www.lectulandia.com - Página 291 Æ Se dice generalmente del que estando hablando se olvida de lo que tenía que decir o deja escapar algún despropósito. La frase «alude al predicador que se olvidó del santo, hablando de otras cosas». (Cejador: Tesoro. Silbantes, 2.* parte, p. 474). www.lectulandia.com - Página 292 Jugar al abejón Según el Diccionario, jugar al abejón con uno equivale a «tenerle en poco, burlarse de él». Æ Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, explica así el modismo: «El juego del abejón se hace entre tres, y el de en medio junta las manos, amaga a uno de los dos que le esperan, con un brazo levantado y la mano del otro puesta en la mejilla, y da al que está descuidado; entonces ellos tienen la libertad de darle un pestorejazo (un boleo en el pescuezo). El juego es ordinario, y lo es un modo de decir “que juegan con alguno al abejón” cuando le tienen en poco y se burlan de él. Este juego llama Antonio Nebrisense alaparum ludus». El juego que describe Covarrubias se usa todavía entre soldados. www.lectulandia.com - Página 293 La almendrada de Juan Templado «Era un porquero que con sencillez y, lo más cierto, con malicia rústica, encontrando un guijarro liso, manual, le echaba en el zurrón y decía que era (un) almendruco. Sucedió que una guarda (un guarda), por cierto daño del ganado, le quiso tomar prenda y forcejeó a quitársela; él, viéndose apretado, dijo con enojo: “Pues a mí es, espera; daros he una almendrada”, y echando mano al zurrón, descargó en la guarda una a una las almendras, con que se le trató mal, y quedó por refrán la Almendrada de Juan Templado, en cosas de daño en lugar de provecho, en la Andalucía la alta». (Correas, Vocabulario de refranes). La asnada de Gálvez Sucedió en Aragón que un tipo llamado Gálvez «llevaba siete asnos de recua, e iba caballero en uno. Pasando por un lugar, por que alguno no se le perdiese, contolos, y no hallando más de seis, porque no contaba el en que iba, comenzó a preguntar por él, dando señas, hasta que los otros, con risa, le dijeron que iba caballero en él, y quedó por refrán la asnada y bobería de Gálvez, en Aragón». (Correas, Vocabulario de refranes). La Biblia en verso www.lectulandia.com - Página 294 Expresión que se ha hecho proverbial para indicar toda obra cuyas considerables dimensiones corren parejas con lo farragoso de su estilo, o cualquier relato de análogas características. Æ Explicando este dicho, escribe Vicente Vega en su Diccionario ilustrado de frases célebres: «Hubo un hombre laborioso y fecundo, muy católico y pésimo poeta, a quien la Santa Sede, en premio de sus servicios, le concedió la cruz “Pro Ecclesia et Pontifice”, que puso en verso el Génesis, el Éxodo, el libro de Tobías y el libro de Judit; se llamaba José Carulla. He aquí una muestra de su estilo: Diestro se hizo en la caza el primero, y cuidaba las haciendas con excelente traza; vivió Jacob en tiendas y evitaba sencillo las contiendas. »Los ripios de Carulla fueron durante mucho tiempo tema festivo de las tertulias donde se reunía gente de buen humor. Esto aparte, José Carulla fue excelente persona». Encontré otra alusión a la Biblia en verso de Carulla en el libro de Josep Pla Un señor de Barcelona (Barcelona, 1945), donde se cita este infeliz pareado: Jeroboam, potente engendró a Eliecer alegremente. Y, según referencia particular, pertenecen a la citada obra estos dos versos «de antología»: Con traje de tertulia salió Judit del pueblo de Betulia. Con lo del «traje de tertulia» (para concertar con Betulia) alude nuestro autor a los vestidos de gala con que se atavió la hermosa viuda para seducir, engañar, y degollar más tarde, al temible Holofernes. De Carulla como autor teatral habla Martínez Olmedilla en su libro Los teatros de Madrid (Madrid, 1947, p. 241). Dice así: «Siendo empresario de la Princesa Emilio Thuiller, se vio obligado a estrenar La mujer rica, de Canilla, el famoso versificador de la Biblia. Este señor, que para muchos era un ser hipotético, representante por antonomasia de la poesía chirle, residía en Granada, donde, en una de sus excursiones provincianas, le conoció Thuiller, y acaso por cortesía le hiciese promesa de estrenarle una obra en tiempo y lugar oportunos. El poeta bíblico tomó el ofrecimiento al pie de la letra, y se vino a Madrid con su manuscrito, dispuesto a www.lectulandia.com - Página 295 lograr, por buenas o por malas, su propósito. Como llegó a amenazar a Thuiller con los tribunales, la obra fue estrenada, y sus tres únicas representaciones constituyeron el éxito de risa más apoteósico a que puede aspirar una obra seria». El secretario de Maura, don Prudencio Rovira y Pita, en su libro Cartas son cartas (Madrid, 1949), escribe del autor de la Biblia en verso: «Se llamaba José María Carulla, era casado, con hijos. Y abogado de los Colegios de Madrid y Sevilla. Le dio por la poesía religiosa, abandonó los pleitos y se dedicó a poner en verso la Biblia. Publicaba la Biblia en su revista católico-carlista La Civilización. Después de consumir en esto varios años, se dedicó a gestionar la colocación de su tesoro poético. Pronto cierta popularidad burlona rodeó la figura del vate. Frecuentaba el Congreso para abordar a los políticos que pudieran favorecer su pretensión de colocar ejemplares de sus obras en las bibliotecas oficiales. Se dirigió a Maura en enero de 1904 con la pretensión de que el Estado adquiriera ejemplares del tomo primero de su Biblia con destino a las Bibliotecas populares. En abril de 1904 le dedicó a Maura un soneto con motivo del atentado que sufrió en Barcelona. Envió 200 ejemplares de su Biblia a León XIII, quien le condecoró por el regalo. El año 1904 decía haber publicado 64 obras que forman 149 tomos y decía tener 20 inéditas que forman 127 tomos grandes o pequeños. Tradujo en verso la Divina Comedia. Llevó a Pío X su versión de la Biblia y una traducción en verso del Kempis. Murió hacia 1911 o 1912. Su última carta a Maura es de 1911, cuando Carulla tenía setenta y ocho años. Era un viejecito menudo y calvo, totalmente afeitado, de rostro inexpresivo, en donde, tras unos párpados de bordes ligeramente enrojecidos, brillaban unos ojuelos perspicaces y desconfiados. Optimista y creyente, culto y cortés, entre la irrisión de amigos y adversarios paseó por el mundo la mansa demencia de creerse el primer poeta religioso de su tiempo. Hombre de acción en el campo carlista, fue auditor de guerra del cabecilla Tristany. Mereció ser admitido en las filas de los zuavos pontificios de Pío IX y obtuvo distinciones de los sucesivos Pontífices». El famoso crítico Antonio de Valbuena, en sus Ripios vulgares (3.* ed., Madrid, 1895), dedica todo un capítulo a Carulla y a su Biblia en verso. Dice Valbuena que el intrépido versificador catalán no se apura por nada. «¿Tiene que decir Jacob estaba en la Mesopotamia? Pues dice que estaba sin infamia. ¿Tiene que decir que el patriarca viajaba solo? Pues dice que iba sin dolo; y así por este estilo». He aquí algunos de los versos de Carulla que transcribe Valbuena: Muerta Sara en Cetura a Zamram y a Jecsan el viudo tuvo: a Madam, de alma pura, y a Madián luego obtuvo; a Sué y Jesboc, también, en fin mantuvo. Jecsan engendró a Saba y a Dandan. Este tuvo felizmente a Assurin, que admiraba, www.lectulandia.com - Página 296 y a Latusin ferviente, consiguiendo a Loomin últimamente. El viudo a que alude Carulla es el patriarca Abraham. Cetura es la segunda mujer de este, aunque parezca que Cetura es el lugar donde murió Sara. Carulla es tan ripioso, que para decir que Abraham murió a los ciento setenta y cinco años, escribe: Los días de su vida fueron ciento setenta y cinco años; y con gloria obtenida, sin pérfidos amaños, murió no conociendo desengaños. Como ejemplo de versos embarullados a la vez que ripiosos, Valbuena cita, entre otros, los siguientes: Estos son los linajes que el hijo de Agar tuvo, o descendientes; en diversos parajes, con dichas evidentes a los hijos le dio el Señor siguientes Doce preclaros hombres con gozo exuberante le nacieron Son, pues los hijos estos logrados por Isac el patriarca rozagantes y apuestos y la historia no parca aquí sus hechos y sus nombres marca A los años cuarenta a Rebeca tomó, de Batuel hija, que ciertamente afrenta causábale prolija por prole no obtener que regocija. Al Dios Omnipotente suplicó, por estéril ser su esposa, y el Señor fue clemente... Veamos ahora cómo cuenta Carulla el episodio de las lentejas que Jacob dio a Esaú a cambio del derecho de primogenitura: Coció este preferido (Jacob) un potaje, y habiendo luego hablado el hermano rendido, le dijo con agrado: «El manjar rojo dame que has guisado». «Tu primogenitura www.lectulandia.com - Página 297 enajena», repuso con presura. En el lazo cayendo, «¿de qué me servirá ?», dijo el hermano, «¿no ves que estoy muriendo ?». «Pues júralo, no en vano», replicole, y juró la venta insano. Quien también escribió sobre Carulla fue Antonio Gallego Morell en su artículo «Carulla y sus versos», publicado en ABC. Carulla, que nació en Igualada (Barcelona) el año 1839 y que en 1879 publicó su traducción en verso de la Divina Comedia, residía en Granada. En el museo granadino de la abadía del Sacromonte se conserva el manuscrito de la Biblia en verso, y en el de pintura del Palacio de Carlos V, de la Alhambra, el retrato que le hizo Gabriel Morcillo. Gallego Morell copia estos versos de la Biblia en verso: Todo aquel inclemente que ojeriza tomara aborrecible a su hermano excelente merecerá insufrible que le condene el juez a pena horrible. (Los versos deben de aludir a Caín). Hablando de las diez vírgenes prudentes, Carulla escribió: De las vírgenes, fueron necias cinco, prudentes las otras cinco, aquellas displicentes. La carabina de Ambrosio Ser una cosa la carabina de Ambrosio significa no servir para nada. Æ Montoto, en Un paquete de cartas (p. 267), dice: «¿Quién fue Ambrosio el de la carabina? No lo sé, ni creo que haya mortal tan afortunado que pueda dar copia de la fe de bautismo de dicho caballero. Esto no obsta para que nos echemos a discurrir sobre la clase de sujeto que debió ser el tal Ambrosio, cuya carabina dicen las gentes que estaba cargada con cañamones y sin pólvora, esto es, que no servía para maldita de Dios la cosa; y por esto sin duda se aseguró de todo objeto, dicho o persona inútil que era la carabina de Ambrosio www.lectulandia.com - Página 298 colgada de un clavo. Pero hay más; la musa popular se encargó de publicar a todos los vientos la condición de este Ambrosio, propietario de tan inservible trasto, y compuso este cantar: Hombre chico y sin dinero, enamorado y celoso, eso le llaman en Cádiz la carabina de Ambrosio». En la revista Por Esos Mundos (Madrid, 1900) apareció esta versión sobre el personaje del dicho proverbial: «Ambrosio fue un labriego que existió en Sevilla a principios de siglo (del siglo xIx). Como las cuestiones agrícolas no marchaban bien a su antojo, decidió abandonar los aperos de labranza y dedicarse a salteador de caminos, acompañado solamente por una carabina. Pero como su candidez era proverbial en el contorno, cuantos caminantes detenía lo tomaban a broma, obligándole así a retirarse de nuevo a su lugar, maldiciendo de su carabina, a quien achacaba la culpa de imponer poco respeto a los que él asaltaba. Es este el origen verdadero de la popular frase». Montoto copia esto en su obra Personajes, personas y personillas (tomo 1.°, p. 72). La caridad bien entendida comienza por uno mismo Aunque esta sentencia se conocía ya en latín —Prima charitas incipit ab ego—, el que la popularizó fue el escritor francés Adriano de Montluc en La comedia de los proverbios, obra de 1633. Dícese que fue creada para combatir a los jesuitas, a los que se atribuía tenerla por principio. Alguien la modificó, diciendo: «La caridad bien entendida comienza por uno mismo... y no pasa de ahí». La casa de Tócame Roque www.lectulandia.com - Página 299 Según el Diccionario, se denomina Casa de Tócame Roque a «aquella en que reina la confusión y hay con frecuencia alborotos y riñas». Æ La Casa de Tócame Roque estaba en la calle del Barquillo madrileña, y fue demolida en 1850. Era una casa de vecindad fea e insalubre, famosa por haberla inmortalizado Ramón de la Cruz en su sainete La Petra y la Juana o el buen casero (conocido generalmente con el nombre de La casa de Tócame Roque) y por los mil zipizapes que en ella se armaron, el último contra corchetes y ministriles, para oponerse a la evacuación del inmueble, dispuesto ya el derribo del mismo. En esta y en otras casas de vecindad antiguas se inspiró Mesonero Romanos para escribir, en mayo de 1836, su artículo «Día de toros (I-Casa de vecindad)», incluido en su obra Escenas matritenses. Mesonero, en la nota final número 20, dice que Ramón de la Cruz presentó en varios de sus sainetes «el interior de una de esas casas ómnibus que existen en Madrid, donde hallan colocación centenares de familias de diversas condiciones y semblanzas, y que suelen dar quehacer a los alguaciles y caseros, y prestar argumento de sus cuadros a pintores y poetas». Añade el mismo autor que, según la tradición, la Casa de Tócame Roque, inmortalizada por Ramón de la Cruz, es «la casa que aún existe en la calle del Barquillo, señalada con el número 27 nuevo, y es propia del señor conde de Polentinos». Sobre este inmueble escribió Neira de Mosquera un artículo costumbrista que apareció en El Semanario Pintoresco Español el año de 1850. Fernández de los Ríos, en su Guía de Madrid, afirma que dicha casa tomó su nombre de los propietarios Juan y Roque, dos hermanos que disputaban, diciendo: «Tócame a mí, tócame, Roque». Cejador, en su Fraseología (tomo I, p. 276), copia esta última explicación, pero dice que la célebre vivienda estaba «en la costanilla de Santa Teresa, frente a su convento». La cita más reciente que conozco sobre la Casa de Tócame Roque es la de Natalio Rivas en su libro Memorias contemporáneas (7.* parte del Anecdotario histórico, Madrid, 1953, pp. 29-31). Según este escritor, el referido inmueble de la calle del Barquillo fue derribado en septiembre de 1850. Lo habitaban más de 80 vecinos, que armaban continuos ciscos y marimorenas entre ellos. Cuando el dueño comunicó a los numerosos inquilinos que tenían que desalojar la casa, estos le amenazaron con matarle. Les dio un plazo de dos meses para marcharse. Volvió a darles un segundo plazo de tres meses. Y como se negasen nuevamente, puso el caso en conocimiento del jefe político José Zaragoza, quien consiguió, por fin, que los tozudos ocupantes abandonasen sus inmundas y ruinosas viviendas. La de Mazagatos www.lectulandia.com - Página 300 [Expresión que se aplica con relación a una situación difícil o arriesgada, una pendencia o una riña]. Æ Según Sbarbi (Gran diccionario), Haber la de Mazagatos significa «haber una gran pendencia o riña». Correas, en su Vocabulario de refranes, cita las expresiones La de Mazagatos y Viose en la de Mazagatos, y las explica así: «Varíase de muchas maneras, denotando peligro y trance o revuelta. Fórmase el nombre Mazagatos de las mazas que ponen por el antruejo (por Carnaval) a perros y gatos, y los gatos atados a perros por maza, de donde unos y otros escapan con dificultad, y al que escapó decimos que escapó de la de Mazagatos, esto es, en tribulación, y úsase el nombre como propio de algún lugar en que se dio batalla: como la de Olmedo, la de Salado, la de las Navas, la de Roncesvalles, y no ha faltado quien fingiese historia de Mazagatos para comedia». Correas, en otro lugar, añade que la expresión Escapó de la de Mazagatos alude a escapar de dificultad y peligro, «como los perros y gatos escapan, por gran ventura, de las manos (querrá decir mazas), palos y pedradas del antruejo». Don Aurelio Fernández Guerra, en una de sus notas a la Visita de los chistes, de Quevedo, escribe lo siguiente: «Hubo una de Mazagatos es frase para indicar la riña, disputa y pendencia extremadamente ruidosa. Tal vez tome su origen en la maza que los muchachos ponen a los perros (gatos) y otros animales por Carnestolendas. Terreros en su Diccionario se acuerda de esta palabra que omitió en el suyo la Academia Española». Quien da una explicación, tan rara como poco convincente, de la expresión que comentamos es Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana (1611), donde, al comentar la frase Peor será esta que la de Mazagatos, que se dice «cuando se teme alguna refriega sangrienta y peligrosa», añade lo siguiente: «Amazagatos vale (significa) mata gatos; y ya se ha visto tomar rabia con un gato, por haberse comido alguna cosa, y hallándole en la despensa, cerrarle la puerta y acometerle con espada o asador, y saltar el gato encima de la persona, y asido a la cara y al cuello, maltratarla y aun matarla. Ejemplo para que no tengamos en poco a ninguno, que puesto en aprieto es más animoso de lo que pensamos y más atrevido. Aviso para algunos señores coléricos que quieren castigar a sus criados con rigor y afrenta». A mi modesto juicio, tanto la explicación de Correas como la de Covarrubias resultan rebuscadas y artificiosas. Existiendo, como existe en España, un pueblo que se llama Mazagatos (provincia de Segovia), es de suponer que la frase en cuestión aludiría en su origen a alguna refriega o riña acaecida en dicha localidad. Esto es lo lógico, lo natural; y todas las explicaciones para buscarle sentido a la voz mazagatos (maza a gatos y mata-gatos) son «ganas de buscarle cinco pies al gato». www.lectulandia.com - Página 301 La docenica del fraile Se aplica al conjunto de trece cosas. Æ El origen de esta expresión es el siguiente: cierto fraile mendicante se presentó en una huevería a comprar una docena de huevos. «Como son para distintas personas —dijo a la dueña—, me va a hacer favor de despachármelos separados, en la forma que yo le diga: para el padre prior, media docena (y separó seis); el padre guardián me encargó un tercio de docena (y agregó cuatro a los anteriores), y para mí, que soy más pobre, un cuarto de docena». Tomó tres más, abonó la docena y se marchó. Dicen que repitió la suerte varias veces, hasta que la cándida dueña se percató de la argucia del fraile. Alejandro Dumas cuenta en su libro De París a Cádiz. Viaje por España que cuando en octubre de 1846 entró en nuestro país y almorzó en Vitoria, le pidió a la hostelera un par de huevos. La hostelera indagó: —-¿Qué desea usted: un par de huevos para fraile o para seglar? —-¿En qué se diferencia uno de otro? —preguntó él a su vez, extrañadísimo. —Un par de huevos para fraile se compone de tres huevos, y un par de huevos para seglar se compone de dos —le aclaró la hospedera. Y comenta Dumas: «Se comprende que antes de la revolución que los ha expulsado de España, los frailes gozaban de grandes privilegios que se han convertido ahora en vanos proverbios». Como dije en mi libro Vitoria y los viajeros del siglo romántico, estoy casi seguro de que Dumas miente y confunde las cosas. Habría oído el dicho proverbial «La docenica del fraile» (trece), pero, como es francés y novelista, no tiene inconveniente en hacerle decir a la hostelera lo que a él se le ocurrió para añadir un poco de pimienta a su relato. Pensemos que había sido cocinero (aunque no fraile precisamente) y era amigo de las especias. A propósito del par de huevos de tres huevos, leí en los Cuentos y chascarrillos andaluces, de Juan Valera, que un joven estudiante quiso lucir sus artes de dialéctica mientras almorzaba con su padre y su madre. De un par de huevos pasados por agua que había en un plato escondió uno con ligereza y le preguntó al autor de sus días: —-¿Cuántos huevos hay en el plato? —Uno —contestó el padre. El estudiante puso en el plato el otro que tenía en la mano. —Y ahora, ¿cuántos hay? —Dos. www.lectulandia.com - Página 302 — Pues entonces —replicó el estudiante—, dos que hay ahora y uno que había antes suman tres. Luego son tres los huevos que hay en el plato. El padre se quedó atortolado, no acertando a descifrar el sofisma. Pero la madre decidió la cuestión. Puso un huevo en el plato de su marido, tomó otro para ella, y dijo a su sabio vástago: —El tercero cómetelo tú. La fábula de la lechera Frase con la que nos burlamos de los que se hacen ilusiones exageradas, de los que sueñan con negocios fantásticos. Æ Es alusión a la fábula II del libro segundo de las Fábulas de Samaniego: Llevaba en la cabeza una lechera el cántaro al mercado. Marchaba sola la infeliz lechera, y decía entre sí de esta manera: —Esta leche vendida, en limpio me dará tanto dinero; y con esta partida, un canasto de huevos comprar quiero, para sacar cien pollos, que al estío me rodeen cantando el pío, pío... La lechera echa cuentas de que con el importe de los pollos mercará un cochino, y cuando lo tenga tan gordo que le arrastre la barriga, lo llevará al mercado y con su importe comprará una robusta vaca y un ternero. Con este pensamiento, enajenada, brinca, de manera que a su salto violento el cántaro cayó. ¡Pobre lechera! ¡Qué compasión! ¡Adiós leche, dinero, huevos, pollos, lechón, vaca y ternero! ¡Oh, loca fantasía, que palacios fabricas en el viento! Modera tu alegría, no sea que saltando de contento, al contemplar dichosa tu mudanza quiebre tu cantarillo la esperanza. Esta fábula de Samaniego es copia de la de La Fontaine titulada «La lechera y el www.lectulandia.com - Página 303 cántaro de leche». La fe del carbonero Esta expresión, tan repetida por Unamuno en La agonía del cristianismo, quiere decir la fe sencilla y firme de los simples de corazón, la fe del que no exige pruebas ni sabe de argumentos. Æ El origen del dicho lo explica Correas en su Vocabulario de refranes, al comentar la frase: «Yo creo lo que cree el carbonero», en la forma siguiente: «Un maestro teólogo tuvo una vez plática con un carbonero en cosas de la fe y acerca de la Santísima Trinidad..., y propuso al carbonero: “¿Cómo entendéis vos esto de las tres divinas personas, tres y una?”. El carbonero tomó la falda del sayo e hizo tres dobleces, y luego, extendiéndola, dijo: “Ansí”, mostrando que eran tres cosas y todas una. »Agradóle al teólogo y satisfízose, y después, al tiempo de su muerte, decía: “Creo lo que cree el carbonero”». Según Bastús (La sabiduría de las naciones, 3.* serie, p. 274), el origen del dicho se encuentra en el siguiente cuento que se lee en las Memorias de Trevoux: «Había un carbonero, exclusiva y constantemente ocupado en su oficio, a quien parece que el diablo había tomado por su cuenta. Un día, disfrazado (el diablo) de doctor de la Sorbona, le emprendió de frente y preguntole qué era lo que él creía acerca de la fe de Jesucristo, y el buen hombre le contestó: “Yo creo todo lo que cree la Iglesia”. Entonces el diablo, apremiándole de nuevo, le dijo: “Y bien; ¿qué es lo que cree la Iglesia?”. A lo cual el carbonero contestó, dejando confundido y patitieso al maligno espíritu: “Ella cree todo lo que creo yo”». La verdadera explicación parece ser la de Correas. En relación con el dicho que comentamos se encuentra el de Yo creo lo que cree la ventera de Brillas, que vi explicado en la siguiente forma: Brillas es una venta cerca de Murcia. Un pasajero hospedose allí medio día, y la ventera le cobró muy caro unos huevos que le sirvió y el alojamiento. El huésped, enojado, le dijo: —¿Pues tanto me lleváis por tan poco?... ¿Esta es vuestra conciencia?... ¡Yo os haré ir a Murcia! La ventera entendió que a la Inquisición, y respondió: —No haréis tal, que yo soy buena cristiana y tengo fe, y creo bien y verdaderamente lo que tiene y cree y enseña y me manda la Santa Madre Iglesia Romana. www.lectulandia.com - Página 304 Con esto el huésped se fue, indignado contra ella y aferrado a su razón; dirigióse a Murcia, en donde en todas las conversaciones y ocasiones decía: —Yo creo lo que cree la ventera de Brillas. Llegó a los inquisidores la noticia de esta novedad de creer y prendiéronle, que es lo que él quería para vengarse. Interrogado en juicio para que declarara la razón de lo que decía y sentía, respondió: — Yo creo lo que cree la ventera de Brillas. Y no había manera de sacarle de esto. Entonces los inquisidores hicieron prender a la ventera y lleváronla a Murcia, haciéndole así pasar y sufrir esta molestia, pesadumbre y costa. Ella confesó su buena fe, y acosado a preguntas, el pasajero declaró el cuento y su satisfacción por la cumplida venganza, y estuvo a pique de recibir cien azotes por la burla. La Fiera Corrupia [Se aplica esta expresión a ciertas figuras animales que se presentan en fiestas populares y son célebres por su deformidad o aspecto terrible]. Æ En los siglos XVII y XIX estuvieron muy en moda los romances de ciego, las aleluyas y, en general, los llamados pliegos de cordel. Entre los diversos temas de sus historias, fábulas y leyendas, figura el de las Fieras, Monstruos y Harpías, con mayúscula, entre ellos, la Fiera de Oporto, la Fiera del Espinar de la Sierra, la Harpía americana, la Fiera Maltrana, el Caracol del Jarama, etcétera, etc. Una de las fieras más popularizadas por esta literatura de cordel, la que más famosa se hizo entre el vulgo, y la que ha pasado a la posteridad como arquetipo de fieras quiméricas y fabulosas es la Fiera Corrupia, de la que se narraban horribles y espantosas hazañas. La Corrupia —según las aleluyas y romances de la época— tenía cabeza de toro (con cuernos gachos, descomunales) y cuerpo de lagarto, lleno de escamas. Sus uñas eran como ganchos de romana (de balanza romana), y para su exterminio fue necesaria la intervención de todo un regimiento de infantería de línea. En la revista Alrededor del Mundo, del 22 de octubre de 1903 (p. 281), aparecen reproducidas las imágenes de algunas de estas fieras legendarias y entre ellas la de la celebérrima Corrupia. A ella alude Pío Baroja en su libro Vitrina pintoresca (Madrid, 1935, pp. 197- 198). Dice así: «La Fiera Corrupia, en forma de dragón rojo, con siete cabezas, diez www.lectulandia.com - Página 305 cuernos y unos candeleros con velas en cada cabeza, era evidentemente la Bestia del Apocalipsis... Esta Fiera Corrupia, descendiente espuria de la Bestia del Apocalipsis, ha tenido diversos avatares y ha perdido, sin duda, en otros carteles y romances, el carácter de su origen bíblico». He visto varios romances en los cuales la Fiera tenía otros aspectos. Véase lo que dice uno de aquellos: «La Fiera Malvada. Nueva y curiosa relación, en la que se declara y da cuenta de las horrorosas muertes, estragos y desgracias que ha ejecutado una fiera silvestre titulada La Corrupia el día 12 de marzo del presente año en la ciudad de Urben, inmediata a Tierra Santa, matando 153 personas, y el fin que esta tuvo». La Fiera Malvada, a juzgar por la estampa tosca que lleva al frente, era un monstruo negro con tres cabezas (la de en medio, de hombre, y las otras, una de oso y otra de serpiente), seis manos, seis patas y seis velas encendidas en la cabeza. La justicia de Almudévar, páguelo el que no lo deba Romualdo Nogués, en su libro Cuentos, dichos, anécdotas y modismos aragoneses (2.* serie, pp. 148-149), explica así el episodio que dio origen al dicho: «Hasta que Felipe V suprimió los fueros, en Aragón no se cometieron alcaldadas, porque los alcaldes se llamaban justicias. Uno de estos, en tiempo de Felipe II, III o IV (la época no hace al caso), condenó a muerte al herrero de Almudévar, que cometió un crimen atroz que las crónicas no mencionan. Los jurados (ahora se titulan regidores) hicieron presente a la autoridad que si se ahorcaba a tan útil artesano, como no tenían otro del oficio ni de dónde sacarlo, quedarían yermos los campos, porque no habría quien hiciera las rejas de los arados; pero al secretario, que era agudo como punta de colchón, se le ocurrió una idea magnífica, acogida por todos con gran entusiasmo y mandada ejecutar en el acto por el señor justicia: ahorcar, para escarmiento, a uno de los dos tejedores que había en el pueblo. Desde entonces, cuando pagan justos por pecadores, dicen en Aragón ese proverbio». Æ En El Averiguador Universal, n.° 79, de 15 de abril 1882, y en el trabajo titulado «Cuentos aragoneses» que firmaba D. V., se refería el episodio con ligeras variantes: «El herrero de Almudévar le metió por la boca a su mujer un hierro candente, porque le trajo el almuerzo frío. Condenáronle a morir ahorcado. A los que le llevaban al patíbulo, gritó un labrador suyo: “Vecinos de Almudévar: ¿Al herrero del pueblo queréis ahorcar? ¿Quién os hará las herraduras de las mulas y las rejas de www.lectulandia.com - Página 306 labrar? Doce tejedores hay en el pueblo; aunque ahorquéis a uno de ellos, entuavía vus quedan once”. Los labradores, convencidos con tan bravo argumento, echaron mano a un tejedor y lo ahorcaron». Añade que esta anécdota se publicó en un libro, impreso en Huesca y titulado Aventuras de Pedro Saputo. En el Diccionario geográfico-popular, de Vergara (p. 71), se dice que el suceso que dio origen a la expresión que comentamos ocurrió en el siglo xvi, que fueron los propios regidores quienes le propusieron al alcalde no ahorcar al herrero, y que al secretario Pedro Zapata se le ocurrió la idea de ahorcar a uno de los tejedores. Añade Vergara que «los de Zuera se mofaban frecuentemente de los de Almudévar, recordándoles la injusta sentencia que se les atribuía, y cansados estos, salieron armados con palas y horcas a pelear con ellos al barranco o campo de la Violada, que se halla entre los dos pueblos; pero como tales instrumentos se consideraban armas de villanos, también por esto les motejaron, diciendo: Al barranco de la Violada; quién con horca, quién con pala». Melchor de Santa Cruz, en su Floresta española de apotegmas, obra de 1574 (4.* parte, cap. 4.”), refiere el episodio, pero sin localizarlo. Dice así: «Mató un herrero en un lugar a un hombre, y fue condenado a ahorcar. Juntáronse los más del lugar y fueron a decir al alcalde que no permitiesen que lo ahorcasen, porque era muy necesario al pueblo, que no podían pasar sin herrero para hacer las rejas y azadas, y herraduras y otras muchas cosas. Preguntó el alcalde: “Cómo puedo yo dejar de hacer justicia?”. Respondió un labrador: “Señor, en este lugar hay dos tejedores de paños, para un lugar tan pequeño como este, basta uno; ahorquen al otro”». La justicia de Peralvillo La justicia de Peralvillo, que, ahorcado el hombre, hacíale pesquisas del delito. Suele también decirse: Como la justicia de Peralvillo, que después de asaeteado el hombre, le formaban proceso. Modo con que se moteja a un tribunal o autoridad de haber procedido con suma ligereza en su determinación. También se dice metafóricamente de los que empiezan cualquier negocio por donde debían acabarlo. Æ Peralvillo, pueblo de la provincia de Ciudad Real, era el lugar donde el tribunal de la Santa Hermandad ejecutaba a los delincuentes que cometían crímenes en despoblado. El tribunal procedía sumarísimamente, y en cuanto apresaba a un delincuente le conducía a Peralvillo y le asaeteaba inmediatamente, dejando su cadáver insepulto y haciendo después proceso en averiguación del delito que había www.lectulandia.com - Página 307 cometido. La sentencia era leída ante el cadáver del ajusticiado. Quevedo, en su libro La hora de todos y la Fortuna con seso, llamó «Peralvillo de las bolsas» al estudio de un abogado ignorante y embrollón, porque en el bufete de aquel letrado daban fin las bolsas de los litigantes, del mismo modo que en Peralvillo encontraban la muerte los ladrones y malhechores. (Sbarbi, Gran diccionario de refranes, p. 526, y Vergara Martín, Diccionario geográfico-popular, p. 205). La letra, con sangre entra Refrán que da a entender el trabajo y fatiga que se necesita emplear para saber o adelantar en alguna cosa. Æ Correas, en su Vocabulario del primer tercio del siglo Xvi, cita así este aforismo: «La letra, con sangre entra, y la labor, con dolor». Y comenta: «Con castigo en niños y niñas». Covarrubias, explicando el mismo refrán en su Tesoro de la lengua castellana (1611), dice que «sangre» significa que el que pretende saber ha de trabajar y sudar, y que no hay que entenderlo por azotar a los muchachos con crueldad, como hacen algunos maestros de escuela tiranos. Cervantes, en el Quijote (parte 2.*, cap. 35), alude a lo mucho que les pegaban estos maestros tiranos a los niños de la doctrina: «... que no hay niño de la doctrina, por ruin que sea, que no se lleve tres mil y trescientos azotes cada mes». Los niños de la doctrina eran —según Covarrubias— «pobrecitos huérfanos que se recogen para doctrinallos y criallos, y después los acomodan poniéndolos a que deprendan (aprendan) oficio». El médico cordobés Francisco del Rosal, en su Diccionario de comienzos del siglo xvii (artículo Disciplina), escribe: «Disciplina llamamos al azote, y en latín significa doctrina y enseñanza... porque la disciplina y castigo es instrumento de la enseñanza; pero debe ser moderada». Más adelante, añade que es un refrán mal entendido el de La letra, con sangre entra, «de donde por sangre debemos entender, no el castigo, sino el deseo, amor y celo, y lo que vulgarmente decimos honrilla». Rodríguez Marín, comentando el pasaje del Quijote referente a los muchos azotes que recibían los niños de la doctrina, recuerda que el que fue su maestro de primera enseñanza solía citar el aforismo La letra, con sangre entra, añadiendo: pero con dulzura y amor, se aprende mejor. María de Maeztu dijo y escribió muchas veces que el refrán de La letra, con www.lectulandia.com - Página 308 sangre entra es verdad, pero la letra no debe entrar con sangre del discípulo, sino con la sangre del maestro (es decir, con su esfuerzo y su sudor). La ley del embudo y la ley del encaje La ley del embudo. Algunos añaden como complemento o explicación lo ancho para mí y lo estrecho para ti. Es la ley donde todo es favorable para el que la dicta y perjudicial para el que la ha de cumplir, aludiendo a la parte ancha del embudo que se reserva el legislador para sí, mientras dirige la parte estrecha a los que han de obedecerle. Correas, en su Vocabulario de refranes, incluye estos dos dichos: «Teólogo, ancho y angosto de conciencia como embudo de taberna; para sí pone lo ancho, y para otros lo angosto» y «Teólogos, anchos de conciencia como embudo de taberna; para sí ponen lo ancho, y lo angosto para los otros». La ley del encaje es lo mismo que la ley del capricho, la que no está escrita ni consignada en ningún código ni autoridad, hija del arbitrio del juez. Æ «Encaje viene de caja, y encajar equivale a ajustarse, acomodarse una cosa con otra, que es lo que hace la tapa de una caja cuando se une a esta y la cierra. »Por alusión decimos que a uno se le ha encajado cierta cosa en la cabeza y equivale a metido en ella, y de aquí llamamos ley del encaje a la que se le mete al juez en la cabeza y la ejecuta sin haber texto ni autoridad en que apoyarse ni fundarla». Esto escribe Bastús (La sabiduría de las naciones, 3.* serie, p. 54), repitiendo, aun cuando no la cita, la explicación de Covarrubias, que en su Tesoro de la lengua castellana (1611), dijo en la palabra encaxar: «Ley del encaje: la resolución que el juez toma por lo que a él se le ha encajado en la cabeza, sin tener atención a lo que las leyes disponen». Y más adelante, en la palabra caza, repite: «Ley del encaje: la que no está escrita, sino que se le pone al juez en la cabeza, y sin haber texto ni doctor a quien arrimarse, la ejecuta». Clemencín, comentando esta definición de Covarrubias, dice: «Según esto, ley del encaje es lo mismo que ley del capricho, pero no excluye la buena fe». (Nota 16 al cap. 11 de la 1.* parte del Quijote). La luna de miel www.lectulandia.com - Página 309 [Según el Diccionario, «temporada de intimidad conyugal inmediatamente posterior al matrimonio» ]. Æ Se aplica —dice Bastús— al primer mes de matrimonio, en el que todo es dulce y agradable para los esposos. Expresión tal vez tomada del proverbio árabe: «La primera luna después del matrimonio es de miel, y las que le siguen, de absinto, o amargas, como el acíbar». (Bastús: La sabiduría de las naciones, 2.* serie, p. 193). Sabido es que los árabes cuentan por lunas en lugar de por meses. La luna, para ellos, es un período de veintiocho días. La mula de San Francisco y el coche de San Fernando Antiguamente se decía Caminar en mulas de San Francisco por marchar a pie. Æ Así aparece en la Vida y hechos de Estebanillo González (1646), en cuyo capítulo 3.” se lee: «Mandaron a mi tercio que marchase a los Países Bajos, cuya nueva me dejó sin aliento, por ser camino tan largo, y que lo habíamos de caminar en mulas de San Francisco». Juan Millé y Giménez, anotando este pasaje, escribe: «En mulas de San Francisco se caminaba cuando se iba a pie, tal como lo hacían en sus viajes los religiosos franciscanos». (Clásicos Castellanos, Madrid, 1934, tomo 1.*, p. 143). Al caminar de los franciscanos alude el dicho que recoge Correas en su Vocabulario de refranes: «Burgos, la cabeza; Sangüesa, el pie; de convento en convento, todo lo andaré». Correas lo comenta así: «Dícese por algunos frailes franciscanos que corren pidiendo toda aquella tierra». Otra expresión popular parecida a la de andar en la mula de San Francisco es la de Ir en el coche de San Fernando: un ratico a pie y otro andando, donde San Fernando se puso por consonante de «andando». Y una mezcla de ambas locuciones está en el dicho Caminar o ir en el coche de San Francisco, que recoge Sbarbi en su Gran diccionario de refranes, p. 247. La ocasión la pintan calva www.lectulandia.com - Página 310 Es dicho muy antiguo, aunque inexacto. Los romanos tenían una diosa llamada Ocasión, a la que pintaban como mujer hermosa, enteramente desnuda, puesta de puntillas sobre una rueda, y con alas en la espalda o en los pies, para indicar que las ocasiones buenas pasan rápidamente. Representaban a esta diosa con la cabeza adornada en torno de la frente con abundante cabellera y enteramente calva por detrás, para expresar la imposibilidad de asir por los pelos a las ocasiones después que han pasado, y la facilidad de asirse a ellas cuando se las espera de frente. De aquí viene el dicho Coger la ocasión por los cabellos. No es, pues, verdad que a la Ocasión la pintasen calva, ya que tenía, según unos, un pelo por donde asirla, y, según otros, un copete o mechón de cabellos. A esta melena de la Ocasión se refiere Cervantes en el Quijote (parte 2.?, cap. 31) cuando dice que Sancho «tomaba la ocasión por la melena en esto de regalarse cada y cuando se le ofrecía». J A esta melena solían referirse los escritores del tiempo de Cervantes. Fuenmayor, en su Vida de San Pío V (fol. 85), escribe: «Asirán por la melena la ocasión y esgrimirán las armas oprimidas». (Cita de Rodríguez Marín en su Edición crítica del Quijote). Bastús, explicando en La sabiduría de las naciones (serie 1.°, p. 235) los modismos Coger la ocasión por la melena y Asir la ocasión por los pelos, dice que provienen de que los antiguos representaban a la diosa Ocasión... con un copete de cabellos que le caían sobre el rostro, y enteramente calva la parte posterior de la cabeza. Añade que esta representación de la Ocasión se atribuye a Fidias, y cita el diálogo de una Antología griega, diálogo que media entre un viajero y la estatua de la diosa Ocasión, obra de Lisipo: —-¿Y esa cabellera que desciende hasta su frente? —Es para ser cogida fácilmente por el primero que me encuentre. —-Observo que no tienes un solo cabello en la parte posterior de la cabeza. —A fin de que ninguno de aquellos que me hayan dejado pasar sin cogerme pueda luego realizarlo. A esta diosa Ocasión, a la que pintan calva, aludió Fedro en su fábula Occasio depicta (La Ocasión pintada), libro 5.*, fábula VIII: «De carrera rápida, gravitando sobre una navaja, calva, peluda la frente, desnudo el cuerpo, si te apoderas del cual es menester que lo retengas, pues, escapado una vez, no puede el mismo Júpiter volver a cogerlo; esa es la alegoría que significa la breve ocasión de las cosas». «Los antiguos —añade Fedro— imaginaron tal la efigie del Tiempo, para que una perezosa demora no impidiese la consecución del efecto apetecido». (Fedro, Fábulas, Prometeo, Valencia, s. f.) En el habla vulgar o familiar se dice coger la ocasión por los pelos, y se aplica la expresión por los pelos para indicar que se realizó una cosa justamente, en el último www.lectulandia.com - Página 311 momento, cuando estaba a punto de pasarse la oportunidad. Correas, en su Vocabulario de refranes, al explicar el proverbio La ocasión, asilla por el copete o guedejón, escribe: «Pintaron los antiguos la ocasión, los pies con alas y puesta sobre una rueda y un cuchillo en la mano, con el corte adelante, como que va cortando por donde vuela: todo denota ligereza, y con todo el cabello de la media cabeza adelante, echado sobre la frente, y la otra media de atrás, rasa (calva), dando a entender que al punto que se llega se la ha de asir de la melena, porque en pasándose la ocasión no hay por dónde asirla». La purga de Benito Eso es como la purga de Benito. ¡Ni que fuera la purga de Benito! Metafóricamente se dice de todo lo que produce efectos prontos e inmediatos. También se aplica a los impacientes que se quejan de no ver los resultados de un remedio que acaba de aplicarse o que todavía no se ha aplicado, como le pasó al legendario Benito, que cuando aún estaba en la botica el purgante que le recetó el médico ya le estaba haciendo efecto a él. También se dice: Como la purga de Hernando, que desde la botica estaba obrando. La viuda rica, con un ojo llora y con otro repica Antiguamente se decía: La viuda rica, con el un ojo llora, con el otro repica. Juan de Mal Lara, en su Filosofía vulgar, obra de 1568, explica así este refrán: «Las riquezas hacen consolar a personas que si no las tuvieran llorarían de veras. Y esto hace muchas veces consolarse a las viudas, porque quedaron ricas y se pueden casar como y cuando y con quien quisieren. Así dice que llora con un ojo, para cumplir con el marido difunto. Y repica, quiere decir, mira a todas partes con el otro, para ver lo que le contenta, porque en su mano está escoger a quien más le agradare». Esta explicación del repicar que da Mal Lara no convence. El repicar del dicho que comentamos alude a las campanas cuando tañen apresuradamente en señal de www.lectulandia.com - Página 312 fiesta o regocijo. Porque esta es la segunda acepción que a la palabra repicar dio siempre el Diccionario de la Real Academia. Lágrimas de cocodrilo «Las que vierte una persona fingiendo un dolor que no siente», explica el Diccionario. Æ Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana (1611), hablando del cocodrilo, escribe: «Sigue al hombre que huye dél, y huye del que le sigue; tiene un fingido llanto con que engaña a los pasajeros, que piensan ser persona humana, afligida y puesta en necesidad, y cuando ve que llegan cerca dél, los acomete y mata en la tierra... El cocodrilo, con el mote plorat et devorat (llora y devora), significa la ramera, que con lágrimas fingidas engaña al que atrae a sí para consumirle». Bastús, en La sabiduría de las naciones (3.* serie, p. 224), escribe acerca de la expresión que comentamos: «Cuéntase de este animal anfibio, especie de lagarto monstruoso, indígena del Nilo y de algunos grandes ríos de América, que llora sobre los huesos de la víctima que ha devorado por habérsele concluido tan pronto el apetitoso manjar; y de aquí nació el proverbio: Lágrimas de cocodrilo, y el otro: Es un cocodrilo, por un falso y taimado, un hipócrita, un pérfido que llora de rabia, no por arrepentimiento, sino por no poder continuar haciendo daño». Feijoo, en su Teatro crítico (tomo 2.*, discurso 2.”), dice acerca de la misma cuestión: «No tiene fundamento alguno lo que se dice del disimulado llanto del cocodrilo. Paulo Lucas, en la relación del viaje que hizo costeando el Nilo, dice que vio muchos cocodrilos y oyó su voz; la cual se parece mucho a los aullidos de (los) perros cuando les irrita el estrépito de las campanas. ¿Qué semejanza tendrá esto con los gemidos humanos, los cuales, dicen, finge el cocodrilo para que el incauto pasajero, juzgando que va a socorrer a un afligido, se meta en la emboscada donde le espera aquel bruto?». Las calderas de Pedro Botero Antiguamente se decía Pedro Botello y Pedro Gotero. Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana (1611) y en la palabra caldera, escribe: «Caldera de Pedro Botello se toma por el infierno; fúndase en algún www.lectulandia.com - Página 313 particular que yo no alcanzo; sospecho debía ser algún tintorero caudaloso que hizo cualque caldera capacísima». Por su parte, Correas, en su Vocabulario de refranes del primer tercio del siglo XVII, Cita el dicho «En las ollas de Pedro Botello», y añade: «En las calderas; tómalas el vulgo por tinas infernales de fuego y penas: dicen que comenzó de un rico hombre de pendón y caldera y después maestre de Alcántara, que desbarató muchas veces a los moros con varios ardides, y coció muchas veces cabezas de ellos en unas grandes Calderas, y sería para presentarlas, y dicen que los despeñaba en una sima u olla muy profunda». Quevedo, en El entrometido, la dueña y el soplón (1627) le llama Pedro Gotero: «Soltáronse en las calderas de Pedro Gotero un soplón, una dueña y un entrometido, chilindrón legítimo del embuste». En otra de sus obras lo llama Pedro Botero. Y el escritor del mismo siglo Francisco Santos, en su obra Periquillo el de las gallinas, escribe: que se sabe que están en el agüero de la caldera de Pero Gotero. Quevedo emplea la palabra Perogotero en Los sueños. Y Cejador, glosando dicho apelativo, explica que equivale a Pedro Botero, «que así llaman a Satanás, por andar entre pez, como los boteros». Las cuentas del Gran Capitán Se dice de las cuentas donde figuran partidas exorbitantes, o de aquellas que están hechas de modo arbitrario y sin la debida justificación. Æ Alude a las tan discutidas cuentas que Gonzalo Fernández de Córdoba presentó a los Reyes Católicos (los cuales se las habían exigido en forma inconveniente) después de haber conquistado para ellos el reino de Nápoles. He aquí algunas de sus partidas: «Doscientos mil setecientos treinta y seis ducados y nueve reales en frailes, monjas y pobres, para que rogasen a Dios por la prosperidad de las armas españolas. »Cien millones en palas, picos y azadones. (Para enterrar a los muertos del adversario). »Cien mil ducados en guantes perfumados para preservar a las tropas del mal olor de los cadáveres de sus enemigos tendidos en el campo de batalla. »Ciento sesenta mil ducados en poner y renovar campanas destruidas por el uso www.lectulandia.com - Página 314 continuo de repicar todos los días por nuevas victorias conseguidas sobre el enemigo... »Cien millones por mi paciencia en escuchar ayer que el Rey pedía cuentas al que le había regalado un reino». Manuel José Quintana y Modesto Lafuente sostuvieron la autenticidad de estas cuentas del Gran Capitán. Otros creen que son apócrifas y que su lenguaje no corresponde al que se usaba en tiempos de los Reyes Católicos, sino al de un siglo más tarde. Dicen que hubo efectivamente unas cuentas que rindió el Gran Capitán y que se tuvieron por excesivas, dando origen a la expresión proverbial. Pero a su vez afirman que las cuentas que corren por los libros como dadas por el Gran Capitán son falsas. En El Averiguador Universal de 1882, y en sus números 87 y 89, aparecieron dos trabajos acerca de esto. En el segundo de ellos, un comunicante, que se firma J. C. G., cita, en apoyo de la autenticidad de las famosas cuentas, el testimonio de la Historia general del mundo, del obispo italiano Paulo Jovio, casi contemporáneo del Gran Capitán, en cuya historia, después de referir la llegada a Nápoles del Rey Católico, se lee lo siguiente: «En estos días pusiéronle demanda (a Gonzalo de Córdoba), diciendo que diese cuentas de lo que había gastado en la guerra y de las rentas que habían entrado en su poder, porque, vistos los libros de lo recibido y gastado, había gran diferencia de lo uno a lo otro. Él dijo, severa y graciosamente: Yo os mostraré un cartapacio mío más verdadero que todos esos libros públicos, y veréis que he gastado más de lo que he recibido; y yo os juro que por pleito lo tengo de cobrar. Y otro día sacó un libro pequeño con un título muy autorizado, y abriendo la primera hoja decía encima: Cuenta del gasto, y luego un partido decía: Di a pobres, y monjas, y abades de buena vida doscientos mil y setecientos y treinta y seis ducados, y nueve reales, porque rogasen a Dios que nos diese victoria. Y luego, el segundo partido decía: Di seiscientos mil cuatrocientos y noventa y cuatro ducados a las espías por cuyo aviso se ganaron muchas victorias, y el señorío del reino, y díselos secreto de mi mano a la suya. Mandó el rey que no se hablase más de ello, y ratificando todo lo que había hecho, determinó traerlo consigo a España...». Hasta aquí la cita de J. C. G., quien afirma haberse servido de la traducción que de la obra de Paulo Jovio hizo Gaspar de Baeza, primera parte, folio 68, edición de Granada, por Antonio de Lebrija, 1566. Las dos verdades del pastor Se citan como ejemplos de réplica adecuada a los que pretenden burlarse de otro. www.lectulandia.com - Página 315 Æ Juan de Timoneda, en su Sobremesa y alivio de caminantes (obra de la segunda mitad del siglo xv1), escribe: «Estando en corrillos ciertos hidalgos, vieron venir a caballo a un pastor con su borriquilla, y tomándole en medio, por burlarse dél, dijéronle: “¿Qué es lo que guardáis, hermano?”. El pastor, siendo avisado, respondioles: “Cabrones guardo, señores”. Dijéronle: “¿Y sabéis silbar?”. Diciendo que sí, importunáronle que silbase, por ver qué silbo tenía. Ya que hubo silbado, dijo el uno dellos: “Qué, ¿no tenéis más recio silbo que ese?”. Respondió: “Si, señores: pero este abasta para los cabrones que me oyen”». Las indirectas del padre Cobos Entiende la Real Academia por tales «las explícitas y rotundas manifestaciones o declaraciones de aquello que se quiere o se debe dar a entender embozada o indirectamente». Æ Acerca de quién fuese el padre en cuestión no existe antecedente serio, pues el más antiguo es la graciosa fábula de Hartzenbusch titulada Las indirectas del padre Cobos, donde este aparece como ... un lego catalán o gallego. Cobos apellidado, Bartolomé de nombre; alto, robusto, de resuello genial y un poco adusto. Este lego recibe el encargo de su superior para que, de modo indirecto, haga comprender a las visitas que le asedian lo mucho que le molestan (al superior), y de tal manera cumple el lego su cometido, llamando a los visitantes ... hatajo de tunos, de chismosos y de hambrones, que desde entonces al prior bendito no perturbó en su celda ni un mosquito. Si bien es cierto que, al enterarse el superior de los «indirectos» modos del lego, no dudó en calificarlos de atrocidades. La frase que comentamos debió su divulgación al periódico satírico El Padre Cobos, fundado en 1854 para combatir al gobierno de Espartero, y en el que colaboraron González Pedrosa, Selgas, Nocedal, Suárez Bravo, Navarro Villoslada, www.lectulandia.com - Página 316 Ayala, Arrieta y alguna vez Fernán Caballero. (Datos extractados del Diccionario de frases célebres de Vicente Vega, p. 329). Gutiérrez Gamero, en su libro Mis primeros ochenta años (tomo primero), habla del periódico satírico El Padre Cobos y de sus indirectas, que levantaban ampollas: «Como hoja de perejil ponía a los conspicuos progresistas, y sobre todo al duque de la Victoria: ¡Oh desventura! ¡Está huero el interior del chascás del general Espartero! »Esto decía. Así como suena... Pues con semejantes salidas de tono hacía El Padre Cobos broma y cantaleta de aquel varón insigne». Las paredes oyen Frase que se usa para indicar la prudencia y precaución con que debemos decir lo que puede comprometernos o comprometer a Otras personas. Æ En la revista madrileña Meridiano (n.° 6, junio de 1943) leí que esta expresión proverbial nació en Francia y procede de la persecución contra los hugonotes que culminó en la histórica noche de San Bartolomé. «La reina Catalina de Médicis —dice la citada revista— era muy desconfiada, y para poder escuchar mejor a las personas de que más sospechaba, mandó instalar en las paredes del Palacio Real conductos acústicos». El erudito y publicista madrileño Vicente Vega me dice, acerca de esto, lo siguiente: «Recuerdo haber leído en alguna parte que la reina (Catalina de Médicis), mediante taladros en las paredes y en los techos, hábilmente disimulados entre las molduras, espiaba a quien le parecía... mal; pero de esos conductos acústicos nunca supe nada». Las rosquillas de la verdadera tía Javiera Familiar y metafóricamente, significa lo auténtico, legítimo y bueno. Æ Hay fiestas religiosas ligadas a determinados comestibles, por ejemplo, la www.lectulandia.com - Página 317 Navidad, a los turrones, pavos, besugos, etc.; Todos los Santos, a los buñuelos de viento y a los huesos de santo; San Antón, a los panecillos; San Blas, a los roscos, y San Isidro, patrón de Madrid, a las rosquillas. Refiriéndonos a estas últimas, las llamadas del Santo son de tres clases: las tontas, las de Fuenlabrada (o de yema) y las de Villarejo de Salvanés, o de la tía Javiera, que están recubiertas de un baño blanco. Pues bien; en el año 1950, Jacinto Benavente publicó en ABC un artículo titulado «Las rosquillas de la tía Javiera», donde dice: «Por haber sido mi padre médico titular de Villarejo de Salvanés y por ser de allí mi madre, he tenido noticia cabal de la verdadera tía Javiera y de su descendencia. Cuando yo nací (Benavente nació en Madrid el año 1866) ya no existía la tía Javiera, que, en efecto, no había dejado tías ni sobrinas, pero sí una sobrina segunda, que todos los años, por San Isidro venía a Madrid y tenía su puesto con las más legítimas rosquillas de Villarejo y de la tía Javiera... No vestía de lugareña, como las de otros puestos similares; vestía a lo señora de pueblo y llevaba al cuello un collar de aljófar de muchas vueltas». La que conoció Benavente era auténtica sobrina segunda de la tía Javiera. Pero luego, debieron de ser varias las que vendían rosquillas de Villarejo, titulándose hijas o sobrinas de aquella. Hasta que a una rosquillera de Villarejo se le ocurrió colocar en su puesto un cartel, que se hizo famoso, y que decía: «Yo, como la verdadera tía Javiera, no tengo hijas ni sobrinas». Las tres verdades del barquero Montoto, en Un paquete de cartas (p. 268), dice que este modismo equivale a quitarle a uno la careta, a ponerle las orejas coloradas, a decirle cuántas son cinco, a ponerlo de vuelta y media. Æ Montoto explica así el origen del dicho: «Érase un infeliz barquero que no tenía que comer, al cual le rogó cierto estudiante que lo pasara de balde de una a otra margen del río. Pareció conformarse el barquero, pero se arrepintió muy luego y propuso al sopista que si le decía tres verdades como puños lo pasaría gratis, y si no, no. Conviniéronlo así y dijo el aspirante a Licenciado: “Primera verdad: Pan duro, duro, más vale duro que no ninguno”. “Verdad es”, dijo el barquero. “Segunda verdad: Zapato malo, malo, más vale en el pie que no en la mano”. “También es verdad”, tornó a decir el marinero. “Tercera verdad (cuando atracaba la barca): si a todos los pasas como a mí, dime, barquero, ¿qué haces aquí?”. “Esa sí que es la verdad y me servirá de lección”». Algunos autores suponen que la primera verdad que le dijo el estudiante al www.lectulandia.com - Página 318 barquero fue: «De paja o de heno, el vientre lleno». Otros afirman que la réplica que dio el barquero a la última verdad del estudiante fue la siguiente: «Esta es la mejor verdad que has dicho, porque oficio que no da de comer a su dueño, es mucha tontería ejercerlo». Y no falta autor que añada a las verdades expuestas esta otra: «Quien da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro». Para algunos autores, las verdades del barquero son las cuatro siguientes: 1.* Quien da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro. 2.* El que no está hecho a bragas, las costuras le hacen llagas. 3.* El pan duro, duro; vale más duro que ninguno. 4.* El zapato, aunque malo, más vale en el pie que en la mano. En el folclore vasco existe el cuento de la raposa y el barquero, cuya versión es la siguiente: «Una raposa quería pasar el río, pero no tenía dinero, y sonriendo se acercó al barquero. »—¿Qué te ocurre, raposilla? »—Si me pasas al otro lado, en el camino te diré tres verdades. »El barquero aceptó. Entró la raposa en la barca, y por primera vez dijo esto: »—Dicen muchos que la noche de luna es más clara que el día sin sol. Sin embargo, el día es más hermoso. »Estando en la mitad del río continuó: »—Cuando las mujeres hacen la amasada, pegan suavemente con la mano en la torta de maíz: than, than, than... «¡Oh, qué buen talo!», exclaman; «esto es mejor que el pan». Pero yo prefiero el pan malo al talo bueno. »Al llegar al otro lado del río, dijo el astuto animal: »—¡Ay, barquero, barquero! Tienes los pantalones rotos; pero si todos los que pasan el río te pagan como yo, más rotos los tendrás». Montoto, en su obra Personajes, personas y personillas (p. 115), escribe, refiriéndose al barquero del cuento: «¿Será el barquero aquel dios mitológico hijo del infierno y de la noche, de quien dicen los poetas que pasaba en su barca las almas de los muertos?... Verdades espantosas, como verdades de ultratumba, serían las suyas para las almas de los muertos». La hipótesis de Montoto está puesta en razón. Por lo menos, con ella se explican las verdades del barquero, las que este dice, no las verdades que le dicen a él. La Academia registra la frase en cuestión en los siguientes términos: Decirle a uno las cuatro verdades o las verdades del vaquero. ¿En qué quedamos? ¿Era un barquero o era un pastor de vacas? Y, supuesto que se trate de un barquero, ¿eran verdades que decía él o verdades (más les cuadraría el nombre de perogrulladas) que otro le dijo? Bastús, en su obra La sabiduría de las naciones, opina, y con razón, que se trata de verdades que decía un barquero, y comenta: «Terribles serían las tales verdades, que ignoramos cuáles fueren, si atendemos a que siempre que anunciamos decirlas lo www.lectulandia.com - Página 319 ” cc hacemos en tono amenazador: “Que no le diga las verdades del barquero”, “ya le diré a usted las verdades del barquero”, etc. Serían —añade— unas máximas o verdades que diría cierto barquero a las gentes que iba a pasar con su barca..., y sería con relación a la conducta que deberían observar durante su corta travesía en bien de ellos individualmente y de la tripulación en general». Las verdades de Perogrullo Las verdades de Perogrullo, que a la mano cerrada llamaba puño. Dícese de las tan evidentes y sabidas, que es necedad el enunciarlas. También reciben el nombre de perogrulladas. Æ En cuanto al protagonista de la expresión proverbial, José Godoy Alcántara, en su Ensayo histórico etimológico filológico sobre los apellidos castellanos, escribe, hablando de Pero Grullo: «Este personaje aparece como testigo de escrituras de 1213 y 1227 del becerro de Aguilar de Campoo. Coetáneo y conterráneo suyo era un Pedro Mentiras, con quien debió de formar antítesis, si es que se trata del que ha hecho famosa la naturalidad de sus verdades». El autor de La pícara Justina, novela de principios de siglo xvn, dice que Pero Grullo fue asturiano. Lo cierto es que corre una profecía suya por Asturias, según la cual ha de bajar por el río una avenida de oro y toneles de vino de Rivadavia (Orense), por cuyo motivo andan siempre descalzos los paisanos de Perogrullo, a fin de hallarse prevenidos para el día de la riada. Quevedo, en su Visita de los chistes, inserta, intercaladas en la prosa, estas profecías de Perogrullo: Muchas cosas nos dejaron las antiguas profecías: dijeron que en nuestros días será lo que Dios quisiere. Si lloviere, habrá lodos; y será cosa de ver que nadie podrá correr sin echar atrás los codos. El que tuviere, tendrá; será el casado marido, y el perdido más perdido quien menos guarde y más da. Las mujeres parirán si se empreñan y parieren, y los hijos que nacieren de cuyos fueren serán. Volarase con las plumas, www.lectulandia.com - Página 320 andarase con los pies; serán seis, dos veces tres, por muy mal que hagas las sumas. Algunas de las verdades de Perogrullo andan en coplas populares. Véase como muestra estas dos que recoge Rodríguez Marín en su obra Cantos populares españoles (números 7.467 y 7.468): Si quieres que las damas tras de ti anden, cuando vayas andando ponte delante. Señal será, si hablas, que tienes lengua; y que, si muelas tienes, o estás sin ellas. Y es cosa clara que si vas al espejo verás tu cara. A propósito de perogrulladas. Francisco Rodríguez Marín, en el prólogo a su edición crítica de El Diablo Cojuelo (Madrid, 1918, p. 38), alude a Lucas de Valdés Toro, «aquel empecatado cirujano cordobés que en 1630 dio a la estampa un opúsculo perogrullesco intitulado así: Tratado en que se prueba que la nieve es fría y húmeda (Córdoba, Salvador de Cea, 1630. Cuatro hojas sin foliar)». En cuanto al personaje de las verdades, Cejador, tan aficionado a buscar etimologías extravagantes, dice en su Fraseología (tomo 3.”, p. 300), que Perogrullo proviene de gorullo, montón, y que significa «uno del montón, un cualquiera». Añade Cejador que «porque a la mano cerrada llamaba puño, gorullo podría aludir también al amontonamiento de dedos que se forman al cerrar el puño». En otro lugar de su obra, dice Cejador que las verdades de Perogrullo no son «vanas y falsas», como dice Correas, sino ciertas, y tan comunes como que son de todo el mundo, del montón, o grullo, o gorullo. Consigno esto solamente a título de curiosidad. Le salió rana Expresión que significa «le salió lo que no esperaba», le salió mal un asunto o le salió mala o traidora una persona. Alude a la pesca, y por contraposición, al pez. Debe de estar en relación con la frase Salga pez o salga rana, modismo muy usual, y que equivale a salga lo que www.lectulandia.com - Página 321 saliere, expresando la resolución de hacer una cosa en que hay riesgo, cualquiera que sea su resultado. Montoto, en Un paquete de cartas (p. 83), cita los siguientes dichos de uso generalizado: «El pez me ha salido rana. Dícese de la persona a quien se tiene en buena opinión, y en el momento de dar a conocer su capacidad o competencia en un asunto, se acredita de incapaz o de incompetente. »Salga pez o salga rana. Reprende la codicia de los que recogen cuanto encuentran, por poco que valga; y alude también a los que emprenden a ciegas una cosa de dudoso éxito». Según el mismo autor, esta última locución es parte del refrán que dice: Salga pez o salga rana, ¡a la capacha! Venir Dios a ver a uno significa «sucederle impensadamente un caso favorable, especialmente hallándose en grande apuro y necesidad». Y así suele decirse, por ejemplo: «A los de López les vino Dios a ver con haberles tocado la lotería, porque estaban tronados y no tenían más que deudas». www.lectulandia.com - Página 322 Æ Antiguamente se decía Le vino Dios a ver sin campanilla. Explicando este dicho el sevillano Juan de Mal Lara en su Philosophia vulgar (1568, centuria 2.*, n.° 98), escribe: «Habla (esta frase) de cuando Dios hace merced a los hombres en salud y cuando gozan de ella. El venir con campanilla es cuando va el Santísimo Sacramento con su cofradía y gente que le acompaña». (Es decir, cuando se recibe el Viático, estando en trance de muerte). Liar el petate Frase popular que equivale a estar próximo a morir. Alude al signo agónico llamado carfología, es decir, a la contracción nerviosa que suele acometer a muchos enfermos poco antes de morir, con lo que parece que el moribundo va recogiendo con la punta de los dedos la ropa o colcha de la cama. Æ Según Bastús (Sabiduría, 1.* serie, p. 43), «llámase petate a una esterilla que se fabrica en Nueva España (México) y sirve para hamacas y también para echarse a dormir en el suelo los pobres, presidiarios, etc.». José Gella Iturriaga, en su Refranero del mar (tomo 2.*, p. 137), cita la expresión liar el petate con los significados de «irse, cambiar de residencia y morirse», y añade que «proviene del petate: el lío de ropas y cama del marinero». Limpio de polvo y paja Expresión figurada y familiar que significa, según el Diccionario, «lo dado o recibido sin trabajo o gravamen; gratis». Se dice también «de la ganancia líquida». J Alude al trigo y a los arrendatarios o aparceros que entregan este al dueño de la tierra, libre de embarazos, después de haberlo trillado, aventado y limpiado. Significa la ventaja que supone para un hombre recibir el grano limpio, en disposición de ser llevado al molino. J El Padre Valderrama, en sus Ejercicios espirituales (obra de comienzos del siglo xvn), escribe: «Para venir a quedar limpios de polvo y paja y ser de los granos lucidos en la parva del Señor». www.lectulandia.com - Página 323 Llamarse andana Llamarse uno andana significa, según el Diccionario, «desdecirse o retractarse de lo que dijo o prometió». El Diccionario de autoridades (1726-1739) decía: «Puede provenir del adverbio antaño, porque lo mira como cosa olvidada por antigua». Pero no es esta la explicación del dicho, cuyo origen es muy diferente. La voz andana es corrupción de antana, que en germanía significa iglesia, y el modismo nació del derecho de asilo. Quevedo, en sus Capitulaciones de la vida de la Corte, lo explica diciendo que en el siglo xvn los que delinquían procuraban refugiarse en un templo, con lo cual muchas veces obtenían la impunidad. Y como en lengua de germanía se llamaba a la iglesia antana y altana, nació la frase llamarse antana como sinónimo de esquivar el cumplimiento de obligaciones o castigos. (Cita de J. Deleito Pilluela en La mala vida en la España de Felipe IV, Espasa Calpe, Madrid, 1948). Æ Rodríguez Marín, comentando aquel pasaje del Quijote (parte 1.*, cap. 10) donde Sancho le dice al hidalgo: «Paréceme, señor, que sería acertado irnos a retraer a alguna iglesia», escribe: «Una de las acepciones de retraerse es acogerse a sagrado para gozar del derecho de asilo, conforme a lo prescrito en las leyes; lo que en el habla germanesca decían iglesia me llamo o llamarse altana (iglesia), de donde vino el llamarse andana, que pasó al habla común». También Rodríguez Marín, en su edición crítica de El Diablo Cojuelo (Clásicos Castellanos, Madrid, 1918, p. 264), comentando la frase «comenzó a pedir iglesias a grandes voces Piedepalo», dice lo siguiente: «Por iglesia, en una de sus acepciones, se entiende el refugio, favor e inmunidad que da (la iglesia) a quien se vale de su sagrado. Dijeron, pues, pedir iglesia a alegar esa inmunidad, bien por estar acogido a lugar que tenía ese privilegio, o bien por haber sido sacado de él por fuerza. Pero como a todo criminal a quien detenía la justicia importaba mucho hacer entender que tenía ganado derecho de asilo, por estar, o haber estado, acogido, era frecuente el llamarse iglesia, es decir, el empeñarse en no responder otra palabra que iglesia a cuanto le preguntaban». Quevedo escribe en una de sus jácaras: Tienen gran tirria conmigo los confesores de historias; mas solo iglesia me llamo, pueden hacer que responda. www.lectulandia.com - Página 324 También de Quevedo, en La hora de todos y la forma con seso, es esta cita: «Pues todos me quieren prender, Iglesia me llamo, donde, si cayere, habrá quien me absuelva». Lo mismo dice Chaves en su Relación de las cárceles de Sevilla, donde afirma que todo criminal, al preguntarle por su nombre en la cárcel, dice: Iglesia. Y el autor de la Vida de Estebanillo González, cap. 5.”: «Sin valerme andana ni defensa de motilones, ni aquello de iglesia me llamo». Lope de Vega, en El alcalde mayor, alude a la costumbre de los delincuentes de no responder con otra palabra que iglesia a cuanto les preguntasen. Cuando Rosarda hace llamar a Dinardo, que está preso en la cárcel y cargado de grillos, tiene lugar entre ambos este diálogo: ROSARDA. ¿Conocíais a Camilo? DINARDO. Iglesia. ROSARDA. ... El día que al campo salió contigo, ¿no llevabas otro amigo? DINARDO. Iglesia. Llamarse iglesia o llamarse andana era sinónimo de esquivar el cumplimiento de obligaciones o castigos, retractarse de lo hecho, desdecirse de lo dicho. Llámese hache [Expresión coloquial con la que se indica que igual da una cosa que otra]. Æ Según Montoto (Un paquete de cartas), es frase para denotar la conformidad con la aseveración de quien nos objeta, porque, al fin y al cabo, lo mismo es una cosa que otra. Cejador, en su Tesoro. Silbantes, 1.* parte, escribe: «Llámese hache (lo mismo da, como usted quiera). Díjose del no tener la letra h valor alguno en el sonido, y como este se perdió a fines del siglo xv1, lo probable es que por entonces naciera el dicho». Llegar a la hora del fraile www.lectulandia.com - Página 325 A la hora de la comida, para que tengan que invitarle a comer. Æ Se decía esto criticando a los frailes, algunos de los cuales tenían la costumbre de presentarse en las casas al mediodía, para que los dueños se viesen en la obligación de convidarles a comer con ellos. Entre las contestaciones ingeniosas, punzantes y oportunas de Fernando el de Amézqueta, aldeano vasco que murió en 1823, se cuenta la siguiente: Un día, por burlarse de él, le preguntaron dos frailes si sabría calcular la distancia que media entre la Tierra y la Luna. El astuto y cazurro Fernando les dijo: ——Cuánto camino hay, no sé; pero el tiempo que tardaría un hombre en llegar de la Luna a la Tierra, sí. — Vamos a ver, vamos a ver —dijo uno de los frailes. Fernando prosiguió: —Mirad: si tirasen un fraile de la Luna a las doce menos cuarto, seguro, seguro, que pa las doce en punto estaría sentado a la mesa del párroco. Llegar y besar [El Diccionario incluye Llegar y besar el santo, como expresión utilizada para explicar la brevedad con que se logra algo]. Æ La incluye en su Diccionario de modismos Ramón Caballero, quien dice que llegar y besar es «frase metafórica y familiar que explica la brevedad con que se logra una cosa». Caballero incluye asimismo la de llegar y besar el santo. Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, incluye ambas expresiones populares. El llegar y besar el santo parece aludir a quien después de una penosa romería consigue su deseo (besar el santo de su devoción) apenas llegado a su capilla, sin tener que esperar nada. Pero Correas, en su Vocabulario de refranes, consigna solamente la frase Llegar y besar la pared, a la que no es tan fácil buscar explicación. Con el mismo sentido que las expresiones anteriores se dice la de llegar y pegar, «con que se da a entender —dice Sbarbi— la facilidad y rapidez con que se consigue una Cosa». Llevar el gato al agua www.lectulandia.com - Página 326 Frase que expresa la dificultad o imposibilidad de realizar una cosa. También alude al que vence a otro en una contienda. Æ Covarrubias, comentando la expresión Veamos quién lleva al gato al agua, esto es, quién se sale con la suya, escribe en su Tesoro de la lengua castellana (en la palabra gatear): «Antiguamente debieron de usar cierto juego en la ribera del río con un gato, y ganaba el que le metía dentro de él; pero como se defiende con uñas y dientes, era dificultoso y peligroso». Según Rodrigo Caro, en sus Días geniales o lúdicros (pp. 231-242), llevar el gato al agua, «proverbio del que vence a otro en contienda», se llamó a un antiguo juego de muchachos. El juego consistía en fijar verticalmente en el suelo un madero horadado en su extremo superior. Introducían por ese agujero una soga, se ataban a los extremos de esta los contendientes, y, vueltas las espaldas, tiraba el uno contra el otro, hasta que el de más fuerza hacía subir al otro a lo alto del madero. También solían echar la soga por una tiranta o viga, y el que tiraba más daba con el otro en la viga, con gran risa de los que miraban. «Otras veces lo hacen sin echar la soga por la tiranta O viga, sino en el suelo, cerca de un charco o lodo; y porque el que más puede lleva al otro, yendo a gatas, para echarlo en el agua, le llaman llevar el gato al agua». Esta última modalidad del juego dio origen a la frase que comentamos. En el Quijote (parte 1.*, cap. 7.°) le dice el vizcaíno al inmortal hidalgo: «Si lanza arrojas y espada sacas, ¡el agua cuán presto verás que al gato llevas!». Lo que, puesto en buen castellano, quiere significar: «Si arrojas la lanza y sacas la espada, ¡cuán presto has de ver que llevo el gato al agua!». Comentando esta expresión, Rodríguez Marín afirma que se dijo figuradamente como advierte el maestro Correas, aplicándola a «cuando se riñe por ver quién puede más». Cejador, en su Fraseología, o estilística castellana (tomo 2.?, Madrid, 1923) escribe lo siguiente: «Llevar el gato al agua. Juego que conocían los griegos. Los latinos le llamaron funis contentiosus, y los españoles, llevar el gato al agua, que viene a ser proverbio del que vence a otro en la contienda, porque (en el juego de dicho nombre) el que más puede lleva a otro, yendo a gatas, para echarlo en el agua». Más adelante, Cejador, copiando a Rodrigo Caro, explica en qué consiste el juego: «Átanse dos por detrás con una soga larga, y (habiendo) entre ellos un charco o lodo, juegan a tirar adelante, arrastrando al contrario hacia el agua». Llorar los kiries www.lectulandia.com - Página 327 Lamentarse o condolerse a voz en grito. J «Tomose esta expresión —dice Seijas Patiño— de las muchas notas, compases y tonos con que suele dilatarse el canto del Kyrie eleyson en las misas mayores». Según Cejador (Fraseología, tomo 3.°, p. 703), llorar los quiries «tomose del beber los quiries». Llovió más que cuando enterraron a Zafra Conozco dos versiones acerca del origen de este dicho proverbial. El Museo Universal de 1857 lo da como leyenda granadina, y en las Tradiciones de Granada, de Villarreal, se encuentra efectivamente esta tradición, que es poco más o menos como explico a continuación. Un caballero, llamado Zafra, residente en Granada, tenía un hijo, enamorado de una gitanilla, cuya madre vivía en una casa a espaldas de la suya. Enterado el padre del galán de estos amores, decidió impedirlos, mandando desalojar a madre e hija de su vivienda; y no lográndolo, cortó el agua de que ellas se surtían, y que era la sobrante de la casa del noble. Reclamó la gitana, pero sin éxito, y en su ira lanzó sobre Zafra la maldición: Premita Dió que l”agua lo entierre. Murió el caballero; pusiéronle de cuerpo presente en una sala baja, y, según la tradición, empezó a tronar y llover por las angosturas del Darro, de tal manera, que sufrió el río una de las mayores crecidas; invadió la población y arrastró cuanto encontró a su paso. Como cerca del río estaba el palacio de Zafra, penetraron en él las aguas, sacaron la caja, lleváronse el cadáver, y no ha vuelto a saberse de su paradero. La segunda versión procede del artículo que publicó B. Fernández en la revista Por Esos Mundos (n.° 27, del 14 de julio de 1900). Según ella, en el año 1460 hubo en Zafra una sequía tan espantosa que se secaron todos los pozos y fuentes, excepto la que tenía en su castillo el conde de Zafra, hombre brutal y sanguinario, que prohibió que nadie entrara por agua a su castillo. Hízolo así una gitana, pero la sorprendieron, y el conde mandó azotarla. Ella, ya fuera del castillo y volviéndose al conde, que la veía marchar, le dijo: «Conde de Zafra, ¡maldito seas! Siete palos me han dado por tu causa: los siete días de la semana. Hoy es martes; te emplazo para el martes próximo. ¡Tantas aguas tendrás, que navegarás sobre ellas!». El conde murió al lunes siguiente, y el martes, estando su cuerpo expuesto en una de las habitaciones bajas del castillo, empezó a llover tan copiosamente, que, entrando las aguas en el castillo, lo inundaron, y el cuerpo del conde, sirviéndole la www.lectulandia.com - Página 328 caja de barquilla, fue arrastrado por las aguas, hasta despeñarse por uno de los precipicios que hay en la ciudad. En Cádiz dicen: «Llovió más que cuando enterramos a Bigote», aludiendo a un zapatero de este apodo. Lo del entierro de Zafra, relacionado, no con la lluvia, sino con el viento, aparece citado por el escritor vizcaíno Antonio de Trueba, el cual en su libro De flor en flor (Madrid, 1882) y en el capítulo «Los primeros filósofos», dice: «Un transeúnte nos enseñó dos modos, para nosotros desconocidos, de encender las cerillas, aunque hiciera más aire que cuando enterraron a Zafra (que, entre paréntesis, no sé quién fue)». Lo conocen hasta los perros Expresión popular exagerativa, para significar que a una persona le conoce todo el mundo. Æ Don Antonio Capmany (1742-1813), en su libro Origen histórico y etimológico de las calles de Madrid, escribe, refiriéndose al alcalde de casa, corte y rastro, Francisco de Chinchilla, lo siguiente (p. 140): «Presentábase con sus alguaciles en los mercados, y al punto cesaban las contiendas... Los perros abandonados andaban en gran número por las calles, y mandó que los matasen los alguaciles a pedradas, y parece que los animales conocían a su exterminador, pues, al verle, comenzaban a dar grandes aullidos. Y de ahí quedó (dice Capmany) el adagio popular: Le conocen hasta los perros». Este Francisco Chinchilla debió de ser un personaje muy famoso en su tiempo. Madrid le dedicó una calle, la que él habitó en vida. La calle de Chinchilla subsiste hoy entre la Gran Vía y la calle de la Abada. Es paralela e inmediata a la de Mesonero Romanos. Lo dijo Blas, punto redondo Según el Diccionario de la Academia (14.* ed.) díjolo Blas, punto redondo es «expresión con que se replica al que presume de llevar siempre la razón». Æ Manuel Villaverde, en la revista Por esos Mundos (n.° 11, de 24 de marzo de 1900), escribía: «No se emplea esta frase precisamente para afirmar o negar una cosa www.lectulandia.com - Página 329 en absoluto. Se usa más bien en las discusiones, y cuando uno trata de imponer su voluntad, suele decir el otro: “Lo dijo Blas, punto redondo”. A ciencia cierta no se sabe ni quién fue Blas, ni qué origen tiene la frase, pero la creencia más generalizada es la siguiente: en los tiempos del feudalismo existía un señor de los de horca y cuchillo, llamado Blas, y que se distinguía por su carácter avasallador y por la particularidad que había tenido siempre, queriendo imponer su voluntad. Cuando dos de sus villanos tenían una cuestión, iban a resolverla ante su señor, y este, como era natural, fallaba a favor de una de las partes. La parte desairada protestaba casi siempre, y el señor, indignado, ordenaba retirar al que protestaba, quien lo hacía, diciendo entre dientes: “Lo dijo Blas, punto redondo”. Desde entonces se popularizó la frase». Como verá el lector, la explicación de Manuel Villaverde, que copia Montoto en su obra Personajes, personas y personillas (tomo 1.°, p. 135), no aclara la cuestión. Lo mismo digo Fórmula que se usaba en los duelos o pésames a finales del siglo xvin y comienzos del xIx. Los amigos del que había tenido una desgracia familiar acudían después del funeral a darle el pésame a su casa. Se les servía un refresco con dulces, bizcochos y azucarillos de luto (no blancos, sino tostados), y al final, uno de los presentes, generalmente un clérigo o un fraile, despedía al viudo o al pariente con una frase ritual de consuelo, y los demás, en fila, le daban la mano, e inclinando la cabeza, decían: Lo mismo digo, aludiendo a lo que había dicho el primero. Æ A propósito de esta fórmula ritual en los pésames, se contaba que un viudo estaba despidiendo un duelo. El primero que llegó a decirle lo de costumbre observó que tenía la peluca torcida, y como era íntimo suyo, le advirtió: «Tiene usted la peluca torcida». «Lo mismo digo», «lo mismo digo», fueron diciéndole los demás, hasta que el pobre hombre se quitó la peluca. (Antonio Flores, Ayer, hoy y mañana, Madrid, 1892, tomo 1.°, pp. 107-108). Esto me recuerda lo de aquel maestro que hacía que los chicos de la escuela, al llegar, le saludasen así: —Buenos días, señor maestro; ¿qué tal está usted? —Muy bien. —Nos alegramos mucho —le decían con tonillo escolar. Un día el maestro estaba retorciéndose de dolor cuando llegaron cuatro chiquillos juntos. —Buenos días, señor maestro; ¿qué tal está usted? www.lectulandia.com - Página 330 —Muy mal. Rabiando de dolor de muelas... —Nos alegramos mucho —le gritaron a coro los discípulos, arrastrados por la fuerza de la costumbre. Los cuentos de María Sarmiento Es posible que esta expresión aluda a algún personaje proverbial, o que se trate simplemente de un consonante (cuento-Sarmiento). Æ Ni Covarrubias, ni Correas, ni Sbarbi, ni Montoto la citan en sus libros. A título de curiosidad anotaré que María Sarmiento, natural del Valle del Pas, en las montañas de Santander, fue la nodriza de Felipe Il, y la que, en calidad de tal, asistió el día 5 de junio de 1527 a la solemne ceremonia del bautizo del príncipe (más tarde Felipe II) que se celebró en la iglesia de San Pablo de Valladolid. (Ludwig Pfandl, Felipe II, Madrid, 1952, p. 43). A pesar de esto, cabe que la María Sarmiento o Mari-Sarmiento del dicho sea un nombre genérico, como los de Marizápalos, Marifranca, Marimacho, Mari-chico, etc. Cejador, hablando de la proverbial Maricastaña en su Fraseología, sostiene que Mari-Sarmiento significó antiguamente «mujer delgada, flaca y seca como un sarmiento». Y copia este dicho que recoge Correas en su Vocabulario de refranes: «El viento de Mari-Sarmiento, que fue a cagar y llevola el viento». (Véase En tiempos de Maricastaña). Los siete niños de Écija Suele hablarse comparativamente de estos bandidos de la segunda década del siglo xIx como de una de las partidas de bandoleros más célebre de Andalucía. Recibió este nombre porque siempre se componía de siete individuos. Cuando por cualquier causa uno de los siete niños no acudía a la llamada, era reemplazado al día siguiente, pues había muchos supernumerarios que solo esperaban a que una plaza estuviera vacante para entrar en funciones. Los siete niños no tardaron en hacerse muy ricos. Numerosos espías, generosamente pagados, les denunciaban el punto por donde iban a pasar las diligencias, galeras y convoyes de plata. Tenían cómplices en los www.lectulandia.com - Página 331 cortijos, en los campos y hasta en las ciudades. Su primer jefe fue el capitán Ojitos, que murió en duelo a navaja con uno de sus bandoleros apodado Tirria. Sustituyó a Ojitos el llamado Cara de Hereje, por su rostro feroz y siniestro. Los siete niños de Écija fueron perseguidos durante muchos años. Al final cayeron en una emboscada que les prepararon, dejando en una carretera un saco lleno de monedas de plata. Cuando los salteadores cayeron sobre él, una descarga cerrada acabó con sus vidas. J Tal es, en extracto, el relato que recogió en Andalucía el barón Davillier y que figura en su Viaje por España, capítulo XV. El autor de libro Alfajores de Écija demuestra que los bandidos a que se alude, ni eran niños, ni siete, ni de Écija. Uno de los componentes de la partida fue el famoso Tragabuches, que, según unos, era de Ronda, y según otros, de Arcos de la Frontera. Tragabuches, que en el año 1802 figuraba matando toros en la plaza de Madrid junto a Pedro Romero, sorprendió un día a su mujer (gitana guapísima y famosa cantaora) en brazos de un acólito de la parroquia, a quien llamaban «Pepe el listillo». Tragabuches mato a la adúltera, arrojándola por el balcón, degolló al galán, que se había escondido dentro de una tinaja, y para huir de la justicia entró a formar parte de «Los niños de Écija». La tradición le atribuye la invención de la copla que dice: Una mujer fue la causa de la perdición primera; no hay perdición en el mundo que de mujeres no venga. Narciso Campillo, en su obra El bandolerismo. La España del siglo xIx, atribuye esta copla al bandido «Ulloa, el gitano», quien la inventó y la cantó antes de subir al patíbulo. Según Campillo, la copla fue esta: Una mujer fue la causa de mi perdición primera, que no hay perdición de hombres que por mujeres no venga. Los siete niños de Écija se hicieron famosos especialmente por su número, que no varió nunca, a pesar de las batidas de la fuerza pública. Ello era debido a que reponían las bajas con voluntarios, consiguiendo, de esta manera, fama de invulnerables. Al ser definitivamente exterminados, se encontró que tenían una lista de 64 personas esperando turno para ingresar en la célebre partida de los siete. www.lectulandia.com - Página 332 Luchar a brazo partido La Academia atribuye dos significados al modo adverbial a brazo partido: el uno, «con los brazos solos, sin usar de armas», y el otro, figurado, «a viva fuerza, de poder a poder». En el Quijote (parte 2.*, cap. 60), se lee: «... viendo lo cual Sancho Panza, se puso en pie, y arremetiendo a su amo, se abrazó con él a brazo partido, y echándole una zancadilla, dio con él en el suelo boca arriba». A brazo partido significa, pues, con los brazos solos y cuerpo a cuerpo, como en la lucha grecorromana. XÆ Para Covarrubias, «luchar a brazo partido es proceder igualmente, sin ventaja de uno a otro». Así viene a decirlo Franciosini en su Vocabulario: «lottare del par, cioé, igualmente a corpo a corpo». Según Rodríguez Marín, la versión más acertada es la de Correas, cuando dice en su Vocabulario: «A brazo partido». (Así se asen los que luchan en paz). Julio Casares, en su Introducción a la Lexicografía moderna (Madrid, 1950, p. 237), escribe: «La más remota significación que se supone a este modismo es equivalente a “sin armas”. Después tomó la acepción de “sin ventaja”, por lo cual “luchar a brazo partido” era tanto como hacerlo en condiciones de igualdad. Hoy, según el Diccionario, a brazo partido es lo mismo que “a viva fuerza”. » Ya es interesante esta serie de mutaciones; pero ¿cómo se enlazan todas ellas con la idea de un brazo partido? A nuestro entender, el modismo procede de una forma de pulsear, que todavía se practica en algunas aldeas, y en la que el contendiente que no daba su brazo a torcer (otro modismo) podía resultar con el brazo partido. Y como este género de lucha se hacía sin armas y en condiciones de igualdad, quedarían de este modo explicadas las varias ramificaciones semánticas de que se ha hecho mención». A mi juicio, Casares, tomando en un sentido literal lo del «brazo partido», piensa en el forcejeo a pulso, donde uno de los «pulseadores» puede dejar al otro con el brazo partido (caso dificilísimo). Yo me figuro que el modismo a brazo partido es como los de «a grito pelado», «a pedrada limpia», «a grito herido», «al punto crudo», «a pendón herido», etc., donde los apelativos pelado, limpio, herido, crudo, etc., no han de tomarse literalmente. En las primeras ediciones del Diccionario de la Academia se cita la lucha brazo a brazo: «reñir con iguales armas», y la expresión a brazo partido, «que significa luchar o reñir uno con otro con los brazos, sin usar de armas». www.lectulandia.com - Página 333 La única acepción que Covarrubias da a la palabra lucha es la siguiente: «Lucha. Del nombre latino lucta. Una suerte de ejercicio ginmástico en que abrazándose dos, cada cual procura dar con su contrario en tierra, y de ahí luchar y luchador». Para mí resulta indudable que el luchar a brazo partido no es el forcejeo a pulso o el pulsear, sino el abrazarse los contendientes, y asirse con los brazos, y luchar cuerpo a Cuerpo por ver quién de ellos derriba en tierra a su contrario. (Véase No dar su brazo a torcer). Así lo entendieron Correas, Covarrubias y Franciosini. Y así lo entendió Cervantes en el pasaje del Quijote citado: «arremetiendo a su amo, se abrazó a él a brazo partido, y echándole una zancadilla, dio con él en el suelo boca arriba». En la comedia La Lena, que escribió a finales del siglo xvi, Velázquez de Velasco, vi empleada la frase a brazo partido en sentido erótico, como unión carnal del hombre y mujer. El barbero Ramiro dice que no quiere ser alcahuete del viejo e impotente Aries, que pretende a una viuda, y añade: «Es lo bueno que cuando yo pudiese ponerlos a brazo partido (al viejo y a la viuda), le tendría (a Aries) por la misma castidad; porque cuando más un viejo presume hacer el valiente, es para perder antes con antes el pellejo». www.lectulandia.com - Página 334 Mal de muchos, consuelo de tontos [La frase alude a la costumbre de consolarse de un mal cuando este afecta a muchos, sin que ello suponga remedio alguno]. Æ Sbarbi, comentando este refrán en su Gran diccionario de refranes, escribe: «Mal de muchos, consuelo de tontos. Nosotros añadiríamos: y de discretos. Niega que sea más llevadera una desgracia cuando comprende a crecido número de personas. Los que tienen contraria opinión dicen: Mal de muchos, consuelo de todos». Lo de consuelo de tontos se añadió modernamente. Hace siglos se decía Mal de muchos, consuelo es o gozo es, proverbio mucho más razonable y más conforme con la naturaleza humana que el actual, porque, sin duda alguna, al afligido por una desgracia tiene que consolarle el que su sufrimiento sea compartido por otros muchos. Correas, en su Vocabulario de refranes, incluye los de Mal de muchos, conhorto es, y Mal de muchos, gozo es. (Conhorto equivale a consuelo). Rojas Villandrando, en su Viaje entretenido, libro 1.”, escribe: Sáqueles un alguacil arrastrando del pescuezo, que mal de muchos es gozo y duelos con pan son menos. Y en el Epistolario, del padre Juan Eusebio Nieremberg, obra de 1649 (epístola 24), se lee: «Mal de muchos dicen que es consuelo, y el bien de pocos también es dicha». (Nieremberg: Epistolario, edición y notas de Narciso Alonso Cortés, Clásicos Castellanos, 3.* ed., Madrid, 1945, p. 126). A propósito de este adagio, dice Gracián en El Criticón: «Item: se prohíbe, como pestilente dicho, aquello de Mal de muchos, consuelo de todos. No decía en el original sino tontos, y ellos lo han adulterado». www.lectulandia.com - Página 335 Malagón, en cada casa un ladrón, y en casa del alcalde, el hijo y el padre Es burla muy antigua, que se refiere al pueblo de Malagón, en la provincia de Ciudad Real. Pero el mismo epigrama se aplica, en general, a los pueblos terminados en «Ón». Desde tiempo inmemorial, los vecinos de Malagón se han sacudido el sambenito de ladrones, aplicándolo a gente forastera. Æ En el Diccionario geográfico popular, de Vergara y Martín (Madrid, 1923, p. 174) se dice que los naturales de esa población, para quitarse la mala fama que sobre ellos pesa, «explican esta frase, diciendo que durante la guerra de la Independencia se alojó en Malagón una partida que se presentó como tropa francesa, y que al retirarse al día siguiente resultó de ladrones, de los cuales cada vecino alojó uno, y dos el alcalde, y de aquí el dicho mal entendido por los maliciosos». Parecida a esta explicación, pero mucho más antigua, es la que encontré en el célebre libro de Mateo Alemán Vida de Guzmán de Alfarache (libro II, capítulo IX). Cuenta Guzmán que yendo de Malagón a Almagro le preguntó a su criado Andrés por qué se dijo «En Malagón, en cada casa un ladrón, y en la del alcalde, hijo y padre». La explicación que le da Andrés es (resumiendo el relato) que en el año 1236, reinando Fernando el Santo, tuvo este noticia de que los soldados de su ejército, que habían conquistado el arrabal de Córdoba, necesitaban socorro urgente. El rey partió hacia Córdoba, y ordenó que los pueblos de Castilla enviasen su gente hacia aquella frontera. Debido a esto y a un temporal de lluvias que impidió la marcha hacia el sur de las tropas recién reunidas, se juntaron en Malagón multitud de soldados de diferentes partes, tantos, que para cada casa hubo un alojado, y en algunas, dos y tres. El alcalde hospedó al capitán de una compañía y a un hijo suyo que traía por alférez de ella. Los mantenimientos faltaban, el camino se trajinaba mal, había necesidad y cada uno buscaba su vida robando a quien hallaba qué. Un labrador, gracioso del propio lugar, salió de allí camino de Toledo, y encontrándose en Orgaz con una escuadra de caballeros, le preguntaron de dónde era. Respondió que de Malagón. Volvieron a decirle: —-¿Qué hay allá de nuevo? Y respondió: —Señores, lo que hay de nuevo en Malagón es «en cada casa un ladrón, y en la del alcalde quedan hijo y padre». www.lectulandia.com - Página 336 Como he dicho, el epigrama suele aplicarse a todos los pueblos terminados en «ón». Así ocurre con los de Alagón, Magallón y Malón, en la provincia de Zaragoza, y con el de Sayatón, en la de Guadalajara. El cantar tiene dos versos más, alusivos al alguacil: Sayatón, en cada casa un ladrón; en casa del alcalde, los hijos y el padre; en casa del alguacil, hasta el candil. En el Diccionario geográfico popular, de Gabriel María Vergara, vi que esta misma copla la aplican a los de Saldón (Teruel), Llanos de Somerón (Oviedo), Ayllón y Adrada de Pirón (Segovia), Chillarón del Rey y Atanzón (Guadalajara), Villalón de Campos y Bahabón (Valladolid). También la aplican a los pueblos riojanos de Pradejón y Zarratón, según leí en el trabajo de Bonifacio Gil García Dictados tópicos de la Rioja (Logroño, 1953). Y a la villa guipuzcoana de Mondragón. Mantenerse en sus trece Persistir con obstinación y terquedad en un propósito o dictamen. Suponen muchos que este modismo tiene su origen en la terquedad con que el antipapa Pedro de Luna mantuvo su derecho al pontificado con el nombre de Benedicto XIII, durante el cisma de Occidente. Æ En diversas ocasiones prometió renunciar a su alto cargo, pero cuando llegaba el momento de la renuncia, volvía atrás de sus promesas. Después de muchas aventuras, se encerró en el castillo de Peñíscola, y contra todas las comunicaciones de reyes y príncipes para que depusiera su actitud, se mantuvo tercamente en sus trece y murió, ya nonagenario, en 1424, titulándose Benedicto XIII. Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, opina que mantenerse en sus trece es un simple juego de números donde está sobrentendida la palabra determinación, que consta de trece letras. Esta interpretación de Sbarbi la juzgamos inadmisible, por extravagante y rebuscada. Sbarbi es muy amigo de estos juegos aritméticos, donde todo se soluciona según el número de letras que tenga una palabra. Y así, en el prólogo de su obra El refranero general español, dice: «Me han hecho títere con cabeza toda mi vida ciertas frases proverbiales, en las www.lectulandia.com - Página 337 cuales juega de un modo particular la aritmética bajo su manifestación más sencilla, esto es, la numeración. Dichas frases son: »Tener la cabeza a tres, equivale a estar IDA. »Estar una cosa a las once, es hallarse DESORDENADA O TRASTORNADA. »Presentarse con sus once de oveja lo hace aquel que manifiesta en su porte MANSEDUMBRE propia de semejante animal. »Tomar las once significó beber el AGUARDIENTE. »Echarlo todo a doce, resolverlo en el terreno del DESBARAJUSTE o de la VOCIFERACIÓN. » Y, últimamente, permanecer en sus trece, no quiere decir otra cosa sino seguir o aferrarse en su DETERMINACIÓN». El mismo autor, en otra de sus obras, tratando de explicar la frase Apúntate ocho, con que se pone fin a una discusión que ya se hace enojosa, no se le ocurre pensar en el juego (apúntate ocho tantos), y vuelve a su manía aritmética, cuando escribe: «El decirle a la persona a quien dejamos por imposible que se apunte ocho, es tanto como indicarle que, si no quiere convencerse o cambiar de opinión, que le aprovecha o le haga buena pro, o que dé memorias, equivalentes ambas formas al conocidísimo refrán Con tu pan te lo comas». Finalmente, en su Gran diccionario de refranes (p. 965), afirma que Quedarse a trece del mes, es estar sin dinero o sin un maravedí. ¡Parece mentira que Sbarbi, que era hombre muy inteligente y que sabía muchas cosas, cayese en estas puerilidades! La Academia, al citar el modismo quedarse o mantenerse en sus trece: mantener a todo trance su opinión, dice que «es modismo tomado de un juego». Esto parece lo más probable. El Diccionario de autoridades dice que es frase que equivale a «mantenerse o persistir con pertinacia en una cosa que se ha aprendido o empezado a ejecutar». Y añade esta cita del padre Alonso de Ovalle en su Historia del Reino de Chile: «Pero, sin embargo, se estaba el Cielo en sus trece, sereno y claro». La expresión figura en el Quijote (parte 2.*, cap. 39): «En fin, al cabo de muchas demandas y respuestas, como la infanta se estaba siempre en sus trece...». Y Rodríguez Marín comenta: «Cuando la terquedad era de dos o más, que pretendían o sustentaban diferentes cosas, se oponía el número catorce al trece. Así, en el Quijote (parte 2.?, cap. 64): «... si aquí no hay otro remedio sino confesar o morir, y el señor don Quijote está en sus trece, y vuesa merced el de la Blanca Luna en sus catorce, a la mano de Dios y dense». Y documenta esta opinión el insigne maestro con esta cita de Quevedo, quien en uno de sus romances (El parnaso español, musa 4.*, romance 14) dice: Una niña de lo caro que en pedir está en sus trece www.lectulandia.com - Página 338 y en vivir en sus catorce, que unos busca y otros tiene... Según P. Vallés —citado por Cejador en su Fraseología (tomo 3.°, p. 617)—, «estar o estarse en sus trece se dijo del insistir saliéndose de lo común, de la docena, en cosa excepcional». Cejador cita también al Cancionero de Baena, donde se lee (p. 60): «Porque en el tiempo pasado non fallavan de mi estado tales trece en la docena». Y añade: «De aquí la docena del fraile, o sea, trece. Querer trece por la docena: entercarse en ser excepción». A estas citas de Cejador añadiré por mi parte la de La Lena, comedia de finales del siglo xvi, donde se lee: «... todavía me quedo yo en mis trece, y no me sacarían de aquí los doce Pares de Francia», donde, como se ve, el quedarse en sus trece se contrapone al quedarse en sus doce. En otro lugar de la misma comedia vuelven a juntarse el doce y el trece: «Cuanto a mí, yo confieso que todo lo echaría a doce, y por ventura que han pasado las agraviadas de trece». Que la frase quedarse en sus trece se refiere a un juego de cartas parece confirmarlo este pasaje de Moreto, en su Antíoco y Seleuco: Viote el Príncipe primero, y amor diciendo: «Aquí encaje bien el juego», una baraja plantó, como garitero. Fue el juego a quince envidado, donde es cierta la maldad, pues siendo el punto la edad, tú le llevabas ganado. Diote a ti un quince preciso, que es el punto que reviste; tú, que con quince te viste, le envidaste, y él te quiso. Tenía, según parece, trece el Príncipe, y no 0só pedir más, con que perdió, pero se quedó en sus trece; y aunque más perdiera, es llano que allí perdiera un sinfín; pues con la flor del jazmín le ganaras por la mano. Como puede verse, Moreto en estos versos describe un lance de amor empleando los términos de un juego de naipes. El juego, por lo visto, era parecido al de las siete y media. Ganaba el que reunía quince puntos, y había jugadores que se quedaban en sus trece (puntos) y no pedían más cartas por miedo a pasarse. El trece aquí se contrapone al quince, que era la máxima jugada. www.lectulandia.com - Página 339 Mañana será otro día Expresión de consuelo en la adversidad. Y de pretexto para no hacer una cosa, dejándola para el día siguiente, en que, generalmente, tampoco se suele hacer. Æ El modismo completo es, como dicen en Andalucía y recogen Sbarbi y Rodríguez Marín (el primero en su Gran diccionario de refranes, y el segundo, en su obra Cantos populares españoles), el siguiente: Mañana será otro día, y verá el tuerto los espárragos. El dicho, según Rodríguez Marín, hace alusión a un tuerto que salió de noche a coger espárragos, y como no acertaba a verlos, dijo: «Mañana será otro día». El maestro Correas lo cita de esta forma: «Amanecerá Dios, y verá el ciego los espárragos», dicho que tiene más enjundia y que encierra mayor ironía. En el Quijote aparece una variante de la frase de Correas: «Amanecerá Dios y medraremos», de significación parecida a la de «Dios mejora sus horas». Más alegre que unas pascuas. Tener cara de pascua Esta expresión y la de Estar uno como unas pascuas, significan estar alegre y regocijado. Alude a la Pascua de Flores o Florida, es decir, a la de Resurrección. Según el Diccionario de la Real Academia (ed. de 1970), hay varias Pascuas: la de Navidad, la de los Reyes Magos, la que conmemora la venida del Espíritu Santo sobre el Colegio Apostólico y la de Resurrección, también llamada Pascua de Flores o Florida. La frase decía primitivamente: Más alegre que una Pascua de Flores, refiriéndose exclusivamente a la que, en memoria de la Resurrección de Cristo, se celebra el domingo siguiente al plenilunio posterior al 20 de marzo, entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Æ En La gitanilla, de Cervantes, aparece la frase con este significado: «Cogió de la hucha de la vieja treinta reales, y más rica y más alegre que una Pascua de Flores, www.lectulandia.com - Página 340 antecogió sus corderas y fuese en casa del señor Teniente...». La expresión poner o tener cara de pascua se refiere singularmente a la llamada en el hemisferio boreal Pascua Florida, por coincidir con la primavera que llega. Las dos restantes Pascuas del año son la de Navidad y la de Pentecostés, llamada del Espíritu Santo. Más alto (o tieso) que un gastador Comparación popular que alude al cabo y soldados de gastadores que abren marcha en los desfiles de tropas, y que suelen ser elegidos entre los más altos del regimiento. El Diccionario no incluye esta acepción de gastador, sino las de «soldado dedicado a los trabajos de abrir trincheras y otros de fortificación» (a los cuales llamamos todos zapadores) y «cada uno de los soldados que hay en cada batallón destinados a abrir camino», acepción esta que se aproxima, en algo, a la usual y corriente. XÆ Covarrubias explica el origen de la voz gastadores de una forma que no convence mucho. Dice así en su Tesoro y en la palabra «gastar»: «En el ejército se dicen gastadores la gente que trabaja con la pala y el azadón y traen piedra y fajina y lo demás que es menester para hacer fosos, trincheas (trincheras), revellines, caballeros, plataformas y todo lo demás, porque gastan aquellos materiales». Más bruto que el señor de Alfocea Se dice en Aragón, del que es muy terco, aludiendo a un señor de la villa de Alfocea, provincia de Zaragoza, que, en tiempos lejanos, se empeñó en volar imitando a los cuervos, a cuyo efecto se ató dos alas de caña a los brazos y se arrojó desde un peñasco, quedando medio estrellado contra el suelo. Como alguien le aconsejara que no repitiese la prueba, él replicó: «¿Que no? En cuanto pueda ponerme en pie. No he volado porque me faltaba la cola». Æ Goya tiene un aguafuerte que representa a un hombre lanzándose a los aires y llevando en los brazos unas alas. Puede que se trate del señor de Alfocea. En El libro de los cuentos, de Rafael Boira (Madrid, 1862, tomo 2.°, p. 241), leí que el señor de Alfocea, que vivía a fines del siglo xvi, dejó una fama indisputable www.lectulandia.com - Página 341 de tonto. «Este es el que, sentado en una de aquellas antiguas sillas llamadas de Moscovia, se calentaba los pies en el fuego, y como una noche se quemase la punta de los zapatos, llamó al albañil y le mandó retirar la chimenea para que no estuviera tan cerca de la silla. » Habiendo sido convidado a comer por un amigo de Zaragoza, decía después: »—La comida no podía ser mejor, pero no he comido jamás con más incomodidad, porque han cometido el disparate de poner las sillas muy lejos de la mesa». En cuanto a la historieta del hombre que se echa a volar, que se da el gran batacazo, y que promete repetir su hazaña, achacando el fracaso de esta a no haberse provisto de cola, es muy antigua y se ha repetido mucho, atribuyéndola unas veces a un baturro, otras a un vasco, a un gallego, etc. El célebre autor del Viaje entretenido, Agustín de Rojas Villandrando, la atribuye, en el siglo xvi, a un labrador salmantino. Dice (en verso) que en la procesión del Corpus de Salamanca iba un águila con alas grandísimas, y un hombre metido dentro para moverlas y para que caminase. Un labrador charro, asombrado ante tal artefacto, pensó que haciendo unas alas como aquellas podía volar, y, una vez construidas, mandó a un hijo suyo que se las atara a los brazos, colocándose él en una alta peña para desde allí lanzarse al espacio. Y viendo que, a pesar de mover los brazos vigorosamente, no conseguía despegar del suelo, ordenó a su hijo que le diera un empujón. El hombre volador se dio un porrazo de muerte y hubo de guardar cama durante muchos días. Cuando al cabo de ellos experimentó alguna mejoría, ... dijo a los que le curaban que le pareció, sin duda, cuando cayó, que volaba, y que volara sin duda si no llevara una falta. Y preguntado qué era aquello que le faltaba, les respondió que la cola, que a no faltarle, volara; pero que él se acordaría para otra vez llevarla. Volviendo a los aragoneses que intentaron volar, citaré la curiosa noticia que publicó don Felipe Pérez y González (el autor del libreto de La Gran Vía) en su artículo «¡A volar!». (Blanco y Negro, n.° 972, de 18 de diciembre de 1909). Dice Pérez González que un ilustre aragonés, Pedro Abarca de Bolea, el que más tarde había de pasar a la historia con el nombre de conde de Aranda, intentó en su mocedad hacer competencia a los vencejos. Se subió al campanario de Aranda de Jarque con dos grandes paraguas, que creía él harían oficio de alas, y se dejó caer, optimista y confiado. Voló a gran velocidad, pero hacia abajo, yendo a dar con sus huesos en el tejado del convento de los Capuchinos, donde estropeó una colección de tejas, a www.lectulandia.com - Página 342 cambio de fracturarse una pierna. Más caro que el salmón de Alagón Así suele decirse para ponderar el precio exorbitante de una cosa. Algunos dicen, impropiamente, Más caro que el salmón de Aragón. Æ Su origen es el siguiente. Se cuenta que hace siglos, al pasar por el pueblo de Alagón (provincia de Zaragoza) un arriero que conducía una carga de salmones con destino a la citada capital (algunos dicen que con destino a la mesa del rey), consiguieron, amenazando de muerte al arriero, que este les vendiese una arroba, alegando que la pagarían al mismo precio que la pagasen en Zaragoza, porque ellos no eran menos que los de la capital. Enterado del caso el regidor perpetuo de Zaragoza, hombre rico y de buen humor, tasó, como era costumbre entonces, el valor del pescado, y dio al arriero testimonio de habérselo comprado a razón de onza de oro por onza de pescado, con lo cual, los vecinos de Alagón tuvieron que pagar por la arroba de salmón «requisada» la friolera de 138.240 reales. Conozco varias versiones de este episodio, coincidentes todas ellas en lo esencial: la de Pardo Asso en su Nuevo diccionario etimológico aragonés (Zaragoza, 1938); la de Vergara Martín en su Diccionario geográfico popular; la del brigadier Nogués, en El Averiguador Universal, n.° 75, de 15 de febrero de 1882; la de Sbarbi en su Gran diccionario de refranes (p. 878) y, finalmente, la más extensa, que publicó Vicente de la Fuente en el Semanario Pintoresco Español, n.° 24, de 12 de junio de 1842. Vicente de la Fuente supone que el suceso del salmón ocurrió en el siglo xvm y en un martes de la Semana Santa. Dice que el arriero transportaba dos cargas de pescado y que el alcalde de Alagón, después de apalearle, le obligó a vender una arroba. «He oído decir —agrega De la Fuente— que, después de un ruidoso pleito, el pueblo tuvo que pagar, habiendo sido obligado a otorgar un censo a favor del arriero con el capital importe del salmón...; añadía el que me lo refirió que dicho censo se venía pagando hasta estos últimos años». (Vicente de la Fuente calcula que si los de Alagón dispusieron de una arroba aragonesa —que consta de 36 libras de 12 onzas cada una—, el capital del censo importaría 138.240 reales de moneda de Castilla). Lo del censo parece cosa cierta. Poseo copia de una carta que en noviembre de 1924 dirigió el coadjutor de la parroquia de Alagón, José Solanas, al sacerdote navarro Simón Urtasun, en la cual le refiere la historia del salmón, tal como la había www.lectulandia.com - Página 343 oído referir, muchos años atrás, a los más viejos del pueblo. Según esa carta, ocurrió el episodio en un día de agosto de comienzos del siglo XVIL y el corregidor de Zaragoza, entregando al despojado arriero una onza de oro, le dijo: «Este es el precio de la onza de salmón, y te daré justificante y facultades para que te persones en Alagón y hagas efectivo el precio del pescado consumido». Los de Alagón se vieron compelidos a pagar. Pocos, muy pocos, pudieron abonar de momento su parte. Algunos se comprometieron a abonarla en tres o cuatro plazos. Y los más hipotecaron sus casas con un censo perpetuo de seis reales anuales los unos, y de doce los otros. «En la calle de Barrio Nuevo —añade Solanas—, que está próxima al lugar donde se desarrolló el famoso episodio, hay todavía casas, en cuyas escrituras de compra O herencia aparece una cláusula del tenor siguiente: Se halla gravada esta finca con un censo, llamado del Salmón; pero hace mucho que no se cobra». Simón Urtasun, a quien debo la copia de esta carta, publicó en El Pensamiento Navarro (24 de agosto de 1955) un artículo, titulado «El salmón de Alagón», donde dice que, según tradición constante en Espinal (Navarra), los arrieros que conducían el salmón desde la Montaña de Navarra a Zaragoza eran sirvientes del vecino de aquella villa Martín de Espinal, el Aragonés, que a comienzos del siglo xvu ejercía el comercio ambulante en gran escala entre Navarra y Aragón. Añade que, según documentos que se conservan en Espinal, la historia del salmón ocurrió en los años 1620-1622. «El lucro alcanzado debió de ser tal que permitió a Martín de Espinal comprar por esos años varios solares para edificar, construir una gran casa para sí (la llamada Casa Echeberri, edificada en 1625), dotar a una hija monja y costear la carrera eclesiástica a un hijo, que años después fue abad (párroco) de Mezquíriz-Ureta...». Queda memoria del hecho referido en un estribillo que ha sobrevivido tres siglos, así en Alagón como en Espinal: El salmón a doblón; que así lo pagaron los del Alagón. Más chulo que un ocho [Se aplica, según el Diccionario, a quien es muy arrogante, desenvuelto o presumido]. Æ En una crónica de José Baró Quesada (ABC, 8 de octubre de 1963) se dice que la frase Más chulo que un ocho nació en Madrid y en el barrio del Manzanares, con www.lectulandia.com - Página 344 alusión al tranvía número 8, que hacía el servicio entre la Puerta del Sol y San Antonio de la Florida y que tenía su última parada y su cochera a la vera de la Bombilla, «allá donde se abrían las frondas de los Viveros y Cantarranas y sonaban estridentes y sentimentales los pianos manubrios de La Huerta y Casa Juan». Más duro que la pata de Perico ¿Quién fue este Perico que tuvo tan dura la pata? ¿De dónde es originaria la frase? Así preguntaba un curioso en el número 1.* de El Averiguador (1 de diciembre de 1867). En el mismo semanario (5 de enero de 1868, p. 8), apareció una contestación firmada por Quintín, donde se decía que a la frase le sobra el artículo la, porque el Perico en ella aludido no es ningún personaje, sino el pájaro llamado perico o periquito. Añadía el informante que la frase más duro que pata de perico procede de América y se refiere al cuento de un inglés a quien una señora americana, amiga suya, le regaló un perico. Al día siguiente, el inglés marchó a casa de la donante a darle las gracias. La señora le preguntó: —-¿Qué tal el perico? —Magnífico, señora, pero estar muy dura la pata de perico. ¡Se lo había almorzado! A pesar de esta referencia, opino con Sbarbi que la frase más duro o más tieso que la pata de Perico se diría con referencia a algún cojo, llamado Perico, que llevara una pata de palo. Más feo que el sargento de Utrera Luis Montoto, en su libro Personajes, personas y personillas (tomo 2.”, p. 390), escribe: «De tal sargento cuéntanse cosas muy saladas. Tan feo era que la nodriza, por no verle la cara, le daba la papilla por el trasero; y le fueron administrados los Santos Óleos aplicadas las estopas al extremo de una caña muy larga, porque el sacerdote temía morirse de espanto si se acercaba a aquella horrorosa fealdad». Esto último lo cuentan también del feísimo Picio, como ya vimos. Sbarbi recoge el dicho «Como el sargento de Utrera, que reventó de feo», y comenta: «No sabemos quién fue este desdichado mortal, aunque nos suponemos los estragos que haría con su belleza». www.lectulandia.com - Página 345 El mismo Montoto, en Un paquete de cartas (p. 273), dice acerca del sargento de Utrera: «Se cree comúnmente que le daba tres y raya al más feo bicho que hubiese nacido de madre, esto es, que era más feo que un coco y que tenía una cara capaz de darle un susto al miedo». Y añade: «Nadie ha sabido darme los pelos y señales de este malaventurado sargento, paisano del erudito Rodrigo Caro; pero, valga por lo que valiere, aquí pongo un párrafo del capítulo 9.* del Epílogo de Utrera, del licenciado don Román Meléndez, que trata de un ciudadano que sería más valiente quizá que el Cid Campeador, y acaso, acaso más feo que el mismísimo Picio el granadino. Dice así el citado historiador: “Miguel de Silva nació en Utrera por los años 1540. Su fama fue grande. Reñía con poca ocasión; y de él andan algunos romances. Era el su aspecto tan fiero, que por raro lo hizo retratar el Duque de Alcalá. Quietose con el tiempo, y trató de emplearse en mejor modo de vivir. Se hizo labrador, y fue regidor por los años de 1600. Los soldados y forasteros lo pasaban a ver por la fama que tenían de su valor”». «¿Será este guapo el sargento de Utrera?», termina preguntándose Montoto. Más feo que Picio Para ponderar la fealdad de alguien, suele decirse que es «más feo que Picio, a quien, de feo que era, le dieron la unción con caña, por lo asustado que estaba el cura». Esto añaden los andaluces. Æ Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, dice que Picio fue un zapatero, natural de Alhendín, y que vivía en Granada en la primera mitad del siglo último. Fue condenado a la última pena; hallándose en capilla recibió la noticia del indulto, y le causó tal impresión, que se quedó a poco sin pelo, cejas, ni pestañas y con la cara tan deforme y llena de tumores, que pasó a ser citado como modelo de fealdad más horrorosa. Sbarbi habló con personas que habían conocido a Picio. Y añade que este se retiró a la villa de Lanjarón, de donde lo expulsaron porque jamás entró a la iglesia, por no quitarse el pañuelo con que cubría su calva. Entonces volvió a Granada, donde al poco tiempo murió. De Andalucía procede asimismo la comparación popular: «Más feo que el sargento de Utrera». Otro de los prototipos de fealdad suele ser Carracuca, aunque en algunas regiones hacen de este ignorado personaje arquetipo de la longevidad, diciendo: «Es más viejo www.lectulandia.com - Página 346 que Carracuca». Más feo (o más negro) que Tito Comparanza popular. Algunos han supuesto que alude a Titono, hijo de Laomedonte, rey de Troya, que fue transformado en cigarra. Æ Clemencín, en su nota 12 al cap. II de la 1.* parte del Quijote, dice que «Titón o Titono, marido de la Aurora, obtuvo por mediación de su mujer el don de la inmortalidad, según refiere la fábula; pero, no habiendo recibido el de la juventud, llegó a tan extrema y molesta vejez, que recibió como un favor del cielo el ser convertido en cigarra». Según otros, el dicho no alude ni a este Titono ni al emperador romano Tito que destruyó Jerusalén, sino al tito (guisante) cuando está alcaldillado, es decir, seco por la acción del sol antes de haber llegado a granazón, y cuyo color es naturalmente oscuro. Para los que sostienen esta opinión, el tito de la frase debe, pues, escribirse con minúscula. Según Sbarbi, es dicho que proviene de la provincia de León. Lo extraño es que la gente no diga Es más feo que un tito, en lugar de decir que Tito, lo que parece aludir a un personaje, del mismo modo que se alude a un personaje cuando se dice Es más feo que Picio. Más ladrón que Caco Comparación popular que alude al personaje mitológico de este nombre. Æ «Caco, hijo de Vulcano, según la fábula, infestaba con sus robos el Lacio, cuando Hércules volvió de España con sus ganados. Caco le robó a Hércules sus vacas, llevándolas a su cueva por las colas, para que no las encontrasen por el rastro; pero sus bramidos las descubrieron, y Caco murió a manos de Hércules. Caco en griego significa malo, perverso». (Clemencín, nota 39 al cap. 3.* de la 1.* parte del Quijote). www.lectulandia.com - Página 347 Más largo (o alto) que un mayo Esta comparación popular no alude al mes de mayo, como han supuesto algunos, sino al árbol de mayo. XÆ Correas, explicando las frases Largo como un mayo y Alto como un mayo, dice: «Mayos son unos palos largos que levantan en alto por mayo en algunas tierras por uso antiguo». El árbol de mayo, adornado generalmente con guirnaldas, sigue plantándose en muchas regiones españolas. Y la voz largo está tomada en el sentido de alto y de luengo. Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes (p. 609), cree que mayo alude al mes de este nombre y por ello no acierta a explicarse la razón de la comparanza. Dice así: «Más largo que mayo. Comparación empleada para ponderar la gran extensión de una cosa, y que obedece al capricho, pues si bien es cierto que este mes es largo por tener treinta y un días, lo mismo podría decirse de enero, marzo, agosto o diciembre, que se hallan en igualdad de circunstancias». Sbarbi se olvidó del mes de julio. Más ligero que un volatín. Dar más vueltas que un volatín Volatín o volatinero es —según el Diccionario— «persona que con habilidad anda y voltea por el aire sobre una cuerda o alambre y hace otros ejercicios acrobáticos». Volatín equivale, pues, a funámbulo. El nombre de volatín procede del funámbulo Buratín, que a fines del siglo xvI se exhibió en España, causando el pasmo de los públicos. Æ Alonso López Pinciano, en su obra Filosofía antigua poética (de finales del siglo xvi), y en la epístola XII, escribió: «Dijo Fadrique: muy de espacio vienen hoy los oyentes para ser nueva la acción que hoy se ha de representar y nunca en la corte representada..., porque Buratín ha convidado hoy a su voltear, posible porque se mira con la vista, y no verosímil por la dificultad de las cosas que hace... Encima de una soga tirante anda de pies...; anda unas veces sobre chapines, otras sobre unos zancos www.lectulandia.com - Página 348 más altos que una tercia. Poco digo; danza sobre la soga, y haciendo las que dicen las cabrioles en el aire, torna a caer de pies sobre ella como si fuera una sala muy llana y espaciosa». Covarrubias, en su Tesoro (1611), dice que «Bolatín es el que buela por la maroma». Y más adelante, en la voz boltear, escribe: «Otros boltean en la maroma y los grandes funabularios, a fune, porque en la maroma hacen grandes vueltas y galanterías, como lo hemos visto en nuestros tiempos, que andan sobre la maroma con zancos, con bolas, con cazoletas en los pies; y metido el hombre en un costal, y atado, va a tiento pasando por la maroma...». Del mismo modo que la palabra volatín proviene del funámbulo Buratín, la voz piculín, con que en Aragón se designa al volatinero, procede de otro célebre funámbulo y equilibrista de Castellón de la Plana, llamado Piculín, que a principios del siglo último actuó en Zaragoza y otras capitales españolas. Piculín debutó en Zaragoza en 23 de octubre de 1803, según consigna Faustino Casamayor en sus Años políticos e históricos de las cosas particulares sucedidas en la ciudad de Zaragoza, diario manuscrito que comprende desde 1782 hasta 1832. Más listo que Cardona El Diccionario de la Real Academia (14.* ed.) dice que con esta expresión «se pondera el despejo, trastienda y expedición de alguno». Se incluye como «expresión figurada y familiar con que se pondera el talento y expedición de alguno». La explicación no es acertada, porque en el dicho que comentamos la voz listo se usa, no en el significado de avispado, sagaz, avisado, etc., sino en el de veloz, rápido, que anda muy aprisa. Æ Borao, en su Diccionario de voces aragonesas, escribe (Introducción, p. 129): «Más listo que Cardona, con alusión al vizconde de este título, que, aterrado por el miedo cuando su grande amigo el infante don Fernando fue mandado matar en 1363 por el rey su hermano (Pedro IV de Aragón), huyó precipitadamente desde Castellón a Cardona, pasando el Ebro por Amposta». Prueba de que listo se toma en el sentido de veloz es el dicho «Corre más que Cardona», que comenta Montoto en su libro Personajes, personas y personillas (p. 170). Grimaldi, tomando equivocadamente la palabra listo en el sentido de inteligente, despejado y avisado, dice que el Cardona a que alude el dicho fue fray Antonio de Fortch de Cardona, hijo del almirante marqués de Guadalete (valido de la reina Ana, www.lectulandia.com - Página 349 madre de Carlos II el Hechizado) y de una señora valenciana. Cardona se distinguió por su vasta instrucción, su tacto en los negocios y su elocuencia avasalladora. Montoto, en su citada obra, se pregunta al final si la frase «Corre más que Cardona» aludirá «al animal del mismo nombre, cuyas ligereza y agilidad corren parejas con la ligereza del gamo y la vista de lince» y si se habría dado el sobrenombre de Cardona por alusión a aquel animal. No encuentro en los diccionarios el animal llamado cardona a que alude Montoto. Pero dando por supuesto que exista, lo lógico es que el dicho popular dijese «correr más que una cardona». Más listo que Lepe La comparación alude a Pedro de Lepe y Dirantes, obispo de Calahorra y la Calzada, que nació en Sanlúcar de Barrameda el año 1641, y murió en Arnedillo (La Rioja), el 5 de septiembre de 1700. Æ Este ilustre prelado escribió un Catecismo católico, que fue en su tiempo tan famoso y popular como el que escribió el padre Astete. (La primera edición del Catecismo del Padre Astete fue hecha en Pamplona el año 1608). El obispo Lepe fue hombre de gran cultura y de privilegiada inteligencia. Su nombre figura en el Catálogo de Autoridades de la Lengua, publicado por la Real Academia Española. Sbarbi cita los dichos: Saber más que Lepe y Lepillo y Saber más que Lepe, Lepijo y su hijo, pero cree que se alude en ellos a un personaje legendario. En Andalucía y otras regiones suelen decir Lepe, Lepico y su hijo. Más sonado que la campana de Huesca Así se dice cuando se habla de un hecho o suceso al que se atribuye gran resonancia o repercusión. Æ La leyenda de la campana de Huesca fue recogida primeramente por el autor anónimo que compuso la Crónica de San Juan de la Peña a fines del siglo XIV, probablemente el rey Pedro IV el Ceremonioso. Versa sobre Ramiro II, rey de Aragón (1134-1137), monje en un monasterio de Narbona que, al fallecer sin sucesión su hermano Alfonso I, fue elegido monarca. www.lectulandia.com - Página 350 Menospreciado por los magnates aragoneses, que le llamaban el rey Cogulla, o receloso del poder de estos, acudió en consulta a su antiguo superior Frotardo, abad de San Ponce de Tomeras, en el Languedoc francés; este, por toda respuesta, salió al jardín del convento y se puso a cortar los tallos que más sobresalían. Entendido el símbolo, el rey mandó decapitar a unos quince nobles, cuyas cabezas colocó en una bóveda, colgando a manera de campana, y en el centro, como badajo, la del obispo Ordás, cabeza de la levantisca nobleza; en forma de campana, para que sonase en todo el reino y sirviese de escarmiento a los demás magnates. (Dámaso Sangorrín, La Campana de Huesca. Demostración documentada de la falsedad histórica de esta leyenda. Huesca, 1920). M. Romera Navarro, en su edición comentada de El Criticón, de Gracián (tomo 1.°, Londres, 1938), dice que la misma anécdota, en idénticos términos (aunque sin campana), la había referido muchos siglos antes Tito Livio (I, 54), atribuyéndola a Tarquino el Soberbio, que había sido consultado por su hijo Sexto. Ya que no la historia, el teatro y el arte han inmortalizado esta leyenda. Más tiznado que un morillo Morillo es, según el Diccionario, «caballete de hierro que se pone en el hogar para apoyar la leña». La frase «más tiznado que un morillo» se refiere —dice Bastús— a las figuritas en que suelen rematar los caballetes de hierro que se colocan en el hogar para sostener la leña y que por lo común están negrísimos. J Dicen unos que estas figuritas eran de moros, puestos allí como en el fuego del infierno, en odio a su creencia, y que de ellos tomaron el nombre de morillos; al paso que otros suponen que tienen un origen más antiguo, y que son un recuerdo de los dioses lares que en aquel lugar se reverenciaban. Los dioses lares —escribe Covarrubias en su Tesoro— eran honrados por los antiguos en el hogar, «y de aquí nació llamar llares a los hierros que están en el hogar, de los cuales cuelgan los calderos para calentar el agua y guisar». El mismo Covarrubias, en la voz morillos, dice que estos tomaron su nombre «de los lémures, que son los duendecasas, que comúnmente dicen aparecerse en la cocina cerca del fuego. Y así, de lémures se dijeron lemorillos, y, perdida la primera sílaba, morillos; o porque aquellas figurillas están negras y tiznadas de color de moro». La suposición de Covarrubias de que los morillos (lemorillos) procedan de los lémures parece muy aventurada. En los siglos XIv y xv, a los morillos se los llamaba moros. En cuentas navarras de 1402 figura el pago a un herrero «por dos pares de www.lectulandia.com - Página 351 trasfogares de hierro, clamados moros, que eill fezo fazer para las chamineas de los Oratorios del Rey e de la Reyna que son en la dita capieilla de Olit». (Archivo de Navarra. Comptos 267, fol. 27 vuelto). Más tonto que Perico el de los palotes El Diccionario de la Academia, en su 14.* edición, decía: «Perico el de los palotes. Personaje proverbial. Persona indeterminada, un sujeto cualquiera». Æ Sebastián de Covarrubias escribe en su Tesoro: «Perico el de los palotes: un bobo que tañía un tambor con dos palotes. El que se afrenta de que lo traten indecentemente, suele decir: “Sí, que no soy yo Perico el de los palotes”». Cejador, en su Fraseología, o estilística castellana (tomo III, p. 299), dice que el nombre que comentamos «acaso alude al niño que aprende a escribir y está aún en los palotes, o a las muletas del Cojuelo. También se llamó así al diablo». Cejador copia dos citas de Quevedo: Periquito el de los palotes; si no tienes cuartos, que dame doblones. Y «Perico el de los Palotes, protodemonio». Más vale casarse que abrasarse Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, p. 225, glosa así esta sentencia: «Antes que sufrir es preferible tomar un resolución. Otros lo explican jocosamente, diciendo que, entre dos males, es mejor escoger el más pequeño». Æ Me extraña que el gran paremiólogo y folclorista gaditano, que era sacerdote, no explique el origen de esta expresión, que está en la Epístola de San Pablo a los Corintios (7, 9), donde el apóstol, después de recomendar a los cristianos que se casen para evitar la fornicación, añade, dirigiéndose a las personas solteras y viudas: «Mas si no tienen don de continencia, cásense. Pues más vale casarse que abrasarse» (en el infierno, por el pecado de lujuria). www.lectulandia.com - Página 352 Más vale tarde que nunca [Dicho muy popular que alude a la necesidad de hacer las cosas aunque sea tarde, pues más valdrá haberlas hecho que no dejarlas sin hacer]. Æ Joaquín Bastús, en su obra Memorándum anual y perpetuo (Barcelona, 1855, tomo 1.°, p. 558), dice acerca de este refrán que su origen es el siguiente: «Siendo ya de mucha edad el filósofo Diógenes, se propuso aprender la música, y habiéndole dicho uno, lam senex discis, “ya eres viejo para aprender”, le contestó: Praestantius sero doctum esse, quam numquam, “vale más tarde que nunca”». Más vale un gusto que cien panderos Alude a la tendencia a satisfacer antes las sensaciones que las razones. Æ Acerca del origen de esta frase, muy corriente en el habla de Aragón, copiaré la versión que me facilitó el publicista aragonés Ramón Lacadena, marqués de La Cadena, quien se la oyó referir en un discurso a Antonio Royo Villanova. «Decía [Royo Villanova] que un baturro de cierto pueblo marchó a Zaragoza, a las fiestas, con ánimo de vender cien panderos. »Al pasar por el puente de piedra, se le cayó uno de ellos, tomó la dirección de un remolino, y al futuro vendedor le hizo gracia ver cómo el pandero, tras girar vertiginosamente, desaparecía hacia el fondo. »Para ver si los otros panderos repetían la graciosa desaparición, fue arrojando al agua, uno tras otro, los noventa y nueve restantes. »Los presentes le preguntaron qué diversión hallaba en aquello, que anulaba su negocio. Y el baturro les contestó: »—Más vale un gusto que cien panderos». Más viejo que Matusalén www.lectulandia.com - Página 353 Comparación popular que alude a la longevidad del patriarca de la Ley Antigua, llamado Matusalén, del cual refiere el Génesis (5, 25, 26 y 27) lo siguiente: «Matusalén vivió ciento ochenta y siete años, y engendró a Lamec. Y vivió Matusalén, después que engendró a Lamec, setecientos ochenta y dos años, y engendró hijos e hijas. Con lo que todos los días de Matusalén fueron novecientos sesenta y nueve años, y murió». Æ Matusalén nació en el año 4227 y murió en el 3308 a. de C. Fue abuelo del patriarca Noé. En La pícara Justina (novela de comienzos del siglo xvn) se dice: «aunque viváis más que Matuta». Y en El viejo celoso: «Viva vuesamerced más años que Matute el de Jerusalén». (Citas de Cejador en su Fraseología, o estilística castellana, tomo III, Madrid, 1924). Es de advertir que en aquella época el cómputo de los años difería del actual. También se dice Más vieja que Sara, aludiendo a la mujer de Abrahán, que vivió ciento diez años y fue madre siendo ya muy vieja. Antiguamente decían Más viejo que Sarra, con alusión al mismo personaje bíblico. Así aparece en el Tesoro, de Covarrubias; en el Vocabulario de Refranes, de Correas («más vieja que Sarra»); en la Galatea, de Cervantes (libro 3.*): Más años que Sarra vivan con salud tan confirmada que dello pese al Doctor, y en diversas obras de los siglos XVI y XVI; por ejemplo, en el Cancionero de Castillo Solórzano: Amor de cuando era niña contar amores de sarra. Coincide que la voz sarra o zarra significa, en vascuence, «viejo, vieja», detalle este que ya notó Covarrubias. Matar el gusanillo Tomar una copa de aguardiente, o de otra bebida alcohólica, por la mañana, por creer que así se mueren las lombricillas parásitas de los intestinos. En Portugal, «matar el bicho». En mi opinión, matar el gusanillo, en su significado de «desayunarse con www.lectulandia.com - Página 354 aguardiente» nada tiene que ver con la tristeza ni con la solitaria. Obedece simplemente a la creencia popular de que en el estómago de toda persona hay un «gusanillo», el gusanillo del hambre, que siempre, o muy frecuentemente, pide de comer, sobre todo a la hora del desayuno. Y el aguardiente sirve, si no para matarlo, sí para adormecerlo o engañarlo por cierto tiempo. Æ En el Diario de un burgués de París en tiempos de Francisco I se da la explicación de esta costumbre popular en la forma siguiente: «La mujer de un señor La Vernade, magistrado de París, falleció de repente en julio de 1519. Se hizo la autopsia del cadáver y se vio que la muerte había sido producida por un gusano que la había perforado el corazón. Se aplicó sobre el gusano un trozo de miga de pan empapado en vino y el animalito murió inmediatamente. De donde se sigue que es conveniente tomar pan y vino por la mañana, al menos en época peligrosa, para no pillar el gusano». Leí lo que precede en la revista Alrededor del Mundo de 23 de junio de 1904, Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, cita, a propósito de esta costumbre de matar el gusanillo, lo siguiente: «En una de las sesiones de la Academia de Medicina de París de hacia 1880, Pasteur afirmó que el hombre en ayunas debía figurar entre los animales venenosos. El célebre bacteriólogo, después de haber hecho morir a algunos conejos inoculándoles la saliva de un niño rabioso, trató de repetir la prueba con saliva de niños sanos, y los conejos sucumbieron también. Según Pasteur, en la saliva de los niños y en la del hombre en ayunas existe un parásito mortal, pero que desaparece tan pronto como se toma cualquier alimento, pues pasa al estómago arrastrado por aquel». El escritor francés Carlos Rozán, en su libro Locuciones, proverbios, dichos y frases, incluye la expresión que comentamos y se pregunta: «¿Qué gusanillo es ese al que hay que dar muerte todos los días? ¿Quiere significar aquí el gusanillo, de una manera general, los gusanos? ¿O bien representa al parásito que los médicos llaman tenia y al que nosotros damos vulgarmente el nombre de solitaria? ¿O bien, por último, se alude a un gusano figurado que corroe el alma, en cuyo caso matar el gusanillo significa ahogar la tristeza?». Rozán añade: «Ciertamente, está permitido vacilar entre estas diversas hipótesis, y si me inclino más a la primera, confieso que no apostaría por ninguna». Me alegro... como el gobernador de Cartagena Esta frase proverbial se usa para dar a entender que se sufre una gran contrariedad. www.lectulandia.com - Página 355 Æ Tuvo su origen en Cartagena de Indias. Existía allí la antigua costumbre de atar a las rejas de las casas los caballos que por el momento no se utilizaban, con lo cual se obligaba a los transeúntes a caminar por el arroyo, no muy limpio en la estación de las aguas, que dura lo más del año. Un gobernador, cuyo nombre se ha perdido, censuró la tolerancia de sus antecesores, y queriendo iniciar las reglas de policía urbana, prohibió el amarre de los caballos, bajo pena de multa. Como quiera que nadie hiciese caso de la nueva disposición, el gobernador publicó un segundo bando, de cuya ejecución hizo responsable al jefe de su guardia, ordenando que fueran desjarretados los caballos que se hallaren en contravención con lo mandado anteriormente. Al día siguiente, se presentó el capitán a dar cuenta de que habían sido desjarretados cuatro caballos, noticia que oyó el gobernador, frotándose las manos y diciendo repetidas veces: «¡Me alegro! ¡Me alegro!». El capitán, sin embargo, no mostraba participar en la satisfacción de su jefe, antes parecía compungido su semblante, de tal modo que el gobernador hubo de preguntarle la causa: «Es señor —dijo— que averiguados los nombres de los propietarios de los caballos, resulta que V. E. lo es de dos de los muertos». El gobernador se quedó un momento perplejo, y al no ocurrírsele qué objetar, repitió: «¡Me alegro!», pero con un tono tan discorde de la frase, que desde entonces empezaron a decir los que sufrían contrariedades: ¡Me alegro!..., como el gobernador de Cartagena. Tal es la explicación que con la firma C. F. D. apareció en El Averiguador Universal, n.* 21, de 15 de noviembre de 1879, pp. 325-326. Y a propósito del «¡Me alegro!», Melitón González refirió, en el ABC de 7 de octubre de 1918, la anécdota siguiente: «Estaba un jugador sempiterno en el tapete verde; apurados muchos recursos para que dejase de jugar, le dijeron que se había pegado fuego a su casa, y el jugador contestó sin moverse: “Me alegro por las chinches”». Me importa un bledo El Diccionario recoge las expresiones: No dársele a uno un bledo de alguna cosa: «mostrar indiferencia o desprecio hacia ella», y No importar o no valer un bledo alguna cosa: «ser insignificante». El bledo, según el mismo Diccionario, es una planta salsolácea, de tallos rastreros, que en muchas partes la comen cocida. www.lectulandia.com - Página 356 Æ Clemencín, en su nota 15 al cap. 69 de la 2.* parte del Quijote, dice que los bledos son una especie de berros. Covarrubias, en su Tesoro, escribe así: «Bledos. Hortaliza conocida: Hay dos especies de ellos, unos son blancos y otros rojos, modifican el vientre, son de suyo desabridos si no los guisan con aceite, agua, sal y vinagre y especias, y conociendo su calidad, una vieja no los quería comer, pero importunada, como los halló tan sabrosos con el guisado, comióselos todos sin dar parte a los que la habían convidado, y de allí adelante los buscaba y procuraba traer para guisar tales cuales, y de allí nació el refrán: «Regostose la vieja a los bledos, y no dejó verdes ni secos». Bledo, según las primeras ediciones del Diccionario de la Academia, es «cierta especie de berro silvestre, muy parecido a los ordinarios en el tamaño y forma de la hoja. Los hay blancos y rojos». Los diccionarios de mediados del siglo xIx definían el bledo como «planta anua de tallos rastreros, de medio pie de largo, con las hojas aovadas, de un verde oscuro, y las flores pequeñas y amontonadas, formando racimos. Cómese el bledo en muchas partes, y es desabrido y de poca sustancia». Me la has de pagar [Sufrir alguien el correspondiente castigo o la venganza de que se hizo más o menos merecedor]. Æ ¿A qué alude el pronombre la de esta frase tan usual y corriente? ¿A la mala partida? ¿A la mala acción de la persona a quien amenazamos? Julio Casares, en su Introducción a la lexicografía moderna (Madrid, 1950, pp. 240-241), hace notar el uso de los pronombres femeninos la y las en muchos de nuestros modismos, por ejemplo: La han tomado con él. Me la has de pagar. ¡Buena la has hecho! La emprendieron a palos. Dicen que se la pega a su marido. Y en plural: Se las da de valiente. No sé como se las compone. Lleva las de perder. ¡Allá se las arregle como pueda! ¿Cómo las estará pasando? Las está pasando moradas, etc. Y añade el insigne académico: «Esta aparente anomalía había que ponerla en relación con la formación de los colectivos femeninos como plurales de los nombres neutros, procedimiento que se remonta nada menos que hasta el indoeuropeo». Me lo ha contado un pajarito www.lectulandia.com - Página 357 Es dicho antiquísimo. En la Biblia y en el capítulo X del Eclesiastés se lee: «Ni en los secretos de tu cámara digas mal del rico, porque las aves del cielo llevarán la voz, y las que tienen alas harán saber la palabra». Æ En la «Historia de las dos hermanas», último cuento de Las mil y una noches, hay un pájaro verde que habla y revela al sultán el verdadero origen de los príncipes Bahman y Perviz y de la princesa Parizada. Una paloma blanca llegó volando desde Inglaterra a Roma en el siglo 1x y se posó en el altar de San Pedro, depositando un pequeño rollo de pergamino donde se refería el martirio que acababa de sufrir San Kenelm. Mearle a otro Expresión popular que significa aventajar a otro, superarle notablemente, vencerle en una competición. Æ Antiguamente se decía mearle la pajuela. Covarrubias, en su Tesoro, escribe: «Mearle la pajuela: género de desafío que usan los niños unos contra otros». Correas, en su Vocabulario de refranes, explica así el origen de esta frase: «Usaban los muchachos luchar, y a las tres caídas, el vencedor cogía una pajuela del suelo y la meaba, y con ella daba por la boca al vencido sin que lo viese, de este modo le afrentaba, y así en otras cosas». Pero la frase tiene, además del significado natural, otro figurado, más usual, que definió así el Diccionario de autoridades: «Aventajarse, sobresalir y exceder a otro en la ejecución de alguna cosa». Y este es el sentido de la frase en el pasaje de El Diablo Cojuelo: «Y diciendo y haciendo, se metió por esos aires como por una viña vendimiada, meando la pajuela a todo pajarote y ciudadano de la región etérea...». E igualmente en los siguientes versos de Lope (Los novios de Hornachuelos): EL REY ¿Sois los novios mal contentos que celebra este lugar? Llegad. No, no tengáis miedo. BERRUECO Somos, señor; pero sepa que hay otros dos en el pueblo que nos mean la pajuela, pues somos los dos con ellos. www.lectulandia.com - Página 358 Mearse fuera del tiesto Significa salirse de la discusión; decir o hacer un despropósito. Tiesto, que en muchas regiones españolas es sinónimo de maceta de barro cocido donde se plantan flores, en Castilla equivale a orinal, según el Diccionario. Mearse fuera del tiesto significa, pues, mearse fuera del orinal, y en sentido figurado, salirse de la discusión. J A propósito del orinal y del recipiente, añadiré que Bonilla San Martín, en una de sus notas a los Entremeses, de Cervantes, cita a Gutierre de Cetina, que en su Paradoja en loor de los cuernos escribe: «Un cuerno sirve de orinal a algunos oficiales en sus tiendas». Y añade Bonilla: «Oficial se emplea aquí en el sentido de aquel que ejercita una industria u oficio». Mejor es no meneallo Esta frase, que suele decirse cuando se desiste de hacer algo o de hablar de una cosa que puede traer malas consecuencias o producir agravios, constituye una variante de la de Peor es meneallo, que expliqué anteriormente y que usó Cervantes en el capítulo 20 de la 1.