MIKHAIL NAIMY MIKHAIL NAIMY EL LIBRO DE MIRDAD UN FARO Y UN PUERTO Acerca de Mikhail Naimy Nacido en el Líbano en 1889, tuvo la extraordinaria oportunidad de ampliar los estudios realizados en su tierra natal en Rusia, Francia, y Estados Unidos. Ello le impulsó a pensar, hablar y escribir, con una gran amplitud de miras, de los problemas básicos del hombre y su destino, en términos que rebasan los límites de la raza, la religión, el idioma y la geografía. En los medios intelectuales del mundo árabe está considerado, con razón, como el mayor y más atrevido librepensador. UN LIBRO FUERA DE LO COMÚN Una de las más antiguas y respetables empresas editoras de Londres, a la que le fue entregado, en primer lugar, el manuscrito de este libro, envió a Mikhai'l Naimy una carta en la que le decía lo siguiente: «Desde que usted nos envió el manuscrito de "El Libro de Mirdad", hemos recibido detallados comentarios sobre él, procedentes de nuestros consejeros literarios y, aunque naturalmente sus opiniones son de carácter confidencial, podemos revelarle que expresan admiración por su sinceridad y devoción; sin embargo, resaltan... que este libro representa tal modificación del dogma cristiano establecido, que sería necesario fundar una nueva iglesia, en el mundo de habla inglesa, para que existiese la posibilidad de ser vendido en la cantidad suficiente que compensase su publicación.» «... Le estamos muy agradecidos por habernos brindado la oportunidad, en primer lugar, de leer un libro tan fuera de lo común.» Citamos ahora parte de la respuesta de M. Naimy: «Es totalmente cierto que el libro se aparta del dogma cristiano establecido. Y se desvía también de todos los dogmas establecidos, sean religiosos, filosóficos, políticos o de cualquier otra especie. ¿Por qué ha de ser tan sagrado e inmutable un dogma? ¿Podrá encerrarse, alguna vez, la Verdad en unas determinadas palabras y no en otras? ¿Acaso la Verdad tiene un solo camino? La importancia de mi libro reside precisamente en esto: en que revela nuevos caminos para aproximarse a los eternos problemas de la existencia. Si hubiera sido una simple variante o confirmación de una creencia o de un sistema de pensamiento establecido, no me habría molestado en escribirlo...» «Aunque concebido y redactado en inglés, no está destinado exclusivamente al público de habla inglesa, ni tampoco pretende conmocionar o alarmar a los fieles de otras creencias, sino conmover a la humanidad para hacerla salir de su letargo dogmático, tan cargado de odio, de disputas y de caos.» LA HISTORIA DEL LIBRO I EL ABAD ENCADENADO En la cumbre más alta de las Montañas Blancas, conocida como el Pico del Altar, yacen las vastas y sombrías ruinas de un Monasterio antaño famoso, conocido con el nombre de «El Arca». La tradición le atribuía una antigüedad tan respetable como la del Diluvio. Existían varias leyendas respecto al Arca, pero la que más se escuchaba en boca de los montañeses del lugar, entre los que tuve la oportunidad de pasar un verano a la sombra del Pico del Altar, es la siguiente: Muchos años después del gran Diluvio, Noé, su familia y sus descendientes, llegaron a las Montañas Blancas, donde encontraron valles fértiles, ríos caudalosos y un clima extraordinariamente benigno. Y allí decidieron establecerse. Cuando Noé sintió que se acercaba el final de sus días, llamó junto a él a su hijo Sem — que, como él, era soñador y tenía una mirada visionaria— y le habló de esta manera: «Repara, hijo mío, cuan abundante fue la cosecha de años de tu padre. Ahora la última gavilla está dispuesta para la siega. Tú y tus hermanos, y vuestros hijos, y los hijos de vuestros hijos, repoblaréis la Tierra desolada, y vuestra semilla será como la arena del mar, según la promesa que Dios me hizo. Sin embargo, una inquietud ensombrece estos vacilantes días que me restan. Los hombres, con el tiempo, se olvidarán del Diluvio, y de la lujuria y la maldad que lo provocaron, así como del Arca y de la Fe que la sostuvo triunfante, durante ciento cincuenta días, sobre la furia de los oleajes vengadores. Tampoco recordarán la nueva vida que surgió de esa Fe, de la cual ellos son el fruto. Para que no lo olviden, yo te pido, hijo mío, que levantes un altar sobre el pico más alto de estas montañas, el cual será llamado, a partir de este momento, «el Pico del Altar». Y te ruego que alrededor de ese altar, construyas una casa, semejante al Arca en todos sus detalles, aunque de menores dimensiones, y que se la denomine «El Arca». Sobre este altar me propongo hacer mi última ofrenda de acción de gracias. Y el fuego que yo encienda allí, te ruego que lo mantengas constantemente encendido. En cuanto a la casa, harás de ella un santuario, donde vivirá una pequeña comunidad de personas escogidas, cuyo número nunca será mayor ni menor de nueve. Se les conocerá como «los Compañeros del Arca». Cuando uno de ellos fallezca, Dios proveerá inmediatamente de otro que lo sustituya. Estas personas jamás dejarán el santuario, y allí llevarán una vida monástica durante el resto de sus días, practicando toda la austeridad del Arca Madre y manteniendo encendido el fuego de la Fe, rogando al Altísimo que les guíe a ellos y a sus semejantes. Sus necesidades materiales serán provistas por la caridad de los fieles.» Sem, que había estado pendiente de cada sílaba que pronunciaba su padre, le interrumpió para saber el motivo de aquel determinado número de nueve, ni uno más ni uno menos. Y el anciano patriarca le respondió: «Porque ése es, hijo mío, el número de los que navegaron en el Arca.» Pero Sem no podía contar más que ocho: su padre y su madre, él y su esposa, sus dos hermanos y sus respectivas esposas. En consecuencia, estaba desconcertado ante las palabras de su padre. Noé, advirtiendo la perplejidad de su hijo, le explicó: «Voy a revelarte un gran secreto, hijo mío. La novena persona era un pasajero clandestino que sólo yo vi y conocí. Era mi constante compañero y mi timonel. No me preguntes nada más sobre él, pero no dejes de reservarle un lugar en tu santuario. Sem, hijo mío, ésta es mi voluntad. Cuida de que todo sea llevado a cabo.» Y Sem hizo todo cuanto su padre le había ordenado. Cuando Noé fue a reunirse con sus antepasados, sus hijos enterraron su cuerpo bajo el altar del Arca, que continuó siendo durante miles de años, de hecho y en espíritu, el verdadero santuario concebido y ordenado por el venerable vencedor del Diluvio. Con el transcurso de los siglos, no obstante, el Arca empezó, poco a poco, a recibir de los fieles donativos muy superiores a sus necesidades. De este modo, se fue haciendo cada vez más rica en tierras, plata, oro y piedras preciosas. Cierto día, hace ya algunas generaciones, al fallecer uno de los Nueve, se presentó un desconocido a las puertas del Monasterio, solicitando su admisión en la comunidad. Según las antiguas tradiciones del Arca, que jamás habían sido violadas, el desconocido debía ser admitido inmediatamente, ya que había sido el primero en solicitar la admisión después del fallecimiento de uno de los Compañeros. Mas el Abad —