* parte del Quijote. Æ Tanto una como otra expresión aluden al arroz, o por mejor decir, a la paella. Cervantes, en el capítulo 37 de la 2.* parte del Quijote, le hace decir a Sancho: Será mejor no menear el arroz, aunque se pegue. Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, incluye la expresión proverbial Es mejor no menear el arroz, aunque se pegue, idéntica a la de Peor es meneallo, y que recomienda no recordar ni sacar la conversación de cosas enojosas o que puedan molestar. Mentir más que la Gaceta www.lectulandia.com - Página 359 Significa mentir mucho. Æ Según Bastús (La sabiduría de las naciones, serie 1.*, p. 269), comenzó a publicarse la Gaceta a principios del siglo xvi en Venecia, en forma de hoja suelta y manuscrita y con el título de Noticie Scritte, con motivo de la guerra que los venecianos sostenían contra el sultán Solimán Il, época en la cual Venecia era el centro de las negociaciones políticas de Europa, y el emporio del comercio. Se le dio luego el nombre de Gaceta de una pequeña moneda veneciana llamada gazetta, que valía unos dos dineros y que se pagaba primero por solo leer, y luego por cada pliego o número que después se hacían impresos. Cervantes, en el Viaje del Parnaso, se despide de los lugares de Madrid que le son más queridos. Y al aludir al Mentidero de la Puerta del Sol, dice: Adiós, de San Felipe el gran paseo, donde si baja o sube el Turco galgo como en gaceta de Venecia leo... Comentando lo cual, escribe Rodríguez Marín: «Uno de los más interesantes y socorridos temas de aquel tiempo era la bajada del Turco, siempre temida en el Mediodía de Europa, y alternativamente anunciada y desmentida por las gacetas italianas, en especial por las de Venecia, papelejos periódicos que se anticiparon en muchos años a las invenciones de los canards franceses y el renombrado “moro” de nuestro Ferreras, y por las cuales se empezó a decir “miente más que la gaceta”, inculpación que injustamente sufrió, aún en nuestros días, La Gaceta de Madrid». Añade Bastús que La Gaceta de Madrid empezó a publicarse en diciembre de 1667. Pero esto no es exacto. En el artículo de Miguel Medina publicado en la revista Alrededor del Mundo del 20 de agosto de 1903 y titulado «Los comienzos de la Gaceta» (donde aparece reproducida en fotograbado la primera página del primer número de dicho periódico) resulta que este data de 1660 y se titulaba «Relación o Gazeta de algunos casos particulares, así políticos como militares, sucedidos en la mayor parte del mundo hasta fin de diciembre de 1660». En el citado artículo dice Miguel Medina: «Comienzo por declarar que no sé cuándo empezó a cundir el dicho de mentir más que la “Gaceta”; pero aunque jamás lo hubiera oído, hubiérame bastado leer el primer tomo para tomar a broma ciertas noticias que en sus amarillentas páginas encontré... En el noveno número encuentro la primera mentira gorda. Dice así: “Prodigios que se han visto en Turquía. Avisan de Presbourg, corte del reino de Ungría, que se avía visto en el cielo una mañana, al tiempo que salía el Sol, junto a su circunferencia, una estrella o cometa muy refulgente... Y un poco desviado del cometa se veía un terrible alfanje de color encendido, y debajo una cruz con cuatro brazos muy claros y resplandecientes. Viéronse asimismo a la parte del Mediodía otros tres alfanjes menores que el primero: el uno parecía estar sobre el reino de Persia, el otro sobre el de Suecia y el otro sobre www.lectulandia.com - Página 360 la provincia de Dalmacia; y a poco rato se vieron otros tres alfanjes juntos ir en seguimiento de la Luna, que parecía ir huyendo de ellos a la parte del Poniente; y entre unos y otros alfanjes se oía estruendo de batalla, vozes y ruido militar en el aire por mucho espacio de tiempo...». (El articulista Miguel Medina reproduce en fotograbado, para que no haya duda, la página primera de la Gazeta número IX, donde aparecen estas peregrinas noticias). Durante más de un siglo y medio, la Gaceta de Madrid se nutre principalmente de las gacetas extranjeras, y como estas son muy aficionadas a noticiones como el que acaba de copiarse, la fama de la nuestra como embustera va en aumento. Con alguna frecuencia daba, sin embargo, noticias de España y de sus posesiones de ultramar, más o menos fantásticas. Cuando por guerras o por otras causas se interrumpen los correos del resto de Europa, los redactores de la Gaceta pasan los mayores apuros, porque no saben cómo llenar el periódico. Así ocurrió en los años 1793 y siguientes. Y lo bueno es que durante aquellas guerras y las que siguieran a ellas fue cuando la Gaceta acabó por consolidar su reputación embustera, porque los gobiernos no tenían escrúpulo alguno en mentir de la manera más descarada desde sus columnas. El padre Feijoo, en el tomo 8.* de su Teatro crítico (en el discurso 5.”, titulado «Fábulas Gazetales») trata de las anchas tragaderas que tenían los lectores de gacetas, en especial de las extranjeras, porque —según él— «no hay Gazetas más verídicas, y acaso ni aun tanto, como las de Madrid». Meter (o sembrar) cizaña Lo mismo que ocasionar disensiones o lanzar especies o noticias que inquieten a los que estaban tranquilos y enemisten a los que eran amigos. Æ Es una alusión a la parábola de Jesucristo que aparece consignada en el Evangelio de San Mateo 13, 24 y ss.: «El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena simiente en su campo. Pero al tiempo de dormir los hombres, vino cierto enemigo suyo y sembró cizaña en medio del trigo, y se fue...». La cizaña es una hierba semejante a la avena, que se cría junto al trigo y que le es muy nociva. El Diccionario la define como «planta gramínea cuyas cañas crecen hasta más de un metro. Se cría en los sembrados y la harina de su semilla es venenosa». www.lectulandia.com - Página 361 Meter en un puño Según el Diccionario, meter en un puño a uno significa «confundirlo, asustarlo, oprimirlo». Æ Correas cita las frases «meter en un puño: sujetar a uno», y «meter en un zapato: amenazando con valentía». Cejador, en su obra Fraseología, o estilística castellana (tomo II, Madrid, 1923), dice que es expresión metafórica que significa «atemorizar o dominar o avasallar tanto, que el otro se abata, achique y aoville de forma que pueda caber en el puño del que le atemoriza o le oprime». Meter la pata Según el Diccionario, significa «intervenir en alguna cosa con inoportunidad». Æ Esta frase, hoy tan corriente, no se usaba en el siglo xvn. Al menos, no aparece recogida ni por Covarrubias ni por Correas. Indudablemente, alude al hecho de meter la pata un animal, o la pierna un hombre, en algún barrizal o lugar inmundo. A título de curiosidad añadiré que, según Romualdo Nogués en su obra Cuentos, dichos, anécdotas y modismos aragoneses que da a la estampa un soldado viejo natural de Borja (Madrid, 1881), «meter la pata es dicho ofensivo para los hijos de Sestrica (Aragón), y tanto que no se les podría dirigir mayor insulto. Proviene esto de que en el referido pueblo hacen correr a las caballerías el día de San Antón alrededor de la imagen del santo abad, empeñándose los que las guían en que metan una pata por debajo de las andas». Meterle a uno las cabras en el corral Según el Diccionario, meterle a uno las cabras en el corral significa «atemorizarle, www.lectulandia.com - Página 362 infundirle temor». Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, cita la frase Meter las cabras en el su corral, y añade que significa «poner a uno miedo y apretarle en pendencia o con amenazas de daño en la persona o hacienda, a imitación del pastor que mete las cabras y ganado en el corral cuando tiene miedo del lobo, y cuando las guardas (los guardas del campo) las llevan presas al corral del concejo». Correas alude con esto último al prendimiento de las reses cuando han cometido daños en fincas de propiedad particular. En las primeras ediciones del Diccionario de la Academia, meter las cabras a alguno en el corral es frase metafórica y familiar que equivale a «convencerle, amenazarle o causarle miedo». Meterse a redentor ¿Quién te mete a redentor?, es frase que aplicamos a los que se entrometen imprudentemente a poner paz donde no los llaman, a los que tratan de remediar males y deshacer injusticias sin tener ninguna obligación de ello. Æ Las frases antedichas constituyen una alusión a Jesucristo y a la expresión proverbial: Jesucristo se metió a redentor y lo crucificaron, que también suelen repetir como excusa o subterfugio los egoístas cuando se trata de la reforma de abusos. Meterse de hoz y coz Locución adverbial que significa, según el Diccionario, «sin reparo ni miramiento». J Aparece empleado por Cervantes en el capítulo 45 de la primera parte del Quijote. Y por Quevedo en el Cuento de cuentos. Clemencín dice que «es expresión vulgar, que como tal se incluyó en el Cuento de cuentos, de don Francisco de Quevedo, y de esta clase hay infinidad usadas en nuestro estilo familiar, cuyo origen se pierde en las tinieblas de la antigiiedad...». Covarrubias, en su Tesoro y en el artículo Coz, escribe: «Entrarse en una cosa de hoz y coz es sin ninguna consideración; está tomado de los segadores, que echan la hoz a las mies, y dan por lo bajo una coz para quebrantarla, y segarla mejor». Unamuno —que desconocía esta interpretación de Covarrubias— trató de www.lectulandia.com - Página 363 explicar el origen de la locución que comentamos de manera muy diferente. En su ensayo La enseñanza del latín en España, escrito en octubre de 1894, escribe así: «Cuando se averigua que el vocablo hoz, usado en algunas regiones en el sentido de encañada, garganta o desfiladero (lo usa Pereda y es el sentido que lleva el apellido La Hoz), deriva del latín fauce, *garguero”, que es de donde sacamos el diminutivo hocico, y cuando se averigua que coz, es en latín calce, *calcañar o talón”, que ha cambiado en el uso corriente de significado por la misma razón que decimos dar un palo; averiguado eso, ¿no adquiere precisión la frase entrar de hoz y coz, es decir, “de hocico y de calcañal”, “de pies y de cabeza”?». (Unamuno, Ensayos, tomo 1.°, p. 139, Aguilar, Madrid, 1942). Según he comprobado, Unamuno sigue en esto la opinión de Correas, que en su Vocabulario de refranes escribe: «Entrar de hoz y coz. Entrar y meterse de rondón, abriendo las puertas a coces si es menester, como segando y cortando con hoz los estorbos; hoz parece puesto por consonante de coz, y parece venir de hocicar u hozar, que es empujar con el hocico». Apoyado en este texto de Correas —que es, a mi juicio, muy discutible—, Cejador, en su Fraseología (tomo 2.*), afirma que en la frase que comentamos «hoz no es la de segar, sino el buz o foz-ico (hocico)», y que entrar o meterse de hoz y coz significa entrar o meterse «todo el hombre, y brutalmente, de pies a cabeza, como brutos animales». Hay que advertir que para Correas de hoz y coz se dijo «para significar la libertad con que se entra y sale en una casa: metióse de hoz y coz». Meterse en camisa de once varas Meterse en asuntos que a uno no le van ni le vienen. J Parece averiguado que esta expresión tiene su origen en la ceremonia que se hacía en la Edad Media para adoptar a uno como hijo, consistente en que el padre adoptante metía al adoptado por la manga, muy holgada, de una camisa, y lo sacaba por el cabezón o cuello de esta, hecho lo cual le daba un fuerte beso en la frente. Así lo hizo —según cuentan— doña Sancha Velázquez para adoptar como hijo legítimo y heredero de sus estados al llamado Mudarra González, que había de ser, andando el tiempo, el vengador de sus siete hermanos, los siete infantes de Lara. Sucedía, a veces, que salían mal estas adopciones, y, por lo tanto, se aconsejaba al que trataba que lo adoptasen que no se metiera en camisa de once varas, es decir, que no se dejase adoptar por otro. De esta ceremonia de adopción nació el refrán Hijo ajeno, mételo por la manga y www.lectulandia.com - Página 364 salirse ha por el seno, y las expresiones Éntrale por la manga y sácale por el cabezón y Metedlo por la bocamanga y salirse os ha por el cabezón. Según J. Ribeiro (Frazes feitas), en portugués, meter-se em camiza de once varas significa correr y afrontar gran peligro. Alude al «coco» para amedrentar a las criaturas. Once es número indefinido, que significa «muchas», para dar a entender que se trata de una camisa muy larga. Ly dé Meterse en la boca del lobo. Oscuro como boca de lobo Meterse en la boca del lobo significa «meterse en grave peligro». O, como dice Ramón Caballero en su Diccionario de modismos, «caer inconscientemente en el lugar o con la persona que ofrece más peligro». Æ Según el portugués J. Ribeiro, en su obra Frazes feitas, alude esta expresión a la fábula de la cigüeña que metió el pico en la boca del lobo para sacarle un hueso, fábula que, según dicho autor, proviene de la India. Samaniego la expresó así: Sin duda alguna que se hubiera ahogado www.lectulandia.com - Página 365 un lobo, con un hueso atragantado, si a la sazón no pasa una cigieña. El paciente la ve, hácela seña, llega, y ejecutiva, con su pico, jeringa primitiva, cual diestro cirujano, hizo la operación y quedó sano. La cigiieña le pide al lobo que le abone su salario, y el ingrato lobo responde: —¿Tu salario? ¿Pues qué más recompensa que el no haberte causado leve ofensa y dejarte vivir, para que cuentes que pusiste tu vida entre mis dientes?... No obstante la opinión de Ribeiro, yo creo que las frases meterse en la boca del lobo, sacarle de la boca del lobo y escapar de la boca del lobo son metáforas pastoriles que aluden a la oveja, no a la cigüeña de la fábula. Por lo que hace a la vieja comparanza oscuro como boca de lobo o más oscuro que boca de lobo, que se aplica, generalmente a la noche cerrada y a la habitación lóbrega («Quedó la estancia como boca de lobo», se lee en el Quijote, parte 2.*, cap. 48), Sbarbi supone que alude al color sumamente oscuro que tiene por dentro la boca de dicho animal. Galindo (citado por Cejador en su Fraseología) afirma que no se dijo esta comparación por la boca del lobo, sino por la boca de su cueva, que de ordinario es así por los humazos de los cazadores que usan de ese modo para obligarle a que salga y matarle a la salida. Por último, Cejador en dos de sus obras: en el Tesoro de la lengua castellana (tomo L) y en su Fraseología (tomo I, p. 176), sustenta la extraña opinión de que el símil oscuro como boca de lobo proviene de lúbrico o lóbrico (al anochecer), y que la voz lóbrico se trocó en la de lobo. A mi juicio, oscuro como boca de lobo se dijo por la boca del lobo. Y el empeñarse en sacar de quicio las cosas y buscar otras alusiones es meterse en la boca del lobo. Meterse en un jardín En el argot teatral, meterse en un jardín es una frase proverbial que expresa el lío que se hace un actor en escena al no acertar a decir una frase, querer arreglarlo... y complicarlo más. www.lectulandia.com - Página 366 Se trata, pues, de una expresión similar a las de meterse en un laberinto, meterse en un berenjenal, írsele a uno el santo al cielo, etc. Æ No me ha sido posible averiguar su origen. Solo sé que se trata de una frase muy vieja en el lenguaje de entre bastidores, y que era popular en dicho ambiente a finales del siglo último. A propósito de ella, copiaré la historieta que refieren Asenjo y Torres del Álamo en su libro Mil y una anécdotas (Madrid, 1940, p. 93): «En el teatro Lara madrileño actuaba una compañía capitaneada por Ernesto Vilches. Se estrenaba una comedia del notable literato, ya fallecido, José López Pinillos, autor dramático y temible conversador por su fértil y fuerte ingenio. »El actor en cuestión... llevaba el papel “prendido con alfileres”, según la vulgar expresión, y el literato, con este motivo, había entrado en posesión de un miedo espantoso, por cuyo motivo permaneció en el saloncillo durante el estreno, pues la sola idea de asomarse un momento a la primera caja le aterraba. »En los dos primeros actos, el aludido actor “largó” varios “camelos”, y antes de empezar el acto tercero se le ocurrió la feliz idea de cambiar de apuntador, sin tener en cuenta que el culpable de las equivocaciones era él mismo. »En una escena de verdadero compromiso, y que el artista tenía poco estudiada, metióse en un verdadero laberinto, del que no consiguió salir. »El apuntador, que había cedido su puesto al otro, y que estaba entre bastidores, al presenciar aquello, marchóse al saloncillo, donde el autor, más nervioso que una gelatina, mascaba, que no fumaba, un puro de veinte. »Al ver al apuntador preguntole: »—¡Qué! Se ha metido ya en un jardín el bueno de Vilches, ¿verdad? »—¿En un jardín? —respondiole el apuntador—. Se ha metido en el Parque del Oeste, y sabe Dios cuándo saldrá». Meterse en un laberinto Meterse en una dificultad o enredo. Meterse en un negocio de difícil salida. Según el Diccionario, laberinto es «lugar artificiosamente formado de calles, encrucijadas y rodeos, dispuestos con tal artificio que, una vez dentro, sea muy difícil encontrar la salida». Æ Cuando se cita un laberinto célebre, todos aluden al de Creta, pero, según consigna Clemencín en la nota 18 del capítulo 9 de la primera parte del Quijote, hubo en la Antigüedad cuatro laberintos famosos: el de Egipto, el de Creta, el de Lemnos y el de Etruria. Dicen que Dédalo construyó el de Creta a imitación del de Egipto, por www.lectulandia.com - Página 367 mandato del rey Minos, para encerrar al minotauro, monstruo nacido de un toro y de Pasifae, mujer de Minos. Era ese laberinto un edificio en que la multitud de calles cruzadas, enredadas y envueltas unas en otras no permitía la salida al que una vez entraba. Teseo se atrevió a entrar en él para matar al minotauro, y volvió a salir; pero fue auxiliado del hilo que le había dado Ariadna, hija de Minos, para que, fijándole en la entrada, pudiese guiarle a la vuelta. Y añade Clemencín: «En nuestros jardines es juguete común el remedar con Calles de arbustos las vueltas, revueltas, errores y dificultad de salir de los antiguos laberintos». Mojar la oreja de otro con saliva Acción, denominada mojadilla, que es tenida por injuriosa. J La amenaza ¿A que te mojo la oreja con saliva? y su realización da lugar — escribe Bastús (Sabiduría, 1.* serie, p. 156)— a frecuentes lances y reyertas entre la gente baja en algunos puntos de España, particularmente en Andalucía. «Hay quienes suponen que esta acción sea para humillar al provocado, suponiéndole hombre de poco valor, un niño, como los que en general se bautizan, parodiando sacrílegamente uno de los ritos que practica la Iglesia en el acto de administrar el sacramento del bautismo; es decir, cuando el sacerdote, mojando su dedo pulgar con su propia saliva, toca la oreja del catecúmeno, diciendo al mismo tiempo epheta, esto es: ábrete, para oír las verdades de la religión». Esta explicación de Bastús no me convence. El mojar la oreja constituye una burla u ofensa procedente de los juegos infantiles de antaño, y no creo que tenga su origen en una parodia sacrílega del sacramento del bautismo. El Diccionario de autoridades de la Real Academia dice así: «Mojar la oreja. Frase que vale haber vencido a otro. Tiene principio de que cuando un muchacho ha derribado a otro, le moja la oreja por burla». Morder el polvo El Diccionario académico (ed. de 1970) incluye la expresión hacer morder el polvo a uno, con el significado de «rendirle, vencerle en la pelea, matándole o www.lectulandia.com - Página 368 derribándole». Hacer morder el polvo a otro significa también humillarle, vencerle. Y morder el polvo equivale a humillarse, a darse por vencido. Æ La expresión es muy antigua. Los caballeros de la Edad Media, cuando se sentían mortalmente heridos, tomaban un puñado de tierra y lo mordían, como beso postrero a la madre Tierra, que los había sustentado y que ahora iba a recibirles en su seno. Morirse de risa Reírse mucho y con ganas. Esta expresión exagerativa tan usual se ha producido realmente en muchas ocasiones. Æ Copiaré algunos casos de individuos muertos de risa que he ido recogiendo en mis lecturas. En el libro de Jacinto Octavio Picón Apuntes para la historia de la caricatura (Madrid, 1877, pp. 16-17), leí esto: «Cuéntase de Jeuxis que murió de un ataque de risa ocasionado por la contemplación de una ridícula y deforme figura de vieja que había pintado». Y comenta el autor: «La anécdota de la vieja de Jeuxis prueba con cuánta gracia debían satirizar los maestros griegos». (Picón se refiere al pintor griego Zeuxis). Otro de los muertos de risa lo fue el famoso adivino Calcas. En cierta ocasión le dijo un mendigo que nunca bebería vino de su propia viña. Calcas no hizo caso de la predicción, y cuando logró hacer vino de su cosecha, hizo buscar al mendigo y se burló de su fallida profecía con tales risotadas, que se le rompió una vena y murió antes de haberse llevado la copa a los labios. Diógenes Laercio, en su célebre obra Vida de filósofos ilustres, al hablar de Crisipo, discípulo de Cleantes y autor de 705 libros, escribe: «Algunos dicen que murió de risa, pues habiendo comido un asno ciertos higos, dijo a su vieja que le diese de beber vino generoso detrás de los higos, y así, suelto en carcajadas, murió». Según Valerio Máximo, quien murió de risa al ver a un asno comerse unos higos que estaban en un poyo fue el filósofo Filemón. Plinio recoge la creencia tradicional de que Filemón y Filistro, poetas ambos, murieron de una gran risada. Y Luciano de Samosata detalla el trágico fin de Filemón en estos términos: «Filemón, poeta cómico, estando tumbado en la cama, descansando como anciano de noventa y siete años, vio que un asno le comía los higos que le habían dispuesto, y dio con esto tales carcajadas, que llamando al criado para que le propinase también (al asno) un trago www.lectulandia.com - Página 369 de vino por temor de que le diese algún cólico, murió sofocado de risa». Leí en otro lugar que al poeta italiano Pedro Aretino, en ocasión en que escuchaba el relato de las galantes aventuras de uno de sus hermanos, le cayó tan en gracia lo que se le refería, que tuvo un ataque de risa verdaderamente loca. Riéndose a carcajadas que le hacían agitarse violentamente, se cayó del sillón, con tan mala suerte que se mató. Un caso contrario, de escapar a la muerte a causa de la risa, lo refiere Correas. En su Vocabulario de refranes, del primer tercio del siglo xvi (ed. de 1924, p. 509), al comentar el dicho «Vivió porque rio de lo que vio», Correas cuenta el caso siguiente: «Moríase un obispo de una apostema en la garganta, y los criados despojaban la casa por miedo de que viniese embargo y coletor que lo llevase todo, y sacaron hasta la colcha de la cama, platos y vasijas; una mona que lo veía atenta, imitando lo que miraba, saltó sobre un aparador o mesa a unas ollas y metió la cabeza dentro de una y salió saltando con ella; violo el obispo, y diole tan gran risa de ver esto, que con la fuerza que puso reventó la apostema en breve y quedó por proverbio: “Riendo sanó, porque rio de lo que vio”». Muchos son los llamados, y pocos los escogidos Este refrán español es mera traducción de la sentencia evangélica Multi sunt vocati, pauci yero electi, que escribió San Mateo en el capítulo 20 de su Evangelio. www.lectulandia.com - Página 370 Nadie diga: «De esta agua no beberé» Refrán que, según Correas, «avisa de las vueltas que da el mundo». Con él suele significarse que ninguno sabe lo que le sucederá el día de mañana y que nadie está libre de que le acontezca lo que a otro. Aconseja también que, sea cual fuere la condición de una persona, no debe aventurarse a asegurar que no se servirá nunca de una determinada persona o cosa. Æ Según Bastús (Sabiduría de las naciones, 2.” serie, p. 78), alude a la aventura de un borracho que, jurando sin cesar que no bebería agua de una fuente, terminó sus días ahogándose en su pilón. Esta anécdota se lee en el Ariosto: Come velen e sangue viperino, Pacqua fuggia, quanto fuggir si puote. Or quivi muore, e quel che piú l*annoia. El sentir che nell?acqua sene muoia... (Huía del agua como de un veneno, como de la sangre de una víbora; sin embargo, murió, y su mayor sentimiento fue morir en el agua). Nadie es profeta en su tierra [Dicho que hace referencia a la dificultad de que alguien triunfe en su lugar de nacimiento o residencia]. Æ Es sentencia que dijo Jesucristo, estando explicando la ley en la sinagoga de Nazaret, pueblo de Galilea, en el que se había criado, al ver que sus compatriotas, www.lectulandia.com - Página 371 lejos de aprovecharse de la ocasión que el Señor les ofrecía, le despreciaban, ya por creerle hijo de un pobre artesano, ya porque no había hecho sino muy pocos milagros en Nazaret, cuya ingratitud conocía. Así aparece en el Evangelio de San Mateo (13, 57) y en el de San Juan (4, 44). Es probable que Cristo hubiese utilizado un proverbio hebreo antiguo. San Juan, en el pasaje citado, dice que «el mismo Jesús dio prueba de que el profeta en su tierra no tiene honra», es decir, que no es comprendido ni ensalzado por sus paisanos. El dicho se repite hoy en francés y en inglés: Nul n'est prophéte dans son pays. A prophet is not without honour save in his own country, frase esta última que es copia textual de las palabras de San Mateo. Los árabes dicen: El sabio es en su patria como el oro oculto en la mina. ¡Naranjas de la China! Según el Diccionario, la naranja china es una variedad de la naranja, cuya piel es lisa y delgada. Y la interjección ¡naranjas! denota asombro. Æ Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, consigna la expresión Todo eso es naranjas de la China como «manera familiar de negar lo que otro dice». Según esta última expresión, las naranjas de la China son consideradas como cosa fantástica. Y, sin embargo, es muy posible que la naranja proceda de la China. Justo Gárate, en su obra Cultura Biológica y Arte de Traducir (Buenos Aires, 1943), escribe: «La naranja es asiática, y probablemente de la China, como lo recuerda el nombre alemán Apfensinen o manzana de la China; y aun la locución burlona española de Naranjas de la China. Otro nombre alemán (de la naranja) es el de Pomeranzen, en que pome son manzanas. Pero ya parece eran conocidas de los hebreos, cuando el tapponakh de la Biblia en el Cantar de los Cantares (VII, 8) es más bien naranjo que manzano, según Zimmermann y Pérez». Según leí en el libro de Adolfo de Castro Estudios prácticos de buen decir y de arcanidades de la lengua española (Cádiz, 1879), los moros llaman t'chinate a las naranjas. Negro como la endrina www.lectulandia.com - Página 372 Alude esta antigua comparación al fruto —pequeño, negro y áspero— del endrino o ciruelo silvestre. Æ Covarrubias, en su Tesoro, escribe: «Endrina. Una especie de ciruelas de que hay abundancia en muchos lugares de España; es fruta muy sana y sabrosa, y por ser negras hacen comparación de ellas, diciendo: Es negra como una endrina». Ni cenamos ni se muere padre Desconozco la historia o historieta que dio origen a esta popular frase. Me figuro que la habría dicho algún chiquillo o algún tonto en la doble ocasión de tener mucha hambre y de estarse muriendo el autor de sus días. Solo un chico o un simple es Capaz de expresar su impaciencia con tan brutal sinceridad y con tal falta de sentimiento. De todas formas, se trata de un dicho antiguo. Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, incluye la expresión: Ni comemos, ni se muere padre; todo el año hambre; con esto fuese a la olla el mozuelo. Y añade Correas: «Es (dicho) de la Andalucía: todo el año hambre y no se muere padre». Ni chicha ni limonada La expresión no ser una cosa ni chicha ni limonada significa, según el Diccionario, no valer para nada. También se usa en el sentido de «no ser una cosa ni otra». Æ Aunque la palabra chicha es la voz que desde antiguo emplean los niños para designar la carne comestible, chicha es, también, según la Academia, «bebida alcohólica, que resulta de la fermentación del maíz en agua azucarada». De esta bebida, muy usual en los países de América Central y del Sur, proviene el dicho que comentamos. En un artículo de Agustín de Foxá (ABC del 13 de marzo de 1951), leí que en La Paz (Bolivia) hay chicherías y que en los días de Carnaval las máscaras andan locas, borrachas de chicha. En el libro Baraja de Chile, de Oreste Plath (Santiago de Chile, 1946), se habla de la chicha, que, según algunos, era conocida antes del descubrimiento de América, y que se preparaba poniendo a fermentar en agua, cebada, maíz tostado, piña y www.lectulandia.com - Página 373 panocha, y añadiendo especias y azúcar. Su sabor era el de una sidra de inferior calidad. Ni chica ni limonada Ni están todos los que son, ni son todos los que están En ninguno de los refraneros, diccionarios y repertorios de frases que conozco he visto recogido este aforismo en verso, alusivo a los locos y al manicomio, que tan frecuentemente aplicamos, en forma de representación cariñosa, a los que cometen locuras o dan muestras de no estar en su sano juicio. Æ Todo hace suponer que se trata de una expresión moderna y que los dos versos octosílabos de que consta proceden de alguna cuarteta, cuya primera mitad cayó en el olvido, y que diría así, poco más o menos: En esta triste mansión para enfermos del «desván» ni están todos los que son, ni son todos los que están. www.lectulandia.com - Página 374 Deseando confirmar esta suposición, consulté el caso con mi amigo y colega Vicente Vega, el cual me contestó lo siguiente: «Presumía que el dicho en verso dimanaba de la sabiduría popular, y así me lo confirman varios expertos. Rodríguez Marín lo cita con alguna frecuencia, sin indicar nunca la fuente. El doctor Vallejo Nágera, catedrático de Psiquiatría y escritor, a quien he transmitido su consulta, me dice lo siguiente: “Los leí (los versos en cuestión), siendo estudiante, en un merendero situado enfrente del manicomio de Valladolid, sin duda copiados de alguna parte. He visitado la casi totalidad de los manicomios españoles, y en ninguno de ellos he visto escritos los versos que me cita”». Después de haber escrito lo que antecede para la segunda edición de este libro, tuve la suerte de encontrar, donde menos podía esperarlo, el origen del famoso aforismo. Se trataba, como yo sospeché, de una cuarteta mutilada. Realicé mi hallazgo leyendo el libro de Francisco Flores García titulado Memorias íntimas del teatro (Valencia, sin fecha, p. 128), en el cual, y en el capítulo titulado «Los maniáticos de la literatura», dice el citado autor: «Respecto a la locura, me atengo a lo que Campoamor hace decir a un alienado en su famosa comedia, injustamente olvidada, Cuerdos y locos: Pues, como dice el refrán, en esta santa mansión ni están todos los que son, ni son todos los que están. En esta comedia, Campoamor planteaba el problema: «¿Dónde acaba la razón y dónde empieza la locura?», según leí en el libro de Luis Montoto titulado Por aquellas calendas. Vida y milagros del magnífico caballero Don Nadie, Madrid, 1930. El autor de las Doloras alude a un refrán, lo que hace suponer que él puso en verso un aforismo antiguo. Sin embargo, es posible que lo del refrán se lo hubiera inventado para aconsonantar con el «están». Lo indudable es que Campoamor, en la comedia aludida, dio forma al dicho, convirtiéndolo en frase proverbial que ha llegado hasta nuestros días. Ni rey ni roque Esta frase, que equivale a nadie, dicho con encarecimiento, está tomada del juego del ajedrez y de las dos piezas que tienen o tenían estos nombres. Roque era la pieza que hoy llamamos torre. www.lectulandia.com - Página 375 Æ Clemencín, en sus Notas al Quijote, dice que se usa «para excluir todo género de personas, aun las de mayor consideración, como son las piezas del rey y del roque en el ajedrez». Rodríguez Marín dice comentando el Quijote: «hacen mal los que escriben roque con mayúscula, como si se tratara del nombre del santo llagado que tiene el perro a los pies y es abogado contra la peste». Cervantes, en el Quijote, dice, por boca del barbero: «... doy la palabra... de no decir lo que vuesa merced dijere a rey ni a roque, ni a hombre terrenal». Covarrubias, en su Tesoro, escribe: «Roque. Una pieza de las del juego de ajedrez, que significa la fortaleza que se levanta y edifica en la frontera de los enemigos, y así están puestos los roques en las dos casas extremas que hacen esquinas». En Las quinientas apotegmas, de Luis Rufo (1640-1646), leí lo siguiente: «Quejábase un caballero de que un hermano (suyo) que era obispo, si bien era menor que él, jugábase (como dicen) el hermano mayor; y le respondió: “Sí, señor; porque tanto va de capa a roquete como de peón a roque”». En esta misma obra se habla de la diferencia entre dama y roque, con alusión también al juego de ajedrez. Del llamar roque a la torre proviene el verbo enrocar, que significa, según el Diccionario, «mover el rey hacia una de las torres y pasar esta al otro lado del rey». El Diccionario de autoridades (1726-1739) dice: «Enrocar. En el juego de ajedrez, es mudar la pieza llamada rey de su lugar, al mismo tiempo que uno de los dos roques, y asegurarla y resguardarla con ellas». Y a propósito del ajedrez, hay lingüistas que sostienen que nuestro verbo matar, cuyo origen ha sido siempre muy controvertido, viene del mate del ajedrez, que es, como jaque, de abolengo persa. Jaque parece ser la misma palabra que Shah, nombre del soberano de Persia, y equivale a rey. Jaque es, pues, rey. Y dar jaque mate es matar al rey. El mismo origen persa tienen algunas de las piezas de este juego, por ejemplo, alfil (de Phil), roque o castillo (de Roc), y alférez, ferez o caballo (de Pharas). En España el juego del ajedrez se introdujo entrada la segunda mitad del siglo XI, durante el reinado de Alfonso X el Sabio. No contar con la huéspeda Frase que significa «salirle a uno fallido un plan, por encontrarse con alguna dificultad imprevista e inesperada». Æ Según el Diccionario de modismos, de Ramón Caballero, es «expresión www.lectulandia.com - Página 376 familiar con que se denota el chasco de un individuo, cuando no ha previsto el mal que se le viene encima». En la revista El Averiguador (tomo III, Madrid, 1876, p. 121), leí lo siguiente acerca de la misma: «No contar con la huéspeda. — Algún pupilo debió de quererse ir de la casa donde vivía sin pagar antes el pupilaje, a cuya fuga se opondría naturalmente la pupilera o huéspeda, con quien no había contado el mal pagador, y de aquí la frase, pues no debemos olvidar que huéspeda en castellano literario significa hospedadora, mientras en el usual quiere decir hospedada». Galindo (c. 1175), citado por Cejador en su Fraseología (tomo I, p. 383), dice que hacer la cuenta sin la gúéspeda significa «obrar sin advertir el inconveniente o daño que pueda resultar; díjose del caminante que no mira si tiene para pagar el gasto de la posada». En la Comedia Eufrosina se lee (3, 2): «Hacéis vos la cuenta sin la gijéspeda; guardad no os salga al revés». En todos los diccionarios, comenzando por el llamado de autoridades y terminando con el actual, la palabra huésped tiene, a la vez que el significado de «persona alojada en casa ajena», el de «persona que hospeda en su casa a uno» y el de «mesonero». Julio Casares, en su obra Crítica efímera (Madrid, 1919, tomo I) y en el capítulo titulado «Huéspeda», dice: «El uso de huésped en el sentido de “hospedar” es tan frecuente en la literatura española, que es casi un pecado gastar tiempo y papel en hacer citas: sin salir de las Novelas ejemplares, de Cervantes, y de la Vida del Buscón, de Quevedo, se hallarán cuantos ejemplos se deseen». Entre las diversas citas de autores clásicos y modernos que copia Casares, figura esta de Covarrubias en su Tesoro: «Guesped, el forastero que viene a nuestra casa o a nuestro pueblo, y güesped el mesonero, o el que tiene casa de posadas, y güespeda la mesonera, o la que acoge en su casa y tiene camas de posada». No dar pie con bola Expresión que, según el Diccionario, significa «equivocarse muchas veces seguidas». Æ Julio Casares, en su magistral Introducción a la lexicografía moderna (Madrid, 1950, pp. 237-238), dice acerca de esta popular locución: «No se trata del que pretende dar con el pie a una bola (al estilo del futbolista), pero que no consigue chutar. »En la época clásica, la locución era salir pie con bola y se aplicaba al que había www.lectulandia.com - Página 377 escapado de alguna empresa sin ganar ni perder (hoy se dice salir a pre y salir pata). »Pie con bola nada tiene que ver con el pie del hombre y procede del juego de naipes. »Pie o postre era el jugador a quien correspondía echar carta en último lugar, por oposición al primero, llamado mano; y la bola era, y es, un lance particular del hombre o tresillo, en el que el jugador puede ganar el juego aunque pierda las bazas necesarias para hacer bola, o sea que lo que pierde por un lado lo gana por otro, que es justamente lo que significaba pie con bola. »La jugada de que estamos hablando —añade Casares— no tiene que anunciarla el jugador, porque en cuanto echa carta para la sexta baza ya está visto que aspira a bola; está jugando a bola vista, otro modismo que, en sentido figurado, equivale a “descubiertamente, a las claras”. »La idea de equilibrio entre pérdida y ganancia o entre debe y haber que corresponde a pie con bola la expresa Covarrubias de este modo: “ir muy ajustado en el gasto”; y Correas la completa: “Cuando el dinero u otra cosa llega y no sobra”. »Se ha quedado muy lejos —termina Casares— aquel objeto esférico dispuesto para recibir puntapiés». A lo dicho por Casares, añadiré que Correas, en otro pasaje de su Vocabulario de refranes, incluye la expresión «A pie con bola. lr y llegar a la par». Y que Seijas Patiño, comentando a Quevedo, escribe: «Dar pie con bola. A lo justo y cabal, rasamente; tal vez (provenga) de algún juego antiguo. Hoy se dice no dar pie con bola, por estar desacertado y poco feliz». En las primeras ediciones del Diccionario de la Academia se cita la locución adverbial Pie con bola, añadiendo que significa «justamente, sin obrar ni faltar nada». Y no aparece consignado el de No dar pie con bola, que debió de difundirse en el siglo último. Según el Diccionario de autoridades, pie con bola es «frase adverbial», que significa justamente, sin sobrar ni faltar cosa alguna. De ordinario se le junta el verbo venir: y así se dice Vino pie con bola. En otro lugar añade que pie «se llama en el juego el último en el orden de los que juegan, a distinción del primero que es el mano». Que la frase quedar o salir con bola puede tener aplicación en el juego del tresillo parece indudable, y Casares lo demuestra. Falta saber si el juego del tresillo, llamado antiguamente hombre, se usaba en los siglos XVI y XvVHu y si en aquel entonces denominaban bola a un determinado lance del juego. Para Covarrubias, bola no significa más que «la esfera sólida y redonda; comúnmente se entiende por esta la de palo con que se juega a los bolos». Y «de bola se dijeron bolos, juego ordinario en España». ¿No será —digo yo— el pie con bola un lance del antiguo juego de bolos, que aludirá a la bola y al pie humano como instrumento de medida? El Diccionario histórico de la Real Academia (Madrid, 1936) dice que bola es «juego que consiste www.lectulandia.com - Página 378 en tirar con la mano una bola de hierro, a pie quieto, o de carrera, según conviene, y en el cual gana el jugador que al fin de la partida ha pasado con su bola más adelante». Y añade esta cita: «Los mozos jugaban a la bola por los campos» (Guevara, Reloj de Príncipes, 1658, p. 92). Casares supone que el modismo a bola vista nació del mismo juego de naipes que dio origen al de pie con bola. Y, sin embargo, Correas, en su Vocabulario de refranes (parte 2.*), le hace provenir del juego de bolos. Dice así: «A bola vista. Es juego de tirar la bola y que se vea adónde queda parada; acomódase a las cosas que se hacen a la vista de ojos, o que van a la vista». La expresión a bola vista la emplea Mateo Alemán en su Guzmán de Alfarache (parte 1.*, libro 1.*, cap. 7): «Son... de casta de porquerones, corchetes o velleguines y, por consiguiente, ladrones..., y los que roban a bola vista en la república». Que los modismos pie con bola, salir o quedar pie con bola provienen de un juego antiguo es indudable. Que el juego fuese de naipes o de bolos es discutible. Lo que no tiene explicación es la expresión moderna no dar pie con bola, en el sentido de «equivocarse muchas veces seguidas». A mi modesto juicio, se trata de una transformación del modismo pie con bola, tomado en su sentido literal del pie humano y de la bola de madera o de hierro. No dar su brazo a torcer Según el Diccionario, no dar uno su brazo a torcer significa «mantener con entereza u obstinación el propio dictamen o propósito». Y dar uno su brazo a torcer equivale a «rendirse, desistir de su dictamen o propósito». Ambas son expresiones antiguas, pero siempre se empleó más la primera, hasta el punto de que ni el Diccionario de autoridades ni las primeras ediciones del Diccionario de la Real Academia incluyen la segunda. Æ Cejador, en su Fraseología (tomo 1.*, p. 193), apunta la opinión de que ambas provienen «del jugar a vencer a pulso con el brazo, apoyando el codo y cogidas las manos los dos». Una cita de fray Diego de Vega —«No dará a torcer nadie su brazo ni concederá la ventaja a su padre»— apoya esta suposición. Por otra parte, los significados de ambas frases: mantenerse con entereza (no dando su brazo a torcer) y rendirse o desistir de su propósito (dando a torcer su brazo) parecen aludir al juego de pulsear, en el que dos personas, puestos los brazos en ángulo, asidos por su mano derecha y apoyados los codos en una mesa, luchan «a pulso» por torcer o doblar el antebrazo del contrario, hasta hacerle tocar la mesa con www.lectulandia.com - Página 379 el puño. (Véase Luchar a brazo partido). No dejar roso ni velloso El Diccionario incluye el modismo A roso y velloso en el sentido de «totalmente, sin excepción». Æ Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana (1611) y en la palabra roso, escribe: «Roso es lo mesmo que rojo, y dícese de la fruta que está ya madura y ha tomado su color rojo; ponemos el ejemplo en el melocotón y en el membrillo, porque antes de madurar están cubiertos de vello, y de aquí nació una frase castellana: No dejar roso ni velloso, que es llevarse lo maduro y lo que está por madurar; tal es la condición de la muerte, que se lleva niños y viejos». Bastús, en La sabiduría de las naciones (2.* serie, p. 153), copia la opinión de Covarrubias, sin citarlo, y dice que no dejar roso ni velloso es lo mismo que «arramblar con todo, llevarse todas las cosas, sin distinción de buenas o malas, verdes o maduras». Sin embargo, la explicación más lógica de la expresión que nos ocupa es la que expone Fernando del Pulgar en su Glosa a las coplas de Mingo Revulgo, donde, al comentar la copla XXIV —Yo soñé esta trasnochada / de que estoy estremuloso, / que ni roso ni velloso / quedará de esta vegada—, escribe: «Que ni roso ni velloso. Quiere decir que ni los chicos ni los grandes carecerían del infortunio que se le aparejaba a todos continuamente». Para Fernando del Pulgar, escritor de finales del siglo Xv, roso significa rasurado o imberbe, y velloso, barbudo. Juan Martínez de Barros, en su Glosa a las coplas de Mingo Revulgo, obra de 1564, pone raso en lugar de roso en el verso citado, y explica que la frase ni raso ni velloso quiere decir «que chicos y grandes perecerán con sus haciendas». Tanto para Fernando del Pulgar como para Martínez de Barros, roso o raso equivale a «imberbe». De la misma opinión es Ramón Cabrera, que en su Diccionario de etimologías de la lengua castellana (Madrid, 1837) escribe: «Roso y velloso. Modo adverbial. Todo, sin exceptuar alguna cosa. Roso en esta locución se toma en un sentido contrapuesto a velloso, y, por consiguiente, significa raso, terso, lo que no tiene pelo». Para el lexicógrafo Cuervo, «primeramente se dijo raso, pero el pueblo lo deformó y dijo luego roso para hacer consonante con velloso». Sbarbi, en su Refranero general español (tomo IV, Madrid, 1876, p. 67), conocedor sin duda de la variante de Martínez de Barros, dice: «La citada locución www.lectulandia.com - Página 380 hubo de enunciarse en un principio de esta manera: a raso y velloso, habiéndola adulterado más adelante el vulgo, según hoy se usa, por efecto del consonante. Y a creerlo así nos induce la disparidad tan notable de significación que existe entre los términos componentes de dicha frase; pues sabido es que roso equivale a rojo; y raso a imberbe, atendida la correlación de las palabras en esta ocasión». Morel Fatio, que publicó una erudita nota sobre la expresión que comentamos en el Bulletin Hispanique (tomo IV, 1902, p. 257), tras de copiar los anteriores testimonios, termina así: «Se ve que, aun admitiendo que en la frase citada roso equivale a raso, Sbarbi se inclina todavía por el roso = rojo de Covarrubias. Yo voy más lejos que él. Yo estimo que mientras no se hayan producido ejemplos de roso empleado aisladamente en el sentido de rojo, la palabra debe ser mirada como un monstruo y como no existente por ella misma». Morel Fatio sostiene que roso es una deformación de raso, sin otra justificación que la del consonante o sonsonete. Y que antiguamente se dijo a raso y velloso (a imberbes y a barbudos), único modo de que la frase tenga explicación, siendo, por tanto, falta de fundamento la opinión de Covarrubias y la de todos los que le han seguido. Por lo tanto, concluimos que la frase no dejar roso ni velloso es corrupción de la de no dejar raso ni velloso, y significa «no dejar chico ni grande», no dejar imberbe ni barbudo. Morawski, en su artículo Les formules rimées de la langue espagnole (publicado en la Revista de Filología Española, año 1927, tomo XV, pp. 113-133), cita el modismo castellano Ni raso ni velludo, y el francés Ni chauf ni chevelu. No dejar títere con cabeza Expresión con que se pondera la destrucción o desbarajuste total de una cosa. Así la explica el Diccionario. Según el mismo Diccionario, títere es el «muñeco o figurilla vestida y adornada que se mueve con alguna cuerda o artificio». Æ Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, dice que títeres son «ciertas figurillas que suelen traer extranjeros en unos retablos, que mostrando tan solamente el cuerpo de ellos, los gobiernan como si ellos mismos se moviesen, y los maestros que están dentro, detrás de un repostero y del castillo que tienen de madera, están silbando con unos pitos, que parece hablar las mismas figuras; y el intérprete que está acá fuera declara lo que quieren decir, y por que pito suena ti ti, se llaman títeres». Don Quijote, al arremeter contra el retablo de Maese Pedro, hizo realidad lo de no www.lectulandia.com - Página 381 dejar títere con cabeza. Además de esta frase, perdura en el habla popular otra, no incluida por la Academia, y es la de Dársela a uno por boca de títere. El no dejar títere con cabeza alude, pues, a los retablos de títeres antiguos, a lo que hoy llamaríamos teatro guiñol o teatro de marionetas. No es de bravo señal buena, toro que escarba la arena Refrán taurino que no exige explicación especial. Sabido es que escarbar, echar la cara al suelo, brincar, cangrejear, andar de costado, etc., son señales de recelo y cobardía de los toros. En alguna ganadería, cuyos cornúpetas fueron en tiempos muy escarbadores, hay tal horror a este defecto, que en cuanto una novilla en la tienta escarba un par de veces, va al desecho. Así se ha conseguido eliminar casi por completo este defecto. Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, no cita esta expresión, pero sí varias de la misma índole y significado, como las de: No es nada la meada, y calaba siete colchones y una frazada. No es nada la meada, y calaba siete colchones y una manta, y hacía campanitas en el suelo. No es nada la meada: calaba siete colchones y nadaba un buey debajo. No es nada, que del humo llora. No es nada, sino que matan a mi marido. No es nadilla, y llegábale a la rodilla. El padre Isla, en su famosa obra Fray Gerundio de Campazas, al hablar del sermón que fray Gerundio predicó en su pueblo, cita el dicho No es nada lo del ojo, y llevábalo de fuera. ¡No es nada lo del ojo! Expresión que empleamos cuando alguien da poca importancia a algún hecho que la tiene, y grande. La frase completa es: ¡No es nada lo del ojo... y lo llevaba en la mano!, manera de ponderar por antífrasis algún grave daño. Alude a algún personaje que perdió el ojo, por accidente o en pelea, y que, llevándolo en la mano, a la vista de todos, trataba de quitar importancia al gravísimo www.lectulandia.com - Página 382 percance. No es oro todo lo que reluce Este refrán tan viejo y tan popular, que no aparece incluido en el Diccionario de la Real Academia Española y que se halla en casi todas las lenguas modernas, es la traducción del proverbio latino Non omne quod nitet aurum est. Indica que no hay que fiarse de las apariencias. Æ Correas, en su Vocabulario, cita los refranes No es todo oro lo que reluce y No es todo oro lo que reluce, ni harina lo que blanquea. No es por el huevo, sino por el fuero Es decir, por la materialidad del tributo, sino por defender mi fuero, mi derecho. Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, incluye este y comenta: «Dicen que el huevo fue tributo de la gente pobre, y algún hidalgo, defendiendo su fuero, dijo el refrán». Covarrubias, en su Tesoro (palabra güevo), escribe: «No es por el güevo, sino por el fuero. Impuso un señor a sus vasallos por reconocimiento (el tributo de) un giievo, y ellos pleiteáronlo y gastaron sus haciendas en defenderse, y diciéndoles que cómo por tan poca cosa aventuraban tanto, respondían que no lo hacían por el güevo, sino por el fuero». Sbarbi, sin citar estos dos testimonios, explica así el origen de esta locución (Gran diccionario de refranes, p. 500): «Atribúyese comúnmente su origen al suceso siguiente: Siendo alcaide de Toledo don Esteban de Illán (principios del siglo x11), se le ocurrió al rey don Alfonso VIII imponer cierto tributo sobre aquella capital, cobradero en huevos de gallina, a lo que se opuso aquel esforzado caballero. Habiéndole manifestado el monarca su extrañeza, por tratarse de contribución tan exigua, contestóle el alcaide que, lejos de negarse el pueblo toledano a subvenir al alivio del erario real, se hallaba dispuesto a contribuir con donativos mucho más crecidos, pero siempre con el carácter de espontaneidad y nunca con el de imposición de orden superior, pues en esto último se atacaba a sus privilegios, franquicias y exenciones; en una palabra: que al comportarse así, lo hacía no por el huevo, sino por el fuero». www.lectulandia.com - Página 383 Según Rodríguez Marín, la frase que comentamos, divisa del linaje de los Tafures, provino de que cierto cura de Toledo pedía a una vieja que le pagase un huevo de los de su gallina como diezmo, y no queriendo hacerlo la vieja, por creer que gozaba de fuero que la eximía de tal pago, le dijo al cura esas palabras. (Rodríguez Marín dio esta versión en su discurso Los refranes, leído ante la Real Academia Sevillana de Buenas Letras el 8 de diciembre de 1895, advirtiendo de que la había recogido del Comentario de la conquista de la ciudad de Baeza y nobleza de los conquistadores della, fecha por Ambrosio Montesino, clérigo). Cejador, en su Fraseología o estilística castellana (tomo 2.°, Madrid, 1923), coincide con Sbarbi en la explicación del origen de este dicho proverbial: «Habiendo echado Alfonso VIII un tributo a Toledo, don Esteban de Illán se le ofreció solo y con creces, como donación graciosa, a fin de que no constase que a tal imposición habíase humillado Toledo», y añade: «Alude al huevo, tributo representativo de la gallina, que antes fue tributo de la sumisión al Señor, como ella está sumisa al gallo. De aquí los huevos de Pascua y el hornazo o rosca con huevos». No ha de valerle ni la paz ni la caridad Locución popular, indicando que el aludido no ha de salvarse, que su castigo no tiene remedio. Alude el dicho a la tradicional Cofradía de la Paz y la Caridad, cuya misión es asistir a los condenados a muerte desde que entran en capilla hasta que son ejecutados. Doña María de Aragón, primera esposa del rey Juan II de Castilla, fundó la Archicofradía de la Caridad, con el piadoso objeto de enterrar a los muertos, principalmente a los ajusticiados, asistiéndoles en sus últimos momentos. Con ella se unió más tarde la de la Paz, formándose de ambas la que todavía hoy existe con el título de Paz y Caridad. (Compendio de Historia de España, por Alfonso Moreno Espinosa, 17.* edición, Barcelona, 1918, p. 214). Æ Hallé el origen de esta expresión en el libro del escritor italiano Carlos Dembowski, titulado Dos años en España y Portugal durante la Guerra Civil 1838- 1840 (tomo 1.*, p. 104). Dice así Dembowski: «Antes que el garrote hubiera sustituido a la horca para los condenados no nobles, si ocurría que la cuerda se rompiese durante la ejecución y que uno de los hermanos (de la Paz y Caridad) llegase a tocar al paciente o a cubrirle con su capa antes de que el verdugo hubiera vuelto a poner mano sobre su presa, el condenado tenía la vida salvada y era enviado a perpetuidad a uno de los presidios de la costa de África». www.lectulandia.com - Página 384 Y añade el autor: «Hubo una época en que el caso se presentaba tan frecuentemente, que la justicia ordenó un ensayo de la calidad de las cuerdas, y logró descubrir que las remojaban en líquidos corrosivos. Decretose entonces que las ejecuciones no se harían en lo sucesivo sino con cuerdas forradas de piel de animal, lo cual no impedía al ejecutor seguir mostrándose en determinadas circunstancias sensible a las solicitaciones y a las recompensas de los parientes o de los amigos del condenado». Refiere Dembowski que, en ocasiones, los parientes o amigos del reo se entendían con el ayudante del verdugo para que aplicase el corrosivo a la soga, y que en un caso de estos, como la cuerda se hubiera roto sin que el verdugo estuviera en el secreto, cayole encima el condenado, y exclamó: «¡Caramba! ¡Jamás me ha sucedido otra!». «Ni a mí tampoco», respondió el reo, que se salvó de esta suerte. No hay gran hombre para su ayuda de cámara Se atribuye esta frase a Madame Coruel (1605-1694), en cuyo salón, que se hizo célebre en París, solo tenían entrada personas de reconocido ingenio y del que Salieron no pocas frases felices. Æ Se encuentra después en las cartas de Mademoiselle Aissé. No ha faltado quien la atribuya al Gran Condé (1621-1688), que cuando se fatigaba de oír elogios a su persona, solía replicar: «Id y preguntad a mi ayuda de cámara». La frase en cuestión aparece en la pieza teatral The Patron, del escritor y actor inglés Samuel Foot (1720-1777). Pero, con anterioridad a todos estos, el célebre filósofo francés Michel de Montaigne (1533-1592), en el tomo II de sus Ensayos y en el capítulo II, titulado «Del arrepentimiento», escribió, refiriéndose a Agesilao: «Tal fue para el mundo hombre prodigioso en quien su mujer y su lacayo ni siquiera vieron nada de notable; pocos hombres fueron admirados por sus domésticos; nadie fue profeta, no ya en su casa, sino tampoco en su país...». No hay libro tan malo que no tenga algo bueno www.lectulandia.com - Página 385 [La frase tiene el significado de que siempre se puede extraer algo positivo de situaciones que aparentemente son negativas]. J Cervantes, en la segunda parte del Quijote, cita por dos veces esta sentencia. La primera en el capítulo 3.”: «No hay libro tan malo, dijo el bachiller, que no tenga algo bueno». Y la segunda en el capítulo 59: «Con todo eso, dijo don Juan, será bien leerla (Segunda parte de Don Quijote de la Mancha), pues no hay libro tan malo que no tenga alguna cosa buena». La sentencia latina citada por Cervantes dice: Nullus est liber tam malus ut non aliqua parte prosit. Diego Clemencín, comentando el Quijote, escribe acerca de este aforismo lo siguiente: «La expresión no hay libro tan malo que no tenga algo bueno es de Plinio el Mayor, y la refiere su sobrino Plinio el Menor en sus Cartas (libro 3.°, epístola 5.a)». Diego de Mendoza la citó en el prólogo del Lazarillo de Tormes, donde se lee: «Yo por bien tengo que cosas tan señaladas, y por ventura nunca oídas ni vistas, venga a noticia de muchos, y no se entierren en la sepultura del olvido; pues podría ser que alguno que las lea halle algo que le agrade, y a los que no ahondaren tanto los deleite; y a este propósito dice Plinio que no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena mayormente que los gustos no son todos unos, mas lo que uno no come, otro se pierde por ello». Asimismo aparece citada esta frase en el Viaje entretenido, de Agustín de Rojas Villandrando, y en el Guzmán de Alfarache. No hay nada mal dicho si no es mal tomado Hace referencia este refrán a que muchas veces se toma por ofensa o por alusión malévola aquello que fue dicho sin intención ni malicia. XJ A propósito de esta expresión se cuenta una anécdota. Es la de cierto marido complaciente y consentido que, al oír que uno le saludaba diciendo «Adiós, amigo mío», fue sacando las siguientes deducciones: «Mío se le dice al gato; el gato come ratones; los ratones comen queso; el queso se hace de la leche; la leche sale de las cabras; el macho de las cabras es el... ¡Pues eso es lo que ha querido llamarme el muy canalla!». Y, ni corto ni perezoso, le mandó los padrinos. www.lectulandia.com - Página 386 No hay quinto malo Proverbio taurino que se repite mucho todavía en las plazas de toros y que alude al quinto toro de la corrida. J Entre otras explicaciones de menos fundamento, se ha dicho que proviene de cuando eran más corrientes que hoy las corridas de ocho toros. En tales corridas, apenas arrastrado el cuarto bicho, es decir, a mitad del espectáculo, se suspendía este para dar tiempo a que el público merendase. Y como la gente, después de bien comida y bien bebida, propende a la alegría y a verlo todo con buenos ojos, el quinto toro siempre parecía el mejor. Esta versión no satisface. Lo primero, porque las funciones de ocho toros siempre fueron excepcionales. Y lo segundo, porque si a mitad de corrida merendaba la gente, el proverbio se habría aplicado, con más razón que al quinto toro, al cuarto, puesto que las corridas de seis toros eran y siguen siendo la regla general. La verdadera explicación del aforismo que comentamos me la facilitó recientemente mi buen amigo el publicista taurino Luis Fernández Salcedo. Transcribiré su referencia, que dice así: «Antes de que Mazzantini impusiese el sorteo que, por ser cosa justa, llegó hasta nuestros días, los ganaderos fijaban libremente el orden en que habían de pisar el ruedo sus toros. (Mazzantini —añadiré yo como explicación— impuso el sorteo en la época de su competencia con Guerrita, es decir, en el postrer decenio del siglo XIX. Mazzantini se quejaba —y con razón— de que los ganaderos, al señalar el orden de salida de sus toros, reservaban los mejores para Guerrita. Y era explicable que hiciesen esto, porque el célebre diestro cordobés, que toreaba, banderilleaba y muleteaba como nadie en su tiempo, lucía los toros y sabía sacarles partido, mientras que Mazzantini, “el rey del volapié”, no sabía más que matarlos, pues como lidiador era basto, torpón y de pocos recursos). Y, convencidos de lo mucho que influyen en el éxito los factores psicológicos, reservaban para quinto lugar el toro de más confianza, a fin de dejar buen sabor de boca. »Al pronto, parece que esto se conseguiría mejor con el último, pero no es así, porque en aquellos tiempos sobre todo, muchos aficionados se marchaban después de picado el sexto, o cuando el matador le daba los tres o cuatro primeros muletazos. (Hay que tener en cuenta que la faena de muleta no interesaba con exclusividad, como ahora, y que las plazas estaban más alejadas de las ciudades y con menos medios de comunicación). Por todo ello, la pelea del sexto pasaba más desapercibida que la del quinto, y además era raro que al acabar el festejo el público se quedase www.lectulandia.com - Página 387 para aplaudir al último toro en el arrastre o exigir la vuelta al ruedo del mismo. » Aunque parece cosa baladí, la acertada combinación de lo bueno y lo menos bueno tiene una importancia extraordinaria; tanto es así, que cuando un ganadero lleva una corrida mal presentada, el mayoral procura desencajonar los toros de modo que los fallos se disimulen: por ejemplo, reservando para segundo y cuarto lugar los de menos bulto, y empezando bien para acabar mejor». Coincide con la opinión de Fernández Salcedo la de mi amigo, el célebre escritor norteamericano Ernest Hemingway (Premio Nobel de Literatura de 1955), el cual, en su novela taurina Death in the Afternoon (Muerte en la tarde) (Nueva York-Londres, 1932, p. 470), tras de explicar el proverbio «No hay quinto malo», dice así: «Probablemente originado cuando los ganaderos decidían el orden en que debían ser lidiados sus toros. Más tarde, los toros eran muertos por lotes, como lo son ahora; pero anteriormente los ganaderos colocaban en quinto lugar el toro que consideraban mejor». No hay tales carneros Cuando Miguel Ramos Carrión comenzó su carrera dramática, en la que tantos éxitos cosecharía, tuvo que sufrir el desvío y la desconsideración que acompañaban casi siempre a los autores noveles. Cierto día llevó una obra a Julián Romea, máximo pontífice entonces de la escena española, que le recibió fríamente, aunque le prometió leer el manuscrito que le entregaba. Volvió Ramos Carrión a saber el resultado de la lectura y, por las ambiguas respuestas y lugares comunes de don Julián, comprendió que este no había leído la obra. Para acabar de descubrirlo, comenzó a solicitar su opinión sobre determinadas escenas: —La escena tal, ¿tampoco le gusta? — Tampoco. La encuentro pesada. —¿Y la escena cual? —Adolece de inocente. —Lo que sí le habrá gustado a usted es la escena de los carneros — exclamó al fin, muy convencido, Ramos Carrión. —Hombre, sí —contestó Romea, un poco confuso ya—. Esa está mejor hecha. —Lo que prueba que no ha leído usted la obra, porque ¡no hay tales carneros! www.lectulandia.com - Página 388 Salió el novel del cuarto de Romea, quien quedó corrido y azorado, y el suceso, al divulgarse, popularizó la frase, que ha llegado a nuestros días con el valor de un refrán. (Vicente Vega, Diccionario de frases célebres, p. 59). El propio Vicente Vega me dice en carta particular, a propósito de esta referencia, lo siguiente: «No deja de ser extraño que Francisco Flores García, en su obra El teatro por dentro (Madrid, 1914), refiera esa anécdota, citando a Romea y sin citar para nada a Ramos Carrión; alude solamente a un autor novel, “que lo único bueno que hizo fue el ingenioso lazo que le tendió al famoso cómico”. No corresponde la alusión a Ramos Carrión, que sin llegar a ser una gloria de la escena española escribió muchas obras que alcanzaron buen éxito, y que cuando Flores García publicó su libro estaba en las postrimerías de su existencia, pues falleció en 1915. A mayor abundamiento, Flores advierte que el final del lance fue que, en vista del cariz que había tomado la cosa, Romea leyó la obra, y que maldito si valía nada. »Años más tarde, Novo y Colson, en unos trabajos que publicó en 1925 bajo el título de Miscelánea, refiere el lance con toda clase de pelos y señales, del que hace protagonista a Romea y a Ramos Carrión, y afirma que la obra se titulaba Doña Homobona, y que, si bien Romea no la estrenó entonces, a causa de echarse encima el final de la temporada, diez años después se puso en el escenario del teatro Variedades, con buen éxito y con el título de La costilla de Pérez». Idéntico episodio le sucedió a Julio Nombela en el año 1854, cuando, siendo muy joven, trató de que el actor y director teatral Arjona le admitiese un drama, titulado Isabela, que aquel había escrito. Nombela había entregado a Arjona el manuscrito de su obra, y un día, harto de excusas y dilaciones, se presentó a él. Arjona aseguró haber leído el drama y fue exponiendo a su interlocutor los defectos de que, a su juicio, adolecía. —Sin embargo —le dijo Nombela—, creo que habría de producir mucho efecto la escena en que el protagonista llega de América. —Padece usted un error. Son muchas las obras en que viene de América algún personaje: eso ya no produce efecto. —Tal vez; pero la escena en que se verifica el cambio de anillos entre el americano y la joven... — También ese recurso está muy gastado. Nombela, entonces, pudo acusar a Arjona de mentiroso, y demostrarle que no había leído su drama, en el cual nadie venía de América ni se efectuaba ningún cambio de anillos. Así lo refiere en su libro Impresiones y recuerdos (Madrid, 1910, tomo 3.”, pp. 156-159). Pues bien: a pesar de lo expuesto, no creo que la frase No hay tales carneros hubiese nacido de la anécdota de Ramos Carrión, porque en el tomo 2.” del Diccionario de autoridades de la Real Academia (Madrid, 1729) aparece en la www.lectulandia.com - Página 389 palabra carnero lo siguiente: «No hay tales carneros. Frase proverbial, que se usa cuando se niega una cosa que se ha asentado por cierta, y sobre la cual se alterca y disputa». No hay tu tía Expresión equivalente a «no hay remedio». Æ Es una alteración de la frase No hay tutía o atutía, pues la tutía o atutía era considerada antiguamente como un medicamento de gran virtud para curar las enfermedades de los ojos. El Diccionario de autoridades dice: «Atutía. —Género medicinal que muchos llaman Tuthia. Parece haber varias especies de ella. La verdadera se produce del hollín que se eleva del cobre cuando se funde y purifica... Hácense de ellas varias medicinas, y la que tiene más nombre en las boticas es la atuthia preparada». En el Diccionario de la Academia de 1791 se lee: «Atutía. El hollín que se levanta de la fundición del cobre, y, reducido a polvos o a un ungiiento, sirve para varias medicinas, principalmente para enfermedades de los ojos». Según el Diccionario, tutía o atutía (con acento en la i) es el óxido de cinc y el ungúento medicinal hecho con atutía. Vicente Espinel, en la Vida de Marcos de Obregón (relación primera) escribe: «... más la gente que más bendiciones me echa es la que curo de la vista corporal... con la fuerza de cierta confección que yo sé hacer de atutia y cardenillo y otros simples...». No le vale ni la bula de Meco Expresión proverbial equivalente a las de «No han de valerle ni los mayores privilegios», «No hay remedio», «No hay perdón para él», refiriéndose a los castigos o desgracias que amenazan a una persona. También se aplica al que trata de excusarse de una carga u obligación, como diciéndole: «Es inútil que emplee artificios o disculpas». Æ Meco es un pueblo de la provincia de Madrid, y el dicho alude a un privilegio. Rodríguez Marín, en su obra Cantos populares españoles (tomo IV, p. 504, nota 241), al explicar una copla donde se alaba como muy sabroso el pan de Meco, www.lectulandia.com - Página 390 escribe: «Villa del partido de Alcalá de Henares (Madrid): En la frase proverbial No le vale ni la bula de Meco sospecho que se alude a alguna de las concesiones de indulgencias, hechas desde 1556 con motivo de un precioso relicario en forma de cruz que se venera en la iglesia parroquial de la Asunción». Según el Diccionario de la Academia, la frase que comentamos tuvo su origen en la concesión hecha por la Santa Sede a los vecinos de Meco de cierta bula, con «gran número de gracias, favores y exenciones», obtenida por intervención de Íñigo López de Mendoza, segundo conde de Tendilla, señor de dicha villa, y en recompensa de «servicios especiales al Papa y Corte romana». Con arreglo a esa bula, expedida por Inocencio VIII a 16 de mayo de 1487, «los vecinos y demás moradores de los lugares de Tendilla, de Mondéjar, de Mira el Campo, de Illana, de Fuente el Viejo, de Meco, de Azañón, de Loranca y de Aranzueque, sitos en las diócesis de Toledo y de Cuenca, y sujetos a su señorío temporal (al del conde de Tendilla), pueden, tanto en los días de viernes como en los demás de ayuno, ya sea de precepto, ya sea de costumbre, excepto en la Cuaresma, comer libre y lícitamente huevos y lacticinios, sin que se entienda que por esto quebrantan el ayuno». Este privilegio se concedió en atención a que Meco y las otras localidades a que se hizo extensivo se hallan situadas en el centro de España, adonde, por la dificultad de comunicaciones de aquel entonces, no podía llegar el pescado fresco en buenas condiciones. En la revista El Averiguador Universal (tomo III, n.° 620, p. 257) se decía que la famosa bula la había dado un pontífice al marqués de Villena, a cuyo señorío pertenecía la villa de Meco, y que los privilegios que se concedían a los vecinos de la misma eran exorbitantes. Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, recoge esta versión. No me vengas con alicantinas Según el Diccionario, alicantina es sinónimo de «treta, astucia, engaño». En las primeras ediciones del Diccionario de la Academia, por ejemplo, en la de 1791, se dice: «Alicantina. Treta, astucia o malicia con que se procura engañar y no ser engañado. Úsase más comúnmente en plural, y así se dice: que uno tiene muchas alicantinas». Æ Vergara y Martín, en su Diccionario geográfico-popular (p. 68), escribe: «No me vengas con alicantinas o Venirse con alicantinas. Esta frase tiene su origen en los pretextos de que se valen siempre los naturales de aquel país (alude a la provincia de www.lectulandia.com - Página 391 Alicante) para eludir el cumplimiento de sus contratos comerciales. No me vengas (o venirse) con alicantinas equivale a decir que no se admiten excusas para evadirse del cumplimiento de algo. Tal vez en la famosa fe púnica esté el fundamento de la frase citada; porque los alicantinos aprendieron de los cartagineses a no cumplir bien sus compromisos mercantiles». No por mucho madrugar amanece más temprano Pedro-Felipe Monlaú, en su libro Las mil y una barbaridades (4.* ed, Madrid, 1869), cita el refrán Por mucho madrugar no amanece más presto, y comenta que «es dicho de dormilones; pero entiendan (estos) que el trabajar es hacer día, y el que madruga goza de día y medio; en cambio, el que tarde se levanta, todo el día trota». Æ El refrán ha ido sufriendo varias modificaciones al cabo de los tiempos. Blasco de Garay, en una de sus Cartas en refranes (1541), consigna el de Por mucho madrugar no amanece más aína. Luego se dijo: No por mucho madrugar amanece más aína, y así aparece en la Crónica, de Francesillo de Zúñiga; en Viaje entretenido, de Rojas, y en Cristóbal de Castillejo. En el siglo xix se decía: No por mucho madrugar amanece más presto. Actualmente decimos: más temprano. Recuerdo a este propósito que en una película española de hacia 1932, protagonizada por Ernesto Vilches, este, representando a un detective inglés, trastrocaba el viejo refrán, diciendo: —No por mucho tempranear amanece más madruga. Si no recuerdo mal, la película se llamaba La voluntad del muerto. No quedar ni los rabos No quedar nada. Parece aludir a alguna comilona y a los rabos de las víctimas. No aparece consignada esta frase en los refraneros. www.lectulandia.com - Página 392 La expresión original debió de ser No quedar más que los rabos. Æ Leyendo el libro de Dembowski Dos años en España y Portugal durante la guerra civil 1838-1840, encontré algo que pudiera ser la explicación de ella. En el tomo 1.°, p. 140, dice Dembowski en una de sus cartas: «Madrid, 10 de junio de 1838. Me proponéis un problema casi insoluble preguntándome cuándo terminará la guerra civil. Uno de los miembros más distinguidos de la joven diplomacia francesa, al que Mr. Molé hacía la misma pregunta, le respondió con una especie de parábola, recordándole la historia de dos ratones que, encerrados en una misma ratonera, hicieron tan malas migas que al cabo de cierto tiempo no se encontró de ellos más que los rabos». No saber cuántas son cinco Ser muy simple; ignorar lo que es muy conocido y vulgar. J En el Quijote (parte 1.*, cap. 32) dice el ventero: «A otro perro con ese hueso. ¡Como si yo no supiese cuántas son cinco y dónde me aprieta el zapato!». Según Covarrubias, «“¿No sabéis cuántas son cinco?” dícese del hombre muy simple, que no sabe cuántos dedos tiene en la mano». Covarrubias, después de dar esta explicación, añade que, según otros, el origen del modismo es el siguiente: «Jugaban dos al quince, y el uno fue tomando cartas hasta cinco sin pasar; y el contrario tenía catorce, y habiéndole envidado el resto, quísole, diciendo: “¿Qué puntos pueden ser los de cinco cartas, siendo yo mano?”. Púsola luego el compañero en el resto, y dijo: “¿No sabéis cuántas son cinco?”, y descubrió una, dos, tres, cuatro, cinco corridas, que todas hacen quince». Esta versión de Covarrubias, tan enrevesada y liosa, no puede convencer a nadie. La frase no sabe cuántas son cinco, contrapuesta a la de yo bien me sé cuántas son cinco, se dijo con alusión a los cinco dedos de la mano, porque ellos constituyen la base natural del contar, y porque lo más fácil es contar hasta cinco, valiéndose de los dedos de la mano izquierda. Una seguidilla popular, que recoge Rodríguez Marín en su obra Cantos populares españoles, expresa esto mismo: Si quieres que te diga cuántas son cinco, los dedos de la mano de mi marido. www.lectulandia.com - Página 393 No saber de la misa la media Ignorar una cosa o no poder dar razón de ella. Æ Correas cita el dicho con el significado de «saber poco de algo». Montoto, en Un paquete de cartas, opina que esta frase familiar «significa saber a medias de lo que se trata; saber algo del caso, pero no todo él, no tal y como aconteció y con todos sus pelos y señales». A pesar de esto, siempre oí decir la frase en el sentido de «ignorar una cosa o no poder dar razón de ella», que consigna el Diccionario de la Academia. No he visto explicado en ningún libro el origen de este modismo. Es posible que con él se aludiese a los clérigos ignorantes de hace tres o cuatro siglos, a los llamados despectivamente de misa y olla. Es frase vieja y aparece en el «Vejamen que dio Don Juan de Orozco en caso del Contador Agustín de Galarza», manuscrito del siglo xvn que se conserva en la Biblioteca Nacional y que publicó en su libro Sales españolas Antonio Paz y Meliá. Uno de los versos de este «Vejamen» dice: Misa digo, y me parece que tengo mala conciencia, que aunque siempre estudio, nunca sé de la misa la media. Fermín Caballero, en el artículo «El clérigo de misa y olla», de la colección Los españoles pintados por sí mismos (1843), escribe: «Aquí tienen ustedes lo que propiamente se llama en Castilla un clérigo de misa y olla, porque es un presbítero sin carrera, un clérigo en bruto, un capellán que no sabe de la misa la media...». No saber ni torta No saber nada. Frase similar a las de «no saber ni pío» y «no saber una jota». Æ José Gella Iturriaga, en su trabajo Más de 300 refranes y locuciones de España alusivos a Italia, presentado al primer Congreso de Ciencia Antropológica, Etnológica y de Folklore, de Turín (19-23 de septiembre de 1961), dice sobre la www.lectulandia.com - Página 394 locución que comentamos: «“Torta” creemos es reminiscencia de “hacer la palabra torcida”, en versión sintética y desfigurada de la locución italiana Né sa fare parola torta». No saber una jota Según el Diccionario, no saber jota, o una jota, o ni jota, significa «ser muy ignorante en una cosa». Æ García Blanco, en su obra Filosofía vulgar. El folklore andaluz (Sevilla, 1882- 1883), dice que el modismo que comentamos alude a la letra jota y a sus antecesoras, la ¡od hebrea y la ¡ota griega: «Era y es la ¡od hebrea, caldea y siríaca la letra más pequeña de las veintidós que usaban aquellos idiomas; era además en hebreo el principio o primer trazo de toda letra, como puede verse en cualquier diccionario o gramática de aquellas lenguas: la jota española o castellana es la ¡ota griega en cuanto al nombre, y esta es el iod hebreo. Decir, pues, no sabe jota equivalía a decir «no conoce ni sabe la más pequeña letra, no sabe hacer el primer perfil o trazo de ninguna letra, es un ignorante completo». Por eso también el Salvador dijo: «En verdad os digo que ni un ápice ni una jota se omitirán en la presente ley, hasta que se cumpla en todas sus partes». (Véase Sin faltar una jota). No se ganó Zamora en una hora Otros dicen: No se ganó Zamora en una hora, ni Roma se fundó luego toda. Ambas frases indican que las empresas grandes y difíciles requieren largo tiempo. Æ Es este uno de los más antiguos proverbios españoles. Sbarbi dice que alude a la defensa que hicieron los zamoranos en largos y apretados sitios, y singularmente en el que puso Sancho el Bravo contra su hermana Urraca. Para la mayoría de los autores alude a este último asedio, y a la obstinada resistencia que experimentó el rey Sancho II de Castilla, llamado el Bravo, en el sitio que puso a dicha ciudad en el año 1072, pretendiendo quitársela a su hermana Urraca. Aun después de haber sido el rey muerto a traición por Bellido Dolfos, continuó el sitio, hasta que la misma Urraca se puso en manos de su hermano Alfonso VI, que www.lectulandia.com - Página 395 sucedió al infante Sancho. Hartzenbusch, en el prólogo a La sabiduría de las naciones, de Bastús, escribe, refiriéndose a este refrán, que «hay autor que lo supone formado cuando Zamora fue reconquistada de los moros, en cuyo caso será uno de los más antiguos, quizá el primero que tenemos en castellano». No ser una cosa puñalada de pícaro No ser de las que deban hacerse con precipitación y urgencia. Æ Esta expresión proviene de las puñaladas que antiguamente daban los pícaros, es decir, los matones a sueldo, los asesinos profesionales, y de la urgencia con que había que atender a tales heridas, ya que los pícaros, por su experiencia, procuraban dar puñaladas certeras y mortales, y las daban generalmente a traición. Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, escribe: «Demuestra (este modismo) que la ejecución de aquello que se solicita no se requiere que sea, o pueda ser llevada a Cabo, de pronto, como hace el asesino que asesta una puñalada a su víctima». Considero más acertada la primera explicación. No te levanta ni el Sursum corda Frase familiar para exagerar que todos los esfuerzos humanos no son bastantes para sacar a uno del abatimiento o posición azarosa en que se encuentra. Æ Es una glosa de las palabras sacramentales que profiere el sacerdote en la introducción del prefacio de la Misa, cuando dirigiéndose a los fieles les dice: Sursum corda: arriba los corazones, o elevad a Dios los corazones; y el monaguillo, o el coro, en nombre de los fieles, contesta: Habemus ad Dominum: los tenemos elevados ya al Señor. Así escribe Bastús en La sabiduría de las naciones (1.* serie, p. 97). La expresión Sursum corda se emplea, asimismo, en frases como las siguientes: Aunque se empeñe el Sursum corda, Aunque lo mande el Sursum corda, etc. www.lectulandia.com - Página 396 No tener blanca. Estar sin blanca No tener dinero. Frase equivalente a las de «no tener un céntimo», «estar sin un cuarto». Blanca era una moneda antigua de vellón, de escasísimo valor. En tiempo de Felipe II valió la mitad de un maravedí. Æ En La gitanilla, de Cervantes, se lee: «Echó mano a la faldriquera la señora Tenienta, y halló que no tenía blanca». Covarrubias, en su Tesoro, explica que la expresión no haber blanca equivale a no tener dinero. «La blanca —dice Rodríguez Marín comentando El Diablo Cojuelo— valía medio maravedí, y no huelga advertirlo, porque muchas personas cultas, dejándose llevar por lo que suena el nombre, imaginan que la blanca era una moneda de plata». Aludiendo precisamente a su escasísimo valor, se dijo lo de no tener blanca y no valer una blanca. No tenerlas todas consigo Según el Diccionario, no tenerlas todas consigo significa «sentir recelo o temor». Se dice también No llevarlas todas consigo. Otro dicho del mismo origen es Llevar las de ganar. Æ Montoto, en Un paquete de cartas (p. 108), afirma que este modismo nació del juego de naipes, y equivale a no tener o llevar las cartas necesarias para ganar la mano o el juego. El mismo origen tienen —según Montoto— los modismos Tener, o llevar, las de ganar, o las de perder: «estar preparado y dispuesto para salir airoso o desairado de la empresa o demanda», en los cuales se alude a las cartas buenas o malas de los jugadores de naipes. Seijas Patiño, en su Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo, dice que no tenerlas todas consigo denota el temor y recelo con que alguno va a ejecutar una cosa. Según ese escritor, es posible que esta expresión aluda a «no llevar consigo todas las armas», al hecho de «ir medio armado». www.lectulandia.com - Página 397 No tocar pito No tener parte en un negocio. Carecer de autoridad o de influencia en el asunto de que se trata. J En La verbena de la Paloma, cuando el tabernero trata de apaciguar la tremolina que se ha armado en la verbena, dice: TABERNERO. Y esto se ha arrematao, porque lo digo yo. SERENO. Pues si yo toco el pito se acaba la cuestión. TABERNERO. Vosotros por allí. Vosotros por allá. Ni usté aquí toca el pito, ni usté aquí toca ná. Almirante, en su Diccionario militar, escribe acerca de este dicho lo siguiente: «La expresión familiar Ese no toca pito, proviene de que el tal instrumento no acompañaba a guardia O tropa mandada por subalterno, sino por capitán precisamente». El no tocar pito o no tener derecho a tocar pito se aplicaba, pues, a los subalternos, por contraposición a los capitanes. No vale un ardite [Expresión que se usa con referencia a algo de insignificante valor]. Æ «El ardite —escribía Seijas Patiño a mediados del siglo último— era cierta moneda de poco valor que hubo en Castilla y en toda la Provenza, de donde se ha conservado en Cataluña. Quieren algunos que tenga origen provenzal, de la voz ardet, y otros le asignan origen árabe, de ardhét. »Por el poco valor de esta moneda se dijo no vale un ardite de toda cosa despreciable». www.lectulandia.com - Página 398 Nuestro gozo, en un pozo Da a entender que se ha malogrado la realización de aquello que nos prometíamos conseguir. Æ La frase original es Nuestro gozo, en el pozo, y así la consigna tres veces (en las palabras goco, gozo y poco). Sebastián de Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana (1611), comentándola así: «Nuestro gozo, en el pozo. Dícese cuando una cosa que nos había empezado a dar contento, no salió cierta ni verdadera» («cuando se deshacen algunas esperanzas concebidas», dice en otro lugar). Y añade, a guisa de explicación: «Debiose de decir de algún animalejo que daba contento, y con quien jugaban, y saltando de una parte a otra cayó en el pozo y ahogóse». Correas cita las frases «Mi gozo, en pozo; nuestro gozo, en pozo. Cuando no sale bien alguna traza o queda burlada la esperanza». Correas consigna también las de Nuestro gozo, en el pozo, y Mi gozo (o su gozo), en el pozo. Nunca más perro al molino Expresión de escarmiento parecida a la de «gato escaldado, del agua fría huye». Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, la incluye y la comenta así: «Dicen esto las gentes escarmentadas de lo que mal les sucedió; semejanza de un perro que fue a lamer al molino y le apalearon». Quien a propósito de esta frase trae un cuento muy gracioso es el valenciano Juan de Timoneda en su Sobremesa y alivio de caminantes (segunda mitad del siglo xvI). Dice así Timoneda: «Por qué se dijo: Nunca más perro al molino. »Escondió un ciego cierta cantidad de dineros al pie de un árbol en un campo, el cual era de un labrador riquísimo. Un día, yendo a visitallos, hallólos menos; imaginando que el labrador los hubiese tomado, fuese a él mesmo, y díjole: »—Señor, como me parescéis hombre de bien, querría que me diésedes un consejo, y es: que yo tengo cierta cantidad de dineros escondida en un lugar bien seguro; agora tengo otra tanta, no sé si la esconda donde tengo los otros o en otra parte. www.lectulandia.com - Página 399 »Respondió el labrador: »—En verdad que yo no mudaría lugar, si tan seguro es ese que vos decís. »—Así lo pienso de hacer —dijo el ciego. » Y despedidos, el labrador prestamente tomó la cantidad que le había tomado en el mesmo lugar, por coger los otros. Vueltos, el ciego cogió sus dineros que ya perdidos tenía, muy alegre, diciendo: »—Nunca más perro al molino. »De aquesta manera quedó escarmentado». Como puede observarse, Timoneda, a pesar de su promesa, no explica el origen del dicho, sino que hace una aplicación del mismo, poniéndolo en boca del ciego. Nunca segundas partes fueron buenas Frase proverbial que denota que las repeticiones o imitaciones de algunas cosas suelen resultar peores que las primeras. Æ Según Sbarbi, significa que «el repetir lo que otro ha hecho ya no tiene mérito». Pero la frase suele aplicarse también a aquellos escritores que, después de haber publicado un libro, una novela o un tratado, componen y publican una segunda parte del mismo. Sentencia que aparece en el Quijote y que Cervantes pone en boca del bachiller Sansón Carrasco en el capítulo 4.” de la segunda parte. Baltasar Gracián, en el prólogo a la tercera parte de su obra El Criticón, dice: «También he atendido en esta tercera parte huir del ordinario tope de los más autores, cuyas primeras partes suelen ser buenas, las segundas ya flaquean y las terceras de todo punto descaecen. Yo he afectado lo contrario:.... que la segunda fuese menos mala que la primera, y esta tercera que la segunda». M. Romera-Navarro, comentando este párrafo en su edición crítica y comentada de El Criticón, dice que el aforismo de «nunca segundas partes fueron buenas» referido a un mismo autor no se cumple en la obra de Pérez de Hita Las guerras civiles de Granada. Y que en cambio está justificado cuando se trata de la imitación que un escritor hace de otro. Y cita, como ejemplos insignes de «primeras partes» buenas y de «segundas partes» malas (o no buenas) La Celestina, de Rojas, y La segunda comedia de Celestina, de Feliciano de Silva; La Diana, de Montemayor, y la Segunda parte de la Diana, de Alonso Pérez; las Flores de poetas ilustres, de Espinosa, y la Segunda parte, de Agustín Calderón; y en contraste, la Segunda parte del Quijote, de www.lectulandia.com - Página 400 Cervantes, y la de Avellaneda; la Segunda parte del Guzmán de Alfarache y la de Martí, etcétera. www.lectulandia.com - Página 401 O se tira de la cuerda para todos, o no se tira para ninguno Proviene esta expresión de una historieta fúnebre y chusca. Un viejo que era muy rico murió sin otorgar testamento. Sus parientes, que querían heredarle a toda costa, llamaron al notario como si aquel no hubiera fallecido, y cosiendo a la barba del difunto una cuerda finísima, uno de ellos, oculto bajo el lecho del falso testador, la accionaba con tanta habilidad que el muerto movía la boca y meneaba la cabeza afirmativamente. Los demás, en presencia del notario, le preguntaban al difunto: —¿Deja usté el huerto a su sobrina Julia? Y el falso testador hacía un gesto afirmativo. —¿Deja usté la casa a su sobrino Miguel? —¿Y la viña a su prima Rosalía? Hasta que el notario, advertido de la maniobra, preguntó al testador: —Y al notario, ¿le deja usted mil duros? Y como el preguntado permaneciese inmóvil, dijo el actuario: —Señores; esto no vale; o se tira de la cuerda para todos o no se tira para ninguno. ¡Ojo al Cristo, que es de plata! El Diccionario dice que es «expresión figurada y familiar con que se advierte a uno que conserve una cosa, por el riesgo que hay de que la hurten». Según el Diccionario de autoridades, la frase que comentamos es «modo de hablar con que www.lectulandia.com - Página 402 se advierte a alguno tenga cuidado con una cosa, por el riesgo que hay de que la hurten». Equivale, pues, a la de «¡Cuidado con el Cristo!, que es de plata y corremos peligro de que nos lo roben». Æ El dicho nacería de alguna historieta que no me ha sido posible averiguar. Lo interesante es que la tan conocida frase no alude a la posible rotura o destrozo de la imagen (cuidad de no romperla, que es de plata), sino al riesgo de que sea robada. En Andalucía se dice irónicamente: Ojo al Cristo, que es de lata. Oler el poste Barruntar el daño y evitarlo con disimulo. Conocer el peligro antes de caer en él y huir. Suele también decirse Como el que no olió el poste, dando a entender la falta de sagacidad de alguna persona que no previó el peligro. Æ Según Correas (Vocabulario de refranes, p. 372), la frase oler el poste «tomose del cuento de Lazarillo de Tormes, que puso al ciego enfrente de un poste y díjole que había un gran arroyo, que tomase carrera y saltase así: topó recio con las narices y cara en el poste, e hiriose y diose en los hocicos; y quejándose del engaño, dijo Lazarillo: “Como olistes la longaniza, oliérades el poste”. Había antes el ciego metido las narices en la boca a su destrón Lazarillo para averiguar por el olor si había comido o no un poco de longaniza, y habíale castigado porque lo comió, y Lázaro se vengó con el poste». En la inmortal novela se dice que la doble escena de la longaniza y el poste ocurrió en Escalona (Toledo), y que en uno de los pilares de la plaza de este pueblo fue donde el pícaro Lazarillo estrelló la cabeza de su amo. Hoy, más que oler el poste, se emplea, con igual significado, la frase olerse la tostada. Fernán Caballero, en su libro Cuentos y poesías populares andaluzas (Sevilla, 1859), trae un cuento emparentado con el modismo que comentamos. Es el siguiente: «Díjole un ciego a un muchacho que llevaba de lazarillo que fuese a una tienda de montañés en que le solían socorrer, a pedir una limosna. Diéronle una sardina frita, que el chiquillo se comió, y dijo al ciego que no le habían dada nada; pero el ciego notó el olor de la sardina, conoció el embuste y le dio una paliza. Siguieron andando, y el lazarillo llevó al ciego derecho hacia una esquina, contra la que se dio un tremendo encontronazo... “¡Pícaro!”, exclamó el ciego, y el chiquillo le contestó, www.lectulandia.com - Página 403 echando a correr: “Y usted, que olió la sardina, / ¿por qué no ha olido la esquina?”». Otro gallo le cantara Frase que equivale a la de «otra mejor suerte sería la suya». Æ El maestro Correas, en su Vocabulario de refranes, anota así la expresión: Otro gallo le cantara, si buen consejo tomara. Se emplea siempre de modo condicional: «Si hubiera hecho lo que le dije, otro gallo le cantara», «Si hubiese atendido el consejo de su padre, otro gallo le cantara», etc. Dice Correas que la frase parece tomada del gallo que le cantó tres veces a San Pedro después de haber negado a Cristo. En esta opinión coinciden todos los autores que he consultado. A mi juicio significa que si San Pedro hubiese sido valiente; si se hubiese acordado de lo que Jesús le había dicho en el Cenáculo —«Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo sin que tres veces hayas negado que me conoces»—, no le hubiese negado, y el gallo no le hubiese anunciado con su canto sus tres negaciones y el cumplimiento de las palabras proféticas de Jesús. Rodríguez Marín, en su obra Cantares populares españoles, cita esta copla: Si San Pedro no negara a Cristo, como negó, otro gallo le cantara mejor que el que le cantó. De la misma obra proceden estos cantares: Tres veces me quisiste, tres me negaste; otro San Pedro fuiste, mas no lloraste. Llegará ocasión que quizá cante el gallo de nuestra pasión. Tres veces me has querido, tres me has negado. ¡Qué buen San Pedro has hecho! Mas no has llorado. Pero, aunque callo, puede que algún día te cante el gallo. www.lectulandia.com - Página 404 Otro loco hay en Chinchilla Es dicho parecido al de «¡Guarda, que es podenco!», que expliqué anteriormente. En Chinchilla de Montearagón, provincia de Albacete, había un loco a quien le dio por apalear a todos los forasteros con un garrote que llevaba oculto. Supo esto un manchego de malas pulgas y se fue a la plaza con un palo debajo de la capa. Cuando el loco se le acercó, el manchego, adelantándose a sus propósitos, le hizo correr a fuerza de estacazos. El loco, al tiempo que corría, iba diciendo a todo el mundo: «¡Cuidado, que otro loco hay en Chinchilla!». www.lectulandia.com - Página 405 Paciencia y barajar Es frase de consuelo que nació de los jugadores de naipes. J Aparece en el Quijote. Cuando este sale de la cueva de Montesinos, uno de sus interlocutores le dice que daba por bien empleadísima la jornada que con él había hecho, pues, entre otras cosas, había aprendido «la antigüedad de los naipes, que por lo menos se usaban en tiempo del emperador Carlomagno, según puede colegirse de las palabras que vuesa merced dice que dijo Durandarte cuando al cabo de aquel grande espacio que estuvo hablando con él Montesinos, él despertó diciendo: “Paciencia y barajar”». Sobre la antigüedad de los naipes en España, dice Rodríguez Marín, comentando este pasaje del Quijote, que «a lo que parece, aún no se habían generalizado en España a principios del siglo xtv» (por errata dice el texto XVI), pues en el curiosísimo Libro de costumbres del cabildo de la villa de Sepúlveda (año 1311), publicado en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos (noviembre y diciembre de 1899), solo se mencionan los dados: «Otrosí: todo clérigo que iogare dados con lego en placa o en escondido a dineros, peche una procuratión por cada vegada quel fuere sabido en verdat...». Pagar a toca teja [Pagar en dinero contante, con dinero en mano, en efectivo]. Æ En la revista El Averiguador (tomo 1, Madrid, 1871, p. 323) leí una nota firmada por M. C., donde, hablando del origen de esta popular expresión, se dice lo siguiente: «Creo que el uso de esta frase se remonta al siglo xvii, pues durante los www.lectulandia.com - Página 406 reinados de Felipe III, Felipe IV y Carlos II se acuñaron en Segovia unas monedas de plata del diámetro de unos noventa milímetros y de dar valor de cincuenta reales de plata fuerte, y ciento veinticinco de vellón. Estas monedas se llamaban tejas, y se conoce que serían preferibles para cierta clase de pagos, como ahora sucede con los billetes de Banco. También se acuñaron de oro del referido diámetro, pero únicamente en el reinado de Felipe IV». La palabra teja en el significado de moneda no la he visto en ningún diccionario. Pagar con las setenas Según el Diccionario, pagar uno con las setenas una cosa significa «sufrir un castigo superior a la culpa cometida». El mismo Diccionario dice que setena equivale a septena; setenas es la «pena que consistía en pagar el séptuplo de una cantidad determinada, y pagar uno con las setenas una cosa es «sufrir un castigo superior a la culpa cometida». Æ Explicando esta última frase, escribe Bastús en su Memorándum anual y perpetuo (tomo I, p. 662) lo siguiente: «En el uso común es expresión metafórica tomada de lo judicial, y significa pagar superabundantemente el perjuicio o agravio que se hizo. »Esta pena, que a veces se impone, condenando al que hizo el daño a la restitución del valor del daño multiplicado por siete, se encuentra ya aplicada en las leyes del Fuero Juzgo, donde suele dársele el nombre de siete duplo, que equivale a séptuplo. »Leemos en el Génesis que diciendo Caín al Señor, después de haber dado muerte a Abel, que cualquiera que le hallara le mataría: “No será así —contestóle el Señor—, antes bien, cualquiera que matare a Caín lo pagará con las setenas”, esto es, sufrirá muy grande castigo. Nequaquam ita fiet: sed omnis qui occiderit Cain septuplum punietur (Génesis, 4, 15)». Pagar el pato Según el Diccionario, significa «padecer o llevar un castigo no merecido o que ha merecido otro». Æ «Llevar alguno el castigo que merece otro; de origen vulgar y tomado acaso de www.lectulandia.com - Página 407 algún juego o diversión», dice Seijas Patiño en su Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo. Es dicho antiguo que incluye Correas en el sentido de «lastar y ser castigado» (lastar es verbo antiguo que significa pagar por otro, según Covarrubias). Este modismo fue dicho contra los judíos. En la Biblia castellana, de Casiodoro Reina (Basilea, 1569), libro que vi citado en El asno ilustrado o Apología del asno (Madrid, 1837, p. 395), se explica así su origen: «Como los vocablos Tora y Pacto, usados por los judíos españoles, el primero por la Ley y el segundo por el concierto de Dios, por los cuales los españoles les levantaban (les acusaban a los judíos) que tenían una Tora o becerra pintada en su sinagoga, que adoraban; y del Pacto sacaron por refrán: “Aquí pagaréis el pato”. En cuanto a la palabra Tora, los judíos designaban con este nombre la Ley de Moisés, esto es, el Pentateuco, y los cristianos, tomando al pie de la letra esa voz, dieron en decir que los judíos adoraban en sus sinagogas a una tora o novilla, y en algunas fiestas populares hacían mofa de ella. Correas, en su Vocabulario de refranes, alude a estas burlas contra la tora de los judíos, al explicar lo de El pregón de Codos. Dice Correas que en el pueblo aragonés de Codos acordaron correr un toro por Carnaval, pero como no tenían dinero para comprar o alquilar un toro de verdad, «acordaron que fuese fingido, con una manta y cornamenta, y (que) lo fuese un hombre, como se suele hacer la tora en burlas y disfraces de judíos». (Véase El pregón de Codos). Cejador, en su Fraseología, o estilística castellana (tomo 3.*, p. 265. Madrid, 1924), pretende explicar la expresión pagar el pato por medio del euskera, y dice que pato es el bat vasco, que significa igual o uno. Su explicación no puede convencer a nadie. Pal caso... de Tauste Modismo popular aragonés que significa: «Es casi igual una cosa que otra». Por ejemplo: uno está diciendo que Fulano cometió un asesinato. Alguien le objeta: «No fue un asesinato; fue un homicidio». El primero replica: «Pal caso..., de Tauste». O este otro: —Ese reloj te ha tenido que costar cien duros. —No. Me costó noventa y ocho y medio. —Pal caso..., de Tauste. Æ El escritor aragonés García Arista, en su libro Tierra aragonesa, publicó un cuento titulado: «Pal caso..., de Tauste», donde debe de hallarse el origen de esta www.lectulandia.com - Página 408 expresión. El cuento aparece reproducido en el folleto Chascarrillos taurinos, por «Caireles» (Madrid, 1909, pp. 62-74). Como es muy extenso, lo extractaré de todo lo posible. El tío Mocho, un baturro de Tauste, asiste en Zaragoza a una de las corridas del Pilar, donde alternan Lagartijo y Cara-Ancha con toros de la ganadería de Ferrer, de Pina de Ebro. Antes de salir las cuadrillas, el tío Mocho traba conversación con un señorito que tiene delante, en el tendido. —Y usté ¿de qué tierra es? ¡Si se pué saber! —¿ Yo? De Pamplona. —¡Reconcho! Pues cuasi paisanos: yo soy de Tauste... y de Tauste al mojón de Navarra, pues... hay unos pasicos, como quien dice. Un picador ha caído al descubierto y un monosabio distrae al toro, jugándose la vida y salvando la del piquero. Todos aplauden al monosabio, y el tío Mocho le arroja la chaqueta. —Amigo —le dice el señorito—. Me parece que se entusiasma usted demasiado. —Calle usté, hombre, calle usté. ¡Pues no m’hí de entusiasmar, si ese mozo es de al lau de mi pueblo!... Durante el descanso, el pamplonés se fija en una mujer guapa que ocupa un palco, y hace elogios de su belleza. —Es guapa, ¿eh? —salta el tío Mocho—. Pues miusté: a esa... a esa cuasi la he visto nacer. Y sale el cuarto toro. Los picadores de tanda no consiguen poner una puya. ¡Caballos! ¡Caballos!, pide el público en medio de una bronca fenomenal. Y aparece un «reserva», flaco, mal trajeado, montando una «sardina». El público se ríe de él, le abronca; pero cuando el «reserva» pone tres puyas de primera, todo es aplausos, bravos y sombreros. El tío Mocho se vuelve loco de aplaudir y grita: ¡Viva Tauste! —¿ A qué viene ese viva? —pregunta el pamplonés. —Pues viene... a que ese picador es de mi pueblo. En el último toro, Lagartijo está a punto de morir. El bicho le persigue desde el centro del ruedo, y cuando llega a la barrera, Lagartijo se agacha en el momento del encuentro, mientras el toro salta al callejón. Fue un alarde de vista y de listeza; la hazaña más grande de su vida torera. Cuando el entusiasmo del público se calmó un poco, el señorito se volvió hacia el baturro y le dijo con sorna, señalándole al diestro cordobés: —-Oiga, amigo. ¿También ese es de su tierra? El tío Mocho se quedó un instante perplejo, pero inmediatamente contestó: —;¡ Hombre! Todos semos hijos de Dios... Conque, pal caso..., de Tauste. www.lectulandia.com - Página 409 Palos de ciego Dícese de los dados a bulto a dé donde diere, y es frase hecha que extendemos «al daño que se causa por desconocimiento o por irreflexión». Æ Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana (1611), define como «palo de ciego» el que se da a tentón y es descargado con mucha furia. Y en otro lugar dice: «Palo de ciego que saca polvo debajo del agua; los ciegos, como no ven a dónde dan, arrojan el golpe desaforado». Esto de los palos de ciego fue siempre cosa de gran hilaridad. La crónica latina de Alfonso VII, el emperador, al describir las fiestas de las bodas que se celebraron en León (en julio de 1144), entre la infanta doña Urraca, hija del emperador, y García Ramírez, rey de Navarra, dice que hubo corrida de toros: unos acosados por perros, y otros alanceados y asaeteados por hombres diestros. Y añade lo siguiente: «En la sencillez del siglo no pudo faltar otro festejo propio de ella, y fueron unos hombres ciegos que, armados de bastones y bien protegidas las cabezas con morriones, para que no se hiriesen gravemente, se sacaban al coso y se les echaban algunos animales de cerda, para que cada ciego hiciese suyo el cerdo que matase, y buscándole a tientas, descargaban los golpes en partes muy distintas y algunas veces, encontrándose, entre sí mismos se golpeaban con grandísima algazara de la multitud». ¡Sería de ver los garrotazos tan atroces que con el afán de darle al cerdo en la sesera se arrearían los ciegos de León, mientras la gente se moría de risa! Espectáculo digno «de la sencillez del siglo xin». La diversión a base de los palos de ciegos fue común en la Antigüedad, y su último avatar es «la piñata» (que significa en italiano olla) y que dio nombre al Domingo de Piñata y al baile de Piñata, porque en él se vendaban los ojos a los circunstantes para que rompieran a garrotazos una olla colgada del techo, llena unas veces de agua y otras de pájaros o dulces. En el año 1563, el valenciano Juan de Timoneda llevó a las tablas el Paso de dos ciegos y un mozo muy gracioso. Es una pieza teatral muy corta que copia Moratín en sus Orígenes del teatro español. En escena aparece Palillos, mozo vivales y granujón, el cual refiere al auditorio que había sido lazarillo de un ciego y que le robó los dineros que guardaba en un agujero de su casa. Dicho esto, Palillos se retira y aparecen dos ciegos pregonando sus oraciones. El ciego Álvarez, víctima de Palillos, le refiere a su compadre Gómez cómo su lazarillo le había robado seis ducados que guardaba en su casa. Gómez le dice que eso le pasó por no llevarlos encima como él, www.lectulandia.com - Página 410 que los lleva cosidos al bonete. Apenas dicho esto en el mayor secreto, el malvado Palillos, que escuchó la conversación, le arrebata el bonete. Gómez cree que ha sido Álvarez el autor de la burla. «Daca el gorro», le dice. Álvarez niega. Gómez se sulfura y acaban ambos sacudiéndose una paliza fenomenal. En uno de mis libros recogí esta broma: «En cierto pueblo de Navarra se celebró una boda a la que, no sé por qué razón, fueron invitados todos los ciegos de la comarca. Corrió la voz y se juntaron a la fiesta una docena de ellos. Después de la comida, el padrino, que era un guasón de arroba y un mala idea, los juntó en el corral y los informó en parejas, y, conforme pasaban, decía: »— Toma; un duro pa los dos. »— Ten; este duro pa los dos. »Pero nada les daba el muy truhán. Y, ya en la calle, un ciego le urgía al otro: “Apoquina la mitad que me toca”. Y el compadre, asombrado: “¿Qué mitá dices, si te lo ha dau a tú?...”. “¿A mí? ¡Mientes, traidor!...”. Y alzaron sus garrotes. Y se majaron a baldurrazos, a palos de ciego». (Cajón de sastre, p. 105). Para las calendas griegas Emplazar a alguien para las calendas griegas es emplazarle para una época que no llegará nunca, y, por consiguiente, significa negarse a hacer lo que se desea o se exige de nosotros. Æ Esta expresión procede de que las calendas, que indicaban el primer día de cada mes, no existían más que entre los romanos. No tenían calendas los griegos; la fiesta que se celebraba en la luna nueva en Grecia, así como en Egipto y en Siria, se llamaba neomenia (nuevo mes). El pago de las deudas en Roma se efectuaba en las calendas de cada mes; lo que explica por qué la palabra calendas ha venido a figurar en una expresión que quiere decir que no se cumplirá jamás un compromiso o que no se atenderá una demanda. Tal es —extractada— la explicación que da Bastús en La sabiduría de las naciones (2.* serie, p. 102, Barcelona, 1863). Vicente Vega, en su Diccionario de frases célebres (Barcelona, 1952, p. 354), explicando la frase: Ad graecas, bone rex, tua fient mandata calendas (Tus órdenes serán cumplidas, buen rey, en las calendas griegas), con la que respondió la reina Isabel de Inglaterra a una exigencia de Felipe Il, escribe lo siguiente: «Kalendae o Festimo calendarum era una fiesta que los romanos celebraban el primero de enero, consagrado a Juno y al dios Jano. En esa fecha se debían pagar las deudas atrasadas y los réditos por los préstamos contraídos. Y de los morosos o www.lectulandia.com - Página 411 insolventes se vino a decir que pagarían en las calendas griegas, o sea, nunca, pues los griegos no observaban esa fiesta ni tenían en cuenta tal fecha para nada que se refiriese al cumplimiento de compromisos. »Quedó la frase para indicar el problemático cumplimiento o indefinido aplazamiento de cualquier promesa, ofrecimiento, deuda, etc., pasando a la historia por boca de la reina Isabel en la ocasión aludida». Para que te peas llevando el cirial Algunos añaden: en acto tan serio. Locución familiar con la que damos a entender a alguno, por lo regular con cierta fruición, que bien merecido tiene el castigo o la contrariedad que le acaba de sobrevenir. Ml Obedece al cuento, según el cual, yendo un monaguillo en cierta procesión con el cirial en alto, se le escapó una ventosidad, y el cura (otros dicen que el sacristán), que iba detrás de él, le dio un soberbio puntapié, al tiempo que pronunciaba el dicho. En mi tierra navarra he oído decir así la frase: Para que te pedas llevando el cirial y digas que chisporrotea, expresión que tiene más gracia que la corriente, porque en ella se alude a la excusa que dio el monaguillo antes de recibir el castigo por su irreverencia. Pasar el Rubicón Frase proverbial que significa comprometerse de un modo irrevocable a acometer una empresa audaz. Æ El Rubicón era un pequeño río que separaba a Italia de la Galia Cisalpina. El Senado romano, para impedir el paso de tropas procedentes del norte, declaró sacrílego y parricida a aquel que con una legión o con solo una cohorte pasara el Rubicón. Sin embargo, Julio César, a quien el Senado había rehusado nombrarle cónsul y a quien, por instigación del cónsul Pompeyo, había ordenado dejar e mando y licenciar a sus tropas, decidió marchar sobre Roma para derribar a Pompeyo. Cuando en el año 49 a. de C., César llegó a orillas del Rubicón, después de unos momentos de reflexión acerca del peligro que entrañaba franquear dicho río, se decidió a vadearlo, diciendo: «Alea jacta est!» (La suerte está echada!). www.lectulandia.com - Página 412 Pompeyo, consternado ante el rápido movimiento de su enemigo, huyó de Roma, con numeroso séquito de senadores y aristócratas, y César entró en la capital sin derramar una gota de sangre, persiguió a los fugitivos hasta el mar, y marchó a España a combatir al ejército de Pompeyo. Pasar la noche en blanco Modismo que no aparece en el Diccionario y que significa pasar la noche sin dormir, sin pegar ojo. Æ Lo de pasar la noche en blanco se dijo —como escribe Bastús— «con relación a la que solían pasar los que aspiran a entrar en ciertas Órdenes de Caballería. »El día antes de ser armados caballeros hacían la vela de las armas que habían de servir al efecto, revestidos por lo común de una túnica blanca, como los neófitos de la Iglesia, símbolo de la pureza de que debían estar adornados; pues los más tomaban un baño y habían a más cumplido con el Sacramento de la penitencia, para estar limpios y purificados de cuerpo y alma al recibir la Orden de la Caballería». (La sabiduría de las naciones, 2.* serie, p. 215). Pasar las de Caín [Se dice de quien sufre graves apuros o contratiempos]. Æ Según algunos, equivale a andar por el peor terreno del mundo, refiriéndose a Caín, un villorrio de las montañas de León, cuyos habitantes viven muy pobremente. Pero no es este, ni podía serlo, el significado de la frase, que se refiere a las penas y calamidades que pasó Caín después de haber dado muerte, por envidia, a su hermano Abel. Dios —según el capítulo 4.” del Génesis— maldijo a Caín, diciéndole: «La sangre de tu hermano está clamando a Mí desde la tierra. Maldito, pues, serás tú desde ahora sobre la tierra... Después que la hayas labrado no te dará frutos: errante y fugitivo vivirás sobre la tierra». www.lectulandia.com - Página 413 Pasar las del Beri Padecer grandes contrariedades y amarguras. Æ Montoto, en su obra Personajes, personas y personillas... (tomo 1.°, pp. 130 y 131), escribe: «Tengo oído que el Beni —apodo que trasciende a gitano— anduvo por tierras de Andalucía; y no será aventurado pensar que, dada la vida que llevan los de su raza, nuestro hombre andaría a sombra de tejado, la barba sobre el hombre, tomando a cada trinquete las de Villadiego. »Dícese también Ir con las del Beni: tener aviesas intenciones y malos propósitos». Pasar las noches de claro en claro En el capítulo primero del Quijote, dice Cervantes, haciendo un chiste, que el hidalgo manchego se enfrascó tanto en la lectura de los libros de caballerías, «que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio». La expresión pasar de claro en claro una cosa, en el sentido de atravesarla o perforarla, aparece en La Celestina (1501), donde dice Calixto a Melibea: «A los corazones aparejados con apercibimiento recio contra las adversidades, ninguna puede venir que pase de claro en claro la fuerza de su muro». Æ Comentando este pasaje de La Celestina Julio Cejador escribe: «Pasar de claro en claro la noche se dijo de esta acepción física del texto, como atravesar con un clavo, etc., de forma que se vea la otra parte del muro por el agujero hecho». (Fernando de Rojas, La Celestina, Clásicos Castellanos, tomo Il, 3.* ed., Madrid, 1941, p. 83). También Cejador, en su Fraseología (tomo I, p. 307), dice que de claro en claro proviene del «juego de la sortija y del atravesar un muro, etc.». Yo añadiría «de parte a parte y de un extremo a otro». Entre otras varias citas, Cejador trae la siguiente de Gonzalo Pérez en su Odisea: Arrojó la saeta tan derecha, que pasó las segures por los ojos www.lectulandia.com - Página 414 sin errar a ninguna: de manera que fue de claro en claro al otro cabo por todas las sortijas la saeta. Pasar las penas de San Patricio Alude esta comparación proverbial a San Patricio obispo, que vivió en los años 387- 465 y evangelizó Irlanda. Æ En cierta ocasión, algunos de sus oyentes pusieron en duda los castigos de ultratumba con que los amenazaba, y el santo los condujo a la boca de una caverna, se puso en oración, y al poco tiempo, del abismo salían aullidos, lamentos, llamaradas, humo denso y olor de azufre. Esto es lo que se ha llamado el purgatorio de San Patricio, dice el padre Pérez de Urbel, de quien tomo estos datos. En el Novísimo año cristiano, de Croisset, traducido por el padre Isla, leí, acerca de esto, lo siguiente: «En la provincia irlandesa de Ultonia (Ulster) se ve hasta el día de hoy una isla hacia la mitad de un lago que forma el Liffer, donde se coloca el célebre purgatorio de San Patricio. Es una cueva donde se dice que el santo pasó toda una Cuaresma en el ejercicio de las mayores penitencias, y donde padeció inimaginables tormentos por parte de los demonios, que hicieron todos los posibles esfuerzos por espantarle y para retraerle de su celosa resolución y propósito de trabajar en la conversión de aquellos isleños. Hízose muy célebre esta cueva, así por haber estado en ella San Patricio como por lo que en ella había padecido... Créese que para dar alguna idea de las penas y premios de la otra vida a aquella gente extremadamente grosera... alcanzó de Dios nuestro santo que en aquella cueva experimentasen algunos sensiblemente lo que no podían comprender, y como todo los penosos ejercicios de penitencia que allí se hacían se dirigían a purificar las almas de sus culpas, se dio a la cueva el nombre de Purgatorio de San Patricio». El padre Feijoo discurre con serenidad y competencia sobre el Purgatorio de San Patricio en su Teatro crítico (tomo 7.”, discurso 6.°, Madrid, 1871), y recuerda la comedia de Calderón de la Barca El purgatorio de San Patricio, que vulgarizó la leyenda. En opinión de Brunet, «la fuente de esta leyenda es una novela mística latina, compuesta por Enrique Salteriense, Bernardino irlandés del siglo xn, e impresa en el Florilegium insulae Sanctorum Hiberniae y en otras partes». Según Antonio G. Solalinde, la primera versión española de El purgatorio de San Patricio se conserva en los folios 159 a 164 del códice número 43-20 que se custodia en la biblioteca de la catedral de Toledo. El manuscrito es de principios del siglo xIv. www.lectulandia.com - Página 415 (Antonio G. Solalinde, La primera versión española de «El purgatorio de San Patricio» y la difusión de esta leyenda en España, trabajo publicado en el Homenaje a Menéndez Pidal, tomo 2.”, págs. 219-257, Madrid, 1925). El primer libro español sobre El purgatorio de San Patricio es de 1627, y hay hasta diez ediciones posteriores, una de ellas la titulada Vida y purgatorio de San Patricio, de Juan Pérez de Montalbán, impresa en Pamplona hacia 1757. Pasar más aventuras que Barceló por la mar A propósito de este personaje, a quien en muchas partes llaman, por corrupción, Marcelo, existen varios dichos: «Pasar más aventuras que Barceló por la mar», «Ser más valiente que Barceló por la mar», «Ser más conocido que Barceló por la mar». (En Andalucía, el vulgo dice Barselón). Æ Las referidas expresiones aluden al mallorquín Antonio Barceló, nacido en 1717, y que se hizo famoso a mediados de su siglo por las persecuciones que llevó a cabo contra los corsarios moros que infestaban las costas de España. Barceló era el terror de los piratas. Sus memorables hechos llegaron a oídos de Carlos II, el cual los recompensó, nombrándole en 1762 comandante de los reales jabeques. Entonces persiguió incesantemente a los moros, de tal suerte, que en 1769 había hecho prisionero al famoso Sahim con más de mil seiscientos piratas, echando además a pique o apresando diecinueve buques, y libertando a muchísimos cautivos cristianos. En 1779, al iniciarse el tercer sitio de Gibraltar, fue nombrado comandante general de la escuadra encargada del bloqueo, y durante el asedio de la plaza dio señaladas pruebas de su valor y pericia. Posteriormente mandó la expedición contra Argel, cuya plaza bombardeó en dos ocasiones. Su lema era: «A la mar voy; mis hechos dirán quién soy». Al fin de sus días fue víctima de la injusticia, y falleció el 30 de enero de 1797. Barceló, de simple grumete llegó a jefe de escuadra de la Real Armada de Carlos III. Sus proezas en el sitio de Gibraltar quedaron inmortalizadas por la musa popular en esta copla: Si el rey de España tuviera cuatro como Barceló, Gibraltar fuera de España, que de los ingleses, no. www.lectulandia.com - Página 416 Una copla andaluza, que cita Montoto en Un paquete de cartas, convierte en pirata a Barselón. Dice así: Tengo que pasarme al moro y tengo que renegar; tengo de ser más pirata que Barselón por la mar. Pasar una crujía Según el Diccionario actual, pasar, o sufrir, una crujía, significa «padecer trabajos o hallarse en situación desgraciada durante algún tiempo». Esta expresión, muy vieja en nuestra lengua, alude al galeote castigado a pasar en la crujía de la galera (es decir, en el espacio de proa a popa, en medio de la cubierta de la embarcación) por entre los demás compañeros que, puestos en dos filas, le azotaban. A esta carrera, de baquetas, castigo de galeotes, lo llamaban correr la crujía y pasar crujía. Æ Antonio Pérez, en sus Cartas, escribe: «Yo le haré padecer lo que fuere bueno por mi nombre; porque yo le haré pasar crujía». Y en otra ocasión dice: «Pasar crujías y azotes». De Cervantes, en el Viaje del Parnaso, son estos versos: Por esta entiendo yo que se diría lo que suele decirse a un desdichado cuando lo pasa mal: pasó crujía. Hoy se dice que pasa una crujía del que vive con estrechez, y del que sufre una enfermedad grave, una zamarrada. Pasar una noche de perros Son muchos los que no acaban de explicarse el porqué de esta expresión. Si de algo vale mi humilde opinión diré que pasar una noche de perros, en el www.lectulandia.com - Página 417 sentido de pasar una mala noche, de no poder pegar ojo en toda ella, hace alusión a esas noches en las cuales los perros de la vecindad no cesan de ladrar, impidiendo coger el sueño a los que escuchan sus continuos y alarmantes ladridos. Æ Noche de perros debió de ser aquella en que García Lorca sitúa el episodio de su romance La casada infiel, donde se dice: Un horizonte de perros ladraba lejos del río. Así como pasar una noche toledana es —según el toledano Sebastián de Covarrubias— pasarla de claro en claro por culpa de los agresivos mosquitos de Toledo, pasar una noche de perros equivale a pasarla en blanco por culpa de los perros ladradores. Esto es, al menos, lo que yo supongo. Pasar una noche toledana Se dice de la persona que pasa una noche sin dormir, a causa de disgustos o molestias. Æ Según Correas, en su Vocabulario de refranes del primer tercio del siglo xvi, proviene este dicho de que las mozas toledanas, en la noche de San Juan, permanecían a la escucha de la primera palabra que oían en la calle a partir de las doce, pensando que con el que se nombrase se habían de casar. «Esto —dice Correas — lo hacían las mozas necias, y de allí salió decir noche toledana por noche mala, por el desvelo que pasaban». Otra opinión, tan común como carente de fundamento, afirma que la expresión noche toledana alude a la terrible noche del 806 —según Levi Provencal fue en el año 795 de J. C. y 175 de la hégira— en la cual el valí de Toledo Amrus-al Lleridi reunió en su palacio, a pretexto de un banquete a 700 (otros dicen que a 400) muladíes toledanos, sospechosos de rebeldía contra el califa de Córdoba, su señor; los mandó acuchillar a medianoche; arrojó sus cadáveres a un foso, y expuso las cabezas de los ajusticiados, para escarmiento de la población. Esta sangrienta hazaña es conocida con el nombre de «la jornada del foso de Toledo» (en árabe, Waq-atalkufra). Sin embargo, el verdadero origen de la frase que comentamos hay que buscarlo en el Tesoro de la lengua castellana, de Sebastián de Covarrubias, el cual, por haber nacido en Toledo (en 1539) y por ser hombre erudito y amigo de buscar el origen de frases y proverbios, sabía de esto más que nadie. La explicación de Covarrubias es www.lectulandia.com - Página 418 mucho más sencilla que las dos anteriores, y mucho más lógica. Al explicar la palabra noche, escribe: «Noche toledana, la que se pasa de claro en claro, sin dormir, porque los mosquitos persiguen a los forasteros, que no están prevenidos de remedios como los demás». Pasársele a uno por alto una cosa Significa no advertirla, no haberse fijado en ella. Æ Según leí en Cejador (Tesoro. Silbantes, 2.* parte), es dicho que proviene de los cazadores, a quienes se les pasa por alto la caza a causa de su distracción. Pero el mismo Cejador, en su Fraseología (obra publicada diez años más tarde que la anterior), dice que pasársele a uno por alto una cosa es «pasar la pelota por cima del jugador. Metafóricamente, no advertir». Y añade las siguientes citas: «Y no es mucho que una pelota se me fuese por alto» (La pícara Justina). «Tan perspicaces y tan despiertos, que ya nada se les pasaba por alto; todo lo advertían y lo notaban» (Gracián, El Criticón, 2, 1). «Estás tan lejos de dejar algo sin castigo o de que se te pase por alto algo sin que lo mires» (fray Luis de León, Job, 14, 17). Clemencín, en su nota 25 al capítulo 13 de la 2.* parte del Quijote, afirma que «es metáfora tomada del juego de pelota, cuando por ir muy alta no la puede volver el que la espera». Se aplica al que no comprende o no alcanza alguna cosa que le importa, por ser superior a su inteligencia. Pecar por carta de más Según Covarrubias en su Tesoro, «se dice pecar por carta de más o por carta de menos cuando o se excede o no se llegó al justo». Y añade: «Es tomado del juego del quince, o del veinte y veinte y uno» («de las treinta y una o de las siete y media que diríamos hoy», comenta Rodríguez Marín). Æ El juego del veintiuno o la veintiuna a que alude Covarrubias era el juego de naipes con el cual el héroe cervantino Rinconete se ganaba la vida en mesones y ventas. Alude al dicho que comentamos Lope de Vega en La Dorotea (f. 12): www.lectulandia.com - Página 419 Señales son del juicio ver que todos le perdemos, unos por carta de más y otros por carta de menos. Cejador, en su Fraseología (tomo l.”, p. 275), trae estas citas: «Pecaría por carta de más y daría quince de largo...; pecaría por carta de menos y daría cinco de corto». (P. Cristóbal Fonseca, Vida de Cristo, 2, 1.) «Siempre pecan por carta de más. No les quedará por corta ni mal echada». (Antonio de Cáceres Sotomayor, Psalmos penitenciales de David, Psalmo 54). Pedir gollerías Pedir cosas imposibles; tratar de conseguir algo muy bueno o excepcional. Gollerías es corrupción de gullurías o gollorías. Æ Segun Clemencín, «diose este nombre por onomatopeya a unos pajarillos que anuncian la primavera, y por ser sabrosos y difíciles de coger, se miraban como manjar excesivamente delicado, que solo podía apetecerse y buscarse por capricho y antojo. De aquí ha venido llamar gullorías o gollerías (que es lo que más comúnmente se dice) las pretensiones y deseos de la misma clase». Gollorías, dice Quevedo en su Cuento de cuentos. Y comenta Seijas Patiño: «En sentido familiar es manjar exquisito y delicado, y por extensión, delicadeza. Llámase gulloría a una especie de cogujada sin penacho, y tal vez aludiendo a ella se dijo andar en gullorías o gollerías por andar con delicadezas, escogiendo los pajarillos y carnes tiernas y exquisitas». El Arcipreste de Hita las nombra en el Libro de buen amor (copla 781 de la ed. de Ducamín). Algunos, en sus casas, pasan con dos sardinas, en algunas posadas demandan gollorías. .. desechan el carnero, piden las adefinas, desfan que no conbrían tozino sin gallinas. Rodríguez Marín, comentando esta copla del Arcipreste, advierte: «Por la consonancia que falta, podría sospecharse si se dijo y se escribió gollorinas». De las gollorías habla también Sorapán de Rieros en su Medicina española contenida en proverbios (1616), donde escribe: «La carne de golondrinas, y la de gollorías, es muy insinuante al gusto, y cría mala sangre, pero las gollorías, quemadas y hechas polvos, y dados a beber con vino, son de gran provecho para los que www.lectulandia.com - Página 420 padecen de piedra». (Edición de la Biblioteca Clásica de la Medicina española, Madrid, 1949, p. 211). Antiguamente se decía buscar gullurías (así aparece en el Quijote, parte 1.*, cap. 48), y pedir gullurías. También se decía pedir gullurías en el golfo y pedir cotufas en el golfo, es decir, estando en alta mar y navegando. Según Clemencín (nota 33 al cap. 30 de la 1.* parte del Quijote), cotufa es lo mismo que chufa, especie de raicilla tuberosa y azucarada que se cultiva en el reino de Valencia, y se usa de ordinario para horchatas. Y añade: «Es claro que pedirlas en alta mar es pedir inoportunamente golosinas o pedir imposibles». Pelar la pava Según el Diccionario, significa «tener amorosas pláticas los mozos con las mozas». Y según Sbarbi, «estar en continuada conversación dos amantes». Æ El barón Charles Davillier, en su Viaje por España (París, 1875, cap. 22), escribe: «No se está de acuerdo sobre el origen de esta expresión, más pintoresca que poética, que en Andalucía se aplica a los novios que hacen la corte. Tal vez venga de que la actitud del cortejante, su guitarra o mandolina en mano, ofrece algún parecido con la de una persona que tuviera una pava en la mano izquierda y la estuviera pelando con la derecha. Esta operación necesita, en efecto, movimientos repetidos que no dejan de tener cierto parecido con los de un guitarrero pellizcando o rasgueando las cuerdas de su instrumento». La explicación no convence, porque la frase pelar la pava se aplicó siempre en Andalucía (donde seguramente nació el dicho), no al galán que ronda a su moza, guitarra en mano, sino al que la corteja, y más propiamente al que hace el amor desde la calle y junto a la reja. Aplicándose también a la dama y a los dos amantes. Quizá se acerque a la realidad la explicación que dio Gestoso y Pérez, el cual aseguraba habérsela oído referir al folclorista andaluz Luis Montoto. Es la siguiente: Una dueña, vieja y achacosa, ordenó a su criada que matase y pelase una pava para solemnizar la fiesta al día siguiente. Ella fue a pelarla a la reja, adonde acudió su novio. La moza se retrasaba mucho en la faena, como es de suponer. La vieja le gritaba: «¡Muchacha! ¿No vienes?». «Ya voy, señora; que estoy pelando la pava». Volvía a impacientarse la dueña y gritaba: «¡Muchacha! ¿Qué haces?». Y contestaba la aludida: «¡Estoy pelando la pava!». Esta misma versión que yo extracto apareció firmada por Carlos María Perier en El Averiguador Universal, n.° 59 (Madrid, 15 de junio de 1881). www.lectulandia.com - Página 421 Pelillos a la mar La Academia, en su Diccionario (artículo Pelillo), dice: Echar pelillos a la mar. Reconciliarse dos personas». Y añade poco después: «Pelillos a la mar. Modo que tienen los muchachos de afirmar que no faltarán a lo que han tratado y convenido, lo cual hacen sacando un pelo de la cabeza, y soplándolo dicen: pelillos a la mar». Æ Correas, en su Vocabulario (p. 338), consigna que los muchachos, para confirmar un trueque, decían: Pelillos a la mar que no hay destrocar. Y cuando se disponían a jugar, aunque se haya de perder: Pelillos a la mar para nunca desquitar. Rodrigo Caro, en sus Días geniales o lúdricos (diálogo V-V), refiere que en Andalucía los chicos que hacen las paces «echan pelillos, cortándoselos de la ropa y echándolos al viento». Y explica esto, porque «así como los pelos se los lleva el aire, así no se acordarán más de los agravios pasados, como si el viento se los hubiese llevado». Sobre la antigüedad de esta costumbre, Rodrigo Caro recuerda que aparece en La Ilíada, cuando juntándose griegos y troyanos para hacer las paces, dejando que riñesen por la posesión de Helena Paris y Menelao, y quedando amigos los demás, la primera ceremonia fue cortar los pelillos de los corderos que trajeron para el sacrificio. Rodríguez Marín, en su obra Cantos populares españoles (tomo 1.*, p. 181), dice que en Andalucía, los niños, para sellar las paces, se arrancan un pelo cada uno y, teniéndolos cogidos entre los dedos, dicen: —¿Aónde ba ese pelo? —Ar biento. —¿Y er biento? —A la má. —Pos ya la guerra está acabá. Y es que, como decía el folclorista Machado (el padre de los poetas), el mar www.lectulandia.com - Página 422 representa lo indistinto, la gran generalización en cuyas inmensas lobregueces se sepulta ad perpetuam todo lo determinado e individual. Así lo expresan, también, el folclore y la poesía: A la mar van a parar, morena, todos los ríos, y allí se irán a juntar tus amores y los míos. Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir... Pender de un hilo. Cortar el hilo de la vida Pender de un hilo es expresión con que se explica el gran riesgo de ruina de una cosa. Cortar el hilo de la vida equivale a matar, quitar la vida. MM Estos modismos y el de pende su vida de un hilo, que aplicamos al moribundo o al que se halla en un inminente peligro de muerte, provienen de la Antigüedad clásica y aluden a la fábula de las parcas. Según la mitología, las parcas, divinidades infernales, eran tres hermanas que hilaban y cortaban el hilo de la vida del hombre. La primera y más joven de ellas, Clotho, presidía el momento del nacimiento y tenía el hilo del destino de los hombres. La segunda, llamada Lachesis, era la que hilaba el estambre de la vida. Y la tercera, la parca propiamente dicha, la más vieja, era Atropos, la que tenía por oficio cortar con las tijeras el hilo de la vida, sin respetar la edad, la riqueza, el poder, ni ninguna posible prerrogativa, apenas recibía la orden del destino. Las parcas hilaban lana blanca para una vida feliz y prolongada, y lana negra para una vida corta y desgraciada. Muchas veces solían mezclar estas dos especies de lana, cuando hilaban la vida de aquellos hombres cuyos sucesos eran una mezcla de felicidad y adversidad. Pero cuando la vida de los mortales llegaba al último período o estaba próxima a terminar, hilaban siempre lana negra. Es posible que las expresiones tener la suerte negra o el hado negro aludan al hilo de lana negra de las parcas. www.lectulandia.com - Página 423 Peor es meneallo Equivale a decir: es mejor no remover ese asunto; no volver a hablar del caso, no es conveniente revolver la cuestión. Æ Según Bastús (Sabiduría, serie 1.*, p. 197), parece que es tomado, según prácticos culinarios, de cuando se guisa el arroz, que, estando al fuego, si llega a pegarse, entonces dicen que es peor meneallo. Por esto, sin duda, decía el socarrón de Sancho en el capítulo 37 de la 2.* parte del Quijote, hablando de trasquilar a las dueñas: «Será mejor no menear el arroz, aunque se pegue». Ya en la primera parte, don Quijote había dicho a Sancho que peor era meneallo, cuando este trataba de excusarse del reproche de sucio que le hizo su amo en el capítulo XX. Es el capítulo de la llamada «Aventura de los batanes», donde a Sancho «le vino en voluntad y deseo de hacer lo que otro no pudiera hacer por él». Don Quijote, que «tenía el sentido del olfato tan vivo como el de los oídos», le dijo: «—Paréceme, Sancho, que tienes mucho miedo. »—¿En qué lo echa de ver vuestra merced? »—En que ahora más que nunca hueles, y no a ámbar —respondió don Quijote. »—Apostaré —replicó Sancho— que piensa vuestra merced que yo he hecho de mi persona alguna cosa que no deba. »—Peor es meneallo, amigo Sancho —respondió don Quijote». Cejador, con relación al Quijote, dice que la frase que comentamos «se dijo del arroz, que se pega estando al fuego, y se dice de cualquier asunto que por tratar de mejorarlo se teme vaya empeorando». Para Rodríguez Marín, el Peor es meneallo tiene su equivalente en la expresión Con azúcar está peor. (Véase Con azúcar está peor y Mejor es no meneallo). Perder los estribos Frase que, según el Diccionario de la Real Academia, significa impacientarse mucho y desbarrar; hablar u obrar fuera de razón. Alude al jinete a quien se le salen los pies de los estribos involuntariamente cuando va a caballo. www.lectulandia.com - Página 424 Æ Antiguamente se decía perder los estribos de la paciencia, y así aparece recogida la frase en el Vocabulario de Gonzalo Correas, del primer tercio del siglo XVII. Picar muy alto «Tener mucha ambición o grandes pretensiones», dice el Diccionario. Æ Según leí, el origen de esta expresión es el siguiente: «El conde de Villamediana estaba enamorado de la reina, esposa de Felipe IV. En la corrida celebrada en la Plaza Mayor de Madrid el día de la onomástica del rey, el conde rejoneó un toro, con grave riesgo de su vida. Cuando el toro rodó, la reina dijo: “¡Qué bien pica el conde!”. Y el rey, con sorna, aludiendo a los amores reales del héroe, añadió: “Pica bien, pero pica muy alto”». Fácilmente se advierte que no puede ser este el origen de la expresión que comentamos, puesto que el rey hace un juego de palabras, lo que demuestra que el picar muy alto tenía ya en aquella época el sentido figurado que hoy tiene. Cejador, en su Fraseología, o estilística castellana (tomo 3.”, p. 313), dice que picar alto o picar más alto (pretender, tener levantados propósitos y pensamientos), es «metáfora tomada del jinete». Por lo visto, alude a la espuela y al picar en el sentido de espolear. Pisar buena (o mala) hierba Según el Diccionario, haber pisado uno buena o mala hierba significa «salirle bien, o mal, las cosas» y «estar contento o descontento». J En las primeras ediciones del Diccionario de la Real Academia, pisar buena, o mala, yerba es «frase metafórica con que se expresa que alguno está de buen o mal humor, alegre o desazonado, según las muestras que da». Correas, en su Vocabulario de refranes, incluye la frase pisar buena hierba, y comenta: «Dícese de la persona que está de buen humor, mejor que el que tiene». Y en otro lugar: «Dícese cuando uno está más alegre y gracioso que suele». Añade Correas que es corriente decir: Alguna buena, o mala, hierba has pisado. Tirso de Molina, en su comedia El castigo del penseque, escribe: www.lectulandia.com - Página 425 Bien habrás mudado ogaño cien damas. ¿Qué yerbas pisas? ¿Quién te ha vuelto camaleón? Este texto de Tirso confundió a Cejador, el cual, en su obra Fraseología, o estilística castellana (tomo II, Madrid, 1923), afirma que la frase pisar buena o mala yerba está tomada «del camaleón, que muda de color según donde se asienta» y «significa tener buena o mala fortuna tan voltaria como el camaleón» (como el color del camaleón querrá decir). La explicación de Cejador no convence. En mi modesta opinión, es posible que la frase que comentamos hubiera nacido de los pastores y ganaderos, aludiendo a los pastos. Y es posible también, y más probable, que provenga de alguna vieja superstición popular en relación con las hierbas del campo y con los diferentes efectos que causa en el hombre el haber pisado una hierba buena o mala. ¡Polca, Pérez! En el libro de Augusto Martínez Olmedilla titulado El maestro Barbieri y su tiempo (Madrid, 1941) vi explicado el origen de esta popular expresión. Æ Dice Martínez Olmedilla que en el verano de 1864 se inauguró en Madrid un parque de espectáculos que estaba situado en la calle de Alcalá, a la altura de la de Velázquez, y al que llamaron Campos Elíseos. Pedro de Répide, en su libro Costumbres y devociones madrileñas (Madrid, 1914), y en el capítulo titulado «Julio, fogoso», dice que los Campos Elíseos se extendían a lo largo de la carretera de Aragón (hoy calle de Alcalá), desde poco más arriba de la antigua Plaza de Toros hasta donde se abre hoy la calle del General Pardiñas. Barbieri dio en él óperas, y en el verano de 1865 organizó conciertos. El concierto inaugural estaba integrado por unos valses titulados Campos Elíseos, de Oudrid; por La Tempestad, polca de Pérez, y por Lamentos de un preso, de Chueca. «El grito de ¡Polca, Pérez! se hizo popular, y aún sigue pidiéndose en bailes de bullicio, por broma, sin saber que se refiere a una pieza que tuvo gran éxito». Poner a uno como no digan dueñas, o cual digan dueñas www.lectulandia.com - Página 426 Ponerlo verde, injuriarlo. Tienen su origen estas expresiones en la fama de embusteras, murmuradoras o aviesas que llevaron antaño las dueñas o comadres. Æ Aludiendo a esto, dice Ruiz de Alarcón: Lo que me ha admirado más es, señor, que estén durmiendo las dueñas, que son demonios vestidos de blanco y negro. «Púsola cual no digan dueñas», se lee en el Quijote (parte 2.°, cap. 8.°). Y comentando esto Cejador, escribe: «La frase púsola cual no digan dueñas equivale a “la trató muy mal de palabra, cual solían las dueñas, ya directamente, ya cuando entre sí charlaban y comentaban los defectos del prójimo”». El mismo Cejador, en su Fraseología (tomo 2.*), dice que poner cual digan dueñas es «tratar y poner mal», y alude a ponderaciones, «porque las dueñas suelen ser ponderadoras mayormente en cosas malas, que es cuando más se usa la frase. Ponerle cual digan dueñas equivale a maltratarle de modo que ellas tengan que contar en estrados y antecámaras». Tirso de Molina, Gracián y Quevedo usan esta expresión, pero sin la partícula negativa. Tirso, en El vergonzoso en Palacio, dice: Callad, que yo los pondré, Lariso, cual digan dueñas. Y Quevedo, en la Visita de los chistes: «Solo os pido, así os libre Dios de dueñas, y no es poca bendición; que para decir que destruirán a uno dicen que le pondrán cual digan dueñas». Rodríguez Marín, en su Edición crítica del Quijote, plantea la duda de estas dos formas de expresión, pero dice que no la resuelve por falta de espacio. Poner a uno como un trapo Significa, según el Diccionario, «reprenderle agriamente o decirle palabras ofensivas». Æ Según Cejador (Fraseología, tomo 3.*), procede del dicho antiguo Púsole del lodo, como un trapo, que incluye Correas con el significado de «maltratarle de www.lectulandia.com - Página 427 palabra». Poner a uno en los cuernos de la luna Expresión que, según el Diccionario significa «alabarle sin tasa». En las primeras ediciones del Diccionario académico, por ejemplo, en la de 1791, levantar o subir a uno sobre los cuernos de la luna equivale a «colocarlo en alto puesto, o alabarle con exceso». Entre los escritores clásicos aparecen muy a menudo las frases poner, estar, verse, etc., en los cuernos de la luna, y las de verse en el cuerno de la luna y levantar a otro hasta el cuerno de la luna, con el significado de poner, estar, verse, etc., en lo más alto, y relacionadas casi siempre con la estimación, el elogio o la alabanza. Antonio Pérez dice en una de sus Cartas: «Acabando de ponerle en los cuernos de la luna con llamarle a boca llena maestro». Y Juan de Luna, en la segunda parte del Lazarillo (1620): «Haberse visto rico y en los cuernos de la luna, y verse pobre y sujeto a necios». Antonio de Cáceres Sotomayor, en su libro Paráfrasis de los Salmos, escribe: «Subillo han hasta el cielo con alabanzas. Levantáranle hasta el cuerno de la luna». Y el padre Francisco Aguado, en su Vida de Cristo: «Cuando me viere rico y en el cuerno de la luna». Por último, Cervantes, en el Prólogo del Quijote, nos dejó estos versos: Y aunque sobre el cuerno de la luna siempre se vio encumbrada mi ventura. Æ Recientemente encontré una referencia a esta frase proverbial en el artículo que sobre la Biblioteca de Menéndez y Pelayo en Santander publicó José Simón Cabarga en el periódico madrileño ABC de 31 de julio de 1954. Hablando este escritor santanderino de la sala existente en la cripta del citado edificio, decía: «En los sillones del estrado presidencial están bordados los vítores al sabio, que son los vítores clásicos de Salamanca, o sea el anagrama sin la C, encima de una media luna con los cuernos hacia abajo, aludiendo al Papa Luna, protector de aquella Universidad, y de donde, para ensalzar al graduando, se decía que se le ponía en los cuernos de la luna». La noticia me pareció curiosa y me dirigí al autor del artículo, quien tuvo la amabilidad de contestarme. Decía así en su carta: «Mi amigo don Enrique Sánchez Reyes, director de la Biblioteca Menéndez www.lectulandia.com - Página 428 Pelayo, me dio, hace algún tiempo, una explicación que es la que yo aproveché para mi trabajo. Al recibir su carta de usted le he pedido precisiones, y he aquí lo que con su alta autoridad —doble, por ser salmantino y salmanticense— me informa: »En un ángulo del viejo claustro de la Universidad salmantina existe todavía una lápida, que debe ser del siglo xvi y reproducción de alguna inscripción más antigua, que dice así, si la memoria no me es infiel: Dominus Petrus de Luna, quondam Benedictus XIII, sub altae gentilitiae Lunae cornibus et latet et lucet. (El señor Pedro de Luna, en su tiempo Benedicto XIII, bajo los cuernos de una alta luna gentílica, tan pronto está oculto como brilla). »El antipapa don Pedro de Luna fue gran protector de la Universidad de Salamanca, y en su escudo más antiguo (a la Universidad me refiero) figura la media luna de la familia Luna como símbolo parlante. A esto es debido que en los vítores salmantinos se coloque esa media luna con los cuernos para abajo, en recuerdo de la Universidad y de su gran protector. »El que naciese de aquí la frase de ponerle a uno sobre los cuernos de la luna me parece cosa clara: primero, porque la lápida antes transcrita en honor de Benedicto XIIL aunque en latín, hace casi ya la misma frase castellana, y luego, porque en torno de aquel tozudo aragonés se hicieron otras frases por el estilo, como la de estar en sus trece, aludiendo a que, encerrado él allá en Peñíscola, continuó llamándose Benedicto XIII, aun después de abandonado ya por sus defensores y amigos del principio, y entre ellos por los mismos Reyes Católicos. » Documentalmente —sigue diciendo el señor Sánchez Reyes— no sé si podría probar el origen de la tal frase, pero por los datos que le doy, y sobre todo no olvidando la inscripción latina, que en su redacción primitiva debió de ser muy cercana a los tiempos del Papa Luna, no creo que se pueda dudar mucho de que el origen de la frase es el que apareció en el artículo de ABC». Pues bien, a pesar de lo expuesto por Sánchez Reyes, tengo varias razones para dudar de que sea esta la procedencia de la locución que nos ocupa. En primer lugar, porque los cuernos de la luna es una imagen poética antiquísima, que usó Virgilio, dos veces por lo menos, en el libro 1. de sus Geórgicas: Luna revertentes cum primum colligit ignes Si nigrum obscuro comprenderit aere cornu... Pura nec obtusis per caelum cornibus ibit... En segundo lugar, porque las frases Poner sobre las nubes, sobre el cielo y sobre la luna, con el significado de «alabar mucho a uno», aparecen recogidas por Correas en su Vocabulario del primer tercio del siglo xvi. En tercer lugar, porque si la frase poner sobre los cuernos de la luna hubiese nacido en la Universidad de Salamanca, resulta incomprensible y extrañísimo que www.lectulandia.com - Página 429 Correas, que al componer su inmortal Vocabulario de refranes y frases proverbiales era maestro de griego y hebreo en dicha universidad, no la hubiese anotado, explicando su origen. Tampoco la recoge Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana de 1611. No creo que tenga relación el poner en los cuernos o sobre los cuernos de la luna con la lápida en honor de Benedicto XIII, donde se dice todo lo contrario —«bajo los cuernos de la luna»— en elogio del famoso antipapa. Ni creo que la tenga con los vítores clásicos de la Universidad de Salamanca y con la discutible luna que llevan todos ellos sobre el vértice de la V. Vítor, del latín victor, “vencedor”, es «un cartel o tabla en que se escribe un breve elogio en aplauso de una persona por alguna hazaña, acción o promoción gloriosa, el cual se fija y expone al público». Y se llama vítor, generalmente, a una combinación o enlace de las seis letras de la palabra latina VICTOR. La mayoría de los vítores que aparecen en Salamanca son así: Ko Ye En estos vítores salmantinos —según advierte José Simón Cabarga— falta la letra C (que en otros vítores aparece muy visible), y, en cambio, se observa en ellos, sobre el vértice de la V, un trazo curvo, parecido a una media luna muy delgada, con los cuernos hacia abajo. Pues bien, yo creo que este trazo curvo no alude ni al antipapa Luna ni al antiguo escudo de la universidad. Y opino que el mencionado trazo no es otro que el de la C, que completa las seis letras del víctor. En la misma Salamanca existen vítores donde la letra C aparece colocada horizontalmente y apoyada en el trazo izquierdo de la V. Recientemente, el investigador don José Cabezudo Astrain me facilitó el siguiente modelo de víctor, encontrado por él en el Archivo de Protocolos de Zaragoza y correspondiente a un formulario notarial del siglo xv para documentos reales de Aragón: 2 KL Como puede apreciarse, en este modelo figuran todas las letras de la palabra www.lectulandia.com - Página 430 víctor, incluso el acento de la í. La letra C aparece colocada horizontalmente, junto al vértice de la V y debajo de la O. En resumen, opino que la expresión poner a una persona en los cuernos o sobre los cuernos de la luna constituye una derivación lógica y una variante posterior de la frase poner sobre la luna, que recoge Correas y que se usaba en toda España en los siglos XVI y XVII. Donde primeramente se dijo poner en la luna, se añadió posteriormente en los cuernos de la luna, que es dicho más poético y más gráfico. Y no creo que haya que ir a buscar el origen de esta variante en un trazo de los vítores salmantinos (el de la letra C), porque este trazo se parezca a una luna con los cuernos hacia abajo. Poner a uno en un brete Ponerle en un aprieto o dificultad. Según el Diccionario, brete es «Cepo o prisión de hierro que se pone a los reos en los pies». En Argentina —según me comunica el doctor Justo Gárate— llaman brete al patio cercado con alambrada. Æ El Diccionario de autoridades define brete como «el cepo o prisión estrecha de hierro que se pone a los reos en los pies, para que no puedan huir». Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana (1611), dice que brete es «vocablo español antiguo; vale lo mesmo que potro». Y añade que potro es «cierto instrumento de madera para dar tormento». Antiguamente se decía meter en un brete y entrar en un brete. Cristóbal de Castillejos, en su Sermón de amores (obra de 1542), escribe, aludiendo a que el influjo del amor alcanza a todos los humanos: Aunque sea de corona ni de grados ni obispos ni perlados también entran en sus bretes. Con ello quiere significar que todos caen en el cepo del amor. Porque Cristóbal de Castillejos empleó la voz brete en el sentido de «trampa para cazar». En la época del Arcipreste de Hita tenía el significado de «reclamo de caza». Y así se lee en el Libro de buen amor (copla 406): Al bretador semejas, cuando tañe su brete, canta con dulce engaño; al ave pone abeyte (engaño). www.lectulandia.com - Página 431 Y López, en su obra Dichos de Fernando Sánchez de Talavera (folio 90), escribe: «Ca el dulce canto del bretador engaña e mata al ave cuitada». Miguel de Unamuno, aludiendo a la frase que comentamos y al brete en el sentido de cepo para asegurar las piernas de los presos, decía en el artículo «Juego de palabras», publicado en la revista Caras y Caretas, de Buenos Aires (23 de julio de 1921): «Si uno dijera que había recibido un golpe en el hinojo, preguntaríase el oyente que de dónde había salido esa palabra, y todos, sin embargo, decimos que se pone de hinojos el que se pone de rodillas. Y con la voz brete empieza a pasar algo parecido, que apenas hay, por lo menos en estas tierras, quien sepa que “es el cepo o prisión estrecha de hierro que se pone a los reos en los pies para que no se puedan huir”, y todos repetimos lo de estar en un brete o ponerle en un brete a uno». (Miguel de Unamuno, De esto y de aquello, tomo II, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1951). Poner los puntos sobre las íes Esta expresión significa, según Sbarbi (Gran diccionario), «ser excesivamente prolijo, hasta en las cosas de menos entidad». Y según el Diccionario de modismos, de Ramón Caballero, «concretar, determinar, acertar, sintetizar, por lo común con daño o contrariedad para alguno». Æ La adición del punto o acento sobre la i minúscula data del siglo xvI. «Cuando se adoptaron los caracteres góticos era fácil que dos i i se confundieran algunas veces con una u, y para evitar confusión se introdujo la costumbre de poner encima unos tildes acentos o virgulillas, y este uso se extendió hasta la i sencilla. »Estos acentos o virgulillas pasaron a ser puntos sencillos a principios del siglo XVL y este cambio, adoptado por algunos copistas, parecía quisquilloso a algunos otros, y de aquí vino la locución poner puntos sobre las íes». (Bastús, Sabiduría, 2.* serie, p. 184). De donde se deduce que la acepción primitiva de esta frase es la que da Sbarbi, a saber: «ser excesivamente prolijo», es decir, minucioso, esmerado en extremo, demasiadamente cuidadoso. A pesar de esto, la acepción corriente de este modismo es la de «concretar, poner en claro las cosas, decir lo que hasta entonces nadie había dicho». Poner pies en pared www.lectulandia.com - Página 432 Poner uno pies en pared significa, según el Diccionario, «mantener su parecer con obstinación, o resistir a la voluntad ajena». Æ Rodrigo Caro, en sus Días geniales o lúdicros (siglo xvn), explica este modismo en la forma siguiente: «Poner pies en pared es un juego que consiste en clavar una soga en la pared bien alta del suelo, y asiéndola, suben poniendo los pies en la pared todo lo que puede alcanzar su fuerza, y suelen caer, con mucha risa de los circunstantes. También suben los mozos por la pared arriba sin soga, y vence aquel que más alto dio en la pared con la punta del pie. De la porfía de este juego salió nuestro usado refrán poner pies en pared, por porfiar y defender bien una cosa, tenazmente». Poner pies en polvorosa Huir precipitadamente. El Diccionario de autoridades (1726-1739) dice que equivale a «huir, escapar con precipitación y ligereza». Æ Según Sbarbi (El Averiguador Universal), existen tres opiniones sobre el origen de esta frase proverbial. Unos creen que proviene del sonsonete, porque el que huye precipitadamente levanta más o menos polvo o polvareda. Otros (entre ellos Clemencín, en sus notas al Quijote) la fundan en el lenguaje de germanía, o modo de hablar de los gitanos, ladrones o rufianes, para entenderse entre sí, en cuya jerga «polvorosa» significa calle. Y la tercera —la más probable para Sbarbi— se apoya en el siguiente hecho histórico: «Viendo Alfonso III el Magno, gallego de naturaleza, los progresos que en las fronteras de sus reinos hacían los moros, acudió con sus tropas a contener los adelantos del sarraceno. Presentó a los enemigos la batalla cerca del río Órbigo, provincia de Palencia, en los campos de Polvorosa (Pulvararia o Pulveraria, según otras crónicas), y allí el valor de nuestros soldados, unido al temor que infundió a los moros un eclipse de luna, hizo que Alfonso III consiguiese una completa victoria, dispersando en precipitada derrota a los hijos del Corán que pudieron sobrevivir a la derrota. Desde entonces hízose proverbial Polvorosa, encerrando primitivamente dicha frase una amarga ironía por todo ejército fugitivo, y aplicándose después a la persona que se ausenta apresuradamente de algún lugar». Gabriel María Vergara Martín, en su Diccionario geográfico-popular, al referirse a Polvorosa, pueblo de la provincia de Palencia, escribe: «Poner pies en Polvorosa. Equivale a escapar, a huir de un sitio. Otros dicen para indicar lo mismo: Poner pies en Polvoranca. Se emplea en sentido figurado con la misma significación que la frase Poner tierra por medio». www.lectulandia.com - Página 433 Rodríguez Marín, comentando la expresión poner los pies en polvorosa, que aparece en el Quijote (parte 1.*, cap. 21), escribe: «Más comúnmente que poner los pies en polvorosa, se decía y se dice poner pies en polvorosa... En el habla de germanía, polvorosa significa calle y senda». Y añade entre paréntesis: «Esto de llamar a la calle polvorienta, convirtiendo en sustantivo un adjetivo, y dando a una cosa (la calle) el nombre de una de sus principales cualidades (polvorienta) es uno de los medios a que acudieron los germanos para formar su segundo vocabulario». La frase Poner los pies en polvorosa se encuentra ya en la colección anónima de refranes que se imprimió en Zaragoza el año 1549, según consigna Clemencín en su nota 48 al prólogo del Quijote. Aparece, asimismo, en las obras de Polo de Medina, autor de la primera mitad del siglo XVII: Pies puso en polvorosa, y exhalación corrió de nieve y rosa. Julio Casares, en su Introducción a la lexicografía moderna (Madrid, 1950), dice que poner pies en polvorosa significa «echar carretera adelante, porque en el vocabulario de germanía polvorosa designaba el camino lleno de polvo». Opino que las de Rodríguez Marín y Casares son las verdaderas explicaciones de la expresión que nos ocupa. www.lectulandia.com - Página 434 Poner una pica en Flandes Conseguir una cosa difícil. Coronar una empresa, venciendo grandes obstáculos. Æ Según Bastús (La sabiduría de las naciones, serie 1.*, p. 153), alude a lo difícil que era en tiempo de Felipe IV encontrar reclutas españoles que quisieran alistarse y tomar la pica (como si dijéramos ahora el fusil) para pasar a servir en los Tercios de Flandes, pues los mozos no se alistaban voluntariamente y huían del servicio militar, eximiéndose con fútiles pretextos. Sbarbi añade que «llegó a ser tan grande en aquella época la escasez de soldados, que en 1655 había tercios y compañías que solo contaban con 28 hombres armados». Según el conde de Clonard, catorce tercios solo contaban 1.553 soldados. (Historia orgánica de las armas de Infantería y Caballería españolas). Ponerle el cascabel al gato Popularizó el dicho el fabulista Samaniego, aunque se trata de un cuento antiguo que puso en verso Lope de Vega. J Samaniego, en su fábula «El Congreso de los Ratones», dice que estos se reunieron en Ratópolis para tratar de suprimir al gato Miauragato que les perseguía sañudamente: Propuso el elocuente Roequeso echarle un cascabel, y de esta suerte al ruido, escaparían de la muerte. El proyecto aprobaron uno a uno. ¿Quién lo ha de ejecutar? Eso, ninguno. «Yo soy corto de vista». «Yo, muy viejo». «Yo gotoso», decían. El consejo se acabó, como muchos en el mundo... Covarrubias, en su Tesoro (1611) y en la palabra gato, cita la frase proverbial ¿Quién echará el cascabel al gato?, que comenta así: «Hay algunos que dan consejos impertinentes contra los que son más poderosos, que no les darán lugar a que los ejecuten. Y es esta la fábula: que se juntaron los ratones para tomar consejo (sobre) www.lectulandia.com - Página 435 qué remedio tendrían contra el daño que les hacía el gato. Hubo diversos pareceres, y uno entre los demás, que presumía de sabio, dijo: “No hay mejor remedio que echar al gato un cascabel, y así echaremos de ver cuando viniere por su sonido”. Pareció a todos muy bien, pero llegado a quien iría a echársele, no hubo nadie que se atreviese; y así el consejo quedó por impertinente y bachillería necia». Lope de Vega, en La esclava de su galán, puso en verso la fábula a que alude Covarrubias, en la forma siguiente: Juntáronse los ratones, para librarse del gato, y después de un largo rato de disputas y opiniones, dijeron que acertarían en ponerle un cascabel; que, andando el gato con él, librarse mejor podían. Salió un ratón barbicano, colilargo, hociquirromo, y encrespando el grueso lomo, dijo al senado romano, después de hablar culto un rato: «¿Quién de todos ha de ser el que se atreva a poner ese cascabel al gato?». El cuento que dio origen al dicho es muy antiguo. En el Libro de los gatos, curiosa colección de apólogos del siglo xrv que se conserva entre los manuscritos de la Biblioteca Nacional, figura con el número 55 el apólogo De los mures con el gato, que empieza así: «Los mures una vegada llegáronse á consejo et acordaron cómmo se podrían guardar del gato; et dixo el uno qu'era más cuerdo que los otros —Atemos una esquela (una esquila o cascabel) al pescuezo del gato et podernos hemos muy guardar del gato; que quando él passare de un cabo á otro, siempre oyremos la esquila. Et aqueste consejo plugo a todos; mas dixo uno: —Verdat es; mas ¿quién atará la esquilla al pescuezo del gato? Et respondió el uno: —Yo no. Respondió el otro: —Yo no; que ni por todo el mundo yo non querría llegar a él...». Ponerse hecha una arpía Se aplica a la mujer perversa y a la de genio pésimo, y equivale a ponerse hecha una furia o una fiera. Las arpías o harpías eran unos monstruos fabulosos, hijos de Neptuno y de la www.lectulandia.com - Página 436 Tierra, sumamente voraces, que tenían rostro de mujer, cuerpo de buitre, con alas, garras en los pies y en las manos y orejas de oso. Las principales arpías eran Aello, Ocipeto y Celeno. Ponerse hecho una furia Muy enojado y colérico. Æ Alude esta expresión a las Furias o diosas del furor. Covarrubias, hablando de ellas en su Tesoro, escribe: «Fingen los poetas haber sido tres hijas de Aqueronte y de la Noche, llamadas Alecto, Tesífone y Megera; estas decían perseguir al que había cometido algún enorme delito, y allá dentro de su conciencia le fatigaban y atormentaban, como a Orestes después que mató a su madre, del cual dijo Virgilio, en la Eneida: Et scelerum furiis agitatus Orestes». Fulgencio, en su Mythología, cita los nombres y cualidades de las tres Furias, a saber: Alecto, la que no cesa ni hace pausa; Tisíphone, la venganza mortal, y Megera, la gran contienda. En La Celestina, la vieja de este mombre conjura a Plutón, «señor de la profundidad infernal..., regidor de las tres Furias: Tesífone, Megera e Aleto». Ponerse las botas «Enriquecerse o lograr extraordinaria conveniencia», dice la Academia. «Sacar gran utilidad o provecho de alguna empresa», según Sbarbi. Æ Montoto, en Un paquete de cartas (p. 109), escribe comentando esta frase: «Tómanse las botas como distintivo o señal del caballero que atesora riquezas, en oposición al zapato, calzado propio de las gentes pobres y de condición humilde». Por arte de birlibirloque En la revista El Averiguador (tomo 1.°, Madrid, 1871, p. 71) apareció una nota, www.lectulandia.com - Página 437 firmada por J. M. F. de la P., donde se explica así la expresión que comentamos: «El verbo birlar significa en el juego de bolos (birlos, según Covarrubias, citado por el Brocense) tirar segunda vez la bola desde el punto donde paró la primera, que, como suele ser cercano a los bolos, proporciona el derribar muchos. Después de esta primera acepción, el Diccionario de la Academia pone como segunda del propio verbo: “matar o derribar a alguno de un golpe, con escopeta, ballesta u otro instrumento”. Metafísicamente equivale birlar, según la misma autoridad, a conseguir uno el empleo que otro pretendía. En germanía o caló, birlar significa estafar, y birloque o birbesco, ladrón. Con estos antecedentes, ¿habrá fundamento suficiente para presumir que arte de birlibirloque sea una frase imitativa, equivalente a arte de birlar, hurtar o estafar de repente, por sorpresa, con destreza o maestría?». Por atún y a ver al duque Según el Diccionario, «se dice de los que hacen alguna cosa con dos fines». Æ La frase completa es: A Sanlúcar, por atún y a ver al duque. Correas, en su Vocabulario de refranes, del primer tercio del siglo xvn, dice que «es respuesta que indica vanidad, dando a entender con ella que se tenía gran valimiento con el duque de Medina Sidonia, dueño de las almadrabas o pesquerías de atún que hay en Sanlúcar de Barrameda». En otro lugar de su obra escribe Correas: «Dícese por los que dan a entender que van a una cosa y van a otra de principal intento. Tomose de los que van a comprar atunes a las almadrabas del duque de Medina, y dícese que a él van a ver, como sus allegados, y lo del atún, de camino en que está su vanidad». Antonio de Zamora, escritor de finales del siglo xvm, usó esta expresión proverbial en su comedia El hechizado por fuerza, donde dice un personaje: ... YO Creo que vienes, según la pinta, por atún y a ver al Duque. El duque de quien se dijo originariamente la frase anotada fue Alonso Pérez de Guzmán, llamado el rey de los atunes y general desdichadísimo en la triste jornada de la Armada Invencible. Hoy, la expresión que comentamos es similar a la de A Madrid y a ver al conde. www.lectulandia.com - Página 438 Por debajo de cuerda Expresión que, según el Diccionario, significa «por medios ocultos». Æ El maestro Correas, en su Vocabulario de refranes, consigna: «Por debajo de la cuerda. Dícese cuando se juega a la pelota en un corredor, puesta una cuerda, y pasa la pelota por debajo, y así en otras cosas: echar faltas por debajo de la cuerda». Quevedo, en El mundo por de dentro, convierte en realidad la expresión que comentamos. Ante una gran muchedumbre de gente, que representa al mundo, dos figurones tienden una cuerda; «se vinieron a la sombra de la cuerda muchos, y, en entrando, eran todos tan diferentes, que parecía transmutación o encanto». Y Quevedo va pasando revista a diferentes personajes que a la orilla de la cuerda parecían buenos y honrados, pero que «debajo de la cuerda» se muestran tal como son en realidad, con todas sus maldades y vicios: «Aquel que anda escribiendo billetes, sonsacando virginidades, solicitando deshonras y facilitando maldades, yo lo conocí, a la orilla de la cuerda, dignidad gravísima. »—Pues por debajo de la cuerda tiene esas ocupaciones —respondió mi ayo. »¿Ves aquel bellaconazo que allí está vendiéndose por amigo de aquel hombre casado y arremetiéndose a hermano, que acude a sus enfermedades y a sus pleitos y que le prestaba y le acompañaba? Pues mírale por debajo de la cuerda, añadiéndole hijos y embarazos en la cabeza y trompicones en el pelo... »Quedé muy admirado de oír al buen viejo y de ver lo que pasaba por debajo de la cuerda en el mundo». Por decir la verdad ahorcaron a Llerena En la Biblioteca de las tradiciones populares españolas (tomo VI, capítulo IV) se explica el origen de esta locución en la forma siguiente: «Un vecino de Burguillos, villa del partido judicial del Fregenal de la Sierra (Badajoz), mató a su esposa por medio del veneno, y habiendo confesado palmariamente su crimen, en el que concurrieron circunstancias agravantes, fue condenado a muerte y ejecutado. Desde entonces se hizo popular la frase apuntada “que acusa claramente lo mucho que resisten los vecinos el declarar la verdad ante los www.lectulandia.com - Página 439 tribunales de Justicia”». Por fas o por nefas El Diccionario dice: «Por una cosa o por otra». Æ Sbarbi le da el significado de «hacer una cosa justa o injustamente; a todo trance». «Este modismo —dice Montoto en Un paquete de cartas— tiene su origen en la división de los días del año en fastos (de buen agúero o favorables) y nefastos (funestos o infaustos) que hizo Numa Pompilio». El maestro Correas, en su Vocabulario de refranes, afirma que la frase Por fas o por nefas significa lo mismo que «A tuerto y a derecho». Por Pascua o por la Trinidad Se emplea con relación a una fecha ambigua de pago: Pagaré por Pascua o por la Trinidad. O cuando no se recuerda exactamente una fecha: No sé si fue por Pascua o por la Trinidad. Æ Muchos suponen que el origen de esta expresión se encuentra en la canción de Mambrú: Mambrú se fue a la guerra, no sé cuando vendrá: si vendrá por la Pascua o por la Trinidad... Pero el dicho es más antiguo. Alberto Reyes dice que cuando los magnates de la Edad Media estaban abrumados de deudas prometían pagar a sus acreedores en Pascua, o si no, cincuenta y seis días después, es decir, por la Trinidad. Por un clavo se pierde una herradura www.lectulandia.com - Página 440 El proverbio completo es: Por un clavo se pierde una herradura; por una herradura, el caballo, y por un caballo, un caballero. Y advierte que el descuido en algunas cosas, al parecer insignificantes, puede acarrear daños y pérdidas muy graves. Æ «La falta de un clavo —dice un comentador— da lugar a que se pierda la herradura; perdida la herradura, el caballo no puede andar y ocasiona la pérdida del animal; y perdido este, se pierde también el caballero, porque el enemigo le consigue y le mata; y todo esto por no haber atendido al clavo de la herradura de un caballo». Correas, en su Vocabulario de refranes, cita el proverbio en forma más extensa y trascendental: «Por un clavo se pierde una herradura; por una herradura, un caballo; por un caballo, un caballero; por un caballero, un campo (una batalla); por un campo, un reino». Según varios autores, este proverbio proviene de Flandes y de la época en que Felipe el Hermoso de Francia se apoderó de las provincias flamencas en 1302. El rey francés nombró gobernador para la parte occidental de dichas provincias al conde de Saint Pol, cuya tiránica conducta provocó la indignación del pueblo, que terminó alzándose en masa contra él e iniciando la guerra que perdió Francia en la batalla de Courtray. El alzamiento tuvo como causa cierto mensaje del conde de Saint Pol a su colega el gobernador de Flandes oriental, donde le daba instrucciones para que en determinada fecha disolviese las milicias comunales flamencas y anulase sus pragmáticas. Este mensaje secreto cayó en manos de un síndico de Brujas, porque su portador, al pasar por aquella ciudad, fue despedido del caballo que lo montaba. La caída del mensajero y la pérdida del mensaje fueron debidas a que el caballo perdió, por falta de un clavo, una de sus herraduras. De donde vino a deducirse que por un clavo, el rey de Francia perdió uno de sus reinos. Predicar en desierto, sermón perdido Este viejo refrán aparece recogido en el Quijote (parte 2.?, cap. 6.°): «... pero todo era predicar en desierto y majar en hierro frío». Æ Rodríguez Marín, comentando esto, advierte que todavía andan juntas estas dos locuciones proverbiales en una copla popular: Quitarme de que te quiera es predicar en desierto, www.lectulandia.com - Página 441 machacar en hierro frío y darle voces a un muerto. Preparar (o liar) los bártulos Según el Diccionario, bártulos equivale a «utensilios, enseres de uso corriente, trastos». Y liar los bártulos significa «prepararlo todo para una mudanza u otro fin». J «Derívase este modismo —escribe Bastús— del célebre jurisconsulto Bártulo, uno de los más ilustrados legistas de la Edad Media, cuyas obras solían consultarse con provecho cuando ocurría una cuestión grave. »Fue uno de los más distinguidos profesores de Derecho en varias universidades de Italia (Pisa, Bolonia, Padua, Perusa). Había nacido en 1313 en Sasso-Ferrato, en la Umbría, y murió en Perusa en 1356. »Sus Obras, llamadas Los bártulos, constan de 13 tomos en folio». (La sabiduría de las naciones, 3.* serie, p. 115). Según Covarrubias, Bártulo es lo mismo que Bartolomé. Correas, en su Vocabulario de refranes (2.* parte), escribe: «Arrimar los bártulos. Por dejar el estudio». Y añade: «bártulos son los libros». Las expresiones que comentamos provienen de que los estudiantes de derecho, de Salamanca, de los siglos xvI y xvn, llevaban a la universidad los comentarios del jurisconsulto Bártulo en apuntes sujetos con una correa, y al terminar la clase, arreglaban o liaban sus bártulos. Julio Monreal, en su erudito libro Cuadros viejos. Colección de pinceladas, toques y esbozos, representando costumbres españolas del siglo xvir (Madrid, 1878, p. 288), escribe lo siguiente: «Bártulo fue un famoso jurisconsulto del siglo XIV, nacido en Sasso-Ferrato. Sus comentarios a las leyes romanas se estudiaron por más de tres siglos en las universidades de Europa. Tal vez por él se dijo en España la frase liar o arreglar los bártulos, para significar que uno se preparaba a irse de alguna parte. En efecto, los estudiantes llevaban a las aulas, liados con cintas o correas, los libros, vademécum y cartapacios de sus apuntaciones, los que recogían de igual modo al acabar sus lecciones. Por eso, siendo tan comunes las obras de Bártulo, se daba este nombre, por extensión, a todos los libros que llevaban a las escuelas los estudiantes, y al recogerlos para irse a casa se decía liar los bártulos». Liar los bártulos significaba entre ellos abandonar la clase. Más tarde se amplió este significado a marcharse de un lugar, cambiar de domicilio, etc. www.lectulandia.com - Página 442 No hay que confundir la expresión liar los bártulos con las de liar el hatillo o el fardo, que significan huir. Prometer el oro y el moro Ofrecer cantidades o ganancias considerables, y, por lo común, más exageradas que positivas. Según el Diccionario de autoridades (1726-1739), «frase irónica para ponderar el engaño de alguno que se cree le han de dar alguna cosa grande, o la estimación en que tiene alguna cosa que da o que posee». Æ Hay quien opina que esta expresión proviene de la de Querer el oro y el moro, basada en un suceso ocurrido en Jerez el año 1426. Extractaré el relato que de dicho suceso hizo Javier Piñero en el Alrededor del Mundo del 15 de marzo de 1900. Varios caballeros jerezanos apresaron en una acción a cuarenta moros principales, entre ellos el alcaide de Ronda, Abdalá, y a su sobrino Hamet. Abdalá consiguió su rescate con una fuerte suma de dinero que se repartieron los Caballeros jerezanos, y el rey don Juan II les exigió que pusieran en libertad a Hamet y a los restantes cautivos, a lo que se opusieron aquellos. La esposa del caballero Fernández de Valdespino se negó a entregar a Hamet si no le abonaban cien doblas de oro que había gastado en su guarda y mantenimiento, y muchos de los caballeros reclamaban a dicho cautivo como de su pertenencia. El rey hizo que Hamet fuese conducido a la corte. Esto dio lugar a muy agrias contestaciones entre el rey y los caballeros, y como en el curso de estas disputas se habló mucho del oro y del moro, es probable que en Andalucía se dijese que el rey don Juan II quería el oro y el moro. No obstante esta opinión, es más probable que el modismo prometer el oro y el moro sea una simple fórmula de repetición en la que entra la m como inicial de la segunda palabra, como ocurre en ares y mares, tus ni mus, troche y moche, orondo y morondo, sin chistar ni mistar, etc. (Véase De la Ceca a la Meca). Prudentes (o sagaces) como la serpiente El hacer de la serpiente, o de la culebra, modelo de prudencia o sagacidad obedece a una falsa creencia, o por mejor decir, a una vieja leyenda, según la cual los www.lectulandia.com - Página 443 citados reptiles, para no ser seducidos por la voz del encantador, pegan a tierra un oído y se tapan el otro con la cola. Æ Baltasar Gracián, en la primera parte de El Criticón escribe: «Préstenos su sagacidad la serpiente, que cosiendo el un oído con la tierra, tapa el otro con el fin (con la punta de su cola), dando a todo buena salida». Esto mismo aparece en La pícara Justina (1, 49-50): «La culebra, para no dar a la muerte franco el postigo de los oydos por donde el encantador la guía, cose el un oydo con el suelo, y el otro zúrcele con la cola, para que a puerta cerrada se torne la muerte y aun el diablo». Y en El donado hablador, de Jerónimo de Alcalá (1I, VI): «Sed prudentes como las serpientes, que con la cola tapan el un oído, y el otro le juntan con la tierra para no oír la voz del encantador». Puede arder en un candil En su origen, esta locución servía únicamente para expresar la excelencia de un vino generoso, exquisito, suponiendo que por abundar en él la parte espirituosa o alcohólica pudiese arder, como el aceite, en un velón o candil. Æ El Diccionario histórico de la Real Academia (tomo 2.”, Madrid, 1936) confirma este significado y origen cuando dice: «Poder arder en un candil. Frase figurada y familiar con que se pondera la fuerza de un vino». «El vino puede arder en un candil». (Belmonte, Comedias, Ed. Rivadeneyra). Se emplea también para ponderar, generalmente en son de censura, la agudeza o sagacidad de las personas y la eficacia o violencia de las cosas. «Este alegó leyes torcidas que pudieran arder en un candil» (Quevedo). «A mí también me han llegado otras dos (cartas) originales, que pueden arder en un candil». (Miñano, Cartas, Rivadeneyra, tomo 62). Puesto en el burro, aunque le den doscientos Esta frase y la de puesto en el burro, aguantar en los azotes (o los palos) denotan que ya está uno resuelto a seguir el empeño en que se halla metido, aunque sea a costa www.lectulandia.com - Página 444 de mayores males, y que puestos, por necesidad o por fuerza, en una situación difícil y apurada, tenemos que soportar con resignación todo el mal que nos venga. Æ Aluden estos dichos a la pena de azotes, en la cual el condenado, desnudo de cintura arriba y montado en un burro, era paseado por las calles y recibía del verdugo los palos que el juez o el tribunal hubiese señalado para castigo de sus culpas. En los procesos del primer tercio del siglo último, cuando se condenaba a un reo a la pena de azotes, se decía así en la sentencia: «Se condena a Fulano y Zutano a que sean sacados de las Cárceles Reales, puestos en unas bestias de baste, rapado el cabello, y desnudos de cintura enriba, y llevándolos por las calles acostumbradas de esta ciudad, a son de trompeta, y voz de pregonero que publique sus delitos, se les den doscientos azotes por el ministro ejecutor de nuestra alta justicia». www.lectulandia.com - Página 445 Que la traba se me lengua En lugar de Que la lengua se me traba. Es frase con la que se hace burla de los que se equivocan y trastruecan las palabras. Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, incluye la expresión: Borracha está esta ladra; tres días ha que no perra, y la comenta así: «Tiene gracia en trocar las palabras, por “borracha está esta perra; tres días ha que no ladra”. Dícese a los que se equivocan y truecan lo que dicen; como el otro que decía: “esto es ser alma de curas”, por “esto es ser cura de almas”». Hay varias expresiones populares parecidas a las anteriores (por ejemplo, qué tristrestrás: que triste estás), y recuerdo, a propósito de ellas, la copla trastrocada que trae Vicente de la Fuente en su artículo «Aventuras de ronda», publicado en el Semanario Pintoresco Español (Madrid, 1856). Dice así: Asómate a esa vergüenza, cara de poca ventana, y échame un poco de sed, que me estoy muriendo de agua. ¿Qué pasa en Cádiz? Esta pregunta se hizo popular en el verano del año 1868, cuando los amantes de la revolución y los que temían su estallido estaban pendientes de los sucesos políticos que, según se decía públicamente, tendrían lugar en aquella ciudad andaluza. www.lectulandia.com - Página 446 Æ Efectivamente, fue entonces Cádiz la cabeza de la revolución donde el almirante Topete, después de una conversación con el general Prim, recién llegado de Londres, sublevó la escuadra al grito de ¡Abajo los Borbones!, en la mañana del 18 de septiembre. Veintiún cañonazos disparados por la fragata Zaragoza anunciaron el destronamiento de Isabel Il. La ciudad de Cádiz se sublevó inmediatamente. Días más tarde ocurrió la batalla del puente de Alcolea, y el día 30 del mismo mes, Isabel II cruzó la frontera por Irún. ¡Que salga el autor! Esta exclamación, tan prodigada luego en salas teatrales, sonó por vez primera en España el día 1 de marzo de 1836, con motivo del estreno en el teatro madrileño del Príncipe del drama romántico El trovador. Su autor, Antonio García Gutiérrez, a la sazón soldado del Depósito de Leganés, obtuvo tal éxito que, requerido por el público, salió de entre bastidores a saludar al auditorio. Ventura de la Vega, que se hallaba junto a él, con uniforme de capitán de milicianos, se quitó la casaca o levita y se la cedió al novel autor para que no se presentase vestido de recluta. Dos días después, la reina gobernadora vio el drama. Llamó a su autor al palco regio, y le dijo: —Quiero otorgarte una merced. ¿Qué me pides? —La licencia absoluta, señora. Y días después la obtuvo. Æ Según he averiguado, el que lanzó la exclamación que comentamos, o al menos el que contribuyó más decisivamente a que el público la corease, fue el escritor Eugenio de Ochoa. Así lo declara, veinte años más tarde, en un artículo que publicó en la revista El Museo de las Familias (Madrid, diciembre de 1856), donde, recordando el estreno de El trovador y la salida a escena de García Gutiérrez, dice: «El entusiasmo que produjo aquella primera producción de un joven, entonces desconocido en la república literaria, fue tan grande como merecido: todo el público a una, electrizado por aquel inesperado triunfo, pidió que saliera el autor, y el autor salió, pálido, conmovido hasta lo sumo, agobiado, por decirlo así, bajo el peso de aquel desusado honor; era la primera vez que semejante distinción se dispensaba en nuestros teatros. Yo, que era a la sazón muy joven y acababa de regresar de París, donde la había visto dispensada también por primera vez en el teatro de la Porte Saint-Martin a los www.lectulandia.com - Página 447 jóvenes autores de Faruk el Moro, Víctor Escouse y Augusto Lebras..., contribuí en gran manera a aquella magnífica ovación estimulando a los tibios, acalorando aún más a los exaltados, y multiplicándome, por decirlo así, en todos los ángulos del teatro para gritar desde todos: “¡Que salga el autor!”». Eugenio Ochoa se equivoca al suponer que fue esta la primera vez en que un autor salió a escena. Según Vicente Vega, en su Diccionario de anécdotas (Barcelona, 1956, anécdota 1.227), algunos biógrafos del célebre compositor italiano Antonio Salieri dicen que fue este el primer autor que se presentó en escena llamado por el público, cuando se estrenó en la Ópera de París, el 8 de junio de 1787, su Ópera tragicómica Tarara; pero más cierto parece que Floquet había ya logrado ese triunfo en el mismo teatro el 1 de septiembre de 1773, después de la primera representación de L'union de l’Amour et des Arts, y Piccini el 27 de enero de 1778, con motivo del estreno de su ópera Roland, en la Ópera de París también. Eugenio Ochoa termina su relato con estas consideraciones: «Así empezó en nuestros teatros la costumbre que hoy ha llegado a ser lo que todos vemos: una irrisión, casi una vergüenza. El más chapucero autor, ¡qué digo!, traductor de cualquier piececilla en mala prosa, cuenta en su vida literaria veinte triunfos como el del señor García Gutiérrez; al más insignificante arreglo que ve estrenar en la escena, grita el público, maquinalmente: “¡Que salga el autor!”, y el autor sale como un bendito, lleno de emoción. Presumo que en la mayor parte de los casos, aquella emoción debe de ser también mentira». Mariano José de Larra, que se contaba entre los asistentes al estreno de El trovador, terminaba así su crítica publicada en El Español: «Felicitamos, en fin, de nuevo al autor, y solo nos resta hacer mención de una novedad introducida por el público en nuestros teatros: los espectadores pidieron a voces que saliese el autor; levantose el telón, y el modesto ingenio apareció para recoger numerosos bravos y nuevas señales de aprobación. »En un país donde la literatura apenas tiene más premio que la gloria, sea ese siquiera lo más lato posible; acostumbremos a honrar públicamente el talento, que esa es la primera protección que puede dispensarle un pueblo, y es la única también que no pueden los gobiernos arrebatarle». Y, ya que hablamos de éxitos de teatros, diré que el primer autor teatral de España a quien el público, en manifestación comunal de entusiasmo, acompañó desde el teatro hasta su domicilio, debió de ser José Echegaray, con motivo del estreno de su famoso drama El gran Galeoto en el teatro Español el día 19 de mayo de 1881. Felipe Ducazcal, empresario a la sazón del teatro, organizó una manifestación con antorchas que acompañó al autor hasta la calle de la Princesa, donde vivía. Los vítores y aclamaciones no cesaron durante el trayecto. Un zapatero cojo, entusiasta de Echegaray, renqueaba, jadeante, detrás del coche del dramaturgo. — ¡Viva Echegaray! —rugía la multitud. —Bueno, que viva Echegaray, pero que viva más cerca —exclamó el aspeado www.lectulandia.com - Página 448 cojo, renunciando a seguir a la enfervorizada comitiva. Otro de los autores teatrales que fue llevado en triunfo desde el teatro a su domicilio fue Benito Pérez Galdós cuando estrenó su drama Electra en el año 1901. ¡Que si quieres arroz, Catalina! [Expresión que se usa para significar que se prescinde de tener en cuenta lo que alguien dice o hace]. Æ Ni Ramón Caballero, en su Diccionario de modismos, ni Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, recogen esta expresión popular. Ramón Caballero incluye la de ¡Que si quieres!, como «locución familiar que se emplea para rechazar una pretensión o para ponderar la dificultad o imposibilidad de hacer o lograr una cosa». En cuanto al posible origen de la frase que comentamos, solo conozco la versión que recientemente me fue facilitada por el publicista y crítico taurino Ventura Bagiiés, quien recuerda haberla leído, hace ya muchos años, en la revista Alrededor del Mundo. Dice así la comunicación: «Parece ser que en los tiempos de Juan II de Castilla (1406-1454) residía en Sahagún (León) cierto judío converso, casado con una mujer llamada Catalina, a la que le gustaba tanto el arroz, que no solo hacía de él un gran consumo, sino que lo recomendaba a todos como remedio para cualquier indisposición. En su concepto, el arroz era una especie de panacea universal, como la buscaban los alquimistas de aquella época. Cayó enferma ——para morirse—, y como rechazara todas las medicinas que intentaban darle, preguntáronle si quería tomar un poco de arroz, al recordar la debilidad que sentía por esta gramínea. Nada contestaba, o, si lo hacía, era con monosílabos ininteligibles. Repitieron varias veces la pregunta cuantos rodeaban su Cama, reiteración que hacían en voz alta, diciendo ¡Que si quieres arroz, Catalina! ... Y Catalina falleció sin responder. »Por eso —añade mi informante— suele emplearse tal expresión cuando se contesta a una pregunta con incongruencias, o no se contesta nada, o sea, luego de cualquier respuesta que no viene a pelo de lo que se interroga; o cuando permanece mudo o se hace el sordo el interrogado». La versión anterior es curiosa, pero no convincente. Como tantas otras anécdotas de su especie, constituye, más que una explicación del origen del dicho, una aplicación del dicho mismo, aun cuando, como ocurre en este caso, se refiera la historieta a tiempos medievales, tratando de dar mucha antigüedad a la frase. No creo que se trate de una expresión tan vieja. De ser así, la hubiera recogido www.lectulandia.com - Página 449 Correas en su Vocabulario de refranes y frases proverbiales, obra del primer tercio del siglo XVII. Correas, que fue catedrático de griego y hebreo en la Universidad de Salamanca y que pasó muchos años recogiendo expresiones populares que le facilitaban los estudiantes de toda España, no la incluye en su libro, donde se da la circunstancia de que aparece un dicho acerca del arroz y nada menos que ocho seguidos referentes a Catalina. Tampoco la incluye Covarrubias en su Tesoro, ni la Academia, ni Caballero, ni Sbarbi, ni Bastús. En el único libro donde la vi citada, sin comentario alguno, es en el de Luis Montoto, titulado Personajes, personas y personillas que corren por las tierras de ambas Castillas (2.* ed., Sevilla, 1921). A mi juicio, es muy posible que la frase ¡Que si quieres arroz, Catalina!, sea una mera modificación o añadidura de la de ¡Que si quieres! Y todo me hace suponer que se trata de una expresión moderna, nacida en el siglo XIX. Lo que falta saber es la historieta, el cuento, la comedia o el texto literario de donde tomó origen. Porque la anécdota de la judía de marras no puede convencernos. Que te den morcilla Maldición equivalente a «que te maten». Alude a que, en épocas de hidrofobia, las autoridades ordenaban dar muerte a los perros callejeros dándoles a comer morcilla envenenada con estricnina. Siendo chico, he visto a un alguacil de mi pueblo dar morcilla a un perro vagabundo. J Vicente Vega me proporciona el dato de que en el año 1891 aparecieron por ver primera en las calles de Madrid los laceros encargados de aprisionar, mediante un lazo, y recoger a los perros vagabundos, sustituyendo así el bárbaro y repugnante sistema de darles morcilla. Quedar hecho una alheña, o molido como alhena www.lectulandia.com - Página 450 Se dice con relación a alguien quebrantado por el trabajo excesivo, el cansancio, los golpes... Æ En el capítulo 14 de la 2.* parte del Quijote, emplea Sancho la expresión «quedar molidos los cascos u hechos alheña los huesos». Comentando Clemencín esta última expresión, escribe: «Alheña es un arbusto con cuyas raíces, reducidas a polvo, se teñían los moros y moras los cabellos y las uñas»; como dice Covarrubias: «Y porque para esto, y para algunas medicinas se muele el alheña, nació de aquí una manera de hablar, que es estar molido como alheña, del que está cansado y quebrantado». Conforme a esto, Sancho, apaleado por los del escuadrón del rebuzno, dice después a su amo en el capítulo 28: «yo pondré silencio a mis rebuznos, pero no en dejar de decir que los caballeros andantes huyen y dejan a sus buenos escuderos molidos como alheña». Quedarse a la luna de Valencia Significa «quedar uno chasqueado en sus propósitos; no haber podido conseguir lo que esperaba o se prometía». Æ Hay quien opina que el origen de este dicho está en que algunas veces el estado del mar no permitía a los barcos atracar a la playa valenciana para desembarcar, y los viajeros tenían que pasar la noche en alta mar, quedando a la luna de Valencia. Suponen otros que lo de la luna es por el nombre que se daba en Valencia a la playa, en razón a su forma semicircular. (Bastús, La sabiduría de las naciones, serie 1.*, p. 120). Otros quieren que venga del chasco que se llevó cierto individuo que hubo de pasar largas horas de la noche esperando inútilmente en un zaguán o patio descubierto de una casa que en Valencia se llama también luna. Sbarbi, en El Averiguador Universal, n.° 36 (Madrid, 1880), supone que la frase en cuestión se decía «porque a ciertas horas cerraban las puertas de la ciudad (de Valencia), y los que no llegaban a tiempo tenían que pasarse la noche en un banco de forma de herradura que había fuera de la muralla». En mi opinión, el origen de la frase que comentamos es mucho más sencillo. Lo hallé en el Diccionario de autoridades, donde se lee que «dejar a la luna es lo mismo que dejar en blanco (es decir: dejarle sin lo que pretendía o esperaba). Díjose por analogía del que halla la posada cerrada y se queda al sereno; y se suele decir comúnmente a la luna de Valencia». Gabriel M.* Vergara, en su Diccionario geográfico-popular, trae esta copla www.lectulandia.com - Página 451 valenciana: Me fui a la luz de la luna a hablar contigo a la reja; no saliste y me dejaste a la luna de Valencia. Se ve que lo de Valencia fue añadido a la primitiva frase dejar a la luna, frase que aparece así en el Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán (libro II, cap. I), donde, hablando de un hombre listo, pero gran ladrón y bellaco, que se ofreció a servir como criado a Guzmán, se dice que este aceptó su ofrecimiento, «pues dél sabía ya ser necesario guardarme, y con otro, pareciéndome fiel, me pudiera descuidar y dejarme a la luna». La misma expresión usa Quevedo en sus Capitulaciones de la vida de la Corte: «Y el picarón, ya que se ha paseado y divertido de balde, cógela un mediano bolsillo, y dejándola a la luna, se parte otra vez a la corte, donde vuelve a las andadas». Baltasar de Alcázar, en un epigrama dedicado «a una señora, mujer de un juez, que no rehusaba ser postigo de los cohechos de su marido», escribe lo siguiente: Vuestra mujer en su trato es un milagro moderno, pues hasta el sol del invierno sale a tomar con recato. Licenciado, la fortuna se lo pague; mas repare en que si el sol no os tomare, os quedaréis a la luna. Como se ve por estas citas, dejar a la luna equivalía a dejar a una persona «in albis», sin dinero. Esto me hace pensar en si la frase se dijo con alusión, más que al que se queda sin poder alojarse en la posada, al que es asaltado de noche por ladrones y, despojado de todo su dinero, se queda a la luna, en el mayor desamparo. Quedarse como un pajarito Expresión que, según el Diccionario, significa «morir sin hacer gestos ni ademanes». Æ Rodríguez Marín, en su edición crítica de El Diablo Cojuelo, comentando la frase «se quedó como un pajarito», en el sentido, no de muerto, sino de dormido, escribe: «Para el léxico de la Academia, quedarse como un pajarito significa «morir con sosiego, sin hacer gestos ni ademanes». Sea eso; pero sea también quedarse muy www.lectulandia.com - Página 452 dormido, como en este lugar del texto, y así dije en las Mil trescientas comparaciones populares andaluzas (Sevilla, 1899): «Se queó como un pajarito... : Dormido, y más a menudo, muerto; del que se duerme profundamente también se dice: Se queó frito, o fritito». Quedarse en cuadro La expresión estar o quedarse en cuadro, procedente de la Milicia, equivale a haber perdido uno su familia o quedarse solo y sin amparo. Æ En el vocabulario militar, recogido por el de la Real Academia, cuadro es el conjunto de los jefes, oficiales y clases de un batallón o regimiento. Se queda en cuadro una unidad militar cuando pierde todos sus soldados y solo quedan en ella los jefes, oficiales, sargentos y cabos. Por extensión, se queda uno en cuadro cuando ha perdido a todos los suyos, trátese de familia, amigos, compañeros, etcétera. Quemarse las cejas Según el Diccionario, quemarse las cejas significa «estudiar mucho». Pero su primitivo y genuino significado es «estudiar de noche», «pasarse las noches estudiando», porque el quemarse las cejas alude a las velas o velones, cuya llama suele chamuscar las cejas de los que, absortos en el estudio, se acercan demasiado a ella. J Que este es el verdadero sentido y origen lo comprueban las siguientes citas: «Hojeando los Digestos algunas noches me he quemado las cejas por ver si hallaba algunas leyes». (Jacinto Polo de Medina, La Universidad de amor). «¿De qué le sirve a un hombre trasnochar en estudios y quemarse las cejas para enseñar a los otros...?» (Fray Diego de Vega, Paraíso... San Bernabé). «Estaban desvelándose, estudiando noche y día y quemándose las cejas». (Baltasar Gracián, El Criticón). www.lectulandia.com - Página 453 Quevedo, que ni sube, ni baja, ni se está quedo «Cuéntase que una noche en que salió de aventuras Francisco de Quevedo, fue llamado desde un balcón por cierta dama que se había propuesto burlarse de él grandemente, a cuyo intento le echó con una cuerda una cuba, diciéndole que se metiera dentro, y que entre ella y un criado tirarían, a fin de que pudiera subir. »Cogido el pez en el anzuelo, tiraron, en efecto; pero fueron unos cuantos chuscos que, apostados detrás del balcón, dirigían al paciente los más amargos sarcasmos, los cuales eran contestados por una salva de epítetos e interjecciones que en vano se buscarían en el diccionario. »Acertó entonces a pasar por allí la ronda, y como viese a un hombre que, desatándose en improperios, se estaba meciendo en el aire, dio el “quién vive”, a lo que contestó el interpelado: »—Quevedo, que ni sube, ni baja, ni se está quedo». (Vicente Vega, Diccionario de frases célebres, p. 14). Esta aventura de Quevedo, que es idéntica a la que cuenta Falstaff en Las alegres comadres de Windsor, recuerda a la que cuenta de Virgilio el Corbacho: «¿Quién vio a Virgilio, un hombre de tanta acucia y ciencia, que estuvo en Roma colgado de una torre a una ventana, a vista de todo el pueblo romano, solo por decir y porfiar que su saber era tan grande que (ninguna) mujer en el mundo le podría engañar?». A este episodio alude La Celestina, donde dice la vieja: «Verás quién fue Virgilio é qué tanto supo; mas ya habrás oído cómo estuvo en un cesto colgado de una torre mirándole toda Roma». Y aludió a él más claramente el Arcipreste de Hita en su Libro de buen amor, donde se lee lo siguiente (copla 261): Non te quiero, vecino, nin me vengas tan presto. Al sabidor Virgilio, como dize en el testo, engañólo la dueña, cuando l*colgó en el cesto, coydando que !'sobía a su torre por esto. Æ Refieren la historieta muchos autores. Cejador, anotando este pasaje del Arcipreste, trae varias citas, de entre las cuales escojo y extracto la de Comparetti en su obra Virgilio nel medioevo (1872, tomo 2.”, pág. 105). Según este autor, Virgilio estaba enamorado de una joven, hija de un emperador de Roma. Ella no le correspondía, y viendo a su amante tan rendido, no resistió a la tentación de burlarse www.lectulandia.com - Página 454 de él. Fingiendo plegarse a sus deseos, le propuso introducirlo de noche en su propia alcoba, metiéndolo dentro de una cesta y subiéndolo, en esta forma, hasta la ventana de la torre donde ella tenía su habitación. Virgilio aceptó, y a la hora designada se metió en la cesta. Pero la falsa amante hizo que los que izaban la cesta dejasen esta a mitad del camino. Cuando llegó el nuevo día, todo el pueblo de Roma se rió del burlado amante. A continuación se refiere la venganza que tomó Virgilio, y que no es del caso referir. Según otros autores, la que burló a Virgilio no era la hija del emperador, sino una meretriz. ¿Quién diablos anda ahí? Los cuatro diablos mayores En su edición crítica del Quijote, Rodríguez Marín recoge las expresiones populares ¿Cómo demonios ha hecho eso? ¿Quién diablos anda ahí? ¿Cómo diablos ha podido ocurrir?, y dice que son maneras de preguntar que denotan extrañeza y que equivalen a «¿Cómo se ha podido hacer tal cosa que me parece imposible?». El comentarista del Quijote apunta la sospecha de si las tales expresiones «denotan el atribuir a artes mágicas o a intervención diabólica el acaecimiento de los hechos». XJ Y a propósito de diablos. Rodríguez Marín, en su edición crítica de El Diablo Cojuelo (Clásicos Castellanos, Madrid, 1918, p. 22, nota) escribe: «En la superstición peninsular, los cuatro diablos mayores del infierno son Lucifer, Belcebú, Satanás y Barrabás. Así lo decía en 1512, en una de sus confesiones, Juan de Chaves: “... e yo lamé e cridé a satanas, y a Amanecidos, y a la rreyna Siuilla, y algunas veces a los cuatro mayores del Infierno, es a saber, Lucifer, belzebuc, satanas y barrabas...”». ¿Quién mató a Meco? La frase ¿Quién mató a Meco? se aplica a los crímenes colectivos, y es similar a la de ¿Quién mató al Comendador? —Fuenteovejuna, señor. Æ Luis Montoto, en su obra Personajes, personas y personillas (tomo Il, pp. 184- www.lectulandia.com - Página 455 185), copia de la revista El Averiguador Universal, n.° 150, la siguiente explicación a la citada frase: «Hace muchos años había en el Grove (pueblo de la provincia de Pontevedra) un pastor de almas apellidado Meco, más dado a los galanteos pastoriles que a los oficios espirituales. Las groveras hallaban fuera de lugar tales aficiones, y cierto día en que este intentó lograr por la fuerza lo que de grado no obtenía, varias de aquellas lo mataron, colgándolo después de una higuera, que desde entonces se llamó “del Meco” y existe aún en el monte de la Cidadella, inmediato al Grove. Como nadie quisiera revelar a la justicia el nombre de los culpables, fueron llamados a declarar todos los vecinos del Grove, los cuales, al ser preguntados por quién había matado a Meco, contestaron: “Matámoslo todos”. Tal astucia hizo imposible el castigo, y desde entonces a los hijos del Grove se les llama mecos». Juan Ribeiro, en su obra Frazes feitas (2.a serie), escribe lo siguiente: «En el folclore de Galicia hay muchas historias sobre este Meco. Una de ellas dice que con este nombre había un individuo lujurioso e incontinente que no perdonaba ni a doncella ni a casada que cayesen en sus uñas». Describe el final de Meco y la respuesta unánime de los vecinos ante el juez de la causa, y añade que estas y otras leyendas quizá fueron imaginadas bajo el influjo de la palabra Mec, palabra que corre en todas las jergas, calós y argots románicos y que significa «el fuerte, el jefe, el poderoso o el señor». Y así, en el argot francés se llama a Dios mec des mecs, y lo grand meco d*adaut en el caló marsellés. En La vida y hechos de Estebanillo González (1646) se alude a los gallegos que perdonaron a Meco: «Y cuando tuviere tan mal capricho (mi madre) que me bostezara de su gruta oscura a ser, con perdón, gallego, y a que perdonara a Meco como todos sus pasados...». El padre Sarmiento escribió nada menos que una disertación para probar que no fueron los gallegos, sino los andaluces, los que perdonaron a Meco por una cola de sardina. (M. Fernández de Gregorio, Anales histórico-políticos, Madrid, 1883, p. VII). Francisco Gregorio de Salas, «el cura de Friume», en su famosa Relación del carácter y genio que tienen los habitantes de las provincias de España (escrita en 1759), consigna que el gallego baja en verano a segar con gusto a todo lugar menos al lugar de Meco. Vergara Martín, en su Diccionario geográfico-popular (p. 30), dice que «preguntar a un gallego ¿Quién mató a Meco? es inferirle una ofensa». Cuando tras el desastre de 1898 el Parlamento español trató de exigir responsabilidades y algunos diputados criticaron duramente el Tratado de París, por el que perdimos las Antillas y Filipinas, el ministro Montero Ríos, principal www.lectulandia.com - Página 456 negociador del acuerdo, afirmó que del desastre tenían la culpa todos, y sacó a relucir en su defensa la leyenda de Meco y la frase «Matámoslo todos». Parecida a la frase que comentamos es la de Quién lo ha muerto? ¡Berninches!, que se dice en la Alcarria. La frase alude a la muerte del escribano Nicolás Alcalde, ocurrida el año 1745 en la villa de Berninches (Guadalajara). El citado escribano fue asesinado por varios vecinos del pueblo, donde se había hecho odioso por su dura condición y carácter violento. El juez que instruyó el proceso no pudo averiguar quiénes fueron los matadores, porque todos los interrogados contestaron invariablemente: ¡Berninches!, achacando a todo el pueblo la responsabilidad del crimen. Quien mucho abarca, poco aprieta Aconseja que no debe emprenderse más de lo que uno buenamente pueda desempeñar. Equivale al refrán latino Qui duos lepores sequitur, neutrum capit («el que a dos liebres persigue, se queda sin ninguna»). Æ Bastús cuenta, a propósito de esto, la siguiente anécdota: «Habíase erigido a Buffon (en vida de este) una estatua, al pie de la cual se puso la siguiente inscripción latina: Naturam amplectitur omnen (“abraza toda la naturaleza”). Y un hombre chistoso añadió a continuación: Quien mucho abarca, poco aprieta. Lo que habiendo llegado a noticia de Buffon fue bastante para que pidiese se suprimieran el elogio y la crítica». (La sabiduría de las naciones, 1.* serie, p. 37, Barcelona, 1862). Quien no te conozca, que te compre [Se usa esta expresión para dar a entender que los defectos de las personas y las cosas no son evidentes a primera vista. En sentido más amplio, significa que se tiene constancia de la malicia o el engaño de alguien. ] Æ Según S. Ballesta, «usamos deste refrán para encarecer las faltas que alguno tiene; tómase la metáfora de la cabalgadura que tiene tachas encubiertas, que si no es encubriéndolas y concertándose con el albéitar (para) que no las diga, no se puede vender». www.lectulandia.com - Página 457 Usa esta expresión Quevedo en La vista de los chistes, donde, hablando mal de los boticarios y criticando los nombres raros que ponen a sus medicinas, escribe: «Y como han oído decir que quien no te conoce, que te compre, disfrazan las legumbres porque no sean conocidas y las compren los enfermos». El origen del dicho está en un cuento muy popularizado que recogió Fernán Caballero en la forma siguiente: «Tres estudiantes pobres llegaron a un pueblo en el que había feria. “¿Cómo haríamos para divertirnos?”, dijo el uno al pasar por una huerta en la que estaba un borrico sacando agua de la noria. “Ya di con el medio —contestó otro de los tres—-: ponedme en la noria y llevaos el borrico, que venderéis en seguida en el Rastro”. Como fue dicho, fue hecho. » Después que se hubieron alejado sus compañeros con el borrico, se paró el que había quedado en su lugar... “¡Arre!”, gritó el hortelano, que trabajaba a alguna distancia. El borrico improvisado no se movió ni sonó la esquila. El hortelano subió a la noria, y cuál no sería su sorpresa al hallarse su borrico convertido en estudiante. “¿Qué es esto?”, exclamó. “Mi amo —dijo el estudiante—, unas pícaras brujas me convirtieron en borrico, pero ya cumplí el tiempo de mi encantamiento, y he vuelto a mi primitivo ser”. »El pobre hortelano se desesperó; pero ¿qué había de hacer? Le quitó los arreos y le dijo que se fuese con Dios. En seguida tomó tristemente el camino de la feria para comprar otro burro. El primero que le presentaron unos gitanos que lo habían adquirido, fue su propio burro; apenas lo vio, cuando echó a correr, exclamando: Quien no te conozca, que te compre». (Fernán Caballero, Cuentos y poesías andaluces, Sevilla, 1859, p. 73). Juan Valera, en sus Cuentos y chascarrillos andaluces (1896), explica el dicho que comentamos, refiriendo una historieta bastante larga que voy a resumir. El tío Cándido, natural y vecino de Carmona, era un hombre buenazo y gordo que tenía un borrico. Por no cansar al animal, iba al campo y volvía, llevándolo detrás, asido del cabestro. Dos estudiantes se propusieron hurtarle el borriquillo, y cuando el tío Cándido regresaba de su olivar, uno de ellos desprendió el cabestro de la jáquima y se llevó el animal, mientras el otro estudiante siguió al tío Cándido con el cabestro asido de la mano. Cuando el buen hombre volvió la cara y se quedó pasmado al ver al estudiante, este le refirió que había sido muy malo, tan malo que un mal día su padre le maldijo y quedó convertido en asno. Que así había vivido cuatro años hasta aquel mismo instante, en que acababa de recobrar su figura y condición de hombre. El tío Cándido, compadecido del estudiante, le dejó marchar para que fuese a presentarse a su padre y reconciliarse con él. Pasó algún tiempo, llegó la feria de Mairena y el tío Cándido reconoció a su burro, que un gitano trataba de venderle. Entonces dijo para sí: «Sin duda que este desventurado ha vuelto a las andadas y su padre le ha echado de nuevo la maldición». www.lectulandia.com - Página 458 Y acercándose al burro y hablándole muy quedo a la oreja, pronunció estas palabras que han quedado como refrán: «Quien no te conozca, que te compre». Quien se fue a Sevilla perdió su silla [Se emplea este dicho cuando alguien se ausenta momentáneamente de un lugar, por lo general una habitación, y, cuando regresa, otra persona ha ocupado su sitio. En sentido más amplio, indica que la ausencia puede ocasionar un perjuicio]. Æ Este dicho debió de originarse del siguiente hecho histórico que refiere Diego Enríquez del Castillo en su Crónica del rey Enrique IV (caps. 26 y 54). En tiempos de Enrique IV le fue concedido el arzobispado de Santiago de Compostela a un sobrino del arzobispo de Sevilla, don Alonso de Fonseca, y como el reino de Galicia estaba muy alterado, creyó el electo que el tomar posesión iba a costarle Dios y ayuda. Se lo pidió a su tío, y este convino en que iría él a Santiago a pacificar Galicia, y que mientras tanto su sobrino se quedase en el arzobispado de Sevilla. Don Alonso de Fonseca restableció el sosiego en la revuelta diócesis de Santiago; pero cuando trató de deshacer el trueque con su sobrino, este se resistió a dejar la silla hispalense. Hubo necesidad, para apearle de su resolución, no solo de un mandamiento del papa, sino de que interviniese el rey y de que algunos partidarios del sobrino de Fonseca fuesen ahorcados después de breve proceso. Monláu, que refiere esto en su libro Las mil y una barbaridades (Madrid, 1869), concluye: «Dedúcese que el refrán debe decir que la ausencia perjudica, no al que se fue a Sevilla, sino al que se fue de ella». Quien siembra vientos, recoge tempestades Refrán que da a entender que cada uno se labra su propio destino en función de su actitud ante las cosas de la vida. Æ Este refrán procede de la Biblia y de la Profecía de Oseas (8, 7), donde se lee: «Sembrarán viento y recogerán torbellinos para su ruina: no habrá allí espiga que se mantenga en pie, y sus granos no darán harina: y si la dieren, se la comerán los www.lectulandia.com - Página 459 extraños». Al igual que este refrán, son muchos los proverbios, aforismos y frases proverbiales que tienen su origen en el Antiguo Testamento. Citaré, entre otros, los de Vanidad de vanidades, y todo vanidad, que se lee en Eclesiastés (1, 2); Servir de piedra de escándalo, expresión que debemos al profeta Isaías (VIII, 14); Ojo por ojo, diente por diente, que se encuentra en Éxodo (XXI, 24), entre otros preceptos judiciales de la antigua ley; El número de tontos es infinito, sentencia procedente de Eclesiastés (1, 5); y No solo de pan vive el hombre, que figura en Deuteronomio (VIL, 3). Quien te conoció ciruelo, ¿cómo te tendrá devoción? Esta frase y la de Le conocí ciruelo se aplican al sujeto a quien se conoció en una posición humilde y después se ve ascendido a altos puestos, mayormente si, como suele suceder, se ha engreído en su nueva posición. Æ Se cuenta de un labrador que en cierta ocasión regaló el tronco de un ciruelo de su huerta a un escultor amigo suyo. Pasados algunos meses, le enseñó el artista un magnífico Cristo que había tallado con aquel tronco, creyendo que la vista de la imagen causaría el asombro del patán. Pero el patán, al verla, dijo: —Quien te conoció ciruelo, ¿cómo te tendrá devoción? Expresión que con el tiempo se hizo proverbial. Según otra versión, la imagen tallada en la madera de un ciruelo fue la de San Juan Bautista, y como notase el cura de la aldea que los aldeanos no le tenían devoción, le preguntó la causa a uno de ellos, el cual le respondió: —Porque le conocí ciruelo. Fernán Caballero explica la expresión que comentamos así: «En un pueblo quisieron tener una efigie de San Pedro, y para el efecto le compraron a un hortelano un ciruelo. Cuando estuvo concluida la efigie y puesta en su lugar, fue el hortelano a verla, y notando lo pintado y dorado de su ropaje, le dijo: Gloriosísimo San Pedro, yo te conocí ciruelo y de tu fruta comí; los milagros que tú hagas que me los cuelguen a mí». (Cuentos y poesías populares andaluces, Sevilla, 1859, p. 73). www.lectulandia.com - Página 460 El folclore popular abunda en cantares parecidos, donde se alude al árbol con cuya madera se talló la imagen de un santo y cuyos residuos fueron aprovechados para otros usos más prosaicos. En el Diccionario geográfico-popular de Vergara recogí los siguientes: En Bulbuente (Zaragoza) dedican al busto de San Bartolomé que se venera en la parroquia la siguiente cuarteta: Glorioso Bartolomé, sabes que fuiste peral, del pesebre de mi burro eres hermano carnal. De Alarcón (Cuenca) procede este terceto, alusivo a la imagen del patrón de dicho pueblo: Glorioso San Sebastián, del pesebre de mi burro eres hermano carnal. Y en Navalcán (Toledo) cantan así: San Pablo el de Navalcán, el de las barbas largazas, qué arrogante te criaste en la dehesa Calabazas! aludiendo a un árbol de dicha dehesa, con cuya madera tallaron la efigie del Apóstol. A lo consignado por Vergara añadiré que en Corella (Navarra) le canta a una imagen de San Francisco de Asís: San Francisco el del cordón, ¡quién te conoció pomar, en el huerto del tío Burque, junto a un guindo garrafal! Y existe una variante de los dos versos últimos: del pesebre de mi burro eres hermano carnal. La razón de tales dichos y de estos cantares la explica Baltasar Gracián cuando, en su Oráculo manual, escribe: «Nunca bien venerará la estatua en el ara el que la conoció tronco en el huerto». Y la explica también la copla popular, según la cual: www.lectulandia.com - Página 461 Hasta la leña en el bosque tiene su separación: una sirve pa hacer santos y otra pa sacar carbón. El escritor francés Carlos Rozán, en su libro Locuciones, proverbios, dichos y frases indispensables en la buena conversación, incluye la expresión Le conocí ciruelo como muy usual en su país, y dice que se funda en una historieta relacionada con una imagen de San Juan que había en la capilla de un pueblo de los alrededores de Bruselas, imagen que fue sustituida por otra, tallada en la madera de un ciruelo propiedad del cura. ¿Quién te ha dado vela en este entierro? Expresión familiar con que censuramos que una persona se meta en asuntos que no le importan, o tome parte en un acto o conversación a que no ha sido llamado. Æ Proviene de la costumbre de dar velas la familia del difunto a los amigos de este que acudían al entierro. En la partida de defunción del Greco (1614), se dice, aludiendo a su familia: «Dio velas». ¡Quién te ha visto y quién te ve! Frase con la que se indica la lástima que causa ver a una persona que en tiempos fue feliz y ahora está pobre o débil. Æ Antiguamente se decía: «Quien te vido y te ve agora, ¿cuál es el corazón que no llora?». Y también: «Quien me vido algún tiempo y me ve agora, ¿cuál es el corazón que no llora?». Así las recoge Correas en su Vocabulario de refranes. Aparece en el Quijote: «Así lo digo yo —respondió Sancho—: quien la vido y la vee ahora, ¿cuál es el corazón que no llora?». (Aludiendo a Dulcinea). En el Corbacho, del Arcipreste de Talavera, se leen unas expresiones que envuelven la misma sentencia y con palabras poco diferentes de las de La Celestina. Se cuenta allí que la Pobreza venció y derribó a la Fortuna y, lamentándose de la derrotada, se dice (parte IV, cap. VI): «Quien la vido poco tiempo había y después la vido en tierra vencida y casi muerta, no siendo persona tan cruel que no llorase». www.lectulandia.com - Página 462 (Cita de Clemencín, en la nota 4 al capítulo 11 de la 2.* parte del Quijote). Quod natura non dat, Salmantica non prestat Proverbio latino que significa: Lo que la naturaleza no da, Salamanca no presta. Æ Es frase antigua, y todavía usual, alusiva a la inteligencia del estudiante y a la universidad salmantina. Indica que por grande que sea la fama de un centro de estudios, si el que acude a él carece de dotes para estudiar, no obtendrá provecho alguno. De igual sentido es el refrán que dice: El que asno fue a Roma, asno se torna. www.lectulandia.com - Página 463 Reventar como un arca vieja Se aplica al que come con exceso, poniéndose a riesgo de reventar. Alude a las arcas donde antiguamente se guardaba el trigo y los granos. Es, pues, frase muy diferente a la de tronar como arpa vieja. Roer los zancajos Según el Diccionario, roer los zancajos a uno significa «murmurar de él en su ausencia». Æ Seijas Patiño, en su Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo, escribe acerca de esta locución lo siguiente: «Roer los zancajos. Murmurar o decir mal de alguien, censurando sus defectos más pequeños en ausencia suya; locución vulgar despreciativa, pero enérgica, para dar a entender que el que esto hace se parece a los gozquecillos que ladran y muerden en los pies, por detrás, a los perros grandes, huyendo luego». Covarrubias, en su Tesoro, consigna el dicho, y opina que roer los zancajos alude a murmurar de otro por faltas pequeñas. Pedro de Vallés —citado por Cejador en su Fraseología, o estilística castellana, tomo III, Madrid, 1924— dice así: «Roer los zancajos es hablar mal de uno por detrás, como gozquecillo que ladra y se tira a los zancajos». A los zancajos, no de otros perros, sino de los hombres, quiere decir este escritor. Juan de Pineda, en su obra Agricultura cristiana (8, 21), escribe: «Tened en poco que los ignorantes os royan (os roan) la suela del pantuflo, pues no tienen dientes para morderos los zancajos». www.lectulandia.com - Página 464 Y con igual alusión a los zancajos del hombre, escribe Quevedo (Musa 6, r. 100) estos Versos: Quien me roe los zapatos es un goloso muy sucio; si diese tras los juanetes, metiérame a calzar justo. La cita más antigua que conozco sobre el roer los zancajos, aplicado a personas, es la de la comedia de finales del siglo xvi La Lena o El celoso, donde se lee: «Pagados quedamos, pues yo también he roído los zancajos a Vms» (yo también he murmurado de ustedes). ¡Ropa encima! En mi tierra navarra y en algunas regiones españolas, cuando los chicos están jugando y alguno de ellos cae al suelo, los demás se echan sobre él, diciendo: ¡Ropa encima! Æ A propósito de esto citaré lo que cuentan de Dracón, el célebre legislador de Atenas, autor de aquellas terribles leyes, que según el orador Demades, estaban escritas con sangre. La muerte de Dracón fue tan triste y tan funesta como sus propias leyes. Habiéndose presentado a leerlas en el teatro de Atenas, el pueblo le aplaudió con repetidas aclamaciones, y, según el uso de aquellos tiempos, echaron sobre él tanto gorro o sombrero —petaso— y tanto vestido, que murió sofocado bajo el peso de todas aquellas demostraciones de aprecio. www.lectulandia.com - Página 465 Saber más que Briján [Según el Diccionario, con esta locución se expresa que alguien es muy advertido y perspicaz]. Æ Según Milá, citado por Borao en su Diccionario de voces aragonesas (Introducción, p. 130), Briján es corrupción de Bricán, nombre de un nigromante o hechicero al estilo del legendario Merlín. Según otros, Briján o Burján fue un facineroso árabe que hizo célebre a su partida, y cuyo nombre corrió por toda España. Así opinaba Carlos Bruna en el Alrededor del Mundo, n.* 73, de 25 de octubre de 1900. Alguien supone, con poco fundamento a mi juicio, que modificada la palabra Briján, se aplicó en Francia y en Italia, con el nombre de brigands y briganti, a los ladrones y a los bandoleros. Rodríguez Marín, en su obra Cantos populares españoles (2.* ed., tomo 1.”, p. 387) y en su libro Mil trescientas comparaciones populares andaluzas (p. 99), escribe: «¿Ha existido realmente este Briján, tan nombrado y renombrado por el pueblo? Y, en caso afirmativo, ¿será el famoso gramático Nebrija, el Lebrijano, como por antonomasia le llamaban? Por la transformación del nombre no habría que extrañarlo: bien pudo decirse Briján de Lebrijano, como se dice Tobalo de Cristóbal, y como por villano se dijo villán, aféresis y apócope que se avienen perfectamente con la manera de ser del habla andaluza. Limítome a apuntar la idea, como mera hipótesis: no se me tache, pues, de visionario». Saber más que Calepino. Tener más hojas que un Calepino www.lectulandia.com - Página 466 Alusión a fray Ambrosio Calepino (1435-1511), sabio agustino, italiano, natural de Calepio, pueblo de la provincia de Bérgamo, y autor de un excelente Diccionario latino-italiano que fue impreso por primera vez en Regio (1502) con el título de Cornucopiae y que era conocido generalmente con el nombre de su autor. Æ El diccionario de Calepino obtuvo un éxito extraordinario. Un solo editor (Aldo) hizo 18 ediciones del mismo entre 1542 y 1592. Andando el tiempo, se dio familiarmente el nombre de Calepino a cualquier diccionario latino. La edición más completa del Calepino, mejorada por varios adicionadores, fue la que se hizo en Basilea en once lenguas, inclusas el húngaro y el polaco. Vicente Espinel, en la Vida de Marcos de Obregón, escribe: «Apeáronse, y el bellacón sacó la bota de vino añejo de Ciudad Real, de más hojas (años) que un Calepino, de que bebieron de muy buena gana». Saber más que el perro Paco Frase proverbial madrileña, alusiva a un perro que se hizo famoso en la corte en el último tercio del siglo XIX. Æ El cronista oficial de Madrid Antonio Velasco Zazo escribe acerca del perro Paco en su obrita El Madrid de Fornos: «Elemento indispensable en Fornos (en el café de Fornos, situado en la esquina de Alcalá con Peligros) era el perro Paco, un animalito muy cariñoso y de gran instinto, que sin tener amor fijo, lo eran, sin embargo, todos los parroquianos del café, puesto que todos le cuidaban y le mimaban, y a todos servía diligentemente, llevándole aquellos a los toros para presenciar las corridas, y saltando a veces al redondel para ladrar a los toros malos y a los toreros que no cumplían como buenos, pereciendo una tarde en el callejón a manos de un novillero fracasado, que desahogó su coraje con el pobre animalito, atravesándolo con el estoque». Vicente Vega escribe de este perro: «Fue una institución madrileña. Su lugar de reposo era la taberna del “Aragonés”, en el camino de la Plaza de Toros; pero desde el mediodía al amanecer del siguiente, en Fornos se le encontraba, festejado por todos, y solo abandonaba el café para asistir a la “cuarta” de Apolo, a cuyo patio de butacas tenía libre acceso». (Vicente Vega: Diccionario de frases célebres, p. 347). Natalio Rivas, en sus Memorias contemporáneas (7.* parte del Anecdotario histórico, Madrid, 1953, pp. 37-39), dice que en los años 1881-1882 todo Madrid hablaba del dichoso perro, y se vendían bastones, corbatas, petacas y carteras «Perro Paco». Un músico le dedicó una polca y un dibujante inmortalizó su figura. www.lectulandia.com - Página 467 Quien mató al perro Paco fue el tabernero Pepe Rodríguez Miguel apodado «Pepe Galápagos», porque tenía su taberna frente a la fuente de los Galápagos de la calle Hortaleza. Este hombre figuraba como matador en una becerrada que dieron los taberneros. Cuando se disponía a matar a uno de sus bichos, el perro Paco saltó al ruedo y con sus saltos y cabriolas dificultaba y ponía en peligro la labor del diestro. Este trató de alejar al perro, dándole un golpe de plano con el estoque, y como no lograra su propósito, le alcanzó con una estocada que le atravesó el cuerpo. Felipe Ducazcal recogió y llevó a su casa al malherido can, que murió dos días después. Encontré nuevos datos sobre la vida y muerte de este célebre perro en la Historia de la Plaza de Toros de Madrid (1874-1934), de Rafael Hernández (Madrid, 1955). Según este escritor, el perro Paco «era negro, con el pecho blanco, pequeño, de casta poco definida y de una inteligencia extraordinaria... Paco tenía su punto de parada durante el día en la calle de Sevilla y de allí marchaba a las carreras o a los toros, donde como un verdadero “sportman” se conducía, salvo en lo de echarse al ruedo cuando salían los mansos para llevarse a los embolados. Comía en Fornos con preferencia a otro establecimiento, y por la noche se retiraba a dormir al Veloz-Club o a la Gran Peña, donde tenía amigos y protectores. »Fue herido de muerte por José Rodríguez Miguel en la becerrada celebrada el 21 de junio de 1882. Su cuerpo fue recogido por el jefe de los areneros de la plaza, Joaquín Chillida, que lo hizo disecar y lo conservó largo tiempo en un establecimiento de bebidas que tenía cerca de la plaza de toros». El ya citado don Natalio Rivas vuelve a ocuparse del perro Paco con bastante extensión y con gran abundancia de anécdotas y citas de periódicos de la época, en su libro Anécdotas y narraciones de antaño (Barcelona, 1943, págs. 117-121). En las Tradiciones peruanas, de Ricardo Palma, leí que en Lima, para ponderar la travesura o ingenio de un muchacho, solía decirse: ¡Sabe más que Chavarría! El tal Chavarría era un perro que se exhibió, a fines de diciembre de 1790, en el teatro de la capital de Perú y que, según el Diario de Lima, realizó las hazañas siguientes: «Salió, vestido de mujer, bailando el fandango, el villano y la mariangola... Hizo el papel de muerto, y resucitó oyendo pronunciar el nombre de nuestro muy amado rey y señor don Carlos IV. Salió de capa y con espada en la mano, y tuvo un desafío con un inglés, al cual mató sin más ni menos. Cantó el mambrú a dúo con un niño. Con los ojos vendados sacó el peso doble e hizo pruebas con un pañuelo y con las cuarenta cartas de un naipe. Hizo ejercicio militar con fusil y bayoneta calada, y estando de centinela quiso sorprenderlo un inglés. Chavarría le arrimó un balazo y lo envió a pudrir tierra». (Ricardo Palma, Tradiciones peruanas, 1.* selección, Colección Austral, Buenos Aires, 1949, pp. 108-113). Saber más que Merlín www.lectulandia.com - Página 468 Esta comparación popular se refiere al famoso mágico nigromántico Ambrosio Merlin, que se hizo muy célebre por sus hechicerías en el siglo x de nuestra era. A él se alude en el Quijote: Yo soy Merlín, aquel que las historias dicen que tuve por mi padre al diablo... J «De sus decantadas profecías se han hecho numerosas traducciones, una de ellas en Burgos, en el año 1498», escribe Rodríguez Marín en Mil trescientas comparaciones. Pellicer, en una de sus notas al Quijote, dice que Ambrosio Merlín fue un inglés tenido por mago, encantador y profeta, que floreció por los años de 480, y se decía fue hijo de una doncella y de un demonio íncubo. Según los libros de caballería, Merlín nació en el País de Gales. Feijoo, en su Tesoro crítico (tomo 2.°, discurso 5.”), refiere algunos de los prodigios atribuidos a este encantador y hace mención de sus profecías, añadiendo que, según la creencia vulgar, fue hijo de un demonio íncubo y de una princesa de Inglaterra, religiosa en el monasterio de la villa de Caenmerlín. Sacar a uno de sus casillas Según el Diccionario, significa «cambiar su método de vida» e «irritarlo, hacerle perder la paciencia». Æ Cejador, en su Fraseología (tomo 1.*, pp. 282-283), dice que esta expresión «parece tomada del ajedrez» y alude a las casillas de este juego. El mismo origen asigna a la frase salir de sus casillas cuando, después de citar a Alexio Venegas en su Agonía del tránsito de la muerte: «Suya sería la culpa si saliese de sus casillas a campo raso con el contrario», añade, entre paréntesis: «en el ajedrez». Yo creo, frente a Cejador, que el sacar a uno de sus casillas proviene, no del ajedrez, sino del juego de las tablas reales, juego de tablero muy semejante al chaquete. Correas y Covarrubias citan la expresión que comentamos, pero sin explicar su procedencia. Donde, a mi juicio, se explica es en el Diccionario de autoridades (1726-1739). Según esta obra, casa es «en el juego del ajedrez y de las damas, cualquiera de los cuadros (o escaques) en que está dividido el tablero». Y «en el juego de las tablas www.lectulandia.com - Página 469 reales, se llaman así unos semicírculos que están cortados en la misma madera a los dos lados del tablero, en donde se van colocando las piezas para ocupar las casas según las suertes de los dados». Pero, según esta misma obra, la palabra casillas se aplicaba exclusivamente a las casas en el juego de tablas reales, y la frase en cuestión parece ligada a este juego, no a otros. Dice así el referido Diccionario de autoridades: «Casillas. En los juegos de tablas reales es lo mismo que casas. Sacarle a uno de sus casillas. Inquietarle, hacerle perder la paciencia». El Diccionario de autoridades dice que las tablas reales «es un juego que se hace entre dos personas sobre un tablero que tiene doce casas a Cada lado, huecas, en forma de semicírculo, y que juega con quince piezas cada uno, redondas como las de las damas, las unas blancas y las otras negras. Colócanse en diferentes casas del tablero, poniendo en cada una cierto número de piezas para armar el juego. Juégase con dos dados, y según los números que salen, se juegan dos piezas, o una misma si halla casa hueca donde entrar, y si la halla ocupada con una pieza sola (que entonces se llama tabla) la puede echar fuera del juego (la puede sacar de su casilla, digo yo), y ha de volver a entrar por el principio del tablero...». Aparte de esto, la expresión sacar a otro de sus casillas se acomoda mucho mejor al juego de tablas reales —donde las casillas son huecos semicirculares en los que se alojan las piezas— que al juego del ajedrez, donde el tablero es liso. Sacar lo que el negro del sermón Los pies fríos y la cabeza caliente. Se dice del que se queda sin entender ni jota de un asunto. Y alude a un negro que entró a una iglesia cuando se estaba predicando y salió del sermón con los pies fríos y la cabeza cargada: lo primero porque iba descalzo, y lo segundo porque en balde se esforzaba su pobre mente para entender lo que decía el predicador. Æ Así lo explica Rodríguez Marín en Mil trescientas comparaciones populares andaluzas. Sacar raja Según el Diccionario, sacar uno raja equivale a la frase sacar uno astilla, es decir, «lograr alguna parte del provecho o ganancia que se pretende». www.lectulandia.com - Página 470 J Fernán Caballero, en su libro Cuentos y poesías populares andaluces (Sevilla, 1859, p. 73), explica así el origen de este modismo: «Dícese a menudo: ya sacó raja. Deriva este dicho de que en Extremadura están divididos los montes de encorares en rajas; así denominan cierta extensión que puede cebar con la bellota un determinado número de cerdos. Estas rajas, cuando son de montes de los propios del pueblo, se reparten por un estipendio muy corto a los vecinos pobres, que, como es de suponer, ansían por obtenerlas; pero como es muy difícil conseguirlas, por distribuirlas los Ayuntamientos generalmente entre sus paniaguados y protegidos, se dice de aquel que por su habilidad, intrigas, osadía o buena suerte logra una ventaja difícil de obtener y que depende de otro: Ese sacó raja». Esta explicación de Fernán Caballero no me convence. No hay por qué ir a buscarle al dicho un origen extremeño y basarlo en una particular y localista acepción de la palabra raja. La frase sacar raja, común a toda España y muy antigua en nuestro lenguaje, aparece recogida en el Diccionario de autoridades (1726-1739) con el significado de «conseguir o lograr parte de lo que se pretendía, habiendo habido alguna dificultad o trabajo en su logro». Y el mismo diccionario consigna que la palabra raja, que significa «astilla que se corta de algún leño», significa también «parte O porción en alguna cosa que se distribuye o controvierte; y así (es decir, atendiendo a este sentido de la palabra) se dice sacar raja y tocar raja». Sacar raja se dijo, pues, del que disputando o pleiteando con otro sobre la propiedad de una cosa, logró obtener parte de esta. Y del que en una herencia o partición muy disputada consiguió hacerse con la porción que le correspondía. Es muy probable que el sacar raja en este sentido se dijera como metáfora o símil del sacar raja en el sentido de «sacar astilla de un leño o tronco». Salga el sol por Antequera La frase completa es: Salga el sol por Antequera y póngase por donde quiera, y equivale a decir que a uno le es indiferente que resulte una cosa u otra. Demuestra la mayor despreocupación sobre el resultado de una resolución. Otras veces es frase que acompaña a la determinación de realizar un acto, aunque suceda lo imposible, como es el aparecer el sol por el mediodía. Æ Dicen que esta locución tuvo su origen durante la conquista de Granada, en el campamento de los Reyes Católicos. (Así lo explica Luis de Granada en la revista Alrededor del Mundo de 21 de diciembre de 1899). Lo curioso es que Antequera está al oeste de Granada, o sea al poniente, no al levante. La frase es, pues, irónica, y equivale a: Salga el sol por donde quiera. www.lectulandia.com - Página 471 Ni en Correas ni en Covarrubias aparece citado este dicho. Salidas (o entradas) de pavana Según el Diccionario, «despropósito, disparate». Equivale, pues, a patochada, salida de pie de banco o salida de pata de gallo. Æ Con estos modismos se moteja —dice Bastús— a la persona que viene con gran misterio o con cierta seriedad a proponer o solicitar una cosa importuna o sin sustancia. La frase se dijo con alusión al antiguo y celebrado baile o danza de escuela, muy generalizado en España desde poco antes de la dominación austriaca, llamado pavana. Este baile se ejecutaba, particularmente en su entrada o salida, con una afectada gravedad y con mucha pausa y mesura, remedando en cierta manera los pasos, movimientos y ostentación del pavo real, del que tomó el nombre. Entre los bailes más famosos del siglo xv1 sobresalía «la pavana española, altiva y orgullosa como un hidalgo de Castilla», al decir de los autores de la Enciclopedia Moderna. Roque Barcia, en su Primer diccionario etimológico de la lengua castellana (Madrid, 1882), escribe: «Pavana, representa pavo, ya por el aire grave y pausado de www.lectulandia.com - Página 472 la danza, ya también porque los hombres y mujeres, cogidos de las manos en forma circular, daban vueltas como los pavos». Según Covarrubias, en su Tesoro (palabra bayle), la pavana fue así llamada «por las contenencias que tiene como de pava real, que le va contoneando, hecha la rueda». El Diccionario de la Academia de 1791, después de definir la pavana como «danza española que se ejecuta con mucha gravedad, serenidad y mesura, y en que los movimientos son muy pausados», dice que entradas de pavana es «modo de hablar con que se moteja a alguno que viene con gran seriedad y misterio a solicitar alguna friolera o cosa sin sustancia». Salirse con la suya Frase que, según el Diccionario, significa «lograr (una persona) su intento». En el Diccionario de autoridades (1726-1739), salir con la suya es frase que equivale a «conseguir uno su intento, cuando tiene contradicción para lograrlo»; y salirse con la suya, «mantenerse tercamente en su dictamen o intento contra el consejo y parecer de los otros». Ahora bien: ¿a qué alude la suya? Puede aludir a varias cosas: a voluntad, a intención, a razón y a opinión. Según el Diccionario, «la suya es la intención determinada del sujeto de quien se habla». Utilizando una interpretación vulgar, «salirse con la suya» parece referirse a «salirse con su voluntad». J Pero cabe a su vez suponer que la suya equivale a «su razón». Así parece deducirse de este texto de Diego Gracián en su libro Morales de Plutarco (obra del siglo xvir): «Ya que no pueden salir con la suya en tal contienda, resisten y contradicen las razones que les hablan». Cabría suponer, asimismo, que la suya tiene el significado de «su opinión». Correas, en su Vocabulario de refranes, escribe: «Salirse con la suya. Es de cabezudos y amigos de su parecer, que quieren que su opinión o razón valga». Salomón muriendo, de un niño aprendiendo www.lectulandia.com - Página 473 Frase para indicar que a lo más sabios les queda mucho por aprender, y que a veces puede darles lección el más ignorante. J Se funda en la siguiente anécdota que recoge Rodríguez Marín en Mil trescientas comparaciones: «Muy cercano a la muerte, Salomón estaba sentado un día junto al hogar. Un niño, hijo de una vecina, llegó a pedir un ascua para encender lumbre. Salomón le advirtió que fuese por unas tenazas o por un tiestecillo para llevar la candela; el muchacho dijo que no hacía falta. El sabio, por más que discurría, no acertaba cómo el niño había de llevar el ascua, hasta que le vio poner encima de su mano una poca de ceniza, y sobre ella el fuego». A esta de Rodríguez Marín añadiré dos citas de mi cosecha. El Fuero General de Navarra, obra del siglo xm, establece la obligación de prestarse fuego unos vecinos a otros en los pueblos escasos de leña, para lo cual cada familia «deberá dejar en el hogar, después de haber guisado la comida, tres tizones por lo menos». Y al objeto de que los pedigiieños no abusen de dicho privilegio, dispone el Fuero que todo aquel que necesita fuego «acudirá a la casa del vecino y, llegando al hogar, avivará las brasas; tomará un poco de ceniza en la palma de la mano y, sobre esta misma ceniza, pondrá las ascuas que quisiere llevar». «Sabia medida —comenté en mi Retablo de curiosidades—, porque, so pena de quemarse el pellejo, no podrán extraer muchos tizones». La segunda cita es de un célebre libro del siglo xv1, de la Floresta española de apotegmas, de Melchor de Santa Cruz, obra de 1574, donde se lee el caso de un muchacho que entra por fuego a casa de un letrado de gran fama. Este le pregunta con qué ha de llevar el fuego. El muchacho pone un poco de ceniza en la palma de su mano derecha, y sobre la ceniza coloca el fuego. El letrado comenta, lleno de asombro: «Con todo cuanto yo he leído, no lo acertaría a hacer». Salvarse por los pelos Salvarse muy apuradamente, en último trance. Es frase que no incluye ninguno de los repertorios de modismos que conozco, no obstante su uso popular. Æ Fernando Díaz Plaja, en su libro La vida española en el siglo xIx (p. 154), dice que cuando en 1869 se ordenó a la Marina que se cortase el pelo, esta consigna dio motivo a una carta, llena de quejas y no falta de sentido común, de unos marineros, en la que decían que el pelo largo «les puede servir de enganche o agarradero en el caso de peligrar en su destino en la mar». En vista de ello, se relevó de esta www.lectulandia.com - Página 474 obligación a quien así lo desease. Posteriormente y en la revista El Correo Erudito (tomo III, p. 48) vi confirmada la anterior noticia. Julio Guillén Tato copia la carta que en Sevilla y en el mes de febrero de 1809 dirigieron al rey los artilleros de Marina Manuel Calderón y Manuel Morales, donde exponen: «que siendo todo su estar en la Mar embarcados y a cada instante vense en el eminente riesgo de poderse aogar; y no teniendo pelo por donde comúnmente se faborecen asiendose de el; es el caso que el Coronel... a dado orden para que todos se corten el pelo, abiendo en dicho Cuerpo mas de quinientos mozos todos voluntarios... y se ven desazonados por esta orden; pues no es costumbre a los Marinos por la expuesta causa se les alla nunca cortado el pelo; y que le puede servir de engancho o agarradero en caso de peligrar en su destino en la Mar...». Dice Julio Guillén que esta curiosa carta «dio motivo a la Real Orden de 26 de noviembre de 1809, por la que se ordenaba no se obligase a cortar el pelo a los individuos de Marina». San Gibarse está en Caparroso San Gibarse está en Caparroso, debajo del puente. Expresión navarra que equivale a ¡fastidiarse!, ¡jorobarse!, ¡amolarse! Æ Creo haber averiguado su origen. El Diccionario geográfico-histórico de España, publicado por la Real Academia de la Historia en el año 1802, al hablar de Caparroso en el tomo correspondiente a Navarra, cita el magnífico puente de once arcos que tenía sobre el río Aragón y que fue arruinado en su mayor parte por la extraordinaria avenida del año 1787. Añade que en ese puente y sobre el machón de su segundo arco se alzaba una pequeña ermita (más bien era capilla) que se llevó la citada avenida. En esta capilla (que figura hoy sobre el puente en el escudo de Caparroso) habría algún santo, que quedó debajo del puente y al que por esto aplicarían el apodo de «San Gibarse» que ha dado origen a la frase en cuestión. En el archivo de Navarra se conserva un dibujo a pluma del puente de Caparroso, tal como estaba antes de la riada de 1787. (El dibujo es de 1582). Sobre el segundo machón del puente y junto a la orilla izquierda del río se ve una capilla rectangular de piedra, con una ventana y una cúpula rematada por una cruz de hierro. No me ha sido posible averiguar cuál fuese el santo cuya imagen se veneraba allí. www.lectulandia.com - Página 475 i¡Santiago, y cierra, España! [Expresión que alude al grito de guerra con que en la Reconquista las tropas cristianas se lanzaban a luchar contra las musulmanas]. Æ Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes (ed. Buenos Aires, 1943), hace suya la errónea opinión de Puigblanch, que en sus Opúsculos gramático-satíricos (Londres, 1828, tomo Il, pp. 294-97) sostiene que Santiago y cierra España (sin comas) significa Santiago y guarda España, porque el verbo cerrar, coincidente con el serrer francés, proviene —según él— de los verbos latinos serare y servare, que significan «guardar». Vicente Vega, en su Diccionario ilustrado de frases célebres (Barcelona, 1952, pág. 191), opina que al nombre de Santiago como invocación en las batallas «se añadiría luego cierra España, con la expresión de defiende a España». Como se ve, estos dos autores, siguiendo a Puigblanch, sostienen que cerrar significa «guardar, defender», siendo así que cerrar, en la frase que comentamos, significa «atacar, embestir, acometer». Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, consigna que «cerrar con el enemigo es embestir con él, de do manó el proverbio militar: Cierra España». Correas, en su Vocabulario de refranes, cita la frase Cierra campiña, y añade que es «manera de significar acometida a refriega». En las primeras ediciones del Diccionario de la Real Academia se dice que cerrar tiene, entre otros varios significados, el de «embestir, acometer un ejército a otro», y que cerrar con alguno equivale a «acometer con denuedo y furia una persona a otra O a otras». Añadiendo en otro lugar que el grito ¡Cierra España! es «expresión usada en nuestra milicia antigua, con que se animaba a los soldados para que acometiesen con valor al enemigo». En este sentido emplea este grito de combate Ercilla, cuando escribe en el canto 24 de La Araucana: Entra con un rumor y furia extraña gritando: ¡Cierra, cierra, España, España! Y con igual significado lo usa Ruiz de Alarcón en La verdad sospechosa: TRISTÁN. Cierra, España, que a César llevas contigo. www.lectulandia.com - Página 476 El mismo Diccionario de la Academia, en sus primeras ediciones, nos dice que Santiago es «el grito con que los españoles invocan a Santiago, su patrón, al romper la batalla contra los moros u otros enemigos de la fe», y «el mismo acometimiento en la batalla». Dar el Santiago equivalía antiguamente a dar la orden de combate, a iniciar la batalla. Y así, Ginés Pérez de Hita, en sus Guerras civiles de Granada, obra de fines del siglo xv1, escribe: «Concluida esta (oración), mandó dar el Santiago, disparando primero las cuatro piezas». En el Diccionario de autoridades se lee lo siguiente: «Santiago. Por alusión se toma por cualquier acontecimiento con estrépito que pueda hacer daño o que mueva a que otros se asusten o imaginen peligros; y así se dice: Vamos a darles un Santiago». La invocación a Santiago antes de entrar en combate aparece ya en el Cantar de Mio Cid (ed. de Menéndez Pidal, versos 731 y 1.137-1.139): Los moros llaman Mafómat (Mahoma), e los cristianos santi Yague. Con los alvores mio Cid ferirlos va: ¡En el nombre del Criador e d*aspotol santi Yague feridlos, cavalleros, d'amor e de voluntad! En la segunda parte del Quijote (capítulo 58), Sancho le dice a su señor: «Querría que vuesa merced me dijese qué es la causa porque dicen los españoles cuando quieren dar alguna batalla, invocando aquel San Diego Matamoros: Santiago, y cierra, España. ¿Está por ventura abierta, y de modo que es menester cerrarla o qué ceremonia es esta?». Y Don Quijote le responde: «Simplicísimo eres, Sancho; y mira que este gran caballero de la cruz bermeja háselo dado Dios a España por patrón y amparo suyo... y así le invocan como a defensor suyo en todas las batallas que acometen». Rodríguez Marín, comentando este pasaje, afirma (como lo hizo Cejador en su Fraseología, tomo 3.”) que cerrar significa atacar. Y añade que la frase Santiago, y cierra España debe escribirse con dos comas, porque Santiago es un vocativo, una invocación, y cierra, España constituye un imperativo. En cuanto a la conjunción y de la célebre locución hay que notar que su uso es muy corriente en el habla antigua. ¡Sant Juan, y ciégale!, dice el Lazarillo de Tormes cuando el cura de Maqueda está contando los panes del arca, para que no eche en falta los que le robó. Es la misma y que aparece en las frases ¡Santiago, y a ellos!, Vaya, y qué mañosos, etc., casos todos en los que, como advierte el gramático Bello, la y pierde el oficio de conjunción y toma el de simple adverbio interrogativo, exclamativo o intensivo. A vista de estos testimonios y de otros muchos que pudieran aportarse, resulta claro e indudable que la expresión que nos ocupa es un grito de ataque precedido de www.lectulandia.com - Página 477 una invocación al apóstol; que cerrar no significa guardar ni defender, sino atacar O embestir; que cierra, España es tanto como ataca, España o acomete, España; y, finalmente, que es disparate escribir Santiago y cierra España, debiendo escribirse con dos comas y con admiración: ¡Santiago, y cierra, España! Se arregló como lo de Caparrota Se arregló como lo de Caparrota... (y lo ahorcaron). Expresión popular para significar que, bien o mal, todo se resuelve. Suele decirse irónicamente de lo que no tiene arreglo, compostura o solución. Æ En su Gran diccionario de refranes (p. 202) Sbarbi da la siguiente explicación a la frase: «como sucedió con el tristemente célebre facineroso de este nombre, cuyas fechorías terminaron en el palo». Montoto, en su obra Personajes, personas y personillas (tomo 1.*, Sevilla, 1921, p. 166), consigna la comparanza y añade que «se cita irónicamente de lo que no tiene arreglo, compostura o solución» y que «alude al célebre bandido de aquel nombre». Castro y Serrano, en sus Cartas trascendentales (Madrid, 1863, p. 81), escribe: «... Ya, me replicó, lo de Caparrota se compuso ahorcándole a las once». Caparrota, conocido también con el nombre de Don Miguelito, fue un bandido andaluz que alcanzó triste celebridad a fines del siglo xvni y principios del XIX. Según la voz popular, pertenecía a una noble familia, y desde casi niño hubo de distinguirse por sus perversos instintos. Metido a bandolero, cometió numerosos robos y crímenes hasta dar en manos de la justicia, que le condenó a morir ahorcado. El pueblo creía que Caparrota tendría bastante influencia para salvar su vida, pero no ocurrió así, y el temido salteador acabó sus días en el patíbulo, lo que dio origen al dicho: Se arregló lo de Caparrota... y lo ahorcaron. En el artículo «La mujer de Córdoba» que escribió Juan Valera para la colección Las españolas pintadas por los españoles (Madrid, 1871-1872), al referirse a los guerreros y bandidos que nacieron en la provincia de Córdoba, cita entre estos últimos a «el Tempranillo, el Guapo Francisco Esteban, el Chato de Benamejí, el Cojo de Encinas-Reales, Navarro el de Lucena, y Caparrota el de Doña Mencía». Según un romance popular que el erudito sevillano Santiago Montoto facilitó a Natalio Rivas, Caparrota era gaditano, se llamaba Miguel de Villegas y Pontevedra, y poseía el título de Marqués de Casa Vaquera: En la bella y gentil Cádiz, la hermosa taza de plata, fue donde naciera el héroe www.lectulandia.com - Página 478 que de esta historia se trata, que don Miguel de Villegas y Pontevedra se llama, marqués de Casa Vaquera; hijo, pues, de ilustre casa. El romance, que consta de tres partes y un epílogo, refiere las hazañas de Caparrota, sus amores y su trágico fin. Don Natalio Rivas lo copia al final de su libro José María «el Tempranillo». Historia documentada de un bandido célebre (Mediterráneo, Madrid, s. f.), y dice que, no obstante conservarse el recuerdo de Caparrota entre casi todos los habitantes de Andalucía baja, le ha sido imposible comprobar su existencia histórica, y no ha logrado encontrar en los archivos judiciales ningún testimonio de la sentencia que le condenara a muerte ni de la ejecución del fallo. Fernández y González hizo a Caparrota protagonista de una de sus novelas. Según el Diccionario histórico de la Real Academia (tomo 2.°, Madrid, 1936), la expresión arreglarse o componerse algo como la de Caparrota «se aplica a los asuntos de difícil solución». El Diccionario de modismos, de Ramón Caballero, cita la frase ¡Se arregló lo de Caparrota y lo ahorcaron!, que «familiar e irónicamente se dice de lo complicado, difícil y que crea situaciones comprometidas». Suele también decirse en Andalucía Ser más conocido que Caparrota. Se lo llevó Pateta Equivale a decir «se lo llevó el diablo». Según el Diccionario, Pateta es el nombre con que familiarmente se designa a Patillas o el diablo. Según el mismo Diccionario, se aplica el nombre de pateta a la «persona que tiene un vicio en la conformación de los pies o de las piernas». La Academia encuentra el origen del nombre Pateta en la voz pata. Suele decirse: Pateta: el que se lleva a los que se mueren. Æ Fernández Guerra, en una de sus notas a la Visita de los chistes, de Quevedo (Biblioteca de Autores Españoles, tomo XXII, Madrid, 1859), dice: «Pateta es el apodo que se da al que tiene algún vicio en la conformación de los pies o de las piernas. Aplícase al diablo, de quien los cuentos de viejas refieren que hubo de quedar cojo al venir despeñado al abismo. Así se dice: ¡Ojalá te lleve Pateta!». Y Cejador, en su Fraseología, escribe: «El diablo cojo es Pateta, que cayó del cielo por malo y quedó cojo, y todos los cojos son malos según el refrán». www.lectulandia.com - Página 479 Ser como el médico de Chodes Comparación muy corriente en Aragón para calificar a un médico de poco estimable. Alude a que, estando enfermo cierto labrador de dicha localidad a consecuencia de un fuerte dolor de muelas, se ató un pañuelo a la cabeza por debajo de la barba y se metió en la cama. Llamaron al médico, y este, sabedor de que la mujer del labriego se hallaba embarazada, apenas entró en la alcoba, sin acercarse siquiera a la cama del paciente, le dijo a su hija: «Chica: corre en busca de la comadre, que tu madre está de parto». Ser como la gansa (o el ánsar) de Cantimpalos, que salía al lobo al camino Dícese por aquellos que inconsiderablemente se exponen a algún daño o peligro. Æ Correas, explicando este dicho en su Vocabulario de refranes, dice: «La gansa de Cantimpalos, que salía al lobo al camino. Los de este lugar cuentan, por una tradición de los pasados, que una mujer llamada la Gansa salió al camino de otro lugarejo vecino a tratar a solas con el cura de allí que se llamaba Lobo; Cantimpalos o Cantipalos es cerca de Segovia; el otro lugarcillo del cura está ya despoblado. El vulgo ha trocado este refrán en el otro: El ánsar de Cantimpalos, porque a los nombres que comienzan en A, aunque sean hembras, se pone el artículo el: el ánsar por la ánsar hembra». Vergara, en su Diccionario geográfico-popular (p. 109), copia la opinión de Correas, y añade que la misma explicación se encuentra ya incluida en una colección de refranes, hecha a mediados del siglo xv, que con el nombre de Seniloquium se conservaba entre los manuscritos de la Biblioteca provincial de Segovia, de donde ha sido trasladada a la Biblioteca Nacional. Dice así el manuscrito: «In diocesi Segoviensi... sunt duo loca... et unus istorum locorum vocatur vulgariter Cantipalos, et alius Escovarejo; in quo Escovarejo erat quidam clericus qui connominabatur Lupus, et habebat rem seu accesum ad quamdam mulierem habitaras in Cantipalos, quae connominabatur Anser..., etc.». A pesar de estos testimonios, el sentido de la frase hace suponer que los aludidos www.lectulandia.com - Página 480 en ella fueran dos animales, aunque más tarde se aplicase a dos personas con mayor o menor fundamento. Que una gansa se atreva a graznarle a un lobo y le plante cara, nada tiene de sobrenatural, aunque el caso es digno de ser señalado. Lo extraño es que la frase se aplique a la amistad y a las reuniones de un clérigo llamado precisamente Lobo y una mujer llamada ¡precisamente! Gansa o Anser. Cervantes dice en El vizcaíno fingido: «Quiso usted curarse en salud y salir al lobo al camino como la gansa de Cantipalos». Y en El donado hablador: «Y él, en sintiendo cualquier alboroto, no podía dejar de salir, como la gansa de Cantipalos; ofrecióse otra riña y salió a dar en qué entender a los alguaciles». Obsérvese que Cervantes no dice Cantimpalos, sino Cantipalos. Cantimpalos está a dos leguas y media de Segovia. Quevedo se plantea la duda, en la Visita de los chistes, de si se dijo asna y no ánsar. Dice así: «Yo soy Cantimpalos; y no hacen sino decir: El ánsar de Cantimpalos, que salía al lobo al camino. Y es menester que les digáis que me han hecho de asno ánsar, y que era asno el que yo tenía, y no ánsar; y los ánsares no tienen que ver con los lobos; y que me restituyan a mi asno en el refrán; y que me le restituyan luego y tomen su ánsar: justicia con costas, y para ello, etc.». Ser de la cáscara amarga Según el Diccionario, ser una persona de la cáscara amarga significa «ser de ideas muy avanzadas». Æ Es esta una de tantas expresiones que con el tiempo han cambiado de sentido. Covarrubias no la trae en su Tesoro. Pero sí el Diccionario de autoridades de la Real Academia (172639), que dice así: «Ser de la cáscara amarga: ser un hombre travieso o valentón». El paso de este significado al de hombre de ideas avanzadas debió de producirse a mitades del siglo último. En la obra de Julio Nombela Impresiones y recuerdos (tomo I, p. 342. Madrid, 1909) leí lo siguiente, con referencia al año 1854: «Los amigos con quienes pasaba mi abuelo la primera hora de la tarde en el café que frecuentaban, eran de la cáscara amarga, como llamaban entonces a los progresistas». Ser de manga ancha, o tener manga ancha www.lectulandia.com - Página 481 Frase figurada y familiar que se dice del confesor que tiene demasiada lenidad con los penitentes, y también de cualquier sujeto que no da gran importancia a las faltas de los demás o a las suyas propias. Æ Montoto, en su libro Un paquete de cartas, después de copiar lo que precede del Diccionario de la Academia, se pregunta: «¿Correspondía a la mayor o menor austeridad de la vida monástica lo ancho o lo estrecho de las mangas del hábito?». Ser (o parecer) el enano de la venta Dícese, por mofa, de la persona baja y regordeta. Y de los que emplean frecuentemente bravatas y amenazas sin pasar adelante. Æ El origen del dicho es el siguiente: «Cuentan que en cierta venta, cuando se armaba gresca o cuando alguien se negaba a pagar al ventero, asomaba por una ventana la cabeza descomunal de un ser que parecía un gigantón, y que, con voces estentóreas, decía: »—i¡Si bajo! ¡Si voy allá! » Hasta que un mozo de pelo en pecho no se intimidó, y al grito de ¡Si bajo! replicó: »—¡Baje vuesa merced, seor guapo! »Bajó efectivamente el que todos creían un gigante, y se vio, con risa y chacota de todos, que el temido ser era un enanillo despreciable». Así escribe Montoto en su obra Personajes, personas y personillas (tomo 1.*, p. 268). En la obra de José María de Cossío Los Toros (tomo 1.”, p. 768) aparece un retrato de Antonio Merino (a) El Enano de la Venta. Este célebre enano salió a picar en la plaza de Madrid el 23 de noviembre de 1817, llevando como padrinos a los famosos Cristóbal Ortiz y Luis Corchado, y practicó la suerte solo. Tuvo tal éxito, que volvió a actuar siete días más tarde. Los carteles anunciadores de su segunda actuación en Madrid decían así: «El valiente enano Antonio Merino, que en la fiesta anterior mereció el aprecio de SS. MM. y AA. y los aplausos del respetable público..., ofrece presentarse vestido de un modo singular en la plaza, desde el cuarto toro, en cuyo centro (en el de la plaza) se hallará colocada una tenaja que servirá de asilo a este intrépido pigmeo, el cual tendrá el honor de hacer algunos juguetes y llamadas al toro, que no quiere manifestar, para burlarle, escondiéndose en dicho tenaja». www.lectulandia.com - Página 482 Ser el «non plus ultra» Ser lo más perfecto y acabado en ingenio, caballerosidad, etc. No poder ir más allá ni pasar adelante en la materia de que se habla. Æ Es una alusión a la inscripción Non plus ultra que, según cuentan, puso Hércules en las columnas que erigió en el estrecho de Gibraltar (Heracleum fretum) al llegar al límite que entonces se consideraba de la tierra, después de sus largos viajes, combates y aventuras verdaderas o fingidas. Cuando más adelante, en 1492, Cristóbal Colón descubrió el Nuevo Mundo, hubo que variar la leyenda de las supuestas columnas de Hércules, y en lugar de Non plus ultra, «nada más hay», hubo de ponerse Plus ultra, «más allá todavía; aún hay más», divisa que adoptó Carlos V después de la conquista de Túnez, para demostrar que había superado o ido más allá de donde Hércules había señalado como los límites del mundo, o de donde creía que no podía pasarse. (Bastús, La sabiduría de las naciones, 2.* serie, p. 87). Ser más el ruido que las nueces Tener poca sustancia o ser despreciable una cosa que aparece como grande o de cuidado. Tener una cosa en realidad menos importancia de la que le atribuimos, dejándonos llevar de las apariencias. Æ En el libro Historia orgánica de las armas de Infantería y Caballería españolas, por el teniente general conde de Clonard (tomo IV, p. 265), leí una nota donde el autor trata de explicar el dicho que ahora comentamos. Según ese autor, cuando en 1596 (fue al año siguiente) las tropas españolas de Flandes tomaron Amiens, «penetró en la plaza (el capitán) Hernán Tello, valiéndose de un ardid ingenioso. Vistió de paisano a dieciséis soldados que hablaban bien el francés, y provistos de sacos de nueces y cestos de manzanas, se dirigieron estos soldados hacia la plaza, siguiéndoles un carro de heno en que iban escondidas sus armas. Al entrar los disfrazados por la puerta de Montreseul, uno de ellos dejó caer un saco; las nueces se desparramaron por el suelo, y la guardia se echó sobre ellas. Al propio tiempo, al ruido de un pistoletazo, que era la señal convenida, los fingidos nueceros cogen sus armas y se lanzan sobre los indefensos soldados. Se precipita también sobre la mencionada puerta una columna que estaba emboscada en las www.lectulandia.com - Página 483 inmediaciones, y en pocos momentos se hace dueña de la plaza». Y concluye Clonard: «De aquí el refrán: Más es el ruido que las nueces». (Vicente Espinel, en la Vida de Marcos de Obregón (prólogo), atribuye la toma de Amiens a Pedro Enríquez, conde de Fuentes, si bien añade que fueron seis los capitanes que participaron en la gran hazaña). Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, copiando al brigadier Nogués, dice que este hecho histórico ocurrió en la noche del 11 de mayo de 1597; que el carro que acompañaba a los soldados era de leña, y que estos, al ver a los franceses echarse al suelo a recoger las nueces, se desabrocharon los gabanes, sacaron sus pistoletes, y al grito de ¡Viva España! se apoderaron de la entrada de la plaza, etc. La explicación de Clonard, de Nogués y de Sbarbi no convence, porque la frase es mucho más antigua de lo que suponen. En efecto: aparece en el siglo xrv en el Libro de buen amor, del Arcipreste de Hita (copla 946), donde se lee: Con su pesar, la vieja díxome muchas veces: Arcipreste, «más el rroydo que las nueses». Aparece asimismo en La Celestina (1499): «Hija, destos dolorcillos tales, más es el ruydo que las nuezes». Y a finales del siglo xv, en las coplas de Gonzalo de Ávila: Vuestras famas d*entendido son rrafezes y sohezes, hablando con rreverencia: Ca mayor es el rruido que las nuezes. .. Dos siglos después, usa de ella Salazar y Torres en la Segunda Celestina, donde pone en boca de Centurio este consejo: «que sea más el ruido que las nueces, buena parola y mal fato, quiero decir y la espada no sacalla». Y Correas la recoge en su Vocabulario de refranes en la forma siguiente: «Más es el ruido que las nueces; cagajones descabeces». Puesto a buscar explicaciones lógicas a este vetusto dicho, llegué a pensar en si aludiría a la recogida de las nueces, es decir, al hecho de apalear con varas largas los nogales, y si se habría dicho por haber sido más el ruido del apaleamiento que las nueces caídas al suelo. Pero no. La expresión que comentamos tiene un origen aún más sencillo. Alude al ruido que arman las nueces, mejor dicho, su cascarón, cuando se anda con ellas o se las derrama, y al hecho de que su interior, su fruto, aparece frecuentemente arrugado, consumido e inservible. www.lectulandia.com - Página 484 Cejador, en su Fraseología (tomo III), cita al padre Cristóbal González, que en su obra Discursos espirituales sobre el Génesis (Madrid, 1603, discurso 5.*), escribe: «Las nueces, lo más que tienen es ruido y muchas veces están vacías por de dentro, y así, más es el ruido que las nueces». Ser un «as» Resulta interesante comprobar cómo determinadas expresiones han cambiado de sentido y hoy significan lo contrario de lo que significaron antiguamente. Así ocurre en este caso. En el lenguaje familiar de nuestros días ser un as y ser un hacha, aplicados a un individuo, significan que el aludido es excelente, sobresaliente, único en su género o especialidad, verbigracia: es un as en cirugía, es un as del fútbol, con alusión al as de la baraja, que es la carta que más vale en su palo, la que lleva el número uno, la que vence a las demás. Y, sin embargo, hace siglos, esta expresión significaba todo lo contrario. Æ Casares, en su Introducción a la lexicografía moderna (Madrid, 1950, pp. 238- 239), dice que «cuando antiguamente se decía a un sujeto que era un as, el interesado se consideraba gravemente ofendido, puesto que ese as era, eufemísticamente, la primera palabra (sílaba) de asno». Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana (obra de 1611), consigna que «entre gente plebeya, cuando dicen: Sois un as, se entiende estar la palabra truncada y decirle asno». La expresión ser un as, en el sentido que apunté al principio, entró en España durante la llamada «guerra europea» (1914-1918). Los franceses, en cuyo idioma también significa as el número uno, dieron en designar con esa palabra a los aviadores de su nacionalidad que alcanzaban mayor número de victorias derribando aparatos enemigos. Nuestra prensa reproducía entonces esa palabra entre comillas o en cursiva, aplicándosela indistintamente a los aviadores franceses y alemanes. Contribuyó también a divulgar la expresión un «vodevil» de Hennenquin y Gorsse, «L*as», vertido al castellano por José Juan Cadenas (autor y empresario teatral que bautizó con el nombre de vicetiples a las chicas del coro, llamadas al principio suripantas y más tarde coristas) y Emilio Sánchez Pastor, y estrenado en el teatro de la Reina Victoria, de Madrid, el 13 de noviembre de 1919. (Con esta obra se oyó en los escenarios españoles la versión castellana de La Madelón). Años más tarde se proyectó en nuestros cines una película francesa, adaptación de www.lectulandia.com - Página 485 la obra teatral del mismo título. Para designar al as que sobresalía entre todos de manera excepcional, se decía as de ases. Los franceses tuvieron por tal a Jorge Guymener, y los alemanes a Alfredo Richtofen, que cayeron con sus aparatos, al cabo de muchísimas hazañas, el 11 de septiembre de 1917 y el 21 de abril de 1918, respectivamente. (Debo estos datos a la amabilidad del publicista Vicente Vega). Ser un bolonio Presumir de sabio, siendo ignorante. Æ Se aplicó a los primeros estudiantes que cursaron en el colegio de españoles fundado en Bolonia (Italia) en el siglo xrv por el cardenal de Toledo Gil Carrillo de Albornoz, para treinta colegiales y cuatro capellanes, ya porque se daban más importancia de la que tenían, o bien por envidia de los que no habían cursado en aquellas aulas. (Bastús, La sabiduría de las naciones, serie 1.*, p. 204). El Diccionario de la Real Academia, en su primera edición, insertaba la siguiente cuarteta, tomada de El hechizado por fuerza, en la que se ridiculizaba ya a los estudiantes de Bolonia: Pero espera, que él, si no miente el traje estrafalario del clerizonte bolonio, viene por la calle abajo. Falseando la primitiva y verdadera significación de esta palabra, en lugar de aplicarla al petulante o engreído, suele aplicarse al individuo necio, ignorante o estúpido. El Colegio Mayor de San Clemente de los Españoles fue fundado por el citado cardenal Albornoz, según testamento otorgado en 1364, y en él estudiaron Agustín, Fortuny de Arteaga, Fernando de Loaces, Nebrija y Luis Vives. Ser un cuco Se dice del hombre taimado y astuto que ante todo mira por su medro o comodidad. www.lectulandia.com - Página 486 Æ Este apelativo nace de la creencia vulgar según la cual el cuco o cuclillo deposita sus huevos en los nidos de otras aves para que estas los empollen. Covarrubias, hablando del cuclillo en su Tesoro de la lengua castellana, dice que así como el ave llamada curruca «es tan simple que saca los huevos de cualquier otra, poniéndolos en su nido, el cuclillo, de pereza, por no criar los suyos, derrueca en el suelo del nido abajo los huevos de la curruca, o se los come, y déjale allí los suyos para que se los saque y críe». De esta misma falsa creencia participa la conocida copla popular: Soy de la opinión del cuco, pájaro que nunca anida: pone el huevo en nido ajeno, y otro pájaro lo cuida. Ser un Juan Lanas Se dice del hombre apocado que se presta benévolamente a todo cuanto se quiera hacer de él. Designa también al marido complaciente. Æ Cejador, comentando aquel pasaje de La Celestina donde dice la vieja: «Cuatro hombres que he topado, a los tres llaman Juanes, e los dos son cornudos», escribe: «Juan en castellano es el buenazo y el bobo, que a nada pone embarazo y aun sufre todo bondadosamente... Ahí están, que no me dejarán mentir: Juan el tonto, Juan Lanas, Juan de buen alma, Juan Parejo, Juan Zoquete, Juan Paulín, Juan Zanana, Juan de la Torre, a quien la baba le corre; el tío Juan Díaz, que ni iba ni venía; Juan Flor, que se curaba para estar mejor; el pobre tío Juan, a quien se lo comen a cucharadas; Juan de Espíritu, que andaba a la carnicería por verdolagas; Juan de la Valmuza, que no tiene capa ni caperuza; Juan Topete, que se metía a luchar con siete; el buen Juan, que se contenta con lo que le dan, etc.». A los Juanes que cita Cejador pueden añadirse estos: quedar alguno cual Juan Paulín, sin blanca; don Juan mucho sabe, pero se muere de hambre; Juan de la Encina, quitar de abajo y poner encima; Juan Vulgar; Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como; se parece a Juan Cagao, todo vestido de colorao; señor don Juan, ¿en verano terciopelo y en invierno tafetán?; Juan de las calzas blancas; ¿quién le mete a Juan Zoquete en si arremete o no arremete?; dos Juanes y un Pedro hacen un asno entero; la ida de Juan de Bordas, que fue en la silla y vino en las alforjas; Juan Bragas o bragazas; a costa de Juan Gaucín se come y se bebe aquí; el trueque de Juan Mocoso, que dio corales por escaramujos; Juan Miguel, que no tiene colmena y www.lectulandia.com - Página 487 vende miel; Juan Zalduendo, que se descostilló durmiendo; no seas bobo, Juan, y no te lo llamarán; menéate, Juan, que si no te meneas, te menearán; para quien es don Juan, con doña María basta, etc., etc. Ser un viva la Virgen Suele decirse, despectivamente, del indolente y despreocupado, del tranquilo a quien todo le da lo mismo. Æ Antiguamente tenía otro significado. Según Covarrubias y Malara, Viva la Virgen se aplica al hombre sencillo y candoroso que tiene sus ribetes de bobo. «Nació quizá el modismo —dice Montoto en Un paquete de cartas, p. 68— de que un inocente exclamaría a cada paso, viniese o no viniese a cuento: “¡Viva la Vigen!”». Según Sbarbi —Gran diccionario, p. 1.013—, la expresión no es Ser un viva la Virgen, sino Ser uno un vivo a la Virgen, y se aplica «a toda persona buena, inocente y cándida». Esta opinión no me convence nada. Acerca del origen de la frase hay dos versiones: la una sin fundamento y la otra con él. Según la primera versión (que leí en la revista Alrededor del Mundo), cuando las costas americanas eran atacadas por piratas ingleses y holandeses, los españoles armaron a los indígenas, quienes montaban guardia en playas y acantilados. Cuando los corsarios ponían pie en las playas, los indios (recién bautizados) les atacaban briosamente al grito de ¡Viva la Virgen! Pero como los ataques no eran frecuentes y estos indios se pasaban meses y meses tumbados a la bartola, se dio en llamarles ¡Viva la Virgen! y por extensión se aplicó este calificativo a los indolentes y tumbones. La versión, a mi juicio verdadera, es la que asigna a esta frase un origen marinero. Fernando Villamil, en su Viaje de circunnavegación de la corbeta «Nautilus» (1895), escribe: «Llámase a bordo ¡Viva la Virgen! al marinero conceptuado más torpe de la tripulación. Proviene el nombre de que antiguamente, al formar la marinería para cantar número en las guardias, el que tenía el último, en vez de cantarlo, exclamaba: ¡Viva la Virgen!». El comandante de la Armada y escritor folclorista José Gella Iturriaga me ha comprobado esta versión como verdadera. Efectivamente, el último en la formación decía ¡Viva la Virgen!, y se aplicó luego este apodo al descuidado, al que siempre llegaba tarde a formar, al último en acudir a la llamada. www.lectulandia.com - Página 488 Ser una cosa de mala mano Equivale a ser de mala calidad o de poco mérito. Æ Rodríguez Marín, en su edición crítica de El Diablo Cojuelo, escribe: «La frase de mala mano, que falta en el Diccionario de la Academia, se decía de los malos pintores y de sus obras, y de ahí se pasó a decirlo figuradamente de otras muchas cosas, equivaliendo a “de mala calidad o de poco mérito”». Véanse algunos ejemplos. Quijote, II, 52: «Las nuevas deste lugar son que la Berrueca casó a su hija con un pintor de mala mano...». Lope de Vega, en Santiago el Verde, por boca de Celia, refiriéndose a que se solían pintar buenas manos en los retratos, dice: Los pintores dan en eso, porque, por lo menos, digan que es de buena mano el lienzo. Y Castillo Solórzano, en el Entremés del casamentero: MUJER: ¿Un poeta en crepúsculo? Bien dijo: ¿UNp P IJ que hay versos que, con ser de mala mano, por escuros parecen del Ticiano. Ser una rémora Ser un obstáculo, un estorbo. Rémora, en sentido figurado, es «cualquier cosa que detiene o estorba». Y en su sentido recto es —como dice el Diccionario— «pez marino acantopterigio, que tiene en la cabeza un disco oval, con el cual hace el vacío para adherirse fuertemente a los objetos flotantes». Æ Antiguamente se creía que el pececillo llamado rémora era capaz de detener a una embarcación. Veamos lo que escribe Covarrubias en su Tesoro: «Rémora. Es un pez pequeño, cubierto de espinas y de conchas; dicho así a remorando, porque si se opone al curso de la galera o de otro bajel le detiene, sin que sean bastantes remos ni www.lectulandia.com - Página 489 vientos a moverle... Para señalar la causa de que un pescado tan pequeño pueda hacer un efecto tan grande como detener una nao en medio de su movimiento, no hallan los autores razón natural... Fue este pescado entre los antiguos símbolo del impedimento y estorbo, por el efecto que hace de retardar las naos». El padre Feijoo, en su Teatro crítico (tomo 2.”, discurso 2.°), combate las leyendas creadas desde la Antigüedad sobre las rémoras y sobre su pretenso poder de detener las embarcaciones. Si Dios quiere Bastús, en su Memorándum anual y perpetuo (tomo I, p. 921), dice que la fórmula Si Dios quiere, así como la de Dios guarde a usted muchos años y las de Que en paz descanse, Que de santa gloria haya, Que Dios guarde, etc., constituyen un resto de las costumbres o fórmulas orientales observadas por los árabes, pueblo altamente religioso e hiperbólico en sus locuciones. Æ Añade Bastús las citas siguientes: «El Surate o capítulo 18 el Charaf del Alcorán dice: “Nunca digas haré tal cosa, sin añadir si Dios quiere”, práctica observada religiosamente por los árabes desde el tiempo del Profeta». «Savary, en una nota al Alcorán, dice que habiendo algunos cristianos pedido a Mahoma la historia de los Siete durmientes, respondió: “Mañana os la contaré”, olvidándose de añadir “si Dios quiere”. Por este descuido fue reprendido el Profeta, y le fue revelado este versículo: “No digas jamás: esto haré mañana sin añadir: si Dios quiere”». «El mismo Savary añade que los turcos están de tal manera empapados en esta máxima, que nunca contestan redondamente, y si se les pregunta: ¿vendrás?, ¿irás?, ¿despacharás este negocio?, u otra cosa semejante, añaden siempre tras la respuesta: En scha Ala, esto es, si es la voluntad de Dios, si Dios quiere». Si sale con barbas, San Antón... Si sale con barbas, San Antón, y si no, la Purísima Concepción. Da a entender que uno encomienda al acaso, a salga lo que saliere, el resultado de una obra o proyecto, sin preocuparse mucho ni poco del desenlace que pueda tener. www.lectulandia.com - Página 490 Æ Montoto, en su obra Personajes, personas y personillas (tomo 1.*, p. 87), escribe acerca de esto lo siguiente: «Refiérese de un mal pintor, émulo del Orbaneja de que habla Cervantes, que emborronaba una imagen en un lienzo, y como le preguntasen qué pintaba, contestó: “Si sale con barbas, San Antón —que era lo que se proponía pintar—, y si no, la Purísima Concepción”. Se aplica cuando no tenemos confianza en la pericia del encargado de ejecutar una obra, o en nosotros mismos al propio intento; y damos a entender que si acertamos será por casualidad, y si no, ejecutaremos otra cosa distinta de la que nos proponíamos». En alguna parte he leído que quien dijo la frase que comentamos no fue un pintor, sino un escultor, lo que hace más verosímil la historia. Siempre perdiz, cansa [Esta cínica exclamación tiene todos los caracteres de ser apócrifa, aunque expresa el cansancio que produce la repetición de una misma cosa]. Æ Se cuenta que el rey Enrique IV de Francia, «el rey galante», escuchaba con displicencia los reproches de su confesor, aterrado ante las reiteradas infidelidades conyugales del monarca, y como quiera que el religioso le ponderase las virtudes y gracias que adornaban a la reina, el soberano le interrumpió con esas palabras. También se refiere de otra manera: que después de haber escuchado las admoniciones de su confesor sobre ese mismo tema, el rey le invitó a comer, haciendo que le sirviesen perdiz en todos los platos, y cuando le preguntó que le parecía la comida, el sacerdote exclamó: «¡Siempre perdiz...!», a lo que replicó el monarca: «¡Siempre reina...!». Todo hace sospechar que se trata de un viejo proverbio francés, muy anterior a Enrique IV. (Vicente Vega, Diccionario de frases célebres, p. 292). Sin decir oxte ni moxte Sin pedir licencia, sin decir palabra, sin despegar los labios. Æ Hay quienes suponen que este modismo proviene de las interjecciones antiguas oxte y moxte, que para la Academia significan lo mismo, y hay quienes sostienen que oxte y moxte son síncopes de oiga usté y mire usté. www.lectulandia.com - Página 491 Apunta esta última opinión Montoto en Un paquete de cartas (p. 179), y la sostiene Sbarbi, porque, según él, «explica la idea de una persona que no dirige la palabra a otra, toda vez que ni aun siquiera le dice: “oiga usted” o “mire usted”, que es lo menos que puede hablar para comenzar la conversación». La explicación no convence. Porque coincide que oxte era una interjección muy usada antiguamente para ahuyentar o alejar a alguien, de la que se sirve Cervantes en el Quijote (2.* parte, cap. X) y Quevedo en El Parnaso español (musa VI, romance 87): Demos a la vieja el oxte: De Satán el abrenuncio y el ¡sal aquí! de los gozques. Covarrubias dice que oxte era «la exclamación usual de los que llegando con la mano a una cosa, pensando que está fría, se queman». Y en otro pasaje de su libro explica que ¡oxte! constituía una interjección para ahuyentar o alejar a alguien, parecida a las de ¡guarda fuera! y ¡allá darás, rayo! Seijas Patiño (Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo) añade que «La interjección oxte significa ¡aparta!, ¡quítate!, ¡arre allá! Oxte, puto. Sin decir oxte ni moxte es sin hablar palabra, sin pedir licencia. La voz moxte no tiene significado y se puso por consonancia, como en las frases ni paula ni maula, y otras del mismo jaez». Y según el Diccionario de autoridades (1726-1739), ox es «voz que se usa para espantar las gallinas u otras aves o animales». Rodríguez Marín dice que oxte, antes que interjección, es el imperativo del verbo oxear, después de pasar por la forma óxete, forma que trae Covarrubias, aunque sin acertar con su origen. Acerca de la voz oxte u ojte como interjección para ahuyentar o espantar, leí un cuento muy gracioso en el Sobremesa y alivio de caminantes, de Juan de Timoneda, obra de la segunda mitad del siglo xv1. Dice así Timoneda: «Por qué se dijo: Si dijera ojte, sacara su pierna. » Habiendo un caballero muerto una grulla, mandó a su cocinero que la asase; y como el señor tardase, comióse el cocinero la una pierna. Y venido el señor, y puesta la grulla en la mesa, dijo: »—¿Qué es de la otra pierna? »Respondió el cocinero que no tenía más de una. »Calló por entonces el señor, y cuando fue otro día a caza de grullas, dijo el cocinero: »—Mire, señor, que no tienen más de una pierna. (Y es porque acostumbran tener la otra alzada). »Entonces el caballero fue hacia ellas, y díjoles: »—Ojte. www.lectulandia.com - Página 492 » Y volaron cada una con sus dos piernas. Y dijo el caballero: »—¿Ves cómo tiene cada una dos piernas? »Respondió el cocinero: »— También si a la que estaba en el plato dijera ojte, sacara su pierna como las otras». Melchor de Santa Cruz, en su Floresta española de apotegmas, obra de 1574 (2.* parte, cap. 2.”), refiere la historieta en parecida forma, y dice que el caballero que mató la grulla y dijo ¡Ox, ox, ox! a las otras era don Juan de Ayala, señor de la villa de Cabolla. Sin faltar una jota Bastús explica el modismo diciendo que, como esta letra es la más pequeña del alfabeto hebreo, del griego y de otros idiomas, de aquí nació la expresión Sin faltar una jota (sin faltar lo más mínimo, nada absolutamente). Æ La expresión es muy antigua y la vemos usada por Jesucristo en el Sermón de la Montaña, según se lee en el Evangelio de San Mateo (5, 18): «Con toda verdad os digo, que antes faltarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse perfectamente cuanto contiene la ley, hasta una sola jota o ápice de ella» (jota unum aut unus apex). Hasta mediados del siglo xvI se solía confundir la «J» consonante con la «I» vocal, pero entonces un tal Pedro Ramus ensayó su separación en una gramática publicada en 1557, uso que fue generalizándose. La «J» la introdujeron en la imprenta los holandeses, razón por la cual algunos tipógrafos la llamaban hasta hace poco J de Holanda. (Joaquín Bastús, Memorándum anual y perpetuo, Barcelona, 1856, tomo 2.°, pp. 748-749). Sin oficio ni beneficio En las primeras ediciones del Diccionario de la Academia, Sin oficio ni beneficio o No tener oficio ni beneficio es frase vulgar «que se apropia a los holgazanes que hay en la república, que quieren vivir y mantenerse en ella sin tener patrimonio ni oficio alguno, sino a costa ajena». Æ Covarrubias, al explicar en su Tesoro la palabra oficio, dice que «vulgarmente significa la ocupación que cada uno tiene en su estado, y por eso solemos decir del www.lectulandia.com - Página 493 ocioso y desacreditado que ni tiene oficio ni beneficio». García Blanco, en su obra Filosofía vulgar. El folklore andaluz (Sevilla, 1882- 1883), escribe lo siguiente acerca de la expresión que nos ocupa: «Llama el vulgo andaluz hombre sin oficio ni beneficio al paseante que, sin hacer daño a nadie, no toma oficio, ni estudia, ni se ocupa de nada que pueda proporcionarle una decente subsistencia. A este hombre le correspondía mejor el epíteto de vago; pero nuestro vulgo parece que ha rehuido de esta calificación, poco honrosa, y le dice hombre sin oficio ni beneficio, dando a entender con esto que ni tiene renta propia de qué mantenerse, ni gana salario, jornal, obvención, honorario u otra cualquiera asignación para sufragar el porte, manejo y género de vida que se le observa. Dícese, pues: Este hombre ni daña ni sirve: nec oficit —se diría en latín— nec benefacit; y como de estos dos verbos salen los nombres oficium et beneficium, se los aplica en castellano, diciendo ni tiene oficio ni beneficio, ni hace mal, ni hace bien». Esta explicación no puede convencer a nadie, porque el hombre sin oficio ni beneficio no es el que ni hace bien ni hace mal, sino el vago, el que no tiene forma de ganarse la vida, bien mediante un oficio seglar o mediante un beneficio eclesiástico. Sin ton ni son Frase que, según el Diccionario, significa «arbitrariamente, sin ocasión o causa». Æ Antiguamente decían «sin tono y sin son», y así aparece en Los sueños, de Quevedo: «Así supe cómo las dueñas de acá son ranas del infierno, que eternamente como ranas están hablando, sin tono y sin son» (es decir, sin ton ni son, a destiempo, sin discreción ni sustancia en lo que dicen). Es expresión que alude al canto y, más probablemente, al baile. Correas, en su Vocabulario de refranes, escribe: «Salir sin ton ni son (cuando uno habla sin tiempo ni sazón)». Y Cejador comenta: «Díjose acaso del cantor que se salía del tono y sonido que le acompañaba, saliéndose de tono, y (díjose) más ciertamente del bailar fuera de sazón, sin música». Apoya esta última opinión en Quevedo, el cual escribe en El mundo por de dentro: «Yo... no contento con haber soñado el Juicio ni haber endemoniado a un alguacil, y, últimamente, escrito el Infierno, hora salgo (sin ton ni son; pero no importa, que esto no es bailar) con el mundo por de dentro». www.lectulandia.com - Página 494 Soltar el trapo. Echar la escandalosa Soltar el trapo, según el Diccionario, equivale a «echarse a llorar» y a «echarse a reír». Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, no entendió bien el origen de esta expresión, cuando escribe: «Echó el trapo. Para decir que uno echó el resto e hizo mucho o todo su poder en una cosa. Comenzó en Andalucía a semejanza del dinero atado en trapo». Soltar el trapo, en el sentido de dar rienda suelta al llanto, a la risa, sentimiento, etc., está tomado del soltar la vela de una embarcación al viento. E igual origen tiene la expresión echar trapo. La primera de estas aparece en El mundo por de dentro, de Quevedo: «Y ella luego comenzaba a soltar el trapo, y llorando a cántaros, decía...». Cejador, comentando a Quevedo, documenta el origen de estas expresiones con estos textos de Valderrama: «La mesana y contramesana, el chafaldete y cebadera y el papahígo, y no queda trapo que no eche»; «Llegamos a la falucha y echamos todo el trapo». Soltar el trapo es dar rienda suelta a un sentimiento, sea de dolor o de alegría, y está tomado del dar rienda suelta a un barco, desplegando al aire todas las velas, para comunicarle el mayor empuje. El mismo origen náutico tienen las frases Soltar la escandalosa (la vela pequeña que, en buenos tiempos, se orienta sobre la cangreja), que en sentido figurado equivale a encolerizarse y decir verdades airadamente; echar la escandalosa: «acudir en una disputa al empleo de frases duras»; a todo trapo (a toda vela), que significa figuradamente «con diligencia y actividad», etcétera. Soltar la tarabilla Hablar mucho y de prisa. Æ Tarabilla es la cítola del molino, es decir, «la tablita de madera que está pendiente de una cuerda, sobre la piedra del molino harinero para que la tolva vaya despidiendo la cibera (la porción de trigo que se echa en la tolva), y para conocer que se para el molino cuando deja de golpear». (Diccionario de la Academia de 1791). www.lectulandia.com - Página 495 Frase idéntica a la de soltar la tarabilla es la de soltar la sinhueso, es decir, la lengua. Covarrubias, en su Tesoro, y las primeras ediciones del Diccionario de la Real Academia, escriben taravilla con v. Así la escribe, también, Ramón Caballero en su Diccionario de modismos. Con b y con y, indistintamente, la consignan muchos Diccionarios, entre ellos el Espasa y el Larousse. A pesar de ello, prefiero atenerme al criterio actual de la Real Academia, que solo admite tarabilla. Son habas contadas Expresión figurada con que denota ser una cosa cierta y clara. Se dice de cosas que son número fijo y, por lo general, escaso. Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, consigna que se usa de ella «cuando se echa cuenta de cosas claras y ciertas, y granjeos y ganancias que se harán». Según Seijas Patiño, en su Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo, se dijo «porque las habas fueron durante mucho tiempo el medio de echar suertes y de hacer cuentas en los usos domésticos, y aun en los públicos de muchos pueblos». Covarrubias consigna en su Tesoro que «usose en algunas repúblicas, y hoy día en algunas congregaciones y cabildos, votar las cosas de gracia por habas blancas y negras». Y según el padre Vallés —citado por Cejador en su Fraseología, o estilística castellana—, «el Cabildo eclesiástico de Cádiz hacía sus votaciones secretas con habas blancas (sí) y altramuces (no). Y después, con habas blancas y negras». (Véase Tocarle a uno la negra). Sopas y sorber no puede ser El vulgo dice mal este refrán. Su verdadero texto es Soplar y sorber no puede ser, y su explicación la da la Academia: «Persuade que no pueden lograrse a un tiempo cosas incompatibles». Soplar y sorber son, en efecto, actividades incompatibles, como lo son el repicar e ir en la procesión de otro dicho proverbial. Sopas y sorber o carece de sentido o alude a la operación corriente y natural de sorber al comer las sopas con la cuchara. Æ Correas, en su Vocabulario de refranes del primer tercio del siglo xvi, incluye el refrán Soplar y sorber, no puede ser. E incluye asimismo el de Sopas y sorber, no www.lectulandia.com - Página 496 hay tal comer. Se ve que, andando el tiempo, el vulgo llegó a fundir, o mejor dicho, a confundir ambos refranes, creando el refrán híbrido y carente de sentido que comentamos. En el Diccionario de autoridades y en la palabra «sorber», se dice lo siguiente: «Soplar y sorber no puede junto ser. Refrán que persuade a no poder lograrse a un tiempo las cosas incompatibles... Otros dicen Sopas y sorber». Como se ve, la confusión viene de antiguo. Su boca será la medida En las primeras ediciones del Diccionario académico, la expresión Su boca es medida es «frase familiar con que se denota que se dará a alguno todo cuanto quiera o pida». Según el Diccionario actual, Ser la boca de uno medida significa «darle cuanto quiera O pida». Æ El dicho es antiguo. Lo recoge Correas en su Vocabulario de refranes, diciendo: «Su boca será su medida, o su boca será medida. (Quiere decir) que se le dará cumplimiento en todo, y gusto». Se trata, como puede apreciarse, de una fórmula cortés, parecida a la de Pida usted por esa boca, y relacionada con los viejos modismos Regalar a uno a qué quieres boca, a pedir de boca, no tener boca para negar, etc. Y resulta curioso que esta galante locución, tan poco usada hoy en España, se halle vigente en el habla popular de Venezuela. El poeta venezolano Héctor Guillermo Villalobos me envió, no hace mucho, un recorte del periódico El Nacional (Caracas, 20 de mayo de 1954). En él figura un artículo del publicista Ángel Rosenblat, titulado «Su boca sea la medida», donde se habla muy extensamente de esta locución españolísima. Copiaré lo más esencial de dicho trabajo. Dice Ángel Rosenblat que esta hermosa expresión venezolana, tan llena de sentido, aparece frecuentemente en las novelas de Rómulo Gallegos. En la titulada Canaima, Marcos Vargas le dice a José Francisco Ardavín, con el que está empeñado en una original partida de dados en que está en juego su propia vida: «Me lleva prensado, coronel; pero ya le di a entender que su boca sería la medida». Y en la novela de la Guajira Sobre la misma tierra, Demetrio Montiel está vendiendo indios para la siembra de caña en las tierras ganadas al cenagal, y Adrián Gadea le propone: —Si me los fías, puedes recargarlas alguito. www.lectulandia.com - Página 497 Y él respondió en seguida: —¡Cómo no, hermano! Y su boca sea la medida de alguito, y del plazo para cancelar la factura. Después de otras citas de Rómulo Gallegos, añade Rosenblat: «Ya en el siglo xvI se encuentra (la expresión aludida) en el Lazarillo de Tormes. Lázaro, después de infinitas desventuras, se asienta en un capellán, y dice: “Este fue el primer escalón que yo subí para venir a alcanzar buena vida, porque mi boca era medida”. »Es decir, que obtenía todo lo que le apetecía. Luego, en el Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán. El pícaro Guzmán recala en una posada, donde le toman para dar paja y cebada a las caballerías. Y describe los engaños del oficio (adobar la cebada con agua caliente para hincharla, pesar falsamente, etcétera). Pero el pago debía ser exacto: “A fe que la cuenta la pagaban por entero. Nuestras bocas eran medidas, no teniendo consideración a posturas ni aranceles, que aquellos no se guardan... La palabra del ventero es una sentencia definitiva; no hay a quien suplicar, sino a la bolsa”. »Con una variante en la edición de 1615: “Nuestras bocas eran medida; y aun para ella tenía por coadjutores las gallinas y lechones de la casa, si acaso faltaba el borrico; y otras veces entraban todos a la parte, porque no se repara entre buenos en poquedades”. »Poco después aparece en el Quijote. El caballero se ha despedido de los duques, y maltratado por un tropel de toros bravos y de mansos cabestros, llega a una venta, que esta vez no toma por castillo. Y dice Cervantes: “Llegose la hora de cenar; recogiéronse a su estancia; preguntó Sancho al huésped que qué tenía para darles de cenar. A lo que el huésped respondió que su boca sería medida; y así, que pidiese lo que quisiese, que de las pajaricas del aire y de los pescados del mar estaba proveída aquella venta”. »Lo cual era pura petulancia de ventero, pues luego resultó que no tenía pollos, ni ternera, ni cabrito, ni tocino, ni huevos, y sólo dos uñas de vaca, cocidas con garbanzos, cebollas y tocino. »El mismo Cervantes lo usa también en el Entremés del vizcaíno fingido. Dice Solórzano, explicando las palabras de su ama, que se hace el vizcaíno y habla como tal: »—Dice que, con lo dulce, también bebe vino como agua, y que este vino es de San Marcos, y que beberá otra vez. » Y Cristina, mujer de vida alegre, que es la que hace el convite, contesta: »—Y aun otras ciento; su boca puede ser medida. »Es decir, que puede beber cuanto quiera. Llama la atención que la expresión aparezca únicamente en el habla de venteros y pícaros. Cejador la explica: “Metáfora del llenar de trigo la medida”. Se llenaba el celemín de trigo o de cebada para que las bestias comiesen lo que quisiesen: la boca era medida. En el Vocabulario de Correas, www.lectulandia.com - Página 498 hacia 1630, aparece ya el juego entre las dos acepciones: “Su boca será su medida, o su boca será medida. Que se le dará cumplimiento en todo, y gusto; y el otro, usando desta frase como suena, a una bestia que llevaba prestada metióla la boca en un medio celemín, y así cumplía con ella, y con decir su boca será medida”. » Tenemos así que una expresión de venteros y de pícaros sale de la mezquina esfera de su origen y asciende hasta convertirse en expresión de condescencia y cortesía, limitada, sin embargo, al habla popular y campesina. Su boca sea medida, en que boca era símbolo del apetito y de la voracidad, se ha transformado en su boca sea la medida, en que boca se siente como cuna o fuente de la palabra. Y la expresión, aun siendo rústica, evoca, por la proyección infinita de la palabra, que se identifica con el hombre, el famoso principio de Protágoras: “El hombre es la medida de todas las cosas”». Ángel Rosenblat termina así su artículo: «Su boca sea la medida, mucho más expresivo y elegante que las fórmulas corrientes (“Como usted quiera”, “Como guste”, etc.), se incorpora a una rica familia de manifestaciones de la tradicional cortesía española, muchas de ellas —como ha demostrado Américo Castro— de ascendencia islámica. Ninguna tiene tanta vida en Venezuela como el “a la orden”, que es una variante de una vieja expresión castellana: “a su disposición”. A veces, al preguntarle a uno cómo está, le contestan, sobre todo en el campo: “A su mandar” o “Para servirle”. Esas expresiones han nacido de una actitud afectiva, de una inclinación cordial. Ponerse a la orden ha sido alguna vez ponerse efectivamente a la orden. Pero las cortesías —ese es su destino dramático— se transforman paulatinamente en vacías fórmulas. Su boca sea la medida ha seguido, en cambio, el camino inverso, se ha llenado en Venezuela de sentido nuevo. El andaluz expresa a veces lo mismo de un modo más hiperbólico, aunque menos fino: «Yo soy la carne. Sea usted el cuchillo». Para final, me voy a permitir unas breves observaciones. No creo que la expresión Su boca sea su medida tuviese un origen villano. Yo opino, como expresé al principio, que se trata de una fórmula más de cortesía, donde su boca equivale a su deseo, a «lo que pida por su boca», y donde la medida significa la medida de su deseo, como en la frase, también cortés y usada hoy todavía, de Lo haré a medida de su deseo. Este significado es el verdadero y el que aparece, recogido y documentado en el Diccionario histórico de la Real Academia (tomo segundo, Madrid, 1936), en la forma siguiente: «Ser la boca de uno medida. Fr. fig. y fam.: Darle todo cuanto quiera o pida». (Ercilla, La Araucana, canto 31: «Donde siendo tu boca la medida, / quiero del justo premio asegurarte», y Cáceres, Paráfrasis de los Salmos: «No pidas cosa a Dios que no te la conceda. Sea tu boca la medida de las mercedes que esperas del Señor»). Malón de Chaide, Obras, Rivadeneyra, tomo 27, p. 334: «Su boca es la medida de cuanto quiere». Cervantes, Quijote, 2-53: «El huésped respondió que su boca sería medida, y así, www.lectulandia.com - Página 499 que pidiese lo que quisiese». Rosenblat recoge la opinión de Cejador sobre el celemín y la boca de las caballerías y ganados; pero Cejador, que, como todos los mortales, se equivocaba en muchas ocasiones, tomó al pie de la letra el chiste de Correas, el cual, después de explicar que la frase que comentamos significa «que se le dará cumplimiento en todo, y gusto», añade una historieta jocosa: es la de «el otro», la de un patán, que, «usando de esta frase como suena» (es decir, tomándola al pie de la letra y en el sentido galante y cortés con que siempre se dijo), «a una bestia que llevaba prestada, metióla la boca en un medio celemín, y así cumplió con ella, y con decir: Su boca será (la) medida». Leyendo esto se advierte claramente que Correas se burla del que tomó la locución en su peor sentido, en el que nunca tuvo, aplicándola a la boca de una bestia y a una medida de granos. En cuanto a la coincidencia de que el dicho aparezca en cuatro citas clásicas, puesto en boca de venteros, pícaros y mujeres de vida alegre, nada prueba respecto de su origen y sentido. Lo único que podría demostrar es que era, en los siglos XvI y XVII, expresión popular, y que lo que era o había sido fórmula de cortesía entre gentes de buena educación, había pasado al habla villanesca, como suele ocurrir con tantas y tantas fórmulas de este género. Aparte de que cuatro citas literarias, dos de ellas procedentes de sendas novelas picarescas, no autorizan a generalizar sobre el uso de la frase que comentamos. Subir de punto una cosa Crecer o aumentar su importancia. J Es símil tomado de la vihuela. Así lo afirma Cejador en su Tesoro de la lengua española. Labiales B-P, 1.* parte, donde copia estas dos citas: «Si sube mucho de punto la clavija o se relaja la cuerda» (Malo, Tod. Sant.); «Subid un punto más la prima y ya no suena tan bien» (D. Vega, Paraíso de San Antonio). Subirse el humo a las narices. Amostazarse Según el Diccionario, subírsele a uno el humo a las narices significa «irritarse, www.lectulandia.com - Página 500 enfadarse». Æ Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, escribe: «Subirse el humo a las narices, vale enojarse y airarse; es efecto de la cólera y término usado comúnmente, y aun frase de la Escritura». En efecto: aparece dos veces en la Biblia. La primera en el libro segundo de los Reyes (22, 9): Ascendit fumus de naribus ejus... «El humo de sus narices (o de su enojo) se levantó en alto; y despedía de su boca fuego devorador». Y la segunda en el libro de Job (41, 11): De naribus eius procedit fumus, sicut ollae succensae atque ferventis. «Sus narices arrojan humo, como la olla hirviente entre llamas». El mismo Covarrubias, en la palabra nariz, dice que «subírsele el humo a las narices, o la mostaza a las narices», es sinónimo de airarse. Y al definir la voz mostaza, escribe: «Amostazarse es enojarse, y subírsele la mostaza a las narices lo mismo. Porque igualmente hacen este efecto el enojo y la mostaza, que alteran la nariz, lugar propio donde se demuestra la saña, la ira». (Véase Hinchársele a uno las narices). Sudar el hopo Costar mucho afán y trabajo la consecución de una cosa. Hopo, según el Diccionario, es el «rabo o cola que tiene mucho pelo o lana: como la de la zorra, la oveja, etc.». Æ Bastús (La sabiduría de las naciones, serie 1.*, p. 66), copiando a Clemencín, escribe que se dijo esta frase «aludiendo al mucho trabajo que sufre la zorra cuando huye de los perros que la persiguen, en cuyo apurado lance es de creer le suda el hopo, nombre que se da a su larga y poblada cola». Lo que Bastús insinúa lo encontré en el Tesoro, de Covarrubias, donde, al explicar el verbo currarse (corromperse uno y oler mal), dice: «Tuvo origen de una astucia grande entre las demás que tiene la zorra cuando se ve acosada de los perros; que mete la cola entre las piernas y se mea en ella, y llegando los perros, les da con ella por los hocicos; y es tan grande el hedor, que los encarcavina y los hace parar, y en tanto, ella escapa». Suegra, ninguna buena... www.lectulandia.com - Página 501 Dicho que hace referencia a la tradicional desavenencia que la suegra suele causar entre los cónyuges. Æ Correas, en su tan citado Vocabulario de refranes, incluye el siguiente: Suegra, ninguna buena; hícela de azúcar y amargome;, hícela de barro y descalabrome. La explicación que da Correas es la siguiente: «Una casada sin suegra oía decir que eran las suegras malas; no lo creía y tenía deseo de probar su suegra; el marido le decía que bien estaba sin ella; por su antojo hizo una de azúcar; el marido, a oscuras, la puso acíbar en ella; llegándola a abrazar y besándola, hallóla amarga; dice: “Pues esta no salió bien; quiero hacer otra de barro”; hecha y puesta en alto, quísola abrazar, y como pesada, cayósela encima y descalabrola, y quedó desengañada de suegras». www.lectulandia.com - Página 502 Tacto de codos Según el Diccionario, con este modismo se designa la unión estrecha o la confabulación de varias personas para determinado fin. Esta frase alude a otra igual, usada en la milicia, con el objeto de denotar la unión que debe existir entre uno y otro soldado para que resulten las filas en correcta formación. Æ Mesonero Romanos, en sus Memorias de un setentón (tomo 1.°, cap. 15), alude a esto cuando al referirse a la orden dada por las Cortes en el año 1822, según la cual, todo español mayor de dieciocho años había de afiliarse a la Milicia Nacional, dice que él también tuvo que afiliarse, a pesar de su escasa aptitud bélica y de su mediano entusiasmo «hacia la carga en once voces, el tacto de codos y el paso regular o redoblado...». Tantas veces va el cántaro a la fuente... La versión más usual de esta frase es: Tanto va el cántaro a la fuente, que al fin se quiebra. Æ Clemencín, comentando el Quijote, la cita en esta forma: Tantas veces irá el cantarillo a la fuente, que alguna vez se quiebre. Pero Rodríguez Marín da, como más antigua, esta versión: Tantas veces va el cántaro a la fuente, que deja el asa o la frente. A esto añadiré yo las versiones de Correas y Covarrubias. Correas recoge esta: Tantas veces va el cántaro a la fuente, que deja el asa o la frente o que quiebra el asa o la frente. www.lectulandia.com - Página 503 Y Covarrubias, las dos siguientes: Cantarico que muchas veces va a la fuente, alguna vez se ha de quebrar. Cantarico que muchas veces va a la fuente, o deja el asa o la frente. Y comenta: «Si frecuentamos las ocasiones peligrosas, ventura será no perecer en ellas». Tanto monta Según el Diccionario, es «expresión con que se significa que una cosa es equivalente a otra». Æ Muchos creen que esta expresión proviene del año 1474, de cuando muerto Enrique IV de Castilla y proclamada reina su hermana Isabel I, acordaron esta y su esposo Fernando V de Aragón gobernar juntos y convinieron en que todos los instrumentos públicos llevarían las firmas, bustos y armas de ambos con la fórmula de Tanto monta, monta tanto — Isabel como Fernando. Sin embargo, el Tanto monta es un proverbio clásico, cuya expresión completa es: Tanto monta cortar como desatar. Según Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, «tomose este modo de decir de aquel nudo Gordio que no pudiéndolo desatar Alejandro (Magno), le cortó diciendo las sobredichas palabras». Correas, en su Vocabulario de refranes, acepta este mismo origen de la expresión cuando escribe: «Tanto monta cortar como desatar es lo del nudo gordiano». Malón de Chaide, en su libro La conversión de la Magdalena (parte 3.?, cap. 20), escribe: «Llámase lazo, y aun muy bien atado, más malo de deshacer que el de Gordio que cortó Alejandro cuando dijo el tanto monta, porque todos estábamos enredados y enlazados en la muerte...». En cuanto al Tanto monta, empresa o mote de los Reyes Católicos, parece haber sido obra de Antonio de Nebrija. Refiriéndose a este insigne humanista, dice Sigüenza, en su Historia de la Orden de San Jerónimo (1605): «También sacó a luz la historia de los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, y les hizo aquella tan acertada, aguda y grave empresa de las saetas, coyunda y yugo, con el mote tanto monta, que fue ingeniosa alusión al alma y cuerpo de ellos». Vicente Vega, de quien tomo esta Cita, añade: «La opinión vulgar que ha traducido esa empresa Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando, queriendo significar que los mandatos de ambos tenían análoga validez, aunque los hiciesen separadamente, carece de fundamento histórico, aunque se atribuye a cierta cuestión de etiqueta, ocasionada por haber firmado la Reina Católica provisiones del Reino de Aragón, y como se allanase el Rey, dijo esa frase. Sobre su origen han discurrido www.lectulandia.com - Página 504 copiosamente Jovi y Washington Irving». (Vicente Vega, Diccionario de frases célebres, Barcelona, 1952, p. 193). Tarazona no recula, aunque lo mande la Bula Adagio para ponderar la testarudez de los tarazoneros, y en general de los aragoneses. Æ Todos los escritores que hasta ahora se habían ocupado de esta célebre frase rimada coincidían en afirmar que nació con motivo de una procesión que tropezó en su recorrido con una tapia, a pesar de lo cual siguió adelante, tras de haber franqueado el obstáculo cuantos formaban la comitiva. Un amigo mío de Tarazona me facilitó la siguiente versión: desde antiguo y hasta fecha reciente, la proclamación de la Bula en el mes de noviembre se celebraba en la parroquia de San Miguel, de Tarazona, con una procesión que, tras un breve recorrido por las calles próximas a la iglesia, regresaba a la misma. En la comitiva iba el párroco, llevando en sus manos la bula de Cruzada. Un año, el portador de la cruz parroquial, que abría la marcha, se desorientó en la Calle llamada de la Virgen del Moncayo, y se metió por una calleja sin salida, a cuyo final existe una tapia que da a unas huertas. Al notar que se detenía la procesión, alguno de los que iban detrás —el párroco o el alcalde— preguntó: —-¿Qué es lo que ocurre? —Que no se puede pasar y hay que volver atrás. —:¡Cómo es eso! ¡Tarazona no recula, aunque lo mande la Bula! Y Tarazona no reculó. Todos los que formaban la procesión saltaron por encima del muro y, atravesando varias huertas, regresaron a la parroquia. El brigadier Nogués («Un soldado viejo, natural de Borja»), en El Averiguador Universal, n.° 75, de 15 de febrero de 1882, da una versión parecida, pero supone que se trataba de una procesión corriente, y que los que formaban en ella «escalaron la tapia, y echaron estandartes, cruces y santos al huerto» y siguieron su marcha. Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes (p. 931), repite la versión de Nogués y añade: «Nada hay escrito sobre esto, a pesar de haber una historia titulada Glorias de Tarazona; pero por tradición se sabe lo que va apuntado; y tienen los del país cierta afición a dicho refrán, con el cual se alardea, habiendo dado por consecuencia en 1866, en una revolución que hubo en Zaragoza, que muriese un tal Dionisio Jimeno, pues al ser requerido por las fuerzas del general Zapatero para que retrocediese, contestó: Tarazona no recula, aunque lo mande la Bula; con lo que hicieron fuego y www.lectulandia.com - Página 505 lo mataron». Sbarbi copia esto de la comunicación que, firmada por el escritor aragonés Pedro Martínez, apareció en El Averiguador Universal, n.* 42, de 30 de septiembre de 1880, p. 277. Según dicha referencia la frase en cuestión toma su origen de una época muy remota y de la procesión que se dirigía a publicar la bula de la Santa Cruzada. «Parece —dice el citado autor— que la víspera de dicha procesión se trató de cuál era la carrera que debía seguirse al día siguiente, en lo que no hubo conformidad, resolviendo los más la que después se siguió; y es el caso que la minoría, al parecer díscola, dispuso impedirlo, construyendo la noche anterior una pared de tierra que, interceptando completamente una de las calles que debía recorrerse hiciera imposible el tránsito de la procesión. Esto debieron de pensar los de la construcción referida; más el resultado no respondió a sus deseos, pues, arrojando las banderas, faroles y cruces por cima del obstáculo, pronunciaron el refrán dicho». Tales son, como digo, las versiones que hasta ahora venían circulando sobre el origen de la frase que comentamos. Pues bien: no obstante esta coincidencia de testimonios, debo añadir una última explicación —la mejor a mi juicio— que publicó el cronista de Tarazona Teófilo Pérez Urtubia cuando ya estaba impresa la primera edición de esta obra. Según él (en su artículo «Dichos aragoneses. Tarazona no recula aunque lo mande la Bula». Heraldo de Aragón, 16 de junio de 1955), el viejo pareado nació en 1419 y está relacionado con el terco e indomable antipapa Pedro de Luna, Benedicto XIII. Pérez Urtubia, después de hacer historia del cisma de Occidente y de la tozudez de Benedicto XIII, después de consignar que cuando este fue sitiado en su castillo de Aviñón por las tropas del rey de Francia, le defendieron valerosamente «los bravos ballesteros aragoneses y catalanes al mando del cardenal turiasonense don Fernando Pérez Calvillo», añade que los pueblos y ciudades aragonesas mantuvieron su lealtad a Pedro de Luna incluso cuando fue depuesto y declarado hereje, sin que bastasen a apartarles de él ni las excomuniones del papa de Roma, ni las amenazas del concilio de Constanza (1417), ni las bulas como la Unam Sanctam. «De las ciudades aragonesas, una de las más adictas al Papa Luna, a cuya Catedral perteneció, es Tarazona, que ante la indecisión de las demás y a pesar de las órdenes apremiantes de Roma, se mantiene fiel a su obediencia. »Consecuentes a esta actitud, las bulas romanas se suceden, cada vez más conminatorias, y una de ellas anunciando la imposición de severas penas a los insumisos, a los recalcitrantes. »En tan delicado trance (1419), y al igual que en otros, los turiasonenses, confusos, titubean, dudan, no saben a qué atenerse, meditan el compromiso y la gravedad de la Bula, hasta que, finalmente, por decisión suprema y unánime del concejo o universidad de la ciudad, de su cabildo y de su vecindario, se acuerda persistir en la adhesión inquebrantable al papa Luna. » Y así, fieles a la obediencia prometida, a la palabra dada, sin retroceder, se www.lectulandia.com - Página 506 proclama virilmente en un día memorable que Tarazona sigue adicta al pontífice aragonés y que “Tarazona no recula, aunque lo mande la Bula”, expresión rotunda que desde entonces ha quedado como timbre glorioso de la honradez y lealtad de tan ilustre e histórica ciudad». Hay quien sostiene que Pedro de Luna estudió en Tarazona. Otros afirman que el cabildo de la catedral turiasonense lo presentó para obispo. Lo que parece cierto es que fue arcediano de esta catedral. En todo caso, la explicación que acabo de copiar convence: porque se fundamenta en un hecho histórico y porque responde a la letra de la frase en cuestión. Las que se basan en la procesión de marras caen en el defecto de no explicar la razón de la segunda parte del dicho; porque ¿a qué bula se alude?; ¿y qué bula de Roma podía oponerse al recorrido de la procesión para que los turiasonenses se empeñaran en seguir adelante con ella, «aunque lo mande la Bula»? Lo que ocurre, a mi juicio, es que, a partir de 1419, el «Tarazona no recula...» pasó a convertirse en el lema de la lealtad y de la terquedad de los tarazoneros, por lo que no es extraño que estos lo utilizaran posteriormente en el episodio de la procesión (que es muy posible que existiera, porque hay cosas que no se inventan) o en cualquier otra coyuntura donde se pusiera a prueba su tesón y entereza de aragoneses. Tarde piache Es corrupción de tarde piaste, y se emplea para significar que se pide alguna cosa fuera del tiempo oportuno, por ser ya punto menos que imposible concederla, o que se hace una cosa creyendo remediar un mal ya acontecido. Æ Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana (artículo Piar), cita como proverbio el de Tarde piache, y dice que se aplica «al que no habló con tiempo». Correas, en su Vocabulario, después de manifestar que tarde piache se dice en el significado de hablar o acudir tarde, explica que el tal título es «semejanza del polluelo que estaba en el huevo y lo engulló el otro, y chilló en el gaznate; y del pajarillo que pía después de cogido, y del que está en el nido y está repartido en los otros el cebo que traen los padres cuando él abre el pico y pía por comida». Añade que «piache» se dice a lo enfático y niño, por piaste, de piar. Rodríguez Marín dice que por ese che de piache, se tiene por gallego este dicho. En Un paquete de cartas, Montoto copia esta explicación, más clara que la de Correas: «Estaba un estudiante italiano tomando un huevo pasado por agua, y tan pasado, que se había formado el pollo en la yema. Pió el polluelo al pasar por el gaznate del estudiante, quien al oírle se limitó a decirle con mucha calma: tarde www.lectulandia.com - Página 507 piace». La historieta tiene un pequeño fallo, y es que si el huevo hubiera sido sorbido en crudo, tal vez pudiera haber piado el pollo; pero después de pasado por agua caliente... En portugués se dice tarde piaste. Un escritor del siglo xv, llamado Evangelista, explica la expresión con la historia de un milano que una vez se engulló vivo un pájaro; pió este, y el milano le dijo: ¡tarde piaste! Temblar como un azogado [Se aplica a quien sufre temblores y convulsiones, producto del miedo o del frío, como les sucedía a quienes respiraban azogue, por tomarlo como remedio o por trabajar en las minas]. Æ «Estar sumamente tembloroso a consecuencia del excesivo frío, miedo, etc., aludiendo a los que trabajan por algunos años en el beneficio del mercurio o con sus amalgamas, que suelen enfermar de un temblor, especialmente en las manos y brazos, casi incurable». (Sbarbi, Gran diccionario, p. 108). «Padecer convulsiones o temblores como los que experimentan los que toman o respiran el azogue o mercurio, sea por remedio de sus males, sea trabajando en las minas para extraer y purificar este metal». (Bastús, Memorándum, p. 517). Esta comparación tan popularizada aparece en el Quijote (parte 1.*%, cap. 19) y alude a la enfermedad llamada hoy hidrargirismo. Juan de Mena se refiere a ella en sus Coplas contra los siete pecados capitales: Amarillo hace el oro al que sigue su minero, y temblador el tesoro del azogado venero. Y a propósito del azogue. Comentando Rodríguez Marín aquel pasaje del Quijote (parte 1.*, cap. 31), donde dice Sancho que Rocinante andaba «como si fuera asno de gitano con azogue en los oídos», escribe: «De este ardid gitanesco de echar azogue en los oídos de las caballerías para que anduviesen con ligereza volvió a tratar Cervantes en La ilustre fregona, donde se lee: «andaba el Asturiano comprando el asno donde los vendían; y aunque halló muchos, ninguno le satisfizo, puesto que un gitano anduvo muy solícito por encajalle uno que más caminaba por el azogue que le había echado en los oídos que por ligereza suya». www.lectulandia.com - Página 508 Templar gaitas Usar de contemplaciones para desenojar a alguno, o para aplacar y satisfacer a unos y Otros. Æ Según Seijas Patiño, en su Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo, proviene «del modo como en los instrumentos de cuerda y viento se tocan todas las llaves y registros para armonizar los tonos. Es frase familiar de graciosa y exacta formación». Tener buena mano derecha Tener buena suerte en el juego o en cualquier otra cosa. Æ Clemencín, en su nota 24 al capítulo 58 de la 2.* parte del Quijote, escribe, aludiendo a las supersticiones y agúeros que eran comunes en la época de Cervantes: «El Licenciado Luque Fajardo refiere algunos de los agüeros de los tahúres y fulleros. Pellicer los menciona con bastante extensión. Entre jugadores era de mal agiiero alzar las cartas con la mano izquierda, y ganar a la mano primera. Quizá de ahí viene la frase Dios te dé buena mano derecha». El mismo Clemencín, al comentar más adelante la frase «Dios le dé a vuesa merced buena manderecha», que aparece en el capítulo 62, dice: «Expresión familiar anticuada. Felicidad, fortuna, buena ventura en lo que se emprende. Esta locución pudiera traer su origen de lo que dice Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana (artículo Mano): «Que los antiguos contaban por la mano diestra y siniestra los años... Hasta los noventa contaban con la mano izquierda, desde ciento en adelante con la mano derecha. De donde se entenderá el lugar de Juvenal:.... Jam dextera computat annos». De la misma opinión que Covarrubias es Garcés, en su libro Fundamento del vigor de la lengua castellana. Montoto, en Un paquete de cartas (p. 238), dice por su parte: «La frase es hoy de uso frecuente en Andalucía. Se emplea para dar a entender que se desea que la persona a quien nos dirigimos obtenga pronto y feliz resultado en la empresa difícil y peligrosa que acomete. Pudo nacer el modismo de aquella antigua costumbre de que Covarrubias y Garcés hablan, pero es lo cierto que hoy, según el sentir popular, se www.lectulandia.com - Página 509 desea buena mano derecha a una persona como se le desea al matador de toros para que la estocada, que con la mano derecha se da, mate a la fiera». Tener buena (o mala) sombra [Se dice que algo o alguien tiene buena sombra cuando se lo considera agradable y simpático. Por el contrario algo o alguien tiene mala sombra cuando resulta desagradable y antipático]. Æ Acerca de estas locuciones copiaré lo que escribía Rafael Salillas en su libro Hampa (Madrid, 1898) y en el capítulo titulado «Psicología gitanesca»: «Muchas locuciones parecen de representación gitana y caracterizadas por el nomadismo. Entre ellas es curiosísima una muy generalizada, que ha venido a dar alcance psicológico a la significación de la sombra. Tener buena sombra, o tener mala sombra es equivalente a tener ingenio, gracia, amenidad, atractivo, o a ser pesado, fastidioso, insulso. Buena sombra es una ponderación de las excelencias personales; mala sombra es un término desdeñoso. »El proceso de esta singular representación puede atribuirse al influjo de la ley del contraste. En un país de neblinas, el contraste no daría valor representativo a las nubes, sino al sol, que excepcionalmente luce. En un país como Andalucía, por ejemplo, en que el sol luce casi permanentemente, abrasando en los períodos estivales, lo que se codicia es la sombra... En el Mediodía, la sombra acumula una infinidad de impresiones agradables, porque a la sombra se sestea, se divaga, se congregan los familiares y amigos, se conversa, se come, se disfruta de las caricias de la brisa y de la refrigeración de las bebidas, y es natural que por este conjunto de impresiones resalte el concepto de la buena y de la mala sombra, cuya derivación psicológica no puede en manera alguna obedecer a otro influjo». Salillas sostiene que ambas locuciones proceden «de la mente gitana, como trasunto de los caracteres del nomadismo, donde puede llegar al extremo de que la buena y la mala sombra constituyan divisiones estacionales, siendo buena la de la primavera, la del verano y la del otoño... y mala la del invierno». Y añade: «Hay otra razón para atribuir ese concepto representativo al nomadismo, y es que lo de tener buena o mala sombra indica que quien traduce esa impresión respecto a la persona calificada es porque se siente cobijado por ella, y bajo la impresión de su influjo, y esta manera de vivir y ampararse es la característica de los gitanos, que, como ya hemos dicho, se caracterizan, en su posición natural y en su posición social, por no tener ni base propia de sustentación ni acervo propio». A lo dicho por Salillas añadiré que hay árboles de sombra venenosa, como el www.lectulandia.com - Página 510 manzanillo, según es fama. Tener personas de valimiento que pueden protegerle a uno. Existe otro modismo parecido: Agarrarse a buenas aldabas, que significa valerse de una gran protección. La aldaba es la «pieza de metal que se pone a las puertas para llamar golpeando con ella». F. de la Sierra y Zafra, en su obra El folklore andaluz, supone, equivocadamente, que el origen de estos modismos hay que buscarlo «en el derecho de asilo, prerrogativa de los templos, que después se hizo extensiva a los palacios arzobispales y otros edificios de este género, por lo cual se hallaban a salvo los criminales mientras permanecían dentro de dichos recintos o hubiesen llegado a agarrarse a las aldabas fijas en las puertas de los edificios privilegiados». Montoto, en Un paquete de cartas, dice, muy acertadamente, que esta explicación cuadra más bien al modismo Pedir Iglesia que al de Agarrarse a buenas aldabas, porque sabido es que con la aldaba se llama a las puertas, y que cuanto más principales eran las casas, en siglos pasados, mayores, más buenas, eran las aldabas www.lectulandia.com - Página 511 que tenían sus puertas. Los modismos en cuestión son parecidos a los de Llamar a la puerta de uno (implorar su favor), Cerrársele a uno todas las puertas (fallarle todo recurso, hallarse en estado de desamparo), Tener puertas adonde llamar (contar con protectores), etc. A propósito de esta última frase y del dicho ¿A qué puerta llamará que no le respondan?, que se aplica a los poderosos, para quienes todas las puertas están francas, referiré el gracioso cuento que trae Timoneda en Sobremesa y alivio de caminantes. Dice así: «¿A qué puerta llamará que no le respondan? Subía un truhán delante de un rey una escalera; y parándose el truhán a estirarse el borceguí, tuvo necesidad el rey de darle con la mano en las ancas, para que caminase; el truhán (así que recibió el golpe) echó un traque (una ventosidad ruidosa). Y tratándolo de bellaco el rey, respondió el truhán: “¿A qué puerta llamará (su majestad) que no le respondan?”». (Juan de Timoneda, Sobremesa y alivio de caminantes, parte 2.*, cuento 36). Tener bula Equivale a gozar de un privilegio, de un trato de favor o ventaja no concedidos a los demás. Se afirma que un escrito tiene bula cuando la censura le deja pasar cosas que prohíbe decir a los otros. «Pero ¿es que tiene bula?», se dice, con asombro, de aquel que se lanza a hacer cosas que al resto de los hombres les están vedadas. La incluye el Diccionario España cuando escribe: «Tener bula para todo: Dícese de las personas que están o se creen autorizadas para hacer siempre su voluntad». Æ El dicho alude a las bulas pontificias, y de modo especial a las que concedían privilegios o dispensas, como la famosa bula de Meco (véase en otro lugar de esta obra), en que la Santa Sede otorgó a la villa de Meco (Madrid) gran número de gracias, favores y exenciones, obtenidos por intervención del conde de Tendilla, en recompensa de servicios especiales hechos al papa y a la corte romana. Pero el dicho español Tener bula o Tener bula para todo alude a la bula de Cruzada española, documento pontificio en el que por diversos papas se otorgan muchos privilegios, gracias, indultos e indulgencias a España, entre ellos el de poder comer huevos y lacticinios en las vigilias de la Cuaresma, el de poder comer carne en determinadas épocas y el de poder tomar caldo de carne o grasas en los períodos en que la Iglesia impone la abstinencia de carne. www.lectulandia.com - Página 512 Tener guardadas las espaldas Según el Diccionario, tener uno guardadas las espaldas equivale a tener protección oficial. A mi modesto juicio, la expresión que comentamos se refiere, más que a la lucha de uno contra otro, a la de varios contra uno o a la de varios entre sí. Æ Sbarbi, en su Diccionario de refranes, anota los modismos: Tener uno las espaldas guardadas, seguras o bien cubiertas (tener valedores que le defiendan en caso de apuro, con lo cual puede obrar a mansalva), y Tener uno seguras las espaldas (vivir asegurado de que otro no le molestará). Según leí en Cejador (Tesoro. Silbantes, 2.* parte), la expresión tener guardadas las espaldas significa propiamente tener uno buena defensa o arrimo por detrás. «Es dicho que proviene de los que luchan a cuchillo o a espada, los cuales procuran arrimar sus espaldas a una pared, para defenderla de cuchilladas o estocadas por la espalda». Tener más hambre que un maestro de escuela Frase proverbial que todavía está en uso y que alude a la desdichada situación económica que padecieron los maestros de enseñanza primaria durante el siglo XIX, por lo escaso de su retribución y porque esta no les era abonada por los ayuntamientos. Æ Manuel Ciges Aparicio, en su libro España bajo la dinastía de los Borbones (Madrid, 1932, p. 392), dice que en el año 1901 «el conde de Romanones inició en Instrucción Pública una serie de reformas..., y la más necesaria y humana de las iniciativas gubernamentales: el pago a los maestros por el Estado. Tiene más hambre que un maestro de escuela, solía decir la gente. De hambre murieron algunos; otros tuvieron que mendigar. Dependientes de los municipios, los hubo que dejaron a deber cinco años los mezquinos sueldos, y provincias enteras que habían olvidado sus sagradas obligaciones». Efectivamente; por Real Decreto de 26 de octubre y Ley económica de 31 de www.lectulandia.com - Página 513 diciembre de 1901 pasaron al presupuesto del Estado las atenciones de primera enseñanza, exceptuadas las de Vascongadas y Navarra, realizándose plenamente con ello la iniciativa tomada por el partido liberal en 1886. Con anterioridad a la reforma de Romanones se popularizó en España este cantar que entonaba la célebre Murga gaditana: El ministro de Fomento... ¡huy, qué portento!..., dice que les va a pagar..., ¿será verdad?..., a los maestros de escuela. .., ¡viva su abuela!..., toda la paga atrasá. Tener más orgullo (o fantasía) que don Rodrigo en la horca Se cree generalmente que esta expresión y la de Andar más honrado que don Rodrigo en la horca aluden a la altivez, valor y serenidad de que dio muestras en el patíbulo de la plaza Mayor de Madrid el célebre Rodrigo Calderón, marqués de Siete Iglesias. Æ Don Rodrigo había sido favorito de Felipe II, y al subir al trono Felipe IV fue perseguido por el conde duque de Olivares. Tras un largo proceso, en el que se le hicieron 230 capítulos de acusación, entre ellos la ingratitud para con sus padres y el envenenamiento de la reina Margarita, y donde le fue aplicado el tormento, pereció decapitado el día 21 de octubre de 1621. Quevedo le dedicó estos versos: Nunca vio tu persona tan gallarda con tu guarda la plaza, como el día que por tu muerte su alabanza aguarda. Mejor guarda escogió tu valentía... Y en su libro Grandes anales de quince días dice que en su muerte «todos admiraron su valor y entereza, y cada movimiento que hizo lo contaron por hazaña, porque murió no solo con brío, sino con gala y —si se puede decir— con desprecio». Efectivamente, don Rodrigo subió al cadalso con serena altivez; dijo a su confesor: «Nunca he estado más contento y más animoso»; abrazó cristianamente a www.lectulandia.com - Página 514 su verdugo, y cuando este le apretaba las ligaduras, le dijo: «No temas; que me he de estar quedo». Murió diciendo «Jesús» con gran entereza. A pesar de que casi todos los autores coinciden en que la frase que comentamos tuvo su origen en la muerte de Rodrigo Calderón, el erudito Julio Monreal advierte que antes de nacer este personaje existía ya en castellano el refrán: Tiene más fantasía que Rodrigo en la horca, el cual se encuentra en el libro titulado Laurentii Palmireni. De vero et facile imitatione Ciceronis, cui aliquot opuscula studiosis adolescentibus utilissima adjunta sunt, ut sequenti pagella cognosces. Cesar Augusta, 1560; y añade que la coincidencia que existe entre el texto del refrán y lo acontecido con Rodrigo Calderón debió de ser causa de que, andando el tiempo, se creyera originado en el fin trágico del puntilloso marqués, que en el momento de ser degollado advirtió al verdugo, Pedro de Soria, que no lo ejecutasen por la espalda, pues no moría por traidor. (Cita de Montoto en su libro Personajes, personas y personillas..., p. 327). De lo expuesto y de todo lo que he leído acerca de este dicho, deduzco lo siguiente: 1.” Que antes de que Rodrigo Calderón muriese en el cadalso existían en España los dichos Tiene más fantasía que Rodrigo en la horca, Tiene más fantasía que Mingo en la horca (citado por Correas) y Con más gravedad que Perico en la horca. Esta última comparación aparece en La vida de Estebanillo González, novela picaresca de 1646, donde se lee (cap. II): «Había ido el capitán de nuestra compañía a la ciudad de Palermo..., por cuya ausencia mi amo, como su alférez, metía la guardia, llevando yo su bandera con más gravedad que Perico en la horca». 2.” Que después de la muerte de Rodrigo Calderón se aplicó a este el primer dicho: Tiene más fantasía que Rodrigo en la horca, añadiéndole el don, a pesar de lo cual no le cuadraba a nuestro personaje, porque este no murió en la horca, sino degollado. 3. Que al mismo personaje, que fue degollado y no ahorcado, se aplicaron los dichos: Tener más orgullo que don Rodrigo en la horca y Andar más honrado que don Rodrigo en la horca. Tener mucha correa Tener correa o tener mucha correa significa, según el Diccionario, «tener paciencia para aguantar bromas». Se dice del hombre paciente y sufrido, y más especialmente del que soporta chanzas o zumbas sin mostrar enojo, sin salirse de sus casillas. Æ «Alude a la correa del hábito, distinción de los agustinos, que no usaban el www.lectulandia.com - Página 515 cordón o soga que las demás órdenes religiosas». La frase originaria es «tener más correa que San Agustín». (Montoto, Personajes, personas y personillas, tomo 1.*, pp. 38-39). Tener muchas camándulas Según el Diccionario, camándula o camáldula significa «rosario de uno o tres dieces», y en sentido figurado y familiar, «fingimiento, astucia». Camandulear es «fingir mucha devoción», y también «chismear». Æ Bastús, en La sabiduría de las naciones (2.* serie, p. 98), dice que «tener muchas camándulas es lo mismo que tener mucha truhanería con apariencias religiosas, tomando un aspecto devoto y usando rosarios de cuentas gordas. De aquí camandulero, camandulería y camandular, que se aplica al hipócrita, embustero y bellaco que quiere aparentar una falsa devoción». Se refiere a la camándula, nombre que se da a una especie de rosario que compuso el padre Miguel de la Camándula y que consta de treinta y tres granos o cuentas, en memoria de los años que se cree vivió Jesucristo. Lo usan los monjes camandulenses, orden religiosa fundada por San Romualdo hacia el año 960 y aprobada en 1703 por el papa Alejandro II. En un principio, estos monjes fueron llamados romualdinos, en recuerdo de su fundador, y más tarde camaldulenses, por el monasterio de Camaldoli, de Toscana, edificado en un paraje solitario y fragosísimo de los montes Apeninos. Tener muchas ínfulas Tener mucho orgullo o vanidad. La ínfula era una venda o tira a manera de diadema, de la cual pendían, una por cada lado, dos cintas llamadas vittae. Solía ser ancha, de color blanco y de púrpura, retorcida a manera de guirnalda, y con ella se cubría toda aquella parte de la cabeza en que hay cabellos hasta las sienes, que se ataba por detrás con las vittae. Los sacerdotes paganos y los reyes la usaban como distintivo de su dignidad, o a modo de diadema. Muchos dicen, erróneamente, ínsulas en lugar de ínfulas. Æ «Con las ínfulas se adornaban —dice Bastús— los altares y los templos, y www.lectulandia.com - Página 516 particularmente las víctimas que conducían al sacrificio; y se graduaba la importancia de ellas por el número y riqueza de las ínfulas que llevaban. De donde se formó el proverbio primitivo de víctima de muchas ínfulas, que luego se aplicó a los hombres». (Memorándum, tomo 1.*, p. 146). Tener mucho aquel Adolfo de Castro, en su libro Estudios prácticos de buen decir y de arcanidades de la lengua española (Cádiz, 1879), escribe: «Tener mucho aquel es tener mucho entendimiento o mucha inteligencia», y añade que procede de «aqueul, palabra adquirida de los moros mismos». «En Andalucía —dice Montoto— tener mucho aquel es más que tener mucha inteligencia; es tener inteligencia perspicaz. Equivale a gracia en la persona, y en el decir, y en el hacer, y... mucho más todavía». En su citada obra, Adolfo de Castro rastrea el origen árabe de muchas voces, con más o menos fundamento. Dice, por ejemplo, que el piropo andaluz resalá o rezalá puede provenir de re-salada (llena de sal, gracia), pero también puede provenir del árabe rezalá, que significa gacela y que era un requiebro árabe dirigido a la mujer. También afirma que el dicho naranjas chinas constituye una reduplicación de palabras, porque los moros llaman t*chinate a las naranjas. (Véase Naranjas de la China). Tener mucho pesquis Pesquis, según el Diccionario, es sinónimo de «cacumen, ingenio». Tener mucho pesquis significará, pues, tener mucho ingenio. Pero en el habla popular pesquis se hace sinónimo de «vista», de «buen ojo», y tener mucho pesquis significa «tener mucha o larga vista». La acción que acompaña a esta expresión es la de colocar el dedo índice de la mano derecha en el párpado inferior del ojo y hacer ademán de estirarlo hacia abajo. Sin embargo, la palabra no es pesquis, sino pesqui, y significa cosa diferente de lo que cree el vulgo y de lo que autoriza la Academia. Æ Según el libro de V. Campuzano Origen, usos y costumbres de los gitanos y diccionario de su dialecto (Madrid, 1851), pesqui (sin s final) significa en dialecto www.lectulandia.com - Página 517 gitano «sagacidad, astucia, prudencia». Con esta opinión coincide el folclorista andaluz Montoto en su libro Un paquete de cartas. Tener muchos humos Lo mismo que tener altivez, vanidad y presunción. Æ Bastús, en su obra La sabiduría de las naciones (2.* serie, p. 37), dice lo siguiente: «Parece que este modismo es tomado de una costumbre observada por las familias romanas distinguidas. »Estas solían ir colocando en el atrio de su casa los bustos o retratos de sus padres, abuelos y demás ascendientes, y como a proporción de su antigüedad iban adquiriendo un color más oscuro por efecto del humo y de la intemperie, esta circunstancia daba a aquellas gentes cierto tono aristocrático de que hacían alarde con alguna frecuencia». Según he podido comprobar, Bastús copia en esto a Covarrubias, el cual, en su Tesoro de la lengua castellana, escribe: «Tener muchos humos: tener gran presunción y altiveza. Los retratos e imágenes de sus mayores, que tenían (los romanos) en los atrios, como dezir agora en la sala de los linajes, les davan por epícteto humosas, o por esta vanidad y presunción, o porque estavan del tiempo denegridas y llenas de humo. A lo quai parece aludir Juvenal, guando dice: “Fumosos equitum cum dictatore magistros”». Tener padrinos Tener valedores que influyan por uno. Alude a los padrinos de los bautizos, y por extensión, a los protectores de una persona, de donde nació el refrán El que tiene padrinos se bautiza, que equivale a decir: «El que tiene padrinos logra lo que desea». Æ A propósito de la expresión tener padrinos, en el sentido de protectores, cuentan de un cortesano que, habiendo ido a visitar un colegio, preguntó a uno de los escolares: —«¿Estudias mucho? www.lectulandia.com - Página 518 —Sí, señor. —¿Tienes padrino? —No, señor. —Pues, entonces, no estudies. Y dirigiéndose a otro con las mismas preguntas, como el escolar le respondiese que tenía padrinos, le dijo: — Pues no estudies; tú serás hombre. Tener pelos en el corazón Tener el corazón duro; no sentir compasión por nada ni por nadie. Æ A propósito de este modismo, en la Historia Natural de Plinio (tomo 1.*, libro XI, cap. 37), se dice que al abrir el cadáver de Mesenio encontraron que el corazón estaba cubierto de pelo. Este Mesenio había dado muerte por su mano a trescientos lacedemonios. Tener pelos en el corazón equivale, también, a tener grande esfuerzo y ánimo. Acerca de esto último encontré una cita curiosa. El padre Gabriel Henao, al hablar del célebre marino donostiarra don Antonio de Oquendo en su obra Averiguación de las antigúedades de Cantabria, publicada en el año 1688, escribe: «Coronó (sus hazañas) el año mil seiscientos y quarenta con cristianísima muerte en La Coruña, hallándome yo a su cabecera... Después fue abierto el cadáver para embalsamarle y llevarle así al templo de la Compañía en San Sebastián; y vimos y notamos como cosa particular que el corazón era muy grande, aunque el cuerpo pequeño, y que del corazón brotaba un pelo crecido. En héroes como don Antonio de Oquendo todo es para reparado». (Edición de Tolosa, 1894-1895, tomo IV, p. 317). Tener plan. Los pollos bien El historiador Pío Zabala, en su Historia de España. Edad Contemporánea (vol. II, Barcelona, 1930, p. 329) y en el capítulo titulado «La España postisabelina», escribe, al hablar de las instituciones y costumbres de dicha época, lo siguiente: «Hasta aquellos leves matices que estimamos como originalidades de la sociedad de nuestros días, puede decirse que ni son nuevos ni al ser reproducidos han experimentado variantes de consideración. Así, la conocida y tan en boga www.lectulandia.com - Página 519 expresión de nuestros días, tener plan, como expresiva, no solo de grata ocupación, sino particularmente de amorosa inteligencia, fue ya registrada por Mesonero Romanos con referencia al primer tercio del pasado siglo en su artículo “Un viaje al sitio”, en el cual trabajillo literario un personaje pregunta a otro en esta forma: ¿Y usted tiene plan con esa que acompaña? Pues como tal expresión fueron también usadas entonces las de secarse, por aburrirse; hacer vida circular, por llevarla monótona; tronar, por romper relación de noviazgo, etc. La propensión a utilizar tales idiotismos emplebeyecedores del idioma no se interrumpe durante el siglo xIx. El año 1885, el brillante escritor Ortega Munilla aludía a una egregia dama que, para manifestar en ocasión solemne que gozaba de excelente salud, decía que estaba al pelo, y, así mismo, contaba el citado literato, que, al referirse un ilustre académico, en discurso leído ante docta corporación, a los numerosos y contradictorios juicios emitidos sobre el tema que desarrollaba, tan solo se le ocurrió expresar este concepto diciendo que sobre el particular había la mar de opiniones. ¡Qué más! El calificativo de pollo bien, aplicado actualmente a los jóvenes que presumen de distinguidos a la moderna, fue, según autorizada opinión, un americanismo usado hace tiempo». Seguidamente alude al origen de la palabra pollo (atribuyéndolo al marqués de Santiago en el palacio de la duquesa de Osuna) y consigna que los jóvenes elegantes, extremosos en la interpretación de la moda, fueron recibiendo sucesivamente los dictados de currutacos, petrimetres (es petimetres, del francés petit-maítre), tónicos o elegantes, lechuguinos, mequetrefes, lindos, galancetes, gomosos, pollastres, pollos y pollos bien. Tener siete vidas, como el gato [Se aplica a quien sale incólume de graves riesgos y peligros de muerte]. Æ Correas, al explicar en su Vocabulario de refranes los dichos: Tiene siete vidas, como el gato; tiene más vida que un gato, escribe: «El vulgo dice, por experiencia, que los gatos tienen siete vidas, o siete almas, porque después de tenidos por muertos y echados al muladar, suelen volver vivos a casa. De estos ejemplos hay muchos». Y añade, citando uno de su experiencia personal: «A mí me aconteció coger a uno por el pescuezo con el pie de una silla en que estaba sentado, y ahogado allí por media hora, quererle arrojar a la calle; por ver alguno de estos milagros, lo dejé entonces y (lo) arropé sin esperanzas de vida, porque los ojos estaban amortecidos, y al cabo de una hora lo saqué y estaba bueno como si tal no le hubiera sucedido, y comió de lo que estaba en la mesa». www.lectulandia.com - Página 520 En una seguidilla popular del siglo xvu, publicada por Fouché-Delbosc en la Revue Hispanique (tomo de 1901, p. 320), se dice: Más almas que un gato debes de tener, pues ofreces una a cada mujer. De Baltasar de Alcázar es una letrilla jocosa que termina: Porque la rapaza tiene más almas que tiene un gato. La creencia vulgar es que el gato tiene siete almas, es decir, siete vidas. Torres Naharro (autor del primer tercio del siglo xvI), en un conjuro burlesco de su Comedia Aquilana, escribe: Te conjuro con la gula de Epicuro... Y también con el caldero y sartén que me hurtaron del hato, y, como dicen, también con las siete almas del gato. Y en la Tragedia Policiana de Sebastián Fernández (1547), le dice Pámphilo a Silverio, cuando están matando a Claudina: «Dala, dala, que aun todavía rebulle. Siete almas tiene como gato». Tener vista de lince. Ser un lince Según el Diccionario, la frase tener vista de lince alude al animal así llamado, «mamífero carnicero muy parecido al gato cerval». Y ser un lince significa ser persona «aguda, lista». Antonio de Torquemada, en su famoso, pintoresco y fantástico libro Jardín de flores curiosas (Lérida, 1573, coloquio 6.%), hablando de las «muchas cosas admirables que hay en las tierras del Septentrión», recoge, entre otras fábulas, la de que «Hay también linces, cuya vista es tan fuerte y poderosa, que traspasan con ella una pared, y ven lo que está de la otra parte». Æ Cervantes, en el capítulo 28 de la 1.* parte del Quijote, hace decir a Dorotea www.lectulandia.com - Página 521 que los ojos del amor o de la ociosidad «a quien los de lince no pueden igualarse...». Comentando este pasaje, escribe Clemencín: «Plinio dijo de los linces en su Historia Natural (libro 28, cap. 8): clarissime omnium quadrupedum cernunt; y de esta creencia, bien o mal fundada, vino la expresión ojos de lince para denotar los de vista agudísima». Sin embargo, cabe la duda de si en los siglos XVI y xvn, al decir vista de lince, se aludía al lince (animal) o a un personaje de la Antigüedad llamado Lince o Linceo. Se me planteó esta duda leyendo la Vida de Marcos de Obregón, de Vicente Espinel, obra de 1618, en la cual, y en su tomo 2.”, descanso 7.°, se dice lo siguiente: «Pasamos a vista de Gibraltar por el estrecho... Vimos el Calpe, tan memorable por la Antigüedad, y más memorable por el hachero o atalaya que entonces tenía (y muchos años después), de tan increíble y perspicaz vista, que en todo tiempo que él tuvo aquel oficio, la costa de Andalucía no ha recibido daño de las fronteras de Tetuán, porque en armando las galeotas de África las veía desde el Peñón, y avisaba con los hachos o humadas..., y yo creo que por mucho que se encarezcan las cosas que hizo con la vista Lince —que fue hombre y no animal, como algunos piensan—, no sobrepujaron a las de Martín López; realmente, lo temían más los corsarios que al socorro que contra ellos venía». Esta opinión de Vicente Espinel la vi confirmada en el Tesoro, de Covarrubias, que en la palabra cahorí escribe: «El que llamaron Linceo fue uno de tan larga vista, que de mucha distancia veía las cosas. Marco Varrón escribe que de ciento y treinta mil pasos discernía todo objeto y que estaba acostumbrado a señalar con manifiesta claridad desde su atalaya de Libia la flota de guerra que saliese de Cartago y hasta el número de las (unidades) mayores. Y lo que es más de admirar, que Solino dice era bisojo o estrabón (estrábico). Algunos también cuentan fabulosamente que este (Linceo) veía lo que estaba detrás de una pared». La duda que pudiera plantearse a vista de los textos de Espinel y de Covarrubias la encontré resuelta por el padre Feijoo, quien, aludiendo al personaje llamado Lince, dice que le pusieron este nombre precisamente porque sus ojos se asemejaban en perspicacia a los del lince (animal). Veamos lo que escribe Feijoo en su Teatro crítico y en el capítulo titulado «Vara divinatoria y zahoríes» (parte 7.5): «Es fabuloso lo que se dice de la penetrante vista del lince y del hijo de Alfareo, rey de los mesenios, a quien varios autores de la Antigüedad atribuyeron la misma excelencia de la vista del lince, dándole consiguientemente el nombre de Linceo, porque decían que penetraba, con la perspicacia de sus ojos, troncos y peñascos... Ni pienso que se debe dar más fe a lo que Varrón, Valerio Máximo y otros cuentan de aquel hombre llamado Estrabón, que en la primera guerra púnica, desde el promontorio Lilibeo (en Sicilia), veía y contaba las naves que salían del puerto de Cartago, habiendo la distancia de ciento y treinta millas». Como se ve, Feijoo alude a un Linceo, hijo del rey de los mesenios, y a un www.lectulandia.com - Página 522 Estrabón (el que Covarrubias llama Linceo), que decía ver las escuadras que salían del puerto de Cartago. Según leí en Bastús (La sabiduría de las naciones, 3.* serie, p. 199), uno de los compañeros de Jasón en la conquista del vellocino de oro se llamaba también Linceo. De él decían «que tenía una vista tan exquisita, que veía todo cuanto pasaba en los cielos y en los infiernos; reputación que sin duda adquirió por sus numerosas observaciones astronómicas y por sus trabajos en el descubrimiento de minas». Tijeretas han de ser Expresión de burla contra los porfiados y tercos en mantener sus opiniones a toda costa. Æ Julio Casares, en su Introducción a la lexicografía moderna (Madrid, 1950), consigna este modismo y dice que procede del «cuento de cierto marido que, harto de porfiar con su mujer, empeñada en que los zarcillos de la vid se habían de llamar tijeretas y no otra cosa, la tiró al río. Ella siguió gritando tijeretas, y ya completamente envuelta por las aguas, aún sacaba dos dedos de una mano y los juntaba y separaba, como símbolo de las tijeretas». Se trata de una historia que trae el Corvacho, del Arcipreste de Talavera, edición de 1548, donde se lee (2, 7): «Que non es cañivete, que tijeras son, tijeras;.... echola en el río...; no dejaría su porfía aunque fuese ahogada: muerta sí, mas no vencida. Comenzó a alzar los dos dedos fuera del agua, moviéndolos a manera de tijeras, dando a entender que aún eran tijeras, y fuese (por) el río abajo ahogando...». Tira y afloja Según el Diccionario, es locución figurada y familiar que significa «con prudencia y tino, o alternando el rigor con la suavidad». Æ «Parecerse al juego de tira y afloja. Locución con que se da a entender que se ordena a un mismo tiempo cosas opuestas entre sí, por lo que no se pueden ejecutar u obedecer. También se suele indicar con ella que en el mando y otros negocios se debe proceder, empleando alternativamente el rigor y la suavidad». (Sbarbi, Gran diccionario de refranes). Procede del antiguo juego de tira y afloja, diversión infantil parecida a la llamada www.lectulandia.com - Página 523 Estira y encoge, donde dos niños toman por las puntas un pañuelo y dice uno de ellos: Al estira y al encoge he perdido mi caudal. Al estira y al encoge yo le tengo de encontrar. ¡Estira! ¡Encoge! Y deben estirar o encoger, al revés de lo que se ordena. Cejador, en Fraseología, o estilística castellana (tomo II, Madrid, 1923), dice que el Tira y afloja es «juego, tomando con una mano los extremos de tantas cintas como personas toman parte en él. Cada uno coge el otro extremo de las cintas y, según diga el director, tira o afloja, pero al revés de lo ordenado. Antes, dice el director: “Al tira y afloja / perdí mi caudal. / Al tira y afloja / lo volví a ganar”». Donde mejor aparece explicado este juego es en el Diccionario de la Real Academia de 1791, que dice así: «Tira y afloxa. Juego de muchachos. Hácese tomando uno de ellos algunas cintas de varios colores, juntas por un extremo, en la mano, y toma cada uno de los otros una cinta por el extremo contrario, y el que las tiene todas manda al que quiere que tire o afloxe, de suerte que si le dice que tire, ha de afloxar, y si le dice que afloxe, ha de tirar, y si no lo hace así, pierde, y paga la pena». Añade el mismo Diccionario que «se usa de esta expresión (metafóricamente) para dar a entender que se mandan a un tiempo cosas opuestas, por lo que no se pueden executar; y también que se van sucediendo alternativamente los lances y cosas que molestan, y las que desahogan y alivian». Tirar de la manta Descubrir lo que había interés en mantener secreto. Descubrir algo grave o importante. Es probable que aluda esta expresión a la manta de la cama o a otra manta que ocultase alguna cosa ofensiva O vergonzosa. A título de curiosidad diré que en Navarra llamaban mantas antiguamente a los lienzos donde aparecían inscritos los nombres de los judíos conversos. Æ En la Historia de la legislación, de Marichalar y Manrique (Madrid, 1868, p. 174), se lee: «Cuando después de grandes calumnias fueron expulsados los judíos de Navarra en 1498, se convirtieron muchos al cristianismo, y al principio hubo gran www.lectulandia.com - Página 524 tolerancia con estos conversos; pero nunca consiguieron, ni tampoco sus descendientes, amalgamarse enteramente con los cristianos viejos; así es que en muchas iglesias de Navarra se veían, aún a fines del siglo xvm, grandes lienzos, llamados vulgarmente mantas, en que estaban escritos los nombres y apellidos de las familias que descendían de judíos convertidos». En Tudela, la manta estaba colocada en la catedral (capilla del Cristo del Perdón), y dice Yanguas que el Regimiento mandó ponerla en 1610 «para que la limpieza de sangre se conservase en la ciudad y otras partes, y se supiese distinguir los que descendían de los tales (conversos), para que con el tiempo no se oscureciese y extinguiese la memoria de los antepasados, y se supiese y pudiese distinguir la calidad de los hombres nobles». (Diccionario de Antigüedades de Navarra, tomo 2.*, p. 124). En la obra de Rodríguez Marín Cantos populares españoles recogí estos dos cantares: Tú me estás dando lugar de que eche la capa al toro y que tire de la manta y que se descubra todo. Tiró el diablo de la manta y se descubrió el pastel... Tirar de la oreja a Jorge Jugar a los naipes. El Diccionario de la Real Academia, en su decimocuarta edición, dice: «Tirar de la oreja a Jorge. Frase fig. y fam. Jugar a los naipes, porque cuando se brujulea, parece que se tira de las orejas (esto es, de las puntas, extremos o ángulos) a las cartas». Æ La explicación es clara; pero ¿por qué se dice la oreja de Jorge? ¿A qué Jorge se alude en el dicho? Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, p. 724, apunta esta opinión: «Sospecho —dice el célebre folclorista gaditano— que dicha frase hubo de nacer en Alcalá de Henares, y entre estudiantes, a principios del siglo xvI, donde, bajo los auspicios del cardenal Jiménez de Cisneros, se imprimió la Retórica, de Jorge de Trapisonda o Trebisonda, de cuyo estudio, presentado bajo enmarañado artificio, se desquitarían probablemente los escolares en los ratos de ocio, mediante el juego de www.lectulandia.com - Página 525 los naipes, tirando de esta manera de la oreja a Jorge en ademán de ira o de burla, y armando trapisondas y supercherías». La obra aludida por Sbarbi, y cuyo título larguísimo comienza así: Opus absolutissimum rhetoricum Georgii Tropezuntii..., se imprimió en 1511 y es de suma rareza. A lo dicho por Sbarbi añadiré por mi cuenta que en el Diccionario de autoridades (1726-1739) aparece la expresión tirar las orejas o la oreja (sin alusión a Jorge) como «frase que se usa para decir que alguno juega a los naipes, porque cuando brujulean parece (que) tiran las orejas a las cartas». De donde se deduce que lo de Jorge fue añadido a la primitiva frase, que no hacía alusión a ninguna persona. Y a propósito del tirón de oreja. Ricardo Ford, en su libro de 1846 Cosas de España (El país de lo imprevisto), dice que en las corridas de la primera mitad del siglo XIX, en las que el rey ocupaba la presidencia, el público pedía a gritos un noveno toro, «que siempre es graciosamente concedido por el signo de concesión del monarca, que consiste en un tirón de su real oreja». Tocarle a uno el mochuelo Tocarle a uno lo más enojoso o duro de un asunto. Æ Se cuenta que un mozo andaluz y un soldado gallego llegaron de noche a una posada y pidieron de cenar. Les advirtieron que no tenían más que una perdiz y un mochuelo. El andaluz dijo: «Tráiganlos, que ya nos arreglaremos». Y cuando les sirvieron las dos aves, le propuso al gallego: «Mira: aquí no hay más remedio que repartir la cena por igual: o tú te comes el mochuelo y yo la perdiz, o yo me como la perdiz y tú te cargas con el mochuelo; elige». El gallego, convencido por la fuerza de aquel dilema, exclamó tristemente: «¡No sé cómo te las arreglas que siempre me ha de tocar a mí el de la cabeza gorda!». Tocarle a uno la china. Poner chinas «Tocarle la china a una persona significa corresponderle lo más malo en algún asunto». China —según el Diccionario— es «piedra pequeña» y «suerte que echan los www.lectulandia.com - Página 526 muchachos, metiendo en el puño una piedrecita o cosa semejante, y, presentando las dos manos cerradas, pierde aquel que señala la mano en que está la piedra». Como se ve, el modismo tocarle a uno la china procede del lenguaje infantil y alude al sorteo previo que decide quién de los jugadores ha de parar o dormir. A todo juego infantil donde hay algún papel que nadie quiere para sí (recibir azotes, perseguir a los compañeros o buscarles, hacer de burro para que los demás salten sobre él, etc.) suele preceder la operación de echar la china. La china suele echarla uno de los jugadores, el que hace las veces de madre (voz que recuerda la participación de la madre en los juegos de los niños), y el jugador a quien le toca la china se considera desdichado. Y a propósito de chinas y chinitas. En el Diccionario se incluye la frase Poner chinas a uno, en el sentido de «suscitarle dificultades». Æ Antiguamente se decía el adagio De compadre a compadre, chinilla en el ojo, que Juan de Mal Lara explica así en su Philosophia vulgar (obra de 1568, centuria 10, n.° 6): «Acontece entre personas muy amigas haber enojos —como dijimos entre hermanos—, y así ahora, para declarar enojo, pone el echar una piedrecilla en el ojo, que da mal rato. Aplícase a los que en el interés cargan de mal a su compañero, como dice en otro refrán: De amigo a amigo, chinche, etc. Y parece mejor letra china en el OJO». Tocarle a uno la negra También, Tener una suerte negra o Venirle la negra. Acerca del origen de estas expresiones, copiaré la nota de Cejador a la copla 739 del Libro de buen amor, del Arcipreste de Hita. Dice así: «El tirar a suertes es cosa viejísima, por creer que Dios manifestaba así su voluntad. Así la suerte, en frase de Platón (Leges, 6) es juicio y sentencia de Dios. Hacíase en Grecia y Roma con habas blancas y negras, v. gr., para la elección de los magistrados públicos, metiendo cada uno la suya en el cántaro y sacando al azar. La blanca era la venturosa; la negra, la desventurada. Otras veces se hacía con piedrezuelas blancas y negras. De las habas o piedras negras y blancas se dijeron las suertes blancas y negras, y los hados, que son los juicios divinos manifestados por ellas». (Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, Libro de buen amor, tomo 1.” y notas de Julio Cejador y Frauca, 3.* ed., Clásicos Castellanos, Espasa Calpe, 1931). Los colores blanco y negro han sido siempre considerados como signos de felicidad y de desgracia, respectivamente. En la fábula de las Parcas se dice que estas divinidades infernales que tejen y cortan el hilo de la vida hilaban lana blanca para www.lectulandia.com - Página 527 una vida feliz y prolongada, y lana negra para una existencia corta y desdichada. Y que cuando la vida de los mortales se acercaba a su fin, hilaban siempre lana negra. (Véase Pender de un hilo. Cortar el hilo de la vida). Æ Según el Diccionario del padre Guadix, venirle a uno la negra, proviene del árabe. Le vino la ceudda: le vino la negra, la tristeza, la melancolía, la mohína, etc. (Cita de Adolfo de Castro en su obra Estudios prácticos de buen decir, Cádiz, 1880). Todo el monte no es orégano Refrán con que se da a entender que en un negocio no hay solamente utilidades, sino que hay también contratiempos, y que no son tan fáciles las cosas como algunos se imaginan o pretenden. Jl Procede del refrán antiguo Quiera Dios que orégano sea y no se nos vuelva alcaravea, con que suele manifestarse el recelo de que suceda lo contrario que se espera o desea. El orégano es —según el Diccionario— una «planta herbácea vivaz, aromática, de las labiadas, cuyas hojas y flores se usan como tónicas y en condimentos». Y la alcaravea, una «planta umbelífera, cuyas flores sirven para condimento», y la «semilla de esta planta». Todo el santo día Frase que se emplea «para decir lo que se tardó en hacer alguna cosa». Æ Así lo explica Correas en su Vocabulario de refranes, y añade en otro lugar: «Ponderando la ocupación de todo el día en una cosa: díjose del perderlo en la ociosidad, siendo (cargo de) conciencia perderlo cuando Dios lo da para santificarse el hombre: frase de convento sin duda». La expresión es antigua y clásica. Fray Luis de León escribe en La perfecta casada: «Todo el santo día está llorando por comer y más comer». www.lectulandia.com - Página 528 Todo es según el color del cristal con que se mira [Aforismo que hace referencia a lo subjetivo de todas las percepciones, sujetas siempre a las interpretaciones personales]. J Este aforismo, que ha pasado a convertirse en proverbial, procede de los célebres versos de Campoamor, en su fábula Las dos linternas: Y es que en el mundo traidor nada es verdad ni es mentira; todo es según el color del cristal con que se mira. El primer verso suele citarse siempre así: En este mundo traidor, para que la cuarteta tenga trazas de sentencia hecha y derecha. León Medina, en su trabajo «Frases literarias afortunadas» (Revue Hispanique, tomo XXIII, París, 1910), dice que el poeta de las Doloras se inspiró al componer su redondilla en la de El defensor de su agravio, de Moreto (Il, 8.*): Que quien por un vidrio mira que hace algún color distinto, todo cuanto ve con él está del color del vidrio. Todo se andará Es decir, nada quedará por ver; nada se olvidará ni omitirá; todo se recorrerá. Æ El origen de este dicho lo trae el escritor valenciano Juan de Timoneda en su célebre Sobremesa y alivio de caminantes, obra de la segunda mitad del siglo Xv1. www.lectulandia.com - Página 529 Dice así Timoneda (cuento 33): «Por qué se dijo: Todo se andará. Como fuesen azotando (a) un ladrón, y rogase al verdugo que no le diese tanto en una parte, sino que mudase, el golpear, respondió el verdugo: “Callad, hermano, que todo se andará”». En las Escenas matritenses, de Mesonero Romanos, y en la titulada «Las casas por dentro» (p. 27 de la edición de 1851), vi ampliado el modismo en la forma siguiente: «Calla, niña —le contesté yo—, que todo se andará si el palo no se rompe». Correas cita el dicho Todo se andará si el palo no se quiebra, y añade: «Esto segundo se dijo con cuento; que apaleaba uno a su mujer, y le daba en la cabeza; díjole ella que diese en otras partes; él replicó: “Todo se andará si el palo no se quiebra”». Volviendo al libro de Timoneda: a continuación del cuento donde explica el origen de la expresión Todo se andará, inserta el siguiente: «Cuento XXXIV: Por qué se dijo: Aún no estamos acostados. Estaban unos ladrones desquiciando una puerta, para robar lo que había en la casa; sintiendo (el ruido) el dueño de la posada, asomose a una ventana y díjoles: “Señores, de aquí a un rato venid, que aún no estamos acostados”». Todos los martes no hay orejas En las primeras ediciones del Diccionario de la Academia se cita la expresión No hay para cada martes orejas: «frase metafórica con que se da a entender que no es fácil salir de los riesgos cuando frecuentemente se repiten o buscan». J Aparece empleada como chiste, en el Guzmán de Alfarache (parte 1.*, libro 2.°, cap. 9.°): «Asentome (el capitán) en su escuadra y a su mesa, tratándome siempre con mucha crianza; y en remuneración dello lo comencé a regalar y a servir, echando de la mano como un príncipe, cual si tuviera para cada martes orejas». El dicho alude a los ladrones desojerados. Cejador, comentando el Libro de buen amor (copla 1.455), donde el Arcipreste de Hita habla de un individuo a quien habían desorejado por ladrón, escribe: «Desorejaban por pena al ladrón y malhechor, porque fuese conocido, y solía hacerse en martes, de donde se dijo: No hay orejas para cada martes». Según he comprobado, Cejador copia esto del Diccionario de autoridades (1726- 1739), que dice así: «No hay para cada martes oreja. Frase con que se da a entender que no es fácil salir de los riesgos cuando frecuentemente se repiten o buscan. Díjoles por alusión al castigo que antiguamente había en España, cortando los martes una www.lectulandia.com - Página 530 oreja a los malhechores». Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes, afirma que el dicho que comentamos «se funda en que dicho día de la semana (el martes) era el antiguamente destinado en la legislación española para cortar las orejas al delincuente que era sentenciado a experimentar tan aflictiva pena». Según Correas, la frase que comentamos fue la respuesta que dio un ladrón. Dice así: «No hay orejas para cada martes. Respondió el desorejado escarmentado. En cada lugar se dirá el día de su mercado». Esta última glosa de Correas indica que no era el martes precisamente (como suponen Cejador y Sbarbi) el día señalado para desorejar en público a los ladrones, sino que podía ser otro día de la semana, y que se elegía para desorejar una fecha en que hubiese mercado y concurrencia de gente, con el fin de dar a la pena publicidad y ejemplaridad. En Estella (Navarra) repiten hoy el dicho Todos los martes no hay orejas, pero no en su genuino significado, sino aludiendo a que el plato típico que, hasta fecha reciente, solía comerse el martes de Carnaval era el de orejas de cerdo, aderezadas con azúcar y canela. Toma y daca, o daca y toma [En lenguaje coloquial, la locución toma y daca expresa el «trueque simultáneo de cosas o servicios». Se aplica también al favor que se hace esperando obtener reciprocidad al instante]. J En el Diccionario de modismos, de Ramón Caballero (Buenos Aires, 1942), figura el de Toma y daca: «familiarmente, dar o tomar una cosa a cambio de la acción contraria». La expresión A toma y daca se usa corrientemente con preferencia a la de A daca y toma. Andar al daca y toma equivale, según el Diccionario, a andar en dares y tomares o mantener discusiones por motivos insignificantes. (El Diccionario no incluye el modismo A toma y daca, pero sí Toma y daca y también Andar al daca y toma). Correas, en su Vocabulario de refranes, escribe: «A daca y toma. Andar a trocar; trueco de muchachos que no se fían, y truecan dando y tomando; dícese de los interesados y desconfiados en tratar siempre con resguardo». En este mismo libro se incluye el proverbio Daca y toma, a la puerta del diablo mora. Daca significa da, o dame acá, y, como se ve, el daca y toma proviene de los www.lectulandia.com - Página 531 trueques infantiles, del do ut des con el que hacen, en el acto, sus permutas de objetos, no fiándose de dar si al mismo tiempo o inmediatamente no reciben la contraprestación. En relación con la expresión que comentamos están las siguientes: Al toma, todo el mundo asoma, y al daca, todo el mundo escapa. No querer tomas ni dacas (evitar palabras, molestias o discusiones). Tomar el portante Frase que, en sentido figurado y familiar, significa «irse, marcharse». Hay quienes creen que tomar el portante equivale a tomar la puerta. Pero no es así. Según el Diccionario, se llama portante, al «paso de las caballerías en el cual mueven a un tiempo la mano y el pie del mismo lado. Y portantillo, al «paso menudo y apresurado de una caballería, y particularmente del pollino». El Diccionario de autoridades (1726-1739) dice: «Portante: La marcha o paso apresurado. Dícese regularmente de las caballerías». De la voz portante, en su doble sentido de cabalgadura y de paso de una cabalgadura, nació la expresión «tomar el portante». Æ Francisco Cascales (1570-1624), en sus Cartas filológicas (epístola 7.*, acerca del uso antiguo y moderno de los coches), dice, traduciendo al poeta Ausonio: Ni en portante caballo igual al viento ni en mula subas que feroz camina... Y comentando esto, Justo García Soriano añade lo siguiente: «Portante es adjetivo que se aplicó igual al caballo que al paso de toda cabalgadura en que (esta) mueve a un tiempo la mano y el pie del mismo lado». Cervantes, en el Quijote (parte 2.?, cap. 40), le hace decir a Sancho, aludiendo a su asno: «Yo le cutiré (le pondré en competencia) con cuantos portantes hay en el mundo». Y Vélez de Guevara, en El Diablo Cojuelo (tranco v), escribe: «No importa —dijo don Cleofás— si eres demonio de portante, aunque cojo». Cejador, comentando la Visita de los chistes, de Quevedo, dice que portante significa «paso apresurado». Cita al propio Quevedo: «Soy tartamudo de zancas y achacoso de portante». Y al Guzmán de Alfarache: «Porque iba de portante y, según llevaba el paso, presto saliéramos de muda». De Quevedo, en El mundo por de dentro —añado yo— , es la cita siguiente: «... www.lectulandia.com - Página 532 que galopando los responsos (unos clérigos) cantaban de portante, abreviando». Julio Casares, en su Introducción a la lexicografía moderna (Madrid, 1950, p. 238), escribe: «Sobre el modelo de tomar la puerta, con el sentido de “salir o ausentarse de un local”, el vulgo interpretó tomar el portante como si tuviera relación con la puerta, y así puede verse en el Diccionario la explicación de “irse, marcharse”, olvidada la imagen del trotecillo borriquero que era lo característico del portante; mientras que en tomar el trote nadie deja de percibir la celeridad con que mueve las piernas la persona que se ausenta de esta manera». Tomar las de Villadiego Significa huir, escapar, echar a correr sin esperar más, «poner pies en polvorosa». Æ Su explicación y origen ha dado lugar a las más variadas y diversas opiniones. Hay quien supone que «las de Villadiego» alude a las alpargatas de Villadiego, pueblo de la provincia de Burgos. Según otros, el dicho se refiere a las alforjas que se fabricaban en dicha villa, opinión esta última que no cuadra con el significado de «huir precipitadamente», pues el que escapa a toda prisa lo primero que hace es tirarlas. El dicho antiguo alude no a alpargatas ni a alforjas, sino a calzas, es decir, a lo que hoy llamaríamos calzones. Clemencín, en su nota 6 al capítulo 1.* (1.* parte) del Quijote, escribe: «Las calzas eran lo que ahora llamamos calzón largo o pantalones, como llamamos también medias a las medias calzas, las cuales cubrían las piernas sin el muslo: las calzas hacían el oficio de calzones y medias». Cejador, en una de sus notas a La Celestina (tomo II, p. 99), dice también que las calzas de los siglos Xv y XVI eran pantalones hasta las rodillas, o sea calzones. Donde primero aparece esta expresión es en La Celestina (siglo xv). Allí dice Sempronio a Pármeno: «Apercíbete a la primera voz que oyeres a tomar calzas de Villadiego». Y contesta Pármeno: «Calzas traigo, y aun borceguíes de esos ligeros que tú dices para mejor huir que otro». A las calzas alude también el refrán que aparece en la colección anónima impresa en Zaragoza en el año 1549: Tomó las calzas de Villadiego y puso tierra en medio. Correas, en su Vocabulario de refranes, cita las frases Tomar las de Villadiego y Tomar calzas de Villadiego, con el significado de huir de algún trance o aprieto, y añade que no se sabe nada de su origen; «pudo ser que alguno llamado Villadiego huyó de peligro y afrenta, o escapó de cárcel, y dio ocasión al refrán, comparando con él; mas no es cierto ni lo creo, como luego diré». (Pero luego nada dice ni aclara). Covarrubias, en su Tesoro (1611), dice en la palabra «calças»: «Tomar las calças www.lectulandia.com - Página 533 de Villadiego vale (significa), huir más que de paso. Está autorizado este refrán por el autor de La Celestina, y no consta de su origen; mas de que Villadiego se debió de ver en algún aprieto y no le dieron lugar a que se calzase, y con ellas en las manos se fue huyendo». Cervantes, en los versos preliminares del Quijote, da por supuesto que el las alude a calzas —puesto que alude a La Celestina donde se habla de ellas— y habla de Villadiego como de un personaje: Soy Sancho Panza, escude- del manchego don Quijo-; puse pies en polvoro- por vivir a lo discre-: que el tácito Villadie- toda su razón de esta- cifró en una retira- Según siente Celesti- Libro en mi opinión divi- Si encubriera más lo huma-. Como observa Rodríguez Marín, aquí Cervantes da a entender que Villadiego fue un hombre así llamado, y le llama tácito por su forma de huir calladamente. En el número 14 de El Averiguador Universal (Madrid, 31 de julio de 1879) publicó Sbarbi una décima que oyó, siendo estudiante, de labios de su profesor de latinidad. Dice así la composición: Villadiego era un soldado que a San Pedro, en ocasión de estar en dura prisión, nunca le faltó del lado. Vino el espíritu alado, y, lleno de vivo fuego, le dice a Pedro: «Sal luego, toma las calzas, no arguyas»; Pedro, por tomar las suyas, tomó las de Villadiego. Como puede advertirse, se trata de unos versos jocosos, y sin ninguna base histórica, donde todo está enderezado al efecto del chiste final. He corregido el penúltimo verso, poniendo «Pedro, por tomar las suyas», en lugar de «Y por ponerse las suyas», que escribe Sbarbi. El sentido del chiste final exigía esta rectificación. Por otra parte, me atengo a la versión que hace cerca de un siglo daba de esta décima el boticario de Villadiego don Eusebio Barriouso, y que recogió el sacerdote del mismo pueblo don Manuel Arroyo Revuelta. Según leo en el artículo de Manuel Fraga de Lis, La popular frase «Tomar las de Villadiego» y su posible origen, publicado en el periódico ABC del 31 de diciembre de 1953, «el verano pasado, durante las fiestas patronales de Villadiego, se han www.lectulandia.com - Página 534 descubierto en la fachada de su Casa Consistorial dos grandes lápidas, en las que se pretende simbolizar el origen de la tan popular frase. Una de las lápidas representa a San Pedro en una celda de la cárcel; a su lado, un soldado romano y, en medio de ambos, un ángel con sus alas extendidas y en actitud de indicarle la puerta para que huya. La otra, en la que se inspira la escena de la anterior, contiene los versos siguientes»: y el articulista copia la décima, tal y como yo la copio. Como digo, estos versos absurdos (porque absurdo es suponer que en la cárcel de Roma, donde estaba San Pedro, pudiera haber un soldado que se llamase Villadiego), lejos de explicar el origen de la tan debatida frase, no hacen sino aplicarla, componiendo un chiste, donde, para decir que San Pedro huyó de la prisión, se dice que «tomó las de Villadiego». (Las calzas, porque en esto de las calzas parece que hay acuerdo entre los eruditos de solvencia). Pero no ha faltado quien tratase de identificar a este famoso Villadiego, cuya personalidad intrigó a Quevedo en la Visita de los chistes. Don Vicente Riva Palacio, en su obra México a través de los siglos (citada por Sbarbi en su Gran diccionario), apunta la opinión de que este Villadiego fue uno de los aventureros que acompañaron a Hernán Cortés en la conquista de México. Comisionado por este para explorar las tierras de Michoacán, en compañía de algunos indígenas amigos, se le proveyó de aquellos objetos con los cuales acostumbraban los españoles captarse las simpatías de los indios. Villadiego partió tomando las suyas, sin que volviera jamás a saberse de él ni de los que le acompañaban. La frase de que «Villadiego partió tomando las suyas» induce al citado autor a suponer que sea este el personaje aludido en el dicho proverbial. (Yo no comparto esta suposición). Muy diferente de las citadas es la opinión de Hartzenbusch, según el cual no se trata de las calzas de un personaje llamado Villadiego, sino de calzas de villariego, es decir, de calzones de andarín. Hartzenbusch, en carta dirigida a Bastús antes de publicar este la primera serie de La sabiduría de las naciones (1862), carta que Bastús reproduce en el prólogo de su libro, escribe acerca de esto: «Algo quiero observar también acerca de la frase Tomar las de Villadiego. Covarrubias y Quevedo nada sabían, y a mí me sucede lo mismo. Noto, sin embargo, que en La Celestina leemos Tomar calzas de Villadiego, y me llama la atención que el sustantivo calzas esté sin artículo. Agregue usted a esto que en una colección muy copiosa de adagios, ordenada por don Luis Galindo, que tenemos manuscrita en la Biblioteca Nacional, en vez de Tomar las de Villadiego, se lee Tomar las de villariego; y refiriéndose al Diccionario de Franciosini, se expresa que villariego, además de otra significación, tiene la de caminador. Quizá en su origen esta frase sería tomar calzas de villariego, esto es, tomar calzones de andarín; y quizá los andarines, para moverse más libremente, no llevarían calzas, sino zaragiielles u otra vestimenta de muslos y piernas que no se los sujetase como las www.lectulandia.com - Página 535 calzas, que por lo común fueron ajustadas. En esta suposición, tomar calzas de villariego querría decir correr sin ellas, huir sin aguardar a más, escapar, dejándolo todo. Así, en la tal expresión no se aludiría ni a Villadiego hombre, ni a Villadiego pueblo, sino a los villariegos, viariegos, andariegos o andarines de cualquier parte». En contra de todas estas opiniones, Montoto, en su obra Personajes, personas y personillas (p. 407 del tomo 2.”), cita la de un amigo suyo, publicada en el Almanaque de la Ilustración Española y Americana, según la cual las sospechas de Hartzenbusch no tienen sólido fundamento, porque el modismo «tomar las de villariego» no figura en ningún refranero, ni en ningún texto antiguo, y porque los que corren de villa en villa o de ceca en tueca nunca fueron llamados villariegos, sino peatones, andarines o andariegos. Para el citado articulista del Almanaque, el origen de la expresión tomar las de Villadiego está en el privilegio que el rey Fernando III el Santo, concedió a los judíos de Villadiego (Burgos), prohibiendo que los prendiesen, proporcionándoles un lugar seguro y obligándoles a «llevar un distintivo delator para que se reconociesen a simple vista». Acerca de estos distintivos, Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, obra de 1611, dice que «en las Cortes de Toro del año 1370 se mandó que los judíos que habitaban en el reino, mezclados con los cristianos, trujesen cierta señal con que fuesen conocidos y diferenciados de los demás. Estos se llamaron judíos de señal. Y en el año de 1405 se ordenó y ejecutó que los judíos trujesen por señal un pedazo de paño rojo en forma redonda sobre el hombro derecho». Añade Covarrubias que tres años más tarde los moros fueron obligados a llevar una señal de paño azul en forma de la luna menguante, con los cuernos casi juntos. Cuando arreciaron las persecuciones contra los hebreos de Burgos y Toledo, estos huían, abandonando sus ropas castellanas, y se calzaban los distintivos que habían de usar en su nueva tierra de Villadiego, como pecheros y colonos del rey Alfonso. El autor de este artículo añade que cabe hacer dos suposiciones en cuanto a las calzas de Villadiego: si eran calzas propiamente tales o si, por el contrario, no fueron otra cosa que un distintivo amarillo que podía consistir en una cinta, liga o calza en la pierna o en el brazo. De la misma opinión que la copiada por Montoto es el erudito investigador, natural de Villadiego, Luciano Huidobro Serna, el cual, en un artículo publicado el 17 de octubre de 1906 en el periódico El Eco de Villadiego (n.° 1) sobre el origen de la frase que comentamos, dice que cuando en tiempo de Fernando III se extremaron las persecuciones contra los judíos en Burgos y Toledo, el rey se decidió a procurarles un asilo seguro, confinándolos en una población apropiada por su situación y enclavada en tierras feraces. En el libro Memorias para la historia del Rey Santo, se lee: «Recibe (Fernando IIT) bajo su real protección a los judíos que tienen casa en los solares de Burgos y Villadiego... Esta encomienda protege a los judíos contra los burgaleses y toledanos, que perseguían a los hebreos como los podencos a las liebres, www.lectulandia.com - Página 536 hasta sus mismos hogares». Y como, por precepto real, los judíos llevaban traje distinto de los demás ciudadanos, cuando se veían en peligro abandonaban sus propias ropas y huían para tomar las de Villadiego y acogerse a los privilegios y encomiendas de cuantos habitaban esta villa. La alusión a las calzas podría explicarse —digo yo— ya porque las calzas o calzones constituyen una prenda esencial, indispensable, o bien porque las calzas que tuviesen que usar como distintivo los judíos de Villadiego fuesen muy llamativas por su color extraño o por su forma. Para acabar, y aun a riesgo de aburrir y despistar al lector con tantas opiniones contradictorias, voy a citar la que expone Julio Cejador Frauca en una de sus notas a La Celestina (Clásicos Castellanos, Madrid, 1941, tomo Il, p. 80), opinión que no tiene fundamento y que resulta extravagante. Según Cejador, «no satisfacen los cuentos que se traen para declarar esta frase», y su solución hay que buscarla en que Villadiego alude a Diego, y Diego, en el refranero español, es el ladino y socarrón. «Tomar las calzas de Villadiego y después simplemente las de Villadiego es irse adonde van y viven los ladinos y que hurtan el cuerpo al peligro, escaparse como ellos. Las calzas, como, por el contrario, verse en calzas bermejas, significa en apuro y aprieto: calzas propias para correr, como dice Pármeno». Cabría añadir a esta última versión la, a mi juicio también desacertada, que aduce Francisco del Rosal. Este médico cordobés (nacido hacia 1560), al exponer la etimología de los toponímicos Villalobos (villa de los lobos), Villalpando (villa del elefante), Villalón (villa del león), Villamuriel (villa de las mujeres o villa del ratón), etc., dice que Villadiego proviene de villa de equo (villa del caballo), «de donde pienso —añade— que manó aquel refrán tan vulgar de Villadiego, que será tomar las armas de Villadiego, que son el caballo; que otros dicen Acogerse a los cuatro pies, y en este modo, por donaire, dicen al caminar a pie llevar el caballo de San Francisco. O más modernamente, coger el caballo de San Fernando». (Francisco del Rosal, Origen y etimología de todos los vocablos originales de lengua castellana). Digo que me parece desacertada esta versión porque el dicho no alude a armas, sino a calzas, y porque como es sabido, el fundador de Villadiego, villa que está a treinta y ocho kilómetros al noroeste de Burgos, fue Diego Rodríguez Porcelos, de donde proviene el nombre primitivo de Villa de don Diego, con que fue conocido dicho pueblo. Diré, como final, que en el libro Refranes y modos de hablar castellanos, del licenciado Gerónimo Martín y Cejudo (Madrid, 1792), aparece (p. 15) el dicho: Alzar de eras o calzas las de Villadiego. www.lectulandia.com - Página 537 ¿Tonto? Métele un dedo en la boca ... y verás cómo te muerde. Esto último no se dice, pero se sobrentiende. La expresión es antigua y se emplea para contradecir al que tiene a otro por tonto, excusando a este. Æ Aparece, con ligeras variantes, en La gitanilla, de Cervantes: «¿Ven estas muchachas mis compañeras, que están callando y parecen bobas? Pues éntrenles el dedo en la boca y tiéntenlas las cordales (las muelas cordales), y verán lo que verán». Covarrubias, en su Tesoro (1611) y en la palabra dedo, cita la frase: Metedle el dedo en la boca, y explica: «Esto decimos excusando a alguno que es tenido por bobo, porque si él muerde, lo hallará bellaco, y si fuere bobo (si no muerde) será malicioso». Correas, en su Vocabulario de refranes, incluye el dicho Metedle el dedo en la boca, veréis si aprieta, y comenta: «Así responden al que llama bobo a otro, excusándose (excusándole, quiso decir Correas); si aprieta, es cuerdo; si no aprieta, es bobo. El vulgo tiene esta manera de hablar y entender, y defendiendo a uno dicen: «Métanle el dedo en la boca, verán si muerde». Tonto de capirote Se llama así, según el Diccionario, a la «persona muy necia e incapaz». Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, incluye la expresión bobo de capirote, diciendo que los bobos de esta clase son llamados así «porque es ordinario ponérsele (el capirote) por burla». En otro lugar de su obra cita la frase Es bobo de capirote y sayo jironado, que se empleaba «para decir que uno es bobo y que consiente que le den papirotes y se burlen con él». Unamuno, en un artículo titulado «El peor comunismo», publicado en la revista Caras y Caretas, de Buenos Aires, el 26 de mayo de 1923, decía que tonto de capirote «es el que con un capirote o bonete puntiagudo hace de tonto en las fiestas. Es un tonto de alquiler y casi oficial. El tonto de atar es ya otra cosa». Pero no es esta la explicación. Capirote, según Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana, es «cobertura de la cabeza, y hay muchas diferencias de ellos: www.lectulandia.com - Página 538 unos son capirotes de doctores; otros, capirotes de colegiales, que algunos los traen en vez de becas: otros se traen por luto con lobas...». Sabido esto, tonto de capirote es tanto como decir tonto graduado y que puede llevar el distintivo o capirote de doctor, y llamamos así al estúpido imbécil o muy tonto. Tal es la explicación, acertada a mi juicio, que da Bastús en La sabiduría de las naciones (1.* serie, p. 220). Y puesto que hablamos de tontos y de imbéciles, copiaré uno de los párrafos de Unamuno en su citado artículo. Dice así don Miguel: «¡Qué de metáforas para llamarle al prójimo tonto! Tonto pudiera ser “tundido”. Luego se le llama bobo, o sea, balbus, tartamudo o balbuciente. O idiota, que quiere decir un particular, un hombre privado, uno que no es ni concejal siquiera o de la Junta del Casino. O imbécil, que es imbecillis, el que no tiene bacillus o bastón, el inerme, el flaco, el débil. O mentecato —mentecaptus—, privado de la mente, casi demente. O estúpido, el que se queda aturdido. Y vienen luego las metáforas del reino animal y del vegetal». Tornarse (o volverse) el sueño del perro El Diccionario recoge este modismo en las primeras ediciones de la Academia en la forma siguiente: «Tornarse, o volverse el sueño del perro: frase con que se da a entender haberse descompuesto el logro de alguna pretensión o utilidad, el que se tenía ya consentido según los medios que estaban puestos». Æ Dicen que tuvo origen en el cuento de un perro «que soñaba que comía un pedazo de carne, y, de contento, daba muchas dentelladas y algunos aullidos sordos; al cual perro, y en los instantes de su dulce sueño, dio el amo de palos, con que despertó y se vio con los palos y sin la carne». Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, explica así la frase: «Tornósele el sueño del perro: soñaba un perro que estaba comiendo un pedazo de carne, y daba muchas dentelladas y algunos aullidos sordos de contento; el amo, viéndole de esta manera, tomó un palo y diole muchos palos, hasta que despertó y se halló en blanco y apaleado». P. Vallés (citado por Cejador en su Fraseología, tomo 3.*) escribe: «El sueño del perro. Canis panes somnians, del perro que sueña comer pan: dícese del malograrse lo muy esperado cuando ya estaba uno consentido, y del fantasear en el aire». Tortas y pan pintado www.lectulandia.com - Página 539 Ser una cosa tortas y pan pintado significa, según el Diccionario de la Academia, «ser un trabajo, infortunio, disgusto o desacierto mucho menor que otro con que se compara». El Diccionario de autoridades (1726-1739) decía: «Tortas y pan pintado. Modo de hablar con que se da a entender que lo que al presente se padece se debe considerar como apetecible respecto de lo que se teme que suceda». Según la misma Academia, «pan pintado es el que se hace para las bodas y otras funciones, adornándolo por la parte superior con unas labores que se hacen con la pintadera». Æ Rodríguez Marín, en su Edición crítica del Quijote, comentando un pasaje de este (parte 1.*, cap. XVII), dice que «se llama pan pintado a aquel en que, para mejor vista, se imprimían antes de cocerlo ciertos moldecillos; mas lo bueno no estaba en la pintura, sino en que a la masa de este pan se le echaba algún aceite o ajonjolí, con que lo hacían más gustoso que el ordinario». Aún en Andalucía, en Osuna a lo menos, llaman la pintadera al sello que ponen en el pan, así en las panaderías como en las Casas, para que no se confunda con otro; de donde proviene el siguiente refrancillo de muchachos: «El que se come la pintaera, se casa con la hija de la panaera». Bastús, en La sabiduría de las naciones (2.* serie, p. 88), dice que la expresión proverbial tortas y pan pintado aparece usada ya en 1434 por el bachiller Fernán Gómez, de Ciudad Real, médico de don Juan II de Castilla. También la usa Cervantes por boca de Sancho, cuando este en la venta dijo que el molimiento de las estacas fue tortas y pan pintado con relación al aporreamiento de los cuatrocientos moros. «Se llama pintar el pan —dice Bastús— a imprimir en la pasta antes de cocerla ciertas figuras y algunas labores, unas veces sencillamente con la mano, y otras estampadas con moldes que a propósito tienen los horneros. »Aplícase a los casos en que los males, comparados con otros mayores, pueden considerarse como bienes, así como las tortas y el pan hecho con adornos y esmero pueden mirarse como un obsequio o como un regalo respecto del pan común». Seijas Patiño, en su Comentario al «Cuento de cuentos», de Quevedo, cita la locución: No ha de ser todo tortas y pan pintado, y la comenta así: «Con esto se advierte a alguno que se queja de pequeño trabajo, que habrá de tener otros mayores. Quiere decir: “no todo es el día de la boda”, porque en este solía gastarse en el convite un pan con baño por encima que le daba cierto lustre. Aún en Andalucía se conserva la costumbre de hacer en tales días panes con labores, figuras de talco y motas de seda, a lo que se llama pan pintado. Es antigua locución castellana, como indica Clemencín en sus notas al Quijote, cap. 19, 1.* parte». www.lectulandia.com - Página 540 Traer una cosa por los pelos o por los cabellos Según el Diccionario, traer una cosa por los cabellos es frase figurada que significa «decir o citar algo que no guarda relación con lo que se discute». Æ También suele decirse —aun cuando el Diccionario no incluye este modismo — traer una cosa por los pelos, cuando en un discurso, escrito o discusión se aducen citas, ejemplos o sentencias que no vienen a cuento, que resultan forzados o incongruentes. Las expresiones que comentamos son metafóricas y proceden de la de traer a una persona por los cabellos, que, según el Diccionario de autoridades (1726-1739), equivale a «llevarla contra su voluntad o con repugnancia y violencia» y que aluden al que trae a otro a la fuerza, asiéndole por los cabellos (o por los pelos) y arrastrándole por el suelo. En la comedia de finales del siglo xv1 titulada La Lena, dice uno de los personajes, aludiendo a su mujer: «Si no fuera por el negro respecto del mundo... me fuera ahora a traer a la mía arrastrando por aquellos cabellos, dándola mil puntillazos». Andando el tiempo, prevaleció la expresión metafórica, aplicada, no a las personas, sino a las citas de autoridades, textos o sentencias, cuando eran llevadas a un discurso, escrito o discusión de manera forzada o violenta. Y así, Correas, en su Vocabulario de refranes, consigna que traer por los cabellos se dice «cuando se ajusta autoridad (cuando se alega cita de algún autor) que no viene al caso». Covarrubias, en su Tesoro, escribe: «Traer con alguna fuerza (es decir, forzada o violentamente) la autoridad de algún texto para probar nuestra opinión, se dice comúnmente traerla por los cabellos». Finalmente, el Diccionario de autoridades, que, como vimos, recogió la frase en su sentido recto, aplicada a personas, incluía también la expresión figurada, al decir que traer alguna cosa por los cabellos es «aplicar con violencia alguna autoridad, sentencia O Suceso a Otra materia con quien no tiene relación ni conexión». Tragar el paquete www.lectulandia.com - Página 541 Según el Diccionario, tragar significa, entre otras cosas, «soportar o tolerar cosa vejatoria». La expresión moderna tragar el paquete, que no he visto recogida en ningún repertorio de frases y modismos, equivale a «apechugar con algo malo o desagradable». Æ Melitón González (Pablo Parellada), en su artículo «Efemérides españolas. Tragar el paquete», publicado en el ABC de 7 octubre 1918, afirma que esta frase nació en el año 1908. Según este escritor, al conmemorarse el primer centenario de la guerra de la Independencia, se celebró en Zaragoza una «Exposición hispano-francesa de Artes e Industrias». En la instalación de la Compañía Arrendataria de Tabacos se ofreció al público la novedad de unos paquetes de puros. «La envoltura era de papel color crema, envoltura pegada con goma e imposible de quitar sin rasgarla. Había un puro pintado en cada lado estrecho. En los lados anchos decía 6 cigarros marca grande, 1,20 pesetas». Añade Melitón González que antes esos cigarros se vendían en paquetes redondos, atados con una tira de papel, lo que tenía el grave inconveniente (para la Tabacalera) de que el género estaba a la vista del consumidor, y este lo rechazaba si no era de recibo. Para evitar esto, algún cerebro privilegiado inventó y presentó en aquella exposición los paquetes cuadrados. «En Cada una de las caras anchas de dichos paquetes había una pequeña abertura... que permitía ver al comprador que dentro del paquete hay una cosa que ella será lo que fuere, pero tiene color de tabaco». Y como la Tabacalera solo servía los paquetes enteros, sin abrir, fuera cual fuese el estado de los seis puros que contenían, los fumadores dieron en decir que para fumar puros de aquella clase «había que tragar el paquete». Tras de cornudo, apaleado, y ambos satisfechos [Dicho que hoy se utiliza para retratar la situación de quien ha sufrido dos males al mismo tiempo]. Æ Correas, en su Vocabulario de refranes del primer tercio del siglo xvii (ed. de 1924, p. 426), explica así la historieta burlesca que dio origen a esta expresión: «El ama dijo al criado que, en durmiéndose el marido, se fuese a ella tras la cama. Llegó el mozo y, teniéndole asido por la mano, despertó el marido y le dijo que el mozo la había requerido y que ella se citó con él en el corral, que él se vistiese las ropas de ella y le fuese a esperar y le castigase. Fue el pobre hombre engañado... y www.lectulandia.com - Página 542 estuvo esperando abajo. »En terminando, el mozo bajó con un garrote y, haciéndose el leal, apaleó al amo como si fuera el ama, diciendo: Bellaca; ¿a mi señor había yo de hacer tal agravio, ni vos traición? Y se fue. »(El amo quedó apaleado, burlado, y satisfecho de la fidelidad de su mujer y de la del mozo)». El mismo Correas, en la p. 463 de su citada obra, nos ofrece otra versión más concisa. Dice así: «Sobre cornudo, apaleado, y ambos satisfechos. Sabido es el cuento: que el amo, con los vestidos de la mujer, esperaba (a) su mozo en el corral. Entretanto (este) estuvo con su ama, y luego fue a apalear al amo como que era ella y volvía por la honra del amo; quedó el amo satisfecho de mozo y mujer, y el mozo de su ama». En Sobremesa y alivio de caminantes, de Timoneda (obra de la segunda mitad del siglo XVI), aparece un cuento, el señalado con el número 68, donde se refiere parecida historieta. Antiguamente se decía también la frase Cornudo y apaleado, mandadle bailar, que Juan de Mal Lara explica así en su Philosophia vulgar (1568, centuria 4.*, n.* 11): «Quien tiene dos males, como recibir tan grande afrenta de su mujer y después en el cuerpo pasar detrimento. Según cuentan del que entró a su casa, y hallándola (a su esposa) con un hombre poderoso, hablando (el marido) lo que no debía (es decir, poniéndose a insultar a los adúlteros), mandóle dar de palos (mandó el poderoso que apaleasen al marido), y después, hechas las paces, por la fiesta bailaron todos los que se hallaron con él, y habiendo de ser uno de ellos el marido, fatigado más de aquello postrero, no quería, diciendo: “¿No basta ser cornudo y apaleado, sino mandarle bailar?”, que es tener en menos, porque hizo la paz. Después de haberlo afrentado, le manda que se alegre y dé señales de ello». Y termina Mal Lara: «Plega a Dios que esto no se trate entre cristianos y que sea novela». Tú lo quisiste, fraile mostén... Tú lo quisiste, fraile mostén; tú lo quisiste, tú te lo ten. Aplícase a la persona que buscó con empeño su propio mal. Æ Bastús, en La sabiduría de las naciones, escribe: «Esto se decía un día al novicio que por su mal proceder daba lugar a que se le echara del convento en que deseaba profesar, recordándole, al darle una peluca, que por culpa suya, por no haberse conducido bien, se había atraído el castigo, la www.lectulandia.com - Página 543 expulsión de la comunidad. »En el día aplicamos este modismo al que, advertido del peligro que hay en una cosa, insiste en llevarla a cabo y sale escarmentado». Ramón Caballero, en su Diccionario de modismos (Buenos Aires, 1942), incluye el dicho de referencia como «frase popular con que replicamos a la persona que se nos conduele de algún perjuicio de que ella solo es causante». Ni en el Vocabulario de Correas ni en el Gran diccionario de Sbarbi ni en los diccionarios de la Real Academia aparece esta expresión versificada, tan castiza y tan común en el lenguaje familiar. Ahora bien: ¿es esta la verdadera, la originaria letra del dicho? Yo creo que no, y me apoyo para ello en la autorizada opinión de aquel gran cervantista que se llamaba Mariano Pardo de Figueroa y que firmaba Doctor Thebussem. Este escritor, en su libro Segunda ración de artículos (Madrid, 1894, Proemio, p. XV), cita la frase que comentamos, en verso y en la forma siguiente: Tú te metiste fraile mostén; tú lo quisiste, tú te lo ten. Como digo, me parece mejor esta versión; no solo por la autoridad de quien así la emplea, sino porque tiene más sentido y sustancia que la que todos repetimos. La versión del Doctor Thebussem viene a decir: «Tú quisiste meterte fraile...; pues aguanta las penalidades de la vida de religión». Fraile mostén o mostense es lo mismo que premonstratense que, según el Diccionario de autoridades (1726-1739), es «epíteto que se da a la sagrada religión de Canónigos Reglares, que fundó y estableció el glorioso Patriarca San Norberto, y confirmó el Sumo Pontífice Calixto ID». A esto añadiré que la fundación de esta orden se realizó en el año 1120 y en una pequeña ermita o capilla que había en el desierto de Prémontré o Premostrato, a tres leguas de Lyon (Francia). Tú pitarás Es decir, tú conseguirás lo que te propongas, porque tienes ingenio y habilidad. Æ Se cuenta que a un viejo de pueblo que se disponía a ir a la feria de la capital le pidieron varios chiquillos que les trajera a cada uno un pito o silbato. Y como solo uno de ellos le alargó el dinero para su adquisición, el viejo le dijo: «Pierde cuidado, www.lectulandia.com - Página 544 hijo, que tú pitarás». De esta historieta hacen derivar la expresión comentada (Sbarbi, Gran diccionario de refranes, p. 802). Correas, en su Vocabulario de refranes, del primer tercio del siglo xvn, incluye el dicho: Tú que pitas, pitarás, explicándolo así: «Un padre iba a la feria, y dijo a sus muchachos qué querían que les trajese; dijo cada uno su antojo, y uno diole un cuarto para un pito; a este dijo el padre: «Tú que pitas, pitarás»; pitar se dice por dar dinero y contribuir para haber parte». El pitar ha pasado al argot militar, y se dice que pita del militar que actúa bien o del servicio que funciona perfectamente. (Véase No tocar pito). Tumbarse a la bartola Tumbarse tripa arriba. A la bartola significa, según el Diccionario, «con tranquilidad, sin ningún cuidado». La bartola —según leí en Sbarbi— es «la barriga, estómago, buche o pancho». www.lectulandia.com - Página 545 Un clavo saca otro clavo Refrán que indica que, a veces, un mal o cuidado hace olvidar o no sentir otro que antes molestaba. También suelen decir: Un clavo saca otro clavo, y un bolo, otro bolo y Un clavo saca otro clavo, si los dos no quedan dentro. J El proverbio que comentamos es muy antiguo. Está tomado del latín y aparece en la siguiente frase de la Cuarta Tusculana, de Cicerón: Novo amore, veterem amorem, tamquam clavo clavum, eficiendum putant. «Piensan que un nuevo amor debe reemplazar a otro amor antiguo, a la manera que un clavo saca otro clavo». Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, escribe: «Proverbio: Un clavo saca a otro; un trabajo hace que se olvide otro; tomada la metáfora de los que para sacar el clavo que está fuertemente asido al madero, le rempujan con otro». Un quid pro quo Significa lo mismo que decir una cosa por otra. Según Bastús, esta expresión latina, que ha pasado a formar parte de nuestro idioma y de algunos otros modernos, está compuesta del pronombre qui, de la preposición pro y del ablativo quo; es decir, un qui tomado por un quo. Æ «Atribúyese el origen de esta expresión a una receta de un médico ignorante o distraído, en la que pidió un qui por un quo, y dio lugar con esta equivocación al envenenamiento del enfermo; o bien a la ignorancia de un farmacéutico, que, al despachar la receta, tomara un qui por un quo, y causara la misma desgracia. De aquí vino el dicho proverbial, que aún se usa: Dios te libre de quids proquods de boticarios y de etcéteras de notarios». (Bastús: La sabiduría de las naciones, 3.* www.lectulandia.com - Página 546 serie, p. 118). Una golondrina no hace verano Proverbio que significa que la aparición de una sola de estas avecillas en nuestro país, al que vienen de África por la primavera, no constituye costumbre ni regla para poder deducir la llegada del buen tiempo. En latín se dice: Una hirundo non facti ver. Y en catalán: Una oreneta no fa estiu. J Quien explica muy bien este dicho es Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana (1611) cuando escribe: «Proverbio es vulgar nuestro, latino y griego: Una golondrina no hace verano, presupuesto que es la anunciadora de la primavera; entiéndese cuando todas ellas vienen de golpe, y no porque una se haya adelantado se le ha de dar crédito; así, ni más ni menos, del testimonio singular de uno no hemos de formar notoriedad, ni de la cosa que es rara, porque acontezca una vez, sacar regla general». Untar el eje, o untar el carro Significa, en lenguaje figurado, cohechar o sobornar, y alude al engrase del eje de un carruaje para que este ruede más aprisa. «Hay que untar el carro para que ande», se dice popularmente, dando a entender que, mediante dádivas a los funcionarios, se consigue que los pleitos o expedientes sean resueltos pronta y favorablemente. El dicho es muy antiguo. Se decía hace siglos, y se llama unto o unguento de México al dinero, y propiamente al oro. Por extensión, untar el carro significa también regalar o gratificar a alguno para conseguir de él lo que se pretende. Æ Según Correas, en su Vocabulario, untar el carro significa «dar a los que son menester para negociar bien». Untar las manos de otro es sobornarle. Así aparece en Manrique (Laurea, 1-8-3): «Llega el pleitante, úntale las manos con escudos» (al juez). Y en Quevedo (Los sueños): «... vi un juez que estaba en medio de un arroyo lavándose las manos, y esto hacía muchas veces. Llegueme a preguntarle por qué se lavaba tanto, y díjome que en vida, sobre ciertos negocios, se las había untado» (con ungúento mexicano u oro). www.lectulandia.com - Página 547 Vale lo que pesa Expresión con la que ponderamos la valía (en inteligencia, laboriosidad, etc.) de una persona y que hace alusión al peso en oro o plata del aludido. Æ Bastús, en La sabiduría de las naciones (2.* serie, p. 296), escribe: «Vale lo que pesa. Parece que esta expresión procede de ciertas antiguas leyes, en uso entre los pueblos bárbaros del Norte, por las cuales se obligaba al asesino de un hombre a pagar a sus parientes o deudos tanto oro o plata como pesaba el cadáver. »Es decir, que el matador había de entregar un hombre de oro o plata, según la clase o condición de la víctima, igual en peso al que había muerto. Y a veces, cuando este peso no bastaba para apaciguar a los parientes de la víctima, se veía precisado el reo a aumentarlo, según las exigencias de aquellos. »Después se propagó este uso entre las gentes piadosas o devotas, y lo que se practicaba para librar a un matador o a un criminal de la muerte o de otro castigo, se hacía para librarse uno o librar a otro de una enfermedad, trance o peligro inminente. »Ofrecíase entonces a manera de exvoto a Dios o a algún santo entregar el peso del enfermo en oro, plata, cera, trigo, etc. »San Gregorio de Tours refiere que Chacarico, rey de los suevos, hizo pesar en oro y en plata el cuerpo de su hijo enfermo, y que envió esta suma a la tumba de San Martín, con la esperanza de que este santo le curaría. »Estas mismas costumbres piadosas siguen observándose en algunos de nuestros pueblos, en donde suelen ofrecer a Dios, a la Virgen o al santo de quien esperan la curación de un enfermo, tanta cera o tanto trigo como pesa el afligido, o bien uno o más cirios, altos como el paciente, que deben arder hasta su consunción delante de la santa imagen invocada. »La ciudad de Barcelona ofreció en 1482 a Nuestra Señora de la Piedad, que se veneraba en los claustros del antiguo convento de agustinos, una candela de la extensión de los muros de la ciudad, y tenía, por consiguiente, ocho mil doscientas veintiséis varas de largo». www.lectulandia.com - Página 548 Vengo de Arnedillo Frase que se emplea en La Rioja para dar a entender que no se sabe nada acerca de lo que a uno le preguntan. Æ Vergara Martín, en su Diccionario geográfico popular, la explica así: «Cuentan que a mediados del siglo xix estalló una revolución en Zaragoza, y había en Logroño gran expectación por saber su resultado, y a todos los que iban a esta población les interrogaban acerca del alzamiento, suponiendo que venían de Zaragoza. Un cura que llegaba por la carretera fue abordado por los que esperaban noticias, quienes con gran ansiedad le preguntaron: »—¿Qué pasa en Zaragoza? »—No sé nada —les contestó—, porque vengo de Arnedillo. »Pero un guasón corrió la voz de que el padre de almas estaba enterado de todo, e infinidad de personas le rodearon demandando noticias, sin que se obtuvieran otra respuesta que la dada al principio: »—NOo sé nada. Vengo de Arnedillo. »No obstante, continuaron los interrogatorios, y el cura, en cuanto se le acercaba alguien, sin darle tiempo a que le preguntasen, decía: »—Vengo de Arnedillo». Ver las estrellas, o hacerle ver (a otro) las estrellas El Diccionario de la Academia registra estas expresiones figuradas y sus variantes, y explica que se dicen «por la especie de lucecillas que parece que uno ve cuando recibe un gran golpe». Æ Clemencín, en su nota 25 al capítulo 19 de la 2.” parte del Quijote, escribe: «Se dice que hace ver las estrellas a otro el que con algún golpe le causa un dolor vehemente y repentino. Esta expresión se funda en que, al recibir el golpe, suele parecer que se ven como unas luces a modo de estrellas». El doctor Justo Gárate me aclara que este fenómeno se debe a la ley de energía específica de los nervios sensoriales de Helmhotz, que solo pueden responder así a cualquier excitación que www.lectulandia.com - Página 549 recibieren. Espinel, en la Vida del escudero Marcos de Obregón (rel. 3.”, descanso 15), escribe: «No se burle conmigo —dijo el mozo de mulas—,; que le haré ver estrellas a medio día». Covarrubias explica esta última expresión en su Tesoro, diciendo: «Hacer ver a uno las estrellas a mediodía es amenaza que hacen los hombres crueles a sus esclavos, dándoles a entender (que) los meterán en la mazmorra por algunos días. Experiméntase que, si uno se halla en la profundidad de un pozo muy hondo, que, aunque sea de día, no llegando allá la luz, desde aquella oscuridad podrá ver las estrellas, porque no se lo impiden los rayos del sol». Ver los cielos abiertos [Según el Diccionario académico, se dice que alguien ve el cielo abierto, o los cielos abiertos, cuando se le presenta una «ocasión o coyuntura favorable para salir de un apuro o conseguir lo que deseaba»]. Æ Manuel Rabanal, en su interesantísimo libro El lenguaje y su duende, recoge la opinión de Álvaro d'Ors sobre el origen de esta expresión. Según D*Ors, apoyado por Rabanal, la frase en cuestión proviene de la relación del martirio de San Esteban que aparece en los Hechos de los Apóstoles (6, 8-10 y 7, 54-70), donde se dice que, mientras los encolerizados agresores del joven Esteban rechinaban sus dientes, el mártir, elevando sus ojos a las alturas, exclamó: «Video caelos apertos, et Filium hominis stantem a dextris Dei». (Veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está en pie a la diestra de Dios). Estas palabras figuran en la epístola de la misa del 26 de diciembre, festividad de San Esteban, protomártir. Verde y con asa... Esta expresión se usa cuando se saca una consecuencia que, por los datos que se dan, es sumamente clara y lógica. Alude a una adivinanza muy fácil de acertar: Verde y con asa, alcarraza, aunque generalmente se suprime esta última palabra. También se suele decir Verde y con asas. www.lectulandia.com - Página 550 Æ La alcarraza es, como dice el Diccionario, «vasija de barro poroso, que merced a la evaporación del agua que rezuma, enfría la que queda dentro». O, como escribe Covarrubias en su Tesoro, «cantarilla de una o dos asas, de cierto barro blanco que tiene algo de salitre y sustenta fresca el agua que se echa en ella, especialmente si ha estado al sereno en parte fresca». Verde y con asa constituye, pues, una adivinanza fácil de acertar, como las siguientes: ¿De qué color es el caballo blanco de Santiago? ¿Quién era el padre de los hijos de Zebedeo? ¿En qué mes cae Santa María de agosto? La mujer del quesero, ¿qué será? Adivina, adivinador: las uvas de mi majuelo, ¿qué cosa son? Si aciertas lo que traigo bajo la capa, te doy un racimo, etc. Verse y desearse Según el Diccionario, la frase verse y desearse uno significa «costarle mucho trabajo una cosa, ser muy difícil». Sin embargo, la expresión alude a un peligro o a una situación apurada. Y así suele decirse: «Había tal aglomeración de gente, que nos las vimos y nos las deseamos para no ser atropellados», «Se las vio y se las deseó para salir ileso de la reyerta», etc. Æ Correas, en su Vocabulario de refranes, dice que Verse y desearse significa «verse en peligro y desear salir de él». Este es, a mi modesto juicio, el verdadero sentido de la frase en cuestión, y no el que indica la Academia. Cristóbal de Castillejo, escritor de mediados del siglo xv1, dice en su Glosa de la bella malmaridada: Para ser mal empleada más te valiera ser fea, pues se ve y se desea la bella malmaridada. Y el mismo autor, en su Sermón de amores (1542), escribe, aludiendo a una monja joven y a lo que piensa mientras canta en el coro: Domine labia mea Está cantando, e solloza diciendo: «¡Guay de la moza que se ve y se desea!». (Clásicos Castellanos, Cristóbal de Castillejo, Obras, tomo I, Espasa Calpe, www.lectulandia.com - Página 551 Madrid, 1944). Vérsele a uno el plumero Frase muy generalizada que significa propiamente «asomar la oreja en cuestiones políticas». Æ Constituye una alusión, no al utensilio de limpieza llamado plumero, sino al «penacho de plumas» que coronaba el morrión de los voluntarios de la Milicia Nacional, la que nació el año 1820 para defender los principios liberales y progresistas, y fue disuelta y desarmada por el ministerio González Bravo en 1844. En los periódicos conservadores de fines de siglo solían aplicar la frase en cuestión a los políticos que asomaban la oreja liberal. En uno de ellos aparece una caricatura de Sagasta, tocado con el morrión de miliciano nacional, y al pie esta burla: «¡Don Práxedes! ¡Que se le ve el plumero!». Vi confirmado el origen de la expresión que comentamos en el prólogo que en el año 1948 puso el duque de Maura al libro de Gutiérrez Gamero titulado Mis primeros ochenta años. Dice así Gabriel Maura, hablando del autor: «Lo que más admiré en él... fue la reciedumbre berroqueña de sus convicciones progresistas, adquiridas en los primeros años de su adolescencia. Sinceramente modesto y afable, no dio nunca ocasión a su interlocutor para pensar que se le veía el plumero; mas a poco que se prolongase la plática era seguro entrever alguna vez el perfil inconfundible del morrión miliciano». Según los grabados de la época constitucional (1920-1923) que conozco (uno de ellos aparece reproducido en el libro de José María Azcona ClaraRosa, masón y vizcaíno), el plumero del morrión de los milicianos era descomunal: de más de un palmo de altura. ¡Vete a la porra! Según leí en el Diccionario ilustrado de frases célebres, de Vicente Vega (p. 108), esta castiza expresión, que muchos creen nacida y cultivada en Madrid, pero cuyo uso se extiende hoy a toda España, procede de la expresión militar de castigo «¡Vaya usarced a la porra, seor soldado!», y tiene su origen en el colosal bastón que llevaba el tambor mayor de los antiguos regimientos. Este bastón, muy www.lectulandia.com - Página 552 labrado y rematado por un gran puño de plata, era conocido con el nombre de porra. El tal bastón, clavado en cualquier lugar del vivac, acantonamiento o campamento, marcaba el sitio adonde tenían que acudir los soldados durante el descanso para sufrir el arresto impuesto por faltas leves que hubiesen cometido. La fórmula ¡Vaya usted a la porra! Era correcta y usual, aunque ahora nos parezca dura y graciosa. El oficial, al imponer el arresto a un soldado, se expresaba en tales términos. Æ A título de curiosidad, y por si pudiera tener relación con la frase que comentamos, diré que el Diccionario de autoridades de la Real Academia (Madrid, 1726-1739) dice lo siguiente, en su segunda acepción: «Porra. Llaman [así] los muchachos al último en el orden de jugar». ¡Viva Cartagena! Apóstrofe que suele citarse como ejemplo de latiguillo oratorio o literario. Ml Sobre el origen de esta expresión, copio lo que escribió Julia Maura en el artículo «¡Viva Cartagena!», aparecido en el ABC del 11 de julio de 1952: «Parece ser que en la hermosa ciudad mediterránea, una vez un mal tenor dejó escapar un agudo “gallo”. Y antes de que el público tuviera tiempo de exteriorizar su protesta, el infortunado divo se adelantó hacia las candilejas y soltó un patriótico y eficaz “¡Viva Cartagena”, que el público premió con una cordial y calurosa ovación, salvándose así del pateo que le amenazaba. » Aunque tuviera poca voz, no era tonto el tenor aquel. Desde entonces el “¡Viva Cartagena!” ha quedado como patrimonio de los mediocres, algo así como su escudo de armas o como su muro de protección. El poeta ramplón que hace un canto a la madre patria O a la fe sabe que, aunque sus versos sean flojos, ha de salvarlos la grandeza del tema. El autor que ha realizado un argumento histórico, aunque sea de un modo artificioso y falso, sabe también que no corre ningún peligro si distribuye a tiempo dos o tres “¡Viva Cartagena!”. El orador que observa cómo flaquea la atención de los oyentes, usa en seguida del latiguillo local o patriotero, que es otra manera de gritar “¡Viva Cartagena!”». Según leí posteriormente (en el artículo de L. M. «Playas, las de Lloret...», ABC, 5 de agosto de 1954), el «¡Viva Cartagena!» tuvo lugar en ocasión de representarse en esta ciudad la zarzuela Marina. www.lectulandia.com - Página 553 ¡Viva Fernando!, y vamos robando Esta frase, muy corriente entre los años 1815 y 1823, y alusiva a los abusos y latrocinios que cometían los partidarios del absolutismo de Fernando VII, quedó en proverbio y sigue aplicándose a los aprovechados que blasonan de patriotismo. Æ Sbarbi, en un artículo publicado en la Ilustración Artística, de Barcelona (n.° 245, año 1875), y titulado «Claridades pulpitables», explicaba el origen de este dicho. Según Sbarbi, su difusión arranca del sermón que el 24 de febrero de 1815 y en presencia del rey Fernando VII predicó el padre carmelita fray José del Salvador, que dijo, entre otras cosas: «Hombre enemigo es también el que, gritando a voces viva Fernando, la Patria y la Religión, se introduce en el Gobierno, trastorna el orden con disimulo, hartando entre tanto su furiosa ambición con empleos, rentas y honores, a costa de la inocente Nación. Observe Vuestra Majestad a los que se le presenten, aunque sea con planes y proyectos de economía a favor de la Patria; míreles V. M. a las manos cuando se retiren; y si llevan carne en las uñas, esto es, algún empleíto, etcétera, no hay que dudar de que son los que buscamos, los que nos hacen tanto mal, los que han dado ocasión al nuevo adagio, que repiten hasta los niños por las calles, a saber: ¡Viva Fernando!, y vamos robando». ¡Viva la Pepa! Esta expresión popular ha ido cambiando de significado con el tiempo. Hoy se le da un sentido de desenfado, de jolgorio, y suele aplicarse, aludiendo a los frescos, a los «viva la Virgen», por ejemplo: «Ese individuo no paga a nadie, pero ahí lo tienes, gastando, presumiendo y ¡viva la Pepa!»; «Tú lo que quieres es no trabajar y ¡viva la Pepa!». Æ Desde 1814 y a lo largo del siglo último, el grito de ¡Viva la Pepa! encubría el de ¡Viva la Constitución de Cádiz!, y durante muchos períodos políticos fue un grito subversivo. Llamaban la Pepa a la Constitución de Cádiz porque esta fue jurada y promulgada el día de San José, 19 de marzo de 1812. Una copla navarra de hace más de un siglo dice así: www.lectulandia.com - Página 554 Por gritar ¡Viva la Pepa! me metieron en la cárcel, y después que me sacaron: ¡Viva la Pepa y su madre! El barón Davillier, en su Viaje por España (cap. 29), y Sbarbi, en su Gran diccionario de refranes (p. 779), citan la expresión ¡Viva la Pepa, y el pan a dos cuartos!, «por la cual —dice Sbarbi— damos a entender la tranquilidad con que se ven las mayores cosas, siempre que a nosotros no nos falte nada». Es parecida, en su esencia, a la de «En casa, paz y sosiego, y afuera que canten el Himno de Riego». A la Constitución de Cádiz la llamaban también la Niña y la Niña Bonita. Véase esta canción, en la que se alude a los Cien Mil Hijos de San Luis. La niña bonita que en Cádiz nació, el aire de Francia mala la pusió. Los realistas la llamaban la Negra. Ruiz Morcuende escribe acerca del ¡Viva la Pepa! lo siguiente: «Tan popular frase de regocijo, con la que se expresa hoy despreocupación y anhelos de divertirse, fue hace un siglo explosión disfrazada de ideas liberales, y a más de uno que imprudentemente la exclamó en público le costó severísimo castigo. »La Pepa en cuestión no es ninguna dama que se distinguiera por su buen humor, como cree algún folclorista. La Pepa alude a la Constitución de Cádiz que se juró el 19 de marzo de 1812. »Al volver a España Fernando VII abolió dicha Constitución el 21 de julio de 1814, y los patriotas que se oponían al absolutismo, como estaba prohibido con terribles penas el gritar ¡Viva la Constitución!, bautizaron al Código fundamental del Estado con el nombre de la Pepa... Descubierto más tarde el inocente subterfugio, se consideró también como delictivo. »Don Leandro Fernández de Moratín, que a pesar de su afrancesamiento y bien probada inclinación al liberalismo, se asustó del formidable avance que representaba la Constitución en las costumbres hispanas, achacando al nuevo Código, como muchos españoles, los males que particularmente le afligían, dice en una de sus epístolas (Carta a D. José Antonio Conde, Barcelona, 6 de enero de 1815, Obras póstumas de Moratín, Madrid, Rivadeneyra, 1867, tomo Il, p. 215): »Yo, a pesar de estos buenos deseos, todavía me hallo en peregrinación, y no bastando un destierro de cien leguas, se han empeñado en que han de ser cien leguas y media... No obstante, si esto puede contribuir en algo a la felicidad pública y a los intereses políticos de Europa, me resigno, víctima voluntaria, a cuantas zurribandas me tengan prevenidas, y sea todo por Dios y ¡viva la Pepa! www.lectulandia.com - Página 555 »La idea del castigo aún perdura en el siguiente cantar, conservado en gran parte de Castilla: “Por gritar una noche / ¡Viva la Pepa!, / me sacó la justicia / cuatro pesetas”. En Asturias lo cantan en tono de giraldilla». La cita de Moratín que hace Ruiz Morcuende da lugar a la sospecha de que el ¡Viva la Pepa! fuese un dicho anterior al siglo xIx, que se aplicó luego a la Constitución de Cádiz. Volver la chaqueta También cambiar de chaqueta: cambiar de opinión o de partido. Antiguamente se decía volver, o cambiar, la casaca. Æ Montoto, en Un paquete de cartas (p. 141), escribe: «Dice un escritor que el modismo viene de que cada partido o fracción de guerra, política o religiosa, solía distinguirse por la casaca, túnica o sobrevesta que llevaban sobre la armadura de malla o hierro. En las guerras de religión, en Francia, los católicos solían llevar las túnicas o sobrevestas sembradas de cruces de color rojo, mientras que los calvinistas, para distinguirse de aquellos, las usaban blancas y sin cruces. Y como, además, las túnicas, por lo común, estaban forradas de tela de otro color, se valían de esta circunstancia en ciertos lances y accidentes de guerra, volviendo la sobrevesta o casaca del revés, según mejor les convenía, hasta salir del apuro o compromiso en que se encontraban, e ir trampeando y cambiando de partido, aunque no fuese más que en apariencia, lo que era muy común en aquel entonces. En el mismo sentido se dice hoy Volver la camisa». Según he comprobado, Montoto copia esto de Bastús (La sabiduría de las naciones, 2.* serie, p. 284). Vicente Vega, en su Diccionario de frases célebres (p. 676), escribe acerca de la frase «Volver la casaca» lo siguiente: «Se ha pretendido que esta locución procedía de la versátil conducta del duque de Saboya, Carlos Manuel I, quien, tan pronto aliado de Francia como de España, se ponía su jubón, blanco de un lado y rojo del otro, cuando abandonaba la causa del primer país por la del otro. Pero el origen es más antiguo; nació al principio de las guerras que desató la Reforma. Como los papistas y los luteranos llevaban las casacas de diferente color, aquel que quería pasarse de un campo a otro tenía el buen cuidado de ponerse la suya al revés cuando se aproximaba a los puestos avanzados, a fin de dar a entender que no se presentaba como enemigo; a este acto de deserción, entonces muy corriente, se le llamaba, con toda propiedad, “volver la casaca”». www.lectulandia.com - Página 556 Y a propósito de cañonazos... Se dice cuando en el curso de una conversación se saca un tema por los pelos, sin venir a cuento. Procede el dicho de un militar que estaba deseando a todas horas referir sus hazañas guerreras, y cuando no hallaba ocasión para ello, decía: «¿No han oído ustedes como un cañonazo?». Nadie había oído nada, pero él entonces proseguía. «Y a propósito de cañonazos. ¡Hay que ver los que oí yo en la batalla de...!» Æ Sobre esto de traer a colación, venga o no venga a cuento, el tema que se quiere exponer, o el que uno «se sabe», existe la historieta de un cura rural, que tenía «empollado» un sermón sobre la confesión. Una vez tuvo que predicar sobre San José, y como no le dieron tiempo para prepararse y no sabía qué decir del casto esposo de la Virgen, comenzó así su sermón: «San José, como todos sabéis, era de oficio carpintero. Y, por ser carpintero, hacía bancos, sillas, mesas..., lo que las gentes le encargaban. Estoy seguro de que más de una vez le habría tocado hacer confesonarios. ¡Con qué primor y devoción los habría hecho! Porque, hijos míos, el confesionario es el lugar donde se administra el sacramento de la confesión. Y la confesión... ¡Vamos a hablar despacio de este sacramento!...». De esta forma encajó a su auditorio el sermón que traía preparado. Y aquí paz, y después gloria Expresión de que nos valemos para dar fin y término a una querella o disputa que se iba haciendo pesada. Æ Según Bastús (La sabiduría de las naciones, 2.* serie, p. 164), «es un remedo www.lectulandia.com - Página 557 del final de nuestros sermones; y en tanto es así, como que por lo común acompañamos también estas palabras con la acción de dar la bendición, como hace el predicador al despedirse del auditorio, deseándole aquí o en este mundo paz, y después, en la otra vida, la gloria celestial». (Bastús era sacerdote. Tambien lo era Sbarbi). ¡Y un jamón con chorreras! Frase irónica con que se replica al que pide gollerías o cosas imposibles. A mi juicio, se trata de una frase añadida. En un principio se diría ¡Y un jamón! Luego se le agregó lo de las chorreras, como diciendo: ¡Y un jamón con cintitas y adornos! Æ Según el Diccionario de la Real Academia de 1791, se llamaba chorrera a un adorno del traje de golilla del que pendía la venera. «Bajaba desde el cuello de la golilla hasta más abajo del pecho en lugar de cinta, y se componía de un lazo grande arriba, y sucesivamente de otros más pequeños hasta unirse con la venera. Así esta como la chorrera se guarnecían de varias piedras preciosas». A mi modesto juicio, la generalización de la frase que comentamos tuvo lugar a raíz de la Revolución de 1868. En septiembre de dicho año, y apenas destronada Isabel II, en una de las calles más céntricas de Barcelona apareció un farol del alumbrado público plagado de inscripciones subversivas. En cada uno de sus cristales se leía, respectivamente: ¡ABAJO LOS CONVENTOS! ¡ARMAS AL PUEBLO! ¡FUERA LAS QUINTAS! ¡SUPRIMIR LAS IGLESIAS! Un ciudadano de buen humor quiso completar la petición y colgó del farol un cartel que decía: ¡Y UN JAMÓN CON CHORRERAS! Leí esto último en el libro de F. Hernández Girbal Una vida pintoresca. Manuel Fernández y González (Madrid, 1931, 2.* ed., pp. 238-239). www.lectulandia.com - Página 558 ¡Ya cayó Mangas! Frase con que se da a entender que por fin se ha conseguido aquello tras de lo cual se andaba con insistencia. Æ Es modismo de origen aragonés y lo explica Romualdo Nogués en su libro Cuentos, dichos, anécdotas y modismos aragoneses (Madrid, 1881), en la forma siguiente: «En la guerra de la Independencia mataron cerca de Borja los españoles a un soldado francés. El comandante del fuerte de dicha ciudad previno al Ayuntamiento que, si no se averiguaba quiénes eran los culpados, procedería a quitar la vida a los dos primeros españoles, grandes o chicos, que encontrara en la calle. Recayeron leves sospechas en dos inocentes mendigos, llamados Bolchacas y Mangas. Sacáronlos al campo, les hicieron una descarga, se salvó Bolchacas, y entró en la población gritando: ¡Ya cayó Mangas!». Ya estamos en Haro, que se ven las luces Expresión riojana que ha logrado gran difusión y que suele aplicarse al final de un viaje, a la terminación de un trabajo, etc. Æ Bonifacio Gil García, en su trabajo Dictados tópicos de La Rioja (revista Berceo, Logroño, 1953), escribe acerca de ella lo siguiente: «La expresión Ya estamos en Haro se atribuye a un vecino de San Vicente de la Sonsierra, llamado Cándido Cruz, que hacía el servicio de viajeros en un coche de caballos entre San Vicente y Haro. Aunque este extremo lo comprobamos en 1926 ante el probable inventor, a quien nos presentaron, el escritor harense don Enrique Hermosilla nos envía esta referencia: »La frase completa Ya estamos en Haro, que se ven las luces se hizo famosa a consecuencia de que el 17 de abril de 1890 se aprobó el proyecto de alumbrado público por medio de la electricidad, y el 17 de septiembre del mismo año aparecieron por primera vez en la villa algunas calles iluminadas. Fue la segunda población de España que adoptó este sistema de alumbrado, ya que la primera lo fue Jerez de la Frontera. Los viajeros, a su paso por Haro en los trenes, lanzaban la indicada frase». Y la siguen lanzando hoy en día, añado yo, que la he oído muchas veces. www.lectulandia.com - Página 559 ¡Ya se lo dirán de misas! Suele también variarse: ¡Allá se lo dirán de misas!, amenazando a uno de que pagará en la otra vida el mal que haga en esta, o que pagará en otro tiempo sus malas obras actuales. Æ Correas incluye en su Vocabulario de refranes esta segunda frase y la comenta así: «Es amenaza, y significa que allá hallará su pago, por metáfora de las misas que se dedican a los difuntos». Allá equivale a «en el otro mundo, en el valle de Josafat». Ya vendrá el tío Paco con la rebaja No se sabe quién fuera este tío Paco el de la rebaja. Æ Montoto, en su libro Personajes, personas y personillas (tomo 2.°, p. 238), escribe: «El tío Paco. Famoso personaje proverbial, en quien representamos la experiencia, el desencanto y el desengaño. La imaginación, en alas de las ilusiones, agiganta y abulta así los bienes como los males, despertando en nuestro ánimo ora esperanza, ora temores; pero el tiempo, tomando el pelaje y la catadura del tío Paco, pone las cosas en su punto, rebajándolas hasta la realidad». Ya viene Martinico Jerónimo Borao, en su Diccionario de voces aragonesas (1859), alude en la «Introducción» a varias frases proverbiales que se usan en Aragón, y Cita entre estas la de Ya viene Martinico, para indicar que va entrando el sueño a los niños. J Dice Borao sobre esta frase: «nos ocurre añadir que en el Libro de Patronio, el diablo dice a uno que en los apuros le llame con las palabras: “Acorredme, don Martín”. En los Viajes de Marco Polo (1519) se llama Martín al diablo, y en algunas provincias de España se llama a los duendes Martinico». www.lectulandia.com - Página 560 Las citas que aporta Borao no creo que tengan relación alguna con el dicho aragonés. La alusión al demonio o a un duende, tratándose del dulce sueño de los niños, no puede resultar más impropia e inaplicable. En Sbarbi y en Montoto no encontré referencia a ningún Martín, San Martín o Martinico que pudiera explicar la frase aragonesa. Yo me lavo las manos Frase que se usa cuando uno se descarta de un asunto, cuando trata de rehuir toda responsabilidad en él, como hizo Poncio Pilato en el proceso de Cristo. Æ Alude, según Bastús, a la costumbre simbólica, usada en algunos pueblos antiguos, de lavarse las manos en presencia del pueblo para demostrar que era uno inocente del crimen que le atribuían. En la Biblia (salmo 72, 13) se hace referencia a ella, al decir: Lavi inter innocentes manus meas, que ha pasado a la liturgia de la misa. Y en la tragedia de Shakespeare, dice la criminal lady Macbeth: «Todos los perfumes de la Arabia no bastarían a lavar y purificar esta mano mía». Yo sé dónde me aprieta el zapato [Locución que significa saber bien uno lo que le conviene]. Es un dicho antiquísimo que proviene, según parece, de una anécdota que cuenta Plutarco en sus Vidas paralelas. Æ El insigne biógrafo griego, en la vida de Paulo Emilio, refiere el siguiente caso, defendiendo a su héroe de haberse divorciado, sin razón aparente, de Pipiria hija de Papirio Masso: «Un patricio romano tenía una esposa joven, bella, rica y honrada, y, sin embargo, la repudió. Como este divorcio no parecía fundado en ningún motivo razonable, sus amigos se lo reprobaron, pero él les contestó con el siguiente apólogo: »—¿Veis mi calzado? —les dijo, mostrándoles el pie revestido con una rica solea —. ¿Habéis visto otro mejor trabajado, ni más elegante? Sin embargo, yo sé en dónde me lastima el pie». Bastús, que cita esto en su Sabiduría de las naciones (1.* serie, p. 35), añade dos versiones catalanas de este mismo refrán: www.lectulandia.com - Página 561 Cada cual Baba ahont li apreta la sabata. Cada cual sab á casa seva ahont hi plou. Mosén Pedro Valles (citado por Cejador en su Fraseología, tomo 1.°) escribe la frase Saber a do mata el abarca (saber dónde la abarca produce mataduras o heridas en los pies). www.lectulandia.com - Página 562 Zapatero, a tus zapatos Refrán que aconseja no juzgar sino aquello de lo que uno entiende y no salirse de su esfera. Æ Tiene su origen en la siguiente anécdota que refiere Plinio el Viejo en su Historia Natural: «Apeles, el más ilustre de los pintores griegos (siglo Iv a. de C.), era muy exigente con sus obras, y lejos de desdeñar la crítica, la provocaba, para lo cual solía colocar sus cuadros en la plaza pública, y él se ocultaba detrás del lienzo para oír lo que decían los curiosos. »Cierto día acertó a pasar un zapatero que censuró acremente la hechura de una sandalia en un retrato de cuerpo entero. »Apeles comprendió su error y lo corrigió; pero al día siguiente volvió a pasar el mismo zapatero, que, al ver corregido el defecto por él señalado, se envalentonó y se metió a criticar otras partes del cuadro». www.lectulandia.com - Página 563 www.lectulandia.com - Página 564 Bibliografía AGUADO BLEYE, Pedro, Compendio de Historia de España, 2.* ed., Espasa Calpe, Madrid, 1931. —, Manual de Historia de España, tomo I, Prehistoria, Edades Antigua y Media, Espasa Calpe, Madrid, 1958. 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Compartió despacho en Tudela con su hermano hasta la sublevación militar de 1936, cuando el general Emilio Mola, artífice del alzamiento en Navarra, lo requirió como secretario particular. Posteriormente fue alférez del Cuerpo Jurídico Militar de los sublevados. Al final de la guerra volvió a la abogacía civil. Fue presidente de la sección de Folklore de la Institución Príncipe de Viana, vocal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, académico correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua y miembro de la Real Academia de la Lengua Vasca, Institución Fernando el Católico de Zaragoza y la Academia "Tucumana de Folklore. Destacó por sus trabajos paremiológicos, en especial por El porqué de los dichos. Sentido, origen y anécdota de los dichos, modismos y frases proverbiales de España con otras muchas curiosidades (1955), incesantemente ampliado en sucesivas ediciones. www.lectulandia.com - Página 597